Perro de Alquiler IV
Mi vida hab�a tomado un cause gris y trist�n, si no estaba en
la calle entregando el culo al que mejor me lo pagara, estaba solo en mi casa,
haciendo nada m�s que envejecer, as� como lo oyen, envejecer. Hay muchas maneras
de asesinar el tiempo.
Acostado boca arriba en mi cama, imaginaba tener la cara
llena de semen, resbal�ndose por mis mejillas, la lengua buscando reunir lo m�s
posible para poder saborearlo. Imaginaba tener el culo abierto luego de ser
barrenado con furia por una rabiosa verga, larga, gruesa y venosa. Ve�a el
espeso pelambre de mi cuerpo mojado por el sudor, y yo jadeante, fam�lico,
feliz, excitado� caliente.
As� era como quedaba ahora luego de cada cogida que me
met�an, feliz, fam�lico y caliente. No me mortificaba tanto el hecho de
venderme, como el hecho de gozarlo, eso me hac�a sentir sucio, traicionero, una
mierda en resumen.
Y no solo era el hecho de venderme, no, ahora ya gozaba con
el dolor, la humillaci�n, la vejaci�n. Ahora cuando me ten�an sometido, mi pene
crec�a y engordaba mucho, palpitando y estremeci�ndome ante el m�s m�nimo roce.
Y mi voluntad, desaparec�a.
Hay muchas an�cdotas que les podr�a contar para ilustrar
esto, muchas la verdad�
���AAAGGGHHH!!!� ���AH!!! ���AH!!! ���AH!!!
�T�mala perro! �T�mala!
���AAAGGGHHH!!!� ���AH!!! ���AH!!! ���AAAYYYYYY!!!�
���OOOGH!!!� ���ME PARTE!!! ���ME PARTE A LA MITAD!!!� ���AAAAAAHGGGGGHHHHH!!!
�As� te gusta infeliz!
���AASGGHHHH!!! ���AAAGGGGHHHH!!!
Acostado boca arriba sobre la cama rechinante de ese motel,
piernas sobre los hombros de mi semental de turno, fasies deformada y tensada en
un gesto doloroso, y aferrado de las s�banas, su servidor prestaba su culo a
quien hab�a pagado caro por el, que result� ser un enorme asesor econ�mico
venido de Suecia que me encontraba suculento. Cualquier felicidad que me hubiese
podido dar algo en mi l�gubre vida se desvanec�a entre los poderosos brazos de
ese coloso rubio, convirti�ndose poco a poco en un libido enfermo y lleno de
perversi�n.
El gigantesco pene del tipo perforaba salvajemente mi m�s que
dilatado ano, sujet�ndome fuertemente de los muslos. Gritaba y bufaba del dolor
que sent�a al ser atravesado de esta manera, pero en el fondo me encontraba
tremendamente excitado. Ya estaba acostumbrado a no ser m�s que un simple puto,
un objeto sexual, algo que puede ser usado para darse placer, y ya le hab�a
hallado el gusto a la situaci�n, aunque me mortificaba enormemente.
�Mast�rbate puto de mierda!
���AH!!! ���AH!!! ���AH!!!� ����AAAGGGHHH!!!!
Tom� mi m�s que hinchado falo, 18 cm. de carne dura y
caliente, entre mis manos y lo comenc� a frotar y a sobar. Entre aullidos de
dolor me sobrevino la dulce conmoci�n que precede al placer del cl�max. Eyacul�
furiosamente varios chorros de semen que cayeron y se esparcieron sobre los
cuadritos de mi abdomen. El gigante sueco segu�a, mientras tanto, dando buena
cuanta de mi cuerpo sumiso, y me limitaba a abrirme de piernas lo m�s que pod�a
y de jalar mis nalgas con las yemas de los dedos para tratar de facilitarle el
paso al monstruo largo de carne que me barrenaba las entra�as.
Los minutos se me hicieron eternos. El sueco seguramente era
de la idea de "Alquil� un culo para coger y me lo voy a coger". Yo ya no era m�s
que eso, un simple, redondo, carnoso y abultado culo peludo, un delicioso
agujero donde poderse masturbar.
