Isabella era la mejor estudiante de la promoci�n. Hab�a sido
una alumna brillante desde que comenzamos la universidad. Pero como sucede a
veces en estos casos, socialmente era una nulidad. Se cre�a superior a todos los
dem�s y no conoc�a el significado de la palabra modestia. Era bastante
insoportable en ese sentido. Pero lo peor es que la pobre viv�a sometida por su
madre, una mujer de un poco m�s de cincuenta a�os que la segu�a �literalmente- a
todas partes. Durante los cinco a�os que dur� la carrera, Do�a Margarita la
llev� religiosamente a clases todos los d�as y la esperaba hasta que sal�amos de
las aulas. Eso, por supuesto, era motivo de burlas por parte de todos los
compa�eros, pues era inconcebible que a una joven de 21 a�os la tratasen como
una peque�a ni�a de preescolar.
Huelga decir que la mam� no la dejaba salir con nadie, fueran
amigas o �menos a�n- amigos. Y para agravar a�n m�s las cosas, Isabella ten�a un
gusto bastante cuestionable a la hora de vestir y usaba ropas y accesorios
bastante rid�culos, con combinaciones de colores chillones que a veces la hac�an
parecer un peque�o payaso.
El lector se habr� imaginado al llegar hasta este punto que
Isabella era una de esas j�venes carentes de atractivo, con unos enormes lentes
y un cuerpo deforme. Pues no. Si bien no era una miss y algunas veces andaba
medio pasadita de peso, ten�a lo suyo y si se la detallaba bien estaba bastante
rica. Muy blanca, cabello casta�o claro �casi rubio-, rostro de facciones finas
coronados por unos bonitos ojos verdes, labios algo gruesos �de esos que
provocan para una buena mamada- y un cuerpo bastante razonable en el que
destacaban uno de los mejores pares de tetas de la universidad y un culo que no
estaba nada mal, aunque hay que decir que no era muy alta (un poco m�s de 1,60
mts, quiz�s).
Muchos en la facultad hab�an intentado acercarse a ella para
invitarla a salir, pero era imposible. Entre el acecho que le ten�a montado la
mam� y su propio car�cter era una misi�n que nadie hab�a logrado completar. Uno
de los que lo hab�a intentado era Jos�, un gran amigo, quien constantemente
rondaba a Isabella lanz�ndole piropos y hasta comentarios subidos de tono. La
respuesta era invariable: siempre era recibido con frialdad e indiferencia y en
no pocas oportunidades ella estuvo a punto de lanzarle una cachetada.
Todas las caracter�sticas de Isabella llevaban a una
conclusi�n: la caraja era virgen y eso le daba un atractivo adicional que las
otras mujeres de la universidad seguramente no ten�an. El morbo de pensar qui�n
podr�a llev�rsela a la cama (si es que era posible) era algo que excitaba a m�s
de uno en mi grupo de amigos, conformado b�sicamente por Jos� �el eterno
rechazado-, David, M�ximo, Roberto y este servidor que les escribe el relato (me
llamo Alberto, creo que todav�a no se los he dicho).
Ya est�bamos en el �ltimo a�o de la carrera y un d�a los
arriba mencionados est�bamos estudiando en el jard�n de la universidad, cuando
pas� Isabella caminando �junto a su madre, por supuesto-. Llevaba unos jeans
algo ce�idos que le destacaban su culo gordito y apetitoso y un top sin mangas
que dejaba apreciar sus tetas en todo su esplendor.
Todos los presentes la seguimos con la mirada y M�ximo
coment�:
Qui�n pudiera cogerse a esa caraja!
Pues por los vientos que soplan, nadie �contest� Roberto-
Con la madre que se gasta es imposible pensar que alg�n d�a tendr� siquiera
un novio.
Pero M�ximo tiene raz�n �dije yo-. Te imaginas lo que
debe ser quitarle el virgo a esa chama. Yo creo que es la �nica virgen que
queda en la universidad y est� bastante buena, a pesar de que se vista
horrible.
Jos� estaba bastante callado y unos minutos despu�s, cuando
Isabella y su mam� ya hab�an desaparecido de nuestras vistas, rompi� su silencio
y dijo:
Eso se arregla f�cil. Yo creo que a esa tipa le hace
falta una buena cogida que le quite todas sus tonter�as, y nosotros podemos
hacerle el favor.
