Relato: Don Fausto (1)



Relato: Don Fausto (1)

Esta historia comienza en un pueblo rural en Argentina donde
la mayor�a de la poblaci�n eran gauchos. Los gauchos son los peones de campo
agricultores, que se ocupan de todas las tareas necesarias para llevar adelante
una estancia. Son hombres curtidos por el sol, forjados en el barro, la bosta de
caballos y vacas, acostumbrados a sacrificar animales ya sea para comerlos o
simplemente para evitarles sufrimientos. Los gauchos por lo general no est�n
solos, siempre tienen una mujer o varias a su lado, estos fornidos hombres no
tienen mucha educaci�n, por lo que en oportunidades no comprenden un "no" por
parte de las mujeres y las toman a la fuerza para desahogar su calentura.


En esta oportunidad voy a hablar sobre un gaucho en
particular llamado " Don Fausto" , hombre maduro de 52 a�os , morocho con pelo
desordenado, panza de borrach�n, fuerte y grande como un roble, lo �nico que
apaciguaba su apariencia fiera, eran sus ojos verdes, heredados de su madre
emigrante de Europa. Los trabajos del campo hab�an creado un hombre con el
f�sico de un caballo percher�n, sus piernas muy gruesas, firmes y un poco
peludas capaces de soportar toda esa mole, sus brazos enormes y fibrosos con los
que romp�a las nueces para navidad o retorc�a el cuello de las gallinas para
hacer el estofado. Varias camisas romp�a al a�o por el grosor que ten�an. Sus
manos estaban en proporci�n a sus brazos, eran como las de un gigante, oscuras y
�speras de trabajar la tierra. Su pecho muy amplio y cubierto de pelos negros y
gruesos que se ensortijaban hasta en sus pezones, bajando por el centro hasta
juntarse con la pelambrera de sus genitales.


Y como era de esperar, el rasgo que tal vez mas lo asemejaba
al de un caballo era su pija, esta ten�a fama en todo el pueblo, inclusive se
comentaba que orde�aban realizar la doma de una yegua retobada, no la domaba
como todos los gauchos mont�ndolas en el lomo, el se las cojia y las dejaba
totalmente satisfechas y tranquilas, el mismo dec�a con su vozarr�n en medio de
carcajadas: "Lo �nico que les faltaba era una buena cojida". Algunos hombres que
la hab�an visto en estado de reposo dec�an que era como un chorizo de los que
vend�a el carnicero "Don Cosme", que los hacia bien gordos, pero mas largo hasta
casi llegar unos cent�metros antes de la rodilla. Por lo general no colgaba
hacia abajo ya que los terribles huevos que ten�a abajo, como dos naranjas
grandes, hac�an que esta poronga descansara sobre ellos levant�ndola un poco.
Otra particularidad que caracterizaba a "Don Fausto" y que tambi�n lo asemejaba
con un caballo era que le gustaba mear como ellos, en el campo cuando le ven�an
ganas de mear simplemente se bajaba el pantal�n y meaba, sin siquiera agarrace
la pija, porque el chorro grueso y potente que sal�a era suficiente como para
que saliera un metro hacia adelante evitando que se meara encima, el que a visto
como mea un caballo sabe de lo que estoy hablando, y las ultimas gotas, dado el
largo de la pija, ni siquiera le mojaban los pies. Despu�s de eso se la sacud�a
un poco, nada m�s que por el placer de agarrar su pija de la que estaba
orgulloso, y se la guardaba.


Estas condiciones hac�an que "Don Fausto" tuviera mucha
suerte con las mujeronas del pueblo que ten�an su conchas agrandadas y
necesitaba una pija de esas cualidades para que las llenara completamente otra
vez como en su juventud. Esto hacia que Don Fausto no sea muy querido por los
otros gauchos del pueblo que envidiaban sus atributos. El no le hacia asco a
nada, cuando era cuesti�n de ponerla, no le importaba la edad, ni apariencia de
la hembra, por supuesto que sabia distinguir las distintas calidades, pero
siempre estaba dispuesto, como buen semental que era. Este fue el caso de Do�a
Cleta.


