Relato: Hecho casual





Relato: Hecho casual

Sucedió de la manera menos
esperada por mí. Cuando tenía 21 años y mi hermana
Melisa, 17. Ambos nos llevábamos como cualquier par de hermanos,
con pleitos y demás cosas normales, y nunca ocurrió nada
extraño entre nosotros e incluso, nunca había prestado atención
a la belleza de mi hermana, que ya tenía atributos de mujer en sus
caderas, trasero y senos, a pesar de tener un rostro casi de niña,
aunque era un poco bajita entonces, pues medía 1.55 m. Llegaba a
usar zapatos de tacón alto y no le faltaban pretendientes de mayor
edad que la confundían con una señorita de 19 o 20.



Entre nosotros siempre hubo mucha
confianza, y tratamos las cosas del sexo del modo más natural, sin
morbo alguno y sin comentar nada que nos provocara rubor o incomodidad.
Siempre mantuvimos una sana distancia en lo que a cosas íntimas
y nuestros hábitos.



En una ocasión nuestros tíos
que viven en la costa nos invitaron a visitarlos durante el verano, ellos
tienen una hija y un hijo, primos que vemos muy poco, así que no
podíamos dejar pasar la oportunidad de visitarlos. Acudimos a la
invitación y los primeros días allá fueron muy divertidos,
mi hermana y mi prima tomaban su rumbo, mientras mi primo y yo nos divertíamos
por nuestra parte. De vez en cuando nos encontrábamos en la playa
o en la plaza, pero solo era para saludarnos. Una noche, mi tía
nos dijo que le habían dado tres días libres en su trabajo
y que aprovecharía para llevarnos a conocer una pequeña isla
que esta un poco mar adentro, la cual se puede alquilar, así que
hicimos los preparativos y zarpamos hacia aquella isla, donde por cierto,
sólo había dos pequeñas cabañas para pasar
la noche. Dado que llegamos muy de mañana, tuvimos todo el día
para disfrutar de aquella isla que era para nosotros solos nos divertíamos
todos juntos y la pasamos de lo más normal. Cuando llegó
la noche, mi tía sugirió que mi primo y yo durmiéramos
en una cabaña que contaba sólo con una pequeña cama
individual, mientras que ella, mi prima y mi hermana, dormirían
en la otra que tenía una litera rústica hecha de bambúes
y madera. Todos estábamos de acuerdo, sin embargo, ya entrada la
noche, nos divertíamos tanto y comíamos y bebíamos
tanto que no teníamos nada de sueño, sino por el contrarío,
deseos de seguir en la bulla. Mi tía que ya estaba muy cansada,
prefirió irse a dormir sola a la cabaña donde estaba la cama
sola, dejándonos solos a los cuatro jóvenes. Cuando nos llegó
el sueño a todos, las mujeres pidieron dormir en la parte baja de
la litera, así que mi primo y yo nos acostamos en la parte superior.
Dormíamos tranquilamente hasta que desperté por alguna razón
y noté que mi primo ya no estaba, habían pasado ya cerca
de 4 horas desde que nos habíamos acostado y me bajé de la
litera para ver dónde estaba, mi hermana despertó y me dijo
que hacía como dos horas que se había ido a la cabaña
con mi tía, aunque no sabía por qué.



Volví a acostarme, y comenzaba
a dormirme cuando mi hermana subió a mi cama y me pidió que
la dejara dormir junto a mí, pues mi prima roncaba y además
se movía mucho, yo sólo le dije que se acomodara como pudiera
y seguí durmiendo. Ella se acostó en sentido opuesto a mí,
quedando sus piernas a mis espaldas y mis piernas a sus espaldas; ambos
estábamos en short y ella usaba sólo el top de su traje de
baño, mientras yo tenía el torso desnudo, pues el calor era
insoportable. No recuerdo cuánto tiempo pasó desde entonces,
pero volvía a despertar levemente y escuché una respiración
agitada e intensa, no presté mucha atención dado que aún
estaba medio dormido, fue hasta que escuché un leve gemido salir
de mi hermana cuando abrí los ojos por completo, pero no me moví,
estaba acostado boca arriba y podía ver a mi hermana con el short
y las bragas hasta las rodillas, mientras ella se acariciaba su vagina
lentamente, tenía los ojos puestos en el techo de paja, y jadeaba
profundamente... yo sólo la observaba, tocarse y mecerse suavemente,
advertí que estaba a punto de voltear hacia mí y cerré
los ojos, ella me observó un rato mientras se seguía masturbando,
y volvía su vista hacia el techo, y así repetidas veces,
su cuerpo se estremecía a ratos y sus piernas temblaban por momentos,
arqueaba la espalda y no dejaba de mecerse, a veces lento, a veces más
y más rápido. Poco a poco fue bajando su ritmo hasta que
sólo se acariciaba suavemente entre los muslos. En ese momento yo
estaba fuera de mí, por la excitación que me había
provocado el ver a mi pequeña hermana de esa forma, y de manera
impulsiva, me incorporé casi de súbito y me coloqué
entre la piernas de mi hermana, la sujeté de los muslos y me detuve,
pues ella me miraba con los ojos bien abiertos y una expresión de
complicidad y excitación que jamás había visto en
ella. En ese momento no la veía como a mi hermana, sino como a una
hermosa mujer, que había despertado en mi deseos tan grandes como
nunca había sentido. Nos miramos por unos segundos y sin decir ninguna
palabra, ella bajó las tiras de su top dejando al descubierto sus
hermosos senos que se veían más erguidos que de costumbre,
yo terminé de quitarle el short y las bragas, extendió por
completo sus piernas y trató de bajarme el short, haciéndolo
sólo hasta los muslos, y así quedamos los dos, iluminados
con la luz de la fogata que estaba afuera, nuestros cuerpos lucían
de un tono marrón encendido, y en nuestros ojos había un
brillo que nos hacía mantener la mirada fija uno en el otro. Mis
manos ya acariciaban sus caderas y sus muslos y ella acariciaba mi pecho
y mi cara, estaba arrodillado y ella recostada con las piernas totalmente
abiertas, me acerqué a besarle los senos y mientras lo hacía,
ella acariciaba mis cabellos, hasta que levantó mi rostro y me dio
un largo y suave beso en la boca, provocándome aún más
excitación de la que ya sentía, la besé una y otra
vez y ella me abrazaba con fuerza hacia ella, con lo que logró recargar
mi pene contra su vagina, e instintivamente comencé a mecerme rozándola
en los labios y el pubis, ella jadeaba agitadamente, y balbuceaba palabras
que no terminaba, yo la besaba y la acariciaba por todo el cuerpo hasta
que ya no pude más, me incorporé y sujeté mi pene
para apoyarlo sobre la entrada de su vagina, ella se quedó inmóvil,
sólo esperando el momento en que la penetrara, me incliné
sobre ella haciendo presión, y comencé a penetrarla, lentamente,
su interior no oponía demasiada resistencia, sin embargo ella se
estremeció toda conforme la iba penetrando por completo, comencé
a mecerme suavemente mientras ella me tomaba de la cintura y me detenía
controlando así la penetración, yo aumentaba cada vez más
y más la velocidad y ella jadeaba y cerraba sus ojos por momentos,
no paraba de acariciarme lo que tenía al alcance de mi cuerpo, como
la cintura y las nalgas, el pecho y los brazos, que tenía recargados
en la cama. Mis ansias crecían y la sujeté varias veces de
las piernas jalándola hacia mí para poder penetrarla más
profundo, pero ella se sujetaba de la cama y se resistía, o me sujetaba
del cuello buscando que la besara en la boca, por lo que perdía
el apoyo momentáneamente, pero no cesé en mi intento y constantemente
me pegaba más a ella tratando de poder estar en mejor posición,
pero ella se hacía hacia atrás, hasta que topó su
cabeza con la cabecera de la cama y no tuvo más salida, yo me acerqué
lo más que pude y logré con dificultad apoyar su trasero
sobre mis piernas, levantándola levemente, y así pude metérsela
toda, ella comenzó a gemir y a retorcerse pero yo no cesaba de empujar,
mi hermana se sujetó de la cama y empezó a temblar mientras
nos mecíamos cada vez con más rapidez, al poco tiempo se
relajó y volvieron los jadeos profundos y suaves de su boca, apoyó
sus pies sobre la cama y comenzó a mecerse ella misma de manera
casi frenética, observé mi pene introduciéndose agitada
y profundamente en mi hermana, luego sus hermosas piernas cómo se
tensaban a cada penetración y sus senos bailar agitados con el vaivén
de nuestros cuerpos, esa visión me excitó muchísimo
más, pues por primera vez durante la relación sexual, la
vi como a mi hermana al mismo tiempo que como a una mujer. La sujeté
de las pantorrillas y las coloqué sobre mis hombros, sin dejar de
mecerme en ningún momento, luego me incliné hacia ella hasta
tocar con mi boca su boca y ella se sujetó de mi cuello, comenzando
así un nuevo vaivén más intenso y más prolongado,
entre beso y beso, ella no podía evitar jadear tan fuerte que ya
se escuchaban claramente sus pequeños gritos, yo trataba de tapar
su boca, o besarla, pero no podía impedir que salieran esos ruidos,
la litera se mecía cada vez más y comenzaba a golpear contra
la pared, yo mismo no podía controlar mi respiración que
cada vez se escuchaba más, pero no nos importó hasta que
escuchamos un leve ruido en la cama de abajo, acordándonos de mi
prima que estaba ahí, por inercia nos separamos uno de otro y en
un instante volvimos a extremos opuestos de la cama. Estuvimos unos segundos
así y nos asomamos para ver si había despertado la prima,
que estaba a punto de despertar con los ojos entreabiertos y en constante
movimiento. Melisa y yo nos quedamos observándonos, masturbándonos
en silencio y sin decir nada, más que lo que nuestras miradas insinuaban.
El ritmo de nuestros cuerpos disminuyó y el sueño volvió,
con un poco de cansancio por la dura sesión que habíamos
tenido, nos fuimos quedando dormidos cuando comenzaba a verse la luz del
sol. Ya entrada la mañana nuestra prima nos despertó de la
forma más normal, y al parecer no puso mucha atención a la
escena, pues tanto mi hermana como yo seguíamos desnudos, ella salió
un momento de la cabaña y aprovechamos para vestirnos presurosamente,
al poco tiempo volvieron mi tía y mis primos, y nos dispusimos a
desayunar. Las cosas transcurrieron sin que nadie se enterara, y mi hermana
y yo no mencionamos nada al respecto. Los días siguientes transcurrieron
de lo más normal, aunque yo seguía desconcertado por lo ocurrido
y no sabía qué pensar, los recuerdos me daban vueltas en
la mente y no dejaba de sentir excitación recordando lo ocurrido.



Potro.


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