Mis Vecinos IV
Oscar
Pasaron las horas y lleg� el jueves esperado. Ya la semana de
ex�menes hab�a pasado y ten�a otra vez clases normales. Ese d�a me encontraba
corrigiendo unos trabajos que me hab�an entregado reci�n y atento al llamado de
mis vecinitos, pero quiz�s por lo temprano de la hora ellos a�n no hac�an su
aparici�n.
Concentrado como estaba en la lectura minuciosa de lo escrito
por mis alumnos, al cabo de algunas horas me sent� agotado y como ya hab�a
terminado la tarea, decid� ordenar algunos materiales de mi escritorio y revisar
la biblioteca a fin de despejar mi mente. Estaba en eso cuando encontr� entre
algunos libros antiguos una foto tomada a�os atr�s cuando hab�a comenzado a
vivir solo en un sencillo cuarto construido al fondo de un patio trasero.
Era una imagen de cuerpo entero en la cual aparec�a en el
interior de mi pieza apoyado en el borde de la ventana, la cual daba a un
peque�o jard�n interior. A m� alrededor ten�a varios maceteros con mis plantas
favoritas, bueno, las �nicas que ten�a. En la imagen se alcanzaba a distinguir
mi nueva cama de dos plazas, la c�moda que me hab�a prestado la due�a del
diminuto cuarto y algunas otras pertenencias que record� haber tenido pero no se
ve�an en la fotograf�a: una cocina, una mesa con dos sillas y un ropero antiguo,
tambi�n prestado.
Era un cuarto humilde de 3x5 en el cual inici� mi vida
independiente. Mis padres poco pod�an hacer por m�, adem�s que justo en ese
entonces Chile estaba saliendo de una profunda recesi�n en los a�os finales de
la dictadura. Sin embargo, en esa pieza fue donde volv� a tener esperanza, al
recibir las amables atenciones de la due�a de casa, que m�s que considerarme un
inquilino, me trataba casi como un familiar.
Al seguir revisando los detalles de la imagen, me fij� que al
fondo se distingu�a con claridad la pandereta que separaba el jard�n interior de
la propiedad vecina. Y mi mente retrocedi� unos seis a�os, cuando un fr�o d�a de
invierno hab�a arrastrado mi cama a la entrada de la pieza para poder recibir
los d�biles rayos solares que entraban por la cerrada ventana.
Ah� estaba yo, con los ojos cerrados procurando calentarme un
poco cuando escuch� claramente unas voces juveniles en el patio vecino. Por
curiosidad me levant� enseguida y entr� al ba�o que estaba contiguo al cuarto
pero que se elevaba unos cuantos cent�metros con relaci�n al resto permitiendo
tener una panor�mica del otro patio. Desde la ventana del mismo pude distinguir
las cabezas de dos chicos que jugaban alegremente con una pelota, pero no se
pod�a apreciar m�s.
Regres� a mi cuarto y, subido encima de la cama, pude
observar con claridad que se trataba de dos mocositos de unos trece a�os que se
encontraban pateando una pelota jugando a ser arqueros aparentemente.
Est�bamos terminando el mes de agosto, habitualmente muy
fr�o, por lo que la idea de sacarme la ropa estaba fuera de discusi�n. Idee
entonces la estrategia de abrir ruidosamente las ventanas por algunos momentos
para atraer la atenci�n de mi vecino en primer lugar, cuesti�n que ocurri� casi
enseguida, pero al parecer el chiquillo ahora se encontraba solo, puesto que
solo su rostro se asom� por el costado de un �rbol que estaba pegadito a la
muralla.
Para ese momento yo estaba acarici�ndome distra�damente mi
paquete por encima del pantal�n, lo que, como casi siempre, atrajo de inmediato
la atenci�n del p�ber. En unos de esos calculados movimientos que habitualmente
me dan muy buen resultado (cada cual tiene sus t�cnicas �cierto?), introduje
descaradamente la mano adentro y me empec� a acariciar mirando el horizonte
(�cu�l?)
