Relato: El...





Relato: El...


EL


Era once meses mayor que yo y por eso est�bamos en cursos
separados. Aunque viv�amos a dos calles de distancia, solo nos conocimos en el
bus de la escuela. Nuestras madres hablaban de "tu amiguito", cuando se refer�an
a nosotros. En realidad eso y m�s fuimos. Un poco mayores, sol�amos jugar en la
casa de uno u otro y en el cole nos reun�amos en los descansos.


As� es como empez� todo. Nos hicimos "yunta" uno del otro y
ninguno daba un paso solo o sin avisarnos mutuamente.


Nos gustaba el mismo equipo de f�tbol, ve�amos las mismas
pelis, le�amos las mismas revistas de comics, jug�bamos los mismos juegos en
nuestras consolas y �nos dec�amos que- nos gustaban m�s o menos las mismas
chicas.



Cuando ten�amos once o doce a�os, nuestras familias nos
asumieron casi como a hermanos y empezaron a invitarnos a sus veraneos. Fue as�
como, los dos, pas�bamos dos meses de vacaciones juntos, primero con mi familia
y luego con la suya y esto en lugares distintos, lo que las hac�a m�s
atractivas.



En esa �poca empezamos a dormir en la misma habitaci�n.
Antes, nuestros padres, de mentalidad muy similar, jam�s permitieron que nos
qued�ramos en otra casa. Pero en las vacaciones, obligadamente, ten�amos el
mismo cuarto.


A m� me gustaba verlo en ba�ador. Ten�a un cuerpo armonioso.
Un cul�n resping�n, unos muslos lisos y duros y muy formados y unos hombros
anchos. Para qu� describir su pecho y abdomen. A los once a�os ya era un
hombrecito en miniatura, con un cuerpo que envidiar�an los de gimnasio. Seg�n
�l, a m� me recuerda igual como yo le describo.



Me dio un tirit�n electrizante el d�a en que lo vi quitarse
el pantal�n y quedar en calzoncillos, mientras nos vest�amos el pijama la
primera noche que dormimos en el mismo cuarto. El, con toda naturalidad, vuelto
hacia su cama, se quit� el slip y se puso el pantal�n de su pijama gris y dijo
que dormir�a sin camiseta porque le daba calor.


El pu�o del pantal�n apretaba sus largas piernas en las
canillas y hac�a que sus pies se vieran enormes. Yo me re�a de sus pies, no por
feos, sino por grandes. No me daba cuenta que pronto a m� me pasar�a lo mismo,
mis pies empezar�an a crecer antes que el resto de mi cuerpo y me har�an sentir
rid�culo. A �l estas bromas no le agradaban demasiado, pero nunca se quej�, s�lo
enmudec�a. Como ya le conoc�a, dejaba entonces de molestarlo. Nos llev�bamos
bien. Sab�amos respetar el espacio y el car�cter del otro. Creo que nunca nos
enfadamos. Nunca. Eramos mutuamente generosos. Los dem�s nos ve�an como
hermanos. Jam�s invitar�an a uno sin el otro. Jam�s vieron, tampoco, nada
"anormal" en nuestra amistad y compa��a.



A partir de sus trece a�os, empez� a tocarse la entrepierna
m�s de lo normal. A cada momento se rascaba. Cuando est�bamos jugando basketball
y sud�bamos, estos rasqueteos se hac�an m�s frecuentes. Un d�a su madre lo
reprendi�. Le dijo, de un modo poco sutil, que no se llevara con las manos all�,
que era un cerdo. Me extra��, porque era una mujer sumamente dulce y discreta.


Cuando subimos a su habitaci�n, �l estaba enfadado, pero
quiz�s m�s que enfadado, ofendido, por lo de "cerdo". Sinti� la necesidad de
comunicarme sus sentimientos del momento. Me dijo que �l no era as�, que no lo
hac�a por tocarse "las bolas", era porque sent�a mucha picaz�n, "desde que le
hab�an empezado a salir los pelos..."


Me qued� mudo. Me embarg� una sensaci�n extra�a, pudorosa a
la vez que curiosa, sent�a un deseo enorme de verlo desnudo.


Es raro quiz�s, pero nunca nos hab�amos desnudado frente a
frente. En el cole nos duch�bamos todos los compa�eros juntos, luego del
deporte, pero �l y yo nunca coincidimos y en nuestros veraneos aunque
compart�amos la habitaci�n nunca compartimos el tiempo del ba�o y supongo que
tampoco sentimos demasiada curiosidad, de otra forma nos las habr�amos arreglado
para de alguna manera espiarnos.


El verano de mis trece a�os, recib� una invitaci�n que no
pude rechazar, mis t�os que viv�an en Brasil me ped�an visitarlos por un mes. Me
hac�a una ilusi�n enorme conocer ese pa�s y sus playas y su gente. Cuando se lo
cont�, esperaba una explosi�n de gozo de su parte, como la que sent�a yo, pero,
por el contrario, me encontr� con una actitud distra�da y desinteresada.


Part� en cuanto empezaron mis vacaciones. Vino con mi familia
a despedirme al aeropuerto. Pero estaba "m�s serio que un ajo", le dec�a mi
padre, revolvi�ndole sus cabellos rubios y desorden�ndole el flequillo que ambos
llev�bamos por esa �poca, casi echado sobre los ojos.


Descubr� que cuando nos dimos la mano, �l se me acerc� m�s y
me dio un esbozo de abrazo y yo ten�a ganas de llorar.