�Y c�mo es eso? �pregunt� David, con gran curiosidad.
Bueno, es sencillo �repuso Jos�-. La perseguimos un d�a y
la hacemos nuestra a la fuerza. Un fest�n para todos los caballeros aqu�
presentes...
Chamo, �est�s loco? �fue la reacci�n de Roberto- Eso se
llama violaci�n...
Jejejeje... Roberto, no te lo tomes tan a pecho... Se
trata de una broma de Jos� �dije yo, despreocuopado.
No �dijo Jos�-. Estoy hablando muy en serio. Es un
problema de salud mental para esa ni�a. Creo que es la �nica manera de
hacerla mujer y de liberarla de su mam�. Adem�s, estoy harto de que se las
d� de la gran cosa. Hay que ense�arle como es el mundo.
Los presentes no pod�amos creer que Jos� estuviera hablando
en serio. Roberto �que era siempre un moralista- se retir� indignado. Y en ese
momento Jos� dijo que si quer�amos lo dej�ramos todo en sus manos, que el
pensar�a c�mo se podr�a lograr todo. El principal obst�culo era la mam�. En eso
coincidimos todos. Pero cuando nos separamos, ninguno �salvo Jos�- pensaba que
algo como eso llegar�a a concretarse.
Unos d�as despu�s, en ausencia de Roberto, Jos� nos
sorprendi� al decir lo siguiente:
Ya tengo todo resuelto. Estuve observando los movimientos
de Isabella y su mam� y he llegado a la conclusi�n de que podemos cogernos a
la tipa aqu� en la universidad, al salir de clases.
Est�s loco! �dijo David, casi gritando.
Nada de eso �contest� Jos�, sin inmutarse-. La cosa es
esperar hasta la �ltima hora de clases, cuando ya son como las 10 y media de
la noche. Isabella siempre tiene la tendencia de quedarse hablando con los
profesores para adularlos o hacerse la interesante. Siempre es la �ltima en
salir. La mam� la espera y luego, religiosamente, las dos van al ba�o de
mujeres que queda en el piso tres. A esa hora nadie, pero nadie queda por
aqu� y el ba�o est� solo. Cuando est�n adentro �nosotros estaremos
esper�ndolas- dos de nosotros sometemos a la vieja y dos a la chama. Las
amarramos, amordazamos a la mam� y la metemos en uno de los cub�culos del
ba�o. Sacamos una colchoneta enrollable que esconder� en un resquicio del
ba�o donde nadie podr� verla, la ponemos en el piso y voil�, todo listo para
darle dur�simo hasta que le reventemos la totona y el culo.
�Y cu�ndo vamos a hacer eso? � balbuce� yo, sin apenas
creer que eso pod�a ser factible.
El pr�ximo lunes, cuando tengamos el examen de Mercadeo,
que casi nadie va a presentar por falta de tiempo para estudiar. Y tendremos
una coartada casi perfecta, porque nosotros no iremos y mucha gente tampoco.
Y sabes como es Isabella, que se queda hasta el final revisando el examen y
luego habla y habla con los profesores. As� nos aseguramos que no haya mucha
gente alrededor. Ese d�a nos venimos en la camioneta de mi vieja, la cual
nadie ha visto por aqu� en la universidad, nos quedamos esperando adentro y
un rato antes nos metemos en el ba�o. Lo que ustedes no saben, adem�s, es
que el otro d�a me las ingeni� para robarle a la mujer de la limpieza una
copia de la llave del ba�o, as� que apenas las dos mujeres est�n adentro
trancamos la puerta y nadie podr� entrar.
Por ins�lito que parezca y luego de algunas discusiones en
las que expresamos nuestro miedo a ser descubiertos, todos estuvimos de acuerdo
con Jos�. Aquello nos causaba un morbo tal que no era posible perd�rselo.
Ese lunes llegamos al estacionamiento de la universidad en el
carro de la mam� de Jos�. Ya eran como las 9 de la noche y quedaban pocos
autom�viles alrededor. Nuestra facultad es una de las que sale m�s tarde.
Esperamos como hasta las 10:15, nos bajamos uno por uno con mucho disimulo,
tratando de que nadie nos viera, cosa que fue f�cil porque el lugar parec�a
completamente desierto. Nos metimos en el ba�o, nos pusimos los pasamonta�as y
cada uno se sent� en un compartimento a esperar.
