Relato: No le cuentes a tu madre...





Relato: No le cuentes a tu madre...

Desde que mi madre se cas� con Emilio, a tres a�os de la
muerte de pap�, mi vida cambiar�a rotundamente. Odi� a ese hombre desde que
hab�a entrado por primera vez a nuestra casa. Mam� estaba obnubilada por �l, y
nunca supe a ciencia cierta si lo amaba o no. Como ella dec�a: "le daba
seguridad" y la verdad es que yo pienso que tambi�n le daba otras cosas que
nunca logr� confiarme. Por ese entonces yo ten�a 19 a�os de edad y llev�bamos
cuatro conviviendo sobre el mismo techo.


Emilio era un hombre casi violento, temperamental,
oportunista y deshonesto. Era un tipo de unos 45 a�os, bastante menor que mam�.
Su aspecto era desali�ado, de contextura corpulenta, alto, de m�sculos
definidos, barba desprolija que siempre ten�a dos o tres d�as de crecida. Casi
siempre se lo sol�a ver vestido en camiseta musculosa blanca, haciendo
ostentaci�n de su transpiraci�n que mojaba la tela y transparentaba sus
vellosidades y pectorales. De rasgos duros, viriles, casi de boxeador, era la
imagen misma del macho desinhibido y desarreglado. Con una pobreza de educaci�n
y modales toscos, el �nico trabajo que hab�a hecho toda su vida era el de
repartidor mayorista de embutidos. Sal�a por la ma�ana con su camioneta a hacer
las entregas, y volv�a a media tarde a casa, momento que para m� era insufrible.


En casa, la vida era muy rutinaria. Si bien no �ramos una
familia feliz, mam� se empe�aba en esforzarse cada d�a para que eso no se
notara, fingiendo muchas veces y haci�ndome constantes ruegos cada d�a con
respecto a la mala relaci�n que yo ten�a con mi padrastro:


-Pero Manu, ten�s que comprender un poco a tu padre... �l
trabaja todo el d�a y viene cansado, y...


-Mam� � le respond�a con una mezcla de angustia e ira � �Ya
te dije mil veces que �l no es mi padre! Nunca lo ser�, sencillamente porque yo
no lo puedo sentir as�.


Mi madre se encomendaba a los santos y alzaba los brazos
siempre que yo iba a encerrarme en mi cuarto. Desde all�, yo escuchaba la
llegada de mi padrastro.


-�Y el vago de tu hijo? �Otra vez metido en su cuarto?
�Cu�ndo va a ir a trabajar? �Pero se puede saber qu� hace ah� metido todo el
d�a?


Desde mi cuarto escuchaba las justificaciones t�midas de mam�
a media voz para no despertar la c�lera de ese hombre tan imprevisible. �l,
sobre todo en ausencia de mi madre, me trataba mal, siempre a los gritos y hasta
empujones para hacerse entender. Se cre�a con derecho a tenerme como su esclavo,
es as� que yo iba a comprarle su cerveza, cigarrillos, lavaba su camioneta, y
todo lo que se le viniera en ganas, pues aduc�a que yo era un vago que no hac�a
nada en todo el d�a. Yo, que hab�a terminado el colegio secundario, a�n ten�a
materias pendientes, y hac�a todo lo posible por seguir estudiando y poder
entrar a la universidad. �sta era otra oposici�n de mi padrastro, pues no quer�a
saber nada de que yo estudiase, y aprovechaba cualquier oportunidad para
explotarme como mano de obra gratuita en algunos de sus negocios.


La verdad es que yo le ten�a miedo. Lo odiaba, pero a la vez
no pod�a imponerme en rebeld�a con �l. Su imagen osuna, de hombre compacto y
fuerte, siempre me amedrentaba un poco. Ten�a miedo de que alg�n d�a llegara a
ser v�ctima de su fuerza bruta, es as� como yo soportaba cada una de sus
humillaciones. Mam� no escuchaba mis t�citos pedidos de auxilio, es decir, no
quer�a escuchar. Cada vez que yo intentaba hablarle sobre Emilio, ella pon�a un
muro entre nosotros. Tampoco era una mujer doblegada por los maltratos de su
marido. Era curioso, pero aquella bestia de persona, ten�a por mi madre un
respeto extra�o. Jam�s le levantaba la voz.


Un d�a mi madre me despert� m�s temprano que de costumbre.


-Manu, levantate, que ten�s que ir con tu padre a hacer una
entrega con la camioneta.


-�Qu�? �Ahora?


-S�, hijo, apurate, que salen de viaje.


-�De viaje? �Pero ad�nde es la entrega?

-C�rdoba


�C�rdoba? Todo un d�a de viaje, �o m�s! a juzgar por el
estado calamitoso de la camioneta de mi padrastro. Jam�s hab�a estado tanto
tiempo a solas con Emilio, y para m�, ese hab�a sido un despertar horrible. De
nada sirvieron los motivos que aduje para no ir, hasta discut� largo rato con mi
madre, pero nada. La pobre hasta se debi� haber hecho la idea de que ese viaje
servir�a para que se diera un acercamiento entre nosotros. Pobre ilusa. Ella
segu�a arm�ndose la pel�cula en su mente.


Me levant� maldiciendo, me di una ducha r�pida y quise
desayunar, pero enseguida lleg� mi padrastro.


-�Est�s listo?


-No, a�n no desayun�.


-No hay tiempo, lo siento, si quer�s, despu�s paramos en la
ruta � me dijo con un tono seco y despectivo.


Mam� me despidi� sonriente con un beso. Apenas pudo, pues
Emilio me llamaba a gritos desde la camioneta. Emprendimos el viaje. Mi
padrastro estaba serio, fijaba su vista en el camino y llevaba con �l su
constante malhumor. Tambi�n cada tanto me propinaba alg�n serm�n, siempre
humillante, siempre haci�ndome sentir como un in�til. Yo lo detestaba tanto que
hasta me costaba dirigirle la mirada. Su aspecto era el de siempre. Llevaba
puesta su perenne camiseta, y sobre ella una camisa deslucida y abierta.
Pantalones jeans manchados y sucios, y sus viejos borcegu�es. Le gustaba llevar
un mondadientes en su boca, pase�ndolo infinitamente de lado a lado. Yo apenas
pod�a soportar su presencia, y menos escuchar su voz ronca y grave. �bamos a la
ciudad de C�rdoba, donde �l ten�a que hacer dos entregas de embutidos. Hab�a
preferido ir conmigo. �Seguro! A m� no me ten�a que pagar como a sus peones.