El carnaval, que no solo se celebra en Rio, sino en todo el
pa�s, tuvo la culpa de que no me quedara un mes, sino dos. Mis padres accedieron
cuando mis t�os les llamaron para pedir su autorizaci�n. Ellos ten�an hijos
mayores y supongo que mi presencia les hab�a renovado la ilusi�n de sentirse
padres nuevamente. Con ellos no ten�a conflictos y me consent�an en todo.
Tampoco yo era de los mimadillos, en realidad me conformaba con poco y todo lo
que recib�a de todos siempre me era grato. Pregunt� a mis padres por �l y les
ped� que le comunicaran los nuevos planes, y �oh atrevimiento!, seg�n lo veo
ahora, que le dijeran que lo extra�aba. Deben haberlo tomado como consecuencia
de nuestra amistad, y casi fraternidad.



S�, en realidad lo extra�aba. Y cre�a que era porque estaba
solo entre mayores y porque necesitaba un compa�ero de juegos, pero no, en
realidad hab�a algo m�s y hubiera sido mayor mi sentimiento de ausencia si
hubiera sabido en ese momento que �l estaba sintiendo lo mismo. Yo necesitaba su
presencia y su compa��a, su silencio y sus risas, nuestras ri�as fingidas y
nuestras luchas cuerpo a cuerpo. Nuestras largas conversaciones por el tel�fono,
pese a haber estado juntos todo el d�a. Su presencia tranquila y silenciosa
cuando estudi�bamos en el mismo cuarto, cada uno en lo suyo, pero el uno junto
al otro. El calor de su cuerpo, sentado junto a m�, en el sof�, cuando ve�amos
una peli o un partido de algo, football, tennis, basketball, porque a ambos nos
gustaban los deportes. Y... ten�a que contarle que la humedad y el calor de
Brasil me estaban produciendo lo mismo que a �l el verano anterior, una comez�n
de campeonato en las ingles y en los huevos.



Yo no compet�a. El s�. De modo que cuando participaba en un
partido, lo esperaba y nos �bamos juntos a los camarines, abrazados, su triunfo
era mi triunfo y a �l le gustaba compartirlo y celebrarlo conmigo. Recuerdo que
en una ocasi�n, en que las dos familias fuimos a uno de sus encuentros
futboleros, pap� dijo: invito a todos a un helado en el Hel�niko, -era la
cafeter�a de moda-. Su padre dijo que ir�an a ver a la abuela que no se
encontraba bien, de modo que terminado el partido nos separamos.


Salimos corriendo a nuestro coche y partimos a la cafeter�a.
No me pas� por la mente avisarle. Imaginaba que �l y su familia habr�an hecho lo
mismo pero en direcci�n a la casa de su abuela que, dicho sea de paso, vieja
extraordinaria, siempre nos invitaba a los dos, jam�s a �l solo, a comer sus
deliciosas "delicatessen" a la hora del te.



Cuando llegamos a casa sub� corriendo a mi habitaci�n a
llamarle para felicitarlo por su desempe�o en el partido y comentar todas las
incidencias. Me habl� su madre. Me dijo que se hab�a ido a la cama pronto. Que
sufr�a un arrebato adolescente, porque llegando a casa, se hab�a encerrado en su
cuarto y como no sal�a, ella lo hab�a encontrado llorando tirado en su cama. Que
seguramente era por su abuela. Que si yo quer�a lo despertar�a, pero que pensaba
que mejor deb�a dejarlo descansar.



Me extra��. Pero s�lo eso. Al d�a siguiente, cuando deb�amos
encontrarnos para irnos al cole, juntos, como durante todos esos largos a�os
desde el primer d�a, s�lo que ahora lo hac�amos en nuestras bicis, no apareci�.
Casi llego con retraso por esperarlo. Cuando iba corriendo por el pasillo a mi
clase, lo veo entrar a la suya. No pude hablarle.



En el descanso, lo primero que hice fue buscarlo. No estaba
en su sala. Tampoco en los lavabos. All�, all� estaba... cruzando el patio, en
la cafeter�a, riendo con un grupo de su clase, chicos y chicas y bebiendo un
refresco con una ca�a de pl�stico, cont�ndoles sus peripecias del fin de semana,
en el football.



-Hola, dije. Parece que nadie me oy�, ni �l, porque sigui�
hablando como si hubiera pasado el viento y los dem�s embobados escuch�ndole.


En realidad, sus ojazos azules hipnotizaban, atra�an y su
conversaci�n, salida con gracia y fluidez por una boca de labios rojos y
hermosos dientes, dejaba a sus oyentes lelos ante su perorata.



Cuando son� el timbre, todos nos dirigimos a nuestras clases.
El, al mismo tiempo que se desped�a de otros que no eran de la suya, medio
dirigi�ndose a m�, como entre s� y no, dijo, -Ah� nos vemos...



Me dio un vuelco el coraz�n. Se me hizo insoportable esa
actitud que sufr� como un desprecio. Sent� unos celos rabiosos de todos quienes
lo hab�an estado escuchando. �Por qu�? �Acaso no era �l amigo MIO, solamente
MIO? Ten�a ganas de llorar a la vez que patear lo que fuera. Y el cubo de
papeles que colgaba de un gancho, en el pasillo, son� como una explosi�n y dio
una vuelta de 360� ... a tal punto que de las clases contiguas, se somaron a ver
qu� pasaba.


Entr� en mi sala con una ira espantosa.



Durante el resto de la ma�ana me fui calmando, de modo que a
la salida, como de costumbre me fui al lugar de las bicis y esper� que llegara
�l a coger la suya para regresar.