Do�a Cleta


La Sra. Do�a cleta, porque estaba casada con un gaucho
esmirriado de nombre Fernando, que siempre estaba en la cantina y que de vez en
cuando hacia alguna changa para ganarse la vida. Era un hembra grandota, de
pechos muy generosos y capaces de llenar cualquier corpi�o, por lo que por lo
general no llevaba. Esto contribu�a a que sus tetas estuvieran bastantes ca�das,
aunque no tanto, teniendo en cuenta su tama�o. De caderas venia bastante bien,
bien rellenas y firmes por realizar los trabajos de la casa y cuidar a sus
hijos. Su pelo era bastante claro porque tenia ascendencia alemana, cosa poco
usual entre las mujeres de la zona. Do�a Cleta conoc�a por supuesto la fama de
Don Fausto, como todas las mujeres del pueblo que se juntaban a jugar canasta
por las tardes.


Su calentura era constante hacia ya varios a�os, se saciaba
con largas pajas, que a veces eran ayudadas por vegetales con formas f�licas
como pepinos y zanahorias, de ah� su insistencia por plantar esos vegetales en
su huerta, los cultivaba hasta que estaban bien grandes, entonces los llevaba a
su cama donde los disfrutaba imaginado que eran terribles pijas que la
perforaban. Alguna vez tambi�n se dejo montar por un perro que ten�an, pero esto
era un poco complicado y adem�s solamente se satisfac�a cuando la bola del
animal la llenaba y chorreaba su semen en su interior.


Despu�s de una temporada de sequ�a en donde sus vegetales no
crec�an del tama�o que ella esperaba, su calentura hab�a crecido a niveles
alarmantes, so�aba con pijas enormes como las de los caballos y cuando
despertaba solamente tenia al flaquilucho de su esposo que tenia por pija una
lombriz seca. Un d�a de esos se levanto con la firme decisi�n de terminar con su
sufrimiento, se visti� con una vestido blanco y suelto que se ajustaba con una
cinta a su cintura, se puso sus mejores interiores, solamente la parte de abajo,
recorto un poco los pelos de su concha peluda, se perfumo y parti� hacia la
estancia de Don fausto.


En el camino imaginaba esa terrible pija y se le hacia agua a
la boca, no sabia que quer�a primero si chuparla o que se la metiera
directamente. Llego hasta la puerta de la tranquera y cuando estaba por aplaudir
para que le vayan a abrir, se encontr� con un espect�culo incre�ble para ella,
vio como Don fausto realizaba una de sus famosas meadas al viento y a la vista
de todos. El no se percato de la presencia de Do�a Cleta, que igualmente no
hubiese perturbado su ritual. Do�a Cleta estaba como en un trance ante aquella
visi�n, esa cosa que sal�a de entre las piernas era mucho m�s de lo que so�aba.


A pesar de que estaba bastante lejos pudo ver su largo y
grosor, pens� para si misma: "Es verdad que la tiene como un caballo, dios m�o".
Su calentura de hembra en celo le hizo percibir levemente el olor de la meada
del macho que la poseer�a pronto y olfateo un poco como tratando de sentir mas.
Cuando Don Fausto por fin se guardo su pedazo luego de la larga meada, ella
pareci� volver a la realidad. Comenz� a aplaudir con fuerza para llamar su
atenci�n. Don Fausto miro hacia la tranquera y se acerco lentamente hacia ella.
Cruzaron saludos y comenzaron a charlar:


Don Fausto: - Hola Do�a Cleta, dichosos los ojos que la ven.


Do�a Cleta: - Que tal Don fausto, usted siempre tan galante.


Don Fausto: - Y, no es para menos adelante de semejante
mujer. D�game que la trae por aqu�...


Do�a Cleta no pudo evitar ponerse colorada y enviar una sutil
mirada primero a los ojos de Don fausto y luego a donde descansaba su trozo de
carne, deseado por ella. El se dio cuenta perfectamente de lo que buscaba, pero
prefiri� hacerse en desentendido y miro hacia el horizonte.


Do�a Cleta: (levantado la mirada, r�pidamente), eeehhh,....
yo solamente le quer�a pedir si por favor me podr�a devolver la regadera que le
preste el otro d�a ya que debido a la poca lluvia que tenemos, tengo que regar
las plantas.


Don Fausto: - Pero si como no, acomp��eme adentro que se la
doy y un vasito de agua tambi�n si quiere.


