BUENOS NEGOCIOS
El blanco mantel de lino, con su profusi�n de copas, velas y
servilletas, el vino helado en la cubeta, listo para ser servido bajo la ara�a
de luces que iluminaba la magn�fica mesa como en un sue�o perfecto, no cuadraban
ni hac�an juego con el anfitri�n, completamente desnudo presidiendo la solitaria
cena.
Mir� a Adri�n una vez mas, tal vez para cerciorarme que era
real y no lo estaba so�ando. La piel perfectamente bronceada, con ese tono
dorado que asociamos siempre a la gente adinerada, los oblicuos ojos color miel
sobre la nariz aquilina punto menos que perfecta, y rematando una boca de
sensuales labios y una sonrisa que encantaba por igual a hombres y mujeres, yo
entre ellos, porque debo confesar que aunque me gustan mucho las mujeres,
tambi�n me gusta Adri�n, y no me averg�enza decirlo.
Tom� la copa vac�a y la levant� a contraluz. Como esperaba,
el buen anfitri�n se levant� para llenarme la copa, sin importarle que mi
intenci�n fuera �nicamente la de admirar su cuerpo desnudo. La maravilla dorada
de su piel comenzaba por unos hombros anchos de brazos perfectos, pecho definido
y abdomen plano, marcado sutilmente sin rayar en la exageraci�n de un
fisiculturista. El sexo grande y fl�cido se bamboleaba en su andar decidido,
bajo una mara�a de vello casi rubio. Con la botella en la mano y sin perder la
arrebatadora sonrisa, me llen� la copa con el vino helado y regres� a su sitio,
regal�ndome en el camino de regreso con la incomparable belleza de su ancha
espalda, la graciosa curva donde los hoyuelos de sus ri�ones se�alaban el
delicioso comienzo de un trasero que terminaba en dos perfectas maravillas que
en su andar de felino se rozaban una a la otra, tallando entre ellas lo que
adivin� ser�a un agujero que querr�a conocer a cualquier precio.
Est� todo bien? � pregunt� en cuanto volvi� a tomar
asiento y el fino mantel blanco cubri� todo aquello que yo no quer�a dejar
de ver ni por un minuto.
Perfecto � contest� tomando un sorbo de vino, mientras me
contentaba con ver las coronas rosadas de sus tetillas, im�n de mis miradas,
adem�s de su innegablemente atractivo rostro.
Tom� tambi�n un sorbo de vino, permiti�ndome un fugaz asomo
de los sedosos vellos de su axila, y volvi� a sonre�rme, como si no le importara
en absoluto la profunda excitaci�n en que me ten�a sumido.
Esta cena tiene un �nico motivo, mi estimado C�sar �
comenz� Andr�s despu�s de haber bebido, posando sus intensos ojos de
avellana en mi rostro, como el excelente negociador que era.
Soy todo o�dos � dije posando la copa, incapaz de
decidirme entre poner atenci�n a sus palabras o a aquellos labios h�medos de
vino.
Necesito de tu participaci�n � dijo mir�ndome y haciendo
una pausa tan larga que mi verga brinc� bajo mis pantalones deseosa de
participar en cualquier cosa que Andr�s sugiriera.
Participaci�n en que? � pregunt� por ganar tiempo, por
apaciguar los latidos de mi coraz�n y mis malsanos deseos.
En un excelente negocio � complet�, posando la copa en la
mesa, mientras mi erecci�n, lejos de desanimarse parec�a subrayar su total
participaci�n en el negocio, aun antes de saber de qu� se trataba.
Sigui� entonces una amplia explicaci�n de la cual rescat�
solamente algunas palabras como acciones, capital mayoritario y socios
inversionistas, mezcladas con los rizos rubios de su cabello y la pasi�n que
pon�a en convencerme.
Mu�strame tus cifras � le suger�, y apunto estuve de
cambiar "cifras" por "nalgas", pero rectifiqu� en el �ltimo minuto.
Andr�s se puso de pie, para mi completa alegr�a y se acerc� a
una gaveta empotrada en la pared, d�ndome la espalda. Sus largas piernas,
esculpidas a la perfecci�n y remontando en un par de preciosas nalgas me
convencieron mucho mas que las prometidas cifras. Me acerc� un expediente, que
apenas alcanc� a tomar hipnotizado por el baile cadencioso de su pene al caminar
hacia mi silla para entreg�rmelo.