El chico se agazap� un poco m�s considerando que hab�a
conseguido atraerle. Con la atenci�n del chico lograda, me sent� en la orilla de
la cama, abr� una Penthouse y me puse a hojearla como con desgano. Me detuve en
una de sus p�ginas y abr� mi pantal�n ante la asombrada mirada del pendejo.
Luego me tend� de costado, saqu� mi miembro e inici� una paja lenta y sensual.
Cuando estim� que el chiquillo estaba absorto mirando, desvi�
un poco la vista pero, antes de hacer contacto, el chico se ocult� con agilidad.
La situaci�n me ten�a extremadamente excitado. Al vivir en la pieza desde hace
pocos meses, no pod�a tener una vida sexual muy activa, por lo que el s�lo hecho
de sentirme observado mientras me masturbaba, me produc�a intensas sensaciones,
lo m�s a que pod�a aspirar por el momento.
Prosegu� mi pausada paja observando que el chiquillo hab�a
vuelto a asomarse, lo que me hizo reanudar mis movimientos pero imprimi�ndoles
un poco m�s de velocidad. La verdad es que hac�a tanto tiempo que no ten�a sexo,
que me conformaba con alcanzar el orgasmo frente a mi vecinito por el momento.
A pesar que el primer objetivo hab�a sido exhibirme, ahora me
propon�a alcanzar una buena culminaci�n. Ya la atenci�n del ni�o la ten�a por lo
que procur� darme el mayor goce posible. Proced� entonces a bajar mi pantal�n
hasta las rodillas y alc� mis otras prendas un poco. Igual el d�a estaba
bastante fr�o y no deb�a ser tan precipitado en ese sentido.
Me sent� apoyando mi espalda en el respaldo de la cama e
inici� los movimientos de una paja casi fren�tica, soltando el pico s�lo en el
momento justo antes de sentir que la eyaculaci�n era inminente. Repet� el
proceso algunas veces, ante la atenta mirada del peque�o. Cuando consider� que
hab�a acumulado suficiente potencia, me masturb� suavemente, llevando mi piel a
la resistencia m�xima y solt� sendos chorros de esperma que me produjeron
maravillosas y casi olvidadas sensaciones.
El chico no perdi� detalle de la eyaculaci�n. Su rostro
atento desapareci� cuando me vio salir del cuarto en direcci�n al ba�o. Cuando
mir� por la ventana del peque�o cub�culo mientras lavaba mis manos, el muro
aparec�a vac�o.
Pas� un buen tiempo antes que volviera a toparme con el
chicuelo, en realidad varias semanas, pero en cada ocasi�n que coincid�amos, el
evitaba hacer cualquier contacto visual. En algunas ocasiones en que las
condiciones lo permit�an, volv�a a repetir el juego de seducci�n que he
descrito, pero en cada oportunidad m�s ligero de ropa ya que la temporada
veraniega se acercaba. Sin embargo �l siempre era m�s r�pido y astuto que yo al
escabullirse justo en el momento que intentaba atraparlo mir�ndome. Pero ah�
estaba atento a observar c�mo me hac�a la paja.
En una de estas ocasiones se hizo acompa�ar de un muchachito
de sus misma edad que alguna vez hab�a visto jugando en la plaza frente a mi
casa. Era un chico con rasgos muy hermosos pero extremadamente delgado, flaco.
Sin embargo y contrario a mi naturaleza, en esa oportunidad s�lo me sob� un poco
por encima de mi calzoncillo, dejando a los pilluelos con el deseo de ver algo
m�s. No s� porqu� me contuve, imagino que fue algo de desconfianza con el chico
nuevo.
