Relato: De mirones a violadores



Relato: De mirones a violadores


De mirones a violadores




Tres guardias de seguridad asaltan nuestra casa en vacaciones
y


me obligan a sujetar a mi mujer mientras ellos la violan.




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Despu�s de casi once meses de trabajar, tanto mi mujer como
yo, seis d�as a la semana, hab�a llegado el merecido momento de regalarnos dos
semanas de vacaciones. Claro que tampoco est�bamos como para tirar cohetes,
econ�micamente hablando.


Con tiempo por delante y paciencia, nos pusimos a buscar un
lugar tranquilo en una zona costera del Mediterr�neo, esperando encontrar algo
atractivo y que se ajustara a nuestro presupuesto.


Mi mujer se llama Laura, y yo soy V�ctor. Llevamos ya casi
tres a�os casados, y desde nuestro viaje de novios, rara vez hemos tenido mas de
dos d�as seguidos de fiesta en com�n. Los dos trabajamos en el mismo bar
musical, donde nos conocimos hace ya mas de cinco a�os, situado en la zona de
copas de la ciudad.


Yo era el encargado del local, y una noche quede prendado de
una chica morena, no demasiado alta, pero s� con un excelente cuerpo y muy bien
proporcionado. Aunque al principio se me antojaba con poco pecho, con el tiempo
descubr� que tenia unas tetas sabros�simas.


Ella entr� con un grupo de amigos, con su pelo liso casi
negro colg�ndole gracioso hasta los hombros, y un culito respingon moldeado por
unos pantalones vaqueros ajustados, que hizo que lo siguiera atentamente con la
mirada durante el peque�o recorrido que hizo desde la puerta hasta la mesa que
ocupo junto con sus acompa�antes.


Eran cuatro chicos y tres chicas, pero yo solo me fije en
ella, y lo hice con tanto descaro, que al final se dio cuenta de que no la
perd�a de vista. Supongo que debi� de ver algo agradable en mi, puesto que
cuando se acerco a la barra a pedir una pajitas, r�pidamente entablamos
conversaci�n.


El caso es que empezamos a vernos, y al poco tiempo
comenzamos a salir juntos mas en serio. Adem�s de esto, unos seis meses mas
tarde, surgi� en el local la necesidad de contratar a una chica que se ocupara
de la caja, y como Laura trabajaba en un supermercado, con un contrato basura y
un m�sero sueldo, le propuse al due�o del local emplearla all�, con la esperanza
de que entre nomina y comisiones, casi doblara los ingresos que percib�a en el
s�per.


Las cosas nos fueron bien, y ahora tenemos un acogedor pisito
donde compartimos nuestras vidas las pocas horas en que coincidimos en casa,
pero que os aseguro que aprovechamos plenamente.


Est�bamos en el mes de octubre, e �bamos a disponer de
vacaciones juntos las dos ultimas semanas de noviembre, as� que nos pusimos a la
b�squeda de un lugar agradable para relajarnos despu�s de tantos meses de
intenso trabajo.


Durante todo el tiempo que llev�bamos trabajando en el bar
musical, hab�amos llegado a verlo casi todo. De hecho, el local tenia fama de
ser un sitio donde la gente iba a buscar rollo, no es que fuera un bar de
alterne, ni mucho menos, pero lo cierto es que rara era la noche en que no se
echaban un par de polvos en los reservados, e incluso de un tiempo a esta parte,
era frecuentado por muchas parejas en busca de nuevas experiencias sexuales con
gente de sus mismos gustos.


Todo esto hab�a contribuido a que Laura y yo hubi�ramos
dejado atr�s muchos de los perjuicios que ten�amos cuando nos conocimos, y nos
hab�amos convertido en una pareja bastante morbosa, aun cuando no practic�bamos
intercambios con otros matrimonios ni hab�amos invitado por el momento a nadie
para compartir nuestra cama.


El hecho es que navegando por Internet, visitando diversas
paginas de agencias de viajes, encontramos un anuncio que llamo nuestra
atenci�n. Se trataba de una urbanizaci�n con peque�as casas unifamiliares, de
esas que a veces te ofrecen para formar una mancomunidad, y disfrutarla durante
unos d�as al a�o.


En dicho anuncio ofrec�an el alquiler de dichas viviendas por
semanas, a un precio que no llegaba ni a la mitad de otras ofertas que hab�amos
visto parecidas. La urbanizaci�n estaba situada a unos pocos Km de la costa
Alicantina, en la falda de una monta�a, y promet�a descanso y tranquilidad
absoluta, as� como muy buena comunicaci�n con el pueblo m�s cercano y las
playas.


Aunque ya no era tiempo de ba�arse, tanto Laura como yo
pensamos que era un buen lugar para descansar durante dos semanas, as� que nos
pusimos en contacto con �l numero de tel�fono que indicaban, y al d�a siguiente
ya ten�amos reservada una de las casitas para pasar all� nuestras merecidas
vacaciones.


Cuando llego el momento, cogimos el coche y nos encaminamos
desde Barcelona a Alicante, ilusionados en pasar los pr�ximos quince d�as
divirti�ndonos, comiendo, bailando, follando, y porque no, si surg�a la ocasi�n,
hacer alguna que otra travesura sexual.


Una vez en el lugar, nos encontramos con un grupo de unas 30
casitas, todas ellas iguales, separadas unas de otras por unos cincuenta metros.
Todas ten�an su correspondiente jard�n, rodeado enteramente por una valla
met�lica y unos frondosos abetos que ocultaban a los ojos de los transe�ntes lo
que ocurr�a en cada parcela.


En esa �poca del a�o, solo estaban alquiladas media docena de
casitas, y las que estaban a ambos lados de la nuestra, estaban vac�as. Sin
embargo, el lugar era precioso, al igual que tranquilo. Se ve�a muy poca
actividad por las cercan�as, tan solo hab�amos visto a varios matrimonios
mayores de vez en cuando en la parte m�s baja de la urbanizaci�n.


De todos modos, nosotros est�bamos muy a gusto. Pase�bamos
por la playa, com�amos en buenos restaurantes, visit�bamos los pueblos cercanos
y todos los d�as ech�bamos al menos un buen polvo. Incluso en una ocasi�n se nos
antojo echar una follada r�pida durante la noche en la playa, y digo r�pida
porque tampoco hacia mucho calor que se diga, como para estar en bolas sobre la
arena a esas horas de la noche.


Una tarde en la que lucia un generoso sol, yo casi dormitaba
en una de las tumbonas que hab�a en el jard�n, vestido �nicamente con una
camiseta y un pantal�n corto, descubr� que una sombra cruzaba sobre mis ojos
cerrados. Era Laura, y parec�a que tenia ganas de juegos.


Ataviada �nicamente con la parte de abajo de su bikini
amarillo y una camiseta ancha que apenas cubr�a su hermoso culito, puso sus
piernas a ambos lados de la tumbona y se sent� justo encima de mi tranquilo
paquete, abr� los ojos y vi en su cara una expresi�n de gata caliente y empec� a
acariciar sus caderas por debajo de la camiseta con suavidad.


De pronto distingu� una cara que nos observaba desde detr�s
de una peque�a abertura que hab�a entre los abetos aproximadamente a un metro de
la puerta de la valla.




Hay alguien mirando desde detr�s de la valla. Le dije a
Laura




Ella giro la cabeza al tiempo que yo la hacia levantar de
encima de m� para dirigirme al lugar donde estaba el curioso. Cuando estuve mas
cerca distingu� a un hombre de cabeza grande y sin un solo pelo en el cuero
cabelludo, cubierto con una gorra parecida a la de un chofer.


Abr� la puerta de la valla y sal� a la calle que cruzaba toda
la urbanizaci�n y me encontr� con dos hombres uniformados de lo que parec�a una
empresa de seguridad.




�Ocurre algo? � Les pregunte.


No, perdone. � Contesto el que hab�a estado mirando. �
Somos del servicio de vigilancia de la urbanizaci�n. O�mos unas voces y me
asome por el hueco entre los �rboles. Espero no haberles molestado.




Era un t�o de al menos un metro noventa, con una espalda que
parec�a un armario ropero, totalmente calvo y con acento extranjero. Su
acompa�ante era un poco m�s bajo pero tambi�n estaba un rato cachas, y no dijo
ni una sola palabra. Los dos iban vestidos de uniforme, incluida la gorra, y de
su cintura colgaban una porra, una pistola y en la parte posterior unas esposas.




No, no. � Les conteste yo. � Me alegro de verles por
aqu�, esto esta muy solitario estos d�as.


Bien, que tengan un buen d�a, usted y su esposa. Ya nos
vamos. � Volvi� a decirme el armario ropero.




Regrese tranquilamente al jard�n de nuestra casita, donde me
esperaba Laura de pie al lado de la tumbona, y volv� a acostarme para seguir
disfrutando del sol.




�Qui�n era? � Me pregunto mi mujer.


Los guardias de seguridad de la urbanizaci�n. No te
preocupes, no pasa nada, deben de estar haciendo su ronda.


Ya, pues han estado a punto de contemplar un espect�culo
inesperado. Menos mal que los as visto a tiempo. � Dijo Laura.




Como por instinto, volv� a girar la vista hacia el lugar
donde antes hab�a visto al guardia de seguridad, y por un instante pude ver como
r�pidamente retiraba la cara del hueco entre los abetos y se escond�a a un lado.
Era el mismo que nos hab�a estado observando antes.


Sent� como si en ese momento me hubieran inyectado una
jeringuilla de puro morbo, cog� a mi mujer de la mano he ice que se sentara de
nuevo sobre m� dici�ndole:




�Te gustar�a darles ese espect�culo, cari�o? Aun est�n
mirando.




Laura se qued� un momento sorprendida, sin saber como
reaccionar. Mientras yo hab�a deslizado mis manos bajo su camiseta y ya le
acariciaba los senos con suavidad al tiempo que mi pene aumentaba de tama�o bajo
su sexo cubierto �nicamente con el bikini.


Ella me dirigi� una sonrisa c�mplice, sin volver la cabeza
hacia la valla y comenz� a mover sus caderas en circulo, restregando su co�o
contra mi polla por encima de la ropa, haciendo que mi herramienta adquiriera su
m�xima erecci�n. Al mismo tiempo, yo empec� a jugar con sus pezones bajo la
camiseta, presion�ndolos entre los dedos pulgar e �ndice de cada mano, lo que
contribu�a a que Laura empezara a calentarse tanto como yo.


De tanto en tanto, yo dirig�a una disimulada mirada hacia el
hueco de los �rboles, y comprobaba que nuestro guardia mir�n no perd�a detalle
de nuestras maniobras. No pude descubrir desde donde nos observar�a su
acompa�ante, pero estoy seguro de que no se estaba perdiendo nada de la peque�a
travesura que les est�bamos montando.


Nos pasamos mas de un cuarto de hora restregando nuestros
sexos y acariciando nuestros pezones mutuamente, hasta que nuestro estado de
calentura fue tal que decidimos meternos en casa para desfogarnos en la cama, y
cuando estaba punto de cerrar la puerta de entrada, mi mujer me sorprendi�
volvi�ndose hacia la valla, y d�ndose un beso en las yemas de los dedos, con una
maliciosa sonrisa puso la palma de su mano hacia arriba y soplo suavemente
dirigiendo el morboso beso hacia el lugar donde nuestros espectadores deb�an de
estar ya totalmente empalmados.


Esa tarde echamos un polvo m�gico, debido sin duda al morbo
que nos hab�a producido la travesura del jard�n. Despu�s de un buen rato en la
cama practicando diversas posturas sexuales, y tras vaciarnos cada uno de
nosotros un par de veces, nos aseamos y nos fuimos al pueblo a dar una vuelta y
a cenar.


Ya casi nos hab�amos olvidado de los agentes de seguridad,
cuando un par de d�as mas tarde, ya bien entrada la tarde, yo me encontraba en
el sof� viendo la televisi�n, y Laura le�a un libro recostada sobre el c�sped
del jard�n, con la espalda apoyada contra la pared de la casa, justo al lado de
la puerta, cuando su voz llam� mi atenci�n:




Cari�o, volvemos a tener visita.


�C�mo? � Dije yo, que estaba m�s atento a la tele que a
lo que me dec�a Laura.


Los de vigilancia. Est�n otra vez detr�s de la valla,
debi� de gustarles el otro d�a el espect�culo, y vienen a ver si hoy hay
funci�n.


Va... No les hagas caso. Sigue leyendo y no seas mala. �
Conteste yo al notar un tono p�caro en su voz.


�Acaso a ti no te gusto la funci�n, cari�o?




Esta ultima frase la pronuncio Laura con ese tono de voz de
gata salvaje que ella sabia que me despertaba la libido. As� que me olvide de la
televisi�n y me dirig� a donde se encontraba ella. Cuando llegue a la puerta,
dirig� una disimulada mirada hacia el lugar donde sabia que se apostaban
nuestros voyeurs, y tal como hab�a dicho mi mujer, all� estaba oculto tras los
abetos el grandull�n del otro d�a, atento a lo que pudiera pasar en nuestro
jard�n.


Laura me cogi� la mano y me gui� a que me situara frente a
ella. Tal como estaba sentada en el suelo, con la espalda contra la pared, abri�
sus flexionadas piernas y me arrodille entre ellas, apoyando mis nalgas en los
talones.


Estaba seguro de que el breve instante que paso desde que mi
mujer abri� las piernas y yo me coloque entre ellas, las bragas blancas que
llevaba no hab�an pasado desapercibidas a los ojos de nuestros mirones, y eso,
sumado a la visi�n que yo tenia de su entrepierna, ya estaba haciendo que se me
empezara a endurecer la polla.


Mi mujer estaba decidida a que nuestro publico se marchara
contento, y sin casi darme tiempo a acomodarme, echo mano a mi paquete y comenz�
a magrearme por encima del pantal�n corto de deporte que yo vest�a, y a los
pocos segundos mi rabo hacia esfuerzos por salir de la prisi�n de estos.


Era indudable que desde su posici�n tras la valla, los
guardias de seguridad no pod�an ver como Laura me masturbaba, sin embargo, era
f�cilmente imaginable deducirlo por el movimiento de sus brazos y la cara de
vicio que pon�a.


No puedo negar que el saber que nos observaban, a m� tambi�n
me produc�a un inmenso morbo, as� que empec� a deslizar una de mis manos por la
parte interior de sus muslos, hasta que llegue a posar dos de mis dedos sobre
sus bragas, justo a la altura de su vagina. Solo con una leve presi�n de estos,
consegu� que del pecho de mi mujer escapara un profundo suspiro, al tiempo que
apretaba sus manos contra mi polla y mis huevos.


Sin mas pre�mbulos, llev� sus manos a mis caderas y agarro al
mismo tiempo mis pantalones y mis calzoncillos y los hizo descender hasta mis
rodillas. En ese momento mi culo debi� de quedar unos instantes a la vista de
los guardias, aunque r�pidamente fue cubierto nuevamente por la camiseta
deportiva que llevaba, puesto que arrodillado como estaba, la sent�a rozar en la
planta de mis pies.


Laura no perd�a el tiempo, una de sus manos jugueteaba
suavemente con mis genitales mientras con la otra agarraba mi erecta polla y
comenzaba a hacerme una prometedora paja. Est�bamos frente a frente, mir�ndonos
directamente a los ojos, masturb�ndonos mutuamente, y yo ya luchaba con sus
bragas para hacer llegar mis dedos hasta su cl�toris, con la idea de darle
placer metiendoselos hasta el fondo del co�o.


Ella se inclin� un poco y aparto sus bragas hacia un lado,
indic�ndome as� que deseaba que yo siguiera metiendole mano. Mi pulgar empez� a
jugar con su cl�toris y mis dedos coraz�n e �ndice empezaron a abrirse camino
lentamente en el interior de su co�o. Laura me demostraba el placer que
experimentaba mordi�ndose el labio inferior y emitiendo contenidos gemidos,
mientras que a cada instante me acariciaba los huevos y me pajeaba con mas
rapidez.


Al cabo de unos minutos, los nudillos de mi mano chocaban
contra su piel y dos de mis dedos hurgaban en el fondo de su vagina, mientras,
con el pulgar describ�a r�pidos c�rculos sobre su cl�toris y en su cara notaba
la inequ�voca expresi�n de la que esta a punto de tener un orgasmo.


Laura tenia ahora la boca entreabierta y los ojos cerrados, y
su respiraci�n era mas entrecortada que nunca. Aun as�, no cesaba un instante en
la paja que me estaba haciendo. Sent�a como sus u�as recorr�an mis huevos y su
otra mano hab�a adquirido una considerable velocidad en �l sube y baja que me
aplicaba a la polla.


Al momento, mi mujer adivino que me iba a correr y encerr� la
cabeza de mi pene en una de sus manos, mientras la otra no dejaba de menearme el
miembro. Descargue todo mi semen en sus manos, que quedaron impregnadas con el
viscoso liquido justo cuando notaba que una gran cantidad de flujos inundaban el
co�o de mi mujer. El orgasmo hab�a sido pr�cticamente simultaneo.


Nos quedamos as� durante unos minutos, hasta que nuestra
respiraci�n volvi� a la normalidad. Laura dirigi� una fugaz mirada hacia los
abetos y me confirmo que nuestros espectadores se hab�an quedado a ver toda la
funci�n. Disimuladamente, me sub� los slips y los pantalones y mi mujer acomodo
sus bragas entre sus piernas. Me levante y cuando me dispon�a a entrar en casa
le advert�:




Ni se te ocurra lanzarles otro beso.


No te preocupes, no pienso hacerlo. � Me respondi� Laura.




Entonces, ante mi at�nita mirada, y estando encarada hacia la
valla, se llev� a la boca la mano que estaba impregnada con mi semen, y con su
caracter�stica sonrisa felina se meti� lascivamente dos dedos entre sus labios,
chupandolos de la manera m�s provocadora que se le ocurri�.


Tanto Laura como yo admit�amos ya abiertamente que nos
agradaba el juego de exhibicionismo que practic�bamos ante los guardias de
seguridad. Nos complac�a enormemente el saber que otras personas disfrutaban
contemplando nuestras aventuras sexuales, y ya ten�amos convenido, que si se
presentaba una nueva ocasi�n, volver�amos a deleitar a nuestros curiosos amigos
con un nuevo espect�culo.


Pero pasaron varios d�as sin que dicho encuentro aconteciera,
ya fuere porque nuestros mirones hubieran cambiado de turno, lo cual
desconoc�amos, o porque cuando ellos se acercaban a nuestra casita de alquiler,
nosotros nos encontr�bamos haciendo turismo por la regi�n.


No fue hasta �l ultimo d�a de nuestra estancia en Alicante,
cuando a media tarde yo me encontraba en la tumbona del jard�n, reposando la
comida antes de preparar nuestro equipaje para la vuelta a Barcelona al d�a
siguiente, que un leve ruido tras los abetos llamo mi atenci�n. All�, en el
lugar de siempre, estaba el gigantesco guardia de seguridad con menos pelo en la
cabeza que el choco de una mu�eca.


El se dio perfecta cuenta de que yo le hab�a descubierto,
pero en vez de ocultarse r�pidamente como hiciera en la primera ocasi�n, aparto
un poco mas con la mano las ramas de los abetos y se me quedo mirando
descaradamente y sonriendo, como pregunt�ndome con la mirada si esa tarde no iba
a recrear la vista.


A menos de un metro de distancia, unas manos aparecieron
entre los �rboles, y tras ellas distingu� la cara del acompa�ante del armario
ropero que conoc� el primer d�a. Lo que me sorprendi�, fue que un tercer hombre,
al que no hab�a visto nunca, se encaramaba por encima de los abetos que cubr�an
la puerta de la entrada de la verja, y su cabeza oteaba curiosa nuestro jard�n,
en busca sin duda de lo que sus compa�eros le hab�an contado.


Aunque est�bamos a finales de noviembre, era una tarde
bastante c�lida, y tanto mi mujer como yo llev�bamos poca ropa encima. Yo tan
solo cubr�a mis verg�enzas con un ba�ador negro, y Laura deambulaba por la casa
vestida �nicamente con su escueto bikini amarillo.


Entre y la encontr� en la cocina metiendo los �ltimos platos
en el lavavajillas. Me acerque a ella por detr�s y acomodando mi paquete entre
sus nalgas al tiempo que le acariciaba suavemente las tetas por encima de bikini
le dije:




Querida, tenemos visita. �Qu� te parece si les damos una
buena despedida?




Laura se qued� un momento callada, saboreando el magreo que
mis manos aplicaban a sus pechos mientras notaba que un gran bulto crec�a tras
su culito.




Esp�rame en la tumbona. Salgo en dos minutos. � Me
contesto.




Me dirig� de nuevo al jard�n y me acomode en la tumbona, con
las manos entrelazadas bajo mi nuca. Los tres vigilantes segu�an en el mismo
sitio, a la espera de los acontecimientos. Ya no trataban de ocultarse de modo
alguno, mas bien parec�an impacientes por que comenzara el espect�culo.


Me quede mirando de nuevo al grandull�n calvo, y temiendo que
fueran a abandonar su posici�n de vigilancia le sonre� descaradamente y le gui�e
un ojo, como d�ndole a entender que pronto empezar�a la funci�n.


Enseguida apareci� Laura, con su bikini amarillo y una toalla
azul colg�ndole del hombro. Se quedo de pie a mi lado observando la valla, y
tras mirar uno a uno a los vigilantes dijo:




Vaya, hoy tenemos mas publico. Eso quiere decir que somos
buenos actores.




Se dirigi� a los pies de la tumbona y se sent� a horcajadas
entre mis piernas a la altura de mis tobillos. Entonces se coloco la gran toalla
de playa sobre la cabeza, como si fuera una larga capa que le cubr�a casi la
totalidad de la espalda. Sin pre�mbulo alguno, hizo descender mi ba�ador un
palmo, hasta la mitad de mis muslos, agacho la cabeza, me agarro la polla con
las dos manos, y se la meti� entera en la boca.


Yo estaba recostado en la tumbona justo de frente a la valla,
y ve�a como los tres voyeurs observaban at�nitos la felaci�n que me estaba
haciendo mi mujer bajo la toalla, por no hablar del excelente panorama que deb�a
ofrecerles el culito de Laura escasamente tapado por el min�sculo bikini y las
piernas completamente abiertas a los lados de la tumbona.


Se la ve�a subir y bajar la cabeza a un ritmo pausado bajo la
toalla, y notaba como sus dedos jugaban h�bilmente con mis pelotas. Yo me
aferraba a la tumbona con mis manos, observando alternativamente como mi polla
desaparec�a en su boca y a los tres mirones que a esas alturas deb�an de estar
mas calientes que el rabo de una sart�n.


Laura chupaba cada vez con mas avidez, tanto es as� que no
pude reprimir el impulso de agarrar su cabeza por encima de la toalla y
acompa�arla en sus movimientos. No s� que es lo que m�s placer me estaba dando,
s� el roce de sus labios y de su lengua sobre mi verga, o la atenta mirada de
los tres vigilantes.


Era tan intenso el placer que estaba sintiendo, que a los
pocos minutos descargue toda mi leche dentro de la boca de mi mujer. Laura la
acogi� sin que se derramara una sola gota, y mis gemidos y convulsiones, as�
como mis manos aferrando la cabeza de mi mujer, hab�an indicado sin lugar a
dudas a nuestros invitados que el producto de la mamada ya recorr�a su garganta.


Me relaje sobre la tumbona y Laura volvi� a colocar con
cierto disimulo mi ba�ador en su sitio, pero antes de levantarse, se acerco a mi
boca y me propino un profundo beso, y su pastosa lengua se hundi� en mi boca,
haci�ndome saborear el amargo gusto de mi propio semen. Sin quitarse la toalla
de la cabeza, se acerco a mi o�do y me dijo:




Ahora soy yo la que quiere tu cabeza entre mis piernas,
pero eso lo haremos en privado.




Se levanto, y coloc�ndose nuevamente la toalla colgada de un
hombro, se dirigi� al interior de la casa, moviendo insinuantemente su culito y
sus nalgas, que ahora quedaban casi enteramente al aire por el hecho de que el
bikini se hab�a metido entre ellas.


Tras dirigir una r�pida mirada a los guardias de seguridad,
entre en la casa detr�s de Laura, y en la habitaci�n de matrimonio le hice una
comida de co�o de campeonato, acompa�ada por varios de mis dedos que se
introduc�an alternativamente en su vagina y en su culo, hasta que a los pocos
minutos, mi cara estaba completamente llena del semen que mi mujer expulsaba al
correrse a base de mis intensos lametazos.


Despu�s de ducharnos los dos, preparamos nuestras maletas
para regresar a nuestro domicilio al d�a siguiente. Era nuestra ultima noche en
la urbanizaci�n y decidimos ir a cenar al pueblo, mas que nada para no tener que
volver a limpiar la cocina.


Nos dirigimos a un restaurante en el que ya hab�amos comido
varias veces y nos agradaba bastante. All� coincidimos con uno de los
matrimonios mayores que tambi�n ocupaban una casita en la urbanizaci�n y nos
sentamos los cuatro a cenar en una misma mesa.


Era una pareja muy agradable, los dos ya jubilados, que
resid�an en Madrid y que hab�an decidido pasar all� un mes entero. Estuvimos
hablando de temas banales, hasta que a eso de las once de la noche nos
despedimos de nuestros acompa�antes dici�ndoles que nos �bamos a costar, ya que
a la ma�ana siguiente, bien temprano, deb�amos regresar a Barcelona.


En un momento llegamos a la casita, y yo me dispuse a
preparar todas nuestras cosas al lado de la puerta de salida, mientras Laura
tomaba un ba�o antes de acostarnos. Cuando ya me dispon�a a meterme en la cama
para esperar all� a mi mujer, escuche el timbre de la puerta, y
despreocupadamente me dirig� a abrir pensando que eran nuestros compa�eros de
cena, que quer�an darnos una ultima despedida.


Nada mas girar el pomo de la cerradura, la puerta se abri�
violentamente, y lo primero que vi fue una pistola ante mis narices que me
apuntaba directamente a entre los ojos. Tras ella estaba el gigant�n guardia de
seguridad, con toda su calva reluciente, puesto que en esta ocasi�n venia sin
gorra, y con el significativo gesto de poner su dedo �ndice ante sus labios, me
indicaba que no dijera una sola palabra.


En apenas un segundo, los dos acompa�antes que nos hab�an
estado observando durante la tarde, se introdujeron en el interior de la casa, y
mientras uno echaba una r�pida mirada al sal�n, el otro se coloco a mi espalda,
y en un r�pido movimiento, me izo juntar las manos en mi trasero y me coloco
unas esposas que ya tra�a preparadas.


El gigante de la pistola se acerc� a mi cara hasta casi
tocarme la mejilla con la nariz y me dijo sin levantar la voz pero con un tono
de muy mala leche:




Como digas una sola palabra te meto un tiro en la boca,
carb�n.




Dio tambi�n una mirada r�pida al interior de la casa, y al no
ver a mi mujer se dirigi� a sus compa�eros:




Buscar a la zorra, y no hag�is ruido. R�pido.




Los otros dos vigilantes desaparecieron entre las puertas que
daban a la cocina y a las habitaciones. Los tres vest�an sus uniformes
reglamentarios, pero ninguno de ellos llevaba la gorra puesta. El que me
apuntaba con la pistola me parec�a ahora mucho m�s grande que cuando lo hab�a
visto la primera vez. Yo no le llegaba ni a los hombros, adem�s de que tenia una
espalda que era mas del doble de la m�a.


Los otros dos debi� de encontrar a mi mujer aun en el ba�o. A
los pocos instantes aparecieron de nuevo por el pasillo, sujetando cada uno un
brazo de Laura, que venia tapada �nicamente con unas min�sculas bragas, el pelo
aun mojado y despeinado, y unos ojos que denotaban que estaba totalmente
aterrorizada.


Tal como hab�an hecho conmigo, le hab�an esposado las manos a
la espalda, y tal como la tra�an hacia el sal�n, descalza y casi corriendo, sus
pechos desnudos iban dando peque�os saltitos a cada paso. Cuando llegaron frente
a nosotros, Laura me miro con cara de p�nico, y de sus ojos estaban a punto de
brotar las primeras lagrimas.


El grandull�n ya hab�a cerrado la puerta y hab�a corrido los
dos cerrojos que tenia. Entonces guardo la pistola en su cartuchera y saco la
enorme porra que colgaba de una de sus caderas, al tiempo que me empujaba hacia
el centro del sal�n. Uno de sus compa�eros se dirigi� r�pidamente hacia las dos
ventanas que daban al exterior y bajo completamente las persianas. Mientras, el
otro, cogi� una peque�a mesa que hab�a frente al sof� y la coloco pegada a una
de las paredes.


Cuando el sal�n estuvo a su gusto, los otros dos guardias
tambi�n sacaron sus porras de los cinturones, y se colocaron respectivamente a
mi espalda y la de mi mujer. Entonces, mientras el grandull�n golpeaba la palma
de su mano con la porra, y sin quitar los ojos de las tetas de mi mujer nos
dijo:




Vaya, Vaya. �Qu� tenemos aqu�? Una parejita que le gusta
poner cachonda a la gente.




Aun no hab�amos escuchado la voz de los otros dos, pero este
estaba claro que era extranjero, con un acento t�pico de los pa�ses del este de
Europa. Tras una breve pausa, sigui� habl�ndonos:




Todo esto se podr�a haber evitado si nos hubierais
invitado a una de vuestras fiestecitas. Pero no. Tu quieres a esta zorra
para ti solito, �Verdad?




Dijo las ultimas palabras mir�ndome fijamente a los ojos, y
yo estaba totalmente acojonado. Nos encontr�bamos entre eso tres pedazos de
t�os, cada uno con una porra, los dos con las manos esposadas a la espalda, mi
mujer en bragas y yo �nicamente con un pantal�n corto de deporte.




Bueno, no importa, a todos nos llegara nuestro turno, y
esta noche vas a ser t� el que mire. Vas a ver como los tres nos follamos a
esta puta. � Repiti� el grandull�n mir�ndome otra vez a m�.




El t�o que estaba detr�s de mi, me agarr� fuertemente del
pelo y me dijo que me arrodillara en el suelo. Despu�s me atraves� la porra en
la boca, como si fuera el arn�s de un caballo, y se coloco detr�s de m�
sujet�ndola con fuerza. Yo notaba su barriga tras mi cabeza, y no cab�a duda de
que me tenia totalmente inmovilizado.


El otro guardia sujetaba a mi mujer por las esposas, y el
grandull�n se acerco y empez� a magrearle las tetas con cara de satisfacci�n,
mientras deslizaba la porra por entre las piernas de Laura, que aunque intentaba
cerrarlas al m�ximo, no pudo evitar que aquel cachirulo entrara en contacto con
su co�o por encima de sus braguitas.


Cuando se canso de s�brale las tetas y de pellizcarle los
pezones a Laura, y mientras su compa�ero la sujetaba por los brazos a la espalda
y por el pelo, de un tir�n le bajo las bragas hasta los tobillos, le hizo
levantar alternativamente los pies y se las quito haciendo una peque�a pelota de
tela con ellas en su enorme mano.




Abre la boca, zorrita, esto puede que te duela un poco. �
Le dijo a mi mujer.




Agarrandola por las mand�bulas la obligo a abrir la boca y le
introdujo las bragas en ella. Yo contemplaba la escena de rodillas sin poder
hacer nada, con la porra del guardia de seguridad que estaba a mi espalda
atravesada en la boca, y haciendo este fuerza con sus manos para impedirme
cualquier movimiento.