Andr�s � le dije tras echar un vistazo a los papeles �
porqu� decidiste invitarme a una cena en la que estar�as completamente
desnudo?
La pregunta pareci� no sorprenderle en lo mas m�nimo. Me
sonri� mientras se serv�a un poco mas de vino.
Ya te lo dije � explic� r�pidamente � necesito tu
participaci�n en este negocio.
Desnudo? � repet� mientras comenzaba a vislumbrar el
rumbo de sus pensamientos.
Unicamente para demostrarte hasta donde puedo llegar para
conseguirlo � remat�.
Voltee un par de p�ginas, considerando seriamente lo que me
acababa de decir.
Sobre la mesa � le indiqu�.
Me mir� un poco desconcertado mientras le indicaba con un
gesto que se pusiera de pie. Retir� de mi puesto las copas, las velas y las
servilletas, haciendo un claro espacio que Andr�s interpret� correctamente.
Sobre la mesa entonces � dijo subi�ndose a la mesa,
irguiendo su 1.80 de perfecci�n masculina sobre el blanco mantel de lino.
Desde abajo, mi mirada trep� desde los pies y pantorrillas, a las rodillas y
muslos, hasta su sexo y mucho mas all�, la miel de sus ojos.
Date vuelta � le indiqu�.
Gir� sobre los talones y las columnas perfectas de sus
piernas, a escasos cent�metros elevaron mi mirada hasta los satinados y bien
formados gl�teos.
De rodillas � susurr�, incapaz ya de controlarme.
Andr�s volte� a mirarme, con una suave sonrisa y tem� por un
momento que se negara, pero no lo hizo. Una copa rod� hasta la orilla y cay�
sobre la alfombra sin romperse mientras el gigante rubio posaba manos y rodillas
sobre la mesa.
Ni en mis m�s locas fantas�as hubiera yo albergado la
esperanza de tener un d�a ante m� semejantes maravillas. Los muslos, desde
atr�s, ligeramente velludos, con ese vello dorado que suele pasar desapercibido
se ampliaban hacia arriba rematando en un par de nalgas soberbias, que ahora
trataban de mantenerse juntas, pero que dada la posici�n terminaban abri�ndose
ligeramente, desvelando el secreto que entre ellas se guardaba.
Abre las piernas � le ped� con la voz enronquecida de
deseo y vino blanco.
Firma el convenio � contest� sin voltear ni moverse un
solo cent�metro.
Me sorprendi� la frialdad y determinaci�n de su voz, me
sorprendi� que el connotado hombre de negocios, reconocido como uno de los
solteros mas codiciados de la sociedad pudiera venderse de aquella forma tan
descarada, pero m�s me sorprendi� la facilidad con la que yo mismo lo estaba
comprando.
Si firmo abrir�s las piernas? � pregunt� sin dejar de
mirar la altanera grupa de Andr�s casi al alcance de mis manos.
Las piernas y todo lo que me pidas � contest� el ladino
mientras yo buscaba la pluma en el bolsillo y �l arqueaba la espalda,
logrando que las nalgas se extendiesen un poco m�s y el rinc�n oscuro de su
centro casi fuera descubierto.
Estamp� mi firma en el contrato y el susurro en el papel,
cual m�gica llave, logr� abrir las soberbias piernas. Entre los bellos muslos
asomaron sus test�culos, colgando suaves y atrayentes, aunque a m� por el
momento me ocupaba una sola cosa todav�a.
Y firmar� tambi�n aqu� � dije poniendo la palma de mi
mano en su nalga derecha.
Hazlo � contest� Andr�s simplemente.
Estamp� mi firma en la tersa blancura de su nalga, en la
parte m�s carnosa y firme, y me excit� ver mi r�brica en medio de aquella carne
perfecta. Con la misma pluma recorr� el sendero de su raja, y Andr�s abri� aun
m�s las piernas, permiti�ndome disfrutar de las ventajas de ser su nuevo socio.
Al abrirse, sus nalgas dejaron ver que la raja tambi�n estaba
llena de aquel mar de vello dorado, y descubrirlo me excit� m�s todav�a. La
punta de mi Mont Blanc lleg� al sitio m�s sensible y Andr�s no dijo nada, ni
siquiera cuando hice el intento de met�rsela.
Ser� mejor cambiar de estilogr�fica � dije poni�ndome de
pie, abri�ndome la bragueta.