Para el mes de diciembre hab�a conseguido nuevamente hacerme
cargo de un programa de verano en el municipio que resid�a. Este consist�a en
coordinar actividades deportivo recreativas para menores de escasos recursos de
la comuna. Dentro del programa ten�amos eventos que se desarrollaban en la
piscina municipal, llevando a chicos y chicas para que pasaran una tarde de
esparcimiento en el lugar. Como producto de esta actividad, durante el verano,
mis vacaciones consist�an en quedarme todas las tardes recre�ndome en el lugar,
tanto para ba�arme en la piscina, como para deleitar mi vista con cientos de
rotitos que acud�an en masa a disfrutar del lugar, especialmente en las duchas
comunes, las que al ser abiertas, me permit�an vitrinear a mi gusto cuando las
condiciones lo permit�an.
Estaba una de estas tardes d�ndome un ba�o de sol en el
pasto, cuando reconoc� a mi vecino. El tambi�n hizo lo mismo, pero se mostr�
dudoso en saludarme, aunque vi que hizo un intento. Como no estaba dispuesto a
dejar pasar la oportunidad, le salud� jovialmente con mi mano y le pregunt� si
viv�a cerca de mi casa porque me parec�a reconocerle. El chico me se�al� que
tambi�n me hab�a visto en la plaza del sector, pero que no sab�a muy bien donde
viv�a. Entonces le ense�� mi direcci�n y conversamos algunas trivialidades que
consiguieron ganarme un poco de su confianza. Despu�s de eso me alej� y en cada
ocasi�n que nos cruz�bamos le sonre�a amistosamente.
Al regresar aquella calurosa tarde de enero a mi cuartito, no
me esperaba por parte del chiquillo una respuesta tan r�pida como la que tuve.
No bien hube ingresado al cuarto y abierto la ventana, ah� estaba �l salud�ndome
con un hola muy cordial.
Hola Oscar. As� que somos vecinos cercanos.
Si, yo me acord� que una vez lo hab�a visto colgando la
ropa, por eso sab�a donde viv�a.
�Y que estabas haciendo?
Nada, viendo tele. �Y usted?
Aqu�, reci�n llegando. Iba a tomar once. (Una comida
ligera al final de la tarde, similar a un desayuno)
�Usted trabaja como salvavidas?
No, tengo otro trabajo � pero no quise ser espec�fico.
Es que como usa ese traje de ba�o el mismo que usan los
salvavidas �c�mo se llama?
Zunga, a ti se te ver�a bien, tienes bonito cuerpo.
No me gustan, prefiero los short. �Y no se aburre solo?
Si, un poco, pero de vez en cuando me visitan algunos
amigos y as� me entretengo. O bien me pongo a mirar tele.
Debe ser buena onda vivir solo.
A veces, otra es un poco aburrido.
�Y esa revista que tiene ah� de que es? � y me se�al�
una Macho espa�ola muy calentona.
�Ah, esta! Si quieres te la presto. � Y saliendo al
peque�o jard�n por la ventana se la estir� para que la tomara, pero el
ni�o la rechaz�.
No, no me la pase. Si me la pilla mi pap� me la rompe.
Mu�stremela un poquito.
�Esta p�gina? Aqu� aparece una mina buena. � Le ense��
algunas im�genes mientras mi verga empezaba a tomar posici�n firme.
El chico se dio cuenta de mi naciente excitaci�n pero, aparte
de desviar furtivamente la mirada no hizo comentario alguno. Inc�modo como
estaba me atrev� a preguntarle
�Se te par�?
Si.
A ver � y asom�ndome por la baja pandereta divisoria vi
que el chico se hab�a sacado su tula por una pierna del short y la
manten�a sujeta con una mano.
Tienes un pico grande Oscar �Y ya te haces la paja?
Si, de vez en cuando �Y usted? �pregunt� inocentemente.
Tambi�n, viendo las revistas �ment�.
�Ah! Igual que yo. Bueno, me voy a entrar, nos belmont
otro d�a, chao �y r�pidamente el chico me dej� con las ganas de dar un
siguiente paso.
Nuevamente pasaron unos cuantos d�as antes de volver a
encontrarnos en el traspatio. En la piscina no lo volv� a encontrar, tal vez
porque me elud�a o simplemente porque no hab�a regresado. En fin, a la siguiente
semana, cuando ya hab�a regresado de mi sacrificado trabajo y me encontraba
prepar�ndome unos pancitos ya con la ventana abierta por ser uno de esos
calurosos d�as de verano, escuch� la inconfundible voz de Oscar salud�ndome.
