Relato: El regalo de Pablo (6)





Relato: El regalo de Pablo (6)


Si no se leen los cap�tulos anteriores, ser� dif�cil tomar el
hilo.




. .. . . . . .




Al d�a siguiente, antes de bajar otra vez a la playa, Pau
decidi� llamar a�n m�s la atenci�n sobre sus propiedades y escandalizar tambi�n
m�s si cabe al personal. Se fue con sus esclavas a una peluquer�a y de all�
salio Ivana con el pelo cortado lo chico, bastante corto, y Elena con la cabeza
absolutamente rapada.



Elena sufri� lo indecible durante los paseos de exhibici�n de
sus cuerpos. No lograba controlar el sofoco que le produc�a la verg�enza y si no
hubiera sido por su espl�ndida tez tostada, hubiera delatado el tremendo rubor
de su cara.



Par colmo de males, Pau las orden� jugar a palas y despu�s a
voleyball.,con lo que sus soberbias y libres tetas se bamboleaban excitando a�n
m�s la l�bido de los varones, muchos de los cuales comenzaron a concentrase
indisimuladamente en la parte de la playa donde estaba el tr�o. Un no menos mal
trago pasaban las dos mujeres cuando ten�an que agacharse a recoger la pelota
mostrando sin remedio el agujero del ano, imposible de tapar por el cordelillo
del min�sculo tanga, ya que Pau las orden� agacharse sin flexionar las piernas.
Agacharse as� era muy dif�cil para Elena por culpa del trip�n a punto de
reventar y, a la humillaci�n general que sent�a, se un�a la c�mica y torpe
postura conque recog�a la pelota mientras mostraba el agujero de su culo a toda
la tropa de observadores.



Para remate, cuando les orden� sentarse en las tollas a su
lado, empez� a magrearlas poniendo especial empe�o en estrujar las ubres de
Elena hasta que comenz� a manar leche. Tan fuerte las estrujaba que saltaban
algunos chorros a m�s de un metro.



Elena estaba segura de que terminar�an los tres en la
comisar�a, pero no ocurri� y regresaron al apartamento con Pau caminando
orgullosamente delante de ellas que iban tomadas de la mano como dos lesbianas.



Despu�s de ducharse y vestirse con unos atuendos que, por lo
poco que escond�an y lo mucho que acentuaban, m�s les val�a estar desnudas,
salieron a comer y por la tarde a pasear por la ciudad donde causaron tanto
esc�ndalo como en la playa. Por la noche se las llev� a una discoteca de moda,
no sin antes animarlas a que se entregasen a una sesi�n l�sbica pero sin
permitirlas alcanzar el orgasmo para tenerlas bien calientes toda la noche.



En la discoteca las instruy� para que bailasen con cualquiera
que se lo solicitase y permitiesen toda clase de sobeteos, incluso provoc�ndolos
ellas. No fue nada dif�cil tener a una docena jovenzuelos danzando a su
alrededor con el m�stil dolorosamente comprimido en los pantalones. Hay que
decir que la ropa que llevaban tambi�n facilitaba el acceso de las manos a
cualquier parte y singularmente de las de Elena, con su barriga descaradamente
al aire e indefensa a cualquier mano osada. Curiosamente, la pre�ada era la m�s
acosada por los salidos muchachos.



Pero no termin� ah� la cosa. Abandonaron la discoteca con los
doce mozos invitados por Pau a su apartamento y �stos pasaron una noche que
dif�cilmente repetir�an en su vida. Ninguno de ellos hab�a imaginado a qu�
extremos puede llegarse en el uso de un cuerpo de mujer sumiso y entrenado
expresamente para cualquier perversi�n sexual y en cualquier circunstancia. Pero
esta aventura y otras que sucedieron en esas vacaciones ser�n objeto de otros
relatos.



Regresaron a Barcelona con el tiempo justo para el parto, ya
que sin duda los excesos cometidos por Elena esos d�as aceler� la puesta en el
mundo de su criatura. Pari� en casa atendida por Aurelia, la jamona negra, que
se llev� al beb� para entregarlo a la pareja con la que Pau hab�a concertado la
venta de su nueva hermana. Dada la descomunal abertura que pod�a alcanzar el
co�o de la madre, la cr�a no tuvo el menor problema para abandonar la acogedora
barriga. Obviamente, Elena fue puesta en explotaci�n apenas termin� la
cuarentena tras el parto y hubo de comenzar a trabajar con el cr�neo pelado,
porque Pau orden� a Aurelia que la afeitase la cabeza cada dos d�as.



Como Ivana ya hab�a comenzado a ser aprovechada en la SEC,
puso al corriente de sus obligaciones a su compa�era durante las horas de
descanso en sus respectivas jaulas del s�tano.



La SEC se encargaba de gestionar la obtenci�n de beneficios
de las esclavas en el tiempo que sus due�os prescind�an de ellas. Beneficios
que, en Catalu�a, en Espa�a, o en cualquier pa�s europeo eran enormes.



As�, Elena e Ivana formaban parte de los recursos materiales
de la SEC para la obtenci�n de lucro de sus socios. Las esclavas resid�an en las
diversas dependencias de la entidad de conformidad con los deseos de sus due�os.
Seg�n unas complejas f�rmulas en las que entraban variables como tiempo de
disposici�n al servicio de la SEC, tipolog�a de los servicios para los que
estaban disponibles, edad, catalogaci�n general del cuerpo por los socios, raza,
e innumerables otras variables definidas por volumen pectoral, anchura m�xima de
orificios, tersura de piel, ornato de sus carnes, entrenamiento recibido, etc...
y, fundamentalmente, por la demanda de sus servicios, medidos por los ingresos
que obten�an, as� eran evaluadas las participaciones de los socios.



