Relato: Un amor de secretaria





Relato: Un amor de secretaria

UN AMOR DE SECRETARIA


Yo ten�a 32 a�os y me desempe�aba como Vicepresidente de
Mercadeo de una gran multinacional. Hab�a sido enviado desde casa matriz y ten�a
menos de un a�o en aquella ciudad, nueva para m�, cuando se desencadenaron los
hechos que voy a contar.


Al quedar embarazada mi secretaria de aquel entonces, con la
que yo hab�a sostenido algunos escarceos amorosos que no pasaron del sexo oral
porque se negaba a serle infiel al esposo; esta tom� la decisi�n de renunciar al
cargo y abandonar la compa��a. Ocupado en multitud de reuniones diarias, dentro
y fuera de la oficina, argument� mi falta de tiempo para dedicarme a entrevistar
chicas para el puesto y solicit�, al departamento de personal, que s�lo cuando
encontraran "la perfecta" me la dejaran conocer. Las �nicas cualidades que
exijo, les dije, es que sea muy bella y muy r�pida en el teclado.


En verdad, lo segundo era lo importante para m�. Sin duda,
prefer�a una mujer linda a una fea sentada en el escritorio exterior a las
afueras de mi oficina; sin embargo, en aquel momento, el volumen de trabajo que
me embargaba y la poca dificultad que ten�a para encontrar mujeres atractivas
con las que acostarme, resultaban determinantes para se�alar el orden de mis
prioridades.




Creo que vamos a poder darle gusto, Sr. Hern�ndez �
entr� a mi oficina diciendo, unos d�as despu�s, el Jefe de Personal.



� A qu� se refiere? � respond�.



A su nueva secretaria, se�or. En mi oficina se
encuentra sentada la m�s hermosa y eficiente secretaria que pod�amos
encontrar.


As� de buena... contr�tela entonces.


� Y usted, no la quiere entrevistar? - me pregunt�,
incr�dulo.



No tengo tiempo. Y, adem�s, conf�o plenamente en
usted, Javier
.



Cuando al d�a siguiente llegu� a mi oficina, despu�s de una
noche de rumba y tragos en abundancia, me sorprend�. No entend�a qu� pod�a estar
haciendo aquella hermosa y peque�a criatura, con libreta y l�piz en la mano,
aparentemente esper�ndome de pie frente al escritorio de mi secretaria. Al
llegar junto a ella, me extendi� la mano y, con una ligera sonrisa producida por
mi evidente desconcierto, me dijo:




Soy Norma, su nueva secretaria. �Puedo hacer algo por
usted?.


S�, dos aspirinas y mucho caf�, por favor.




Pas� el tiempo, cinco o seis meses en realidad, sin que me
fijara en otra cosa que no fuera el excelente trabajo que la chica realizaba.
Fueron los comentarios de cada hombre que llegaba por primera vez a mi oficina,
los que me hicieron poner los ojos sobre las cualidades "extra profesionales"
que pose�a aquella encantadora criatura. Con 18 a�os apenas cumplidos, un rostro
angelical y una estatura que no superaba el metro sesenta, constitu�a la viva
imagen de las peque�as y hermosas colegialas que, caminando vestidas de uniforme
por la calle, despiertan la lujuria y el sentido de culpa en cualquier hombre.


Un d�a, de forma totalmente casual, nos encontramos en la
puerta de la oficina a la hora de salida despu�s de un d�a normal de trabajo.
Con el �nico inter�s de parecer cordial, le pregunt� si ya se iba para su casa.
La expresi�n de su cara al contestarme que s�, me hizo preguntarle sobre si le
gustar�a tomarse un trago conmigo. A lo que inmediatamente acepto. Unos minutos
despu�s, sentados ya en el carro, y conduciendo yo sin destino alguno mientras
convers�bamos, comenc� a sentir despertar el deseo de llevarme aquella mu�eca a
la cama. Inmediatamente, descart� la idea de conducir hacia mi casa pues sent�
que eso pod�a causarle alg�n recelo. As� que le pregunt� si conoc�a alg�n bar
agradable y tranquilo donde pudi�ramos conversar. Cuando me dijo que no, yo
continu� manejando, aceler� la marcha y comenc� a dirigirme hacia las afueras de
la ciudad.



�Me est�s llevando d�nde pienso que me llevas? � pregunt�.


S� � le respond� � Es un lugar tranquilo, podemos estar
solos, hacer lo que queramos; y, sino queremos hacer nada, no lo hacemos y
listo.



