SUCEDI� EN DONOSTIA: EL EXTRA�O CASO DE MIREN E.
Un relato de Charles Champ d�Hiers
Miren E., veinte a�os, natural de Ir�n (Guip�zcoa) y
residente en el donostiarra barrio de Amara, de pelo moreno, ojos azules
oscuros, metro setenta de estatura y cincuenta y cinco kilos de peso se situ�
frente al espejo de su cuarto de ba�o a las seis horas veinte minutos de la
madrugada del d�a de autos completamente ajena a lo que le iba a ocurrir diez
minutos despu�s.
Hab�a sido una larga noche de s�bado. Demasiados bares,
demasiada gente a su alrededor y demasiados "txupitos" por cuenta de la
cuadrilla de colegas de su amigo Yuste. Su ropa y su pelo apestaban a tabaco, su
aliento a absenta. Una ducha le pareci� una gran idea. Una ducha, esa ducha, fue
su gran error.
Cansada, tras descalzarse no sin dificultades, fue
desnud�ndose lentamente, dejando que fuera el suelo quien recogiese cada una de
sus prendas. Un jersey verde oscuro fue el primero en reunirse con sus pies
desnudos. A �ste le siguieron una camiseta de tirantes negra que iba estampada
con un bonito dibujo de una jirafa, un sujetador negro, unos pantalones vaqueros
tambi�n negros y, por �ltimo, un tanga que iba a juego con el sujetador.
Cinco minutos antes de que todo ocurriera, acerc� su cara al
espejo, se llev� sus dedos a su ojo derecho y, tras realizar una simple aunque
peligrosa maniobra, se extrajo su lentilla derecha. Poco despu�s, repitiendo
estos mismos movimientos, se sac� la lentilla izquierda, tras lo cual, respir�
aliviada al sentir sus ojos irritados libres de la presencia de sendos cuerpos
extra�os.
Ya sin lentillas, gir� su cuerpo noventa grados y se situ�
frente a la ducha. Maquinalmente abri� el grifo del agua caliente, a
continuaci�n regul� la temperatura del agua abriendo el de la fr�a, y cuando
�sta qued� a su gusto se introdujo dentro de la ba�era y corri� la simp�tica
cortina de estrellas de mar que hab�a adquirido hac�a tres d�as en el
supermercado "Lidl" del barrio de Gros.
Tres minutos antes de que todo comenzase, Miren E. Introdujo
desde la otra punta de la ba�era sus bonitos y delicados pies bajo el chorro de
agua tibia que ca�a desde la alcachofa de la ducha, sita en el agarradero
superior de la pared de enfrente. Una vez aclimat� sus pies al agua, introdujo
lentamente su pierna derecha hasta la rodilla, y ya despu�s y tras dar un paso
hacia delante, su pierna izquierda completamente seguida por la derecha de
nuevo.
Eran dos piernas morenas, firmes y de formas bonitas, aunque,
tal vez como toda ella, algo delgadas, jalon�ndolas, un pubis concienzudamente
depilado por secreto capricho de su due�a. A sus piernas le siguieron las manos
y los brazos. Despu�s, una vez convencida de que la temperatura era la id�nea,
introdujo todo su cuerpo. Primero el agua comenz� a rebotar alborozada sobre su
generoso busto, unos pechos sorprendentemente grandes para su delgado cuerpo,
despu�s, sobre su cara y su melena morena para, por �ltimo, caer en cascada
mojando su espalda y su bonito y redondo culo.
Durante los ciento ochenta segundos que pasaron mientras
Miren E. adaptaba su cuerpo al cambio de temperatura y elemento, aparentemente
nada m�s parec�a ocurrir en ese cuarto de ba�o, sin embargo no era as�. A sus
pies, junto al agujero del desag�e, una especia de masa gelatinosa y
transparente iba cobrando cada vez mayor volumen y consistencia.
Empapada por el constante fluir del agua del grifo a Miren E.
le fue imposible notar como el h�medo cuerpo empez� a reptar por su pie
izquierdo una vez alcanz� el tama�o de una pelota de tenis. Sin lentillas le era
imposible reparar en la presencia del extra�o ser encaram�ndose por su rodilla
en direcci�n hacia su muslo izquierdo.