Me saqu� la verga, mas dura y tiesa que nunca, goteando ya de
anticipaci�n. Me la acarici� un par de veces, deseando ya met�rsela en el
agujero, pero antes de eso, y por lo que hab�a pagado, bien merec�a un poco m�s
de atenci�n. Rodee la mesa y le present� a Andr�s mi hinchada erecci�n. Con la
misma enigm�tica y serena sonrisa se la meti� en la boca sin hacerle ascos y me
encant� ver la rubia cabellera mezclarse con los oscuros pelos de mi
entrepierna.
R�pidamente not� la poca experiencia de Andr�s para aquellos
menesteres, pero qu� me importaba, si el objeto de mis deseos estaba all� para
darme placer. Me alej� de su boca buscando las nalgas y sabiendo lo que segu�a
Andr�s baj� de la mesa y sumiso recost� el abdomen sobre el mantel, dejando ante
m� su glorioso trasero.
Le acarici� las nalgas un buen tiempo. Quer�a disfrutarlas lo
m�s posible. Amas� sus carnes y las repas� con mi lengua todo lo que quise. Le
mam� el culito, rosado y tenso, relamiendo el apretado esf�nter cientos de
veces. Escuch� un par de quejidos de su parte, sin saber decidir si eran de
placer o de incomodidad, aunque tampoco me import� gran cosa descubrirlo.
Mordisquee los gl�teos y humedec� el camino que ansiaba ya recorrer con mi
endurecida verga, y cuando me hart� de todo eso, me posicion� tras �l y lo
penetr� despacio, tratando de alargar lo m�s posible aquel placer que tan caro
me hab�a salido.
Primero el glande, y luego el resto, conquist� sus entra�as
no sin cierto esfuerzo de ambas partes, pues Andr�s estaba tan justo o mi verga
tan grande, me gustaba pensar, que la empresa no fue cosa sencilla. Como fuera,
la cogida fue fenomenal, al menos para m�. Andr�s resoplaba y resollaba,
aferrado al mantel de lino, mientras las finas copas de vino tintineaban sobre
la mesa al comp�s de mis f�rreas acometidas. Un hilillo de sudor resbal� sobre
el surco de su dorada espalda, y el apuesto hombre de negocios recibi� en sus
entra�as mi ardoroso tributo a su belleza.
Me sub� la cremallera y le di una palmada en el culo, como se
les da a las putas que han hecho un buen trabajo.
Recibir�s ma�ana el cheque en tu oficina � le dije,
mientras Andr�s se incorporaba lentamente y se cercioraba de que la firma en
el contrato de verdad fuera la m�a.
Puedes compararla con la de tu nalga � dije al ver su
natural desconfianza.
Andr�s sonri� y como buen anfitri�n, y a pesar de caminar con
cierto esfuerzo, me acompa�� hasta la puerta.
Ha sido un verdadero placer hacer negocios contigo � dije
estrech�ndole la mano, recalcando tal vez demasiado la palabra placer, pero
no pude evitar decirlo.
Andr�s asinti�, esta vez sin sonrisas y cerr� la puerta a mis
espaldas.
Una semana despu�s pude constatar que la inversi�n, adem�s de
placentera hab�a sido una excelente decisi�n. Mi cu�ado, y socio en algunos
negocios, me entreg� jubiloso el reporte diario de la bolsa, donde las acciones
que hab�a adquirido con Andr�s hab�an ya duplicado su valor.
Pinche cabr�n hijo de puta! � dijo mi educado cu�ado
d�ndome un enorme abrazo mientras me alzaba de la silla � como chingados
supiste que esta inversi�n ser�a un buen negocio?
Ya ves � dije presumido tratando de respirar quit�ndomelo
de encima � el buen colmillo que tengo.
Me cago en tu puta madre! � dijo euf�rico, todav�a sin
creerme.
Tranquilo, cu�ado � le advert� � que tambi�n es la madre
de tu esposa.
Ya se, ya se � dijo apart�ndose por fin � ya sabes c�mo
soy, cabr�n.
Y no s� c�mo mi hermana pudo enamorarse de ti, bestia
peluda � dije empuj�ndole.
Pues por esto � dijo agarr�ndose los genitales, dej�ndome
notar el enorme bulto que se marcaba bajo los pantalones � le doy su raci�n
diaria y la mantengo bien culeada y feliz.
Eres un pat�n � le dije mostrando una cara de horror,
aunque en realidad no lo sent�a.