Los dos entraron en la casa precaria y a medio construir,
tenia pocos muebles, un camastro un poco desvencijado, una garrafa por supuesto
con su respectiva pava para tomar mate, un ropero antiguo y alguna foto
familiar. Entraron Do�a Cleta por delante moviendo sus caderas provocativamente
y mirando para atr�s de vez en cuando para asegurarse que Don Fausto la segu�a y
le miraba el culo como ella esperaba. Do�a cleta se detuvo contra la mesa pero
no se voltio, permaneci� mirando hacia la pared, con todos sus sentidos alertas
y tratando de percibir a que distancia se encontraba su macho. Por un momento
Don Fausto se mantuvo en silencio y sin moverse esperando la reacci�n de ella.
Do�a Cleta sent�a como sus pezones se erizaban con solo pensar en cuantas
mujeres se abr�a cojido en aquel viejo camastro. Casi en un suspiro dijo el
nombre de Don Fausto.


Do�a Cleta: ...Don Faus...


Antes de que terminara de decirlo el la tomo por atras
primero por su cintura para acercarla bien a su cuerpo y luego r�pidamente de
sus enormes pechos. Do�a Cleta intento resistirse un poco, pero su calentura ya
era demasiada como para disimularla.


Do�a Cleta: No, No, que hace soy una mujer....hummm...
casada...., Don Fausto....


Don Fausto: (susurr�ndole en su o�do) Dale potranca, se que
estas re caliente y que te mor�s por comerte mi pedazo.


Saco su lengua y chupo un poco su oreja, esto fue lo �ltimo
que necesito Do�a Cleta para emitir un gemido de placer indicando su gozo.


Do�a Cleta: aaahhh, que lindo Don Fausto, si cogame que estoy
re caliente.


Don Fausto: No se preocupe, despu�s de hoy no va a necesitar
pija por una buena temporada.


Do�a Cleta: Si, necesito una pija como la suya, se la vi
cuando meaba y me volvi� loca.


Don Fausto: Bueno, no hablemos mas, sacamela.


La tomo por los hombros, la hizo darse vuelta le planto un
beso en los labios bien mojado, meti�ndole su lengua todo lo que pod�a, en
respuesta ella la chupo como si de su pija se tratara demostr�ndole las ganas
que tenia de met�rsela en la boca. Se fue agachando hasta quedar arrodillada
frente a el, clavo su mirada en la altura de la bragueta y le regalo una ultima
mirada a Don fausto, porque despu�s de esa solo tendr�a ojos para lo que le
colgaba all� abajo. Con rapidez fue soltando el cintur�n ancho de gaucho hecho
en cuero y fue abriendo el pantal�n. No ten�a ropa interior y su serpiente de
carne asomo de imprevisto roz�ndole los labios y la nariz con su gorda cabeza.
El aroma que le dejo fue suficiente para erizarle los pezones hacer que su
concha se empezara a mojar. La pija quedo frente a su cara mir�ndola de frente
como esperando que se animara a chuparla, lamerla apretarla, algo que le diera
placer. Don Fausto al ver esto realizo un movimiento con sus caderas de manera
de balacear su pija para que le golpeara la cara y as� despertarla de su sue�o
hipn�tico.


Don Fausto: Que te pasa Cleta? Chupame la pija.


Do�a cleta despu�s de recib�s dos cachetadas de pija
reacciono y en lo que iba a ser la tercera la atrapo con su boca de costado,
empezando al fin a chupar tan suculento manjar. Al principio solamente lo
recorr�a con su lengua para mojarlo en toda su longitud.


Don Fausto: - Que placer, hace un tiempo que no cojo, creo
que te vas a llevar una buena raci�n de leche.


Do�a Cleta: - Hummmm, con lo que me gusta la leche de macho.


Don Fausto: - Chupame un poco los huevos.


Luego de decir esto tomo la cabeza de Do�a Cleta y la enterr�
entre sus piernas de manera que pr�cticamente toda sus cara estaba tapada por
sus huevos. Esta sensaci�n de estar asfixiada por tanto olor a macho logro que
Do�a Cleta se calentara aun m�s todav�a y comenzara a chupar como una loca.
Estuvo un rato frotando su cara contra sus huevos hasta que necesitaba algo m�s
fuerte.


Don Fausto: - Abr� la boca bien grande.


La tomo por la nuca y le hizo tragar toda su pene inflamado,
cuando sinti� que estaba dando las primeras arcadas, la enterr� aun mas pasando
a su es�fago, sinti� como su cabeza, que estaba apretada antes, ahora se
acomodaba en una cavidad mayor. Do�a Cleta como en trance tenia sus ojos
cerrados y la cara relajada, aunque un poco colorada por la calentura y la falta
de aire.