No pod�a dar cr�dito a mi situaci�n. All� estaba con ese
energ�meno, forzado a servirlo en todo el viaje. �Pod�a pasar algo peor?


Nuestra primer parada fue al mediod�a. Yo ten�a mucho hambre,
ya que mi padrastro no tuvo en cuenta que yo estaba sin desayunar. Era una
estaci�n de servicio con un peque�o restaurante de mala muerte. Sin hablarme en
ning�n momento, nos sentamos en una mesa y pedimos algo para comer. Despu�s de
estar largo tiempo en silencio, lo que escuch� de �l fue:


-�No sab�s hablar? Hasta un perro es mejor compa��a de viaje.


Ese hombre me anulaba por completo. Lo mir�. Se hab�a
manchado de salsa justo en la parte delantera de su camiseta. Casi murmurando,
le dije:


-Te manchaste la camiseta.


Emilio se mir� el pecho y maldijo. Enseguida se levant� y fue
hasta el ba�o. Al rato volvi� con toda la prenda empapada, se hab�a intentado
quitar la mancha con agua.


-Carajo, ...y no traje otra de repuesto. �Qued� mejor?


Yo estaba un poco sorprendido por ese extra�o inter�s que de
pronto demostraba por verse bien. Es que ese hombre ten�a esas contradicciones.


-S�, est� un poco mejor.


-En la camioneta tengo jab�n, despu�s en alg�n lugar me la
lav�s mejor.


-Est� bien.


-Tengo que negociar cosas con un nuevo cliente y quiero estar
presentable.


�Presentable!, pens� casi ri�ndome. Era c�mico.


-Si ten�s que estar presentable, tendr�as que afeitarte un
poco.


-Aj� � me dijo sin mirar, con la boca llena.


Lo mir� m�s detenidamente. Su imagen era realmente terrible.
Pero de repente llegu� a pensar que con un buen ba�o, una afeitada y un corte de
pelo, ese hombre hasta podr�a llegar a ser buen mozo. F�sico no le faltaba. De
la camiseta mojada, emerg�an dos grandes tetas velludas que se transparentaban
dejando ver sus oscuros pezones. Su pecho era enorme, ancho y abultado. El vello
se acentuaba en la parte central y hacia arriba, casi junt�ndose en el cuello
con su barba crecida. Sin ser gordo, era grueso y pesado. Sus brazos musculosos
y tambi�n muy velludos, eran largos y se mov�an toscamente. Pero a pesar de
todo, ten�a rasgos muy delineados. Espesas cejas que se un�an encima de su nariz
aguile�a, boca grande, varonil, y ojos claros. Siempre hab�a buscado alg�n rasgo
de dulzura en ellos, pero eran duros y fr�os a pesar de su hermosura.


Cuando retomamos el viaje, hicimos unos cuantos kil�metros
pero enseguida la camioneta empez� a andar mal. Emilio se detuvo y par� en la
banquina. El autom�vil echaba humo por todos lados. Yo temblaba. Con ese
inesperado desperfecto no quer�a imaginar la furia de mi padrastro. Estuvo horas
intentando arreglar algo que yo no supe jam�s, pues en vez de dejar que lo
ayudara, era el blanco de todas su maldiciones y palabrotas. As� pas� el d�a, y
pronto comenz� a oscurecer. Est�bamos en medio del campo, y pronto la noche nos
cubri�. A lo lejos se ve�an unas luces sobre el camino. Por fin, un viejo
Chevrolet de auxilio, que pasaba circunstancialmente, se detuvo a nuestras
se�as. Era de un taller mec�nico que hab�a en la zona. El mec�nico, de mala
gana, arregl� el desperfecto en una media hora, mi padrastro le pag� el servicio
y retomamos el camino. Pero ya era noche cerrada, hab�amos perdido todo el d�a y
ambos est�bamos cansados. A lo lejos, las luces se fueron acercando y me
padrastro me balbuce� entre dientes:


-Aquello debe ser una estaci�n de servicio. Ser� mejor que
paremos para descansar, estoy molido.


Cuando aparc� la camioneta, nos dimos cuenta que est�bamos en
un Motel. Supuse que eso era, pues el lugar estaba descuidado y medio
abandonado.


Cuando entramos a la oficina, un tipo barbado de mediana edad
sali� a nuestro encuentro.


Emilio lo mir� sin saludar.


-�Tiene una habitaci�n disponible?


-Bueno, s�, pero todas las habitaciones son con cama
matrimonial. �Le doy dos?


Yo iba a responder que s�, cuando �l, enseguida se apresur� a
contestar:


-No tengo dinero para dos habitaciones. �l es mi hijo, y va a
tener que dormir conmigo. Deme una habitaci�n.


Yo cre� morir. �Pasar la noche en la misma cama con ese
pedazo de animal!. Era demasiado.


El encargado se disculp� porque ten�a una habitaci�n sin
sof�, y nos gui� hasta la �ltima puerta del edificio. Vimos los otros
autom�viles estacionados en la entrada de cada habitaci�n. Deber�a estar lleno
de parejitas cojiendo, pens�.


Al quedar solos en la habitaci�n, tuve ganas de llorar. Mi
padrastro se estir�, se sent� en la cama probando su blandura (que era
demasiada) y prendi� la televisi�n. Entonces me mir�. Emilio se quit� la camisa
y luego la camiseta.


-Tom�, Manuel, lavame la camiseta. Quitale todas las manchas
y colgala en la ventana para que ma�ana est� seca.


Yo mov� la cabeza en se�al de asentimiento. Qued� con el
torso desnudo frente mi vista. �l miraba atentamente la pantalla, no pudo ver mi
cara de repulsi�n al tomar la camiseta sudada y sucia. Yo fui al ba�o y obedec�.
Cuando volv� a la habitaci�n vi a Emilio recostado en la cama. Se hab�a quitado
el pantal�n y solo estaba vestido con un blanco slip. Yo no sab�a qu� hacer. No
hab�a otro sitio para sentarse en la habitaci�n que la cama donde �l estaba.


-Ven�. �Me ten�s miedo?


-No.


-No seas est�pido, ven�...


-Estoy bien as�.


-Te digo que vengas.


Por primera vez tem� que iba a suceder algo que me asustaba
mucho. Sin mirarlo, me acerqu� a la cama y me sent� a su lado, intentando
concentrarme en el programa de televisi�n.


-Lo siento, Manuel, pero ya ves. Vamos a tener que compartir
la cama � me dijo casi ir�nicamente. Y despu�s de un rato me dijo: � supongo que
"al se�or" no le molesta, �no?


-No, para nada � ment�.


