Relato: Una noche de viernes





Relato: Una noche de viernes

Nos casamos hace 19 años,
como es natural desde entonces nuestras relaciones sexuales han cambiado
mucho, gracias a ello disfrutamos cada vez más. Hemos procurado
evitar la monotonía con mucha imaginación y podemos decir
que lo hemos logrado.



Cuando follamos imaginamos historias
diferentes y, las vísperas de fiesta, cuando salimos solos o con
los amigos procuramos que esto nos sirva para ponernos cachondos.



Hace unos meses compramos una cámara
de vídeo, al principio la usamos para lo típico, salir fuera,
sacar paisajes, filmar a la familia, a los amigos, etc. Sin embargo pronto
le dimos otra utilidad y como era de esperar al poco tiempo estábamos
grabando escenas de nuestras folladas. A mí, especialmente, me gusta
grabar a Luisa con ropas y posturas provocativas y el sólo imaginar
que alguien las puede llegar a ver me pone muy cachondo. A Luisa le da
mucho corte que alguien pueda encontrarlas alguna vez y para evitar esto
tenemos guardadas las cintas en mi mesilla de noche.



El viernes pasado salimos a cenar.
Luisa se había puesto un vestido claro de una tela muy fina muy
provocativo, con liguero, medias negras y con unas bragas rojas trasparentes.
Los bordes de las ligas se veían en cuanto se agachaba lo mas mínimo.



Durante toda la noche estuve mirándola,
se la veía el contraste del negro de las medias y el color de la
carne de los muslos y cuando se ponía de pies se adivinaban las
bragas y el calor de la situación hacía que se le marcaran
los pezones. Estaba para echarla un buen polvo.



Mientras cenábamos los comensales
de la mesa de al lado no quitaban ojo, yo sé lo dije a ella y para
comprobar que era verdad la hice que fuera al lavabo. No había duda
ellos clavaron su vista en su culo sin disimular los mas mínimo
mirándose entre ellos con complicidad.



Toda esta situación nos calentó
al máximo, así que salimos hacia casa antes de lo acostumbrado,
porque estábamos deseando liarnos a follar.



Cuando subimos al coche se alzó
las faldas casi hasta la cintura dejando ver sus hermosos muslos y el triángulo
de sus bragas.



Durante el camino fue subiéndose
las faldas y enseñándome el gran mogollón de su chocho.
Mientras yo la metía la mano por dentro de las bragas y separaba
con mis dedos los labios de su chocho que chorreaba como una fuente.



Estuve a punto de la corrida y de
parar en cualquier sitio para metérsela, pero me pidió que
no siguiera para llegar antes a casa al máximo de la calentura.



Cuando llegamos, era todavía
temprano, y estaba todo muy silencioso, nos extrañó, porque
por la hora que era, nuestros hijos Luis y Carlos, (de 18 y 16 años),
ya debían estar allí.



Fuimos al piso de arriba, donde
están los dormitorios, y oímos hablar en el ático.
Como nos dimos cuenta que no se habían percatado de nuestra llegada,
subimos despacio para darles un susto, pero el susto fue nuestro.



Estaban ellos con dos amigos, Rodrigo
y Juan, viendo la televisión que tenían arriba pero la película
que estaban viendo era de una de nuestras grabaciones. En la televisión
se podía ver a Luisa con un camisón transparente y unas bragas
minúsculas con el culo en pompa pidiéndome que le metiera
un consolador.



Observamos un pequeño rato
y pudimos ver que los cuatro se habían sacado sus pollas y que se
las meneaban tranquilamente.



- Vaya coño que tiene tu
madre - les decía Rodrigo a nuestros hijos -, está para pegarle
una buena comida y follárselo hasta llenarla de leche a lo bestia.



Al ver todo esto, Luisa se puso
muy nerviosa y me dijo - Vamos a bajar otra vez a la puerta de la calle
y llamamos para darles la oportunidad de cortar el vídeo y disimular.



A mí, la situación
primero me molestó pero luego noté algo morboso que me empezó
a poner la polla dura.



Bajamos hacia nuestra habitación
y antes de entrar en ella, la retuve y empecé a sobarla por entre
los muslos hasta llegar a su coño, lo tenía empapado. Ella
me sacó la polla y me la empezó a mamar con verdadera ansia
en la misma puesta de la habitación.



