Relato: Y sab�a de todo... (12)





Relato: Y sab�a de todo... (12)

OJITOS VERDES� (12)


De


ANALBO


***********************


La ni�a de los ojitos verdes, con vocecita de ingenua y
sufrida victima, crey� reconocer en esa embestida a su padrino Alejandro y
volvi� a repetir con sical�pticos suspiros y movimientos cargados de libidinoso
frenes�:


- �� Padrinito� qu� sorpresa mas agradable me das!!... � Sin
olvidarse de la amiga a quien la estaba satisfaciendo, su cuerpo se contorsion�
con pasi�n. Estaba enculada. Por el grosor y la longitud, la forma y la
fogosidad que sent�a a medida que hablaba, le produc�a extremas sensaciones,
casi nuevas. Agradec�a esa merienda de placer que estaba recibiendo,
reconociendo tan magnifico instrumento que no dejaba de entrar y salir de su
cueva oscura y estrecha por el no uso de los �ltimos 30 d�as -� Padrinito, te
dej� entrar la madre superiora, �no?... Por tu fatiga me das la impresi�n que
primero la has atendido a ella, �verdad? ��Ay, Alejandro, siento que voy a
desmayarme con tanto PLACER!!... �Mi Angelito de la Guarda, cu�dame de �sta
forma violenta, desesperada de MI PADRINO, como que quisiera destrozarme el
anito!!...- y sinti� la ferocidad de la eyaculaci�n de aquella verga que se
hab�a tragado por atr�s en la oscuridad de su celda, mientras Lucy, soportaba su
peso y de quien la estuviera penetrando, que tampoco alcanz� a verlo. El alarido
del bandido que la tenia ensartada, dado en el momento de eyacular, la aturdi�
de tal manera que le hizo perder el sentido.


--00�


Cuando volvi� en s�, se hallaba sobre su compa�era, que
pugnaba por huir de esa trampa de sexo. La Celda segu�a a oscuras, no hab�a
nadie m�s que ellas dos. Se restreg� sus hermosos Ojitos Verdes y tratando de
ver en la oscuridad. Balbuce�:


- �fue un sue�o?... �No!... estoy mojada� y me duele la
colita� �No ha sido un sue�o!... Fue de verdad� �por qu� no se qued�?... Lo
extra�o es que me pareci� o�r como un grito de guerra� y no era la voz de mi
padrino� - desechando un pensamiento -� �No, eso seguramente que s� ha sido un
sue�o!... Lo del, grito, digo� - la interrumpi� una risotada de Lucy - � �De qu�
te re�s?:


- No, de nada� Solo pensaba que ten�s ojos en todos lados,
cre�ste haber reconocido a Alejandro a trav�s de la maravillosa enculada que
sentiste�


- Y si no ha sido Mi padrino, �qui�n fue?... Solamente �l lo
hace de esa forma tan rica� pero, �por qu� no se qued�?, si es pariente de la
Madre Superiora� Lo extra�o es el alarido que cre� o�r�


- Seguramente tus lujuriosos orgasmos, te obnubilaron y
cre�ste escuchar algo� Bueno, prep�rate, un buen ba�o te traer� a la realidad� y
vamos a la sacrist�a que nos espera el padre cura�


--00�


Cuando entraron a la capilla del Internado, hab�a varias
alumnas aguardando cerca de la sacrist�a, hincadas, supuestamente orando casi
frente al altar mayor. Fueron pasando a sus respectivas entrevistas en la medida
en que sal�an otras. Lucy estaba sorprendida, por la rapidez de las reuniones.
Luego de la �ltima visita, se demor� casi media hora la continuaci�n de las
audiencias. Ya estaba por ir a golpear en la puerta, cuando �sta se abri� y
sali� sor Jimena, la vice rectora muy querida por todas las alumnas por su
bondad. Una Monja de unos 35 a�os, hermosa y muy sensual. La amplitud de su
uniforme, no dejaba ver m�s que sus bellos ojos marrones, su alargado y bien
formado rostro de cutis blanco, con una magn�fica boca de gruesos labios,
naturales y siempre repartiendo sonrisas. Ten�a un problema que se notaba al
caminar, proveniente de un accidente dos d�as antes de su casamiento, donde
falleci� su prometido y ella quedo mal de sus caderas. Llevaba 15 a�os entregada
a Dios, aunque su sufrimiento era tremendo, siempre intentaba no demostrarlo.
Vio a las dos ni�as y gir� su cabeza hac�a el interior, habl�ndole al cura de
que a�n hab�a dos ni�as aguard�ndolo. Solo se la escuch� decir muy dulcemente:


- Padre, son dos ni�as� por favor desp�chelas r�pido� �NO
haga que tenga que quedarme! Demasiadas horas escuchando lamentos me ha tocado
hoy� - poniendo cara de ruego y sonriendo - � Por favor padre, �eh?... � y se
alej�, not�ndose que una de las piernas era algo m�s corta que la otra - � Lucy
y se�orita Karina� traten de ser breves� El padre las espera� - las dos haciendo
un movimiento con el cuerpo y una bajada de cabeza agradecieron:


- Gracias, Sor Jimena� �Dios la Bendiga!... � y se quedaron
mir�ndose ambas, hasta que la monja se perdi� tras la puerta de entrada y la
cerr� -� �entro primero!...- dijo Lucy ya que ella hab�a estado con el cura�


- �Est� bien!... Pero como dijo Sor Jimena, trata de ser
breve�


--00�


Lucy, apur� los pasos, se perdi� tras la pesada puerta y
sali� de inmediato con cara de pocos amigos, casi disgustada y le hizo se�as a
Ojitos Verdes a que entrara. Sorprendida la pecaminosa muchachita apur� su paso,
sin saber con qu� se iba a encontrar al trasponer esa puerta. Pens� en el cura
Pedro, y sinti� m�s deseos de irse corriendo a su celda que quedarse, pero fall�
en el intento, ya que una voz la transport� a otro sitio, desconocido, pero que
sonaba maravilloso a sus o�dos. Gir� su cabeza al escuchar su nombre:


- Se�orita Karina� - y all� lo vio. Alto. Delgado. Rubio,
cabellos largos. Ropas claras sin cuello. Crey� so�ar. Sinti� un cosquilleo en
su interior. Era una voz dulce y una mirada que part�a de un par de ojos
celestes que la hipnotiz�, deslumbr�ndola. Qued� conmovida, mientras aquella voz
que sonaba a m�sica en sus o�dos, volvi� a repetir su nombre -� Se�orita Karina,
�se siente usted bien?...


- Si, s�, Padre� - tembl� ella dejando en el aire el nombre
que no lo sab�a:


- Daniel, Karina� soy el Padre Daniel� - y sonri�. Entonces
not� una hermosa dentadura en un hombre mayor, buen mozo, fuerte, con una
sonrisa arrobadora. Sinti� cositas. Apret� las piernas y se encamino lentamente
hacia donde se encontraba ese pedazo de nueva cara de hombre dominador, mirada
firme. Cuando se enfrentaron, el Padre Daniel fij� sus ojos en los de ella y le
dijo casi susurrando-� �Cu�nta raz�n ten�a Sor Jimena y otras alumnas, cuando
hablaron de que eras due�a de los ojos m�s bellos que jam�s haya visto! Entra,
Ojitos Verdes, �por qu� te asombras? Nunca te han llamado as� seguramente�
Ojitos verdes� dos hermosas esmeraldas en un rostro angelical�- cerr� la puerta
tras su paso por el umbral. Ojitos Verdes, sinti� enrojecer su rostro tras las
palabras del padre Daniel, que siguieron sonando en sus o�dos como una m�sica.
Jam�s nadie le hab�a hablado de esa manera. Era la primera vez que un hombre se
fijaba en ella de esa forma.