-Bueno, entonces acostate. Ma�ana nos tenemos que levantar
temprano, si quer�s com� alguno de los s�ndwiches que nos hizo tu madre.


-No tengo hambre.


-Yo tampoco. Esta mierda de camioneta me quit� el apetito,
carajo.


Al ver que yo me quedaba con la mirada en el piso, me dijo:


-�Entonces? �Vas a comer algo?


-No, Emilio.


-"Emilio"... � repiti� con voz burlona � �Sab�s que tu mam�
quiere que me digas pap�, no?.


-S�.


-Bueno, mir�... hac� lo que quieras, sos siempre el mismo
boludo, pero la pobre piensa que en este viaje nosotros �bamos a congeniar. Y
vos no entend�s que para m� sos como un hijo propio. �O acaso no te das cuenta?


Yo escuchaba sin dar cr�dito a sus palabras. Supongo que
dec�a todo esto por sentir alguna culpa hacia m�.


-Pero vos, claro, te qued�s callado, mudo... �As� como voy a
saber lo que est�s pensado?


�l dec�a todo esto mientras miraba la televisi�n y mi vista
estaba quieta en el piso.


Emilio se estir� en la cama y puso sus brazos por debajo de
la cabeza. Yo pod�a oler su sudor.


-Me qued� pensando en lo que dijiste, que ten�a que estar
presentable para la entrevista con mi cliente. Ma�ana me voy a dar un ba�o y me
voy a afeitar.


Yo hab�a ido hasta la c�moda de la habitaci�n, donde empec� a
sacarme la ropa.


-Te vas a meter en la cama, �no?


-S�.


Mientras me desvest�a, lo mir� de reojo. Hab�a dejado de
mirar la televisi�n y ahora me miraba fijamente. Yo me avergonc� tanto que
aceler� mis movimientos. Qued� vestido con mi slip.


-Desde que fuimos a veranear hace dos a�os, no te ve�a en
bolas. �Mir� como creciste! Est�s hecho todo un hombre. �Desde cuando ten�s
tantos pelos?


Yo no ten�a tantos pelos, pero s� me estaban creciendo entre
mis tetillas y en mi ombligo.


-�Ves lo que te digo? Si con esas patas peludas, es como si
fueras un hijo m�o...


Emilio estaba intentando ser amable. Eso era claro. Yo
temblaba, pues esas se�ales de amabilidad nunca presagiaban buenas cosas. Estaba
tenso y nervioso, y �l segu�a mir�ndome descaradamente.


-Ven�, acercate, as� te puedo ver a la luz.


Yo fui hasta la cama, y enseguida quise meterme dentro de las
s�banas para terminar con esa tortura.


-�Momentito! � me dijo, con una ir�nica sonrisa � Como tengo
que "estar presentable" para la entrevista con mi cliente, me vas a ayudar. En
el bolso hay unas tijeras � e indic�ndome sus pies prosigui� � cortame las u�as,
que a m� me dan mucho trabajo.


Yo obedec� maldiciendo internamente. Me daba asco solo pensar
en tocar sus pies olorosos.


Emilio se quit� las medias y se puso c�modo, siempre con las
manos detr�s de su cabeza. Mientras yo me sentaba a sus pies, �l retom� la
atenci�n en la pantalla de televisi�n. Me puso un pi� sobre mi muslo y yo
comenc� a cortarle el dedo me�ique. Para eso tuve que separarlo un poco. Su
larga pierna pesaba mucho. Sus pies estaban sucios, y cada tanto me ven�an
arcadas que ten�a que contener con mucho trabajo. As� iba pasando de dedo en
dedo. Emilio se hab�a relajado y hab�a abierto extremadamente sus piernas. No s�
lo que me pas� en ese momento, pero no pude evitar dirigir mi vista hacia sus
pesadas y velludas piernas. Mi mirada sigui� ascendiendo y aprovechando que �l
no me miraba, me fij� con asombro en su entrepierna. El slip a duras penas pod�a
contener su enorme carga. Un bulto enorme se le marcaba ah�, era una monta�a que
se alzaba por entre sus muslos abiertos y grandes. Al abrir las piernas, por
entre las aberturas de la prenda sal�an parte de sus test�culos que se marcaban
perfectamente en toda la zona. Podr�a distinguir tambi�n su miembro, estaba
ladeado a un costado. La anchura me impresion�. Sendas ingles estaban cubiertas
de oscuros pelos, gruesos como alambre. La piel m�s suave de sus tremendas
pelotas tambi�n estaban tapizadas de vello, que se esparc�a como una
continuaci�n de la vellosidad de sus muslos. Esa visi�n me dej� perplejo. Yo
sent�a una gran repulsi�n por ese individuo, sin embargo, lo que ve�a me era
irresistiblemente atractivo. Cuando termin� con su pi�, enseguida me dio el
otro, dici�ndome:

-Muy bien, muy bien, mi hijito, as�. �est�n muy largas?


-Bastante.


-Bueno, concentrate bien, no vaya a ser que me cortes un
dedo...


Yo segu� la tarea, pero apenas me pod�a concentrar en ella
tal era la vista que me ofrec�a aquel urso. Sub� m�s mi vista, disimuladamente
para que �l no se diera cuenta. Debajo de sus brazos estirados sobresal�a la
oscuridad de las axilas. El vello se separaba en dos partes, un mech�n hacia
arriba y otro hacia abajo, y en el medio, un valle de piel blanca que los
separaba. Siempre hab�a tenido de oportunidad de ver su torso desnudo, pero
ahora me llamaba mucho la atenci�n. Sus dos pectorales eran como tetas de mujer,
amplias, redondas, carnosas. Los pezones eran generosos, nada en ese hombre era
sobrio y delicado, ten�a la sensaci�n de que todo se presentaba en �l de una
manera grosera y contundente. Todo era grande en �l, y yo a su lado me sent�a
como un peque�o hobbit. Esas tetillas oscuras y bien redondas, estaban coronadas
por unos pezones que medir�an como dos cent�metros, sobresaliendo por encima del
vello espeso que los rodeaba.


Tan absorto estaba en esa imagen, que sin querer, el filo de
las tijeras se desplaz� a su piel incontroladamente. Roc� un dedo con el filo.
Esto lo enfureci� de tal manera que gritando son su horrible vozarr�n, me puso
encima del pecho la planta de su gran pi� y me empuj� violentamente,
insult�ndome y profiriendo palabrotas. El empuj�n, bruto e inesperado, fue tan
violento que ca� de espaldas estrell�ndome contra el piso.


