TR�LLAX XVI,
El sometimiento y posesi�n del rico hacendado RUFUS y su
captaci�n para entrenador de esgrima del cachas

CAPITULO 16
Hab�an transcurrido varios d�as desde que TERCHELD entren�
por primera vez a TR�LLAX. Y RUFUS de rodillas, encadenado con los brazos
alzados a la pared de una de las oscuras mazmorras de su hacienda. Con sus
m�sculos brillantes, a�n sudorosos, se recuperaba del largo tormento al que fue
sometido por el hispalense en el d�a de ayer.
Recordando mientras gem�a por los bestiales escozores que
sent�a en su poderoso cuerpo. Que todo ocurri� a ra�z de que TERCHELD,
aprovechando un momento en que el esclavo espa�ol, con sus "ubres" todav�a
repletas de semen, reposaba sus m�sculos, despu�s de su �ltima jornada de
entrenamiento. Fue en su busca porque hab�a decidido adelantar su reeducaci�n a
la obediencia m�s estricta hacia su persona, con el fin de convertirlo mediante
tortura en uno de sus siervos. Ya que ROMEO su esclavo de confianza, le hab�a
chivado que �l hab�a conseguido encontrar los dos amuletos tan codiciados:
- �Cabr�n hijo de puta!.- grit� rabioso por ser precisamente
su peor enemigo el culpable de todo:
- �El jodido ROMEO!, �Krom es que no me lo voy a quitar de
encima!. �Joder, si ahora resulta que es el hombre de confianza de TERCHELD y yo
soy solo un puto subordinado otra vez!.- y admirando con orgullo el desarrollo
alcanzado por sus m�sculos, notando la erecci�n de polla que destacaba en el
pubis de su culturista cuerpo de t�o de 35 a�os, poseedor de una matita de pelos
muy cortitos pero recios y duros que cubr�a completamente su cachudo cuerpo. Con
esos pensamientos su mente naveg� en el pasado m�s pr�ximo, justo cuando ayer
tarde el hispalense, apareci� con artilugios de torturas lacerantes, cortantes y
abrasivos:
- �Qu� pretendes t�o?.- recordando con un escalofr�o, como
temblaba de miedo porque los �cidos nunca los hab�a visto usar con nadie y menos
con �l un puto master toda su jodida vida hasta ahora:
- �Quiero que me entregues los amuletos!.- le orden�. Pero
como al principio pens� que solo quer�a bromear con �l, no le dio importancia a
su requerimiento:
- �Qu�tate la t�nica, perro!.- motivo por el que, obediente,
se qued� solo con un prieto trozo de tela de lino blanco, que por el color
logrado estaba sucio por el trabajo de todo un d�a en la hacienda, controlando y
vigilando como iban las cosas en sus propiedades:
- �As� me quieres?.- le pregunto excitado, por lo que cre�a
que era un juego de dominaci�n:
- �Ummmm!, �veo que est�s m�s definido!.- y con esa
aseveraci�n, (�p�mm!):
- �Umk!.- encajando un formidable pu�etazo en sus fornidos
abdominales, cayendo medio asfixiao de rodillas al suelo, gozoso dej� que
TERCHELD le encadenara. Pero pronto se encontr� con la dura realidad:
- �Dir�gete a las c�maras de torturas!:
- �Joder, t�o!, �qu� pasa?.- porque sin miramientos:
- �Ay!, �aggg!.- con viriles pellizcos en los pezones y
muerdos crueles en las tetas, lo llev� a la t�trica mazmorra en la que se
encontraba, ya muy abierto de patas porque su reci�n estrenado amo, hab�a
conseguido empalmarlo mucho:
- �Quiero que me entregues los dos amuletos, que ROMEO dice
que tienes!.- le orden� por el camino:
- �No entiendo, t�o!.- le respondi� y es que RUFUS no daba
cr�dito a lo que o�a, y menos con el sadismo conque le estaba tratando su
querid�simo amo, porque eso era ya TERCHELD para �l:
- �No le haga caso a ROMEO se�or, es un cabr�n!.- le comunic�
no obstante enrabietado por saber que fue el siciliano el que hab�a preparado la
trampa para vengarse de �l, por lo ocurrido en las mazmorras del barco. Hasta
que, tirando con fuerzas de las cadenas que le rodeaba brazos y torso,
mostr�ndole a su futuro torturador el desarrollo muscular alcanzado por �l en el
gym; le particip� a su exhombre de confianza:
- �Si se refiera a las dos argollas de TRALLAX!, s� las tengo
yo!, �y qu�?. �Precisamente me las dio ROMEO, porque me hab�a encaprichado de
ellas!.- y avergonzado, RUFUS mostr�ndole muy erectitos sus vellidos pezones, le
confes�:
- �Quer�a que t� me las pusiera con mucho dolor, amo!. �para
que comprendiera lo que le deseo, amo!.- ya que hac�a d�as ten�a la secreta
intenci�n de que TERCHELD se las impusiera acat�ndolo as� por fin como master.