Pura pinche envidia � dijo poniendo su mano sobre mi sexo
� porque t� lo tienes bien chiquito.
Le apart� la mano con un golpe, un viejo juego entre
nosotros, y �l se me fue encima como si tuvi�ramos trece a�os en vez de los
cuarenta que en realidad ten�amos. Comenzamos a forcejear, �l tratando de
agarrarme de nuevo la entrepierna y yo tratando de evitarlo. Comenzamos a
resollar como un par de viejos toros de lidia, sin que ninguno cediera terreno
al otro.
Andale, pito de miniatura � se burlaba � admite que mi
vergota es el doble que la tuya.
C�llate, sonzo � le contestaba yo alej�ndome de sus
veloces manos � mejor admite que te mueres por toc�rmela y no sabes c�mo
ped�rmelo.
Y para que putas iba yo a querer agarrar ese pinche y
miserable pellejito? � me dec�a lanz�ndose con todo para agarrarme � si
tengo este trozote de carne entre mis piernas?
Pues no s�, maric�n � le provocaba � d�melo t�.
A mitad de la lucha, mi secretaria entr� a la oficina y ambos
recobramos inmediatamente la compostura.
Se le ofrece algo, licenciado? � pregunt�.
No Alicia � contest� recobrando el aliento y componiendo
mi corbata.
La mano de mi cu�ado, justo a mi lado, comenz� a toquetear mi
trasero. Le encantaba ponerme en ese tipo de aprietos. Sonre� como si nada
pasara, porque no quer�a que la buena Alicia, tan seria y servicial, tuviera una
imagen err�nea de mi persona. Me comport� a la altura, a pesar de que la
insidiosa mano de Humberto, mi cu�ado, iba ganando terreno y palpaba a sus
anchas mis nalgas, aprovechando que no pod�a hacer nada por imped�rselo. No me
mov�, incluso cuando sent� que uno de sus dedos presionaba insidiosamente la
zona de mi ano.
Pues entonces los dejo � dijo Alicia reacomodando las
gafas que siempre terminaban resbalando por su nariz.
Vaya usted � le dije, conteniendo a duras penas las ganas
de soltarle un buen golpe a Humberto, que antes de que Alicia saliera sali�
disparado tambi�n hacia la puerta.
Yo me voy con usted, Alicia � dijo mi cu�ado � porque
parece que su jefe no est� de buen humor esta ma�ana.
Antes de salir, tuvo el descaro de darse la vuelta y a
espaldas de Alicia se agarr� de nuevo los genitales, mostr�ndome la abultada
protuberancia, m�s grande aun que hac�a unos minutos, mientras con se�as me
indicaba que la m�a era nada comparada con la suya.
Ya l�rgate � le dije, aunque sonriendo � que tengo mucho
trabajo.
Me voy � acept� desde la puerta � pero pas� por ti a las
cinco para celebrar tu buena suerte en los negocios.
Fiel a su promesa, Humberto pas� por m� y aunque me costara
admitirlo, me gust� dejar sobre el escritorio el trabajo pendiente y seguir a mi
loco cu�ado a trav�s del tr�fico de la ciudad. Aparc� el auto frente a un
exclusivo club deportivo y me estacion� detr�s de �l.
Me puedes decir que se supone que haremos aqu�? �
pregunt� incr�dulo, porque ni �l ni yo somos del tipo deportista.
C�lmate, pendejo � me dijo � que no vamos a hacer ning�n
tipo de ejercicio ni cosa que se le parezca, aunque si vamos a sudar como un
par de cerdos � complet� sonriendo, tan fino �l.
El plan inclu�a un vigoroso masaje proporcionado por dos
chicas suecas ni tan chicas ni tan suecas, seg�n pude darme cuenta, aunque si
excelentes masajistas. Pronto comenc� a relajarme bajo los h�biles manejos de
sus manos y Humberto hizo otro tanto. La suave m�sica y el ligero toque
perfumado de las esencias me hicieron olvidar todo, y como parte del sue�o, me
vi siguiendo la peluda espalda de Humberto, cubierto con una enorme y felpuda
toalla blanca en la cintura, hasta el c�lido y vaporoso ambiente del sauna.
A sacar todas las toxinas, cu�ado � dijo Humberto
empuj�ndome en la clara niebla del vapor.
