AL DESPERTAR
Aquella ma�ana, despu�s de una noche tremenda de placer
er�tico con aquella mujer que dominaba a tal grado mis sentidos, que era capaz
de excitarme hasta el punto de corresponder a sus requerimientos sexuales
cuantas veces lo deseara, con gran benepl�cito de mi parte, que gozaba
enormemente con aquel dulce co�ito y ese delicioso culo que se me ofrec�a para
que lo ensartara, y ni que decir de aquella pulposa boca, succionante, c�lida y
enormemente chupadora, que me transportaba al para�so de la lujuria, aquella
ma�ana, dec�a, me levant� de la cama sintiendo mi cuerpo algo molido.
Ella descansaba a mi lado con una sonrisa de satisfacci�n en
su rostro, que le daba un aire de beatitud. Nadie, al contemplarla, podr�a creer
que aquella mujer que dorm�a tan apaciblemente, la noche anterior estuvo
convertida en un verdadero cicl�n, que envolvi�ndome en su vor�gine, hab�a
conseguido que la tuviera ensartada toda la noche, por todos sus divinos
agujeros, haci�ndome gozar de lo lindo.
Al mirarla desnuda, boca arriba y con las piernas abiertas,
se me antoj� aquel hermoso bizcocho y estamp� un prolongado beso en su linda
raja, solaz�ndome al aspirar el excitante aroma de hembra cachonda. Ella se
quej� suavemente al sentir la espont�nea caricia y dio vuelta sobre s�, para
poner ante mi vista el delicioso espect�culo de sus hermosas nalguitas, entre
cuyas redondeces hab�a derramado mi leche m�s de cuatro veces, despu�s de haber
gozado del frote de sus entra�as durante largas horas.
Mi verga empez� a levantarse y no resist� las ganas de meter
mi lengua en su ano, llen�ndome de placer al acariciar los globos incitantes,
suaves al tacto, pero de una dureza muscular que era una delicia sentir entre
mis manos. Apart� sus nalgas, y el sonrosado remolino de su ojete, que al
presentir mis intenciones, empez� a palpitar entreabriendo y cerrando sus
pliegues, invit�ndome a besarlo.
Loco de lujuria, acerqu� mi boca y estamp� un c�lido beso en
aquella deliciosa circunferencia, agradeci�ndole los enormes placeres que me
hab�a proporcionado la noche anterior. Seguidamente, mi lengua dio unos cuantos
lametazos, antes de proceder a introducirse en aquellas c�lidas entra�as. Jugu�
un rato con mi lengua en aquel suculento agujero y, satisfecho aquel m�rbido
deseo, que me iba excitando a cada momento, me dirig� a la ducha para darme un
reconfortante ba�o, que dar�a a mi cuerpo el relajamiento necesario.
El agua tibia ba�� mi cuerpo y mis manos acariciaron mi a�n
erecto pene con la sustancia jabonosa que hac�a deslizar mis manos sobre su
larga y gorda superficie, aseando la roja cabeza, dej�ndola libre de rastros de
la jodienda de la noche anterior.
Despu�s de secarme con una afelpada toalla, con la que
masaje� mi cuerpo, al que nuevamente sent� con todo su vigor, escuch� el timbre
del tel�fono que llamaba insistentemente. Sal� del ba�o sin vestirme y contest�.
Era uno de mis empleados que ped�a instrucciones para el trabajo del d�a. Lo
aleccion� debidamente y en lo que hablaba con �l, sent� en mi entrepierna el
delicioso cosquilleo que me produc�an unos tiernos y h�biles dedos, que
enseguida se apoderaron de mi verga a�n erecta. Era ella, que al o�r el sonido
del tel�fono, se hab�a despertado, y al acudir a la rec�mara habilitada como
oficina, me encontr� con el tel�fono en la oreja.
Sin dejar de hablar con mi empleado, vi como ella, con
deleite infinito, llev� mi verga hacia sus labios, para dejar sobre la roja
cabeza un beso enervante, que me hizo saltar sobre el escritorio que me serv�a
de asiento.
Gozando de aquella caricia inesperada, la dej� hacer,
mientras continuaba con mi di�logo telef�nico, cada vez m�s dif�cil de sostener,
por tener la garganta seca y la respiraci�n entrecortada, lo que me dificultaba
la pronunciaci�n de las palabras.
Ella lam�a mi pene como si fuera un pl�tano que le ofreciera
para su desayuno, y se lo met�a entre los labios, tratando de trag�rselo entero.
De vez en cuando lo sacaba para admirarlo y olfatearlo, excit�ndose con su olor;
otras veces, se lo pasaba por las mejillas, el cuello, y acariciaba sus pezones
con la cabeza encendida, que estaba a punto de explotar con aquellas caricias
que me ten�an tan fuera de m�, teniendo que cortar la conferencia telef�nica que
sosten�a, balbuceando algunas palabras de despedida.
