Relato: Acampada (1)





Relato: Acampada (1)

�Sab�is lo aburrido que puede llegar a ser un verano en una
ciudad del interior?. Sobre todo con 17 a�os, una medio novia escultural con la
que est�s deseando quedarte a solas para hacer de todo y unos padres puritanos
que no te dejan s�lo. El resto de la pandilla estaba de vacaciones y en la
ciudad s�lo qued�bamos Ana, su amiga del alma, Macarena, mis amigos de la
infancia (Antonio y Luis) y, por supuesto, yo, Andr�s.


Fruto del aburrimiento, nos apuntamos en una asociaci�n
juvenil que dirig�a Salva, un vecino de toda la vida, para hacer m�s llevadero
el verano. Nuestros padres lo vieron con buenos ojos, pues el chaval era el
t�pico empoll�n responsable.


El primer fin de semana hab�an programado ir de acampada a la
rivera de un r�o cercano a mi ciudad; era una buena forma de conocer gente y de
paso hacer m�s llevadero el verano (y pasar unos d�as a solas con Ana). Por
supuesto, nos apuntamos y el viernes ya est�bamos cogiendo el tren. Mientras los
dem�s cantaban, Ana y yo nos acurruc�bamos, entusiasmados de pensar que por fin
�bamos a dormir juntos


Al llegar al lugar elegido montamos las 10 tiendas
aprovechando las sombras de los �rboles, por lo que entre tienda y tienda hab�a
entre 4 y 5 metros; cuatro personas en cada una: tres para las ni�as y la �nica
monitora del grupo, cuatro para los chicos y una para Salva y Jose, los
monitores varones; os pod�is imaginar mi chasco: me tocaba dormir con Luis y
Antonio, no con mi novia.


La primera actividad ser�a ba�arnos en el r�o para
refrescarnos despu�s del montaje, por lo que entramos en las tiendas para
cambiarnos.




- �Qu� te pasa? - me pregunt� Luis mientras sac�bamos los
ba�adores- te veo cabreado.


- Es que no tiene sentido que tengamos que dormir Ana y
yo en tiendas separadas por culpa de las mentes estrechas y calenturientas
de Salva y Jose


- Compr�ndelo, ellos son responsables de lo que pase
aqu�; adem�s, saben muy bien qu� es lo que pasar�a si dorm�s juntos. De
todas formas, tendr�ais que compartir la tienda, as� que no creo que
tuvierais muchas oportunidades de "desfogue". �Por qu� no hablas con ellos
en privado? Aprovecha ahora que est�n en su tienda y se lo comentas. A lo
mejor se bajan del burro.





Haciendo caso del consejo de Luis, me dirig� a la tienda de
los monitores. Por el camino me cruc� con Antonio que se hab�a quedado Rezagado
hablando con Macarena.




- �Todav�a no te has cambiado? �D�nde vas ahora?


- Voy a hablar con Salva y Jose. Ahora te cuento




Cruc� la acampada y con el cabreo se me olvid� siquiera pedir
permiso para entrar y los pill� cambi�ndose. Lo primero que vi al entrar fue una
inmensa polla rodeada de una abundante mata de vello. Era Salva que, en el
suelo, se estaba quitando los calzoncillos. Uno siempre piensa en los monitores
como en seres ang�licos y superiores, por lo que la situaci�n se me antojaba
violenta.




- Perd�n, vuelvo luego


- No te preocupes, pasa �dijo mientras se pon�a de pie-
�qu� quieres?




Con la cabeza agachada comenc� a contarle mi problema; en esa
posici�n todo mi campo visual se ce��a a la polla de Salva que se mov�a ante m�;
jam�s me hab�a pasado nada por el estilo, pero no pod�a apartar la vista de
aquel colosal aparato. Me era imposible apartar la mirada de aquello: me
llamaban la atenci�n su longitud, su enorme grosor, el color cetrino y dos
enormes huevos (nunca mejor dicho, pues eran como de gallina) que se mec�an bajo
ella. Mientras hablaba empec� a preguntarme qu� se sentir�a con un arma tan
poderosa, c�mo ser�a en erecci�n (�crecer�a aun m�s?, �Se pondr�a muy dura?) ,
que se sentir�a con ella en las manos, a qu� sabr�a, si cabr�a por el culo,...
Al llegar a este punto mi exposici�n se hab�a acabado y Salva me estaba
respondiendo:


- Mira Andr�s, yo tambi�n he tenido tu edad y s� lo
importante que es para vosotros dormir juntos. Ahora me dices que no pasar�a
nada, pero todos sabemos que quien de verdad manda no es el cerebro, sino esta
�dijo toc�ndose el paquete, imposible de abarcar con una mano.


