Recuento de los acontecimientos. El encuentro de un moreno de
uno noventa, cuerpo de agradecimiento y aptitudes carnales totalmente
recomendables, dio un giro a mi vida en este d�a. El otrora esquivo y reticente
al masaje f�sico, se encuentra ahora exhausto y confundido. Domina mi mente ese
esp�ritu de culpa, del "y ahora qu�". Reforzaban mi permanencia en esta
habitaci�n, las ganas de continuar explorando la capacidad e inventiva de mi
nuevo amante.

Todo estas ideas se agolpan, mientras un cuerpo yace sobre de
mi. Sus brazos enormes y desmoronados, mientras sus manos establecen contacto
con mi cuerpo, abiertos suplicantes, de que esto no termine. Su cara, su sudor y
su respiraci�n fumigan en mi pecho, cualquier duda que me pudiera caber. Una
parte de �l, me lo agradece, la otra perdida en este tiempo de descanso. Su
ombligo peludo, su torso picante, su hombr�a descansando en mi pierna,
aletargada, pero poderosamente atrayente. Hiedra hecha cuerpo que repta sobre m�
y me aprisiona. No pienses, me digo, no pienses.

Estoy en desventaja, �l perfumado por el ba�o y yo, apestoso
de todo un d�a de no probar las mieles de la limpieza. Ardo en ganas de
continuar esta batalla, pero mi inteligencia me dice que primero debo de limpiar
este cuerpo. Comienzo el movimiento de huir al ba�o, transmitiendo el
sentimiento de que permanezca �l aqu�. Logro mi objetivo y me levanto, mientras
�l descansa en este sof�.

Algo me dice que debo de cuidar mis pertenencias, tomo mi
ropa y me dirijo al ba�o. Desalojo mis interiores y comienzo la rutina poco
com�n del lavado externo y sobre todo, el interno. Destrabo la peque�a regadera
y fustigo cualquier indicaci�n u olor interno. Razono poco a poco, la
informaci�n que tengo e indebidamente me entran sentimientos de culpa.

Ahora con mis aromas de c�tricos y mieles en mi cuerpo, me
siento m�s confiado y el calor me invade. Ese calor de recordar su cuerpo, mis
besos y los de �l. Cierro los ojos, la espuma y el agua corren en raudales.

Mi tiempo favorito se est� realizando, yo con mi mano,
continuo tallando, todos mis pliegues y mis carnes. Acudo a mis piernas y mis
pies, inclinando el cuerpo, para que mis manos lleguen a esas partes. Ya sin
miedo, solo un poco de sobresalto, quiz�, me invade al sentir su presencia. �l
est� exactamente atr�s de m�, portentoso, tomando ventaja de mi posici�n,
queri�ndose ba�ar ahora conmigo.

Como ya cont�, su erecci�n es de las que se pegan al cuerpo.
Est� caliente y energizado, tanto que, junta su cuerpo a mis nalgas, abriendo
con la parte inferior de su erecci�n mis nalgas. No mames, esos si son tama�os.
El grosor de su verga, en su parte baja, es causal de que mi boca sude, con esa
saliva que derramo con el agua. No me atrevo sino a abrir mis piernas, invitando
a que contin�e el movimiento de follar, para arriba, para abajo.

Mi sangre se agolpa, mi erecci�n se pasma. Me incorpora y me
abraza por detr�s. Pego mis hombros a los suyos, desfallezco en su abrazo. Sus
manos se cruzan hac�a abajo, circulando mi cuerpo, sin encontrarse en mi. Siento
esa fuerza energ�tica que pretende romperme los huesos. Ubico mis manos en sus
nalgas, favoreciendo m�s el contacto. El labio inferior de su boca, lame ese
huesito prominente de mi espalda y que nace en la parte posterior de mi cuello.

Estoy quej�ndome en peque�os gritos callados, de los que solo
se oyen en momentos de gran pasi�n. Sus manos se dirigen a cerrar el agua de la
ducha. Siento como cada pelo de su ombligo en mi espalda, junto con un habitante
de su cuerpo enorme, desgarra mi desconfianza.

As� mojados, sin quejarme del agua que vamos dejando,
caminamos, en esa posici�n a la rec�mara. No me ha abandonado. Yo tratando de
mirar, pero las sensaciones no me dejan. En la orilla de la cama, sin hablar,
hace que me hinque en la orilla, mirando hacia la pared, cerrando ahora los
ojos, ante lo que se avecina.

Hincado, siento en la parte de atr�s de mi cerebro, como su
falo portentoso me ordena que deposite mi torso en la cama. �l se hinca tambi�n
y comienza la labor de saborear mis nalgas, primero son peque�os mordiscos, en
la parte superior de mi camino, luego en una y otra nalga. Siento como sus manos
las abren m�s y su saliva se mezcla en el pelo de mi orificio. Sus lamidas van
desde mis huevos hasta mi espalda. Su mano derecha abierta, su dedo pulgar abre
mi carne. Lame y lame, huele bien, porqu� as� me gusta a mi. Es fuerte la
penetraci�n de su pulgar, siento como su u�a crecida, desvencija mi tubo anal.
Alg�n defecto deber�a de tener.

Es agresivo en lamerme y penetrarme. Yo con mis brazos
abiertos sobre la cama, comienzo a morder la colcha mullida. Siento con mi piel
m�s escondida, lo rugoso de su lengua que me invade. Siento mucha humedad, de la
pegajosa, de la viscosa que permanece y favorece.

