Relato: Serena, mi sobrina (2) Autor: Salvador
Director: POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO
Serena, mi sobrina ( 2 )
Levant� el rostro y me mir� con intensidad. Abri� sus
hermosos labios y las palabras brotaron como flores en primavera:
Quiero que me hagas el amor, tio.
No era mi sobrina. No. Hab�a desaparecido Serena, mi sobrina.
mi deseada sobrina y junto con ella la carga de culpa que ten�a por el deseo de
poseerla sabiendo que eso no podr�a ser, que esa ni�a nunca ser�a para m�, que
mi pasi�n por ella nunca se concretar�a pues ella jam�s me ver�a de otra manera
que no fuera como a un t�o querido, respecto del cual no cab�a otra cosa que un
sincero cari�o filial. No. Esta joven a mi lado era una mujer, muy joven para m�
pero mujer al fin de cuentas. Una mujer a la que reci�n hab�a hecho gozar
incre�blemente, seg�n ella me lo demostrara con sus palabras y gritos de placer,
sin que a�n la llevara a la cama. Y eso era lo que ella me ped�a ahora.
Hace un momento mis manos le hab�an regalado un orgasmo como
pocos y ella estaba euf�rica por el placer recibido. Me hab�a abrazado,
apretando con fuerza su cuerpo al m�o y me expres� su contento:
Fue incre�ble, t�o. Nunca antes hab�a gozado tanto
Es que eres exquisita, amor
Sabes hacer gozar a una mujer
No, eso no es cierto, vida
�C�mo que no? �Despu�s de todo lo que goc�?
Es que eso no se compara con lo que te har�a gozar en la
cama.
Me imagino.
La levant� y quedamos parados uno frente al otro. Llev� mis
manos a su cintura y desabroch� su falda, la que cay� para quedar a sus pies. Le
sigui� la blusa, que se quit� sin dejar de mirarme a los ojos, con su hermosa
sonrisa bailoteando entre sus labios. Y ah� estaba ella, mi deseada sobrina
Serene, con sus maravillosos 21 a�os, sus largas, y bien delineadas piernas, de
carnes firmes, de pie frente a mi, su t�o, cubierta solamente por un sost�n y
una tanga blancos, a excepci�n de la mancha oscura de su prenda inferior,
producto de la reciente eyaculaci�n que le provocara. Con sus brazos en las
caderas, su cabeza ladeada, la vista fija en m� y una sonrisa en los labios, era
la imagen perfecta del deseo. �Se ve�a tan apetecible!. El pecho parec�a que iba
a explotarme al pensar que ese cuerpo ser�a finalmente m�a, que estaba esperando
a que la poseyera, que la tendr�a bajo mi cuerpo, con sus piernas abiertas y
recibiendo mi verga en su interior. La certeza de que pronto, muy pronto, la
penetrar�a, llev� la sangre a mi cabeza, que quer�a explotar por la emoci�n.
Me acerqu� y la abrac�, sintiendo en mi pecho la dureza de
sus pezones y la suavidad de sus piernas contra las m�as, mientras nuestros
labios se un�an nuevamente, con un beso suave, reposado. Sus ojos fijos en m� en
tanto sus labios abiertos se un�an a los m�os, nos dec�an que ya no �ramos t�o y
sobrina sino dos adultos que hab�an construido un puente de amor y deseo, que
est�bamos presurosos a cruzar. El lazo familiar hab�a desaparecido para dar paso
a dos personas que solo deseaban amarse, entregarse el uno al otro, sin pensar
en nada m�s. El ser�a de ella y ella de �l. Nada m�s les interesaba. El pasado
no exist�a, era el ahora y ya. Quer�a penetrarla y ella quer�a ser penetrada por
m�.
Sus manos desprendieron los botones de mi camisa, sin dejar
de besarme., mientras yo me desprend�a de mi pantal�n. El abrazo se hizo m�s
fuerte, m�s intenso. Le desabroch� el sost�n y dej� sus senos al aire, los que
chocaron contra mi pecho transmiti�ndome toda la vitalidad que encerraban. As�
abrazados, la empuj� sobre el sill�n en que hab�amos estado sentados y la tend�
en �l. Ah� estaba Serena, tendida sobre el sill�n, cubierta solamente con su
tanga manchada con los jugos vaginales que me brindara h, los brazos tras la
cabeza, un pie en el suelo, sonri�ndome, segura del efecto que ten�a en m�
contemplar sus senos enhiestos, turgentes, coronados por sus pezones
completamente endurecidos por la excitaci�n, las l�neas de su cuerpo enmarcando
su delgada cintura y la redondez de sus muslos. Una verdadera maja de Goya,
mir�ndome con el deseo en los ojos, esperando mi siguiente paso.
Parado frente a ella, que no quitaba los ojos de mis ojos,
con la sonrisa permanentemente bailando en sus labios, me desprend� de la �ltima
prenda y dej� expuesta mi verga frente a mi sobrina, que sin dejar de sonre�r
baj� la vista a mi entre pierna y con gesto de sorpresa por el tama�o de mi
virilidad, se acomod� en el sill�n, quedando ahora recostada y sin apartar la
vista de mi instrumento, el que pronto recibir�a en su interior.