Pero esa confesi�n no le vali� para nada, ya que el hispano segu�a mosqueado
porque cre�a que las dos argollas que escond�a eran los dos talismanes y con la
desconfianza al recordar que RUFUS fue hombre de confianza de SEXTO y ende del
Emperador de Gaia. No le crey� en ning�n momento; obcecado como estaba en
encontrar el talism�n de Morg y el anillo de Shilrimm de la forma que fuera:
- �No me vengas con milongas, s� que los amuletos est�n por
aqu�!.- y viendo que RUFUS agachando el rostro, no respond�a:
- �Con que no quieres hablar, eh, perro?. �Te ordeno que me
entregues los amuletos sagrados de Krom!.- y cogiendo el buen l�tigo que trajo
consigo, oy� a RUFUS responderle:
- �S� los aros pezoneros de TRALLAX no es lo que buscas amo,
entonces no s� de que amuletos me hablas!.- y aunque no dejaba de nombrarle amo
(nunca lo hab�a echo antes), ni por esas se salvo de ser duramente flagelado,
(�z�mm!, �sspl�ss!):
- �Ufff, (�z�mm!, �sspl�ss!), �umk!.- tortur�ndole a
latigazos los m�sculos que en la intimidad estuvo machacando en el gym, para
estar m�s cachas y gustarle m�s a ese macho, al �nico que estaba deseando
intensamente tener en su vida de amo. Siendo aquellos magn�ficos m�sculos
lacerados por primera vez por otro tipo, (�z�mm!, �sspl�ss!):
- �Aggg!, (�z�mm!, �sspl�ss!), �auk!.- conociendo as� el
placentero gozo de caer bajo el yugo de otro macho. Arranc�ndole TERCHELD al
velludo musculitos unos gemidos muy putas, que estaban volviendo loco al s�dico
espa�ol. Por eso, soltado el l�tigo con la intenci�n de bajar la l�bido:
- �Dame latigazos con m�s ganas amo, que soy muy fuerte!.-
encaden� los brazos del romano al techo y dej�ndole con los pies de puntillas:
- �Veamos si eso es cierto, mu�eco!.- (�p�mm!):
- �Uk!, (�p�mm!), �aug!, (�p�mm!), �humm!.- comenz� a
pu�etazos limpio a porrear aquellos masivos y cultivados abdominales del romano.