Agarr�ndome violentamente del pelo, me tir� al suelo, se
quit� el cond�n y derram� sobre mi el contenido entero de sus test�culos.
Chorros y chorros de blanca esperma europea cubrieron el rostro del pobre puto
que se afanaba por tragar y degustar todo lo que pod�a, no porque su cliente as�
lo hubiese exigido, sino porque el as� lo quer�a. Nunca pod�a dejar de saborear
el n�ctar de mis amos, por salvajes e inhumanos que hubiesen sido conmigo
durante la cogida. No, yo era un esclavo del deseo, del placer, de la piel y de
la carne, y del semen.
El sueco me dej� all� tirado al pi� de la cama, completamente
desnudo. Mi velludo cuerpo estaba cubierto de sudor, sudaba a mares despu�s de
tan brutal ejercicio. Mi pene fl�cido descansaba entre mis piernas exhausto, no
pod�a dar m�s. Y mi ano estaba peor, pocas veces recordaba haber sido revolcado
de esa manera, muy pocas. Mi orificio trasero estaba abierto e irritad�simos,
tem�a que lo hubiese desgarrado. Jadeaba y respiraba aceleradamente, mi coraz�n
segu�a excitado y mi alma adolorida, tambi�n pocas veces me hab�a sentido tan,
tan� tan cosa, tan poca cosa. Me gustaba la sensaci�n, es cierto, pero en el
fondo odiaba ser un objeto desechable.
Miraba al sueco visti�ndose, pensando en sus asuntos, metido
en sus cosas, como si nada hubiese pasado en ese cuarto, como si yo no estuviera
all�. Me impresion� de la presencia de ese tipo, tan alto, tan corpulento. Su
espalda ancha parec�a un pared�n, con esos m�sculos grandes y duros tan bien
marcados. Sus abdominales formaban un perfecto six pack (un poco mejor que el
m�o), sus piernas parec�an 2 troncos gruesos y fuertes, sus nalgas redondas,
grandes y duras, muy carnosas; solo la cara desentonaba un poco, no me gustaba
su cara. Era malencarado, nariz�n, feo. Sus ojos azules no ayudaban, pues
sum�ndole su piel blanca como la nieve, destilaban frialdad, la frialdad de un
asesino en serie.
Me dej� sobre la mesa mi paga, dentro de un sobre, y me
dirigi� una sonrisa sucia y c�nica que no me agrad� para nada, me molest�. Pocos
clientes me hab�an parecido tan desagradables.
Me puse de pi� trabajosamente, me dol�a horriblemente el culo
y el cuerpo, de verdad que me dieron muy duro. Me vest� sin prisa y sal�. Ped�
un taxi que me llev� hasta un parqueo p�blica y all� abord� mi carro. No me
gustaba usar mi carro para llegar a las citas, los clientes se ponen abusivos si
lo ven llegar manejado. Y peor si es un carro mejor que el de ellos.
Conduje hasta la casa, met� el carro en el garaje y entr� a
la sala. Fui a la cocina por un refresco, luego sub� a mi habitaci�n y me cambi�
de ropa por una m�s c�moda. Me qued� sentado sobre la cama mirando el retrato de
mi mujer y mis hijos. Los 4 sal�amos all�, sonri�ndole a la c�mara como una
familia feliz que �ramos, Luc�a, Arturito, Lucy y yo. Pero eso era antes, antes
de que perdiera mi trabajo y no hubiese podido hallar uno nuevo.
Ya nada era igual, nada. Todo a mi alrededor me parec�a
irreal, no me parec�a que fuera verdad. A veces, por las ma�anas, me despertaba,
aun con los ojos cerrados. Estiraba las manos buscando la calidez del cuerpecito
delgado y fr�gil de Luc�a, tan solo deseaba atraerlo hacia mi y abrazarlo,
besarlo, tan solo eso.
Pero no, siempre me encontraba con el fr�o colch�n vac�o, tan
vac�a como estaba mi vida�
Continuar�
Garganta de Cuero.
Con gusto recibir� sus comentarios a este correo:
POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO.