SE LLAMABA MANOLO
Se llamaba Manolo, y mi padre lo trajo a la Argentina ,desde
un pueblito de Pontevedra, Espa�a, donde su familia, en ese entonces, se mor�a
de hambre. Hijo de padre desconocido y de una prima lejana de mi abuelo, fue su
destino venir a vivir con nosotros, en una casa no muy grande que habit�bamos en
un suburbio de clase obrera, a unos treinta kil�metros al sur de Buenos Aires.
Ten�a 17 a�os cuando lleg� y yo estaba por cumplir mis 14 a�os.
Poco me gust� la idea de que viniera a compartir mi cuarto en
esa nueva casa. Era la primera vez que yo ten�a dormitorio propio y ahora un
intruso , un gallego desconocido, ven�a a perturbar mi intimidad de adolescente
calent�n , acostumbrado a un par de pajas diarias, a las revistas prohibidas
escondidas bajo el colch�n, a los libros algo zafados por contener escenas de
sexo.
Corr�a la d�cada del 60 y todav�a no hab�a estallado la
revoluci�n sexual, pero para ese entonces, yo ya sab�a que me gustaban los
hombres, los machos, las pijas, las garchas, las porongas de otros hombres. En
resumen he sido puto desde la mas tierna edad.
Me gustaba Aldo, el marido de la gorda de al lado , el de la
bicicleta con varias velocidades, con sus piernas gruesas y bien musculosas.
envolviendo un bulto fenomenal, el empleado del carnicero , apodado Ulises por
ser hijo de griegos, con su pecho muy velludo, sus brazos fuertes y sus miradas
intencionadas, el due�o del almac�n, don Roberto, por su virilidad tan marcada,
su vozarr�n de macho, y esa forma obscena de acomodarse el pito y rascarse las
bolas cuando cre�a que nadie lo miraba, el yerno del vendedor de hielo, apodado
El Rulo, por su cabello ensortijado, boxeador amateur con un extra�o parecido a
un gal�n de entonces del cine argentino, y me gustaba tambi�n aquel compa�ero de
colegio, mi amor imposible, famoso ya por el tama�o de su pija , pero que
siempre me decia mariquita, maric�n y otras palabras quie me her�an
profundamente.
Yo era algo amanerado, pero no era una loca con plumas. Hab�a
peores que yo. Mucho mas amariconados y femeninos.
En cada barrio al que nos mud�bamos, siempre hab�a un Aldo,
un Ulises, un don Roberto, un Rulo. Hombres de todas las edades que me
calentaban y con quienes de noche inventaba historias imaginarias para pajearme
enloquecido un par de veces o mas antes de dormirme..
Esa certidumbre de ser gay, me generaba un gran terror , pues
mi padre era un hombre autoritario de mucho y mal car�cter, mala leche y muy
homof�bico. Somet�a a mi madre y a nosotros los hijos (�ramos cuatro), a un
trato humillante y desconsiderado, pleno de violencias, tanto verbales como
f�sicas.
La suya era la �nica palabra que val�a en la casa, y nada se
pod�a hacer sin su previo consentimiento. Nuestra familia era un batall�n que
siempre ten�a que hacerle la venia militar. El dinero se gastaba a cuenta gotas
y hab�a que llorar mucho para conseguir lo mas elemental. El ten�a dinero pero
era agarrado, codicioso, mezquino. Adem�s de amarrete y mezquino, violento y
arrogante, era muy hiriente, y dec�a cosas terribles que sacaban a la luz tus
peores defectos y secretos. Lastimaba con la lengua mas que nadie. Que en paz
descanse.
Mi padre explotaba dos panader�as suburbanas y cada tanto las
vend�a y compraba otras para refaccionarlas y volverlas a vender, para quedarse
con la diferencia de precio y le iba bien con ese procedimiento, por lo que cada
par de a�os nos mud�bamos de barrio. As� conocimos todos los pueblos de los
suburbios de La Plata y de Buenos Aires. Eso hac�a que debiera de cambiar de
colegio frecuentemente, fuera p�simo alumno, no tuviera amistades duraderas, y
que mi vida fuera solitaria y desprovista de alegr�as.
Mis hermanos eran mas peque�os, y yo nunca ten�a con quien
jugar, con quien compartir cosas, con quien hablar de esa pubertad que me
saltaba a la cara con granos comprometidos, estiraba mis huesos y hac�a trabajar
mis hormonas tan aceleradamente.. Solo me entreten�a cantando, en la cuadra, el
lugar donde se hac�a el pan , cuando estaba vacio. En la cuadra yo era Sinatra,
Tony Bennett, Ray Charles, Aznavour, hasta Antonio Prieto y Sandro,
A veces Estela Raval y porque no Violeta Rivas, Olga Guillot
o Lola Flores.
Ahora veo que yo era, por ese entonces un puto triste, un
narciso encerrado en una cuadra de panader�a, un chico decididamente deprimido
practicando el karakoe, pero sin m�sica de fondo...
Un d�a lleg� el primo Manolo, tan flaco, tan con cara de
muerto de hambre, tan triste por haberse alejado de su madre y su terru�o. Era
callado, hablaba s�lo lo indispensable y a medida que pas� el tiempo fue
engordando y poni�ndose fuerte. Pero en aquellos primeros tiempos , yo lo
escuchaba llorar de noche. Lloraba de morri�a, de nostalgia por su pueblo, su
madre , su vida anterior. Tambi�n lloraba de impotencia frente a mi padre patr�n
autoritario que lo explotaba con jornadas largas de trabajo y un trato para nada
magn�nimo. Como lo habr� puteado a mi viejo. Y con raz�n.
Con los meses comenc� a mirarlo con otros ojos. Con una buena
alimentaci�n, hab�a ganado peso y crecido un poco, y por el mismo trabajo que
hac�a hab�a desarrollado m�sculos. Alguna vez lo hab�a espiado desnudo y me
impresion� el tama�o de su polla como el le dec�a, bien gorda y larga, y rodeada
de abundantes pelos. Ello contrastaba con mi pija a�n no del todo desarrollada y
casi carente de un marco de vello.
Manolo era velludo y fuerte y ol�a a transpiraci�n :era un
olor fuerte a hombre, a persona madura que me fascinaba. Era un olor a adulto
que no tapaban el agua ni el jab�n, una mezcla rara de sudor y endorfinas que me
atra�a poderosamente. Como les dije, yo era flor de pajero y todo me calentaba.
Cuando el estaba trabajando y yo me quedaba solo en el
cuarto, me masturbaba tras oler sus s�banas, la funda de su almohada, su ropa
interior. Me excitaba el olor a cebollas amargas de sus camisas, y sin pensarlo
mucho , me desnudaba y me hac�a paja tras paja, gritando su nombre , Manolo, Ay
Manolo, tu tan cachondo y yo tan solo....... ....
Un d�a me descubri� paje�ndome y primero se sorprendi� y
luego comenz� a re�rse socarronamente.
Ni hacerte la pu�eta sabes , me dijo......
Avergonzado y creyendo que me mor�a me dirig� al ba�o y el me
sigui�.
Se hab�a sacado los pantalones y se tocaba la verga por
encima de sus calzoncillos celestes.
Ven que te ense�o, insisti�.
Y ah� puso su mano en mi pija y corri� la pielcita y
humedeci� el glande y con su mano huesuda y muy blanca , comenz� a masturbarme
sin demasiada delicadeza, caus�ndome un poco de dolor al princip�o, pero luego
de unos instantes yo estaba al palo , entregado a la mejor paja que recordaba en
mi vida.
Acab� con un chorro gigantesco que me asust� y que gener� su
exclamaci�n .
- "Vaya, t�o," dijo.
El hab�a quedado al palo y yo enloquecido de calentura,
comenc� a acariciarle la pija a trav�s del calz�n, pero el pregunt� si no me
gustar�a tocar la carne, a lo que asent�.
Se baj� el calzoncillo y all� tom� su hermosa pija serrana y
gallega, tan grande y peluda, con esos huevos tan marcados, y proced� a hacerle
una paja sensacional, hasta que establl� en un orgasmo incre�ble. Ufff dec�a ,
Ufff Ufff Diosssssssssss, joderrrrrr....con sus ojos inyectados de deseo. Nunca
olvidar� esos ojos ni esa mirada pornogr�fica y calentona.
Nos lavamos y cada uno regres� a su cama.
- No se lo cuentes a nadie, me dijo, es nuestro secreto.
Y en secreto comenzamos a pajearnos mutuamente todas las
noches, porque produc�amos cantidades industriales de leche, y cada vez era mas
rico, mas agradable, mas sensual y er�tico, cada noche era mejor, porque, poco a
poco, nos hab�amos empezado a gustar.
Una noche me invit� a ir a su cama, y no lo pens� dos veces y
me pas� el brazo por el hombro, yo me sent� protegido y en paz por primera vez,
y apoy� mi cabeza en su pecho. Y sent� el calor de su cuerpo y de sus piernas y
del brazo en mi hombro y me puse al palo inmediatamente y ya no supe como
contener esa calentura, esa necesidad de dar y recibir el amor y afecto y
ternura, en un ambiente tan s�rdido, tan desnudo de sentimientos como el de mi
casa, y busqu� su boca para besarle, pero el me la neg� un par de veces diciendo
que el no era marica..... Besos en la boca no.....
Ofendido dej� su cama y me acost� en la mia llorando de
decepci�n ante tama�a afrenta. Me dec�a marica como lo hac�a mi compa�ero de
colegio, y yo solo buscaba su cari�o. Solo buscaba los besos que todos me
negaban, los besos so�ados en tantas fantas�as nocturnas
Llor� toda la noche y el tambi�n lo hizo, pero no se levant�
de su cama. Era obstinado y no daba su brazo a torcer aunque se mor�a por
amarme. Por la ma�ana fue al ba�o , tom� una ducha y me vino a despertar. Me
sac� de la cama, me desnud� y me puso bajo la ducha y los dos nos quedamos
desnudos bajo la lluvia de agua caliente y reparadora, y comenz� a enjabonarme
delicadamente.. Casi no le escuch� cuando me dijo que le gustaba como yo cantaba
en la cuadra. Casi no advert� cuando se coloc� detr�s de m� y apoy� su enorme
pija contra mi agujerito amurallado.
El solo contacto de su cuerpo suave, algo velludo y tibio con
el m�o , me volvi� loco y entonces lo bes� en la boca , sin importarme el
rechazo, pero esta vez no lo hizo, entreabri� sus bellos labios y nuestras
lenguas mezclaron nuestras salivas en besos inmensos y largos. Besos apasionados
y llenos de deseo de dos chicos a la buena de Dios. Ay Manolo pens�, ya no estoy
tan solo......
Luego volvimos a su cama, y le d� mi culo virgen para que me
cogiera por primera vez, y el se puso nervioso y yo estaba caliente como una
perra en celo, y sus dedos hurgaron en mi ojete, y puso crema dental en mi hoyo,
y me la fue metiendo despacito parando ante cualquier demostraci�n de dolor,
hasta llenarme todo el orto con su enorme polla, pija verga, con su pirulin
gallego, con su miembro viril y grueso, con su poronga morcillona y cogimos por
horas, hasta que �l acab� dentro de mi, con su leche serrana y cachonda,, con su
leche de Manolo.
Han pasado los a�os pero a�n me masturbo pensando en Manolo,
en su manera bruta y torpe y cari�osa de coger, en su enorme poronga gallega, en
su calor incre�ble, en aquellas noches de amor maravilloso, en un pueblo
suburbano del Sur de Buenos Aires, a fines de los a�os sesenta.
galansoy
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