Al rato, llegamos a un motel que s�lo conoc�a por
referencias. Solicit� la mejor habitaci�n disponible y nos ofrecieron una suite
con sauna, jacuzzi y una peque�a pista de baile. Aunque aquello sonaba a
extravagancia ex�tica, dije que s�. Ped� que nos llevaran una botella de ron con
mucho hielo, estacion� el carro ante la puerta de la caba�a se�alada y entramos
a lo que consider� era un lugar ideal para una fiesta de intercambio de parejas.


Sentados cerca el uno del otro, no hab�amos terminado de
tomarnos el primer trago cuando suger� que deb�amos aprovechar la oportunidad de
tener toda una pista de baile para nosotros solos. Ella estuvo de acuerdo y
ambos nos levantamos al un�sono. Yo ya hab�a descubierto que exist�a un sistema
de control de luces y de canales de m�sica; por lo tanto, seleccion� uno de
lentas melod�as y jugu� con las luces hasta que estas crearon un ambiente t�pico
de cabaret.



�Te gusta?


Me parece perfecto.



Sin dudarlo m�s, la tom� de la cintura y la atraje
decididamente hacia m�. Ella se dej� hacer y nuestros cuerpos comenzaron a
deslizarse al ritmo de la m�sica. En un instante, mi verga lleg� al punto en que
parec�a querer rasgar la tela del pantal�n. Descend� mi mano un poco m�s sobre
sus caderas y la estrech� con fuerza para hacerla sentir la erecci�n que hab�a
causado. La reacci�n fue inmediata. Ambos nos olvidamos de bailar y comenzamos a
restregar nuestros cuerpos como si estuvi�ramos haciendo el amor con la ropa
puesta. Una de mis manos se posesion� de uno de sus senos, mientras la otra
amasaba y apretaba sus nalgas. En un momento dado, cuando nuestros labios y
lenguas se separaron en busca de la respiraci�n perdida, logr� volver a
recuperar mi control.



Desn�date � le dije, en un tono de voz que no se prestaba a
interpretaciones sobre si era una orden o no.



Cuando la ropa comenz� a desaparecer de encima de su piel, no
pude dejar de maravillarme. Aquella delicia hab�a estado ante m� durante meses,
y s�lo ahora ven�a yo a descubrir un manjar que pod�a haber estado disfrutando
desde mucho antes.



Qu�tate toda la ropa... y d�jame verte � le repet�, en el
mismo tono anterior.



Mientras ella obedec�a, yo me dirig� a sentarme en uno de los
sof�s y, con el trago de ron en la mano, me dediqu� a observarla. Como ya he
dicho, no era muy alta. Pero su cuerpo, parec�a haber sido tallado por un
sat�nico escultor que pretendiera tentar a todos los hombres con los placeres
que pod�a ofrecer el infierno.



Ac�rcate � le dije.



Completamente desnuda, dio tres pasos y se detuvo frente a
m�, a una distancia al alcance de mis manos. Por un instante, me qued� quieto,
mir�ndola de arriba a bajo lascivamente. Sus piernas eran hermosas. Las nalgas,
blancas, redondas y levantadas, un pecado. Pero, la obra maestra, la constitu�an
los senos. Jam�s en mi vida hab�a visto yo un par de tetas de tan grandes y
perfectas proporciones. Sin embargo, cuando deje de observarla, mi reacci�n fue
abrirme la bragueta del pantal�n, sacar la verga de su interior y decirle:



Ch�pamela.



Sin reparos, con sumisa dedicaci�n, Norma se arrodill� entre
mis piernas y comenz� a tragarse mi verga. Evidentemente, no era ninguna
experta. As� que, poco a poco, comenc� a dirigirla y a decirle como quer�a que
me la chupara.



Ahora s�, mu�eca, tr�gatela toda y m�tela hasta el fondo en
tu boca.



Cuando estaba a punto de venirme, la interrump� en su labor,
se la saqu� de la boca y le orden� que se dejara caer hacia tras, sobre la
alfombra. Cuando lo hizo, me incorpor� del sof� y fui a colocarme como un jinete
sobre ella, con una de mis rodillas a cada lado de su cuerpo. De esa manera, mi
verga, endurecida como un hierro y lubricada con la saliva de su boca, fue a
posarse en el medio de sus tetas. Sin m�s, con la violencia de un deseo
incontrolable, tom� aquellos deliciosos melones entre mis manos y, apret�ndolos
contra mi verga, me paje� hasta que la leche brot� sobre su cuello, su cara y
los grandiosos senos.