-�Imb�cil! �Es que no serv�s para nada? �Pendejo de mierda!
�Pedazo de in�til!


Se levant� r�pidamente de la cama y fue hasta el ba�o. All�
desapareci� dando un portazo, mientras yo escuchaba desde el suelo sus puteadas
a viva voz. Hab�a sido un leve rasgu�o, pero suficiente como para provocar esa
temible tormenta. Yo me qued� sentado a un lado de la cama, en el piso todav�a.
Un rato largo pas�. Ya no escuchaba su voz. Y de pronto sent� el ruido del agua
de la ducha. Se estaba ba�ando, y eso siempre le tomaba horas. As� que decid�
que era el momento propicio para meterme en la cama y dormir, rezando para que
ese hombre no me hiciera da�o al regresar. Al cabo de una media hora, o� abrirse
la puerta. Con un ojo entrecerrado vi a mi padrastro salir del ba�o. Solo
llevaba una toalla enrollada en la cintura. Permaneci� all� un tiempo, como
observando la situaci�n. Yo me hice el dormido, temblando por dentro y rogando
que Emilio se metiera en la cama, se durmiera y se quedara tranquilo. La
televisi�n todav�a estaba prendida y el velador encendido. Emilio apag� el
televisor y vino hasta la cama. Sent� como se apoyaba en la orilla y abr�a las
cobijas. Yo estaba de espaldas a �l, inm�vil, paralizado de miedo. Y de repente
escuch� su voz. Estaba aplacada y casi era un susurro.


-Manuel...


No respond�.


-Manuel...., Manuelito...


Su voz era ahora un intento pat�tico de ablandamiento y era
evidente que se hab�a serenado. Yo segu�a temblando.


-Manuel... �Dorm�s?


Emilio estaba cada vez m�s cerca de m�.


-Manuel. Yo quer�a... eh... yo... No quer�a hacerte mal,
�sab�s?. Yo a veces me pongo un poco nervioso, pero... no era mi intenci�n
tirarte al piso.


Yo cerr� los ojos, apret�ndolos de puro p�nico. Entonces �l
continu� dici�ndome:


-Manuel. �No te lastim�? No, �verdad?.


Y pos� una de sus toscas manos en mi hombro, sobre la liviana
tela del cubrecama.


-Pero, muchacho, no es para tanto �no?. Pero.... si est�s
temblando. No est�s durmiendo. �Eh! �No o�s que te estoy hablando?


Y yo por temor a que se enfureciera, me volv� hacia �l. Me
sorprendi� lo que vi. La expresi�n de su cara hab�a cambiado. Su mirada era
intensa, rara. Pero a pesar de que estaba muy calmo, como nunca lo hab�a visto,
sus ojos ten�an a�n esa violencia tan de �l.


-�Porqu� tembl�s as�?


-�Yo?


-Hijo, que no te voy a hacer nada � me dec�a con un tono
inquieto en su voz. Pod�a sentir su respiraci�n agitada, enrarecida por una
extra�a contenci�n. Tem�a lo peor.


-�Qu� quer�s, Emilio?


-Ven�, mirame. Solo quiero ser tu amigo.


-�Amigo!. Pero Emilio, sab�s perfectamente que no nos
llevamos nunca bien. �de qu� amistad me est�s hablando? � le pregunt�, a la vez
que no pod�a creer que le estaba hablando as�. Fuera de enojarlo, su expresi�n
se hizo m�s desafiante, pero me escuchaba calmo y tranquilo, a la vez que
intentaba una sonrisa. Yo me hab�a incorporado un poco. La luz del velador me
dejaba ver su enorme y velludo cuerpo solo cubierto por una toalla. Estaba
arrodillado sobre la cama junto a m�, sentado sobre sus piernas plegadas y
abiertas. Mi mirada por un momento se desliz� a su entrepierna y pude
cerciorarme de que la abertura de la toalla dejaba ver parte de sus bolas que
eran inmensas.


-No, no entend�s... yo quiero que seamos amigos. M�s que
amigos, quiero ser un padre para vos. Pero... �qu� te pasa? Segu�s temblando
�Tanto miedo te doy?


-No.


-S�, s�, te doy miedo. Pero ven�, muchacho, ven� m�s cerca.


-No, Emilio, no...


Y, pese a mi resistencia, me pas� un brazo por debajo de mi
cabeza e intent� acercarme a �l.


-Hijo, mi hijo lindo y grandote...


�l se hab�a recostado a la par m�a. Y como ve�a que no
consegu�a que yo me acercara a �l, descorri� la s�bana y se meti� r�pidamente en
la cama. All� �l sigui� en su intento de abrazarme. �A qu� respond�a esa
actitud? �Qu� era lo que ese energ�meno quer�a? Sent� como me rozaba con esos
peludos brazos. Su vello era duro, �spero, el contacto con mi piel suave era
como el de un papel de lija.


-�Pero que te pasa? �Ven� a darle un abrazo a tu padre!


-No. �Dejame! �No quiero!.


-Soy tu pap�, puedo serlo aunque no te haya concebido
�entend�s?

Y cuanto m�s era mi forcejeo, m�s sub�a la voz, y m�s fuerza imprim�a a sus
manotazos. Yo me defend�a. Su aliento me llegaba cada vez m�s cerca, estaba
intentando abrazarme y sus brazos me rodeaban. Pero mi fuerza, que sal�a de no
s� d�nde, le imped�a cumplir su cometido, lo que lo pon�a m�s molesto. Entonces,
con tanto movimiento, la s�bana comenz� a deslizarse y se resbal� hasta el piso.
Mi padrastro conservaba a�n la toalla anudada a la cintura, pero entre los
forcejeos, �sta se empez� a correr de su lugar, por momentos se le sub�a, y
volv�a a cubrirlo. El nudo que ten�a al costado se fue aflojando y entonces
apareci� esa parte del abdomen que se une al muslo, entera y desnuda. Yo mir�
eso pero advert� que la toalla segu�a, aunque a duras penas, en su sitio. Un
deseo incontrolable (e inexplicable) se apoder� de m�: quer�a verlo desnudo.
Pero incre�blemente, reprim�a tal pensamiento, �Estaba loco?. Y creo que
recuerdo haber hecho un movimiento brusco a prop�sito, para sacarle la toalla.
Por fortuna �l no se hab�a dado cuenta, y entre los violentos movimientos de
tira y afloja, no pude deslizar la toalla ni un cent�metro de su cintura.


-Manuel, Manuelito, as�, as� es como me gust�s, bien macho,
�Dale, defendete!, si quer�s ser hombre e imponer tu voluntad, ten�s que luchar
para conseguir eso. �Qui�n m�s que tu pap� para ense�arte eso?