Acarici� sus cabellos y su nuca, atray�ndola hacia m�,
disfrutando de la contemplaci�n de ver hundirse mi pene en aquellos labios
frescos, que con tanto deleite lo hac�an penetrar en el interior.
Al tiempo que me recostaba en el escritorio, la invit� a
subirse sobre m�, sin que ella dejara de lamerme la verga, dejando caer su
delicioso co�o sobre mis labios, donde encontr� una lengua �vida y sedienta, que
se puso a lamer aquella gruta reba�ada de jugos sexuales, que se antojaba la
ambros�a, el alimento de los dioses del Olimpo.
Como no ten�a nada sobre el escritorio, la dureza del mismo
me molestaba la espalda, por lo que suavemente me sent� sobre �l, arrastr�ndola
en mi giro, mientras ella enlazaba mi cuello con sus esbeltas y sedosas piernas,
sin dejar el sabroso bocado que le llenaba la boca. Segu� lamiendo la deliciosa
gruta sexual, teni�ndola a ella materialmente colgada de m�, mientras mi cara se
hund�a en su entrepierna, gozando al penetrar tan profundamente aquellas
entra�as.
Aunque no pesaba mucho, pues su cuerpo era gr�cil y esbelto,
despu�s de un rato de esa gimn�stica mamada, tuve que pedirle que se soltara,
desliz�ndose lentamente hacia el suelo, para quedar tendida boca abajo sobre la
alfombra.
Levantando la grupa y poni�ndose de rodillas, con los brazos
sobre la alfombra, me rog�:
-Ven, mi vida, ens�rtame as�. Anda, mi rey, m�teme tu
deliciosa verga, que quiero sentir como me llega hasta el fondo de las entra�as.
Poni�ndome detr�s de ella, sujet� sus lindas nalguitas y
enfilando mi verga hacia su co�o, la ensart� con un certero envite. Ayudado por
ella, que removi� deliciosamente las caderas, mi pene invadi� el interior de su
co�o, hasta que ni un solo pedazo se dejaba ver fuera.
Ya con toda la verga sepultada en su vagina, proced� a
moverme lentamente, de atr�s hacia delante, imprimiendo a mis movimientos cada
vez una mayor velocidad. Mi verga entraba y sal�a de aquella deliciosa gruta, en
una sinfon�a de movimientos acompasados en los que, cuando yo me retiraba, ella
echaba el cuerpo hacia delante, hasta dejar casi todo el cuerpo de mi m�stil
afuera, y cuando yo la penetraba, ella iba en busca de mi pene, hasta sentir que
mis huevos golpeaban la entrada de su vagina.
��Qu� jodienda m�s deliciosa! Con esta mujer era capaz de
lograr las m�s incre�bles haza�as sexuales y gozaba enormemente al sentir mi
verga atrapada entre aquellas paredes de carne, que la frotaban con furia y la
absorb�an, tratando de sustraerle la savia que guardaban celosamente mis
cojones.
Mi verga entraba y sal�a al ritmo que le marcaba mi coraz�n,
y en cada penetraci�n sent�a un placer indecible, cuando el frote de su carne
vaginal llenaba de gloriosas sensaciones mi lanz�n, sensaciones que llegaban a
mi cerebro para excitar mi cuerpo m�s y m�s.
Ella, por su parte, gozaba enormemente con la penetraci�n de
su co�o, que ard�a y se remov�a sabrosamente, buscando una penetraci�n cada vez
mayor. Es tan grato sentir este frote sexual, que contengo el orgasmo el mayor
tiempo posible, para gozar este divino placer, pues al llegar la venida, la
laxitud que da a mi cuerpo impide que disfrute de este gozo al cien por ciento.
Por eso nos contenemos, hasta que no podemos resistir m�s y descargamos nuestras
energ�as cuando ya es imposible retener m�s tiempo la venida.
Yo segu�a jodi�ndola con toda la pasi�n de que era capaz y
ella correspond�a a mi dedicaci�n entreg�ndose toda entera, sin inhibiciones de
ninguna especie, buscando tan s�lo el goce profundo que s�lo lograba en este
�ntimo contacto que le proporcionaba el compa�ero elegido por ella , y que
bendec�a al cielo por haberme dado la suerte de ser yo.
Mi verga segu�a penetrando aqu�l co�o h�medo y cachondo,
hasta que en un en�rgico movimiento se sali� de la vagina, y al tratar de
introducirla fue a caer en al circunferencia de su culo.
-�M�temela ah�! �Anda, mi rey! �M�temela en el culo!
�Enti�rramela con fuerza! �Anda! �Aprisa! �J�deme por el culo! �Aaah, que
delicia!