Finalmente Don Fausto la saco, junto con un hilo de baba
grueso que un�a la punta con la boca abierta de Do�a Cleta. Esta respiro
aliviada por unos segundos para volver a abrir la boca mansamente esperando a
que su invitado entrara nuevamente. Lo hizo un muchas veces y sin la ayuda de la
mano de Don fausto.


Don Fausto: - Ya me la chupaste bastante, ahora te voy a
coger.


Do�a Cleta: - SIIIIII, por favor coj�eme que no puedo m�s.


Don Fausto: - Te la voy a sacar por la boca putita.


La tomo firmemente por los hombros y la inclino contra la
mesa con brusquedad, de manera que sus pechos se aplastaron contra ella. Tomo su
pollera y la levanto de manera que quedara su grupa a la vista. Ese poderoso
culo, inmenso, pero firme estaba a la vista de Don Fausto.


Con una mano en su espalda haciendo presi�n la mantuvo as�,
mientras sacud�a un par de veces m�s su verga para que no perdiera firmeza.


Don Fausto: - Ni bombacha te pusiste puta.


Do�a Cleta: - Si, soy una puta calentona, quiero que me cojas
con todo con ese pedazo de pija que tenes. !Partime al medio!.


Don Fausto: - Cuidado con lo que ped�s, mira que no vas a
poder caminar por una semana.


Do�a Cleta: - No me importa, no puedo m�s, me quiero morir
clavada en tu palo.


Apunto la cabeza de su miembro a la peluda gruta, que sin
embargo mostraba el camino correcto con unos labios rojos, mojados e hinchados
que sobre sal�an entre los pendejos. Apoyo la punta y empujo con fuerza, como �l
sab�a hacerlo, como les gustaba a las yeguas de su palenque.


Do�a Cleta : - AHHHHH, hijo de puta.


Don Fausto: - Toma, agu�ntatela calladita.


Le tapo su boca con la mano, porque por los gritos que daba
parec�a como si la estuviese matando. No le importo, la sigui� clavando con
fuerza y a su ritmo, sus enormes pelotas golpeaban a la altura del cl�toris de
Do�a Cleta, d�ndole un poco de placer entre tanto dolor. Despu�s de un par de
embestidas, su pija se lubrico y entraba mas libremente, ella empezaba a
disfrutar, le saco la mano de la boca porque ya no gritaba.


Do�a Cleta: - Que pedazo que tenes, me llenas toda la concha.


Don fausto aprovecho a que tenia su mano libre para afirmarse
mas en la siguiente embestida, de manera que Do�a Cleta quedo estampada
completamente contra la mesa y su verga entro algunos cent�metros mas todav�a
quedando ahora si completamente adentro, Don fausto bajo su mirada para apreciar
el espect�culo de su pija metida completamente. Solo se ve�a un cent�metro de su
tronco afuera, en la parte mas ancha, sus huevos inflados abajo y la estirada
concha de Do�a Cleta. Pero de repente vio algo que llamo much�simo la atenci�n
de Don Fausto. Un puntito negro que estaba un poco mas arriba de donde estaba
alojada su pija. Era el ano de Do�a Cleta, que por la posici�n en la que estaba
se mostraba completamente cerrado, seguramente era virgen por all�. Viendo esa
oportunidad Don Fausto pens� que no pod�a desaprovecharla, sab�a que iba a ser
dif�cil, pero todo es posible con un poco de saliva. Ah� mismo le hecho una
escupida abundante en el ojete y sin seguir cogiendola, solamente dej�ndole la
pija bien clavada le empez� a frotar el culo con el dedo gordo.


Do�a Cleta: - Que hace Don Fausto?, ?esta sucio?.


Don Fausto: - Este lo usas solamente para cagar.


Do�a Cleta: - Y para que m�s esta?


En ese momento le clavo su dedo gordo un par de cent�metros.
Do�a cleta pego un respingo, pero no se pudo mover con todo el peso que tenia
encima y para colmo clavada como estaba.


Do�a Cleta: - No, no me va a coger por ah�, por favor, me va
a matar.


Don fausto: - Tranquila potranca, no pasa nada.


Sigui� jugando con su dedo, que en realidad no tenia nada que
envidiarle a la polla del marido de Do�a Cleta. Le empez� a gustar el jugueteo
en esa zona y cada vez se relajaba m�s. Don Fausto se empez� a mover para darle
placer, sabia que tenia que estar bien caliente para aguantar su pija en el
culo. La cogio por un rato y cuando vio que estaba por llegar al orgasmo, la
saco toda mojada y la apoyo en su ojete.


