Hubiera muerto cinco veces tan solo para poder contemplar la
imagen de Laura entrando en casa completamente mojada por la lluvia. Su pelo
rojizo ca�a junto al agua como una catarata oscura por su p�lida tez, marcando
el contorno de cada �ngulo de aquella preciosa cara.
La tormenta hab�a comenzado sin previo aviso, con nocturnidad
no, pero s� con la alevos�a propia de un aguacero de verano. Laura no la hab�a
podido evitar, pagando en sus ropas y su cuerpo el tributo debido. Su bonita
falda necesitaba un secado inmediato si no quer�a perderla para siempre, en
cuanto a su blusa, habr�a que asegurarse la pr�xima vez que se la fuese a poner
de que no llover�a ese d�a, sino quer�a volver a pasar por el rato que acababa
de pasar.
La lluvia le hab�a pillado ensimismada en sus pensamientos,
el sue�o que acababa de tener no se le borraba de la cabeza, y parec�a que no se
le iba a borrar por mucho tiempo, al menos hasta la siguiente sesi�n. Adem�s, y
aunque delante de Francisco no hab�a querido decir nada por verg�enza, sent�a
como su cuerpo, y no solo su mente hab�a reaccionado ante aquel sue�o. Notaba
como ten�a mojadas sus braguitas, como si, efectivamente aquel horrible hombre
le hubiese llegado a introducir de verdad sus dedos dentro de ella.
As�, pendiente de tan extra�as sensaciones y pensamientos,
tan solo cuando la lluvia ya ca�a con fuerza y ella estaba completamente mojada
fue cuando volvi� en s�. Sab�a que cuanto antes llegase a casa ser�a mejor, pero
la lluvia cada vez iba a m�s y ella ten�a miedo de coger una pulmon�a, as� que
fue a refugiarse a uno de los portales del bloque de edificios por el que estaba
pasando, y que estaba a unos diez minutos de su casa.
La puerta del segundo portal que empuj� estaba abierta, as�
que sin pensarlo dos veces entr� a dentro a esperar que amainara un poco.
Dentro, dos chicos de unos quince a�os, tal vez m�s, jugaban con una especie de
cromos entre grandes muestras de alegr�a. Sin embargo, en cuanto vieron entrar a
Laura dejaron de dar gritos, y tras saludarla atentamente, comenzaron a mirarla
con mucho sigilo.
Ella, al cabo de un rato, aburrida de ver llover, se gir� con
la intenci�n de entretenerse observando el juego que se tra�an entre aquellos
ni�os. Efectivamente, ellos segu�an jugando, o al menos en el momento en el que
ella se hab�a dado la vuelta estaban jugando, aunque ya no hac�an tanto ruido
como el que hac�an al entrar ella.
Al principio pens� que todo se deb�a a que no quer�an
molestarla con sus gritos, pero enseguida se dio cuenta de que lo que estaban
haciendo era mirarla furtivamente con la misma obscenidad con que lo har�a
cualquiera de los amigos de su marido despu�s de tomarse un par de copas.
Los ni�os, que una vez se hab�a dado la vuelta para verles
jugar, ya ni siquiera hac�an adem�n de jugar, hechizados como estaban con
aquellos pezones que se dejaban ver claramente a trav�s de la mojada blusa de la
chica, la miraban como dos peque�os lobos hambrientos antes de saltar sobre su
presa.
En ning�n momento Laura temi� por su integridad f�sica, le
sobraba fuerza para soltar dos buenas bofetadas a ambos mozalbetes y quedarse
tan tranquila, pero como no quer�a l�os, abri� de nuevo la puerta del portal y
se lanz� a correr calle abajo esperando llegar a casa lo antes posible. Ella no
lo quer�a reconocer, pero aquellas miradas imberbes y el rescoldo de calor que
le hab�a quedado de su sue�o anterior estaban provocando en ella un efecto nada
normal� o al menos, nada respetable.
Le sorprendi� enormemente encontrarse a su marido todo
sonriente al otro lado de la puerta, contemplando como bobo su entrada en casa.
�Pero t� no ibas a ir a Zaragoza esta tarde?
S�, pero en vista de c�mo llov�a he decidido dejar el viaje
para ma�ana� �defraudada?.
En absoluto - �Defraudada?. Entre el miedo por el sue�o y la
excitaci�n mal disimulada que estaba haci�ndose con su cuerpo, aquella noticia
sonaba a cantos celestiales en sus o�dos.
Ya en su habitaci�n, lo primero que hizo fue soltarse
r�pidamente la falda, que dej� extendida sobre el respaldo de una silla contra
el que dirigi� el chorro de aire caliente de su peque�o secador del pelo.
Despu�s, mientras trataba de secar lo m�s r�pido posible la falda, comenz� a
desabrocharse su blusa empapada.
�Puedes ayudarme en lugar de quedarte ah� como un pasmado?.
Pod�a s�, pero la verdad es que no quer�a. La imagen de Laura
secando aquella falda vestida �nicamente con unas braguitas y unas medias
empapadas era lo suficientemente embriagadora como para detener el mundo sin
mayores inconvenientes. A�n as�, tom� de sus fr�as manos el secador y continu�
�l secando la falda mientras miraba como su mujer se desnudaba del todo.
De pronto el zumbido del secador se par� en seco. Laura, que
en ese momento estaba levantando una de sus rodillas para ponerse unas braguitas
secas, gir� su cabeza en direcci�n hacia su marido extra�ada, pero lo �nico que
pudo ver fue como una inmensa mancha negra se abalanzaba sobre ella.