Esta �ltima exclamaci�n sali� de los m�s profundo de su alma,
cuando mi verga penetr� el interior de su conducto anal, yendo a alojarse en las
tibieza de su recto, d�ndole la bienvenida, acarici�ndolo con sus c�lidas
paredes, que lo aprisionaron entre sus m�sculos, tritur�ndolo amorosamente.
Gozando con la penetraci�n de su ano, sujet� sus hombros y le
enterr� la verga con fuerza, tratando de meterle hasta el �ltimo mil�metro de
carne, Luego la fui metiendo y sacando, mientras ella, sosteniendo su cuerpo
sobre su cabeza apoyada en el suelo, llev� sus manos hacia su trasero, y
apartando las nalgas, lograba que mi verga se introdujera sin m�s en su hermoso
conducto anal.
Su nalgatorio se remov�a a mil por hora y mi verga entraba y
sal�a r�pidamente de aquel ardoroso t�nel, que me lo apretaba con tremendas
ansias, queriendo conservarlo dentro el mayor tiempo posible, pero tambi�n
sintiendo la necesidad del frote placentero que recib�an sus paredes.
Ella me acicateaba con frases lujuriosas, que me hac�an
aumentar mis movimientos, tratando de producirle el m�s intenso placer.
-�Anda, sigue, mi amor! �S�gueme enterrando tu deliciosa
verga en mi culo! �Ay! �Siento que me muero de placer! �Qu� rico! �Qu� delicia
siento! �Enti�rramela hasta el fondo, que quiero que me destroces por dentro!
Al verla tan excitada, el sadismo hizo presa de m�, y tirando
de sus cabellos con una mano, como si estuviera montando una potra, con mi mano
derecha le propin� en las nalgas varios manotazos, que hicieron enrojecer
aquellas redondeces de carne, en cuyo interior mi pene se remov�a en aquella
jodienda maravillosa, que ven�a a inundarnos de dicha a los dos.
Despu�s de solazarme azot�ndole las nalgas, llev� mis manos a
sus tetas y se las apret� fuertemente, pellizc�ndole los erguidos pezones, que
se excitaron m�s con estos manoseos.
Mi mano derecha dej� una de sus tetas y fue a buscar el
h�medo refugio de su vagina, donde introduje tres dedos que se dieron gusto
jugueteando en ella.
Inclin�ndome sobre su espalda, le mord�a la nuca, las orejas,
y en la espalda incrustaba mis dientes, haci�ndole da�o verdaderamente, a juzgar
por las huellas de mis mordiscos, que quedaban marcados en su piel.
Los dos est�bamos tremendamente excitados, y goz�bamos con
toda la extensi�n del placer que pod�amos darnos. Para nosotros no exist�a el
dolor ni el cansancio, s�lo el ansia de entregarnos completamente el mayor
placer posible, sin ponernos a pensar a costa de qu� lo lograr�amos. �ramos dos
amantes que gozaban profundamente su entrega, y se daban todo lo que se pod�an
dar, tratando de que la otra parte gozara igual, o m�s intensamente.
Eran tantas las ganas que pon�amos a nuestra jodienda, tanto
nuestro apasionamiento, que era cada vez m�s dif�cil contener nuestros orgasmos,
pues la naturaleza exig�a el tributo a cambio de los placeres recibidos, y no
pudiendo aguantar un instante m�s, ella se vino primero en un espasmo tremendo,
que le hizo acelerar sus movimientos, mientras yo hurgaba su vagina y acariciaba
el enhiesto cl�toris, para despu�s desahogarse en varios intensos orgasmos.
Yo, ensartado todav�a en su culo, dej� escapar los chorros de
esperma, que vinieron a refrescar aquel conducto tan maltratado, rebosando la
leche por su ano, imposibilitado para contener aquel torrente que resbalaba
hasta su vagina.
Sac�ndole la verga del culo, cosa a la que ella se opon�a,
porque quer�a seguir sinti�ndola adentro, segu� derramando mi leche sobre sus
nalgas y su espalda, aplic�ndola con mis manos, como si fuera crema para la
piel, dedic�ndome despu�s a besar aquellas nalguitas hermosas, en agradecimiento
al tremendo placer que me hab�an proporcionado.
Nuevamente el cansancio volvi� a rendirnos, por lo que
tuvimos que abandonarnos en brazos de morfeo, hasta conseguir el descanso que
ped�an a gritos nuestros cuerpos, a merced de tan intensas actividades sexuales.
Puse mi brazo alrededor de su cuello, y atray�ndola
tiernamente hacia m�, bes� su frente y dej� que, recostada sobre mi pecho, se
entregara al sue�o, mientras yo, incapaz de dejar quietas mis manos, introduje
la derecha en su vagina, y as� me qued� dormido, jugueteando aquel co�ito
peludo.