Entonces, entre los otros dos, colocaron a mi mujer enfrente
de m� y la obligaron tambi�n a arrodillarse, cogiendola del pelo hasta que su
frente casi tocaba el suelo. Al mismo tiempo, el vigilante que me tenia sujeto a
m�, me empujo un par de pasos, hasta que la cabeza de Laura, con la frente
apoyada en la alfombra que hab�a en el suelo, quedo justo entre mis piernas.




Suj�tale la cabeza con las piernas, pedazo de carb�n. �
Dijo el t�o que estaba sujet�ndome con un acento parecido al del grandull�n.




Yo junte un poco las rodillas, hasta notar que el pelo de mi
mujer rozaba la parte interior de mis muslos. Pero inmediatamente, el vigilante
que estaba junto al grandull�n me dio un tremendo golpe con la porra en la parte
exterior de la pierna dici�ndome:




Aprieta fuerte las piernas, hijo de puta. Que no se
mueva, o te meto la porra por el culo.




Junte las piernas hasta que note las orejas de mi mujer
aprisionadas entre mis muslos. La sent�a sollozar, aunque no pod�a articular
palabras por tener las bragas dentro de la boca. A continuaci�n, el grandull�n
tambi�n se arrodillo he izo que Laura abriera las piernas todo lo que su
flexibilidad permit�a d�ndole peque�os golpes con la porra en el interior de los
muslos.


Con la mayor impotencia tuve que observar como aquel gigante
manoseaba con satisfacci�n el co�o de mi mujer, metiendole con sa�a varios de
sus dedos, mientras mis propias piernas sujetaban su cabeza para que no se
moviera. No contento con meterle mano, agarrandola por una de sus caderas, le
meti� de golpe la porra hasta el fondo de su agujero, lo que produjo una fuerte
sacudida del cuerpo de Laura, al verse invadida en su interior por aquel
garrote.


Empez� a follarla con la porra a una velocidad de v�rtigo.
Laura emit�a ahogados sonidos bajo mis piernas en lo que parec�an entrecortados
gritos, mientras el arma del vigilante se introduc�a mas de un palmo en el
interior del co�o de mi mujer. Yo segu�a inmovilizado por el t�o que estaba a mi
espalda, con el culo de mi mujer totalmente expuesto a menos de cincuenta
cent�metros de mis ojos, y aquella estaca recubierta de cuero que no dejaba de
entrar y salir cada vez m�s r�pido.


El guardia que estaba junto al grandull�n, ya se tocaba el
paquete descaradamente. De pronto se arrodillo a un lado de mi mujer y
escupi�ndole en el culo, comenz� tambi�n a hacer fuerza con su porra para
metersela a Laura por el ano. Ahora si que no hab�a duda de que mi mujer
intentaba gritar, aunque las bragas en la boca segu�an sin permit�rselo.


Poco a poco, la segunda porra fue abri�ndose camino en el
culo de Laura, y las dos armas se introduc�an a la vez salvajemente por los dos
agujeros de mi mujer. El grandull�n incluso iba haciendo peque�os c�rculos con
su mano, provocando que el co�o de Laura se dilatara mas todav�a.


Tuve que estar mas de un cuarto de hora viendo como aquellos
dos cabrones se divert�an violando a mi mujer con sus porras. Se intercambiaban
los agujeros, tan pronto el gigant�n le hund�a la porra a Laura en el co�o, como
cambiaba y le taladraba con ella el culo, sin disminuir para nada la fuerza y la
violencia con que se la met�a.


A todo esto, Laura ya apenas opon�a la m�s m�nima
resistencia, ni siquiera la o�a sollozar. Me imagino que se hab�an agotado sus
fuerzas, y el t�o que me inmovilizaba a mi espalda, se cuidaba bien de que no
separara las piernas para liberar la cabeza de mi mujer.


Por fin se cansaron de jugar con las porras, y entre los dos
acompa�antes del grandull�n me llevaron a empujones al sof�. Me hicieron sentar
justo en el centro y uno de ellos me volvi� a sujetar desde atr�s atraves�ndome
de nuevo la porra en la boca. Era el que primero le hab�a metido a Laura la
porra en el culo.


Entre los otros dos, levantaron a mi mujer del suelo. Tenia
las mejillas llenas de lagrimas, y f�cilmente se le notaba que tenia un fuerte
dolor en el co�o y en el culo. Por un momento pens� que all� acababan nuestros
suplicios, pero estaba totalmente equivocado.


Le sacaron a Laura las bragas de la boca. � Vamos a necesitar
tambi�n este agujero. � Le dijo el gigante. Entonces la arrastraron hasta el
sof� y la sentaron a mi lado. Apenas la tuvieron all�, cogiendola del pelo, la
hicieron tumbarse boca arriba sobre mis piernas, hasta que su cabeza quedaba
apoyada en el sof� y su espalda se arqueaba sobre mis muslos, lo que hacia que
yo tuviera sus tetas justo frente a mi cara.


Sin mas pre�mbulos, el vigilante que me hab�a estado
sujetando mientras los otros dos se la follaban doblemente con las porras, se
desabrocho los pantalones y mostr� un enorme falo totalmente erecto, debido sin
duda a lo que hab�a estado contemplando desde detr�s de m�.


