Relato: Me hizo sentir mujer Esta es la realidad de los hechos
y de mi existencia.
Desde aquella vez, en que tuvimos
nuestro primer contacto y en el cual solamente besé su hermoso miembro,
la vida me había negado la oportunidad de entregarle mi cuerpo a
Jairo. No me lo van a creer, pero cuando pasaron los años y tenía
veintiséis sucedió lo más anhelado: me hizo el amor.
Aquella noche nos habían
invitado a una fiesta y fuimos en grupo, mis hermanos, algunos amigos y
él, mi primo adorado. Él era de mediana estatura, de contextura
gruesa, trigueño, unos labios carnosos, una cola divina y redonda
y su paquete inmenso y seductor, que con sólo verlo por encima de
los jeans, que a veces usaba ajustados, me producía mil palpitaciones.
Era lo que se llama un macho, impetuoso, siempre alardeando de que tenía
muchas mujeres y que ellas se derretían por él. Me imagino,
que después de verle esa vergota, tenían que suplicarle que
las poseyera una y otra vez. Pero él, conmigo era especial. Nuestra
relación siempre fue muy cercana y nos contábamos intimidades.
Durante esos años, y después
de aquel encuentro, no volvimos a hablar de nuestros sentimientos. Él
se mostraba indiferente y yo tenía miedo de decirle que nunca había
dejado de desearlo. Que a cada instante, en cada minuto aparecía
en mis sentimientos y mis deseos y yo tenía que tragármelos
callado, ocultándole al mundo mi verdadera pasión, que era
él. Y solamente debía aparentar ser un hombre para no ocasionar
un cisma en mi familia.
Pero llegó aquél octubre.
Salimos para esa fiesta, nos divertimos, bailamos con mujeres. Él
siempre muy seductor y ellas tratando de seducirlo también. Hacia
las dos de la mañana cuando el efecto de alcohol ya nos hizo sentir
mareados y él, que había tomado bastante, me dijo: primo
vámonos ya. Le dije como tu quieras, primo. Salimos con mis hermanos
y partimos de regreso a casa. Él me dijo que se sentía muy
mareado que no quería llegar así a su casa. Entonces, aprovechando
que mis padres no estaban en casa ese fin de semana y su habitación
estaba sola, le dije: mira, quédate en mi casa y tu duermes en mi
cama y yo duermo en la habitación de mis padres. Él aceptó.
En ese momento yo me sentía muy nervioso, no encontraba cómo
insinuarle que quería dormir con él.
El hecho es que nos pusimos las
pijamas y yo le presté una que le quedaba un poco ajustada y se
le notaba todo su poderío de macho. Lo noté semierecto y
temblé de locura y de deseo. Cuando ya me había acostado
en la cama de mis padres, sucedió un milagro, Jairo entró
a la habitación y encendió la luz. Le dije apágala
y yo prendo la lámpara de la mesa de noche y así lo hizo.
Me dijo que se sentía muy cansado pero que necesitaba un masaje
en la espalda. Le dije acuéstate aquí y yo te lo doy. Él
se acostó boca abajo y le di su masaje y de pronto noté que
se quedó dormido. Yo apagué la luz y en las penumbras de
los rayos de luz que se colaban por la cortina veía su silueta a
mi lado. Estaba tan excitado, que muy despacio y sin hacer mucho movimiento
comencé a masturbarme. Pero me dije: no, si algo va a pasar quiero
estar reposado y me detuve. Contemplándolo allí, dormido
y tan cerca de mí, me fui quedando dormido.
Serían, como las cinco y
media de la mañana, cuando entre mis sueños comencé
a sentir que una mano tibia recorría mis nalgas, con una caricia
tierna pero firme. La primera sensación que tuve era que estaba
soñando. Pero las caricias seguían allí y noté
que esa fuerza excitante trataba de bajarme la pijama para que mi culo
quedara al descubierto. Fue cuando abrí los ojos lentamente y llevé
mi mano a mis nalgas y nuestras manos se estrecharon; lo miré, ya
habiendo un poco de claridad en la habitación y le dije: primo,
dime que esto no es un sueño y casi como inocentemente, le pregunté:
Ay primo ¿qué es esta locura tan divina que me estás
haciendo sentir?. Me volví boca arriba y me puse de medio lado frente
a él y como en un impulso lancé mi mano hacia su verga. Por
encima de la pijama la sentí bien parada, totalmente erecta, como
un acero. Bajé un poco su pijama, él me dejaba y sólo
me miraba como esperando a ver yo qué hacía. A estas alturas
había perdido el control de mis actos y no tenía voluntad
sino para hacer lo que él me pidiera. Tomé su verga y la
sentí como un fierro candente, me deslicé entre las sabanas
y le di una mamada tierna y profunda, como diciéndole: buenos días.