Ajena a todo peligro, agarr� el bote de gel de ba�o y comenz�
a repart�rselo por su cabeza (jam�s usaba champ�) y por sus pechos. Sin embargo,
cuando lleg� a su entrepierna, not� como algo se hab�a llegado hasta ella y
permanec�a latente junto a sus ingles.
Su primera reacci�n fue la de chillar, mientras, movida por
un acto reflejo, dirig�a un nervioso manotazo hacia lo que fuera que estaba
entre sus piernas. Un extra�o brazo, o mejor dicho, tent�culo, surgi� de la masa
informe y gelatinosa del ser yendo a introducirse con la velocidad de un rayo en
la boca de la desesperada chica, que no pudo siquiera lanzar un ligero grito.
El extra�o ap�ndice llen� la boca de la muchacha con rapidez,
llegando por unos instantes a asfixiarla. A nada sab�a, era como si tuviese la
boca llena de una pasta compuesta de agua o de saliva. Con dificultad, por puro
instinto de supervivencia, comenz� a respirar por la nariz de forma violenta
mientras segu�a dirigiendo violentos golpes contra la materia que trataba de
ahogarla.
Un segundo tent�culo emergi� del interior de aquella cosa,
aunque en esta ocasi�n ella no pudo verlo, aunque s� sentirlo, ya que se
introdujo a trav�s de su vagina. No sufri� da�o alguno, ya que aunque se
encontraba muy nerviosa, la casi liquida consistencia de aquel lo que fuera se
introdujo suavemente en su interior en forma de fino hilo y una vez dentro
comenz� a dilatarse.
La penetraci�n de aquel segundo tent�culo la oblig� a separar
sus piernas y apoyar sus manos contra la pared de la ducha. Un extra�o calor
comenz� a brotar del interior de la chica cuando aquellos dos brazos comenzaron
a bombear dentro de ella. Un especie de vibraci�n constante empez� a proyectarse
desde aquella cosa, produciendo en la mujer un extra�o placer.
Miren E. comprob� como sus m�sculos iban cediendo al calor y
al placer desisti�ndola de toda resistencia. Un tercer tent�culo comenz� a
penetrar por el ano de la chica, que para entonces ya no sab�a como resistirse a
aquella cosa. Poco a poco aquel calor se fue apoderando de ella, llev�ndola
pronto a la meseta del orgasmo que se resist�a, por decoro, a sentir.
De pronto, el vibrar del extra�o cuerpo se aceler�,
aceler�ndose con �l el bombeo a trav�s de sus tres tent�culos. Una fuerte
sacudida inund� todo el cuerpo de Miren E. que sinti� como un enorme orgasmo le
llegaba desde su cintura. Sus u�as se erizaron contra la pared, mientras el
chorro de agua de la ducha segu�a lamiendo sus piernas, sus pechos y la anatom�a
de aquel lo que fuese. Su respiraci�n, tras alcanzar un ritmo desenfrenado
recibi� el orgasmo con unos fuerte jadeos que escaparon como pudieron a trav�s
de sus fosas nasales.
Casi inmediatamente despu�s de este primer orgasmo, un
segundo comenz� a brotar de los rescoldos del anterior. Y cuando a�n no se hab�a
repuesto, un tercero le oblig� a doblar sus rodillas v�ctima de los espasmos que
tanto placer provocaban en sus m�sculos, cayendo rendida bajo el chorro del
agua.
De pronto, de una manera tan sigilosa como hab�a llegado, la
cosa comenz� a contraerse, recogiendo sus tent�culos del interior de la muchacha
hasta recuperar de nuevo la forma informe de una pelota de tenis. Tras esto, y
ante los at�nitos ojos de la joven se desliz� con rapidez a trav�s de su muslo
hasta el suelo de la ba�era y se filtr� por el agujero del desag�e.
Rendida por el placer, pasmada por lo sucedido, Miren E.
permaneci� medio tumbada sobre la ba�era, mientras el grifo del agua continuaba
empap�ndola sin piedad. Al cabo de un buen rato, se levant�, cerr� el grifo y
sali� de la ducha.
A la ma�ana siguiente se despert� en su cama, su pelo ol�a a
tabaco, su piel ol�a a tabaco y su bonito tanga negro estaba empapado. Sin
levantarse, clav� sus ojos en el techo y jur� por lo m�s sagrado que nunca m�s
volver�a a ver una pel�cula de dibujos animados japoneses.