Do�a cleta se puso completamente tensa, el sabia que iba a
pasar eso, pero no hizo presi�n porque en ese momento hubiese sido imposible
entrar, se la froto en circulo peque�os mirando hacia abajo esperando el
momento, cuando sinti� que ella estaba bastante relajada, sin previo aviso
empujo con todo su cuerpo.


Don Fausto: - May te va en el culo.


Entro toda la cabeza y algunos cent�metros mas, el grito que
pego Do�a Cleta se debi� escuchar a lo largo de todo el pa�s. Sin esperar mas,
porque sabia que era mejor hacerlo r�pido, pego otro empuj�n que enterr� la pija
casi en su totalidad, de la fuerza que tubo que hacer hasta corri� la mesa de
lugar, el orto de Do�a Cleta estaba sangrando un poco justo en el medio, se lo
hab�a roto, pero tambi�n hab�a logrado su objetivo. Ella ahora no tenia mas
fuerzas para gritar solamente respiraba profundamente y transpiraba, como sin
poder creer lo que estaba sintiendo. Don fausto no se movi�. Espero a que ella
se recobrara un poco. De repente pareci� como si se despertara de golpe.


Do�a Cleta: !Como me rompiste el culo! !Me gusta estar as�
abierta.! !Toda llena de pija!.


Don Fausto: - Yo sabia que te iba a gustar.


Se empez� a mover lentamente, estirando al m�ximo los
pliegues de culo, gem�a mezcla del dolor y el placer que empezaba a sentir por
estar as� dominada.


Do�a Cleta: Abrime todo, meteme toda tu pija bien adentro.


Empez� una cogida furiosa, sin compasi�n, el hoyo que quedaba
era como un t�nel en el que pod�a entrar un tren, y la pija de Don fausto
parec�a la locomotora que lo traspasaba sin compasi�n, cuando no pudo aguantar
mas, saco su pija y la dejo a pocos cent�metros del t�nel y empez� a tirar sus
chorros de leche tratando de hacer punter�a en el orto de Do�a Cleta, tarea
bastante f�cil dado el estado en el que estaba. La leche se escurr�a hacia
adentro y Do�a Cleta sent�a como un b�lsamo para su castigado ano.


Do�a Cleta: - Hay si p�same la cremita que me alivia.


Don fausto frotaba su pija junto con su leche entre los
cachetes para esparcirla en los lugares m�s castigados, mientras los m�sculos
anales trataban de hacer su trabajo de mantener cerrado el culo.


Do�a cleta se incorporo con dificultad y trato de irse
caminando rengueando, mientras Don Fausto la ayudaba todav�a con la pija afuera.


Don Fausto: - Ya sabe cuando quiera ac� tiene un macho que la
esta esperando.


Estas palabras las dijo mientras se zarandeaba la pija
sac�ndole los restos de leche que aun le quedaban.




Anita Martinez Ocampo


Anita Martinez Ocampo era la ni�a bien del pueblo, hija del
concejal Don Raul Martintez Ocampo, famoso por lo fanfarr�n y corrupto que era.
Esta ni�a criada en los colegios mas caros de la zona, por supuesto todos ellos
religiosos, hac�an de ella una ni�a malcriada y criada con todos los lujos. La
peque�a gustaba de realizar equitaci�n, un deporte muy com�n en las clases
sociales altas. Su cuerpo delgado y peque�o la hac�an una excelente jinete,
ten�a cabello rubio y ojos claros.


Comenz� desde muy joven por insistencia de su padre, quien
acud�a orgulloso a todos los torneos que se realizaban. Por lo general compraba
a los jurados para que su ni�a ganara no tuviera que aguantarla con cara larga,
ya que era muy caprichosa. Con ese aire de lolita fatal Anita sabia muy bien
como tratar a los hombres, aunque para los ojos de todos era una virgen
sant�sima, la realidad era que hab�a conocido los que es una verga desde
bastante joven, cuando en un establo uno de los peones que ensillaba a su
caballo le dio para que chupara algo parecido a un dedo grande.


En una tarde de verano sofocante de esas que no vale la pena
moverse de la sombra por nada del mundo, la chiquilla se encontraba caliente, ya
se hab�a pajeado varias veces pero no pod�a quedar satisfecha. Cuando en una de
sus pajas record� un comentario que hab�a hecho una de las sirvientas de su
casa. La sirvienta se refiri� a la verga de Don Fausto como a la de un caballo.
En ese momento sinti� ganas de montar.