Ac�rcate
Me dijo sin levantar la vista, en tanto mi m�stil segu�a
apuntando hacia ella, como un homenaje a la hermosura de su cuerpo tan deseado
por m�. Cuando qued� a su lado, levant� su brazo y se apoder� de mi espada, que
empez� a acariciar con cierta brusquedad, producto de le excitaci�n. Le ped�
nuevamente delicadeza para con esa parte de mi anatom�a tan sensible y ella, con
mirada p�cara y su sonrisa a�n en los labios, suaviz� las caricias y se
entretuvo en recorrer la extensi�n de mi ap�ndice carnal, en tanto su boca se
secaba por el deseo y la sonrisa desaparec�a de su rostro que se acerc� a mi
verga para examinarla mas de cerca.
"Es grande", dijo con seriedad. "Y es todo para ti, cari�o",
respond� acariciando su cabeza, acerc�ndola al objeto de su deseo. Pero ella
rehuy� la invitaci�n con un movimiento de su cabeza para desprenderse de mi
presi�n, sin soltar mi verga, que en sus manos segu�a aumentando de tama�o. Mi
mano descendi� hasta tocar sus senos, los que acarici� con delicadeza,
comprobando el estado de excitaci�n de mi sobrina por la dureza de sus pezones.
Me acerqu� y los bes�, en tanto mi mano continuaba descendiendo hasta llegar
nuevamente a su sexo.
La gruta de mi sobrina, sensible a las tocaciones despu�s de
su primer orgasmo, sinti� el efecto de mis caricias y se rindi� nuevamente,
regal�ndome otra vez sus jugos, que ahora fueron recibidos por mi mano, que se
inund� con el pegajoso l�quido seminal. Con mi boca en sus senos, su mano
acariciando mi pene y mi mano en su sexo, el deseo hizo nuevamente explosi�n en
ella y por segunda vez se rindi�, explotando en un cl�max m�s ardiente que el
primero, pues su cuerpo ahora se mov�a descontroladamente, en tanto su mano
iniciaba una masturbaci�n desenfrenada de mi instrumento y unos grititos de
placer inundaban el ambiente. Yo segu�a chupando sus senos y acariciando su
sexo, con un dedo por debajo de la tanga explorando su intimidad, en medio de
los jugos que flu�an del sexo de mi sobrina. Y sin que hubieran terminado los
efectos de su segunda acabada, sinti� renacer en ella el deseo y se entreg� de
lleno a su tercer orgasmo en las manos de su t�o, en medio de un intercambio de
frases de deseo sin l�mites.
Riiiiicoooo, rico
�Te gusta, amor?
Siiiiiiii.
Qu� ricas tus tetas, qu� ricas.
Son tuyas, ch�palas.
Quiero meterte la pija en tu concha, cari�ito.
M�temela, por favor.
El morbo que nos produc�an nuestras palabras provoc� en ella
una explosi�n mayor que las anteriores, dej�ndome en un estado de satisfacci�n
incre�ble por el efecto que hab�a logrado producir en mi deseada sobrina, a la
que a�n no penetraba y ya hab�a hecho gozar cuatro veces. Recuperada la
normalidad de su respiraci�n, tom� mi verga y la acerc� a su boca, que abri�
para recibirla, aunque solo logr� cubrir las tres cuartas partes del pedazo de
carne, debido a las dimensiones que ella misma hab�a logrado que adquiriera. Se
notaba que mi instrumento no era el primero que ella saboreaba, pues mostraba
una delicadeza y suavidad para chuparlo inusuales para alguien con tan poca
practica en la l�des del sexo. Sacaba su boca y lo dejaba expuesto para
observarlo un instante y nuevamente lo hund�a en la boca, que lo tragaba poco a
poco, tratando de abarcar lo m�s que le permit�a su garganta. Las paredes de su
boca presionaban y hac�an las veces de los costados de una vagina h�meda que no
se cansaban de acariciar al visitante, para despu�s de un rato aflojar la
presi�n y volver a dejarlo en libertad, repitiendo esta operaci�n una y otra
vez. Lo hac�a con deleite tal que produjo en mi una reacci�n inevitable y m�s
pronto de lo que hubiera querido, me encontr� disparando semen que inund� su
boca, que ella se esmer� en no desperdiciar, en tanto mis pies se doblaban y
casi termino por caer producto de la eyaculaci�n que mi querida sobrina recib�a
en su hermosa boca. Al cabo de un momento recuper� la estabilidad.
Y ah� est�bamos los dos: desnudos, agotados pero felices.
Ella con mi verga en su mano, no queri�ndose desprender de ella, y yo
acariciando sus senos. Y ambos nos mir�bamos con una mezcla de satisfacci�n y
curiosidad. La satisfacci�n se explica por lo que ambos hab�amos conseguido,
pero la curiosidad era producto de sentimientos encontrados, ya que ella y yo
hab�amos gozado a un nivel incre�ble, como nunca hab�amos gozado antes, quiz�s
por lo prohibido de nuestra relaci�n, quiz�s por el morbo de estar juntos dos
personas de tanta diferencia de a�os, quiz�s lo repentino de todo, que empezara
sin malicia y terminara por revelarnos la profundidad de nuestro deseo sexual,
pero nos pregunt�bamos si seguir�amos sintiendo lo mismo cuando estuvi�ramos en
la cama, y ambos est�bamos seguros de que as� ser�a. Despu�s de lo sucedido,
est�bamos seguros que el placer que conocimos s�lo podr�a aumentar cuando nos
entreg�ramos completamente al otro, cuando ella fuera completamente m�a.
Y finalmente el momento hab�a llegado. Ahora su cuerpo ser�a
m�o, su vulva recibir�a mi verga finalmente, y mi semen calmar�a su apetito
sexual.
Finalmente.
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Relato: Serena, mi sobrina (2)
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