Muy pronto lo vi aparecer. Ven�a solo. Cabizbajo. Sin decir
palabra, cogi� la suya, mont� y sali� dici�ndome, sin mirar atr�s, -Vamos.


Obedec�. �Qu� nos estaba pasando? Crisis de adolescencia, me
dije, o su abuela, pens�. Y ese argumento me borr� gran parte de la angustia que
sent�a.



Llegamos al barrio. Hab�amos hecho el camino en silencio. De
muy diferente manera que las habituales carreras, toques de timbres y huidas,
persecuciones de animales asustados, brincos sobre lo que encontr�ramos,
frenazos bruscos, mira, sin manos, mira, con los pies en el manubrio, y tantas
otras tonter�as.


A su casa se llegaba antes que a la m�a. En la esquina gir�
hacia su calle, en realidad un pasaje de peque�as casas de dos plantas, con
jard�n exterior. �Chau., -dijo simplemente-, alej�ndose.


Me qued� helado, con un pie en el suelo, sin saber si
seguirlo a su casa o irme directo a la m�a. Escog� lo segundo.


Ya en mi cuarto, decid� llamar. Veamos que pasa, me dije. Le
consolar� si es por su abuela.


Respondi� el mismo al llamado.


-Hola, -dije. �C�mo est�s?


-Bien.


-Oye, que es grave lo de tu yaya?


-No, ya est� bien, bueno, casi...


-�Y..., por qu� est�s tan raro?


-No se. Cosas m�as, adem�s estoy igual que siempre, no me veo
lo raro.


-Es que me sabe mal que estemos como enojados.


-Yo no estoy enojado, aunque debiera estar...


-Pero, �por qu�? �Tengo yo la culpa de algo?


-Te mandaste mudar luego del partido y ni siquiera me
invistaste.


-Tu pap� dijo que twn�an que irse donde tu abuela, adem�s mi
padre invit� a todos a helados en Hel�niko y el tuyo dijo que no.


-Hummm


-�Qu� hum? �Te parece mal?


-No sab�a el detalle, pero pod�as haberme avisado.


-Tienes raz�n, me fui y no te di el abrazo de felicitaci�n
por ser el campe�n del equipo.


-�Sin guasa eh!.


-S�, tienes raz�n, siempre te espero y esta vez se me fue la
olla a Camboya. �Qu� est�s haciendo?


-Com�ndome una zanahoria.


-Conejo.


-Conejo t�, con esos dientes...


-Te morder� el culo, ver�s.


-Aj� ja...


-�Vienes a casa o voy para all�?


-Ven t�, �te voy a dar una paliza...!


-�Qu� m�s hice mal?


-�Que no!, que es en ajedrez.



Nos gustaba competir en ajedrez. Eso nos manten�a horas
juntos, frente a frente, en silencio, cada uno contemplando al otro mientras
elaboraba su jugada.


Me abraz� por los hombros. Subimos a su cuarto hablando y
riendo. Todo hab�a terminado. Ambos est�bamos euf�ricos. Nada m�s entrar me hizo
inclinarme y me dio dos palmetazos en pleno culete diciendo: -�Ves?, ya te di tu
paliza.


Por primera vez me tocaba el culo. Ahora me doy cuenta que,
sin saberlo �l lo deseaba y lo mismo yo, tambi�n sin saberlo lo necesitaba.



No nos sentamos frente a frente ante la mesa peque�a, nos
sentamos en la cama, toc�ndonos, con la mesilla enfrente. Deb�amos hacer
contorsionismo para jugar. Pero ambos necesit�bamos proximidad f�sica.



Celebramos sus 14 a�os. Luego los m�os y sus 15.



Cuando llegu� con mi regalo, muy temprano en la ma�ana, a�n
dorm�a. �Pasa, -me dijo su madre-, todav�a est� enredado en las s�banas, este
ni�o cada d�a est� m�s gandul... a ver si t� logras desenredarlo.


Entr� cantando el Happy Birthday, desafinando por supuesto,
con dos o tres gallitos como acompa�amiento y �l se tap� la cabeza con la
almohada. Tir� sus s�banas hasta atr�s. Entonces se levant� con la almohada en
ristre para darme por la cabeza o por donde fuera, riendo ambos, a carcajadas,
pero cuando me vio quieto, con un paquete de regalo en la mano, se qued� con las
manos en alto, dej� caer la almohada por detr�s y se abalanz� al regalo.


-�Un regalitoooooo para el neeeene.!, -dijo.


Yo, antes de d�rselo, estir� mi mano y lo abrac�, acercando
mi cabeza a la suya. El recibi� mi abrazo y lo mantuvo esperando que yo me
alejara. Not� que nuestros cuerpos no se hab�an tocado, s�lo nuestras cabezas y
que �l ten�a una peque�a erecci�n bajo su pijama.



Un escalofr�o me recorri� la espina. En ese momento dese�
verlo desnudo.



Pero esto no ocurri� hasta que cumpli� sus 16, poco antes de
que yo cumpliera mis 15. Como era habitual, est�bamos de vacaciones. De partida
no tuvo reparos en desnudarse frente a m�. Por consiguiente yo me sent� obligado
a olvidar los m�os. Nos vest�amos y desvest�amos frente a frente con la misma
naturalidad que si estuvi�ramos comiendo o lav�ndonos las manos.


Empezamos a gastarnos bromas durante el ba�o. Mientras uno se
duchaba, el otro se lavaba la boca y viceversa. Un d�a me dijo si me jabonaba la
espalda. �Qu� m�s quisieras, le respond�. �Yo no, dijo, a ti te gustar�a que te
lo hiciera.


