Hola, me llamo Adriana y quiero
contarles mi historia porque necesito un consejo. Soy una mujer ya madura,
me falta poco para llegar a los 50 años. Pese a ello mantengo mi
cuerpo en forma porque desde muy joven estoy acostumbrada a las dietas
y al gimnasio. Mi cabello es rubio, tengo pechos que se mantienen firmes
igual que mi trasero, y como entenderán, me considero atractiva.
Pues bien, la cuestión es que hace ocho meses me divorcié
de mi marido por cuestiones que no vienen al caso. Todo ese tiempo no estuve
con ningún hombre, y la verdad que más pasa el tiempo, más
me doy cuenta de que lo necesito. Hasta que hace poco tiempo ocurrió
algo que me cambió la vida. Les contaré.
Un sábado me invitaron a
cenar Daniela y Carlos, un matrimonio amigo, ambos de mi edad. Fuimos a
un lugar elegante, y después decidimos ir a una disco a tomar una
copa antes de irnos cada uno a su casa a dormir. Hacía años
que no entraba a un lugar así. Pues allí nos encontramos
con Gabriel, el hijo de Daniela y Carlos. Tiene 25 años, practica
rugby de modo que tiene un cuerpo fenomenal. El chico estaba triste porque
se había peleado con su novia, y lo que menos quería esa
noche era conversar con tres personas adultas. Pero yo suelo ser una mujer
muy divertida, hice algunas bromas y le cambió el humor. Tanto que
me invitó a bailar un poco.
A las risas, acepté. Esa
noche yo llevaba un vestido rojo, de finos breteles, escotado y algo corto,
la verdad es que me veía muy bien y poco me importó lo que
pensaran quienes me observaban bailando con alguien mucho más joven
que yo.
Bailamos largo rato. Daniela y Carlos
nos avisaron que ya era hora de irnos, porque tenían sueño,
y me sorprendió escuchar a Gabriel que decía "si Adriana
acepta, nos quedamos un rato más y después yo la acompaño
hasta su casa".
Por supuesto acepté encantada.
Yo también necesitaba divertirme. La cuestión es que seguimos
juntos toda la noche y terminamos desayunando a la madrugada en un bar
muy agradable. Después me llevó en su auto hasta mi departamento.
Una vez en la puerta y antes de despedirnos, Gabriel me agradeció
todo lo que había hecho por él, me dijo que estaba muy mal
de ánimo, se sentía solo, y que yo lo ayudé a salir
de eso. Le aclaré que él también me había ayudado
a mí, que yo también estaba sola.
Me miró intensamente. Y me
dio un beso. Yo respondí con otro. En ese momento me olvidé
de que era hijo de un matrimonio amigo, me olvidé de la diferencia
de edad, me olvidé de todo. Sólo pensé que él
era un hombre y yo una mujer que hacía mucho tiempo no tenía
sexo. Y descubrí que mis ganas de él eran muy intensas. Entramos
a mi departamento besándonos y acariciándonos. Gabriel me
hizo recostar sobre un sillón, me cubrió de besos todo el
cuerpo, llegó a mis piernas, subió mi vestido e hizo a un
lado mi tanga. Fue directo a lamer mi vagina. Uh, le agradecí con
un gemido de placer. Hacía mucho que no sentía una lengua
allí en mi intimidad, y me encendió hasta hacerme arder en
un segundo.
Gabriel tenía una lengua
maravillosa y la sabía usar. Lamió y mordisqueó mi
clítoris, separó los labios de mi vagina y la introdujo dentro
de mí... en síntesis, me volvió loca y me hizo tener
el primer orgasmo de la noche. Grité como una desesperada mientras
sentía que se mojaban hasta mis muslos.
Era mi turno. Lo tiré en
el sillón, le quité rápidamente los pantalones y los
boxers, y quedó a la vista una verga maravillosa. Gruesa, de cabeza
abultada, con las venas marcadas, y en la base dos huevos grandes y pesados.
Uff. La tomé con mi mano por la base y comencé a lamerla
con entusiasmo. Me gusta hacerlo, y sé que lo hago bien. Los gemidos
de Gabriel me confirmaban que lo estaba disfrutando muchísimo. Chupé
con entusiasmo, con pasión, con ganas. Después de tanto tiempo
volvía a tener un pene en mi boca y eso me ponía feliz. Y
muy caliente. Gabriel susurró "jamás una mujer me la
chupó así, es maravilloso". Tomó mi cabeza y
empezó a mover sus caderas, cogiéndome la boca hasta hacerme
ahogar. "Trágala toda, que te entre toda", decía
una y otra vez.