Nos tumbamos uno junto al otro y de inmediato comenc� a
transpirar. Hay algo en el sudor que siempre me hace pensar en el sexo, una
asociaci�n sencilla, pues el esfuerzo sexual siempre viene acompa�ado de calor y
transpiraci�n. Comenc� a sentir un hilillo el�ctrico corriendo por mi
entrepierna e inconscientemente me toqu� el paquete sobre la mullida toalla.
Se est� despertando el peque�ito? � pregunt� Humberto a
mi lado. No me hab�a dado cuenta que me estuviera observando.
Lo quieres saludar acaso? � dije sigui�ndole sus
acostumbradas bromas.
Vale � dijo metiendo su mano sorpresivamente entre mis
piernas, tan r�pido que aunque apret� los muslos lo �nico que consegu� fue
atrapar su peludo antebrazo entre ellos, y para entonces ya Humberto ten�a
su mano mi verga.
Pero qu� haces, cu�ado? � dije en tono escandalizado, al
tiempo que me cuidaba muy bien de abrir m�s las piernas, permiti�ndole
toquetear con mas soltura mi verga, que se enderezaba r�pidamente.
C�llate, cabr�n � contest� Humberto en un susurro � que
bien que te est� gustando.
Cerr� los ojos, dejando que los vapores y sudores, junto con
la mano de Humberto me subieran la temperatura poco a poco.
Toca tu tambi�n � dijo mi cu�ado llevando mi mano al
espacio abierto entre sus rodillas y el ruedo de la toalla.
Sin abrir los ojos dej� que mi mano entrara y subiera por un
par de velludos muslos y sent� la c�lida pesadez de sus huevos y la suave dureza
de un miembro grande y grueso que empezaba a despertar. Abr� los ojos porque
quer�a constatar con ellos lo que mi mano iba descubriendo y me encontr� con un
soberbio miembro, oscuro y peludo, bastante grueso y coronado con una cabeza
perfecta, por cuya punta ya empezaba a gotear la prueba innegable de que no lo
estaba haciendo tan mal.
Quiero que te la comas � dijo mi cu�ado empuj�ndome ya
por la nuca hacia abajo, y a medio camino, cuando ya el aroma de su sexo me
golpeaba el rostro y la indecisi�n de dar o no aquel paso con alguien tan
cercano como mi cu�ado, la puerta del sauna se abri�.
Reaccionamos r�pidamente y de forma tan natural, que me
convenc� de que para Humberto aquello no era nada nuevo. El hombre, cincuent�n y
apuesto, nos salud� con un gesto y se sent� al otro lado del sauna, casi en
frente nuestro. Su presencia, lejos de apagarnos la calentura, puso un toque
extra y novedoso a lo que casi hab�a estado a punto de ocurrir. Humberto roz� su
pierna con la m�a, y sentir la velluda caricia, m�s que prohibida frente a aquel
extra�o me hizo excitarme todav�a m�s. El hombre nos miraba atentamente, con sus
peque�os ojos entrecerrados y la incipiente calva perlada de sudor.
Mi cu�ado abri� las piernas y me di cuenta que el sujeto
calvo bajaba inmediatamente la mirada. Humberto, tan descarado como era su
costumbre separ� aun m�s sus fuertes muslos, logrando que la blanca toalla
revelara mucho m�s de lo que en un lugar p�blico como aquel era socialmente
permitido. El hombre de enfrente pudo ver como los dos grandes y peludos
test�culos de mi cu�ado se balanceaban entre sus piernas, colgando entre ellas
de una forma que era imposible dejar de notar.
Hace demasiado calor aqu� � dijo mi cu�ado en tono de
queja, y para subrayar la frase tom� la punta de la toalla y sec� con ella
su rostro moreno y masculino.
Lamentablemente, al jalar la toalla hacia arriba descubri�
lo que �sta tapaba m�s abajo. Su pene, casi totalmente erecto qued� al
descubierto. Tampoco yo pude evitar mirar hacia abajo, donde el reluciente
glande era como un faro brillante en la niebla. El hombre de enfrente se
relami� los labios, tal vez de forma inconsciente pero por dem�s reveladora.
Ven aqu� � le dijo Humberto sin pudor alguno � s� que te
mueres por chuparlo.
El hombre estuvo a punto de obedecer. De hecho hab�a empezado
ya a moverse, pero se detuvo en el �ltimo instante.