Al ver como le sal�a el capullo del prepucio comenc� a notar
que empezaba a pon�rseme dura. Avergonzado, comenc� a temblar mientras me met�a
las manos en los bolsillos del pantal�n. Pensando que se deb�a al disgusto del
momento, Salva se acerc� y me dio una torta amistosa. Teniendo su mano tan cerca
pude notar el olor que se le hab�a quedado en la mano tras haberse tocado. Ya no
pod�a m�s, as� que le di las gracias y me fui a mi tienda con una empalmadera de
las que hac�a tiempo no experimentaba.


Ya casi todo el mundo estaba en traje de ba�o en el centro de
la acampada. Ana, en un rinc�n hablaba con Macarena, por lo que no se dio cuenta
de mi presencia; mejor, en estos momentos necesitaba relajarme y pensar en otra
cosa.


Al entrar en la tienda Luis y Antonio estaban aun en
pantalones y charlando:




- �Qu� hac�is?


- Esperarte. �Qu� pas�?




- Nada �respond� poni�ndome rojo como un tomate. Al descubrir
que la pregunta de mis amigos no ten�a nada que ver con lo que hab�a pensado me
relaj�. � Ha vuelto a sacar el argumento del sexo y me ha dicho que no pod�a
ser. Parecen incapaces de comprender que se puede dormir juntos sin que pase
nada. �Obsesos reprimidos!


- Mira, Andr�s, t� sabes que no le falta raz�n y que Ana y tu
aprovechar�ais la menor ocasi�n para follar; que vosotros s� que est�is
obsesionados con el sexo. �Si lo hac�is a cada momento!


En ese momento entr� Salva en nuestra tienda llevando un
ba�ador muy ancho. Por la entrepierna se ve�a la sobrecargada huevera blanca de
rejilla, adivin�ndose a trav�s de ella el glande de mi monitor favorito, por lo
que mi polla encontr� nuevos argumentos para seguir en pie.




- �No ven�s al r�o?




- Ahora vamos � dijo Antonio- est�bamos hablando y se nos ha
ido el santo al cielo. No os preocup�is por nosotros, ya os alcanzaremos.




- �Conoc�is el sitio?


- S�. Yo vengo todos los veranos �dijo Luis.


Cuando se fue Salva iba a cambiarme pero me par� Antonio


- espera, tengo algo que contaros




Volvimos a sentarnos en el suelo con la curiosidad morbosa
que da el anuncio de una noticia


- Macarena y yo hemos decidido hacerlo este fin de semana y
necesito que me dig�is qu� tengo que hacer para no quedar mal.


Tras los consiguientes chistes de rigor, comenzamos a
contarle Nuestras experiencias (algunas veces m�s fruto de la fantas�a que de la
realidad). Conforme habl�bamos el ambiente se iba caldeando y notaba como nos
empez�bamos a poner cachondos; mi excitaci�n iba en aumento y ya notaba incluso
que estaba lubricando.




- Bueno - dijo Luis- vamos a dejar el tema y cambiarnos
que estoy empezando a ponerme caliente. Adem�s, nos est�n esperando.


Luis y yo nos quitamos los pantalones mientras Antonio se
hac�a el remol�n.


- Venga, date prisa �le dijo Luis


- A este es que le da verg�enza �dije yo.