Se dirigi� a la casa de Don Fausto vestida con su uniforme de
montar, las botas altas, las calzas que marcaban y realzaban su culito peque�o
pero resping�n, la chaqueta, su gorra, el cabello con dos trencitas y la fusta.
Llego a la casa de Don Fausto y comenz� a aplaudir en la tranquera. Don fausto
se encontraba tirado en su catre, solamente con un calzoncillo gastado que
dejaba la mayor parte de sus huevos al aire, los cuales se refrescaban con el
viento que tiraba un peque�o ventilador. Escucho que aplaud�an, pero no ten�a
intenciones de levantarse, hasta que escucho la voz adolescente de Anita.


Anita: !Don Fausto! !Don Fausto!


Recordaba esa voz chillona, la hab�a escuchado en uno de los
concursos ecuestres en los que el trabajo como gaucho para ensillar a los
caballos, recordaba tambi�n a la due�a de esa voz. Y mas en detalle recordaba su
culo perfecto subiendo y bajando sobre la montura, se hab�a tenido que hacer
varias pajas para aliviar la calentura que sinti� ese d�a.


Se levanto lentamente y rasc�ndose las bolas a la vez que
trataba que su pija se acomodara de una manera decente en el calzoncillo, sin
poder lograrlo. Se calzo unas ojotas las bombachas gauchas y salio as� en cuero.


Anita vio venir ese imponente ejemplar de macho Argentino y
ya quer�a estar encima mont�ndolo.


Anita: - Hola Don Fausto, Sabe quien soy?


Don Fausto: - Si, la hija del concejal, que necesita
se�orita?


Anita: - Ma�ana tengo un torneo y mi caballo tiene que
descansar, pero yo tenia ganas de montar un rato y mi papa no me presta ninguno
de sus caballos.


Dijo esto con un tonito de ni�a chiquita y se puso a hacer
pucheritos mientras miraba a Don Fausto. Era mentira que su padre no le quisiera
prestar un caballo, tenia varias tropillas y siempre hacia todo lo que quer�a su
peque�a.


Don fausto: (imitando su voz) - Hay que malo el papi, pero no
importa el T�o Don Fausto le va a prestar el suyo para que monte.


Anita: - YUPI!!!! Muchas gracias yo sabia que me iba a
ayudar.


Fue corriendo hasta el y se abrazo fuertemente a su cintura,
sintiendo a la altura de su panza el bulto de la poronga de Don Fausto, mientras
su cara se aplastaba contra el peludo pecho con olor a macho. Permaneci� as� por
un tiempo hasta que sinti� que se estaba empezando a poner duro. En ese momento
se alejo y empez� a caminar para el palenque.


Don fausto acomodo su pene de manera que no fuera tan
notorio, pero de todas formas abultaba bastante. Cuando llegaron a la empalizada
Anita quer�a elegir su caballo.


Anita: - Papa me ense�o que para elegir un caballo me fijara
que fuera de un temperamento d�cil para que no quiera desmontarme.


Don Fausto: - Si, es verdad, veni subite a este alaz�n que es
mansito.


Anita: - No, deje yo voy a ver cual es el m�s manso, me
ense�aron que si se dejan tocar son mansitos, as� ve?


Se aproximo al caballo macho que tenia mas cerca y tomo su
grueso miembro con la delicada mano, aferr�ndolo con todo los dedos y lo sacudi�
un poco.


Esta imagen fue muy fuerte para Don Fausto que ya venia medio
caliente. La ni�a contin�o sacudiendo la verga del animal que ya hab�a crecido
bastante de tama�o. Para colmo mientras hacia esto miraba a los ojos de Don
Fausto con lujuria.


Don Fausto: Y decime Anita, para los hombres tambi�n
funciona.


Anita: - La verdad que no se.


Don Fausto: - Bueno veni proba conmigo.


