Su Sra. De 46 a�os era una piadosa mujer, con buen cuerpo, morena, buenas
tetas y un culo hermoso, rematado por unas piernas, fuertes y derechas, que
acababan en unos pies demasiado peque�os.

Magdalena, se ocupaba de la casa y por las tardes se acercaba a la tienda que
estaba junto a su casa.

Prudencio, hacia los arreglos de electricidad y llevaba la tienda junto a un
joven de 19 a�os (Miguel) que estaba de recadero, dependiente, mozo, etc.

Aquella tarde del mes de mayo, Magdalena estaba terminando de recoger la
cocina, cuando son� el timbre de la puerta, cuando abri� la misma, se encontr�
con Miguel que le tra�a un jam�n, le dijo que su marido lo hab�a comprado y
hab�a venido a tra�rselo.

La tarde era muy calurosa y Magdalena, llevaba un sencillo vestido de
tirantes con un gran escote y bastante corto que l�gicamente lo utilizaba solo
en casa.

Miguel cuando la segu�a a la cocina, admiraba el movimiento de sus caderas y
el pepino se le puso en forma, nunca llevaba ropa tan corta ni el pelo suelto ni
dejaba ver la canal de sus pechos como en aquella ocasi�n

La Sra. Le dijo que lo mejor seria colgar el jam�n en la c�mara y abriendo
una peque�a puerta, comenz� a subir unas escaleras muy empinadas. Miguel sub�a
detr�s de ella y le iba viendo los muslos, se agacho un poco y alcanzo a verle
las bragas blancas.

La poya de Miguel adquiri� unas proporciones gigantescas y mientras colgaba
el jam�n, observo de reojo como la Sra. no quitaba la vista de su bragueta.

Camino de la tienda, pensaba que como podr�a follarse a la mujer de su jefe,
nunca antes hab�a sentido esa necesidad, pero es que tampoco la hab�a visto
nunca tan hermosa.

Al d�a siguiente, paso una cosa que hizo que las cosas se precipitaran,
estaba Miguel colocando unas l�mparas en unos ganchos que estaban en el techo,
cuando la silla en que estaba subido, tuvo un ligero movimiento. Prudencio fue a
cogerlo para que no cayese al suelo y una mano la coloco en su bragueta como en
un descuido, agarr�ndole el pepino mas tiempo de la cuenta.

Fueron pasando los d�as y no ocurr�a nada fuera de lo normal, pero Miguel que
ya sabia de que pie cojeaba Prudencio, cada vez que pasaba detr�s de el por el
estrecho mostrador, le rozaba el culo con su siempre en forma cipote y notaba
como el buen hombre suspiraba y reculaba.

El calor de aquel d�a, derret�a las piedras y Miguel, le pedio permiso a su
jefe a media tarde para darse una ducha en el patio trasero, se desnudo
totalmente y con la puerta entreabierta, estuvo un cuarto de hora bajo el agua.

Cuando Miguel se estaba secando la cara y el pelo, noto como una mano le
sujetaba con firmeza el carajo y unos labios chupaban su enorme capullo, se
quito la toalla de la cara y pudo ver como su jefe, se hab�a puesto de rodillas
y le estaba efectuando una mamada, se recost� en la pared y con gran deleite se
dispuso a disfrutar de la misma.

Prudencio, sudaba mientras se met�a con gran avaricia la polla de Miguel en
la boca y le tocaba los cojones con las manos, con una tremenda sacudida, el
nabo del dependiente, comenz� a soltar gran cantidad de esperma que el jefe iba
tragando, despu�s con suaves lametones le dejo el capullo reluciente.

Poco despu�s, Miguel totalmente relajado y fresquito, recogi� unos paquetes
que estaban preparados para repartir y despu�s de pedirle a su jefe que le
invitara a un helado, se marcho de la tienda.

Aquella noche, Magdalena, vio que su marido estaba contento y feliz, le
gastaba bromas y hasta le pego un pellizco en el culo, cuando se acostaron y
despu�s de apagar la luz, acerco su mano hasta el nabo y viendo que estaba
erecto, cosa que no pasaba con frecuencia, le bajo los calzoncillos y comenz� a
efectuarle una paja, el mientras tanto suspiraba y metiendo tambi�n las manos
bajo las sabanas, le bajo las braguitas y se apodero del hermoso chocho peludo
de ella.

Magdalena, se coloco encima de su marido invertidamente, se apodero con la
boca, del nabo y lo chupaba, mientras su marido tambi�n le chupaba el chomino,
se ensalivo el dedo �ndice y sin esfuerzo se lo meti� en el culo a Prudencio,
sabiendo lo mucho que le gustaba.

Mientras, Prudencio que era un experto mamador, le pasaba la lengua a todo lo
largo de la rajita, le met�a y sacaba el dedo pulgar y le daba peque�os
mordiscos en el cl�toris.

Se corrieron los dos al mismo tiempo y d�ndose un suave beso en los labios,
se quedaron dormidos.

Al d�a siguiente, abri� la tienda Magdalena ya que su marido hab�a salido
temprano para la ciudad a resolver unos asuntos en la Delegaci�n de Hacienda.