Hola amigo, qu� tal �Aburrido?
Un poco. �Tiene una revista para mirar? �pregunt�
inocentemente
Si, espera �y busqu� alguna que no le hubiera mostrado
Esa no la hab�a visto. A ver, mu�streme la p�gina del
centro.
�Por qu� no la vienes a ver ac� mejor? � le pregunt� de
una vez.
�En serio? �Puedo? � consult� entusiasmado
Por supuesto, �Sabes cu�l es la casa?
Si, esp�reme un poco, voy al tiro �y antes que le
pudiera decir algo m�s, el chico hab�a desaparecido.
...
�Manuel! Aqu� hay un ni�o que lo est� buscando �me
avis� la due�a de casa, una mujer mayor y, al parecer, extremadamente
discreta seg�n pude comprobar tiempo despu�s.
Ya voy �le respond�. � Y ah� estaba Oscar sonriente en
su short y camiseta esper�ndome en la reja de entrada.
Pasa, pasa � le di las gracias a mi casera y salud� al
chico como de no haberlo visto en tiempo.
Aqu� vivo pues �le dije una vez que lo hice entrar a mi
cuarto y cerr� la puerta.
Lo tienes bonito. �Y ten�s las revistas? �se�al�
enseguida.
Le pas� dos ejemplares de Macho y el chico se sent� frente a
la mesa que usaba para comer. All� hoje� con mucho detenimiento cada imagen y de
vez en cuando se acariciaba su bulto. Entonces intervine:
Si quieres, hazte la paja, a mi no me molesta � le
dije.
�En serio?, tengo cualquier gana.
�Te acompa�o?
Si tu quieres �me respondi� espont�neo.
C�rretela no m�s, por mi cero problemas �el desconoc�a,
al parecer, que yo sab�a que me hab�a visto por la ventana, pero no quise
comentarle nada, a fin que no se sintiera manipulado.
Sin demostrar ning�n temor o pudor, el chiquillo se baj�
short y calzoncillo y comenz� a masturbarse siempre sentado en la silla. Su tula
era hermosa, de un color claro, arqueada hacia su vientre; med�a alrededor de
doce cent�metros y unos ocho de grosor. En su extremo una preciosa cabeza rosada
coronaba el tierno monumento. Yo me encontraba atento a sus movimientos, pero �l
parec�a ignorar mi presencia o no darle ninguna importancia.
Observ�ndole como estaba, no se incomod� cuando recostado en
la cama y aparentemente mirando otra revista me puse a hacer una paja. Pero el
chico no buscaba tardarse mucho, por lo que en uno de sus atrayentes
movimientos, se acomod� un poco en la silla y deteniendo el masaje eyacul�; el
semen aflor� en peque�as gotas, una de las cuales brinc� en el aire y fue a caer
en su mano. Ambos sonre�mos espont�neamente ante la proeza. Luego el chico
permaneci� inm�vil y me miro sonriente, orgulloso de su haza�a. Me atrev� a
romper el silencio.
�Te limpio?
Bueno �me respondi� p�caramente y sin ning�n
nerviosismo.
Cog� una servilleta de papel y recog� los restos de su
cl�max. El a�n manten�a fuertemente agarrado su apetitoso y duro pico (�Oh!
virtudes de juventud). Limpi� su mano y la retir�, para luego cogerle su
maravilloso sexo y con unos cuantos masajes extraerle los �ltimos jugos. El
chico observaba atento mis movimientos sin mostrar se�ales de incomodidad. En
esos instantes me hubiera abalanzado sobre su falo para saborearlo, olerlo,
mordisquearlo, acariciarlo, tragarlo, en fin, tantas cosas, pero el aspecto
reposado y sereno del chiquillo me se�alaba que no deb�a apurar las cosas. Al
parecer se sent�a muy relajado conmigo, como si me conociera de toda una vida.