Que metiendo pecho con sonoros resoplos, los encajaba medio asfixiao, muy
empalmado, sin poderlo remediar, por ser torturado por primera vez por el s�dico
m�s sexy que conoc�a, por el hombre que amaba. Tanto que hizo de �l un masoca
entregado a sus caprichos en pocos d�as:
- �Por favor amo!, �que yo no se nada de eso, ni siquiera he
o�do hablar de ellos!.- logr� por fin decir el romano, arrepentido de su
anterior chuler�a. Pero el hispalense no estaba por la labor de creerle. Hab�a
dado cr�dito a las palabras de ROMEO, (�p�mm!):
- �Humm!, (�p�mm!), �ug!, (�p�mm!), �humm!.- y lanz�ndole una
nueva andanada de cates a aquella masiva pared abdominal, le aporre� los
fant�sticos m�sculos del vientre con brutalidad s�dica, hasta que dej�ndole bien
marcados los nudillos, esperando que recuperara la entrecortada respiraci�n,
comenz� una retah�la de ostias en sus masivos pectorales, arranc�ndole unos
gemidos que lo estaban poniendo cachond�simo. Pregunt�ndole de nuevo:
- �Te he dicho que me digas en donde est�n los amuletos!.-
pero el romano, retorci�ndose de dolor, gozando �ntimamente de tanta agon�a, le
contest� una vez m�s:
- �No conozco ning�n amuleto y menos de esas
caracter�sticas!.- pero no consigui� nada, porque supo que no le convenci�:
- �Ahora ver�s esclavo!.- (�z�mm!, �sspl�ss!):
- �Ausss!, (�z�mm!, �sspl�ss!), �aggg!.- porque TERCHELD
sigui� tortur�ndole y a latigazos en sus desplegadas tetas, le medio despellej�
vivo, pasando a su cuadrada espalda, a la misma que a partir de ahora se iba a
encargar con su esfuerzo y sudores a lograr hacer m�s c�moda las vidas de
TERCHELD y de ROMEO:
- �Amo, que no miento!.- le dijo muy destrozado f�sica y
mentalmente. Mientras su verdugo, disfrutaba al observar de c�mo el miembro
viril del romano, huyendo de la sucia tela de sus bragas, mostr�ndola amarilla y
mojada de una buena meada, aparec�a el erecto nabo por encima, fuera de la
cinturilla:
- �Eres una puta muy cerda!.- y cogiendo unos afilados
cuchillos:
- �Ahhh!, �aggg!.- realiz�ndole en sus musculosos pechos
profundos cortes, le saj� por la mitad tan ricos pezones, y gozando de c�mo el
fornido romano gem�a y bufaba, procedi� a cuartearle los poderosos b�ceps y
espalda de macho de carga, hasta llegar a sus virginales nalgas; en donde,
quit�ndole la cochina braga:
- �Hummm!, �amo cabr�n!.- cort�ndole con m�s profundidad
ambos m�sculos, con las manos despu�s se los separ�:
- �Te voy a follar, esclavo!.- y peg�ndole unos peque�os
cortecitos en los labios de tan vibrante potorro:
- �Hummmm!.- usando la roja sangre como lubricante:
- �Me est�s convirtiendo en una puta, amo!.- se la clav� en
tan estrecho ojete. Potorro que al no conocer polla alguna hasta ese momento, no
sab�a dilatar, y aunque le estaba sabiendo a gloria, el due�o de tan rico chocho
ve�a de agon�a las estrella.
Pero aquel nabo follaba de muerte, tanto que sus grandes
pectorales vibraban con poderosas contracturas lanzando sus tiesos pezones de un
lado a otro. Pero la violaci�n le estaba produciendo tanto dolor, que su
follador no par� hasta que �l perdi� el conocimiento. Pero me�ndose al poco en
tan masculino rostro:
- �Cuenta, dime donde est�n!.- le hizo volver en s�:
- �No lo s�, amo!.- y con los �cidos sigui� interrog�ndole:
- �No por favor amo!. �Uaggg!.- que utiliz�ndolos en el
agujero anal, le produjo fuertes quemaduras y mucho dolor:
- �Voy a probar en ti los efectos de los �cidos!, �sino no
hablas antes, claro est�!.- y contrayendo sus cultivados m�sculos:
- �Pon el culete resping�n!.- RUFUS alzando sus musculosas
nalgas:
- �No mi verdugo, no!.- se someti� a todas las torturas, y
cuadrando sus m�sculos no dijo nada m�s:
- �Aggg!. �mi sensible potorro!.- no pod�a porque no ten�a
nada que decir. Hasta que atrozmente atormentado por el ano:

- �Ahora voy a realizarte m�s cortecitos, para que los �cidos
te corroan las carnes:
- �Aggg!.- pero reg�ndole con tan jodido l�quido los cortes
de los pectorales y pezones. Gozando como nac�a de ellos un abrasador humillo
que quem�ndole la piel invad�a el aire; con m�s cuchilladas:
- �Ohhh!. �Aggg!. �Krom bendito para esto!.- sus m�sculos
fueron cuarteados y cubiertos de �cido:
- �Amo le juro que si lo supiera se lo dir�a, no solo para
que pare de torturar mi cuerpo!, �sino porque le amo, se�or!.- y medio muerto,
marcando todos sus m�sculos para que su verdugo gozara con la visi�n de ellos:
- �Qu� pretende, amo?.- lo �ltimo que record� fue que
TERCHERD meti� la mitad del contenido de una ampolla en una jeringuilla:
- �Ug!.- y se la clav� en un pez�n:
- �Uaggg!.- vaciando el contenido en su interior:
- �No, no, por favor nooo!. �Aggg!.- y repitiendo la misma
operaci�n con la otra gruesa mama, despu�s se sinti� morir. Cuando su cruel
master:
- �No!, �no!, �eso no por favor!. �Uaggg!.-.- le introdujo
todo el contenido de toda la ampolla en el agujero seminal de su verga. Y
mir�ndole con descaro a su verdugo, notando como el abrasivo humillo sal�a de
sus tres carnosos ap�ndices quem�ndole vivo, perdi� derrotado y muy sufriente el
conocimiento.
--ooOoo--
- �Hummm!, �ha sido terrible!.- gimi� RUFUS nada m�s
despertar, pasadas unas horas. Percat�ndose que ahora, en esos momentos segu�a
inmovilizado al techo pero de rodillas, a la espera de las decisiones de su amo
y todo eso en su propia hacienda. Pero lo que �l no sab�a es que tuvo suerte ya
que no muri�, ya que la noche loca de sexo que tuvo con TR�LLAX en el barco
esclavista le salv� la vida. Porque los poderes del elixir que �ste le hab�a
traspasado a trav�s de su semen, le cur� en poco tiempo las importantes heridas
que le produjo su verdugo:
- �Qu� cabr�n ha sido mi amo, y encima de forma injusta!.-
porque sino ahora estar�a en la praderas eternas de Krom. Pero para fortuna suya
no era as�, y el poderoso elixir curativo, hab�a cumplido perfectamente con los
fines a los que estaba destinado. Por eso, alzando la vista en direcci�n a la
puerta:
- �Ah� viene mi amado!, �seguro!.- oyendo el cerrojo
deslizarle en sus engranajes, pudo ver aparecer a su torturador, el guenorro de
TERCHELD, que no renunciaba a�n al hallazgo de tan importantes talismanes, que
pregunt�ndole de nuevo:
- �Por �ltima vez, dime donde se encuentran los amuletos!.-
se percat� sin extra�arse lo m�s m�nimo de la r�pida curaci�n del romano:
- �Se�or, le repito que yo los �nicos amuletos que conozco,
si se les puede llamar as�, son las argollas que TRALLAX llev� puestos y que le
ped� a ROMEO para m�, para que me los impusieras usted amo!.- a�adiendo:
- �Mi idea era, como ya le dije antes, entregarme sin
condiciones a usted, se�or!.- dejando pensativo a TERCHELD, que no d�ndole
importancia la posesi�n de un esclavo m�s o menos (a �l solo le interesaba
TRALLAX, los dem�s machos solo eran unos musculosos cl�nex de usar y tirar).