Y as� seguimos en plan bobo.



Pero, un d�a que ten�amos prisa, nos metimos juntos a la
ducha. Fui yo el que empez�. Me ech� gel en las manos, en abundancia, y empec� a
enjabonar su torso. �Ahhhh, que delicia, -dijo. De modo que no tuve
restricciones de su parte para continuar y le enjabon� todo el cuerpo, cuello,
espalda, orejas, pecho, vientre, muslos y hasta los pies.


-Esto es vida, t�o.


Luego cog� la ducha y le ech� agua por todos los sitios. No
dijo nada cuando enjabon� sus nalgas ni menos cuando pas� repetidamente, por
all� y entremedio, el chorro tibio.


Cuando estuvo enjuagado, casi con prisa, cogi� la ducha,
volvi� a colgarla y d�ndose jab�n dijo: -Ahora a m�. E igualmente recorri� mi
cuerpo enjabon�ndome, sin prisa, como si estuvi�ramos acostumbrados a hacerlo o
como si fuera su propio cuerpo. Ambos ten�amos una semi erecci�n, que no
obstante, de conocernos tantos a�os y estar tan juntos, dir�a que nos pas�
desapercibida.



Desayunamos. Salimos. En el camino paramos para beber algo y
comer un bocadillo. De pronto, �l se dirigi� a los servicios.


Cuando regres�, estaba como agitado. Con la cara enrojecida,
como muy acalorado.


Mientras nos dirig�amos al coche, su padre caminando delante,
le dije casi en un susurro,


-�Te sientes bien..?


�S�, me hice una paja..., -dijo casi en mi o�do. Jurar�a que
sent�, con un estremecimiento, sus labios en mi oreja.



�Plop!



Nunca hab�amos hablado de esas experiencias personales, de
nuestras erecciones o fantas�as. En realidad, el sexo, no nos llamaba aun mucho
la atenci�n.



Cuando nos acostamos esa noche, ya con la luz apagada, me
dijo en voz baja, aunque no era necesario, nuestra habitaci�n quedaba lejos de
las otras:


-�Te has masturbado?


-No. Nunca.


-Fue mi primera vez.


-Yo tuve un sue�o una vez y despert� mojado. No ol�a muy
bien.


-Es que cuando me la sacud� se me par�. Y segu�. De repente
me dio una cosquilla enorme y zas que salt� un chorro de semen hasta el estanque
del water... tuve que limpiar con papel... fue rico.


-Yo so�� que hac�a el amor con alguien y que sent�a
cosquillas en la polla y me sal�a y sal�a semen.


-�Te sali� semen?


-S�. Ya te dije. Me moj�, menos mal que estaba con
calzoncillo y pijama. Pero qued� todo pringado.


-�Por qu� no me contaste?


-No se. Despu�s lo olvid�.



Nos dormimos.



Otro d�a, mientras nos ba��bamos en el riachuelo, empezamos
con las bromas t�picas. Hacernos "chinas", o sea, hundir uno al otro,
mutuamente, en forma inesperada y de all� a luchar en el agua, huir,
alcanzarnos, hundirnos y tantas bobadas.


Cuando sal�amos del agua dijo:


-La tengo parada. Siento deseos de repetir lo del otro d�a.
Pero t� tambi�n tienes que hacerlo. Los dos juntos.


-No se, me da cosa.


-Pero si nos tenemos confianza, �por qu� no?



Y lo hicimos. Frente a frente empezamos a masturbarnos, de
pie. Mir�ndonos. Contemplando cada uno las reacciones del otro.


Al sentir el orgasmo, de alguna manera intuitiva, nos
esperamos y explotamos al un�sono. Nos manchamos mutuamente. Yo a �l, m�s que �l
a m�. No echamos a re�r. Nos abrazamos estrechamente. Y corrimos al agua a
lavarnos.



D�as despu�s, ya casi dormidos, le dije en voz alta, sin
pensarlo, como que se me sali� sin que mi voluntad interfiriera:


-Acost�monos juntos.



Levant� sus ropas de cama, invit�ndome a dar el primer paso.


-�Por qu� no se te ocurri� antes? A m� hace tiempo que me
gustar�a que durmi�ramos juntos.



Nos abrazamos y nos dormimos.



Despert�, con la luz del sol en la habitaci�n y �l me ten�a
abrazado por el pecho y su cuerpo estaba pegado al m�o a todo lo largo de mi
espalda, y su sexo en mis nalgas y sus muslos con los m�os y el empeine de sus
pies tocando mis plantas.


Casi sent�a que �ramos un solo cuerpo.



Me mov� y �l despert�.


Levant� la cabeza, mordi� tiernamente mi oreja:


-�Ah, que bien dorm�...! �t�?


-Tambi�n. �Nos vamos a levantar ya?


-S�, que no nos pillen acostados juntos porque van a pensar
que somos novios, jajaja



Me doli� eso. Yo empezaba a sentir que s� lo �ramos. Pero
tambi�n necesitaba masoquearme pensando que para �l nuestra relaci�n s�lo era
amistad, muy cari�osa pero nada m�s.



En forma natural se hab�a establecido nuestra relaci�n, nos
atra�amos mutuamente y en forma igualmente natural, yo ser�a el elemento m�s
pasivo que activo, al rev�s de lo que ser�a su actitud.



Una de estas noches, por alguna desconocida raz�n, tard�bamos
en conciliar el sue�o.


Como de costumbre, estaba detr�s de m� y me ten�a su brazo
cruzado por el pecho, apeg�ndome a su cuerpo caliente. Yo sent�a en mi trasero
su miembro erecto.