- Cierra la puerta por si bajaban,
nos pueden ver- me dijo.



- ¿ Qué más
de lo que estaban viendo pueden ver? - le contesté.



La fui quitando el vestido y la
dejé con el liguero y las bragas que dejaban ver toda la raja de
su hermoso culo y los pelos de su sexo. Empecé a sobarla su empapado
coño y a comérselo con las bragas aún puestas.



- ¿Qué sientes al
saber, lo bien que se lo estaban pasando meneándose las pollas a
costa de tu culo y tu coño?.



Estas palabras la pusieron aún
más caliente.



- ¿Sabes? - la dije-, me
gustaría que en vez de estar viéndote en el vídeo
les estuvieras poniendo el coño en realidad.



Entonces, se me ocurrió una
idea, siempre habíamos fantaseado con que alguien se la follaba
mientras yo miraba, y esa era nuestra oportunidad.



- Ponte una falda corta y una blusa
y haz como si acabáramos de llegar y sube - le dije -, yo mientras
paso a la terraza y miro desde allí lo que pasa.



Al principio le costó un
poco pero tenia tal calentura que no tardó en ponerse la ropa que
le dije y subir.



Mientras subía la escalera,
se arrodilló sobre los peldaños y se subió la pequeña
falda quitándose las bragas que dejó tiradas en el suelo.
Yo mientras pasé por la otra habitación a la terraza y empecé
a observar.



Los cuatro chavales estaban al borde
de la corrida, y cada uno se desahogaba diciendo distintas barbaridades,
sin quedarse ninguno atrás.



- ¿Vosotros me dejaríais
follarme a tu madre algún día? - preguntó Juan.



- Sí, - contestó Luis
-, seguro que no tendrías ningún problema, porque según
puedes ver, es un verdadero putón, que se merece que le metan mil
pollas.



Por lo que pude deducir, no era
la primera vez que veían uno de nuestros videos y al parecer era
una de sus actividades preferidas de los fines de semana. Según
hablaban de las burradas que querían hacerle a Luisa con las pollas
en las manos, agitándolas cada vez mas rápidamente, oyeron
la voz de mi mujer.



-¡Chicos!, ¿ Dónde
estáis?.



En un instante se guardaron a duras
penas sus pollas en los pantalones y cambiaron el canal de la televisión
a una película de aventuras. Luisa entró en la habitación
haciéndose de nuevas.



-¿Qué hacéis
chicos?.



- Estamos viendo una película
que hemos alquilado en el vídeo club y comiendo unas pizzas - le
contestó Luis.



El aspecto de Luisa era verdaderamente
provocador, la pequeña minifalda dejaba ver parte de las ligas negras
y el resto de los muslos casi se la veían por entero y a poco que
se agachara la podrían ver hasta el hígado. Los chicos no
le quitaban ojo.



-¿Dónde esta papá?
- le preguntó Carlos, nuestro hijo pequeño.



- Se ha acostado, le duele mucho
la cabeza- contestó Luisa.-, ¿Os apetecen unas coca colas?,
yo tengo mucha sed.



Los cuatro dijeron que sí,
y ella bajó a la cocina a por ellas.



- ¡Jo que corte! - dijo Rodrigo-,
casi nos pilla.



Según decía esto intentó
sacar la película del vídeo, pero Luis mi hijo mayor se lo
impidió.



- Aún podemos ver otro poco
mientras mi madre prepara las bebidas - dijo.



- A mí me da mucha vergüenza-
dijo Juan



Pero Luis volvió a conectar
el vídeo. En ese momento se veía una escena en la que Luisa,
con un camisón rojo, se despatarraba encima de la cama, se abría
el chocho con una mano y se lo rozaba con un consolador negro que le había
regalado yo en su último cumpleaños. El consolador imitaba
la polla de un negrazo y ella de vez en cuando, lo chupaba con verdadero
vicio para luego pasárselo una y otra vez por el coño metiéndose
de vez en cuando la punta.



- ¡Fóllame negro!-
decía con una voz de salida que casi llevaba por sí misma
a la corrida. Se quedaron atónitos y como por automatismo se volvieron
a sacar las pollas y empezaron a meneárselas. Según lo hacían
empezaron a oír los paso de Luisa que subía la escalera,
los tres mayores se guardaron las pollas rápidamente, pero Carlos
nuestro hijo pequeño no logró evitar correrse sobre los pantalones
antes de poder guardarla.