Como a las 10:35 aparecieron Isabella y la mam� en el ba�o.
Como s�lo hab�an dos cubiculos abiertos al final, cada una se meti� en uno.
Ven�an hablando sobre el examen y la chama parec�a contenta y sobrada porque
todo le hab�a salido bien y le hab�a parecido f�cil. Entretanto, David sali� de
su escondite, cerro la puerta de acceso con la llave que rob� Jos� y luego los
cuatro nos paramos en la parte de afuera de los cub�culos, junto a los
lavamanos, esperando a darle la sorpresa a las dos damas.
Cuando las dos salieron y nos vieron all�, navajas en mano y
con pasamonta�as en la cabeza, casi les da un infarto. Inmediatamente, Jos�
orden�, fingiendo otra voz para no ser reconocido y casi susurrando:
No se muevan ni emitan sonidos porque si no van a
lamentarlo. Lagarto (M�ximo) y Aguila (Jes�s) �eran los seud�nimos que
hab�amos acordado- amarren a la se�ora. Le�n (Alberto) y yo nos encargaremos
de la muchacha.
Las dos mujeres temblaban de miedo y la vieja trat� de
mascullar que nos dar�a todo el dinero que ten�a, pero que no les hici�ramos
da�o. M�ximo le dijo que se callara la boca y la se�ora Margarita obedeci�. La
amordazaron, le amarraron las manos y los pies y la encerraron en uno de los
cub�culos.
Isabella estaba en nuestras manos, al borde de un ataque de
llanto. Ten�a suelto su largo cabello y llevaba una falda azul que le llegaba
hasta las rodillas �cosa que indudablemente facilitar�a nuestro trabajo-, una
blusa rosada bastante ce�ida que dejaba apreciar muy bien sus tetas divinas y
unas sandalias de tac�n bajo.
Jos� y yo nos acercamos r�pidamente a ella y la amordazamos,
mientras M�ximo y Jes�s desplegaban la colchoneta que hab�amos ocultado
convenientemente. Entretanto, Jos� le dijo a Isabella en el o�do que si se
atrev�a a contrariar nuestras �rdenes, quiz�s su mam� la pasar�a muy mal y no
vivir�a para contarlo.
El momento de la verdad hab�a llegado. Acostamos a Isabella
sobre la colchoneta, boca arriba mirando hacia el techo. Jos� y Jes�s le
quitaron la blusa, mientras las l�grimas le corr�an por las mejillas. Ante
nuestros ojos qued� el mejor par de tetas que he visto en mi vida, apretadas en
un sost�n blanco con algunos encajes un poco rid�culos que fue arrancado de un
solo tir�n. Isabella lloraba en silencio mientras Jos� y Jes�s empezaron a
manosearle los senos, que eran literalmente perfectos, grandes y firmes como
rocas, de un color blanco perfecto, coronados por dos pezones hermosamente
rosados.
En el �nterin, yo proced� a subirle la falda hasta la
cintura. La chama llevaba unas pantaleticas casi de ni�a, blancas con unos
corazoncitos rosados. Las piernas eran un poquito gruesas, pero ese es un
detalle que a mi me gusta, no s� que pensaron los dem�s. A m� al menos no me
llaman la atenci�n esas piernas que parecen dos palillos que se van a quebrar en
cualquier momento. Ella trat� de oponer algo de resistencia en este momento,
juntando lo m�s que pod�a sus extremidades inferiores. Pero David le ense�� la
navaja sin decir nada, record�ndole de esa manera qui�nes mandaban en ese
momento.
Con resignaci�n, Isabella tuvo que dejar que yo le quitara
las pantaletas, las cuales arroj� a un lado. Ignoro qu� sintieron mis compa�eros
en ese momento, pero a m� me dieron escalofr�os de placer cuando v� aquella
adorable cuquita virginal, rosadita, cubierta por una suave y muy tenue mata de
vellos casi rubios que dejaban apreciar n�tidamente aquellos labios vaginales
hasta entonces nunca mancillados.