-�Soltame! �Sal� de encima m�o! �Dej� de molestarme!


-�Pero ven� te digo, dale un abrazo a tu padre!


Entonces su fuerza me dobleg� por un momento, y con su mano
sosteni�ndome la nuca, gui� mi cabeza para encontrarse con la de �l. Sent� su
respiraci�n agitada sobre la m�a y nuestras bocas se juntaron por un instante.


-�Dale un beso a tu pap�!


Abri� bien la boca y me estamp� un beso sobre la m�a. Yo
inmediatamente retroced� e hice un gesto de profunda repugnancia. Pero ese
hombre ten�a mucha fuerza y yo estaba atrapado entre sus dos enormes y viriles
brazos. Sent�a su olor corporal. Ol�a a limpio. Supuse que era la primera vez
que ol�a as�. Mi cara qued� hundida entre los pelos de su pecho y con un
movimiento r�pido me gir� y qued� acostado boca arriba, y �l aprovech� esto para
ponerse encima m�o.


-�Ves? Tan malo no es.... Hijo. Hijito. �Sab�s que no me
hab�a dado cuenta de que ten�s la piel muy suave?


Sosteni�ndome con una mano, liber� la otra para recorrer mis
hombros, mi brazo y mi pecho. �Yo estaba azorado!. Me sent�a humillado, casi
violado, tal era mi asombro que apenas pod�a percatarme de c�mo terminar�a todo
eso. Con su peso me ten�a reducido a m�nimos movimientos. De pronto, ese hombre
casi desnudo encima m�o, comenz� a ejercer un raro sentimiento en m�, es decir,
algo que no pude entender muy bien. La situaci�n era horrible, pero a la vez esa
lucha tan masculina, ese juego de machos, esa proximidad de cuerpos sin ropa, me
hac�a sentir cosas hasta ese momento nunca vividas. �qu� me estaba pasando? Yo
lo mir� con odio, deseando liberarme de �l, pero tambi�n buscando provocarlo
para que me mantuviera aprisionado. Hab�a algo de placentero en eso, hab�a algo
que me hac�a vibrar internamente.


Pero todo eso que viv�a en mi interior se transform� en deseo
puro cuando sent� su mano bajar por mi torso y llegar al el�stico de mi slip.


-�Qu� ajustadito que est� tu calzoncillo! �No te molesta?


-�Qu� vas a hacer? � le grit� asustado


-Te lo voy a sacar.


-�No! �Soltame! �Te lo pido por lo que m�s quieras! � yo le
dec�a esto, y a la vez me sent�a dominado por una sensualidad incontrolable.
Deseaba que esa mano caliente, pesada y �spera cumpliera su objetivo, y a la vez
me sent�a profundamente avergonzado de quedar a su merced.


-�No quer�s mostrarle a tu papi lo mucho que creciste?


-Emilio, �No!


-�Porqu�? �Te da verg�enza? Los dos somos varones...


-�Est�s loco?


-No, no lo estoy � me dijo. Y presion� sus labios una vez m�s
sobre los m�os. Me raspaba con su barba sin rasurar, me respiraba en la cara, y
me miraba intensamente con los ojos, con una sonrisa ir�nica y endiablada.


-Emilio, por favor, me parece que ya jugamos bastante,
�Calmate por favor!.


-�No!, acabamos de empezar el juego, muchachito m�o.


Me sostuvo las piernas entre las suyas, y su mano estir� el
el�stico de mi prenda interior hasta romperla. Inmediatamente la tom� entre sus
manos y la tir� al otro lado de la habitaci�n. Entonces se acomod� m�s sobre m�.


-�Pero... mir� el tama�o de tu verga...! �Abr� bien las
piernas, para que tu pap� pueda verte mejor!


Y como instintivamente hice todo lo contrario, el muy cabr�n
me amenaz�:


-Te dije que abrieras las piernas �o no entend�s? No querr�s
que papito se enoje, �no?


Entonces, al escuchar el desafiante tono de su voz, levant�
las piernas y las abr� lo m�s que pude, quedando a los costados de sus muslos.


-As� est� mejor. A ver... me parece que se te est� poniendo
dura, Manuelito.


-�Basta, Emilio!


-�Qu� pasa? No me vas a decir que no te gusta jugar con
pap�....


�l estaba arrodillado frente a m�, que segu�a acostado, con
su cuerpazo y ese torso levant�ndose como una gruesa torre. Lo mir� de arriba
abajo, y era una visi�n entre aterradora y excitante. La blanca toalla, a�n
rodeando su bajo vientre, era un claro contraste con su piel oscura y cubierta
de pelos negros.


-S�, s�, entiendo. Est� bien. Me parece justo que si vos me
mostraste tu pija, pap� te la muestre tambi�n.


Pero yo ten�a tanto miedo de mis sentimientos, que quer�a
escapar. Sent�a que todo eso me estaba gustando peligrosamente.


-�Quer�s ver el pito de tu padre?


Yo ni respond�a, no pod�a. Solo concentr� mi mirada anhelante
sobre la blanca toalla, que ese hombre enorme estaba a punto de descorrer como
un tel�n. Sus manos fueron lentamente hacia el peque�o nudo que ten�a a un
costado, afloj�ndolo. Entonces, se detuvo ah� un segundo, con ambas puntas de la
toalla en sus manos, como quien juega con la fascinaci�n un ni�o.


-Ahora te voy a mostrar lo que es una buena verga. �No quer�s
que te la muestre?


Yo qued� inm�vil, con la mirada fija en su entrepierna.


-�Dijiste algo? �No escuch�! � me grit� ir�nicamente.
Entonces, sub� la mirada hacia sus ojos relampagueantes y le dije t�midamente:


-Hac� lo que quieras.


-Est� bien. Te la voy a mostrar.


Y ante mi asombro, mezcla de deleite, nerviosismo, intriga y
miles de dudas, hizo a un lado la toalla y qued� desnudo completamente ante mi
mirada. Una mata de pelos custodiaba al tremendo aparato. Era la verga m�s
grande que hab�a visto en mi vida. Ancha, venosa, oscura, de grosor y longitud
extraordinaria. Estaba casi en reposo absoluto, aunque calcul� que tendr�a esa
deliciosa hinchaz�n previa a la erecci�n final. Su prepucio, a medio descorrer
me mostraba la mitad de una cabeza brillosa y h�meda. El enorme carajo
descansaba pl�cidamente sobre unas colgantes bolas, que exced�an en largura el
envidiable tronco. Ve�a pelos por todos lados, pelos gruesos y duros, que
exced�an los l�mites de su pubis para tapizar su abdomen, ombligo,
entrepiernas... yo estaba maravillado ante ese conjunto de curvas y rectas tan
masculinas.