Me puse de espaldas y volviendo el rostro hacia el suyo,
pregunt�:


-�No puedes dormir?


-No. No tengo sue�o...


-�Te pasa algo?



El estaba afirmado en un codo, el que a su vez sosten�a su
cabeza. Nos escudri��bamos en la oscuridad del cuarto. Nuestras cabezas estaban
casi unidas. No me fue dif�cil, por lo mismo, levantar un poco la m�a y besarlo
en los labios.


Su respuesta fue autom�tica, instant�nea. Su boca se prendi�
de la m�a. Nuestros besos sonaban casi con eco en la peque�a habitaci�n. Su mano
se pos� en mi pecho, como para aquietarme, como para sujetarme, como para marcar
su territorio, como para inmovilizarme junto a �l.


No sab�amos besarnos, pero durante el largo rato que lo
practicamos, aprendimos much�simo. Por lo menos, saber qu� era lo que agradaba
m�s al otro.



Me volv� de costado, �l se instal� como cada noche, detr�s de
m� y apret�ndome contra s�, fuertemente, me dijo con su boca en mi nuca:


-Hasta ma�ana. Que duermas bien.


-T� tambi�n.



Despert� con otro sonoro beso suyo, en la mejilla, cerca de
la oreja. Volv� la cara y se lo devolv� en la boca. Estuvimos as�, morre�ndonos
un momento y decidimos levantarnos.


Ambos est�bamos empalmados. Pero no era raro ya para
nosotros. Casi todas las ma�anas nos ocurr�a. No sent�amos verg�enza el uno
frente al otro. Pero esta vez, yo sab�a que nuestras erecciones no eran
priapismo matinal, eran consecuencia de nuestras caricias.



La noche antes de partir, cuando ya est�bamos en nuestra
posici�n habitual en la cama, me dijo:


-Esta es nuestra �ltima noche de dormir juntos. Me va a
costar dormir solo ahora.


-C�sate, -le dije.


-Salta p�al lado... Te digo en serio. Te voy a echar de
menos.


-�Crees que yo no?


-�Por qu� no les decimos a nuestros padres que vamos a vivir
juntos para estudiar, seis meses en cada casa?


-�Est�s loco?, quiz�s qu� pensar�an.


-Pero es que cada d�a creo que me va a costar m�s estar sin
ti todo el d�a y toda la noche.



Sent� de pronto que algo h�medo me cay� en la cara. Yo estaba
de espaldas y �l de costado, como siempre, afirmado en un codo. Present� de
alguna manera que eso era una l�grima. Con raz�n hab�a estado muy taciturno todo
el d�a. Ahora su angustia empezaba a escap�rsele por los ojos.


Sent� una pena enorme. Me contagi� de angustia. Y me puse a
llorar. Me sali� un sollozo desde lo m�s profundo.


El inclin� la cabeza y me bes�. Respond� a ese beso como
jam�s lo hab�a hecho y nuestras bocas deben haber estado unidas por varios
minutos.



De pronto puso sus labios sobre los m�os y sopl�, produciendo
un ruido explosivo que nos hizo a ambos salpicar las salivas. Terminamos, como
de costumbre, riendo a carcajadas, entonces como movidos por un resorte, ambos
nos sentamos en la cama, prorrumpiendo en carcajadas que deben haber o�do los
vecinos en una cuadra a la redonda.



Volvimos a acostarnos, tomando nuestra posici�n habitual y,
al menos yo, me dorm�.



A media noche sent� y o� que se levantaba. En la semipenumbra
de la habitaci�n, ver su sombra saltar de la cama por sobre m�, y balancear su
pene erecto �siempre dorm�amos desnudos ahora-, me produjo una profunda
exaltaci�n.


Al volver, simplemente se acost� sobre m�. Nuestras bocas
volvieron a restregarse, las lenguas a enredarse, las manos a cogerse,
entrelazando todos nuestros dedos.


Solt� una de mis manos y busqu� su sexo. Lo acarici�.


-Quiero hac�rtelo, -dije.


-�C�mo me pongo?


-Ponte al lado.



Se acost� de espaldas e inici� su masturbaci�n, muy
inexpertamente, pero no por eso menos placentera para �l. Su falo era grande y
voluminoso. De glande peque�o, pero de cuerpo ancho y largo. Muy rosado y cuya
piel, se estiraba toda en la erecci�n. Mientras lo masturbaba, nos bes�bamos.


En poco tiempo, alcanz� el orgasmo. Encogi� las piernas
levant�ndolas y lanz� un �Ohhhhhhh!, de exquisito gozo.





-Ahora yo, -dijo, mientras por mi parte, amorosamente, le
limpiaba su semen esparcido por su torso y su vientre y besaba con ternura su
polla a�n dura y estirada.



Siempre fue todo as� entre nosotros. Primero uno, luego el
otro, o los dos a la vez. Jam�s hubo ego�smo de su parte, ni de la m�a. Eramos
el uno para el otro y viceversa. Y no me refiero a lo sexual. As� fuimos en
nuestros juegos, en nuestras competencias, en nuestros regalos. Ni siquiera hubo
conflictos con los t�picos "�yo primero...!, �despu�s t�!..." Lo que hac�a uno
era aceptado por el otro y retribuido de la misma forma.