En ese momento se bajo su bombacha gaucha junto mostrando el
gran paquete que hac�an su pija y bolas. Anita se acerco con un brillo en los
ojos y corri� f�cilmente el gastado calzoncillo dejando en una de sus manos la
pesada pija de Don Fausto, todav�a morcillona. La sopeso como tratando de saber
cuantos gramos de carne eran los que se iba a tragar, al igual que las dos
tremendas naranjas que tenia abajo. La pija empez� a crecer con el calorcito de
su mano que la acariciaban como su fuera la cabecita de una palomita. Cuando
esta estuvo completamente parada quedo amenazante casi a la altura de la boquita
de Anita, con todas sus venas marcadas y colorada. La tomo con las dos manos y
empez� a pasarle la leng�ita despacito y mirando a la Cara de Don Fausto. Le
gustaba mojarse los labios con el l�quido que sal�a de la uretra. La pajeaba por
un rato y despu�s apretaba hacia arriba haciendo que saliera una gran gota que
tomaba con sus labios mientras chupaba con ganas la cabeza. Don Fausto quer�a
que se la comiera toda, pero era obvio que su instrumento nunca entrar�a en esa
cavidad, lo intento en un para de veces mientras le chupaba la punta, pero su
dientes se le clavaban y no pod�a avanzar mas. Terriblemente caliente no pudo
aguantar m�s y se sent� en un fardo que hab�a all�:


Golpe�ndose en su rodilla: - Venia nenita que el t�o Fausto
te va a llevar a montar. Montate en esta.


Mientras se agarraba la tremenda pija por la base para que
quedara bien para arriba.


La peque�a fue saltando contenta y se arrodillo sobre las
piernas de Don Fausto mir�ndolo a la cara. Se frotaba contra la dura barra de
carne que le llegaba a tocar desde el principio de su culo hasta casi llegar a
sus om�platos, la sent�a golpear en su espalda y pegarse con las coletas que
tenia en el pelo. Don Fausto la tomaba por su culo duro de formas perfectas, sus
manos tomaban cada uno de los cachetitos con facilidad.


Anita (Con vos de ni�a peque�a):- Me vas a llevar a dar un
paseo?


Don Fausto: Si, no te lo vas a olvidar nunca.


En ese momento agarro en pantal�n del medio y lo desgarro en
dos pedazos, lo termino de arrancar del cuerpo de la peque�a dej�ndola solamente
en una diminuta tanguita que se met�a en su rayita. Las callosas manos tocaban
el delicado culito que se refregaba y trataba de escapar de los terribles
apretujones que le daba. Anita estaba visiblemente caliente y su conchita ya
hab�a mojado toda su ropa interior permitiendo que Don Fausto lo sintiera. El
paso un de sus dedos por entre la tanguita y su cola y la rompi� como si fuera
de papel dejando el ojete y la conchita completamente libres de cualquier tela.
La pija no pod�a estar m�s dura y grande.


Don fausto: - Haber nenita, mostrame como sabes montar.


Anita tomo su fusta y sin cambiar de posici�n paso la fusta
entre sus piernas para acariciar las bolas y la pija de Don Fausto, despu�s se
levanto e inclino su cuerpo para adelante, paso su manito de dedos finos que
contrataban con el grosor del pene, la apunto a su concha y se apoyo en la
cabeza, no se penetro, faltaba mucho para eso, todo su peso estaba en la punta
gruesa que servia de asiento a la peque�a. De a poco fue relajando los m�sculos
de su vaguina adolescente, ayudada por los toqueteos y chupadas que hacia Don
Fausto de sus tetitas, peque�as pero paraditas y de pezones grandes y
puntiagudos. Cuando por fin la cabeza se abri� paso en su gruta empez� a tener
orgasmos m�ltiples que hac�an que sus jugos chorrearan todo el palo que la
estaba clavando. Ayudado por esto logro entrar toda la cabeza, en ese momento
como atacada de calentura empez� a rebotar r�pidamente, en movimientos cortos
haciendo que la cabeza entrara cada vez m�s hasta que hizo tope en alg�n lugar
de su vaguina. Teniendo esa longitud como m�ximo, sacaba pr�cticamente toda la
pija afuera, incluyendo el terrible glande, para dejarse caer violentamente. Don
fausto no hacia m�s que tomar sus nalgas y disfrutar del ritmo fren�tico de la
cogida que le estaba dando la nenita.


Anita: - Si, mi potro salvaje, d�jame que te monte.


Las coletas de su pelo saltaban al comp�s de su cuerpo y sus
ojos estaban en blanco del placer que sent�a. Sin embargo Don Fausto, para
acabar necesita llevar el ritmo el.


Don Fausto: - Bueno nenas ahora vamos a cambiar de lugar, vos
vas a hacer de yeg�ita y yo de jinete, si?


Se desmonto de la pija y r�pidamente se puso en cuatro patas
sobre el pasto.


Anita: ?As� esta bien ?


El espect�culo era tremendo, ese culito bien formado parado y
expuesto de esa manera, junto con el hoyo dilatado que mostraba su conchita y la
espalda bien arqueada como si fuera una yeg�ita.