Pero convencido por fin de que le estaba diciendo la verdad, le contest�:
- �Bien!, �te creo!.- logrando relajar los m�sculos del bello
y atormentado ejemplar. Que ya m�s feliz, viendo muy pr�ximo su total
dependencia y obediencia absoluta a su verdugo, le aclar�:
- �Adem�s, amo!, �con tantos tormentos no me dej� decirle,
que entre los pliegues de mi braga de lino, tengo guardado los dos aros
pezoneros de TRALLAX!:
- �En donde has dicho que est�n, cerdo?.- y lanz�ndole una
sonrisa de felicidad a su amo por el insulto, le contest�:
- �En esa esquina cay� mis braguitas mi amo, cuando usted me
las arranc�!, �est�n entre sus pliegues!.- y acerc�ndose a ella, rebuscando:
- �Veamos!.- por fin regres� TERCHELD con las gruesas
argollas que atravesaron los tremendos pezones del esclavo TRALLAX:
- �Quieres que te las imponga, perro!.- y henchido de
felicidad el romano, girando la cabeza a un lado, le entreg� su musculoso torso:
- �S� amo, ser�a un honor pertenecerle a usted!.- y viendo
como se aproximaba a �l, TERCHELD le avis�:
- �S�, creo que te los pondr�!. �me parece que vas a ser un
buen esclavo!. �Pero con la obligaci�n, claro est� de ser el instructor de armas
blancas de TRALLAX!.- y tirando de las cadenas que lo inmovilizaban al techo,
dej�ndolo de pie muy abierto de piernas:
- �Saca pecho, esclavo!.- abri� una argolla y acercando el
puntiagudo extremo, ayudado solamente con la fuerza de sus manos. Mientras le
sujetaba con las u�as de una el pez�n:
- �Hummmm!.- con parsimonia cruel, se lo atraves� en la base
de tan rico trocito de dura carne, justo en el centro del roset�n tan rico que
pose�a:
- �Gracias, amo!.- le dijo RUFUS, ciegamente enamorado del
cabrito de su amo. Que en silencio sin hacerle puto caso:
- �Hummm!.- le fustig� con un ardiente beso:
- �Me gusta tu conducta, puta!.- cuando concentr�ndose solo
en disfrutar de la visi�n de tan atormentados m�sculos:
- �Usss!.- tir� del otro pez�n con fiereza:
- �Ahahah!.- y traspas�ndole con la argolla la dura tetilla,
se complaci� en remover cruelmente el trozo de sucio bronce del que estaba
hecho, hasta arrancarle bufidos de dolor, que logr� no solo ponerle el cipote
duro al nuevo esclavo, sino tambi�n a �l que estaba empezando a comprender las
barbaridades que se pod�a hacer en los turgentes m�sculos del novato esclavo.
Qui�n, contrayendo todas las fibras de su cuerpo se qued� quieto a la espera de
que su amo y se�or prolongara su suplicio, ahora solo por placer. Y con su nabo
muy er�ctil, se qued� mirando a su verdugo. Que con esas intenciones, cogiendo
un bonito juego de machaconas pinzas, regreso junto a �l:
- �Quieres m�s, verdad cerdo?. �Pues procedamos!.- le avis�
su cruel master. Que agarrando un par de piezas, le mostr� los agudos clavos de
los que estaban provistos y acerc�ndolos a sus vellidos pezones, RUFUS muy
esclavo se los entreg�:
- �Aggg!.- y soltando un alarido bestial, mientras sent�a
como las peque�as tenacillas aprision�ndole sus ricas mamas eran atravesadas por
tan punitivos clavos; mir� a los ojos a su amo para que este leyera en los suyos
el dolor que sent�a. Animando mucho a TERCHELD, que cogiendo otras dos pinzas
m�s, como si de dos horrendos piercing se trataran:
- �Hummm!.- se los impuso en los l�bulos de las orejas,
arranc�ndole al cachas lagrimones como pu�os. Pero el musculoso semental le
ped�a m�s ca�a, era evidente por las soberbias contracturas que sus sudados
m�sculos realizaban, con la evidente intenci�n de provocar a su amo:
- �Humm!, �veo que te gusta mucho, puta!.- y cogiendo otro
par m�s, abriendo sus bien armadas hojas, se�alando al techo:
- �Eh, que hay ah� arriba?:
- �Donde amo?.- cogi�ndolo de sorpresa:
- �Aggg!, �qu� dolor!.- se las cerr� clav�ndole las agujas en
tan gorditos test�culos. Logrando que el fiel practicante al culturismo se
retorciera como una anguila en un lodazal. Y eso aterr� al esclavo, era mucho el
dolor, su musculoso cuerpo se cubri� de m�s sudor mientras sent�a como las
pinzas se los machacaba, a la vez que las p�as se iban clavando en ellos. Cuando
viendo TERCHELD muy ag�nico al cachas:
- �No!, �no!.- cogi� otras dos pinzas:
- �Aggg!.- y machac�ndole con ellas la punta del nabo;
tirando de la rubia perilla del esclavo, se complaci� en regalarle con otro beso
m�s intenso que el anterior, sintiendo los espasmos musculares que por tanta
agon�a realizaba el fornido cuerpo de RUFUS. Que incapaz de sacar de su boquita
la absorbente lengua del amo, enamorado de �l como estaba, le besaba con la
misma intensidad que �l. Cuando cogi�ndole otra vez de sorpresa, su amo le
pregunt�:
- �Cu�nto tiempo resistir�as en soportar las pinzas
puestas?.- y el cachas romano soltando un largo suspiro de dolor, contrayendo no
obstante sus cultivados m�sculos, mirando siempre al frente, sin atreverse a
mirar a su master, le respondi� con un viril rictus de agon�a en su guapo
rostro:
- �Mucho, amo!.- y es que aquellas pinzas le estaban haciendo
sufrir lo indecible, pero su deseo de complacer al �bero era tan grande que le
minti�:
- �Pues ve�moslo!.- y como sus padecimientos por lo que se ve
no eran suficiente para su verdugo. Cogiendo �ste dos mort�feras pinzas m�s:
- �Ooooh, como duele!.- se los puso en los bordes de sus
magn�ficos dorsales complaci�ndose en ver como los pinchos lentamente se iban
clavando profundamente en ellos:
- �Gracias amo!.- le dijo muy sumisote el rico hacendado
romano, que soltado un gemido de terror, vio al hispalense aproximarse con dos
jodidas pinzas m�s y sacando pecho con orgullo, se qued� mirando las crueles
herramientas de punici�n aproximarse a sus demoledores deltoides:
- �Ahahah!.- y sintiendo como ambos se clavaban
aberrantemente en ellos, vio a su se�or el exmarinerito que tanto le atrajo
desde el mismo d�a que le conoci�, con otro par de alicatitos punzantes en
direcci�n a su vellido cuerpo, con la intenci�n de castigarle alg�n sufrido
m�sculo. Pero que igual que en la ocasi�n anterior iban a ser castigados a la
vez otros dos m�sculos:
- �Aggg!.- concretamente los sensibles tr�ceps. Logrando que
la cintura de aquel espectacular f�sico se retorciera de purita agon�a. Cuando
cogiendo las dos �ltimas que le quedaba, precisamente las m�s grandes. Se puso
detr�s de su esclavo instructor de armas blancas y apart�ndole las macizas
nalgas:
- �Uy!.- con los dedazos pellizc� los vellidos labios de su
potorro:
- �Uaggg!.- y ensart�ndole en ellos una jodida pinza:
- �Qu� se dice esclavo?:
- �Gracias, amo!.- por delante:
- �Aggg!.- le puso otra en la punta del nabo, tapon�ndole
certeramente el agujerito seminal, impidi�ndole con las tres pinzas que lograra
eyacular. Y gir�ndose, lo dej� all� solo en la t�trica mazmorra con las pinzas
puestas, para que entre dolores se fuera acostumbrando a su nuevo rol de
esclavo:
- �Gracias amo, por todo lo que me has hecho!.- le dijo aquel
maciste esclavo con l�grimas en los ojos, no solo del dolor, sino de la emoci�n
que sent�a por no importarle a su amo perder su valioso tiempo con �l.
--ooOoo--
Llevaba RUFUS apenas una media hora soportando a solas
aquellas ag�nicas pinzas taladrar sus poderosos m�sculos y viriles zonas
er�genas. Justo cuando ser�an las seis de la ma�ana de aqu�l g�lido invierno.