Ya llegar�a el momento de demostrarle mis intenciones.
Nuevamente los d�as transcurrieron y el verano avanzando. Tal
vez dos o tres semanas despu�s; Oscar me avis� que le esperara en la entrada de
la reja porque la se�ora le hab�a parecido un poco "pesada". Estuve de acuerdo y
a los pocos instantes, despu�s de intercambiar saludos protocolares, mi amiguito
ya estaba revisando las revistas de su agrado recostado en la cama, sin esperar
invitaci�n. Hab�a bajado el pantal�n hasta sus rodillas y se masturbaba calmado,
brind�ndome una visi�n maravillosa de su atractiva tula. En esta ocasi�n yo me
pajeaba a escasa distancia de el, lo que no le produc�a ninguna aparente
turbaci�n, s�lo un jocoso comentario acerca de un lunar que tengo justo en un
extremo de mi pene.
Mientras �l, apoyado en el respaldo de la cama y con las
piernas en el suelo prosegu�a en su concentrada tarea, yo me sent� enfrent� a
observar su verga con detenimiento. Nuevamente el chiquillo permaneci�
impasible. El pene estaba surcado por tenues venas verdosas y en su base luc�a
un par de preciosas bolsas cubiertas con una leve pelusa. En el nacimiento mismo
del sexo, el chico pose�a una mata de pelo abundante, que no segu�a camino al
ombligo.
Sus lampi�as piernas eran robustas sin ser gruesas y al
contacto de mis dedos se estremecieron, pero no provocaron ning�n rechazo por
parte del chiquillo. Observ� fijamente su pichulita y advert� que una gota de
lubricante hab�a aparecido en su extremo. El muchacho hab�a cesado los
movimientos como para permitirme observarle el sexo con mayor comodidad. Al
parecer el juego parec�a agradarle aunque yo a�n no estaba convencido de querer
llevar las cosas m�s all� todav�a. Simplemente cog� la gota, juguete� con ella
entre mis dedos y le coment�.
�Qu� sabor tendr�?
Pru�bala para saber. �respondi� el chico reanudando la
masturbaci�n.
Parece que fuera dulce, parece alm�bar � coment�
sugerentemente y atrap� las tambaleantes gotas entre dos dedos, para luego
llevarlas delicadamente a mis labios, donde las degust� pero sin hacer
comentarios. Tampoco el chico pregunt�.
No supe, sinceramente, si el chico sigui� o no mis
movimientos, pero era evidente que el juego de seducci�n le agradaba. A esas
alturas me resultaba incomprensible que no se hubiera dado cuenta que yo era
homosexual. As� es que, prudentemente, no quise avanzar m�s durante esa jornada.
Hoy, al recordar, pienso que el muchachito me parec�a tan
sano, tan bienintencionado, que no deseaba da�arlo bajo ning�n aspecto. Si
despu�s de haber aceptado que probara su n�ctar regresaba, era evidente que
buscaba llegar m�s all�.
...
El tiempo sigui� pasando y pronto el verano llegar�a a su
fin. Oscar no hab�a vuelto a aparecer por unas tres semanas, por lo que estim�
que hab�a decidido no seguir visit�ndome. Pero estaba equivocado; una tarde de
marzo, prontos ya a reanudar clases, una voz conocida me llamaba por la puerta
de entrada. Me asom� y all� estaba �l, con la piel bronceada por el sol y
luciendo una alegre sonrisa.
Ven a abrirme, no quiero que me vean.
Ese simple comentario, sincero, me hizo entender enseguida
que el chiquillo sab�a lo que estaba haciendo. A pesar de sus escasos doce a�os,
entend�a perfectamente que era un comportamiento que no se deb�a andar
divulgando. Apreci� infinitamente el comentario y aunque no le dije nada, �l
advirti� inmediatamente que su visita me causaba gran alegr�a.