Lo har�a con gusto � declar� con voz ronca y suave al
mismo tiempo � si viniera solo. Mi hijo me acompa�a y no tardar� en venir a
buscarme � termin� con cierto dejo de pesar.
Mi cu�ado hab�a empezado a sobarse la monumental verga. Le
importaba muy poco aquel padre dividido entre el deseo y la responsabilidad.
Estaba excitado y quer�a salirse con la suya.
Vigila la puerta � me dijo sin dejar de mirar al hombre
de enfrente y sin soltar la gruesa manguera que se ergu�a ya totalmente dura
entre sus piernas.
Me puse de pie, sinti�ndome igual de excitado. La toalla
anudada en mi cintura mostr� lo caliente que estaba y Humberto silb� complacido
al ver el estado en que me encontraba. Me par� junto a la puerta y limpi� el
vaho que empa�aba la peque�a ventana que permit�a mirar al exterior. Los
vestidores y regaderas estaban vac�os y se los inform� a los presentes.
El hombre cay� de rodillas en cuanto escuch� la informaci�n.
Como un gato buscando el cuenco de leche se acerc� hasta las peludas rodillas
separadas de mi cu�ado, guiado por aquel lustroso faro erecto, sin otro puerto
ni otro destino que posar los ansiosos labios en aquella dureza.
Humberto suspir� complacido al sentir aquella boca hambrienta
engullir su enorme hombr�a y la c�lida lengua lamiendo su carne endurecida. Tom�
al hombre por la cabeza y le hundi� el falo en la garganta, haci�ndole tragar
todo lo que �ste pod�a. La escena era por dem�s excitante y no pude evitar
acariciarme a m� mismo mientras contemplaba al esposo de mi hermana y padre de
mis sobrinos dej�ndose comer la verga por aquel perfecto desconocido.
Tan absorto estaba en la cachonda escena que por un momento
olvid� mi papel de vig�a y si no es porque estaba recargado en la puerta, la
persona que empujaba desde el otro lado hubiera logrado entrar sin que me diera
cuenta. Afortunadamente esto no sucedi� y antes de que volviera a intentarlo
sal� afuera para impedirlo.
Un muchacho, rubio y apuesto, tal ves de 18 a�os estaba
tratando de entrar.
Se te ofrece algo? � dije interponi�ndome en su camino.
Busco a mi padre � explic� el chico tratando de entrar
nuevamente.
Est� dentro � le inform� � pero por ahora est� ocupado,
ser� mejor que esperes un poco.
Con cara de extra�eza, el chico se sent� en un banco cercano,
mientras yo espiaba lo que ocurr�a dentro. Humberto hab�a arrancado la toalla
del sujeto mientras �ste continuaba su excelente trabajo bucal, y sin perder
ninguna de sus lamidas y besuqueos le tanteaba las nalgas, busc�ndole el
agujero. El hombre arqueaba la espalda, extendiendo el trasero, exponiendo ante
mi mirada el ojo de su culo, que ya mi querido cu�ado encontraba y penetraba con
uno de sus gruesos dedos.
Tragu� saliva mientras volteaba a vigilar al chico, que desde
el banco me miraba con suma atenci�n.
Est�s caliente � dijo el chico se�alando la abultada e
inequ�voca pista bajo la toalla que me cubr�a.
Me qued� mudo, sin poder rebatir algo tan notoriamente
evidente.
Y seguramente ser� por algo que est� haciendo mi padre
all� dentro � complet� con la misma tranquilidad.
Tampoco tuve forma de negar su simple y rotunda deducci�n. La
mirada del chico viaj� desde mi culpable rostro hasta la carpa de circo que se
levantaba bajo mi cintura. Se puso de pie y se acerc� sin perder el contacto de
nuestras miradas. Me acarici� la verga sobre la toalla y me empuj� a un lado
suavemente.
D�jame verlo � susurr� en mi o�do sin soltarme la verga,
y no hall� forma de negarme.
Juntos, atisbamos por la peque�a ventana y juntos observamos
como Humberto acomodaba al padre del chico en cuatro patas sobre los tablones
superiores y le habr�a las blancas y masculinas nalgas para darle una soberbia
mamada de culo.
Caray � musit� el chico suavemente � nunca pens� ver a mi
padre en estas cosas - confes�.
Debe ser chocante para ti ver algo as� � le dije mientras
me pegaba a su cuerpo desde atr�s, sintiendo su piel fresca y suave junto a
la m�a, tan sudorosa y excitada.