Cuando subió Luisa, Carlos
disimuló su corrida poniéndose un cojín encima mientras
los otros, que habían vuelto a poner el canal de tv en la película
de aventuras que estaban viendo, hacían que charlaban sobre la misma.



Como era viernes, Luisa les preguntó:



-¿ No estaríais viendo
la película porno del canal plus?.



Ellos ligeramente nerviosos contestaron
que no. Luisa que observo los grandes bultos que los tres mayores mostraban
debajo de sus pantalones, se puso aún mas caliente y empezó
a servirles las Coca Cola. Se inclinaba de forma que a unos les dejaba
ver casi totalmente sus tetas mientras a los otros les enseñaba
sus dos rajas al desnudo. Con esas visiones los bultos de los pantalones
crecían cada vez más, excepto el de Carlos que aún
estaba relajado después de la corrida.



En uno de los momentos, Luisa volvió
a inclinarse sobre la mesa para poner un plato de aceitunas, poniéndole
a Rodrigo, que estaba detrás, el culo a pocos centímetros
de la cara. El muchacho pudo ver claramente la pelambrera del coño
y la raja del culo, e incluso notar el olor del chocho. Con una mueca nerviosa
hizo un ademán de meterla mano, lo que provocó las sonrisas
de Luis y Juan que estaban delante de ella observando cómo se salían
sus tetas de la blusa. Al único que pareció no gustarle las
exhibiciones de culo y tetas de su madre fue a Carlos que, después
de saciar su primer impulso con la corrida, parecía avergonzarse
de ella. Luisa, mientras hablaba de temas intrascendentes, siguió
enseñando su anatomía con generosidad, unas veces inclinándose,
otras agachándose y otras sentándose delante de ellos con
las piernas ligeramente abiertas, para dejar ver con generosidad los labios
de su chocho. Viendo que Luis tenia un gran bulto debajo de los pantalones
decidió romper el fuego y le preguntó entre risas:



-¿Qué tienes metido
en el bolsillo que te abulta tanto? - según decía esto agarró
con su mano por encima del pantalón la polla de nuestro hijo mayor.



En ese momento Luisa notó
un cosquilleo por la nuca que le bajó hasta el coño, nunca
se había imaginado que cogerle la polla a su hijo le iba a dar tanto
morbo.



- ¡Mamá estate quieta!
- dijo Luis intentando retirarle la mano.



Pero Luisa no la retiró y
la calentura de nuestro hijo era superior al corte de que su propia madre
le cogiera el nabo y se quedó quieto. Luisa, que estaba deseando
coger esa polla al natural comentó:



- ¿ Qué es esto?-
y, ni corta ni perezosa, le bajó la cremallera y le sacó
de sus calzoncillos una hermosa polla que estaba rezumando.



Mientras tanto, yo estaba a punto
de reventar en la terraza y había empezado a menearme también
la polla cada vez más rápidamente.



Luisa sacó con una mano la
piel del capullo y sobó con la otra la polla de Luis.



- ¿También vosotros
tenéis algo de esto debajo de los pantalones? - les preguntó
al resto de los muchachos, que se quedaron mudos.



- Estate quieta mamá- dijo
Carlos que medio llorando.



Luis estaba al borde de la corrida,
al notar como su madre le agitaba cada vez mas deprisa la polla. Luisa,
que notó que la polla de nuestro hijo daba los síntomas de
querer escupir sobre su mano, dejó de sobársela.



- Ayúdame a quitarme la blusa
y la falda hijo, tengo mucho calor- le pidió Luisa.



El muchacho apenas atinaba a sacarle
la blusa por la cabeza, menos aún cuando al intentar hacerlo notó
en sus dedos los erectos pezones de Luisa. Luisa, que se había quedado
en sujetador y liguero sin bragas, se tumbó de lado sobre el sofá
dejando ver su gran culo, como ofreciéndolo para cualquier servicio.
En esta postura, Juan, que debía ser él más decidido
se acercó a ella por detrás y la tocó suavemente,
Luisa que notó unas manos jóvenes sobándola el culo,
intentaba adivinar quién podía ser.



Hacía unos instantes había
intentado masturbar a Luis y había notado como la rozaba los pezones
cuando la ayudó a quitarse la blusa, eso la había puesto
muy salida.



-¡No té pares cógeme
el coño! - dijo Luisa.