Mirando por las rejas de un ventanal que hab�a en unas de las paredes que daba
al patio de armas. En donde, habitualmente era entrenado los esclavos para
convertirlos en gladiadores:
- �Krom!, �ya comienzan!.- vio aparecer al semental esclavo
TRALLAX, que desnudo con sus zancos y con el bocado de nuevo puestos. Encadenado
esta vez por la argolla de su nariz:
- �Al trote esclavo!.- (�z�mm!, �sspl�ss!):
- �Humm!.- iniciaba sus ejercicios rutinarios del d�a, de
manos de TERCHELD que por lo que dedujo nada m�s dejarlo a �l all� solo
encadenado. Se hab�a dirigido a la cuadra donde la hermosa mole culturista como
un aut�ntico cerdo, era encerrado a diario para que reposara despu�s de sus
largas jornadas de instrucci�n:
- �Joder con el esclavo, si con ese cuerpo nos dar�a a todos
de ostias y se quedar�a tan fresco!, �Cojones, como no lo hace entonces?.- se
pregunt� ignorante de la trampa masoquista que hab�a en los genes del atl�tico
espa�ol. Cuando oyendo los goznes de la puerta de su mazmorra girar; mirando,
vio �sta abrirse:
- �Joder, ROMEO!.- gimi� nada m�s verlo entrar:
- �Krom bendito lo que me espera!.- y de terror tembl�. Era
la primera vez que se ve�a desnudo solo y encadenado delante del responsable de
su situaci�n. Y su verga reaccion� escandalosamente, logrando alcanzar sus
maravillosos 28x5 ctms de erecci�n. Sobre todo porque aquel hijo de puta con una
fusta en una mano y en la otra una canasta met�lica para ce�irla con toda
seguridad en sus nalgas, para que hiciera las veces de braga y le comprimiera
salvajemente el sexo; aquel s�dico ven�a a darle ca�a:
- �Vengo de parte del amo TERCHELD, con la orden de proceder
a quitarte las pinzas!:
- �Cabr�n, y lo dices como si fuera un castigo para ti!.
�Pero la verdad es que vas a gozar tortur�ndome!, �a que s�?.- y ROMEO sonriendo
cruelmente no se dign� en responderle, solo coger distancia para que los golpes
fueran m�s certeros. Y RUFUS, mostr�ndole su atormentado f�sico, descubri� que
ser esclavo de los dos t�os que m�s s�dicamente le atra�a, era un placer que le
produc�a mucho morbo:
- �Az�tame sin piedad!.- por eso sacando pecho, contrayendo
cada m�sculo en la m�s salvaje definici�n. Mirando al frente esper� empalmado el
castigo del exliberto, antes solo su peor enemigo, ahora tambi�n su otro master.
Porque se sent�a tremendamente feliz, ya que a diferencia de la mayor�a de los
esclavos, �l ten�a dos amos a los que someterse:
- �No te quepa la menor duda que lo har�!.- y alzando ROMEO
la mano, con severidad, (�z�mm!):
- �Ufff!, (�z�mm!), �auk!.- de dos certeros golpes le arranc�
las pinzas que hac�an las veces de crueles pendientes en sus orejitas. Y
gozando, viendo como de aquellos ricos l�bulos manaban unas gotitas de sangre,
(�z�mm!):
- �Ausss!.- de un vil azote le arranc� la tenacilla de uno de
los masivos deltoides. Que RUFUS con la cabeza gacha, resist�a el dolor acatando
su nuevo destino, (�z�mm!):
- �Aumk!.- encajando al momento otro zurriagazo m�s que de
forma terrible le liber� de la presi�n y clavos de las tenazas el impresionante
deltoides izquierdo:
- �Lo que no te hab�a dicho es que tambi�n he venido a
llevarte conmigo, para que instruyas, junto con nosotros a TRALLAX por primera
vez!.- y con esa informaci�n, (�z�mm!):
- �Humm!, (�z�mm!), �ahhh!.- le desprendi� a golpes las
s�dicas piezas que torturaban sus tr�ceps:
- �Lo que orden�is har�, cabrones!:
- �C�mo?.- (�z�mm!):
- �Umk!, (�z�mm!), �aug!, (�z�mm!), �humm!.- encajando sus