Mas bien es extra�amente excitante � contest� empujando
su peque�o trasero contra mi cuerpo, restreg�ndose contra mi miembro,
dolorosamente duro.
Ya lo creo que s� � dije metiendo una mano bajo la toalla
que envolv�a al chico, encontr�ndome un par de duras y firmes nalguitas,
tensas y maravillosamente tersas, como s�lo un adolescente puede poseer.
Dentro, mi querido y bien dotado cu�ado hab�a terminado de
humedecer con su saliva el caliente culo del padre, por lo que ya se estaba
posicionando tras sus nalgas y con la gruesa manguera en la mano se preparaba
para penetrarlo.
Mira eso � le dije al hijo mientras comenzaba a buscar
con mis dedos el mismo agujerito que su padre all� dentro estaba a punto de
entregar.
Lo estoy viendo y no lo creo � contest� el muchacho, con
un leve quejido al conseguir lo que buscaba, enterr�ndole uno de mis dedos
en su apretado conducto anal.
Humberto hab�a empezado ya a meterle la verga al hombre, y
�ste, con una mueca de dolor y placer ten�a cerrados los ojillos mientras
agachaba la cabeza y paraba la cola, trag�ndose poco a poco la gruesa y
monumental herramienta de mi cu�ado. Cent�metro a cent�metro, su verga comenz� a
desaparecer dentro de su cuerpo, mientras el hijo y yo mir�bamos extasiados todo
el proceso.
Puta madre! � exclam� el hijo � pero si se la ha tragado
completita � dijo admirado.
Los hombres somos capaces de muchas cosas � dije nada m�s
por decir, cuando las palabras realmente sal�an sobrando en aquella escena
imposible de explicar.
Quiero que hagas algo � dijo el chico d�ndose la vuelta y
mir�ndome a los ojos.
Lo que quieras � le contest� sin pens�rmelo siquiera.
Entra all� y m�tele la verga en la boca � pidi� como
cualquier cosa.
El chico hab�a resultado m�s pervertido que los tres adultos
juntos, pero el juego me gustaba y la petici�n me gustaba todav�a m�s. Entr� al
sauna, donde ya el vapor se hab�a casi terminado, pero el calor de los cuerpos
era suficiente y nadie lo extra�aba.
Al escuchar la puerta el hombre abri� los ojos y me mir� con
mirada de pronto asustada.
Has visto a mi hijo? � pregunt� preocupado, aunque sin
perderse ni una sola de las brutales embestidas del enorme pist�n de mi
cu�ado, que le bombeaba el culo sin piedad alguna.
No � le contest� quit�ndome la toalla � no te preocupes,
que no lo he visto � dije mientras me acariciaba la verga frente a sus ojos,
de pronto �vidos.
Mi cu�ado tambi�n me miraba. Sus ojos en mi verga eran como
una caricia deseada y prohibida. De pronto desee su boca en mi verga y me
acerqu� a �l en vez de acercarme al padre, como hab�a prometido.
Quieres saludar al peque�o? � le dije mene�ndome la verga
frente a sus ojos, acarici�ndome el tronco y los huevos mientras me iba
acercando lentamente.
Ni tan peque�o � acept� con una media sonrisa, donde su
lengua traicionera sali� por cuenta propia, descubriendo su deseo de probar
mi verga.
Me puse al alcance de su boca, y mi cu�ado, aquel que sol�a
burlarse de mis hipot�ticas proporciones no tuvo el menor reparo en engullirla
de inmediato. Fue un alivio para mi creciente excitaci�n. Su lengua fresca y
caliente al mismo tiempo me hizo temblar de pies a cabeza y me dej� mamar la
reata por aquel hombre tan querido y cercano, en un instante perfecto de pura
pasi�n sensual.
Tras la puerta, el chico miraba todo con suma atenci�n.
Record� mi promesa y saqu� la verga de aquella boca golosa para llevarla hasta
la del hombre, que sin mayor dilaci�n me la mam� tambi�n, mientras mi cu�ado
arreciaba sus acometidas al ver como el caliente sujeto recib�a verga por los
dos extremos. El tipo estaba completamente emputecido, y se meneaba como la
mejor de las putas d�ndonos placer a los dos por igual. Qui�n lo dijera.