Con todos los hombres que hab�a estado en su corta
existencia, hab�a sido para tener sexo� y se dio cuenta de la diferencia, jam�s
hab�a hecho el amor con alguien. Siempre pens� que el sexo era todo eso. Jam�s
tuvo otras sensaciones que no fueran la furia enloquecida de sus turbulentos
orgasmos. Siempre pensaba en ella cuando gozaba. Nunca pas� por su mente de qu�
forma siente placer un hombre cuando est� con ella, que solo sab�a de abrir las
piernas, tener un enorme pene en sus manos, llevarlo a la boca, a su vagina, a
su ano y pensar en su propio goce. No sab�a que podr�a existir otro tipo de
placer. El encantamiento que le produjo ese hombre al que no mir� como al cura
del Internado, la convirti�. Acababa de transformarse. Y comenz� a pensar como
mujer, �qu� pasar�a de ahora en m�s? �Seguir�a siendo la muchachita
insatisfecha, la descontrolada, voluptuosa, incontenible e imp�dica adolescente
cuyos deseos no lograban llegar a su fin? Su impetuosidad se sinti� conmovida
por aquella mirada y aquella voz aplac� su fogosidad� solamente miraba al hombre
que ten�a delante de ella, �su pubertad estar�a llegando a su t�rmino? Tembl�
cuando Lucy le record� que el padrecito, como su amiguita lo llamaba, estaba
dispuesto a escucharla, por eso hab�a venido. Karina, reaccion� y volvi� a la
realidad. Solamente no ten�a sotana negra, pero era un cura, un cura que la
enardeci�, se sinti� inflamada de deseo y sus ojos fueron directamente a la
bragueta de aquel hombre apuesto y advirti� de qu� manera su falo estaba
enervado que sinti� locas y demon�acas intenciones de caer de rodillas y
prenderse con ambas manos de semejante verga:


- Eh, Karina, baj� de la luna� el padrecito est� apurado�


Ojitos Verdes sin dejar de mirarlo a los ojos, cay� de
rodillas ante el Padre Daniel, ante el asombro de Lucy y el mismo cura, que
intent� evitar que los hiciera. Le pidi� que se pusiera de pie:


- No, hija� de rodillas ante mi, no. Ponte de pie y dime que
te aqueja�.


- Padre, deseo confesarme� he pecado mucho� por favor,
necesito confesarme� - Un carcajada de Lucy la sac� de su estado m�stico, algo
se estaba revelando en ella, su estado era piadoso, espiritual, una dulce
sonrisa dirigida a Lucy, asust� a �sta que se puso seria y mirando al sacerdote,
coment� preocupada:


- Padrecito� est� enloqueciendo� por favor, �s�quela del
trance! �H�blele, por favor!... - El padre Daniel, tom� a Karina en sus brazos,
la ayud� a ponerse de pie y fueron hasta el confesionario. Lucy qued� sentada,
preocupada por su amiga. Nunca la hab�a visto as� y se puso a orar. Se cerraron
las puertas que separaban la sacrist�a del lugar reservado para las �ntimas
confesiones, que algunas veces aliviaban el alma y otra veces� otra veces,
�qui�n conoce realmente la mente humana? Y trat�ndose de Ojitos Verdes, �qui�n
podr�a asegurar que estaba sintiendo lo que dec�a?


--00�


Era algo avanzada la tarde de ese fin de semana y justamente
se cumpl�a un mes de la �ltima salida de Karina cuando festejara su cumplea�os.
En la Direcci�n del Internado, la Madre Superiora, conversaba con su primo,
justamente Alejandro, el padrino de Ojitos Verdes, que hab�a venido a buscarla
para pasar unos d�as en familia:


- �No demora demasiado, Karina, Madre?... � pregunt�
Alejandro. La Madre Superiora, lo mir� y sonriendo le pregunt�:


- �Por qu� tan circunspecto, Alejandro?... Seguimos siendo
primos, �no?...


- Si, pero�


- Pero, nada� Yo no he cambiado. Si bien para mis alumnas y
subordinadas, debo mostrarme como la mujer que nunca r�e, contigo, no puedo
hacerlo. No hace mucho, hemos estado en tu casa la mayor parte del tiempo solos,
recordando otras �pocas� otros momentos� - y se puso de pie. Era una mujer que a
pesar de su m�s de medio siglo de existencia, la mayor parte de ellos pasados en
el convento, se manten�a bella y en buen estado f�sico, esbelta. Una amplia
sonrisa se dibuj� en su rostro, que transform� su agriada mirada para las
estudiantes, en excitable, algo libidinosa, alcanzando a notarse un brillo
ardoroso, como si algo hubiera explotado en su interior, percibi�ndose en el
ambiente halos cargados de sexualidad, creyendo divisar en esa mirada un
maravilloso apetito gen�sico, demostr�ndolo a trav�s de una perfecta dentadura y
unos gruesos labios de mujer sensual, �vida de una charla que la ayudara a pasar
sus momentos de soledad.