- Pues a por �l �respondi� Luis avalanz�ndose sobre
nuestro pudoroso amigo




Yo lo segu� en su empe�o y comenzamos a forcejear; Antonio
intentando mantenerse los pantalones, nosotros intentando baj�rselos. Luis lo
agarr� por los brazos mientras me dec�a que aprovechara para desnudarlo.
Desafiando a sus piernas que pataleaban le agarr� por la cintura del pantal�n
del ch�ndal y tir� con fuerza. El se aferr� a ellos para evitar que bajaran,
pero no pudo impedir que se los bajara por detr�s dejando el culo al aire. En
tanto Luis hab�a aprovechado para desnudarlo de cintura hacia arriba. En el
forcejeo conseguimos quitarle los pantalones, y mientras, instintivamente
intentaba sub�rselos le baj� los calzoncillos. Al hacerlo vi durante una
fracci�n de segundo que mi amigo tambi�n estaba suficientemente excitado. Se
tap� r�pidamente como pudo y, aprovechando nuestro descuido, nos baj� los
calzoncillos; los tres est�bamos empalmados. Comenzamos a jugar a que luch�bamos
para recuperar nuestras ropas, y, mientras, sent�a c�mo sus pollas duras se
refregaban contra mi cuerpo. Alguien propuso una pelea a espada. Fui herido en
el vientre y la ingle por Luis y en la nalga derecha por Antonio. Pronto nos
aliamos Antonio y yo contra Luis y lo tumbamos al suelo. Me dispon�a a herirlo
en la boca cuando agarr� mi espada. Antonio aprovech� mi indefensi�n y me atac�
en el rostro. Para evitarlo us� la misma estrategia que hab�an usado conmigo:
agarr� con fuerza su arma imaginando que era la de Salva. Mientras Antonio
intentaba zafarse not� como Luis segu�a sin soltar mi polla, pero ahora sin
rudeza, as� que empec� a mover las caderas sin soltar la polla de Antonio. Nos
sentamos en el suelo y comenzamos a hacernos una paja. Luis me hizo adem�n para
que soltase a Antonio; ahora era �l quien nos hac�a una paja a los dos. Con una
polla en cada mano, parec�a no tener suficiente. Aunque nos conoc�amos hace
a�os, era la primera vez que lo hac�amos, de hecho nunca hab�a visto a mis
amigos desnudos. Luis, tumbado, nos masturbaba fren�ticamente, casi con
vehemencia. Instintivamente fui acarici�ndole el pecho y el vientre hasta llegar
al nabo; dud� un instante antes de cog�rselo, pero finalmente lo agarr� con
firmeza y ech� hacia abajo el prepucio dejando al descubierto el glande h�medo.
En ese momento, Antonio, que hab�a permanecido impasible y casi violento por la
situaci�n que se hab�a creado, comenz� a acariciar los huevos de nuestro com�n
amigo t�midamente. Sin embargo, pronto cogi� confianza y se aferr� a la polla.
Yo, entretanto, acariciaba las duras pelotas de Luis. De repente paramos al o�r
un ruido fuera. No parec�a ser nada. Volver a la situaci�n anterior tras haberse
roto el clima parec�a imposible. Sentados all� en el suelo, nos miramos los tres
sin decir palabra, parec�a un siglo lo que s�lo fueron segundos.


�Nos hacemos cada uno una paja y nos vamos con la gente- dijo
Antonio.


Era lo �nico que se pod�a decir en ese momento tan violento.
No pod�amos ignorar los hechos, pero s� disfrazarlos de tonteo sin importancia.
Comenzamos a pajearnos alej�ndonos de los otros lo m�s posible, evitando el m�s
m�nimo contacto. Poco a poco, al principio de reojo, despu�s descaradamente
empezamos a mirar las pollas de los otros y a comentar y mostrar distintas
formas de masturbarse y nuestras zonas er�genas. El gran paso lo volvi� a dar
Antonio, que nos cont� que el punto g del hombre se encontraba en la pr�stata,
donde se une con el recto, y que s�lo era accesible desde detr�s. El ver a un
t�o meti�ndose el dedo por el culo era m�s de lo que pod�amos esperar. Al vernos
paralizados nos insisti� para probarlo, y as� lo hicimos. Nunca imagin� llegar a
encontrar tanto placer. Comenc� a acariciarme y sin apenas darme cuenta m� dedo
se hundi� hasta su base dentro de m�. Luis, sin embargo, segu�a acarici�ndose
sin atreverse a met�rselo. - Ahora eres t� el que no se atreve- le dijo Antonio
- Es as�- mientras se acercaba hasta �l y le met�a el dedo en el culo. Luis se
qued� sorprendido por esta reacci�n que nos daba pi� a reanudar nuestro juego
donde lo dejamos.


Ya con tres dedos de Antonio en el culo, Luis se retorc�a de
placer en el suelo mientras yo le acariciaba la polla. Antonio, transformado por
la excitaci�n del momento, me dijo: - quiero ver como follas, �m�tesela!- Sin
pens�rmelo dos veces dirig� mi polla hacia el agujero y la introduje lentamente.
Aquel agujero, tan distinto al co�o de Ana, se abrazaba con fuerza a mi polla y
me hac�a sentir un inusitado placer. A punto estaba de correrme cuando vi a
Antonio que estaba foll�ndole la boca a Luis. Ante esa visi�n no pude retrasarlo
m�s y me corr� dentro de mi amigo. Antonio lo hizo sobre su cara y sin darnos
tiempo a ocuparnos de �l, Luis se corri� s�lo, sin tocarse, en una de esas
corridas monumentales llen�ndose el vientre, el pecho e incluso salpic�ndose la
cara.


Tras limpiarnos en silencio, nos pusimos los ba�adores y nos
fuimos al r�o hablando de f�tbol; lo que hab�a pasado entre nosotros
pertenecer�a a ese rinc�n de los recuerdos que consideramos como no existidos.


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