Necesitado, como estaba, de un tiempo prudente de
recuperaci�n para que mi herramienta volviera a recargar bater�as, le ped� a
Norma que eligiera entre el sauna y el jacuzzi. Decidida ella por el primero,
instantes despu�s, ambos est�bamos desnudos, recostados en pulidas gradas de
madera, viendo como inmensas gotas de sudor corr�an por nuestros cuerpos. En un
momento dado, nuestras miradas se cruzaron y no pude contenerme. Me acerqu� a
ella, puse una mano en su hombro, y la hice acostarse sobre la grada donde se
encontraba sentada. A continuaci�n, comenc� a recorrer su cuerpo con una larga,
lenta y sensual caricia. Frot� sus brazos, sus hombros, sus pechos. Deslic� mi
mano por su vientre, sus caderas, sus piernas. Llegu� a los peque�os pies e
inici� el retorno del camino a trav�s del sugerente atajo que ofrec�a a la vista
el espacio interior de sus piernas y muslos. Cuando coron� el alto de la cumbre,
el movimiento s�smico comenz� a hacerse evidente. En cada paso que daba hacia el
cr�ter, sent�a como la tierra se estremec�a bajo mis dedos. El volc�n estaba a
punto de entrar en erupci�n y yo corr�a el riesgo de enfrentarme a un torrente
de lava ardiente. Curioso, ansioso y decidido, me lanc� de cabeza al oscuro
vac�o sin pensar en las consecuencias.




No puedo respirar � me dijo.



En aquel momento, tom� conciencia de que la temperatura
dentro del sauna se hab�a vuelto insoportable. Inmediatamente, abr� la puerta y
nos lanzamos fuera de la ardiente caja de madera en busca de aire fresco que
poder respirar. Tardamos un minuto, tal vez dos, en recuperar el aliento; pero
pronto, estabamos ambos devor�ndonos mutuamente con la mirada. Las gotas de
sudor corriendo por nuestros cuerpos empapados, hac�an m�s intenso a�n el deseo
de un contacto f�sico de marcada fiereza animal. Sin retenerme m�s, me lanc�
sobre ella y la comenc� a besar, abrazar y apretar todas sus carnes con apetito
salvaje. De la misma manera, ella reaccionaba, gem�a y acomodaba su cuerpo para
facilitar todas mis acometidas. Seguidamente, la tom� de una mano y, hal�ndola,
la llev� hasta el borde de la cama donde la empuj� para hacerla caer acostada
boca arriba. Sin decir palabra, me arrodill� en la cama, la tom� por las
piernas, la atraje hacia m� y quedamos ambos colocados de manera tal que mi
verga estaba a cent�metros de la entrada a su co�o. En ese momento, inclin� mi
cuerpo hacia delante hasta que mi boca alcanz� a llenarse con la deliciosa carne
de sus pechos. Despu�s de chuparlos, morderlos y devorarlos, ninguno de los dos
parec�a poder aguantar m�s sin alcanzar pronto un orgasmo. Entonces, ayud�ndome
con una de mis manos, coloqu� mis verga entre los labios humedecidos de su cuca
y empec� a tratar de forzar mi entrada al tan ansiado hueco. De pronto, siento
que ella no facilita mi trabajo. Muy al contrario, se mueve y retuerce tratando
de impedir la penetraci�n.




�Qu� pasa? � le pregunto.



Y ella no responde.




�Qu� pasa? � vuelvo a preguntar, en un tono ya menos
amable.



Cuando nuevamente no me responde, molesto y ofendido me
separo de ella y me levanto de la cama para ir a servirme un trago y encender un
cigarrillo.


Apoyado contra el respaldo de la cama, fumando y sin decir
palabra, me dediqu� a ver una pel�cula porno que exhib�a el circuito cerrado de
TV del hotel. Ella, sin tampoco decir nada, se desliz� lentamente por la cama
acerc�ndose hac�a m�. Me beso en el pecho, deposito su cabeza sobre el y comenz�
a pajearme con una de sus manos. Le pregunt� qu� estaba haciendo y ella me
respondi� dici�ndome que quer�a que la perdonara. Le dije que yo no estaba
interesado en una paja, y que lo �nico que realmente deseaba en aquel momento
era estar dentro de ella. "Yo tambi�n quiero...", me dijo. A lo que yo reaccion�
tom�ndola por el pelo, empujando su cabeza hac�a mi verga y dici�ndole.




M�mamela... m�tela toda en tu boca.




Sin dudarlo, totalmente enfervorizada, comenz� a chuparme la
verga como si en ello se le fuera la vida. R�pidamente, mi picha alcanz� su
m�xima dimensi�n y ella segu�a devor�ndola, trag�ndosela hasta donde parec�a que
ten�a que estar penetrando su garganta. Cuando sent� que pod�a llegar a venirme
en cualquier momento, la obligu� a detenerse, me incorpor� hasta quedar sentado
en la cama y, mir�ndola fijamente a los ojos, le dije fr�amente:




Acu�state y abre las piernas.




