El despertar III
(Amanecer adolescente al sexo. La segunda vez fui suya en el
yuyal)
Por las tardes estudi�bamos con Mart�n, ya en su casa, ya en
la m�a, mientras nos toquete�bamos como pod�amos, a medias y a escondidas.
Para escapar de las miradas vigilantes y persecutorias de los
mayores (padres, t�os, hermanos, primos, vecinos y otros devenidos en
guardianes) Mart�n y yo nos aventur�bamos en bicicleta por los arrabales, al
l�mite de la ciudad, a la vera del r�o en la b�squeda de espacios para saciar la
sed de poseernos.
El parque donde me hab�a desvirgado no era lo suficientemente
seguro, as� que esa tarde buscamos alg�n refugio entre el yuyal de la ribera. Al
encontrarlo nos precipitamos de las bicis y rodamos abrazados.
Sus besos apasionados parec�an arrullo y sus manos sobre mis
pechos me llevaron a para�sos insospechados.
Abri� mi camisa y con el hambre de un indigente se abalanz�
sobre mis pezones que lo alimentaron con premura. Abrac� su cabeza mientras su
lengua castigaba dulcemente los botones de mis senos, ora uno, ora el otro, que
se endurec�an al comp�s de los calores que me invad�an.
As�, guiaba su cabeza por mi vientre hacia mi pubis, mientras
me leng�eteaba matizando con peque�as mordidas que erizaban a�n m�s mi piel
ardiente.
Hac�a que lo necesite.
Afuera el pantal�n, mi cuerpo semidesnudo se entreg� a su
lengua que paseaba por mis muslos, mi ingle, despertando intensas sensaciones de
locura.
Su boca mordisqueaba y lam�a mi sexo y yo me retorc�a. Sigui�
bajando hasta encontrar mi ano y su lengua se transform� en el taladro que lo
perfor� con intenso placer, lubric�ndome el agujero en un entrar y salir como si
estuviera cogi�ndome, con m�s un movimiento circular que me enloqueci�. "Por
favor, m�tela, por favor ponla, cogeme", susurraba.
Esta vez me enaceit� el ojete.
Como la primera vez, iz� mis muslos por sobre sus hombros,
acerc� su masa ardiente a la puerta de mi culo ya dilatado y engrasado y, de a
poco pero con firmeza, me fue penetrando sin descanso, abriendo mi interior con
esa verga que se impon�a quem�ndome las entra�as.
Y la sent� profunda y me sent� llena.
Mansamente mi recto se acomod� a aquel intruso y el dolor
ces� para dar paso al doble placer de gozar la lanza de Mart�n cule�ndome y de
percibir en su rostro el deleite que experimentaba ante cada estocada.
Con mis manos le acariciaba el culo y lo apretaba contra mi
cuerpo aprisionando su ariete en toda su dimensi�n.
Y aceleraba, y me besaba, y transpiraba, y bufaba. Se erigi�
sobre sus piernas, se tens�, su sexo se inflam� al m�ximo y me clav� con toda su
alma al tiempo que se deshizo en mis esf�nteres en chorros de leche hirviente.
Lo sujet� con mis piernas impidi�ndole bajarse. Su arma
caliente, alojada en mi culo y su cuerpo sobre el m�o, me desencadenaron en las
oleadas el orgasmo tan esperado.
Me distend� mientras la poronga de Mart�n se desinflaba en mi
conducto y sal�a fl�cida y sin aliento, dej�ndome el vac�o de su ausencia,
sensaci�n que ya hab�a conocido y empezaba a controlar.
Est�bamos casi desnudos en el yuyal, tirados sobre el pasto,
abiertos al viento. "Te codicio", dijo. "Yo tambi�n", contest�.
Y me bes� en la boca y yo le agarr� el pene.
Y me bes� los pechos y sent� crecer su verga.
Abrigu� su boca en mi sexo y me desarm�.
Me puso a cuatro patas y desde atr�s me encul� con toda su
potencia.
Le recib� con pasi�n y sin dolor porque ya ten�a el traste
abierto y ba�ado con su leche. Me cabalg� como quiso: asi�ndome de las caderas
dirig�a mi grupa contra su cuerpo.
Y lo met�a y lo sacaba y lo rotaba. Y yo lo recib�a
abri�ndome al entrar y cerr�ndome al salir, exprimi�ndole la verga con mi
traste.
Entraba y sal�a en un mete saca cada vez m�s fren�tico. Y mi
esf�nter lo chupaba como ventosa dilat�ndose y comprimi�ndose hasta que se
quebr� con un grito ahogado, detonado en chorros de caliente esperma.
"�Que lindo que cog�s!", me dijo. "Vos me ense��s", le
respond�.
Un poco recuperados nos vestimos, tomamos las bicis y
retornamos a nuestras casas, uno a la par del otro.
En las condiciones que me hab�a dejado el agujero, la silleta
despertaba una singular sensaci�n en mi orificio. Le dije que el asiento de la
bici estaba cule�ndome, y sonri�ndome, me contest� que me aguante hasta ma�ana.
Al otro d�a en el colegio, antes de entrar a clases, me
salud� pregunt�ndome c�mo estaba y yo le respond� al o�do "a�n te siento dentro
m�o".
En cada recreo Mart�n se acerc� por detr�s imprimi�ndome su
poronga en el culo y dej�ndose acariciar el nabo por mis golosas nalgas. El
agujero adolorido comenz� a humedecerse.
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