grandes pectorales una retah�la de fustigazos por la falta de respeto con que
habl� a su verdugo:
- �Ten cuidado cerdo!, �m�s respeto, o a bocaos te como las
tetillas!.- y con toda la mala leche del mundo, (�z�mm!):

- �Umk!, (�z�mm!), �aug!, le arranc� las pinzas que
masacraban sus huevos. Pero todo no qued� ah�, (�p�mm!):
- �Humm!, (�p�mm!), �humm!, (�p�mm!), �humm!.- porque con
certeros pu�etazos en su pelotas y definidos abdominales, le dej� sin
respiraci�n:
- �Esto de parte del amo TERCHELD!.- consiguiendo con su mala
conducta que el noble hacendado romano tardara unos largos segundos en
reponerse:
- �Dale las gracias de mi parte, amo!.- y contrayendo de
nuevo los m�sculos con los pezones muy puntiagudos, (�z�mm!):
- �Aggg!, (�z�mm!), �uk!, �qu� jodidos azotes!.- estos fueron
desprovistos aberrantemente de las pinzas que los aprisionaban. Quedando
bailando en un violento balanceo las argollas que los ensartaban. Logrando
empalmar al esclavo m�s si eso era ya posible. Y comprendiendo RUFUS a donde le
tocaba ahora, le mostr� a su cruel verdugo su erecta polla, (�z�mm!):
- �Oooh!, (�z�mm!), �ufff!, (�z�mm!), �uag!.- encajando su
gordo b�lano un zurriagazo que mando las pinzas a tomar por culo. Mirando el
esclavo a su carcelero con mucha pena, pero a la vez con devoci�n:
- �R�mpeme el potorro amo!.- le rog� al siciliano, que
poni�ndose detr�s, viendo como el vellido cachas empinaba el trasero, (�z�mm!):
- �Umk!.- de un bestial zurriagazo, le arranc� de forma tan
expeditiva la punitiva pieza de torturar cachas del chocho. Observando
complacido como el escultural romano, contrayendo sus brazos, cuadrando sus
m�sculos, grit� salvajemente por el cl�max tan violento alcanzado, comenzando su
poll�n a lanzar semen en cantidad infinita, mientras el due�o de aquella
generosa verga se retemblaba y gem�a de placer como un descosido, feliz por lo
bien que atormentaba el siciliano:
- �Parecido a esto tendr�s todo los d�as!.- le avis� �ste,
mientras iba en busca de la cojonera de piezas de metal y alambre que trajo
consigo:
- �Lo s� amo!.- d�ndole tiempo a echar una mirada por la
ventana y observar a TRALLAX que atado de rodillas de frente al potro del dolor,
eran su espalda, muslos y nalgas lacerados por el s�dico TERCHELD:
- �Joder, como est� ese macho!.- gimi� con admiraci�n,
observando con que sumisi�n el espa�ol encajaba el castigo y se empalm� a�n m�s.
Porque con aquel fant�stico ejemplar solo pensaba ser cruel y doblegarlo en la
obediencia absoluta junto a sus dos amos:
- �Tienes ganas de pillarlo, verdad?.- le pregunt� ROMEO,
mientras le ce��a la cojonera de hierro en su poderosa cintura, al darse cuenta
con que pasi�n miraba al campe�n fisioculturista:
- �S� amo, mucho!.- y cerrando la piezas, comprimi�ndole
literalmente la polla, secuestr�ndola junto con sus huevos entre los alambres,
dej�ndole solamente libre el potorro a disposici�n de sus amos, le aclar�:
- �Pues eso no va a tardar en ocurrir, porque va a ser ahora
mismo!.- y muy torturado pero sobre todo feliz por su nuevo rol sadomaso, pero
a�n m�s por templar unos m�sculos tan masivos como los de TRALLAX sabedor de lo
que eso cuesta. Fue detr�s de su master ROMEO en direcci�n al patio, armado los
dos de magn�ficos l�tigos. Porque si alguien all� era esclavo, ese era sin duda
TRALLAX.
CONTINUARA���.
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de mi perfil de . En �l pod�is ver dibujos m�os que son in�ditos,
correspondientes a los primeros cap�tulos, en los que no inclu� ninguno.