D�cilmente, con la mirada de una ni�a asustada en sus
inmensos ojos, hizo lo que le ped�. Sin pre�mbulo alguno, levante una de sus
piernas coloc�ndola por encima de mi hombro y tom� mi verga en la mano para
conducirla a la entrada a su co�o. Nuevamente, cuando comenzaba a penetrarla,
ella se mov�a y retorc�a alej�ndose y tratando de impedir la penetraci�n.




�Qu� co�o te pasa? Me excitas, dices que quieres y ahora no
me dejas.


No puedo...


�Eres virgen? � pregunt�, totalmente incr�dulo.



No.


�Entonces?.


S�lo lo he hecho una vez... y me forzaron.




Por un momento me qued� sin saber que decir. La respuesta me
hab�a sorprendido y no ve�a claro como manejar la situaci�n. All� estaba yo, en
el medio de las piernas abiertas de una chiquilla que me enloquec�a de deseo y,
a la vez, sin querer forzar algo de lo que ma�ana me arrepintiera.




�Qui�n fue?


Un t�o, hermano de mi pap�.


�Y te viol�?


Me peg�... para obligarme a hacerlo.




Un rayo de excitaci�n recorri� todo mi cuerpo. Clav�ndole la
mirada en los ojos, le pregunt�:




�Y te gusto?




Ella no abri� la boca, pero sus ojos me dieron la respuesta.
Solt�ndole una sonora bofetada, volv� a preguntarle:




�Te gusto?




Su boca se manten�a cerrada, pero su mirada era la viva
expresi�n de la pasi�n desbordada. Por segunda vez, le cruce la cara con una
bofetada antes de decirle:




Ahora, soy yo el que te va a comer. Te la voy a meter
dentro y te voy a gozar, as� tenga que darte veinte cachetadas antes.




La tome de los muslos, la atraje hacia m�, le puse una
almohada bajo las nalgas y me coloqu� en posici�n de comenzar a taladrarla. Tan
pronto sinti� que mi verga comenzaba a entrar en su interior, hizo un ligero
movimiento de caderas tratando de impedirlo. Yo, que hab�a anticipado y deseado
que ese momento llegara, inmediatamente respond� d�ndole una nueva bofetada
mucho m�s fuerte que cualquiera anterior.




Abre las piernas, te dije. Tu co�o es m�o y ahora me lo
quiero gozar.




Como por arte de magia, los muslos antes tensos ahora se
relajaban, la pelvis abierta se lanzaba a la b�squeda de mi verga, y sus brazos
me rodeaban el cuello tratando de empujar mi boca hacia sus senos.




S�, hazme. Hazme como quieras.



Hac�a tiempo que no me encontraba con una cuca tan estrecha y
cerrada, ni tampoco tan deliciosa. Poco a poco, fui penetr�ndola hasta que logr�
met�rsela toda adentro. Al instante, ella alcanz� un orgasmo que yo no pod�a
creer por la rapidez con que lo hab�a alcanzado y la intensidad con que lo
estaba disfrutando. Satisfecho y orgulloso de lo que sent�a era mi capacidad
para hacerla gozar, la dej� a ella continuar empal�ndose contra mi verga
mientras yo me manten�a tenso, sin moverme, a la espera de su satisfacci�n
total. Cuando ella termin� de correrse por completo y relaj� su cuerpo buscando
recuperar el aliento, decid� que mi momento hab�a llegado. Sin tener que
preocuparme ya m�s sino de mi propia satisfacci�n, puse mis manos bajo sus
nalgas, la levant� atray�ndola hac�a m� y comenc� a empujar dentro de ella con
envestidas salvajes.




As�... as�... m�s... dame m�s. � me dec�a.



Te voy a dar m�s... y te lo voy a dar todos los d�as.
Porque ahora eres toda m�a.


Toda tuya, s�... ahhh.


Ahora eres mi secretaria, mi amante y mi puta.


Tu puta, s�.




Tras llenarle el co�o de mi leche caliente, aquella noche no
hicimos nada m�s. Ya eran m�s de la una de la ma�ana y a�n ten�a que llevarla a
su casa. A fin de cuentas, no quer�a tener que reprenderla al d�a siguiente por
llegar tarde a trabajar.


Pronto les contar� m�s...sobre la mejor secretaria que he
tenido en mi vida.


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