El muy bruto se dej� caer sobre mi vientre. D�ndome la
espalda, cogi� mi pene, lo estrujaba, lo tomaba junto con el suyo en una mano y
apretaba. Me descubr�a el glande y volv�a a cubrirlo, mientras yo le hac�a
cosquillas en la cintura. Poco a poco lo fue dejando a merced de su mano
derecha, mientras guardaba el suyo con el pu�o apretado de la izquierda e
iniciaba un r�tmico sube y baja de mi prepucio. Sin quererlo, yo apretaba y
volv�a a separar mis muslos. Jadeaba y acariciaba su espalda, y le rascaba
suavemente con las u�as. Lo cog� de las caderas y empec� a apretar mis manos a
medida que el momento de mi orgasmo se acercaba y entre gemidos y agarrones
eyacul� hacia su pecho.


��Divino!, -Exclam�...


-�Ay, divino...!, me remed�, con un tonillo amariconado,
mientras se volv�a hacia m� y me aplastaba con todo su peso, qued�ndose,
placenteramente con su boca pegada a la m�a.



Desde ese momento �ramos amantes. Hab�amos llegado a la
profundidad de nuestra amistad, de nuestro amor, tranquilamente, paulatinamente.
Hab�amos evolucionado, en forma natural, nuestra relaci�n hasta el punto de
unirnos f�sicamente en el placer sexual.



Cerca de las cuatro de la madrugada me despert�. Como era su
costumbre, sin ninguna suavidad. Ten�a su mano apretada sobre mi hombro y me
remec�a, -Oye, despierta. Otra vez tengo ganas.


Haci�ndome el dormido y de sue�o pesado, le dije algo as�
como �d�jame dormir, co�o... y me volv� boca abajo.


Se recost� sobre m�, -�Qu� quieres que te la meta?.


-Est� biemmmmm, si eso es lo que quieres... mmmm.... dije
casi bostezando.



Se acomod� y sent� la punta del glande exactamente a la
entrada de mi ano. Y una clavada. El dolor fue insoportable. Claro, no ten�amos
ninguna experiencia. Ni hablar de lubricantes, preparaci�n, delicadeza.


Cuando advirti� que me hab�a dolido hasta el alma, retir� la
punta de su miembro de m� y se recost� a mi lado acariciando mi espalda.


-�Te doli� mucho?



En realidad yo no pod�a ni hablar en ese momento. Y en mi ano
qued� una sensaci�n de ardor pero tambi�n de vac�o. Me hab�a gustado sentirme
penetrado. Pens� que ten�amos que repetir, pero con m�s cuidado.


Me volv� hacia �l y nos besamos. El me acariciaba la cara,
como consol�ndome. Si hubiera podido retroceder el reloj para anular su
arremetida, lo habr�a hecho.


Le dije, -me doli� mucho, pero de seguro es porque estoy muy
estrecho y t� la tienes muy grande, adem�s que sin vaselina... acord�ndome de
tantas bromas y chistes con eso de que "con vaselina entra..." , le suger�: -Si
quieres te masturbo.


-No dej�moslo. Otro d�a, mejor.



Y nos dormimos.


En cuanto nos despertamos, nos levantamos, ba�amos,
arreglamos nuestros b�rtulos y partimos a la monoton�a escolar.



El viernes de esa primera semana de escuela, se me acerc�
diciendo:


-�Sabes?, Ya no aguanto m�s, quiero que durmamos juntos, que
nos hagamos unas pajas. Ahora no me gusta por mi cuenta, s�lo quiero hac�rmela
contigo.


-Yo tambi�n, -respond�.



De modo que me fui a dormir a su casa por el fin de semana.
�Ya est�n los gemelos inseparables!, dijo mi madre cuando me desped� con mi
mochila, mi pijama (que no necesitaba), libros, CD y otras bobadas. Entre ellas,
�Oh sorpresa para �l!, una cajita de vaselina.



Llegado el momento y luego de un largo rato de morreos, con
hambre de una semana, se la pas�:


�Es mi regalo de navidad, as� que luego no me pidas cosas.


-�Qu� es?


-Ponte donde t� sabes y a m� donde no me duela...



Cuando abri� la caja y se percat�, empez� a revolcarse de
risa en la cama.


-Calla o nos descubren.


-�De verdad quieres?


-S� quiero.


-Pero te va a doler.


-Bien, pero en alg�n momento tengo que perder la virginidad,
�no? �O prefieres que sea con otro?, a�ad� con cierta malignidad y un tonillo
ir�nico.


-�C�mo te metas con alguien m�s, te baldo...!, dijo con
adem�n de violencia, levantando la mano como para abofetearme.



Nos re�amos como tontos o como locos. Cada una de nuestras
expresiones era entendida a la perfecci�n por el otro y celebrada en su
contenido y continente.



-�Te digo una cosa?, pregunt�.


-�Qu�!


-Cuando me la besaste la primera vez que me pajeaste, sent�
una cosa muy rica...


-�Quieres que te la mame?


-Solo si t� quieres.


-Yo quiero que la pases bien cuando estamos juntos,
-respond�.



Sab�amos qu� ten�amos que hacer, de modo que se tendi� y yo
me dediqu� a tomar delicadamente su miembro en mis manos y a lamerlo y
succionarlo, saboreando, por mi parte, su olor, sabor y textura.


Cuando cre� que podr�a eyacular le record� que ten�amos que
utilizar la vaselina.


Nos embadurnamos de tal modo que por poco vaciamos la caja.


A medida que se untaba el pene, iba corriendo la mano hacia
atr�s, diciendo, entre risas:


-hasta aqu�..., hasta aqu�..., no mejor hasta aqu� atr�s...



Yo me pon�a vaselina en la entrada, alrededor, hasta que
finalmente me met� el dedo con una pelota de la crema lo m�s adentro que pude.