Fuimos corriendo hasta mi dormitorio,
mi vestido voló por el aire igual que su camisa y nos tiramos en
la cama. Allí hicimos un 69 espectacular, me pasé su verga
por toda la cara, la chupé hasta dejarla dura y brillante. Después
me senté sobre ella dándole la espalda a mi amante. Uy, fue
maravillo sentir ese tronco duro y grueso deslizarse dentro de mi vagina
mojada. Lo cabalgué con furia, me clavé una y otra vez su
verga en la concha hasta sentir que me la hacía arder. Gabriel me
sujetaba por las nalgas, las abría y cerraba y las volvía
a abrir todo lo que podía. Estábamos muy calientes los dos.
Después me hizo girar hasta que quedé de frente a él
y mordió mis tetas mientras yo seguía mi cabalgata enloquecida.
"Sos la mejor hembra que me he cogido", decía Gabriel.
"Ya sabía yo que las veteranas son las más calientes,
y ahora lo puedo comprobar".
Fue un polvo bestial y en todas
las posiciones. No sé en qué momento quedé con la
mitad inferior de mi cuerpo sobre la cama y la cabeza, los brazos y las
tetas apoyadas en el piso alfombrado de la habitación. Gabriel se
puso detrás de mí y me penetró en esa forma. Volvió
a abrir mis nalgas y me hundió un dedo en el ano. Ah, me hizo gritar.
Y cuando sentí que sacaba su verga de mi vagina y la dirigía
hacia mi ano le dije que esperara, que se detuviera, que no estaba preparada.
No es que sea virgen de allí, he practicado mucho el sexo anal (a
mi ex marido le apasionaba) pero siempre bajo ciertas condiciones que Gabriel
no pensaba respetar. El chico apoyó la ancha cabeza de su pene en
mi agujerito y empezó a empujar. Lancé un grito de dolor.
"Gabriel, por favor no", imploré. Pero él estaba
más entusiasmado que nunca. "Te voy a hacer el culo mi amor,
es mi sueño. Vas a sentirla cómo te entra milímetro
a milímetro".
Y vaya si la sentí. Esa barra
de carne durísima y gruesa fue penetrando en mi esfínter
poco a poco, sin que yo pudiera evitarlo. Además, generalmente cuando
tengo sexo anal yo pongo un tope: con mi mano apoyada en el vientre de
mi pareja le digo hasta dónde puede penetrarme. Pero en esa posición
agitaba mis brazos en vano, no podía alcanzar a Gabriel que estaba
sobre la cama.
Conclusión: me la hundió
toda. Y después empezó a bombear, lento y profundo. Cuando
pasó el dolor terrible que sentí al principio empecé
a disfrutarlo. Sentía su verga entrar y salir, toda a lo largo.
Mi ano quedó muy dilatado. Gabriel estuvo largo rato cogiéndome
así hasta que se vació dentro de mí con un grito.
Sentí que me inundaba.
Fue maravilloso. Terminamos los
dos abrazados en la cama, y antes de que se fuera le hice mi regalo especial,
algo que reservo sólo para aquellos hombres que lo merecen: le hice
una larga mamada, permití que se vaciara en mi boca y me tragué
toda su leche. Eso lo volvió loco.
Desde ese día empezamos una
relación intensa. Gabriel está encantado conmigo porque hacemos
cosas que las chicas de su edad no se atreven. Eso permite que disfrutemos
mucho, pero también se ha convertido en un problema. Les explicaré
por qué.
Me he enamorado de Gabriel. Él
lo sabe, y por eso me pide cada vez más cosas. Últimamente
insiste en vaciarse dentro de mi vagina, pero yo no quiero porque temo
que me deje preñada. Biológicamente aún puedo tener
un hijo, pero no lo deseo. Él insiste, y no hay manera de convencerlo
de que use un preservativo. Dice que quiere ver mi concha inundada por
su leche. Pero hay más. También dice que su fantasía
es verme coger con otro hombre. Quiere mirar mientras me penetran. Hay
varios de sus amigos que están dispuestos a cumplir su sueño.
Y también pretende estar conmigo y con otra mujer. Quiere presenciar
una escena lésbica entre nosotras, que le mamemos la verga juntas
y luego penetrarnos. Yo lo amo tanto que creo que voy a ceder a sus deseos.
Me pregunto si eso es lo que debo hacer.
Quiero escuchar sus consejos. Mi
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