Y al levantar la mirada hacia su cara llena de placer, mis ojos se cruzaron
con los de mi Jairo y le dije: primo, te amo. Esto lo había estado
esperando toda mi vida. Todas mis noches han sido tuyas, en mis deseos
nunca satisfechos de ser todo tuyo. He soñado con haber sido mujer
para pertenecerte y poder acercarme a ti y entregarte frente al mundo y
sin reserva esta pasión loca que me quema el alma, deseando sentirme
poseído por tu ser y tu verga. Él me sonrió y me dijo,
entremos al baño que quiero orinar y le dije yo también.
Lo hicimos rápidamente. Pero al salir le dije espérame un
momentito y me quedé unos minutos mientras ponía lubricante
entre mis nalgas, quería estar preparado por si lo que siempre había
soñado se me convertía en realidad.
Cuando lo vi en la cama, como una
gata golosa me abalancé sobre él y le besé el cuello,
los ojos, me esquivó su boca y por eso no insistí y bajé
hacia su pecho, que tenía algunos vellos. Llegué a su vientre
y muy cerca sentía el aroma de su verga, me hacía ver estrellas
de felicidad. Al besarlo y consentirlo le decía: mi amor, te adoro,
me enloqueces, me transformas y casi me haces sentir mujer cuando te tengo
a mi lado; se me nubla la razón y quiero devorarte, papito mío.
Él me tomaba por la cabeza y me decía sigue primo, sigue.
Le bajé toda la pijama y miré sus piernas torneadas y gruesas,
cubiertas con un vello masculino capaz de enloquecer a cualquier mujer,
y yo a su lado deseaba ser su mujer. Estando ya desnudos, le dije: no me
preguntes qué voy a hacer pero necesito hacer lo que toda mi vida
he soñado, papito. Y de espaldas a él, me subí sobre
su cuerpo, abrí mis piernas y le supliqué gimiendo: hazme
tuya. Él me dijo, que por qué hablaba como mujer. Le dije
mi amor, a tu lado me siento mujer. Respondió: Está bien.
Te voy a hacer mujer. Y dije: ay, mi amor, desflórame, porque aún
soy virgen y he reservado este momento para el hombre que amo que eres
tú, Jairo mío. Se le iluminaron los ojos, se sintió
como un rey y al interpretarlo, le dije: sí mi amor eres mi rey,
mi dueño. Él me tomó por las caderas y me levantó
ligeramente. Y buscó mi orificio. Abrí un poco más
las piernas y lo guíe hasta la entrada de mi culo y estando allí
comencé a menearle las nalgas y él gemía al tiempo
que trataba de empujar su miembro dentro de mi ser. Le dije: sé
tierno, mi amor, trátame como a una mujer; después que la
hayas metido, puedes embestirme como un toro, que te estaré esperando
para entregarme toda. Y así, lo hizo.
Cuando la sentí toda dentro
de mí me parecía mentira. Era mi sueño hecho realidad.
En medio de mi excitación infinita echaba la cabeza hacia atrás
y la apoyaba en su hombro y él rozaba su mejilla con la mía,
me tenía abrazada contra su pecho y tocaba mis incipientes tetillas,
que en ese momento quería que fueran unos senos turgentes para que
él se extasiara mamándolos. Sentía como entraba y
salía de mi culo, que se abría y cerraba a paso invencible
de su verga enorme e irreverente ante la cual mis nalgas se arrodillaban
pidiendo más y más.
A veces aumentaba el ritmo de sus
embestidas y a veces se detenía. En esos instantes le pedía
que no parara y arrancaba otra vez con ese ímpetu que sólo
los machos saben imprimirle al momento de enloquecer a un culo. Me tenía
encendida a vergazos cuando sentí la turbulencia de su leche en
mis entrañas, le decía, en medio de la emoción, mis
jadeos y mi locura, que me había hecho mujer, que había sido
la forma más linda y especial de perder mi virginidad y que ante
ese hecho le juraba amor eterno. Y la verdad: hoy lo sigo amando... aunque
ya no esté conmigo. Fue un amanecer divino, me hizo mujer en sus
brazos y aquél sentimiento que comenzó con una simple mamada
quedó sellado cuando me enseñó lo que era el amor
haciéndome sentir mujer en sus brazos de hombre y bajo el fuego
de su verga.
Jairo: en cualquier lugar del universo
donde estés... simplemente quiero que sepas que hay un ser que aún
se siente mujer cuando gime recordándote y cuando te piensa. Siempre
seré tuya, en el silencio de mi amor por ti.
Yairi Paolo
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Relato: Me hizo sentir mujer
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