Lena llega a casa a las siete y media. Ya es noche cerrada.
Deja el abrigo en el guardarropa y se mira en el espejo antes de apagar la luz:
su pelo rojo, entre anaranjado y rubio, ondulado, con la raya en medio, su cara
redonda, sus coloretes para disimular su palidez y resaltar las pecas, sus ojos
azules, su boca peque�a. S�, no le extra�a que le digan que parece una eslava,
tiene los mismos rasgos, no parece espa�ola.
Sigue su contemplaci�n fij�ndose en sus ce�idos pantalones
grises de cintura baja. Se da la vuelta y confirma con aprobaci�n su culito
levantado y sus firmes piernas. Su 1�64 son suficientes. Luego se fija en su
blusa blanca. Al no estar de cara al p�blico esta semana se ha arriesgado a
vestir m�s sugerente. Otros d�as han sido las faldas cortas. Hoy, la blusa
anudada por encima del ombligo. Sin sujetador. En efecto, sus grandes pezones
transparentan.
Se descalza, se lanza un beso y va a su habitaci�n a oscuras.
Las luces de las casas de los vecinos alumbran lo suficiente. Al entrar en su
cuarto, se da cuenta de algo que la intranquiliza: no est� sola. Oye con p�nico
la puerta cerrarse tras de s� y enciende la l�mpara de su mesilla. Ve a un
hombre alto y robusto vestido de negro enmascarado con un pasamonta�as que
sonr�e.
Aterrorizada, lanza un grito y busca el tel�fono. El hombre
se lanza hacia ella y le tapa la boca. Luchan y caen al suelo. Ella le ara�a, le
muerde y le da codazos y patadas. �l aguanta firme sus embestidas y con una mano
inmoviliza sus brazos sujet�ndoselos por encima de su cabeza. El forcejeo
termina cuando saca con la otra mano una navaja. Acerca su hoja fr�a al cuello:
- Como grites otra vez te lo hundo, cabrona.
�l separa la navaja y ella empieza a llorar: "Por favor, no
me hagas da�o. Ll�vate lo que quieras pero no me hagas da�o". �l parece
indiferente a los lamentos de Lena. Y se r�e cuando ella le dice que su marido
llegar� de un momento a otro. La deja helada cuando le dice que sabe que hasta
pasada las diez no llegar�. Entre sollozos, le pregunta qu� piensa hacer con
ella.
La respuesta del hombre enmascarado es sacar un pa�uelo y
amordazarla, harto de sus gimoteos. A la vez, la pregunta si as� va al trabajo,
mirando su vestuario de arriba abajo. "Eres una zorra calientapollas y te voy a
dar lo que andabas buscando". Lena rompe a llorar, aunque sin emitir ruido. No
puede resistirse a que la aten con unas cuerdas a las patas de la cama,
dej�ndole los brazos separados.
El enmascarado le quita el bot�n del pantal�n como puede,
debido a que Lena no deja de retorcerse, y le baja la cremallera. Lena con
horror le nota cada vez m�s excitado. Se da cuenta de que la van a violar y no
puede hacer nada. Piensa en su marido y espera que �l pueda comprenderlo.
Entonces el hombre, bruscamente, le jala de las perneras hasta dejar al
descubierto sus blancos y tersos muslos y su tanga de hilo que apenas cubre el
vello de su sexo por los lados.
- Mira la zorra, qu� bragas lleva al trabajo. Seguro que se
te mete por la raja del culo y vas as� para que el roce te d� gustito. �Hoy a
cu�ntos de la oficina les has dejado que te metan mano?
Mientras el hombre le dice esto, mete su mano en el tanga y
dos dedos se introducen en su raja sin contemplaciones, lo cual sobresalta a
Lena. Siente bastante da�o. El enmascarado sigue habl�ndola con desprecio:
- �Qu� ganas te ten�a, zorra! Llevas poni�ndomela dura varias
semanas. Te sigo desde que sales de casa hasta que llegas al trabajo. Viajo en
los mismos vagones de metro que t� y subo las escaleras mec�nicas detr�s de ti.
He comprobado que te gusta calentar al personal con tus faldas cortas y a veces
con la falta de ropa interior. Yo, un desconocido, he visto tu chocho
perfectamente y me ha faltado poco para no follarte en el metro mismo.
Los dedos del hombre no dejan de frotar los alrededores del
cl�toris. Tira de los laterales del tanga y la baja lentamente rozando
intencionadamente la suave tela de la min�scula prenda por los muslos, hasta
llegar a las rodillas. El hombre contempla aquel peludo y oscuro matorral,
recortado en los laterales. Hunde su nariz entre el espesor e inspira su aroma.
Luego baja hasta su hendidura que late expectante. Lena, por mucho que lo
niegue, cada vez est� m�s caliente. Las caricias de la mano son expertas y saben
d�nde incidir. Se nota las tetas como piedras y los pezones le tiran hasta casi
hacerla da�o.
Nota el aliento caliente del hombre en los labios mayores de
su vagina. Los separa, pese a que est�n bastante salidos. El dedo pulgar remueve
los labios inferiores y su lengua se hunde dentro de su roja y cada vez m�s
h�meda abertura. Siente un escalofr�o, una punzada de placer cuando la siente.
Cierra sus ojos y se muerde el labio inferior.
- �Te gusta, verdad, putona? �Y esto te gusta tambi�n? �le
lame en c�rculos y su pulgar juega con los alrededores del cl�toris, pero sin
decidirse a masajearlo abiertamente como a Lena le pide el cuerpo. Habla sin
salir de dentro de ella.� Sab�a que tendr�as esta calentura, porque eres una
puta que no se conforma con su marido y s�lo pide polla y m�s polla.
Por m�s que intenta pensar en su marido, miles de im�genes le
nublan ese pensamiento. La lengua, endurecida, sale y entra de su co�o y el
pulgar no deja de atormentarla. Su concha se va empapando pese a que la lengua
del enmascarado trabaja perfectamente y engulle sus jugos. Cuando por fin el
pulgar alcanza el cl�toris, tiene que esforzarse por no correrse, pese a que su
espinazo se estremece. Lo tiene duro y grande, como una polla. Tras varias
caricias, no puede controlarse y un orgasmo retumba dentro de ella y se propaga
en chorros de flujos que el hombre no desaprovecha.
Tiene los ojos cerrados y le gustar�a contonear sus piernas
frot�ndolas con la alfombra. Oye el sonido de una cremallera baj�ndose y los
abre. El hombre se ha bajado los pantalones hasta los tobillos y luce una tranca
considerable, de unos 19 cent�metros, con unos test�culos prietos como una bola
de billar, peludos. Su glande se muestra empapado y brillante. A distancia,
llega su fuerte aroma. Ovalado y con esa hendidura jugosa llam�ndola, el glande
parece un fres�n delicioso.
El enmascarado le quita el pa�uelo de la boca y le ordena que
se ponga de rodillas. �l se sienta en la cama y vuelve a amenazarla con la
navaja. "Ch�pamela, pero vigila lo que haces, hija de puta". Antes esa
advertencia la hubiese sopesado, pero ahora est� tan salida que necesita
tragarse esa verga cuanto antes. Pese a su necesidad, lo hace lentamente,
saboreando los jugos de esa polla, salada y amarga a la vez. Mira con lujuria
hacia los ojos verdes del enmascarado y si no sonr�e, le falta poco. Aquella
polla dura y caliente parece hecha a medida de su peque�a boca, que est�
completa.
Su lengua juguetea con la punta del glande y su mano acaricia
los test�culos. El hombre se inclina hacia atr�s y suspira. Incluso la acaricia
el pelo. Cuando ella se introduce m�s carne dentro de su boca, el enmascarado
vuelve a hablar, esta vez con una voz agitada y algo temblorosa:
- Se nota que eres una experta. Seguro que no se la comes as�
a tu marido, eh, puta? Pero a tu jefe seguro que le haces unas mamadas de lujo.
Seguro que le dejas correrse en tu escote y te lo restriegas por las tetas. Y
luego vas a tu mesa y dejas que los dem�s compa�eros huelan y vean sus grumos
para ponerles cachondos. Alguno te habr� pedido que tambi�n se la chupes a
ellos. Y alguna vez que hayas estado m�s caliente de lo debido, les habr�s
acompa�ado al ba�o y les habr�s bajado sus braguetas y buscado con tu mano
ansiosa sus duras pollas. Las habr�s sacado de su calz�n y las habr�s masturbado
lentamente, para hacerles sufrir. Hasta que por fin tu boca las halla engullido.
Seguro que entonces piensas en sus mujeres, que a lo mejor conoces. Y piensas
que eres una puta.
Lena se pone caliente con lo que el enmascarado dice. Tiene
que acariciarse de nuevo el co�o para aliviarse la calentura. Su cabeza sube y
baja, sacando y metiendo polla en su garganta a un buen ritmo. Lleva bastante
tiempo as� y el enmascarado sigue hablando:
- �A todos les dejas que se corran encima de ti? �Dejas que
te empapen de semen el pelo y la cara? �O te lo tragas todo? Se te nota una
hembra que disfruta con la leche caliente. Espera. Veo que necesitas algo dentro
de ti. P�deme que te folle, grand�sima puta, y te la meter� hasta dentro. S� que
est�s necesitando una buena polla dentro. Venga, p�demelo. �Quieres que te
folle? �Quieres mi verga dentro de ti? D�melo. Di que quieres que te la meta.
Lena no aguanta y con voz ronca le dice que s�. S� qu�, le
dice el hombre. Lena, sin apartar los ojos de esa tranca que destila jugos y que
huele a buen sexo, no duda en pedirle su polla. "�La necesitas?". "S�, la
necesito", dice con mayor urgencia. "�No quieres esperar a que tu marido venga y
te folle?". "No puedo esperar, necesito que me folles ahora".
Al enmascarado le es suficiente y la tumba en la cama. Ella
se despatarra, abri�ndose todo lo m�ximo. �l se tumba encima de ella y la
estruja los senos por encima de la camisa. La rompe y se abalanza a ellos, a sus
pezones. Los estruja, los retuerce, muerde sus pezones sonrosados y prietos,
grandes, como dos botones abultados. Le dice que antes de follarla el co�o,
quiere probar sus tetas y aproxima su polla a su canalillo. Las tetas redondas y
m�s grandes que dos manzanas grandes, desparramadas al estar ella tumbada, hacen
una buena presi�n en su polla.
- No s� por d�nde desparramar mi semen, si correrme dentro de
tu co�o, si en tus tetas o si en tu boca.
Y su verga sale y entra de sus tetas. Lena est� un poco
frustrada porque le necesita dentro, pero aguanta como puede. Es excitante
hacerle una cubana. Le aprieta el culo duro y se acaricia el cl�toris. Est�
desatada y se siente sucia y ardiendo. Por suerte la cubana no dura demasiado y
ve con satisfacci�n que el hombre baja hasta su entrepierna.
La toma de la pierna izquierda y la flexiona. De un solo
golpe, se la mete dentro. El camino de su polla no est� todo lo bien dirigido
que le hubiese gustado y el grito es m�s de dolor que de placer. Pero la segunda
embestida rectifica y el grito ya es placentero por completo.
El enmascarado se sale de repente y ella se queja.
"Tranquila, zorra, que te voy a seguir follando". Toma sus piernas y las acomoda
encima de sus hombros. Quiere penetrarla hasta el fondo y Lena est� encantada.
Ni piensa en que la est� follando a pelo y todo el riesgo que significa, ni
piensa en su marido, ni en nada. Est� febril y a�lla cuando esa tranca se
adentra hasta sus entra�as. Est� tan h�meda que hasta podr�a haberla metido sus
cojones.
El enmascarado, pese a todo el rato de la mamada y de la
cubana, aguanta un buen rato foll�ndola sin compasi�n. Sabe lo que hace, no deja
de besarla (porque no le niega la boca nunca, le espera con la lengua fuera y la
entremezcla con lujuria a la suya) ni de acariciarla las nalgas, los muslos, los
pechos. Y Lena se arquea para facilitarle el paso, se enrosca al cuerpo de su
violador y se mueve como una hembra en celo. El segundo y tercer orgasmo llegan
a la vez y la dejan casi desfallecida. Por suerte, su cuarto orgasmo, casi
consecutivo tambi�n, llega con los primeros chorros de lefa de su amante, que
sale con prisas y se agita el rabo reg�ndola los pechos, la boca y el pelo de
Lena.
Fuera de s�, se restriega el semen por su cuerpo y gime con
estr�pito. El enmascarado no deja de hablar: "�con cu�ntos le has puesto los
cuernos a tu marido? Seguro que con todo aquel que se cruza contigo". Eso le
hab�a dicho mientras su polla sal�a y entraba de su vagina. "Te he visto salir
del metro con alg�n viejo y te ibas al hotel. Seguro que le cobrabas por el
polvo. As� te compras medias y ligueros y tangas. Te he seguido en coche y he
visto c�mo parabas en gasolineras y ped�as fuego a los camioneros. Te ibas con
ellos a su parte trasera y te dejabas desnudar mientras acariciabas sus bultos.
O�a c�mo te hac�an gritar de gusto".
Por eso cada orgasmo es m�s intenso que el anterior. El
hombre le dice que le limpie la polla y ella lo hace. Mientras se la limpia con
gusto, �l le mete el dedo en el ojete. No piensa en eso porque el enmascarado
sigue con la lengua suelta:
- Te has follado al sobrino que vino hace dos semanas.
Tendr�a 14 a�os y seguro que te har�as la encontradiza con �l con la toalla
ajustada a tus curvas. El chico con sus pantalones cortos no podr�a reprimir su
erecci�n y t� te acercar�as y le besar�as. Porque te gusta llevar la iniciativa
y manejar a tu antojo. Seguro que el chico se correr�a s�lo con rozar su verga
con tu lengua. Pero como es joven, le pajeas y vuelve a ponerse dura. Te
conmueve su falta de vello y lo graciosa que se ve su verga. Te tumbas sobre �l
y le cabalgas. Se vuelve a correr enseguida, pero el ni�o te ha tomado gusto y
te come a besos las tetas. Vuelve a empalmarse y te monta ahora �l. Le dejas
hacer y te excita que el chico entre y salga entre los chapoteos de su propio
semen. Foll�is toda la noche, cada vez tarda m�s en correrse. Echa siete polvos
contigo.
"Aunque su padre, tu cu�ado, que tiene un poll�n de cuidado
como te ha dicho alguna vez tu marido, te pone. Por eso vas con la bata a medio
abrir, para que vea tus pezones de refil�n. Cuando su esposa hace la comida y tu
marido baja a hacer la compra, entras en su cuarto preguntando cualquier
tonter�a. Tu cu�ado est� masturb�ndose porque has dejado la puerta abierta al
cambiarte. Te acercas a �l y se la chupas. Su polla parece la de un caballo,
aunque no es muy grande. Te gusta que tu cu�ado sea rudo y que te folle por
detr�s. A cuatro patas, no tarda en correrse para suerte tuya, que tienes la
vagina dolorida.
Lena comprueba que sus palabras no s�lo la excitan a ella. La
polla del enmascarado revitaliza. La da la vuelta y la pone a cuatro patas, como
dice que estuvo con su cu�ado. Pero en vez de follarla por la vagina, aprieta su
polla a su ojete, en el que ya hab�a metido tres dedos antes. Como no entra con
facilidad, �l se agacha y le lame el culo, lo besa, mete su lengua. Entonces
Lena se relaja y el glande de su violador entra en su recto, que una vez metido
el glande no tiene miramientos y se la hunde hasta el fondo.
El alarido de Lena no hace sino excitar m�s al enmascarado,
que no hace caso de las s�plicas de Lena de que pare. No deja ni de hablar:
"Pero si tu culo no es virgen. Puede que tu marido no te lo haya roto, pero s�
que alguno de sus amigos s� lo han hecho. Incluso con alg�n camarero de
cualquier pub. Te gustan los hombres con los brazos fuertes y cuando llevas
minifalda, de las que te gustan, el�sticas, dejas que te la remanguen y que te
taladren. Porque te gusta que te rompan el culo, eres una jodida puta a la que
le dan por culo cuando est� caliente. Y ahora lo est�s y deseas que te folle el
culo".
En efecto, al poco tiempo, entre tanta palabra y con tanto
masaje de su sodomizador en el cl�toris, acaba tom�ndole gusto y explota en ella
otro orgasmo cuando el semen de aquel cabr�n le quema las entra�as. Nota c�mo su
verga va perdiendo tama�o dentro de su recto y queda complacida cuando sale.
-Ahora vas a ser buena y no te vas a ir a duchar hasta dentro
de diez minutos. No vas a decir nada a nadie porque si no sabr�an que has
disfrutado con tu violador. Y si tu marido quiere acostarse contigo, vas a estar
sol�cita con �l, para que no sospeche. Pero cuando te haga el amor vas a pensar
en m�.
Lena oye la puerta y sabe que todo ha acabado. No tiene
tiempo ni para sentirse culpable cuando se abre la puerta y se enciende la luz.
De nuevo el enmascarado est� en la puerta. Ahora ve con claridad sus ojos verdes
y la sonrisa de sus carnosos labios, incluso su recia nariz. El enmascarado se
quita el pasamonta�as y se acerca para besarla en la boca: "�te ha gustado la
sorpresita, cielo?". "S�, mi amor. Ha estado incre�ble. Me has violado mejor que
en mis fantas�as". "Vamos a la ba�era, a tomar un ba�o con burbujas". Y Lena
besa a su marido y se deja llevar en brazos hasta el ba�o. Nunca hubiese
sospechado de que la sorpresa para su cumplea�os hubiera sido tan fenomenal.