Miguel estaba esper�ndola y le ayudo con los cierres de los escaparates, el
d�a nuevamente se presentaba caluroso, la Sra. iba vestida con un recatado
vestido oscuro por debajo de las rodillas y el pelo recogido en un mo�o.

Miguel se baja al s�tano a reparar unos ventiladores y como a primera hora no
sol�a venir nadie, Magdalena, se sent� en una banqueta detr�s del mostrador a
hojear una revista, al rato, sin hacer ruido Miguel subi� las escaleras, como la
entrada del s�tano estaba justo al terminar el mostrador, Miguel vio a Magdalena
que se hab�a descuidado y tenia las piernas un poco abiertas, la cara no se la
ve�a por la revista pero sus muslos y sus bragas rojas, con el centro abultado,
se�al de que la Sra. tenia un buen remolino de pelos, estaban a menos de 2
metros.

Se saco la tranca que estaba totalmente empinada y comenz� a efectuarse una
paja sentado en la escalera, cuando m�s entusiasmado estaba, y a punto de
correrse, sentio la voz.

con voz temblorosa sin darse cuenta que el cipote, totalmente tieso estaba
fuera del pantal�n.

Magdalena, fuera de s�, le dec�a al muchacho que eso era pecado y que se le
caer�a el pelo si lo hacia mucho, aparte de que coger�a una enfermedad, pero su
vista no la apartaba del enorme badajo del chaval que por cierto estaba a punto
de reventar con todas las venas dibujadas en su piel.

Miguel le dijo que todas las noches so�aba con ella y que no-tenia m�s
remedio que pajearse para poder dormir y que esa ma�ana le hab�a visto las
bragas rojas y los muslos y por eso se lo estaba haciendo, que se hab�a
enamorado de ella y que le gustar�a com�rsela toda.

Magdalena, se puso nerviosa y muy colorada, mientras le dec�a que estaba
casada y que era muy mayor para �l.

Justo eso es lo que esperaba Miguel que acerc�ndose, le cogi� la mano y se la
puso en torno a su cipote, mientras le meti� la mano bajo su falda y magreaba
los muslos de ella que soltando fuertes suspiros le tocaba los cojones y su
cilindro.

Miguel, la tendi� en el duro suelo detr�s del mostrador y levant�ndole las
faldas hasta la cintura, le bajo las bragas, dejando al descubierto su hermoso
chocho peludo, se coloco encima y poniendo la punta colorada del nabo en su
raja, se lo meti� entero hasta el fondo de su vagina, gracias a lo mojada que la
tenia.

Le abri� la blusa y sac�ndole el sujetador, dejo sus tetas al descubierto,
comenz� a chupar los pezones mientras el metisaca en su co�o s� hacia m�s
intenso, al cabo de unos minutos, un fuerte grito seguido de un espasmo, indico
que Magdalena, hab�a tenido un gran orgasmo.

Miguel segu�a mordiendo los pechos y su cipote segu�a taladrando el chocho de
su jefa, en unos segundos y mientras ella con un suspiro volv�a a tener otro
orgasmo, un chorro de esperma blanco, puso los muslos de ella chorreando,
mientras Miguel clavaba los dientes en un pecho de ella que le hizo dar un grito
de dolor.

--- Por favor no hay nadie en la tienda�

La voz repetio varias veces esa frase, mientras Miguel y Magdalena,
totalmente callados, uno encima de otro, y procurando no hacer ruido segu�an
detr�s del mostrador tendidos en el suelo.

Cuendo la puerta s� cerro, indicando que el cliente hab�a salido, se pusieron
de pie y Magdalena con sus bragas, se limpio los muslos y acto seguido, procedi�
a limpiar el cipote del dependiente.

Con el nerviosismo se le cayeron las bragas al suelo y se agacho para
recogerlas y terminar de limpiar a Miguel, este que con los toques se hab�a
puesto otra vez en forma, nada mas sentir las manos de su jefa, la cogi� del
pelo y acercando el nabo a su boca, le dijo que se la chupara.

Magdalena sin decir ni media palabra, comenz� a dar lametones al capullo y
poco a poco se meti� la tranca en la boca, sabore�ndola a placer.

Miguel con las manos puestas en el mostrador y tapado por el mismo, suspiraba
mientras su jefa relam�a y chupaba una y otra vez su nabo.

Justo cuando el coche de su jefe, aparcaba en la puerta, Miguel con un
gritito, tuvo su segunda corrida que Magdalena, se encargo de no dejar caer ni
una gota.

Cuando ella cerraba la puerta del cuarto de ba�o, Prudencio abr�a la puerta
de la tienda.

Miguel le saludo, cerr�ndose la cremallera del pantal�n por detr�s del
mostrador, mientras le dec�a que su Sra. estaba en el servicio.

Al cabo de unos minutos y los tres reunidos en la tienda, Prudencio les dijo
que estaba muy contento ya que la visita a la ciudad hab�a sido muy positiva y
que formaban un equipo de se ENTEND�AN A LA PERFECCION.

Fistulo.