Por aquel entonces, viv�a junto a mis padres en una casa del
gran Buenos Aires. Mis padres se dedicaban a las tareas propias del campo y yo
en los ratos libres de mis actividades escolares, les ayudaba en m�nima parte.

En aquel entonces me encontraba cursando el �ltimo grado de
la primaria y concurr�a a un colegio que distaba tres kil�metros de mi casa,
distancia que cubr�a a diario a caballo, para lo cual, dispon�a de una yegua.

El d�a anterior al hecho, mi padre le hab�a dicho a mi madre
que mi yegua deb�a quedarse en casa el d�a siguiente, pero llegado ese d�a, a
las siete de la ma�ana, yo ensille mi yegua y me fu� para el colegio como todos
los d�as, desconociendo el porqu� de lo manifestado por mi padre.

Cuando iba atavesando los campos, not� algo raro en mi yegua, ya que �sta quer�a
ir contra los alambrados de los campos vecino, cosa que nunca hac�a, pero no le
d� gran importancia.

Debo hacer notar que siempre me acompa�aba al colegio un
perro marca perro, tipo o mezcla con doberman. Llegu� al colegio y terminada la
hora de clase, volv� a mi yegua a los fines de retornar a mi casa, en momentos
que se desencadena una fuerte tormenta, cuando esto ocurr�a, siempre me quedaba
en el colegio esperando que amainara la misma, por tanto mis padres tambi�n
sab�an que esto era as�, pero al ver a mi yegua muy briosa, pensando que la
tormenta no iba a ser muy fuerte, prefer� montar en ella y retornar a casa.

Durante el viaje comenz� a llover en forma copiosa, pero
igual continu� mi viaje, hasta que llegado al campo del que llamabamos Don
Ernesto, aparece un padrillo al costado del alambrado de tres hilos que lo
separaban de la callejuela por la que yo iba, a lo que la yegua se volvi� loca
al igual que el padrillo, el cual de un salto, atraves� la alambrada y se vino
encima de mi yegua.

Yo para esto debo decirles que no ten�a ni idea de lo que era
el sexo, sab�a lo m�nimo para mi edad, pero desconoc�a del per�odo de celos de
los animales, ya que ese trabajo lo hac�a pap� solo, la custi�n fue que la yegua
entr� a levantarse de manos de tal forma que me tir� de la montura, quedando yo
en el suelo, con mi pollerita subida hasta la sintura, cubierta solamente por el
calz�n que ten�a puesto, quedando media mareada del golpe recibido.

Cuando me comienzo a despabilar, veo desde el suelo que el
caballo intenta subirse sobre mi yegua, ambos estaban a tan solo 3 � 4 metros de
m�, y me sorprend� enormemente al ver el garrote que colgaba del padrillo, que
no cesaba en acosar a la yegua. Por su parte, �sta, en principio rellinchaba y
tiraba coces para alejar al caballo, sin lograrlo.

Yo segu� presenciando esto en la posici�n en que hab�a
quedado, y mi perro estaba a mi lado; de pronto veo que los caballos comienzan a
acariciarse con los hocicos en plena armon�a, como que ambos disfrutaban de
ello, y en los giros que ellos daban, pude apreciar que el garrote del caballo
se hac�a cada vez m�s grande y se notaba cada vez m�s duro, y que la cucha de la
yegua, se abr�a y cerraba como respirando y se ve�a cada vez m�s mojada. Yo
comence a sentir una extra�a sensaci�n entre mis piernas, lo que hizo que me
comenzara a acariciar mi conchita virgen, en la cual los abundantes pelos que
ten�a ya apesar de mi corta edad, los encontraba pegoteados, producto de los
l�quidos que emanaban de mi conchita, el perro, por su parte, me comenz� a dar
leng�etazos, primero en mi cara, luego, por mis brazos, y cuando yo comence a
toqueterme, comenc� a sentirlos en mis muslos.

Los caballos segu�an en sus caricias cada vez m�s violentas,
hasta que en un momento dado, el potrillo se sube sobre mi yegua y veo que
apunta esa terrible barra de carne a la concha de mi yegua, pero sin lograr a�n
meterlo, haciendo los movimientos, que luego supe, cl�sicos, esto me produc�a
una mayor sensaci�n, ya totalmente agradable, entre mis piernas, acariciandom�
en forma totalmente descarada, sintiendo toda la humedad que de mi conchita
flu�a, cuando de repente siento que la lengua de mi perro se estaciona justo en
el lugar que yo ten�a mi mano, esto me asusto un tanto, al extremo que retir�
rapidamente mi mano, sin saber porque, y el resultado fue maravilloso, comenc� a
sentir la lengua del perro por sobre mi bombacha en mi cosita, y esto me llev� a
un estado totalmente descontrolado que hizo que en forma autom�tica, sin
pensarlo, me sacase mi bombacha, a lo que el perro comenzo gozoso a lamer
totalmente mi rayita, llevandome a un estado total de placer.

A todo esto, dejo que el perro siga lami�ndome, y miro a los
caballos, los que ya a esta altura, el caballo continuaba con intentos de
montase sobre la yegua, hasta que en un momento dado, veo que el trozo de carne
del caballo roza la concha de la yegua, esta retrocede a los efectos de ayudar
la penetraci�n, y esto provoca un nuevo yerre del padrillo, quien vuelve a
intentarlo y veo que esta vez si logra su cometido, la barra de carne comienza,
suavemente a deslizarse dentro de mi yegua, la cual lo recibe gustosa.

Cuando esto ocurre, siento que el perro a dejado de lamerme
tan bien como ven�a haci�ndolo, y noto que sus patas delanteras se encuentran
tom�ndome de la cintura -recuerden que yo me encontraba en el piso boca abajo- y
en ese momento present� que el perro quer�a hacer con migo lo mismo que el
padrillo con la yegua, pero no llegaba dada mi postura, por lo que levant�
suavemente mi cola, y esto favoreci� para que sintiera algo duro rozando mi
rayita, lo que me provoc� mayor exitaci�n, movi�ndome nuevamente de manera tal
que luego sent� que eso duro estaba en la puerta de mi concha, pero esto dur�
muy poco tiempo ya que de un golpe, el perro me enterr� toda su herramienta
hasta el fondo.

Pegu� un grito de dolor, ya que me hab�a desvirgado, pero
luego de ese dolor, sobrevino en forma abrupta el placer, y que placer, ver a mi
yegua penetrada por semejante herramienta y yo sentir un pedazo dentro mio por
primera vez.

Creo que en ese momento me lleg� mi primer orgasmo, pero
luego si se que llegaron otros, hasta que veo que el padrillo retira ya su
herramienta de adentro de mi yegua, chorreando, y al momento noto que el perro
intenta penetrarme m�s a fondo, lo que logra, provocandome un nuevo dolor, el
que luego se transform� en un inmenso placer, que me hizo desvanecer, me sent�
desmayar y me deje ir. A la hora me despert� por los lamidos de mi perro, quien
intentaba repetir la operaci�n, pero eso es cosa de otra historia.