El dolor que sent� cuando hundi� la punta de su pene en m�,
fue tan fuerte como la primera vez, pero hice esfuerzos sobrehumanos para
reponerme y dejarlo disfrutar su placer. S�lo le ped� que se mantuviera quieto
un rato, momia, sin moverse un mil�metro, mientras esperaba que el dolor
disminuyera.


Como nuestra comunicaci�n era absolutamente inal�mbrica,
adivin�bamos lo que el otro pensaba o sent�a, �l esper� pacientemente, hasta que
pregunt�:


-�Ahora s�?, �De seguro que no te doler� mucho?


-Empieza, pero de a poco...



As� lo hizo. Me fue penetrando lentamente. No quiso hundir
todo su largo pene en m�. Aun inc�modo, afirmado en sus manos y pies, como quien
hace abdominales, frotaba un trocito de su miembro dentro de mi recto, mientras
con ambas manos, yo me abr�a las nalgas.


-�Quieres que termine ya...?


-S�iiiiiiii..., -exclam�, muy adolorido.



Cuando sent� su humedad que me inundaba y el dolor parec�a
disminuir, solt� mis nalgas y apret� sus muslos con ambas manos.


Se retir� con una suavidad y una ternura que s�lo puede tener
un enamorado verdadero con aquel o aquella a quien posea.


Se tendi� a mi lado. Ambos de espaldas en la cama.


Lo cog� de la cabeza.


-Aqu�, aqu�, encima...


y �l, obediente, se recost� sobre mi cuerpo, con su cabeza en
mi pecho y su mano buscando mi cara. Mientras le mord�a los dedos, le dije:


-Nunca me abandones. Aqu� quiero que est�s siempre.



-"Ay lobe llu", dijo textualmente... ri�ndose.



E iniciamos una lucha, de las nuestras, hasta que quedamos
agotados, abrazados, bes�ndonos.


-Te juro, que yo nunca te dejar�, me dijo quedito.



Hund�, agradecido, mi cabeza en su pecho. S�lo Dios sab�a, en
ese instante, que no podr�a cumplir su palabra.



-Hey, no te me duermas... Ahora te toca a ti, se siente
delicioso... �nico, ver�s.


-Pero, �t� quieres tambi�n?


-Siempre los dos hacemos lo mismo o no vale. En realidad no
es que me mole, pero quiero lo que t� quieras.


-Mast�rbame, mientras yo te la chupo...


-�En serio no quieres met�rmela?


-Siempre te voy a complacer, me pidas lo que me pidas. Ahora
s�lo quiero eso.



De alg�n modo intuitivo nos acomodamos en posici�n sesenta y
nueve y goc� un orgasmo desde la punta del pene hasta mi recto que, dolorido
a�n, se contra�a espasm�dico, mientras eyaculaba y �l recib�a en su boca y en su
mano mi semen.



Limpi� su boca y mi pene y las gotas que cayeron en mis
vellos del pubis. Me lo ech� encima que era lo que m�s me agradaba y nos
dormimos en medio de nuestros besos.



El fin de semana siguiente, durmi� en mi casa. Repetimos.
Hab�a imaginado una variaci�n. Lo hice ponerse boca abajo y lam� su cuerpo
entero. Desde sus pies a su cabeza y de su cabeza a los pies. Mordisque� cada
uno de sus dedos. Mi lengua visit� cada uno de los recovecos de su cuerpo. Ten�a
espasm�dicos temblores cuando mi lengua tocaba su ano, o su entrepierna velluda,
o mis dientes mordisqueban sus suaves nalgas. Lo volv� boca arriba e hice lo
mismo por su frente. Al final me apoder� de su miembro y m�s que succionarlo, lo
ensaliv� a conciencia, lo unt� de vaselina, �l me unt� a m� debidamente y me
sent� en su falo. Poco a poco me fui cargando y levantando, hasta que el dolor
desapareci� y yo estaba empalado sintiendo el roce �spero de sus vellos pubianos
en mis test�culos y toda la longitud de su pene en mi recto.


Empezamos a movernos, desacompasadamente al principio, pero
luego de un poco de pr�ctica, al un�sono y le otorgu� un orgasmo fant�stico, a
juzgar por sus gemidos y expresiones de su cara


Al terminar, me tom�, me deposit� en la cama y me masturb�.



Esos fines de semana compartidos "con todo", las vacaciones
que seguimos vivi�ndolas juntos, nos dieron una experiencia y sobre todo una
capacidad de goce inimaginable. Eramos una pareja perfecta.


Pero, bien sabe todo el mundo que nada bueno dura para
siempre.




Esa noche celebrar�amos mis 18 a�os. El estudiaba ya en la
universidad y se vendr�a de inmediato, terminada su jornada, para llegar a la
fiesta. Un compa�ero se ofreci� a traerlo r�pidamente en el coche de su padre.
Partieron cantando, seg�n supe despu�s, y riendo al imaginar mi cara de sorpresa
por el regalo en broma que hab�a encontrado para darme. En el camino, el
compa�ero aceler� m�s de la cuenta, en una curva derrap�, se volcaron, el
conductor qued� con heridas muy graves. El muri�.




La polic�a de carreteras llam� a sus padres. Ellos llamaron a
los m�os. Mientras todos lo esper�bamos, mis padres no sab�an como dec�rnoslo.


Al oir, "al parecer El est� muerto", no supe m�s. Supongo que
me desmay�.


Cuando fuimos a retirar su cuerpo, al verme llorar a l�grima
viva, el m�dico que lo hab�a recibido en urgencias me dijo: -Fue una muerte
instant�nea, no sufri�.