Muy lentamente, con la respiraci�n algo agitada, acerque mi
cabeza a la entrada de sus genitales. El aroma era incomparable. Ella se tens�
cuando sinti� el calor de mi aliento en su entrepierna. Goc� durante unos
segundos del olor que emanaba de su sexo antes de comenzar a pasarle la lengua,
muy lentamente, por los alrededores del cl�toris y de sus labios vaginales. La
tensi�n de Isabella aument� y mientras Jos� y Jes�s continuaban disfrutando de
sus tetas y lami�ndole los pezones, David le manoseaba las piernas y se las
sujetaba para facilitar mi trabajo.
Despu�s de un rato, cuando ya empec� a trabajarle el cl�toris
y los labios de su adorable cuquita, fue evidente que a pesar del llanto
silencioso, su cuerpo comenz� a responder involuntariamente a los est�mulos que
estaba recibiendo. Unos jugos exquisitos comenzaron a brotar de su chochito, lo
cual hizo que yo disfrutara a�n m�s mi trabajo, pues beb� gran parte de aquel
delicioso n�ctar que manaba cada vez en mayor cantidad. Luego de unos minutos,
Isabella comenz� a gemir muy suavemente y, acto seguido, a temblar, arqueando su
cabeza hacia atr�s y emitiendo un grito sordo que no daba lugar a dudas: hab�a
experimentado, sin quererlo, su primer orgasmo provocado por un hombre. La
abundancia del l�quido que moj� mi cara fue impresionante.
Cuando me levant� y ella estaba calm�ndose luego del
impresionante orgasmo que hab�a tenido, Jos� dijo que ya era hora de hacer lo
que correspond�a. Tal como hab�amos acordado, sacamos una moneda para decir a la
suerte a quien le tocar�a tener el placer de desvirgar a aquel bomboncito. Como
�ramos cuatro, la idea era dividirnos en pares y que de cada par se escogiera a
uno mediante el sistema cara-sello, para que luego los escogidos lanzaran a su
vez y se determinara qui�n ser�a el privilegiado. El que quedara de segundo
tendr�a derecho a ser el primero en romperle el culo a Isabella.
Pues bien, previamente hab�amos dispuesto que nos
dividir�amos as�: Jos� y David por una parte y David y M�ximo y yo por la otra.
Se lanz� la moneda por primera vez. Jos� escogi� cara y David escogi� sello.
Sali� cara. Se volvi� a echar la moneda al aire. M�ximo eligi� sello y yo eleg�
cara. Sali� cara nuevamente. La cosa estaba entre Jos� y yo. Una vez m�s se
lanz� la moneda. Cara fue mi elecci�n, sello la de Jos�. Volvi� a salir cara. El
privilegio de desvirgar a Isabella me pertenec�a. Una oleada de placer recorri�
mi espina dorsal, de solo anticipar lo que aquello significar�a.
Mientras los otros tres sujetaban a Isabella, quien trataba
de escapar, in�tilmente, de lo que el destino le hab�a deparado, yo me baj� los
pantalones y los interiores, quedando desnudo de la cintura para abajo. Mi
herramienta de 18 cent�metros estaba a punto de reventar. La pobre caraja la vio
y se puso a llorar desconsoladamente, sabiendo lo que ven�a a continuaci�n.
Trataba de gritar, pero la mordaza se lo imped�a. Yo me arrodill� frente a ella,
le manose� las piernas con lujuria y acto seguido se las abr� con fuerza. David
y M�ximo la sujetaron por los pies para mantenerla en posici�n mientras yo me
pon�a un cond�n �lamentablemente, as� tendr�a que ser, no quer�amos dejar
demasiadas evidencias ni embarazar a Isabella-. Acerqu� mi pen� a la entrada de
su gruta virginal y estuve jugueteando unos segundos en la entrada de su vagina.
Luego lo fui metiendo poco a poco. Isabella comenz� a tensarse cada vez m�s,
hasta que encontr� la delgada tela de su himen. En ese momento empuj� con todas
mis fuerzas hasta el fondo �creo que deb� llegarle hasta el �tero-. El dolor
para ella debi� haber sido tremendo, porque arque� la espalda y ech� la cabeza
hacia atr�s con una mueca de angustia, mientras un quejido sordo le sal�a de lo
m�s profundo de su alma, hasta que casi no pudo respirar. Yo me mantuve inm�vil
sin sacarle ni un mil�metro de mi herramienta, sintiendo un goce indescriptible,
al punto que les dije a mis compa�eros de faena, con voz gutural:
Co�o, esta caraja si que tiene la cuquita apretada. Ya
van a ver c�mo van a gozar cuando se lo metan.