Se acerco lentamente por atr�s sacudiendo su pija y se coloco
por arriba de la nena, la cual lo miraba torciendo el cuello y esperando la
montada. Se pego una escupida en la pija y la empez� a frotar por toda la grupa
de la potranquita. En el momento que tuvo ganas, se la clavo con fuerza, para su
sorpresa, ella la aguanto bien, ni siquiera grito, es mas se mantuvo firme en su
posici�n sin mover siquiera las manos en el piso. Don Fausto entusiasmado por el
comportamiento de la peque�a la empez� a cojer con fuerza, en un momento hasta
sinti� que reculaba tratando de ir al encuentro de la terrible verga.


Anita: - Si as� ,con fuerza, quiero que me duela.


Don Fausto no pod�a creer la flexibilidad de esa concha,
pocas mujeres pod�an soportar su pedazo de esa forma, se ve que el control que
tenia de sus m�sculos vaginales era muy bueno o tal vez estar�an distendidos de
tanta equitaci�n.


Don Fausto: - As�, ahora vas a ver putita malcriada. Para el
culito.


Saco su pija y tomo a la nena del las coletas que tenia
hechas haciendo que su espalda se arqueara aun mas si era posible. Su tremenda
cabeza se apoyo justo en el ano de Anita.


Anita: - NO NO, !Que hace!, Don Fausto, si me la mete por el
culo me va a matar.


A la vez que tiraba de su pelo empujaba hacia adelante mojado
de a poco con los l�quidos de su excitaci�n el peque�o orificio.


Don Fausto: - Dale nena, mas te vale que aflojes o te voy a
arrancar el pelo.


En ese momento Anita, resignada, pujo con fuerza como si
fuera a cagar el zorete m�s grande de su vida, permitiendo que entrara la pija
de Don Fausto, la muy puta sab�a perfectamente como manejar su ano. Igualmente
sinti� un dolor tremendo que esta no pudo evitar convertir en un grito.


Anita: - Aaaaahhhhhhh!!!!!!, NO, NO, NO.


Don Fausto: - MMMMM, que apretadita que estas ac� puta,
calmate que ya paso lo peor.


Despu�s de un par de metidas y sacadas el t�nel se empez� a
lubricar por los jugos naturales de Don Fausto, que con lo caliente que estaba
transpiraba como un cerdo y su pija destilaba a chorros el l�quido pre seminal.
Cuando sus bolas chocaron por fin con el manzanita que era el culo de Anita, la
penetraci�n era profunda y veloz por lo lubricada que estaba, Anita empez� a
disfrutar otra vez.


Anita: - Si as�, que grande que es, siento cada cent�metro y
como me revuelve el estomago.


Don fausto: Si me calzas como un guante, como te gusta cojer
pendeja.


Anita: - Si , soy una nena malcriada calienta pijas.


Don Fausto: Yo te voy a ense�ar.


Empez� a sacudirle palmazos en los cachetes del culo hasta
dej�rselos rojos.


Anita: - AHH, si pegame que me porte muy mal.


Don Fausto: Toma puta. Y ahora de vas a tomar toda la
lechita.


La desmonto y fue as� su cara, tomo su pene y empez� a
pelarlo frente a la cara de Anita. Ella continuaba en cuatro patas con su boca
abierta y mirando hacia la pija que tenia adelante. En el momento que Don Fausto
estaba por acabar, vio que Anita se empezaba a mear, igual que como lo hacen las
yeguas cuando est�n calientes. Comenz� a echar abundantes chorros de leche en la
cara de ella, algunos entraban directamente en su boca, mientras que otros
quedaban sobre su perfecta nariz respingada. Lo que tenia adentro de la boca se
lo trago al instante y lo que le quedaba colgando en la cara, lo tomo con sus
dedos y lo meti� en su boca.


Anita: Humm, que rica que estaba la lechita.


Se fueron hacia la casa de Don fausto donde le presto ropa
que tenia de una sobrina que se hab�a quedado a dormir en su casa una vez y
acordaron decir que se hab�a ca�do de un caballo y se le hab�a enganchado el
pantal�n en un estribo y se hab�a roto. Esto tambi�n explicar�a el dificultoso
caminar de Anita.


Esto es todo por hoy, luego continuare con otras historias de
Don Fausto, por favor escriban para saber si les gusto. Saludos.




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Relato: Don Fausto (1)
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