-Este es el pito de tu pap�. �ves? Ahora los dos estamos en
pelotas. No hay de qu� avergonzarse. Cuando crezcas, tu verga se va a poner as�
de grande, �Sab�s?


Me mir� por un instante. Mi pija comenzaba a latir
notoriamente.


-�Qu� pasa? �Quer�s tocarla? �Quer�s sentir en tus manos lo
suave que es?


En vez de responder, mi mano se estir� intuitivamente para
atrapar ese m�stil. Mi padrastro me tom� la mano y la condujo �l mismo hacia su
destino. Enseguida tom� su tronco. �Qu� extra�a sensaci�n, tan nueva para m�!,
era de una suavidad incre�ble. Su textura era blanda, como esponjosa, y la palma
de mi mano a duras penas pod�a rodear toda su circunferencia. Acarici� como pude
ese gran trozo de macho y a la vez sent�a que mi verga comenzaba a agrandarse.
Entonces toqu� tambi�n sus grandes bolas. Estaban cubiertas de un vello m�s
suave que el de su pelvis. Los pliegues innumerables en esa piel tan delicada,
hicieron que en ese momento pensara en la paradoja de que semejante bruto ten�a
al fin una zona tan suave como la piel de un beb�.


-�Te gusta? Se siente bien �verdad?, Es una buena pija, buen
tama�o, �no te parece?. Antes de casarme, con esta verga estaba lleno de
mujeres. Tocala, tocala bien. No tengas miedo. Si segu�s tocando el pito de
pap�, vas a ver enseguida todo lo que puede crecer. �quer�s ver eso? �quer�s ver
como crece el pito de pap�?


El tono de su voz se hab�a hecho m�s calmo, por lo que yo me
tranquilic�. Y ante esa invitaci�n, yo quise por sobre todas las cosas,
investigar qu� pasar�a si continuaba con mis caricias. Entonces segu� el ritmo
constante de mis manoseos sobre ese pedazo de tronco. Primero sent� un leve
corcoveo, y poco despu�s not� que la pija de Emilio comenzaba a perder
flexibilidad y comenzaba a cambiar su textura. Ahora era m�s dura al tacto.
Estaba morcillona y su piel empezaba a estirarse. La tom� m�s fuerte, �l segu�a
toda la escena mirando atentamente todo lo que yo hac�a. Descorr� totalmente el
prepucio y una cabeza grande y roja se mostr� a la luz. Su miembro estaba semi
duro. Lo dej� caer, para ver c�mo hab�a crecido. La verga qued� a�n apuntando
hacia abajo, levemente levantada, colgando pesada como un p�ndulo. �Estaba m�s
grande!. Qued� corcoveando un poco, y sus venas ahora eran m�s gordas. Pod�a ver
como lat�a y goteaba peque�as cantidades de l�quido transparente. Le tom� las
bolas y las volv� a amasar. La pija quedo libre de mis toqueteos y pronto vi
como tomaba envi�n para ponerse de pi�. Yo segu� con mis manos en sus pelotas,
ahora tambi�n hab�a llevado mis dos manos ah�, por lo cual me hab�a incorporado
frente a ese m�stil tremendo. Mi boca, a apenas unos cent�metros de su glande,
se abri� casi instintivamente. �qu� estaba haciendo? No pod�a creer que
estuviera como atontado frente a ese juguete que cada vez estaba m�s duro.
�Ten�a deseos de met�rmelo a la boca!.


La verga sigui� hinch�ndose y qued� levantada y dura como
roca. No apuntaba del todo hacia arriba. Pero si antes era enorme, ahora, en
estado de erecci�n era descomunal.


-Ahora, mi nene va a darle un besito al pito de su pap�.


Yo lo mir� y le rogu� con la mirada (aunque en el fondo me
hubiera tragado enseguida su miembro).


-S�, s� � continu� diciendo � dale un beso. Mir� lo contenta
que est� con tus caricias. Si no lo hac�s me voy a enojar mucho.


Entonces tom� la verga con las dos manos y la acerqu� a mi
boca. T�midamente pos� mis labios en un costado del tronco y fui sintiendo toda
su dureza. Recorr� algunos cent�metros as�, pero Emilio me volvi� a ordenar:


-�As� no! �Met�tela en la boca, trag�tela!


Abr� mi boca todo lo que pude y obedec�. Su miembro entr� en
mi boca hasta la mitad de su largura, era imposible met�rmelo todo entero.
Sent�a que me asfixiaba.


-As�, as�, muy bien. Creo que por fin, hijo m�o, estamos
teniendo ese acercamiento entre nosotros, despu�s de todo. �Ves que no pasa
nada? �Tanto miedo le ten�as a tu padre?


Yo empec� a masajearlo con mi boca, chupaba, lam�a, sacaba y
met�a ese instrumento dentro de m�, como si mi vida dependiera de ello. Mi
padrastro vio complacido que a mi me gustaba hacer eso. Esper� que me insultara,
que me dijera que era un puto cualquiera, pero no, su reacci�n fue pasarme su
manaza por mi cabeza y acariciarme el pelo. Eso me excit�, me hizo desearlo
mucho m�s y entonces pas� las manos por encima de sus nalgas y lo rode� como
pude con mis brazos, atray�ndolo m�s y m�s.


-�Manuel! �Manuelito!, por fin abraz�s a tu pap�... as�, as�,
s�, as� me gusta.


Entonces, despu�s de un rato de tragarme la tranca de mi
padrastro, �l se incorpor� y tom�ndome de los hombros me dijo:


-Muy bien. Mir� como me dejaste: mir� que dura se le puso la
verga a tu papi. Pero ahora, Manuelito, ven�, sentate ac�, en el borde de la
cama. Ahora es tu papi el que quiere probar tu juguetito.


Y me acomod� a su gusto. Qued� sentado en el borde, me separ�
las piernas y se sent� en el piso, con su cara delante de mi sexo.


-�Manuel!, a vos tambi�n se te puso dura �y ni siquiera te la
toqu� una vez!. Ah, muchacho, sos como tu padre, yo, a tu edad, tambi�n era as�,
se me empalmaba todo el tiempo... a ver... quiero ver tu pija de cerca.