Pau no dud� en conceder a la SEC la explotaci�n de sus
propiedades durante una quincena seguida al mes y los fines de semana de las
otras dos (los fines de semana deb�an trabajar porque eran los m�s productivos)
y adem�s sin ninguna restricci�n en el disfrute de sus cuerpos salvo que hubiese
posibilidades de deterioro, en cuyo caso se le deb�a consultar a fin de evaluar
si el desperfecto de la esclava era acorde con los beneficios obtenidos de la
actividad causante del mismo. Es obvio de que del tiempo de cesi�n se deduc�an
los tiempos en que la esclava estuviese con la menstruaci�n, tambi�n con la
excepci�n de que alg�n pervertido desease usarlas en ese lamentable estado.



La industria de las dos esclavas funcion� magn�ficamente en
el sentido mercantil. Elena era, en las estad�sticas de la SEC, la cuarta
esclava m�s productiva e Ivana la novena. A Elena le ganaban una ni�a de 14
a�os, una escultural afroasi�tica de 18 y otra hermosa rubia eslava de 19. Pero
deb�a ser por la cuesti�n del exotismo, porque en las encuestas de satisfacci�n
que se hac�an a los clientes por los servicios individuales siempre estaban
Elena la primera e Ivana la tercera. A Ivana le ganaba la afroasi�tica en este
aspecto.



La explotaci�n que hac�a la SEC de sus "recursos materiales"
se fundaba en la prostituci�n de lujo y para servicios depravados.
Ordinariamente las sumisas se exhib�an en un espect�culo de sexo en vivo,
siempre variado, ante socios y no socios. Tras ello eran subastadas entre los no
socios para que disfrutasen a su gusto durante ocho horas utilizando cualquiera
de las instalaciones de los diferentes establecimientos de la sociedad, desde
habitaciones de lujo a salas de tortura y granjas de animales. Los socios de la
SEC ten�an oportunidad gratuita siempre que la esclava estuviera desocupada de
un servicio de pago. El negocio es el negocio.



Otra actividad para la explotaci�n del g�nero era la
industria del cine o la fotograf�a porno; las esclavas siempre estaban
disponibles para ser sometidas a aberraciones cuyas escenas solamente era
posible encontrar en los circuitos de distribuci�n clandestinos. La disposici�n
de Elena a ser follada por animales, sobre todo simios, y la de Ivana a aceptar
ni�os o ni�as las hizo muy rentables.


El resto de horas disponibles era aprovechado en la
prostituci�n ordinaria o en su perfeccionamiento como sumisas con diversos
ejercicios y tratamientos f�sicos.



El provecho industrial del cuerpo de su madre y de Ivana por
Pau le enriquec�a, aunque provocaba conflictos en el �mbito familiar. Con el
paso del tiempo, Pau se acostumbr� a tener en su cama habitualmente el jugoso y
abundante cuerpo de la negra Aurelia, y por ello, su novia Silvia, decepcionada
por el abandono, ya que su minor�a de edad no le permit�a pasar las noches fuera
de su hogar familiar, fue decantando su afecto por el m�s af�n a su edad que era
Tom�s, el hermano de Pau.



Una an�cdota ilustrar� la confusi�n familiar:



Se encontraba un d�a Tom�s sodomizando a su madre, prestada
al chaval por Pau, estando ella tendida de espaldas sobre la mesa de la cocina,
mientras la opulenta negra Aurelia ordenaba los cacharros. Tom�s hab�a metido,
adem�s de la polla, los test�culos dentro del ano de su madre y le hab�a metido
tres dedos en la expuesta vagina, cuando a Elena le dio por preguntar sobre sus
notas en el instituto.



Por cierto que esa quiz� fue la �ltima vez que habl�. Desde
que se le implantaron las tres bolas de piercing en la lengua cada vez hablaba
menos, quiz� por la dificultad o quiz� porque no encontraba cosa importante que
decir, excelente cualidad en una sumisa. Desde ese d�a nadie recuerda que dijese
nada.



En tal tesitura, y quiz� porque la pregunta de Elena le cort�
el cl�max a su hijo, Tom�s se puso violento y con la mano izquierda, que ten�a
embutidos los dedos en el co�o de su madre, comenz� a estirar brutalmente
mientras con la palma de la derecha golpeaba sus tetas.



- A mi una cerda esclava no me interroga. �Lo entiendes,
sucia mierda? O te lo digo m�s claro y te rompo el asqueroso co�o.



El asunto lo interrumpi� Aurelia sacudiendo con toda su
fuerza -no poca- una tabla de cocina sobre las nalgas del adolescente.



- Mira ni�o: Pau es el due�o de esta hembra y te la ha
prestado solo para tu placer, pero la hembra es a la vez tu madre y te qued�
bien claro que foll�rtela no significaba que estuvieras exento de obedecerla
como madre. Sal de aqu� y le contar� al se�orito Pau lo que has hecho.



Ese d�a Pau entendi� bien claro que su madre ya no podr�a
ejercer autoridad de ning�n tipo sobre nadie porque su voluntad estaba
absolutamente quebrada. Como �l hab�a querido y por fin conseguido.



Encomend�, ante todos presentes, el gobierno y el orden de la
casa a la negra Aurelia.



CONTINUAR�.


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