Acto seguido, muy lentamente, empec� a bombearla, mientras
ella se retorc�a del dolor. Mis compa�eros empezaron a pajearse mientras yo
incrementaba la velocidad del mete saca. A medida que le fui dando m�s duro, la
chama empez� a mojarse much�simo y dej� de oponer resistencia. Mientras tanto,
al tiempo que se lo met�a sin piedad, trataba de tocarle las tetas con frenes�.
Parec�a que la cosa le estaba empezando a gustar, a�n en contra de su voluntad.
Transcurridos algunos minutos, se empezaron a escuchar gemidos apagados a trav�s
de la mordaza. Una gran oleada de jugos manaba de su delicioso chochete, el cual
se pon�a cada vez m�s caliente pero no menos apretado. De pronto, cuando sent�
que ella estaba por acabar, levant� sus piernas, las apoy� en mis hombros y
empec� a penetrarla salvaje y profundamente. Casi le estaba metiendo las bolas
en la vagina. David se acerc� y le quit� la mordaza. Pocos segundos despu�s,
Isabella dej� escapar un grito que le sali� del alma: "Aghhahhghhgggghhhhh!".
Estaba teniendo un orgasmo incre�ble. Yo no aguant� m�s y tambi�n acab� en ese
momento. Cuatro chorros de leche salieron disparados con tanta fuerza que no s�
como el preservativo no se rompi�. Ha sido el orgasmo m�s delicioso y potente
que he tenido en mi vida. M�ximo tampoco pudo escapar de lo excitante de la
escena, puesto que casi al mismo tiempo su paja termin� en una buena acabada que
lanz� directamente sobre la cara de Isabella, quien estaba demasiado atontada
como para percatarse de lo que hab�a sucedido.
Tard� como un minuto en recuperarme. Lentamente saqu� mi pene
del interior de la vagina de Isabella. Me quit� el preservativo �estaba manchado
de sangre- y lo arroj� en una bolsa que hab�amos tra�do para tal fin. Ahora era
el turno de Jos�. No hab�a mucho tiempo para detenerse, porque ten�amos
solamente dos horas a nuestra disposici�n para completar toda la tarea, antes de
que cerraran la universidad.
Jos� sac� del morral un tubo de lubricante. Con bastante
rudeza le dio la vuelta a Isabella y ella qued� boca abajo, de espaldas,
mostr�ndonos el culo. Hubo que volver a ponerle la mordaza porque, quiz�s
intuyendo lo que ven�a, comenz� a protestar de nuevo y a sacudirse con
desesperaci�n. Entre David, M�ximo y yo la sujetamos. El culo de la chama estaba
bastante rico. Era algo flojo, pero las nalgas eran carnosas y la piel suave.
Provocaba tocarlo una eternidad. Jos� procedi� a untarse los dedos con un poco
de lubricante y acerc� el anular de la mano derecha a la entrada del precioso
culo de Isabella. Empez� a juguetear un poco con el ojete y luego le introdujo
el dedo. Inmediatamente ella se crisp�. Cuando ya el dedo hab�a entrado con
comodidad, le meti� otro y estuvo introduci�ndolos y sac�ndolos durante alg�n
tiempo.
Luego, cuando estuvo seguro de que el esf�nter se hab�a
dilatado lo suficiente, Jos� se sac� los calzoncillos. Menuda verga que ten�a!.
Yo no hab�a podido detallarsela mientras se pajeaba, pues estaba ocupado en lo
m�o, pero ahora s� se la estaba viendo y me pareci� enorme. M�s grande y gorda
que la m�a. Isabella iba a pasar mucho trabajo con aquel pedazo de carne
horad�ndole el ano. Pues bien, Jos� se unt� lubricante en la polla y se la
restreg�. Algo alarmado, le dije susurrando:
No te vas a poner cond�n?. Mira que lo discutimos antes
de venir. No querr�s acabarle en el culo y que luego puedan investigar con
los rastros que dejes.
No te preocupes, que ya ver�s cu�l va a ser la soluci�n.
Y bueno, le dejamos hacer lo que quisiera. Hubo que sujetar a
Isabella con fuerza porque estaba muy inquieta, hasta que logramos ponerla en
cuatro patas. Su cara de angustia daba hasta l�stima. Jos� puso la gorda cabeza
de su enorme guevo en el orificio de Isabella y empuj� un poco. El glande entr�.
