Relato: La Apuesta Aquí estoy yo otra vez, y
después de mi aventura con el americano de color, cuando tenía
17 años empecé a fijarme en otros hombres, uno de ellos era
amigo de mi primo se llama Eduardo 30 años buen cuerpo estético,
con abundante vello en su pecho, él sabía que era atractivo
a las mujeres, incluso yo le conseguí citas con varias amigas mías,
a pesar de que era casado, me llevaba bien con él, un día
había un partido fútbol, el mas débil del torneo contra
el más fuerte y se me ocurrió apostarle al débil y
claro Eduardo escogió al más fuerte, él no creía
que yo le fuera al débil, y me insistía estás tomando
a juego esta apuesta, no Eduardo le contesté riéndome, a
lo que sugirió Ok, bueno el que pierda le mama la verga al ganador
por 5 minutos, al oír eso se me endureció el paquete afortunadamente
vestía con short holgado que no se notaba y acepté la apuesta,
él un poco desconcertado dijo el lunes nos vemos en la azotea del
edificio de la esquina a las 5 de la tarde para que la mames cabrón,
se rió y me dijo te la vas a tragar todo buey por andar de chistoso,
él no se imaginaba que era lo que deseaba. El domingo al mediodía
fue el juego, y para cuando estaba a punto de acabarse el equipo chico
anota y le gana al grande, eso significaba que Eduardo me la chuparía,
pero sin fantasear, pensé no va aceptar, va a preferir darme dinero,
sin embargo me fui con un short y una playera sin mangas, al llegar a la
azotea él ya estaba con un jean ajustado y una camisa con los 2
primeros botones desabrochados luciendo su vello en pecho, y su apetecible
olor a hombre, y le dije frente no vas a cumplir verdad, no quiero hacerlo
pero porque sé que esto nada más quedara entre nosotros,
bueno rápido quiero terminar con esto dijo Eduardo y se hincó
y bajó mi short y mi bóxer y mi verga estaba apenas endureciéndose,
de un solo golpe la introdujo en su boca haciéndome gemir, y empezó
a chupar rápido mi verga, esta fue creciendo en su boca él
lo hacía con mayor rapidez y fuerza como queriendo terminar rápido,
pero se la sacó y dijo no puedo más, ahorita volvemos a empezar
me dijo, deja que se me pase la sensación, porque apostamos carajo,
tú me la hubieras mamado me preguntó, le dije sí,
no te importa, no porque es sólo un momento, ayúdame a agarrar
confianza me dijo, cómo Eduardo, y contestó mamela, Eduardo
se levantó se bajó su jeans quedando en un bikini negro,
yo con nervios le bajé su ropa interior y vi el pene más
hermoso y lo tomé con mis manos, él pensó como que
no lo haría y con mi lengua lo lamí desde la punta y hasta
sus huevos, lo miré y sonrió y acarició mi cabeza,
y ya con la experiencia de una mamada lo introduje en mi boca lentamente
y empecé a succionarlo de una manera muy lenta mientras mi lengua
jugueteaba adentro y Eduardo sólo gemía, me lo tragaba todo
lentamente y su cabeza traspasaba mi campanilla, y me quedaba con su verga
adentro, luego iniciaba un vaivén más fuerte, y él
cual si estuviera penetrando una vagina enloqueció de placer, hasta
que finalmente y justo cuando su caliente virilidad nuevamente llegaba
a mi garganta explotó inundando mi boca de semen, eyaculó
más que mi primer amante, Eduardo era apenas el segundo, y cuando
sacó su verga de mi boca me dijo gracias es la mejor mamada, y me
levantó e inesperadamente me besó, yo no quise desaprovechar
y le correspondí parecía que tenía años de
no besar a alguien, vaya manera de hacerlo, nuestras lenguas saboreaban
su semen y se entrelazaban en besos apasionados de tornillo. De repente
él se volvió hincar y de sólo bocado se devoró
mi pene disfrutando más que hace un rato, yo en cambio al sentir
sus labios deslizarse desde la cabeza hasta donde termina mi tronco me
puso a mil y me corrí enseguida, me bajé hasta el suelo y
nos volvimos a besar, luego él me desnudó y yo boca abajo
abierto de piernas y él encima de mi metido en ellas, nos seguíamos
besándonos, el sentir su pene embistiendo al mío me llenaba
de placer, de pronto él buscó la manera de metérmela
y lo consiguió, y me la metió de golpe y porrazo completa,
yo sentí dolor, pero estaba muy dilatado, que enseguida se volvió
placer, ese vaivén y Eduardo diciéndome, así eres
mío, te lo voy a meter una y otra vez, y finalmente se vino, y el
sentir ese liquido caliente en mi ano fue placentero, descansamos, pero
yo vi a mi primo que se iba bajando la escalera de la azotea, nos vio,
sólo me quedaba averiguarlo. Nos convertimos en amigos con derecho,
lo seguimos haciendo hasta que el cumplió 36 años, porque
él se fue al norte del país, la despedida fue muy placentera
en una casa de playa y a la orilla del mar. Pero ya se los contaré
en otra ocasión.
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Relato: La Apuesta
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