La tom� entre sus manos. Yo me arque� involuntariamente de
puro placer al sentir sus calientes manos investigar mi miembro. Con una mano me
sujet� las bolas, y con la otra empez� a bajar y subir el prepucio, mirando como
mi glande se hinchaba en cada movimiento. Mi pija estaba tan dura que sent�a un
cierto dolor, tal era la erecci�n.


-Qu� roca, qu� dura que se te puso, Manuel... vos tambi�n
ten�s una tranca muy grande.


Yo no dec�a nada. Pero cada palabra de Emilio me pon�a a mil,
era una excitaci�n creciente y constante.


Por fin, tom� mi pija desde la base misma, hundiendo sus
dedos en mis pelos, y la enfil� hacia arriba. Abri� su boca y se la meti� de un
solo envi�n hasta el fondo. Yo grit� y gem� largamente. Su lengua hac�a
maravillas sobre la punta de mi verga, penetr�ndome el peque�o agujero
ininterrumpidas veces. Me lami� luego las bolas. Casa leng�etazo suyo era como
el de un animal, ten�a una lengua incre�blemente larga y ancha, casi cubr�a todo
mi pene con ella. Sigui� limpiando toda la zona y pronto estuve enteramente
mojado con su saliva. Me ech� las piernas para atr�s y continu� lamiendo mis
gl�teos, mi entrepierna, a un lado, al otro, y finalmente fue acercando su boca
a mi ojete. Me abri� bien las nalgas con ambas manos y con su lengua en punta
recorri� todo el contorno primero, en un sensual y cuidadoso sentido circular. Y
cuando ya mi agujero estaba latiente y abierto, en espera del contacto con esa
anguila babosa que era su lengua, �l esper� unos segundos y la hundi� entre los
pliegues de mi ano, provocando una oleada de placer indescriptible y un chorro
de precum que sali� como una m�nima eyaculaci�n.


Despu�s de un largo rato penetr�ndome con su lengua,
trag�ndose mis pelotas por turno, y no dejando nada de la zona por lamer, se
abalanz� sobre m� de forma un poco violenta y me dej� aprisionado bajo su enorme
cuerpo.


-As� � me dec�a en el o�do � Te siento muy cerca de m�. As�,
mi hijo querido. Me ten�s que obedecer, "en todo" �o acaso no soy tu padre?


-�No!


Al o�r eso, enfureci� y me agarr� m�s fuerte a�n.


-�Qu� dijiste?


Y, tom�ndome de las mu�ecas me alz� los brazos por encima de
mi cabeza. Los sostuvo all�, y yo no pod�a moverlos ya. Estaba a su merced y me
ten�a loco de deseo. Nuestras caras quedaron de frente. �l se acerc�, cada vez
m�s, despacio, lento... y me bes�. Esta vez nuestras bocas se unieron
ferozmente, intensamente, y sent� que su lengua pujaba entre mis labios
cerrados, parec�a un falo que quer�a abrirse paso ante el virgen recinto. No
pude soportar m�s (�Es que quer�a realmente soportar?) y la lengua finalmente
franque� el vedado paso, violando mi boca y chocando con mi propia lengua.
Emilio no se detuvo. Sigui� bes�ndome por un largo rato, sosteniendo fuertemente
mis brazos que chocaban con el respaldar de la cama. Su boca sobre la m�a empez�
a hacer efectos tremendos en m�. Todav�a ten�a emociones encontradas, odiaba y
tambi�n empezaba a amar locamente a ese hombre. Y no s� bien en qu� momento, yo
comenc� a responder a esos enviones terribles de su maxilar, que se agitaba
chocando con el m�o. Abr� la boca m�s y m�s, y me di cuenta de que ese gusto,
esa saliva que odiaba, eran como un manjar inexplicable y delicioso. Entonces
sucedi� algo que me hizo vibrar. Nuestras vergas, duras como bastones, se
sintieron una a la otra en cada roce. La pija de Emilio estaba sobre la m�a, y
me lastimaba casi su dureza de hierro. Esa contienda de falos hac�a que nuestras
caderas se moviesen a ritmos insospechados. Tambi�n sent�a como por momentos la
zona se humedec�a con los l�quidos que ambos larg�bamos en cada frotar.


�l se volvi� a sentar en la cama, me sujet� de la nuca y me
atrajo hacia �l.


-Ahora ven�. Acabo de lavarme bien el culo. �no quer�s oler
el rico perfume que tengo ah�?


Yo lo mer� con los ojos bien abiertos. �Qu� ven�a ahora?


Emilio se ech� hacia atr�s y levant� sus grandes muslos,
dej�ndome a la vista su peludo culo. Con su mano en mi cabeza, me forz� a
agacharme m�s y m�s... hasta que mi cara estuvo a cinco cent�metros de distancia
frente al pelud�simo ano de mi padrastro. Era verdad. Ol�a a jab�n. Vi como su
esf�nter se contra�a y aflojaba, como pidi�ndome que me lo comiera. �l me solt�
y con sus manos abri� bien sus nalgas. Su agujero se abri� totalmente y su
interior era de un rojo intenso. La imagen era paralizante. Los largos pelos
rodeando todo el contorno, ese hoyo profundo y redondo lleno de pliegues, y la
carne colorada del interior, invit�ndome a adentrarme en esas oscuridades
abismales. Saqu� mi lengua, chorreando de saliva, y me acerqu� dispuesto a
chupar todo su ojete. Emilio suspir� totalmente erotizado y yo me tragu� su
culo. �l me sosten�a la cabeza, como gui�ndome por cada sector de ese lugar tan
�ntimo. Sent�a sus toscos dedos en mi pelo haci�ndome leves caricias, mientras
lo o�a gemir y respirar entrecortadamente.


-Manuel... Manuel... est�s haciendo gozar mucho a tu pap�.
Nunca imagin� que nosotros �bamos a congeniar tan bien. Segu�, por favor, segu�.
Chupale todo el culito a pap�, comete todo mi culo... s�... s�....