Los dos cayeron sobre la cama entre risas, aunque estas
pronto dejaron lugar a los besos. �l trataba de desnudarse mientras besaba a
aquella mujer como si hiciera a�os que no ten�a a ninguna entre sus brazos, y
Laura, tampoco le pon�a muy f�cil el desnudarse, pues tiraba de su camisa con
tanta fuerza que casi se la hubiese sacado a jirones, de no haber podido
desabrocharse los botones con rapidez.
El tacto de ambos cuerpos calientes y desnudos fue para ambos
una sensaci�n sumamente placentera, como se demostraron dando a�n m�s calor y
pasi�n a sus besos.
De pronto, puso a Laura de espaldas y de rodillas sobre su
cuerpo, se agarr� a sus muslos, y baj� su cabeza hasta poner su boca bajo los
labios de su vagina. Enseguida sinti� como aquel cuerpo comenzaba a contonearse
sobre su cara, con unos movimientos cada vez m�s sensuales.
No sin dificultad, Laura gir� ciento ochenta grados sobre la
boca de su esposo y call� rendida frente a su pene. Su lengua estaba sedienta
del tacto de aquel cuerpo, m�s a�n despu�s de la tarde que llevaba. De pronto
por su mente pasaron los dos ni�os del portal, la cara del hombre de su sue�o.
Le excitaba terriblemente imaginar que lo hac�a con otros,
aunque jam�s se lo hubiera contado a su esposo. De pronto se vio acosada por
aquellos dos ni�os, sin querer resistirse a ellos, mientras le met�an sus manos
por entre la blusa, por entre la falda. Se imaginaba lamiendo aquel par de penes
a�n sin pelo apenas, mientras ellos le tocaban todo su cuerpo.
Tambi�n se imaginaba rendida ante aquel hombre, cogida de
nuevo por el cuello, mientras �l le met�a brutalmente los dedos. Odiaba todo
tipo de violencia, y tampoco se excitaba con ella, pero cuando estaba en la cama
con su marido, su mente cobraba una libertad inusitadamente imp�dica.
�l se escurri� de entre sus labios como una sabandija,
y�ndose a poner a su espalda mientras ella a�n estaba a cuatro patas. Ella
comprendi� inmediatamente mientras giraba sonriente su cabeza con una sonrisa
lasciva. El tacto del vientre de su esposo en su espalda, fue la antesala del de
su pene penetrando su h�medo sexo.
Habitualmente sol�an hacer el amor tumbados el uno frente al
otro, pero, aunque tambi�n era un secreto inconfesable, de vez en cuando le
encantaba sentirse follada como un animalito. No es que sintiera m�s placer de
esta manera, es que le excitaba imaginarse, verse penetrada por su esposo como
si fuera una fierecilla salvaje.
El aliento de su marido inund� su nuca, cada vez m�s c�lido,
cada vez m�s jadeante, mientras sus empujones llevaban a ambos al estasis m�s
elevado. Tal vez ella se corri� un poco antes, aunque todav�a no hab�a dejado de
sentir los placenteros espasmos del orgasmo cuando not� como dentro de su cuerpo
su marido se corr�a con fuerza. Los jadeos de ambos desembocaron en la
habitaci�n con la fuerza de un torrente que llevaba semanas esperando a salir,
para despu�s, acabar en una calma absoluta.
�Pod�a haber algo mejor que aquella sensaci�n de paz despu�s
de la "batalla"?. Pensaba mientras miraba al techo completamente relajada. Tal
vez pudiese ser que s�, pero a ella le parec�a muy dif�cil que hubiese algo
mejor que sus dos cuerpos rendidos sobre la cama deshecha, ella boca arriba y �l
tumbado boca abajo con su mano sobre su pubis.
El ring-ring del tel�fono vino a romper hist�ricamente
aquella paz absoluta. Desganada, Laura se recost� de lado mientras se acercaba
el tel�fono a la oreja, sonriente mientras notaba que la mano de su esposo se
dirig�a a la vez hacia su pubis. Antes de hablar, tap� con la mano el micr�fono
y, girando divertida la cabeza hacia atr�s le dirigi� a su marido un severo "no
seas malo". Despu�s, poco convencida con la mirada de fingida inocencia de su
esposo, separ� la mano del tel�fono y pregunt� el habitual "�qui�n es?".
Hola cari�o, ya estoy en Zaragoza, no te preocupes, ha
llovido mucho pero no he tenido problema �La voz de su esposo se escuchaba
lejana al otro lado de la l�nea.
�Perd�n? � La voz de Laura son� incr�dula, asombrada.
Cari�o, que soy yo, que he llegado ya a Zaragoza. �No me oyes
bien?. Es que no tengo mucha cobertura�
�Marcos?. �la voz de su esposa son� esta segunda vez como si
fuese a un muerto viviente. Jam�s hab�a sentido tanto miedo en el tono de
ninguna voz.
�Cari�o?, �Te pasa algo, cari�o?.
Tan solo obtuvo por respuesta un sonido, una voz masculina
que sonaba distante, como de detr�s del tel�fono, que no pudo entender bien,
aunque le pareci� que dec�a algo as� como "te dije que volver�a".
Despu�s nada m�s, tan solo el sordo sonido de la llamada
cortada. Y nada m�s.
Nada m�s.