Se tira sobre de mi, inmacula el contacto. Siento nuevamente
como est� pegada y orgullosamente erecta su vergota. Besa mis hombros, mi
cuello, mi cara de lado. Engarza y entrelaza sus dedos a los m�os. Palpita su
erecci�n. La dirige de arriba abajo en la uni�n de mis nalgas. Engancha por
instantes su punta en mi ano y contin�a calent�ndome,

D�jamela ir, cabr�n, ll�name lo que ans�o. Digo en mi
voz, la del putote que siempre traigo en mi ser.

Su mano indica la direcci�n de su anaconda. Mi ano se
contrae, descapotando su cabeza, en su verga sin circuncisi�n. Tama�o tal, que
desfoga un grito, nuevamente y no de queja. La anatom�a carnosa de su
instrumento, comienza a abrirse paso en mi peque�a cavidad, abriendo camino. Mi
anillo exterior lleva la peor parte.

Est�s ardiendo. Su voz corta y gutural, me indica, cual
term�metro de esta cogida, la raz�n de estar aqu�.

El guante de mi intestino, saborea la humedad que me provoc�
su saliva y mi limpieza. Mi anillo interior, mi tacto interior, advierte la
forma de su cabeza, de c�mo sigue avanzando sin piedad.

Con calma o me matas. Asevero, suplico.

Cada mil�metro que entra, crece en dimensiones, ya que su
pitote es m�s grueso en su ra�z. Sus manos me aprietan m�s, me incitan a
cooperar, pero no puedo ni moverme, por su peso, ni quiero hacer nada, por
peligro de que algo se rompa.

Siempre a un lado de mi cama conservo las pociones para
facilitar estos trabajos.

Ponme cremita, no mames guey, est� a un lado de la cama.
Imploro clemencia ante el tormento de recibirlo as�.

Procede al ritual de sacar lo poco que entr� y de tomar
cantidades respetables del lubricante. Ahora, creo yo, lo esparce en todo �l,
ahora lo introduce en todo yo.

Reinicia el andar y si, el milagro qu�mico sucede. Ya sin
tanto dolor, he perdido tacto, pero un sentimiento de plenitud me invade.
Introduce, poco a poco, lento, lento, eso que ahora me est� volviendo loco.

R�gido y con mucho cuidado, est� plenipotenciario en mi
cuerpo. Parece chiste, pero veo estrellas y pronto por mi boca, saldr� el
instrumento que me ensarto. No es para tanto, pero los vellos recortados de su
pinga, pican en mis nalgas. Estoy cabr�n, nunca hab�a tenido algo semejante
alojado en m�.

7

Esa energ�a del macho penetrando, esa varianza de sensaciones
que se distinguir, cuando en cada acometida soy suyo, ese nublado mental que se
posesiona de mi mente cuando soy cogido, eso que distingue y permanece en cada
c�lula de mis partes sensibles. Todo eso, que �l me est� haciendo y yo
desfalleciendo de placer. Ese golpeteo caracter�stico del macho en brama
permanente. Todo eso, me hace sentir que le gust� y que est� tambi�n disfrutando
meti�ndola y sac�ndola. Todo el �mpetu que pone en golpear con su cadera mi
cuerpo, sus manos apretando las m�as, me indican gozo, sabor caliente que me
inunda.

Su dureza inc�lume y con completa garant�a, hacen que mi
cuerpo produzca l�quidos en mi pene. Hacen que revolotee mi cabeza. Sus manos me
sueltan y me toman de mis hombros, se introducen en mi pecho, extinguen mis
pezones erectos. Su mano derecha, con la que no escribe, porqu� es zurdo, toman
mi pito y lo chaquetea. Quiere que terminemos juntos, pero yo no quiero terminar
todav�a esta rara historia. Mi mano izquierda, con la que no escribo, la
introduzco debajo de mis huevotes, grandes y pegados a mi cuerpo, se�al de que
algo va a venir. Palpo el grosor de mi acompa�ante en este placer, me calienta
palpar su rigidez.

Si est�bamos antes totalmente uno encima del otro, ahora nos
encontramos de rodillas y a la vez erguidos, ya separados de la cama. Cada
empuje de su verga, me avienta, cada arremetida de su mano en la m�a, hace que
declare tempestad.

El gran final de este episodio se acerca, los tambores en mis
sienes y o�dos, el vaiv�n de sus movimientos, me acercan a ese climax diferente
a los anteriores. Lo admito, me fascina la verga, me fascina hacer que crezcan y
que as� permanezcan. Su piel me embriaga, su mano agolpa el semen que no tarda
en salir. Mi culo hace su labor. Antes de venirse, me la saca toda y sin
miramientos me la mete hasta all�, hasta lo perdido que soy. Explota y me
inunda, la saca y la vuelve a meter, grita, me enaltece su enjundia. Otra vez va
por m�s y lo vuelve a hacer, vuelve a gritar.

No desaprovecho el nivel de mi calentura y grito ahora yo,
apretando las nalgas, tratando, sin poderlo hacer, de cerrar mi ano, para que yo
aviente mis mecos en su mano y en la colcha. Aprovecha este instante, para que
por tercera vez, lanzar en su venida, m�s chorros en mi ser.

Caemos al un�sono en la cama. Se va a quebrar. Poco me
importa lo puto que me siento y satisfaciendo mi gusto, permanece dentro de mi.
Ense�o mis dientes, mis l�grimas afloran un momento y perplejo me quedo.

Hasta ahora no mucho se ha escrito, espero haber reflejado y
espero haber logrado que sientas lo mismo, que yo he sentido.