Yo succionaba todo. Con gran trabajo pude meterme sus bolas
en mi boca, una por una, nunca hubiera podido tragarme las dos al mismo tiempo.
Volv� a chuparle la verga. Emilio ya se hab�a abandonado a m�. Entonces sub�
desde la base de su pija, sorbiendo cada cent�metro de piel. Engull� �vidamente
los pelos negros que cubr�an todo su pubis, y siguiendo el camino de sus
vellosidades, ascend� por la l�nea hasta el ombligo, donde hab�a otra peque�a
mata frondosa. Met� mi lengua ah� y acarici� bien adentro el orificio. Segu�
subiendo hasta su pecho, perdi�ndome entre ese bosque velloso. Me met� sus
grandes pezones en la boca. Eran divinos. La carnosa piel se elevaba en una
erecta tetilla que succion� hasta el cansancio. Mi lengua recorr�a
alternadamente la aureola que las rodeaba, abri�ndose paso entre los largos
pelos que hab�a all�. Cuando llegu� al cuello, Emilio me rode� con sus fuertes
brazos. Me dijo "�Hijo!". Eso me hizo estremecer. S�, s�, ahora quer�a ser su
hijo, �l era un padre protector, fuerte y ten�a una incre�ble seguridad entre
sus brazos, mientras mi verga se posicionaba entre sus piernas. Al sentir este
contacto, �l me la aprision� con sus muslos. Nos besamos largamente. Cre� que me
iba a dislocar el maxilar, tal era la fuerza con que se introduc�a en mi boca.
Entonces, abri� sus piernas y las elev� por sobre mis muslos. Su culo qued�
entonces a merced de mi dura pija, que hac�a presi�n sobre esa parte tan blanda
de los machos. Su ano estaba totalmente lubricado por mi saliva, hab�a quedado
chorreando. �l me mir� y me dijo con una voz que nunca olvidadar�.


-Ahora, Manuel querido, mostrame como sab�s coger.


Lo mir� a los ojos.


-�Cogiste muchas veces ya? � me pregunt� en un susurro.


Yo hice un movimiento negativo.


-Bueno. No te preocupes, me ten�s a m� para aprender. �Qui�n
mejor que tu padre para practicar estas cosas?. Ahora met�mela. Met�mela bien
adentro. Primero despacio, suave, and� meti�ndote en mi culo muy lentamente y no
retrocedas, sent� la relajaci�n de tu pap�, y despu�s, s�lo despu�s comenz� a
moverte muy despacio.


Mi glande, apoyado ya en la entrada de su hoyo, empez� a
entrar lentamente. El ojete de mi padrastro era bastante grande y estaba h�medo
y dilatado, por lo cual me fue bastante f�cil entrar sin ning�n problema, una
vez que hab�a introducido la punta, segu� empujando levemente y en pocos
segundos, mi verga, de 19 cm. hab�a entrado completamente hasta los test�culos.
Sent� su culo caliente y abierto. Albergaba a mi pija como si se tratara de una
vagina. Emilio puso sus piernas sobre mis hombros y yo lo cog� acelerando cada
vez m�s los movimientos. Por la facilidad con que pod�a hacerlo, supuse que
Emilio ya hab�a experimentado sexo anal otras veces. Me mir� sonriente y me
dijo:


-Muy bien, mi muchacho, muy bien. �Sent�s como se me abre el
culo? Est�s cogiendo a tu padre. S�, intu�s bien � me dijo, como contestando a
mis pensamientos � no es la primera vez que me la dan por el culo. S�, Manuel,
te puedo confesar eso ahora. Es sensacional que un macho te coja, no tengo
verg�enza en dec�rtelo. Ya vas a ver, cuando vos pruebes lo que se siente, te va
a gustar mucho, hijo.


En esa posici�n, su enorme verga golpeaba contra mi pecho. Yo
inclin� mi cabeza y me met� su glande en la boca, chupando y bombeando al mismo
tiempo ese descomunal carajo. Me sujet� de sus pectorales, hundiendo mis manos
en ese mar de pelos. Pellizcaba sus tetas de vez en cuando, y �l me respond�a
con gritos entrecortados pronunciando mi nombre, dici�ndome "muchachito",
"hijito", nombres que me volv�an loco como nunca antes. Mi padrastro tom� su
pija entre sus manos y comenz� a masturbarse violentamente, anunci�ndome que
estaba pronto a terminar. Fue tanta la excitaci�n al ver esa imagen que
enseguida yo sent� que iba a eyacular.


-S�, s�, Manuel, dame toda tu leche. Dale a pap� toda tu
lechita, inundame el culo de semen, hijo.


En un aullido sordo, yo me derram� dentro de su culo, sin
dejar de moverme. La sensaci�n fue incre�ble, nunca hab�a sentido cosa semejante
ni tan intensa. Me vaci� en su culo, gimiendo fuertemente, �l recog�a mis gritos
en su boca. Poco a poco fui recobrando el conocimiento perdido. Entonces �l me
mir� fijo.


-Ahora, te voy a dar la leche. Es mi turno. Pap� quiere darte
toda su leche. Abr� bien la boca.


Yo, sin pensarlo dos veces, me acerqu� a su miembro que �l
masturbaba fren�ticamente, y abr� la boca sobre su glande. Su voz ronca
prorrumpiendo en un grito largo me anunci� la llegada de sus l�quidos. Me
acomod� mejor y entonces su verga larg� un espeso chorro que con toda violencia
fue a chocar contra mi paladar. A ese chorro sigui� otro, otro y otro. La boca
se me llen� de ese semen caliente, y enseguida empez� a desbordarse por mis
comisuras, bajando hasta mi pecho. Emilio, en el colmo del �xtasis, segu�a
bombeando m�s lentamente para extraer toda la leche de ese duro artefacto. Con
mi boca rebosante de sus jugos, la acerqu� a la suya y nos besamos, trag�ndonos
el espeso l�quido.


Nos abrazamos largamente y quedamos exhaustos.


Lo mir� pac�ficamente y vi por primera vez una expresi�n de
total dulzura en sus ojos.


-�Est�s bien? � me pregunt�.


-S�, pero...


-Pero... todo esto... � murmur� apunt�ndome a los ojos con su
dedo �ndice � no se lo cuentes a tu madre.


-No... pap�.


Al escuchar esa palabra, Emilio me atrajo hacia su pecho, me
sonri�, y nos quedamos dormidos pl�cidamente.


A la ma�ana siguiente, nos despertamos con el primer rayo de
sol para proseguir nuestro viaje a C�rdoba. Mientras Emilio sub�a
apresuradamente a la camioneta, yo me encargu� de arreglar cuentas con el
encargado del Motel. El tipo, sonri�ndome descre�damente detr�s de su barba, me
mir� a los ojos y me pregunt�, socarronamente:


-�Pasaron una buena noche?


-S�... s�... todo estuvo muy bien, gracias.


El hombre volvi� a sonre�r, casi maliciosamente:


-Muy bien, muy bien. Decile a tu "amigo" que pueden volver
cuando quieran.


-�Amigo? � le dije encar�ndolo seriamente, a punto de
gritarle con indignaci�n� Est� usted muy equivocado, se�or. �l es mi pap�.


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Relato: No le cuentes a tu madre...
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