El hombre not� la metamorfosis de esos ojos, la voz, la casi
mutaci�n de la boca cuando su ansiosa lengua moj� sus belfos como solicitando
ayuda, pues debajo de esos atuendos, exist�a una mujer ardiente - � �O es que no
hueles en el ambiente las feromonas bailanteando a partir del final mis
vestidos?... � y cerr� la puerta con doble vuelta de llave. Alejandro, se
inquiet�, pero su enorme miembro se manifest� gozoso ya que la mujer monja lo
advirti� y morbosamente se lanzo en su caza -... �Es que tienes miedo, Primo?
Nadie entra a mi despacho si no llamo� - se arrodill� frente a su visita, no
precisamente para rezar. Abrazo su pierna derecha apoyando su rostro contra
semejante palo de carne viviente, que vomit� fuertes chorros de esperma,
expeliendo el exquisito hedor a la deseada lefa, semen que segu�a brotando sin
parar, mientras la mujer con los ojos cerrados lam�a desesperadamente sobre la
tela del pantal�n humedecido por el delicado regalo de su pariente. Abri�
lentamente el cierre de la bragueta, extrayendo los casi 28 cent�metros de verga
encendida de su amo sexual y comenz� a llenar su boca llorando de felicidad.


En segundos la bestia colgante de Alejandro, lleg� a la
garganta de su prima hermana, que se desmantel� de su pesado ropaje, quedando
totalmente desnuda ante el hombre que tuvo que hacer un esfuerzo para no gritar
otra eyaculaci�n que atragant� a la Madre Superiora. Debi� golpearla la espalda
el primo amoroso, para eliminar el bloqueo de sus v�as respiratorias. La madura
Magdalena, se prendi� del cuello ese ser que sab�a satisfacerla con holgura y se
besaron apasionadamente.


Ella saf� de su indumentaria y de un salto, con las piernas
abiertas, tom� asiento sobre su escritorio. Las blancas carnes de la mujer,
destacaron la prolija y rasurada vulva, ya que es costumbre de las religiosas de
no usar ning�n tipo de calz�n por razones obvias. El aroma que emanaba de esa
abertura, cuyos labios enrojecidos, palpitaban fren�ticamente, dejando al
descubierto un hermoso pedazo rojo como un dedo me�ique, que pugnaba por ser
saboreado, mordido, succionado hasta enloquecerla. Alejandro, entendedor del
idioma, se incrust� con su espesa cabellera y finos bigotes, entre esas piernas
que lo apretaron con furia para que no escapara, al tiempo que con sus manos
abri� grande el camino para introducir su lengua en ese t�nel oscuro desde donde
brotaban l�quidos que el hombre devor� desesperadamente, mientras que la sierva
del se�or, con sus dos bien formados pies se hicieron cargo de la enorme verga
del macho, que nuevamente estaba preparada para la gran batalla. Las
convulsiones de la Madre Magdalena, mostraban a la perfecta hembra mayor,
voluptuosa, incontinentemente insatisfecha y cada vez m�s deseosa de poder
sentir en su interior el enorme aparato de su ardoroso amante. El arrebato por
lo prohibido, exaltaba la locura sexual de la pareja, glorificando el momento
mientras los �rganos genitales de ambos lloraban desconsoladamente lagrimas
secrecionales, volviendo a regurgitar maravillosos licores seminales.


La sobreexcitaci�n de la religiosa al sentirse penetrada con
portentoso monumento f�lico, alter� a�n mas su exacerbaci�n, que no pudo
contener una ristra de orgasmos que hizo que lo manifestara con un alarido de
hembra enardecida, que hizo que Alejandro eyaculara por cuarta vez en hora y
media, acompa�ando su grito de guerra con otro similar que retumb� en el cerrado
ambiente. Luego un silencio. Jadeos ahogados. Era el momento del descanso y la
meditaci�n. La respiraci�n silbante de los amantes, no les permiti� observar,
c�mo se corri� la vieja biblioteca del despacho de Magdalena, y hac�a su
aparici�n en escena Sor Jimena, con sus ropas alzadas, masturb�ndose con una
mano y la otra acariciando sus duros senos.


--00�


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