Isabella comenz� a llorar de dolor. Jos� unt� m�s lubricante en su polla y la
meti� hasta el fondo de un solo golpe. Isabella se qued�, literalmente, sin aire
y con los ojos en blanco. Pero a Jos� no le import�. No pensaba tener
consideraci�n (al menos yo hab�a tratado de ser medianamente delicado). Parec�a
querer vengarse de tantos a�os de desprecio. Empez� a bombearla salvajemente,
hasta podr�a decirse que con desesperaci�n. Yo estuve a punto de decirle que
parara, porque tampoco la cosa era as�, pero M�ximo me impidi� intervenir. Me
dijo al oido que "cada quien ten�a derecho a hacerlo como quer�a". Jos� sigui�
revent�ndole el culo como una bestia. Hab�an pasado como diez minutos y todav�a
le daba y le daba. Hasta que lleg� un momento en que sinti� que se iba a correr
y le hal� los cabellos a Isabella. Profiri� un rugido apagado y su cara de
placer era indescriptible. Le hab�a llenado el culo de leche a Isabella. Cuando
hubo terminado, sac� su verga sin ning�n tipo de cuidado. La ten�a llena de
sangre. El muy bestia se limpi� el guevo y se puso a horcajadas delante de la
cara de Isabella y mientras le ense�aba la navaja, le dijo:
Ahora ch�pala un poco, putita.
Ella puso una cara de no entender, pero el le arranc� la
mordaza y le meti� la picha en la boca. Isabella trat� de hacer lo que mejor
pod�a. Lo incre�ble es que Jos�, despu�s de haberse corrido en el culo de la
chama, todav�a ten�a el guevo parad�simo. Pasaron algunos minutos y Jos� dijo en
voz baja:
Arrod�llense todos que esta puta les va a echar una
mamadita a cada uno.
As�, David fue, despu�s de Jos�, el primero en disfrutar de
los gruesos y sensuales labios de Isabella recorriendo su herramienta. Luego fue
mi turno. En el �nterin, David, ni corto ni perezoso, se puso un cond�n y le
clav� el guevo a Isabella en la cuca, penetr�ndola por detr�s y tom�ndola por
sorpresa. Ella dio un respingo, pero sigui� chup�ndome la verga. La verdad es
que no era la mejor mamada que hab�a recibido yo en la vida, pero la situaci�n
me provocaba un morbo tal que poco despu�s me le corr� en la boca. La tipa deb�a
estar ya muy caliente porque se lo trag� todo sin chistar y casi mec�nicamente
pas� su boca de mi pene al de M�ximo. Mientras tanto, David le segu�a enterrando
la polla con furia. De pronto se intensific� la velocidad del bombeo e Isabella
empez� a gemir y luego, sac�ndose el falo de M�ximo de su boquita empez� a
gritar como una verdadera ramera:
Si, siiiiiiiii! Que ricooooooo! Ahhhhhh! Me estoy
vinieendooooooo!
David se excit� fren�ticamente y tambi�n se corri�
ruidosamente. En ese momento pens�bamos que M�ximo tendr�a que esperar un poco
antes de entrar en acci�n �era al �nico que le faltaba su "raci�n"-, pero lo
sorprendente fue que Isabella, con carita de perra viciosa, nos dijo:
-Buenos, malditos cabrones, ahora que ya empezaron, terminen
esto. Qui�n es el pr�ximo?.
M�ximo se acerc� casi con miedo, porque el cambio de �nimo de
la caraja nos ten�a desconcertados. Cuando trat� de ponerla en posici�n, ella le
sugiri� con movimientos que se acostara en la colchoneta. El lo hizo as� e
inmediatamente, aunque con cierta torpeza debida a su inexperiencia, Isabella se
sent� sobre la polla de M�ximo, clav�ndosela hasta el fondo. Inmediatamente,
empez� a cabalgarlo, primero con cierta lentitud y luego con mayor frenes�. La
muy puta estaba gozando horrores. Estaba ya como posesa, sin saber lo que estaba
haciendo, pose�da por un instinto animal. Gem�a como una loca mientras la
herramienta de M�xima, bastante gruesa, la perforaba insistentemente.