Estaba con una depresi�n insostenible. Mis padres quisieron
llevarme a un psiquiatra. Me negu� de plano. Nadie sab�a qu� hacer conmigo.
Pasaba los d�as y las noches encerrado en mi cuarto. No quer�a comer ni hablar
ni salir. Guard� en lo m�s profundo de un armario las fotos en que aparec�a �l.
Los videos que nos hab�amos hecho. Borr� del ordenador toda imagen que me lo
hiciera aparecer. Sin tenerlo a mi lado en la realidad, no quer�a ver ninguna
imagen suya.



Una tarde nos quedamos solos mi madre y yo en casa. Sal� a
buscar algo de beber. Mam� estaba sentada en el sof� de la sala, frente a un
televisor que no miraba ni o�a y ten�a su pa�uelo entre las manos nerviosas que
tiritaban y los ojos llenos de l�grimas que no paraban de fluir.



-�Mam�!, �qu� tienes?



-�Yo?, pena; pero eso no me preocupa, m�s me preocupa qu�
tienes t�.



Me sent� junta a ella. Empec� a llorar como un ni�o,
estrujando sus manos. Ella cogi� mi cabeza y la puso en su regazo. Yo en medio
de mis sollozos solo atinaba a exclamar:


-�Mam�, mam�...!


-�Cu�nto lo quer�as, �verdad?...!


-S� mam�.



Y ech� fuera todo lo que sent�a, todo lo que hab�a sido
nuestra vida hasta entonces. No me importaba que mi madre supiera en ese momento
quienes �ramos �l y yo.



-Mam�, yo lo amaba. Y �l a m�. El pr�ximo a�o me ir�a a
estudiar a la misma Universidad. Ibamos a vivir juntos, para siempre. �Mam�!, no
se como vivir sin �l. No puedo. �Mam�! Fuimos amigos desde el jard�n. Crecimos
juntos, nos hicimos adolescentes juntos. J�venes. Somos amantes desde los 16
a�os. �Mam�! El es la �nica persona que he amado en mi vida y yo fui el �nico a
quien �l am�. No se vivir sin �l, madre, ay�dame, porque lo �nico que deseo que
deseo es morirme tambi�n.



Mi pobre madre, sufr�a en ese momento sus propios dolores. En
primer lugar estaba su hijo sufriente, que padec�a una enfermedad depresiva. Por
otra parte, ahora se enteraba que ten�a un hijo al que desconoc�a por completo,
con una personalidad extra�a para ella y que ninguna madre quiere para su hijo.
Su ni�o hab�a amado a otro hombre. �Pobre madre!, c�mo acababa de herir dos
veces su coraz�n.



-Tenemos que hablar con pap�. Tenemos que buscar una soluci�n
para todo esto. No puedes quedarte as�, ni nosotros nos vamos a quedar quietos
contemplando como te hundes m�s. �Dijo, sacando esas fuerzas que s�lo las madres
tienen en su coraz�n, cuando se trata de sus hijos. Se sobrepuso a su sorpresa y
dolores y penas, por m�, su hijo.



Cuando lleg� pap�, ella sirvi� la cena en silencio. Ten�a los
ojos enrojecidos. Pap�, discreto, no pregunt� nada. Intu�a que la situaci�n
ten�a que ver con mi estado de �nimo de los �ltimos d�as.


Se sentaron en la sala, casi a oscura. Yo los dej� solos.
Volv� a encerrarme en mi cuarto. Afortunadamente para ellos y para m�, en esos
d�as mi hermana estaba fuera.


A la media hora, m�s o menos, sent� los pasos de pap�
subiendo la escalera. Llam� a la puerta discretamente...


Me levant� de la cama donde estaba sentado, a oscuras y en
silencio. Me tom� por los hombros y me abraz� estrechamente. Largo rato.



-Hijo, -dijo al fin, retir�ndose pero sin soltarme, con sus
fuertes manos bien firmes sobre mis hombros, mir�ndome directamente a los ojos,
-�Qu� vamos a hacer contigo?. �No podemos dejarte as�, hundirte solo. Me alegra
que se lo hayas contado a tu madre. �Tienes que ser fuerte. �Tienes que
rehacerte, cambiar. �El ya no est�, es pasado, ahora tiene que empezar para ti
una nueva vida.



No se a qu� llamaba mi padre "una nueva vida", ni quise
averiguarlo. S�lo asent�a con la cabeza, mientras �l me hablaba.


Cuando crey� que ya estaba dicho todo cuanto pod�a
transmitirme, sali�, y al cerrar la puerta sent� que un sollozo se le escapaba
de lo m�s profundo del pecho.





EPILOGO



Camino por la playa. Es un lugar donde nunca estuvimos �l y
yo. No soportar�a andar por un lugar que hubi�ramos pisado juntos.


S�lo llevo mi ba�ador, una toalla y mi aud�fono-radio. Miguel
Bos� canta TE AMARE...


"Te amar�, te amar�... a golpes de recuerdos...


"Te amar�, te amar�... aunque ya no est�s presente...


"Te amar�, te amar�...


"Te amar�, te amar�...



Sigo escuchando mientras el agua moja mis pies. La siento
fr�a. Luego la siento en mis rodillas. Cuando el agua toca mi sexo siento un
escalofr�o. Luego la siento en mi barriga. Al sentirla a la altura del coraz�n,
me estremezco. Pero sigo caminando, y sigo escuchando, "Te amar�... Te amar�..."
hasta que definitivamente dejo de sentir...



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