�Me echaste de menos? � asent� con la cabeza y luego
agreg� � me hab�a ido de vacaciones a la playa. Mira, estoy quemadito. �y
me mostr� su bronceado torso el que me hubiera lanzado a acariciar
enseguida.
�Y para donde fuiste?
Al Quisco. Ya poh, saca las revistas que hace tiempo
que no veo ninguna.
Guau, parece que est�s un poco caliente �respond� al
tiempo que buscaba el material y se lo entregaba.
Si, con tantas minas en tanga en la playa estaba
alucinado.
Oscar cogi� las revistas, abri� varias buscando las fotos que
m�s le interesaban y las instal� encima de la cama. Luego me coment� que quer�a
ver cu�l era la mina m�s caliente. Enseguida se sac� la camiseta y baj� sus
pantalones hasta sus tobillos. El chiquillo realmente ten�a un cuerpo hermoso.
Con un vientre plano (sin trabajar en ning�n gimnasio diariamente), su piel
luc�a una pelusa rubia fin�sima que se engrosaba en sus pantorrillas. Las
proporciones eran preciosas y cada parte parec�a estar en su lugar, Con un
rostro agradable sin ser deslumbrante, era claro que el chico ya no sent�a
ninguna verg�enza de mi.
Entre sus piernas luc�a majestuoso la arqueada pichulita,
remarcada porque el tono de piel de sus caderas y trasero luc�a claro,
contrastada con el resto de su bronceada piel.
El chico estaba absolutamente consciente de ser observado con
atenci�n, ya que no solo manten�a las manos alejadas de su sexo, sino que hac�a
comentarios acerca de a nombre de quien se har�a la paja, en una clara
invitaci�n, parece, a que le ayudara.
Su pene era perfecto, de un tono rosado oscuro, ten�a un
prepucio largo que no imped�a que todo su glande quedara al descubierto. Imagino
que cuando crey� que hab�a observado suficiente sus encantos, se sent� en la
cama sin dejar de observar las im�genes de las revistas y comenz� a masturbarse
pausadamente. En ese momento no quise dilatar m�s la situaci�n, por lo que
acerc�ndome le comenc� a acariciar sus cocos con la mayor suavidad posible. El
chiquillo ni siquiera me mir� y menos dijo algo. Retir� su mano, se dej� caer
hac�a atr�s apoy�ndose en un codo y sigui� revisando las fotos con aparente
indiferencia.
Mis manos se posaron en sus muslos acarici�ndoselos con
ternura. Recorr� sus entrepiernas y mi mano derecha se apoder� de su m�stil. El
segu�a impasible, comentando acerca de una u otra foto, mientras yo empezaba a
masturbarle. Cuando pos� mis labios en su glande, desvi� la vista y, por primera
vez, prest� profunda atenci�n a lo estaba por hacer. En sus ojos pude advertir
la ansiedad por la inminente experiencia.
Cerr� mis ojos, me apoder� de sus cocos con la mano, apoy� la
otra en su vientre y atrap� todo lo que pude de su juvenil falo. Siempre con los
ojos cerrados, comenc� a bajar y subir mi boca al tiempo que jugueteaba con mi
lengua en cada cent�metro de la virilidad.
Cuidado con los dientes � fue lo �nico que dijo
Sin abrir mis ojos solt� la palpitante carne y me puse a
lamer los cocos, el glande, el cuerpo entero de su sexo. Mordisque� desde la
base hasta el extremo, sabore� con dulzura su n�ctar que ya manaba abundante y
le brind� el mayor placer que pude. El simplemente se acomod� cuan largo era
sobre la cama y dej� que le diera el primer mam�n de su vida.
Ya con mis ojos abiertos, me acomod� en su vientre y comenc�
a succionar pacientemente su virgen verga. Observando los pies, advert�a el
estado de conmoci�n en que se encontraba. Cerraba y abr�a los dedos, arqueaba la
planta, y luego los alzaba levemente, para volver a empezar. Cuando sent� que
hund�a su est�mago y abr�a los pies de sus arqueados pies, supe que podr�a
probar la miel de su virilidad.
La eyaculaci�n fue exquisita, no fue un torrente pero si
abundante. Era el semen de un ni�o saludable, sano, simp�tico. Cuando hubo
soltado todo el flujo, alc� mi cabeza y masaje� repetidas veces el falo. Lam�
las �ltimas gotas que asomaron ante su atenta mirada y le dej� tranquilo.
Oscar no dijo palabra. Su sonriente y acalorado rostro lo
dec�an todo. Se visti� con tranquilidad y coment� algo acerca de que una de las
minas era la mejor. Luego agreg�:
�Vas a estar ma�ana para venir.
Como supondr�n la respuesta que le di, entender�n que esa
noche dorm� muy feliz y excitado. El hecho que me visitara un bello adolescente
sin tener yo nada que ofrecerle excepto mi amistad, me colmaba de ilusi�n.
Mis condiciones de vida eran muy precarias en ese entonces:
viv�a en un cuarto interior, me movilizaba en micro por no tener auto, no ten�a
PC, mi equipo de sonido era un 3x1, trabajaba como profesor de un instituto poco
conocido y mi aspecto f�sico era muy com�n. Mis abdominales no estaban
trabajados, no practicaba (ni practico) deportes de �lite, mis lentes eran
gruesos y feos (francamente), no sab�a (ni se) esquiar, jam�s me hab�a alojado
en un hotel, mi hermano era un trabajador p�blico y mi hermana estaba exiliada
en Venezuela y tratando de sobrevivir, comprender�n entonces porqu� estaba tan
contento.
Mi min�sculo castillo se hab�a transformado, de pronto, en un
peque�o nido de sexo desinteresado. Oscar no buscaba pasear en mi Ford Explorer
o escuchar m�sica en el equipo de alta fidelidad. Tampoco aspiraba a ba�arse en
la piscina ol�mpica del patio ni recrearse con mi f�sico espectacular.
Simplemente quer�a ser mi amigo.
Al d�a siguiente sal� como de costumbre en una antigua
bicicleta que me hab�a regalado una t�a para que no gastara plata en pasajes (en
serio que en ese entonces en Chile est�bamos muy mal) y me dirig� al trabajo, el
cual ya estaba finalizando por esa temporada. En el camino me cruc� con varios
chicos que me saludaban alegremente. Reci�n ah� me di cuenta que me hab�a hecho
conocido en el sector, justamente por quienes yo m�s deseaba.
Hola Manuel, como est� � me pregunt� la secretaria
cuando llegu� a la oficina.
Bien, muy bien �y tu?
Se te ve muy alegre hoy �Estar�s enamorado?
S�lo sonre�. Honestamente no creo en el amor entre hombres,
menos con tanta diferencia de edad como me suced�a a mi en ese momento.
�Amistad? mmmm, si. �Cari�o? tal vez �Amor? Definitivamente no.
El chico me atra�a mucho, pero sab�a que siempre ser�an
encuentros fugaces, espor�dicos y que en alg�n momento el tomar�a su rumbo y me
dejar�a. Eso no me importaba, creo mucho en el Carpe Diem, vivir el d�a,
disfrutar el momento, ni el ma�ana ni el ayer existen, s�lo existe el hoy.
La jornada laboral se me pas� volando y cuando termin�
regres� de inmediato al cuarto. Decid� tomar una siesta despu�s de disfrutar del
almuerzo que me preparaba yo mismo.
Me despert� mi casera avis�ndome que me buscaba el chiquillo
de siempre. Me levant� enseguida y cuando abr� la puerta del cuarto, ya Oscar
estaba ah� esper�ndome con una amplia sonrisa. Pas� sin esperar invitaci�n, el
mismo sac� las revistas que le interesaban, seleccion� algunas y se tendi� en la
cama. Definitivamente el chico era de pocas palabras.