Record� las nalguitas apretadas y tersas del chico que nos
miraba, y caliente a mas no poder, abandon� de nuevo el sauna. Me esperaba
impaciente. Se hab�a quitado la toalla y se masturbaba furiosamente mirando lo
que suced�a dentro. No necesit� ni siquiera lubricarlo. Le acerqu� la verga al
culito y �ste se abri� como una puertecita m�gica y perfectamente aceitada para
recibirme. Comenzamos a gemir casi al un�sono, de forma descontrolada, mientras
lo claveteaba contra la puerta, sin importarme el ruido y que los de dentro se
percataran de nuestra presencia. En realidad estaban tambi�n llegando a su
cl�max, y poco o nada se daban cuenta de lo que suced�a en el exterior.
Mientras me cog�a al muchacho, mi cu�ado explotaba dentro del
culo del padre, y generoso como era, le dio la vuelta y se puso a mamarle la
verga mientras le enterraba tres dedos en el dilatado ano, haciendo que el
hombre tuviera tambi�n un incre�ble orgasmo.
Por mi parte, las apretadas nalgas del chico me hicieron
venirme en cuesti�n de segundos, mientras �l se masturbaba sin dejar de ver lo
que su caliente progenitor hac�a all� dentro. Explot� tambi�n frente a la
puerta, y los disparos de semen se estrellaron all�, escurriendo hasta el piso
mientras yo me escurr�a dentro de su cuerpo.
Debo irme � dijo el chico cuando apenas termin� de
sacarle la verga � mi padre est� por salir y no quiero que descubra que lo
he descubierto yo a �l � explic� lo que sonaba extra�amente inexplicable.
Anda � le dije ya vi�ndolo partir, enroll�ndome en la
toalla justo cuando el hombre sal�a ya del sauna.
El hombre sali� casi cohibido, con esa mirada perdida que
ponemos al salir de la oscuridad del cine a la brillante realidad de una d�a
soleado. Se despidi� r�pidamente, agradeci�ndome por mi celosa vigilancia. Casi
logr� hacerme sentir culpable, pero logr� recuperarme y entr� de nuevo al sauna
a buscar a mi cu�ado.
Eres un maldito cabr�n con suerte � me dijo Humberto,
totalmente desnudo y despatarrado sobre los bancos del sauna.
Porque lo dices? � pregunt� mientras me sentaba a su
lado, todav�a maravillado de aquel enorme cuerpo velludo y del goteante pene
oscuro, ya un poco deshinchado, con hilillos de semen resbalando de la
gruesa y bulbosa cabeza.
Porque ten�a toda la intenci�n de masacrarte a ti,
querido cu�ado � me explic�.
Masacrarme a m�? � pregunt� sin poder evitar re�rme del
inusual t�rmino.
Cogerte, pendejo � me aclar� � no te hagas que no me
entiendes.
Acept� con una sonrisa que le entend�a.
Pero se me atraves� este cabr�n en el camino y los planes
cambiaron � continu�, sob�ndose la verga distra�damente.
As� son los negocios � dije poni�ndome de pie � uno hace
planes � camin� un poco frente a �l � apuesta por un resultado � camin� unos
pasos m�s y me desanud� la toalla � y las cosas no siempre resultan como las
imaginamos � solt� la toalla, que cay� a mis pies.
Estaba de espaldas a Humberto. Le mostraba las nalgas a mi
cu�ado, de forma totalmente vulgar y provocadora, y el hombre, apenas
recuper�ndose del vigoroso sexo que acababa de tener, mir� mis bien trabajados
gl�teos y se relami� los bigotes.
Me agach� a recoger la toalla, sabedor de que su mirada me
acompa�aba en el trayecto.
Pero siempre habr� otra oportunidad de hacer un buen
negocio � termin� mientras abr�a un poco las piernas, dej�ndole ver mi
trasero abierto e invitador � no lo crees?
Me dio una nalgada mientras se pon�a de pie. Su verga
comenzaba a endurecerse, y yo busqu� la puerta a toda prisa, porque ese negocio
se har�a en otra parte y en otro momento, cuando llevara las de ganar y cuando
la apuesta se inclinara a mi favor.
Vayamos por una copa � le dije a mi cu�ado fuera del
caluroso sauna, oblig�ndole de esa forma a enrollarse la toalla y seguirme.
Hablaremos de nuestros futuros negocios? � pregunt�
sob�ndose la verga, gruesa bajo la toalla.
Ya veremos � contest� � ya veremos.
Si te gust�, h�zmelo saber.
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