Sin ning�n miramiento, agarro a Laura por los tobillos, le
separo las piernas, y de un golpe le hundi� la enorme polla en el co�o. Mi mujer
estaba a punto s� soltar un estruendoso grito cuando el gigant�n, que tambi�n se
hab�a desabrochado los pantalones, la agarro por el cabello, y tras girarle la
cabeza hacia �l, le meti� en la boca un espectacular rabo de unas medidas
perfectamente acorde con su complexi�n.


Tanto uno como otro, se follaban a mi mujer con rabia. Yo
tenia la espalda de Laura sobre mis piernas, y los dos segu�amos esposados con
las manos a la espalda. A mi derecha, aquel bruto le met�a aquella descomunal
polla hasta el fondo de la garganta, lo que en alg�n momento incluso produc�a
que Laura tuviese algunas arcadas. Sin embargo, aquel bestia segu�a follandole
la boca sin ninguna contemplaci�n.


A mi izquierda, el otro guardia le daba por el co�o con unos
golpes de cadera tan violentos, que incluso hac�an que yo me moviera a cada
envite, aun estando sujeto desde detr�s del sof� por el tercer violador.


En unos minutos, el grandull�n que tenia la polla en la boca
de mi mujer, le agarro la cabeza con las dos manos y vaci� toda la carga de
leche que llevaba en el interior de la garganta de Laura. La sujeto firmemente
sin sacarle el miembro de la boca hasta que su erecci�n empez� a disminuir.


Entonces tomo el relevo del que me estaba sujetando y se puso
a mi espalda. El otro vigilante, saco la polla del co�o de mi mujer y se fue al
otro lado del sof�, dejando el sitio libre al que ya se acercaba con los
pantalones medio bajados.


Este, inmediatamente se puso a follarle tambi�n el co�o a
Laura, mientras el otro ya le met�a su polla en la boca hasta que la nariz de mi
mujer chocaba con su pelvis. Estos dos casi se corrieron al mismo tiempo en los
agujeros de mi mujer. Nuevamente tubo que tragarse el semen del violador que se
corr�a en su boca y la sujetaba fuertemente por el pelo.


Al mismo tiempo, su compa�ero le inundaba el co�o de leche,
manteniendo tambi�n la polla en su interior hasta que quedo totalmente
satisfecho. Continuaron girando por turnos alrededor de mi mujer hasta que cada
uno descargo su leche en la boca y el co�o de Laura, mientras a m� me sujetaban
desde detr�s del sof� con la porra atravesada en mi boca, oblig�ndome a no
perder detalle de las seis corridas que cuando terminaron mi mujer llevaba
dentro.


Casi a las tres de la ma�ana, despu�s de volver a ponerse sus
uniformes, el gigant�n saco de nuevo su pistola y antes de quitarnos las esposas
me dijo al o�do:




Ahora sed buenos y olvidaros de nosotros, tened en cuenta
que en las oficinas de la urbanizaci�n esta vuestra direcci�n en Barcelona.
�De acuerdo?




Sin dejar de apuntarme con la pistola, nos quitaron las
esposas y salieron r�pidamente de la casa. Ni siquiera se me paso por la cabeza
seguirles. No me hubiera servido de nada, ellos eran tres y muy fuertes y yo
estaba solo.


Me abrace a mi mujer y nos quedamos un rato tal como nos
hab�an dejado. Ella desnuda sobre mis piernas, con el co�o y el culo doloridos,
y la boca totalmente pastosa debido a las tres corridas que se hab�an vaciado
all� dentro. Yo totalmente impotente por no poder haber hecho nada por
impedirlo.


Nos duchamos los dos y sin dormir, cogimos el coche y nos
marchamos hacia Barcelona. Hicimos pr�cticamente todo el trayecto en completo
silencio, ni siquiera llev�bamos puesta la radio. Quer�amos olvidar cuanto antes
lo sucedido.


Al amanecer llegamos a nuestra casa. Tras descargar nuestro
equipaje nos echamos a dormir, Al d�a siguiente volvimos a nuestro trabajo en el
bar musical, y tan solo una ma�ana, antes de bajar a la calle a desayunar,
comentamos lo sucedido en Alicante. Los dos estuvimos de acuerdo en que la vida
continua, y que lo sucedido ya no tenia remedio por mucho que nos pesara. As�
que lo �nico que pod�amos hacer era continuar con nuestra vida normal.


Casi un mes despu�s de que sucedieran estos hechos, viendo
los informativos del medio d�a, nos sorprendi� una noticia en la que se ve�a una
imagen de la urbanizaci�n donde hab�amos pasado nuestras vacaciones.


Seg�n comentaba la presentadora, la polic�a hab�a detenido a
todos los trabajadores de dicha urbanizaci�n. Al parecer formaban parte de una
banda que se dedicaba al trafico de armas y el robo de coches de lujo, y usaban
aquellas casas como tapadera para el blanqueo de dinero. En total hab�a quince
detenidos, incluidos los vigilantes de seguridad, as� como innumerables arma
incautadas y una docena de coches.


Escuchamos la noticia en silencio y con la m�xima atenci�n.
Posteriormente, dieron otras noticias, hablaron de deportes y contemplamos
pensativos la previsi�n del tiempo.


Solo despu�s de que hubiera terminado el informativo, Laura
rompi� el silencio pregunt�ndome:




Cari�o, �Tu sabes donde se puede comprar una porra?




FIN



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Relato: De mirones a violadores
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