Eran cerca de las cuatro de la tarde y estaba sofocante. Yo
vest�a una camiseta y mi habitual zunga. Mi amiguito se hab�a sacado las
zapatillas y disfrutaba revisando las im�genes. Pas� por encima de el para
acostarme a su lado y enseguida puse mi mano en su bulto. Ten�a una erecci�n muy
apetitosa pero sigui� como si nada.
Me coloqu� a horcajadas sobre sus piernas, baj� su cierre, le
abr� el pantal�n y extraje su preciosa verga por encima del calzoncillo. �l
segu�a silencioso. Luego de acariciar su tula repetidas veces, puse mis manos
bajo sus nalgas, cog� el borde del pantal�n y el calzoncillo simult�neamente y
comenc� a baj�rselos. Sin decir una palabra, mi vecinito, adivinando mis
intenciones, simplemente alz� su trasero lo suficiente para facilitar mi tarea,
luego hizo lo mismo con sus pies y ya desnudo se acomod� pl�cidamente en la
cama.
Ah� me di a la tarea de disfrutar mi plato preferido: verga
con leche natural. A cada momento que pasaba, el sexo de Oscar me sab�a m�s
apetitoso. Aprend� a conocer cada pliegue de su largo prepucio, enredaba sus
preciosos pendejos una y otra vez, saboreaba el zumo de su calentura hasta
quedar extenuado. Y �l siempre igual, impasible, dej�ndose querer hasta el
cansancio.
Succionaba la verga acompasadamente al ritmo de su
respiraci�n, al tiempo que mis manos recorr�an su pecho, apretaban cari�osamente
las tetillas, se entreten�an en su ombligo, masajeaban su pecho, rascaban sus
entrepiernas y se entreten�an en sobar sus cocos.
Su arqueada verga se alzaba imponente, r�gida, brillante,
palpitante. Sus venas hinchadas me se�alaban el nivel de excitaci�n en que el
chico se encontraba, indic�ndome cu�ndo deb�a disminuir el ritmo de mis caricias
o la fuerza de la succi�n.
La leche con que me regalaba Oscar en cada eyaculaci�n ten�a
un sabor angelical, ni dulce ni salado, pero que permanec�a largo rato en mi
paladar, prolongando mucho despu�s de cada partida, la alegr�a de su compa��a.
Con el tiempo Oscar se transform� en un jovencito muy
atractivo, m�s a�n que cuando ni�o. Jam�s tuvo pelo en pecho ni piernas de
futbolista, pero verdaderamente ten�a un cuerpo muy seductor. Y en cada ocasi�n
que me visitaba el ceremonial era parecido: dejar que yo tomara siempre la
iniciativa. Jam�s se neg� a mis caricias, pero nunca me dej� traspasar el umbral
de sus test�culos; su culo era zona prohibida. A lo mucho aceptaba que le
acariciara su trasero apasionadamente, pero si intentaba llegar a su hendidura,
enseguida cerraba sus cachetes y se acomodaba inquieto, dici�ndome un simple
"no".
La �ltima vez que nos encontramos fue en la calle, casi
llegando a la peque�a casita a la que me hab�a cambiado. En ese entonces el
lindo y cada vez m�s atractivo muchachito, ya de 16 a�os, llevaba una preciosa
cabellera hasta sus hombros que le hac�a ver a�n m�s varonil. Para ese entonces
debe haber medido 1,75 y pesar unos esbeltos 65 kgs. Intercambiamos algunas
palabras de buena educaci�n y enseguida le invit� a conocer mi nuevo domicilio.
Una vez adentro, me cont� que en esos d�as hab�a tenido sexo
por primera vez con su polola, d�ndome a conocer algunos detalles muy excitantes
que nos pusieron en forma enseguida. Como siempre, se le ve�a muy relajado y no
puso objeci�n alguna cuando empec� a acariciar sus piernas con claras
intenciones. El mismo baj� su pantal�n como lo m�s normal del mundo y me dej�
hacerle el �ltimo mam�n; despu�s de eso no le volv� a ver nunca m�s, aunque el
sabor agridulce de su leche a�n empapa mis sentidos.