En ese momento, mientras todos los dem�s contemplaban la
escena, tuve una idea. Sin que nadie se diera cuenta, embadurn� mi pene con el
lubricante que hab�a llevado Jos� y me puso detr�s de Isabella, entre el espacio
de las piernas semiabiertas de M�ximo, quien entendi� lo que yo estaba haciendo
y las apart� un poco m�s para hacerme espacio. Flexionamos a Isabella un poco
m�s hacia adelante. Ella no entend�a mucho lo que pasaba, pero estaba demasiado
concentrada en la cogida que le estaba echando como para protestar. Con cierta
dificultad �pues la posici�n no era c�moda- le separ� las nalgas riqu�simas que
tiene y empec� a clavarle la cabeza de mi polla en el ano, para as� lograr una
doble penetraci�n.
Cuando sinti� que mi glande se abr�a paso en su recto, ya
dilatado por la salvaje incursi�n de Jos�, la cual sin duda la hab�a dejado
adolorida, Isabella se tens� y dej� de moverse. Cosa in�til, porque M�ximo le
segu�a dando desde abajo y yo la sujetaba con fuerza para terminar de meterle la
picha por el culo. La pobre caraja qued� con los ojos en blanco y luego comenz�
a llorar, pero M�ximo segu�a bombeando y yo estaba haciendo mi trabajo sin
piedad. Lo que yo sent�a era indescriptible, porque met�rsela sin cond�n por
aquel culito apretado no ten�a comparaci�n. Parec�a que su culo me succionaba el
pene. Aquello era la gloria. No tendr�a que moverme mucho para acabar. A M�ximo
tampoco le faltaba mucho. Isabella gem�a de dolor y de pronto grit�:
Ya por favor, paren, paren, que me voy a desmayar!.
Pero M�ximo y yo no nos detendr�amos hasta corrernos.
Isabella peg� un grito y se desmay�, justo en el momento en que M�ximo y yo
eyacul�bamos simult�neamente, como dos bestias salvajes.
Transcurrieron un par de minutos antes de que Isabella
volviera en s�. Ya M�ximo y yo nos hab�amos salido de su interior y se
encontraba acostada sobre la colchoneta. Los cuatro la contempl�bamos, como si
quisi�ramos disfrutar por �ltima vez de su desnudez, porque era evidente que el
tiempo ya se estaba acabando y no habr�a oportunidad para alguna otra tonter�a.
Apenas hubo abierto los ojos, Jos� nos hizo un gesto para que
la sujet�ramos boca abajo. Nadie entend�a qu� era lo que �l pensaba hacer. Busco
algo en el bolso y sac� un termo de esos que conservan el calor con un peque�o
equipo que al principio no sab�amos qu� era. Luego de hacer algunos preparativos
adicionales, entendimos que su precauci�n para no dejar rastros era hacerle un
lavado rectal a Isabella, el cual procedi� a realizar sin que ella se diera
mucha cuenta.
Un par de minutos despu�s Jos� nos orden� a m�ximo y a m� que
la llev�ramos hasta uno de los cub�culos, donde la caraja pudo cagar a sus
anchas. La dejamos en paz para que pudiera limpiarse, mientras nosotros
recog�amos nuestros pertrechos. Luego, cuando ella sali� del cub�culo, la
vestimos, la volvimos a amarrar y la dejamos tirada en el piso. Acto seguido
sacamos a la mam� de su encierro y la arrastramos hasta ponerla al lado de la
hija. La vieja estaba en estado de shock, con los ojos abiertos sin pesta�ear.
Acto seguido Jos� le dijo a Do�a Margarita, distorsionando la voz:
Se�ora, su hija ha gozado como una verdadera puta!
La pobre mujer no contest�. Inmediatamente salimos del ba�o,
recorrimos sigilosamente el pasillo y llegamos hasta el carro. Dejamos la
universidad sin problemas, aunque est�bamos un poco nerviosos por si se llegaba
a descubrir algo, cosa que no sucedi�.
El ep�logo de esta historia es que Isabella despert�
sexualmente. Dej� sus mojigater�as y se volvi�, seg�n dicen por all�, una
verdadera ninf�mana. Abandon� la casa de su madre y ahora vive sola. Cuando a
veces me pregunto si nuestra actuaci�n estuvo bien, me contesto a m� mismo que
en todo caso le hicimos un favor.