Juan, le separó los cachetes
y dejó a la vista toda la chocha para pasarla los dedos una y otra
vez por entre los labios del coño cada vez más mojado. Luisa
volvió la cabeza y mirando a los ojos al muchacho dijo:



-¡Ahora te toca a ti Rodrigo!
- e inclinó su húmeda y hermosa raja hacia el muchacho.



Rodrigo dudó ligeramente
para luego abalanzarse sobre ella y tocarla el culo y coño con verdadera
ansía. Siempre le había gustado la madre de sus amigos y
ahora empezaba a comérselo despacio, comenzando por la raja del
culo por la que le metió la lengua para seguir por la raja de aquel
espléndido coño. Ante este espectáculo Carlos intento
quitar la boca de su amigo del chocho de su madre.



- Tú ya te has corrido, viendo
como mamá se metía el consolador. Los demás también
tienen derecho a hacerlo.- le dijo Luis retirándole.



Juan se había sacado la polla
y Luisa que estaba al borde de la corrida abrió la cremallera de
los pantalones de Rodrigo y le sacó la suya. Los dos amigos no daban
crédito a los que veían. Estaba cumpliéndose lo que
tantas veces habían deseado de Luisa, cuando venían a buscar
a Luis y Carlos a casa y la veían casi siempre con faldas cortas
y sin sujetador.



Luisa se puso a cuatro patas sobre
el sofá y cogió la polla de Rodrigo, le sacó el capullo
que estaba cubierto por la piel y empezó a rodeárselo con
la lengua.



- Pásame la polla por la
raja del coño, pero no se te ocurra por lo más mínimo
meterla.- le dijo a Juan.



Quería que se corrieran,
incluso que la llenarán de leche todo el cuerpo, pero no quería
que la metieran las pollas, menos aún cuando yo estaba mirando desde
la terraza. Miró disimuladamente a la terraza, provocándome
con su mirada y movió el coño provocativamente sabiendo que
yo la estaba deseando.



Mis dos hijos tenían los
ojos a cuadros viendo cómo sus dos amigos magreaban a su madre.
Ella empezaba a emitir ligeros gemidos de placer, como los que oían
algunas noches cuando follábamos. Luisa estaba al borde del orgasmo,
nunca había notado dos pollas al mismo tiempo, aunque muchas veces
lo habíamos imaginado cuando follábamos. Notaba como las
dos pollas cada vez se endurecían más y como la de Juan,
en su recorrido por las dos rajas, cada vez se paraba más al llegar
al agujero del coño. En una de esas pequeñas paradas habría
deseado que el muchacho no la hiciera caso y se la hubiera hincado, pero
a pesar de lo cachonda que estaba la parecía muy fuerte. Los dos
estábamos cada vez más cachondos. Luisa notando aquellas
pollas y sabiendo que yo lo estaba viendo y yo observando lo salida que
estaba. Se levantó haciendo que el joven retirara su verga del culo.
Luego se apoyó sobre el respaldo del sofá poniéndose
de rodillas sobre el asiento y dejando sus dos rajas para atrás
de forma que se veían perfectamente desde la terraza.



- ¡Sentaros detrás
y mirarme!.- les dijo Luisa a los cuatro.



Ellos la obedecieron y con ojos
de incredulidad miraban su coño y su culo mientras se la seguían
meneando.



- El que la tenga más tiesa
que me la acerque y me la pase por el culo. - les pidió Luisa.



En ese momento, estábamos
los cinco mirando aquellas dos rajas, meneándonos las pollas mientras
ella movía con vicio el culo. Juan no pudo aguantar mas se acerco
al culo de Luisa y separándola los labios de coño con una
mano se agarró la polla con la otra e intento clavársela.
Luisa se retiro ligeramente, de forma que el chico casi le hincó
el capullo en el culo. Ella, cada vez tenía más ganas de
que se la metieran hasta el hígado de un empellón, pero seguía
sin atreverse. Pero de pronto Luisa empezó a menear el culo como
una posesa, diciendo:



-¡Marido, quiero que me la
metan!. ¡Deja que estos chicos me la metan!



Aquellas palabras me pusieron al
borde del orgasmo. Como poseído entré en la habitación,
los muchachos al verme se quedaron cortados.



- Haz el espectáculo ahora
para todos- La dije.



Y siguió moviendo las dos
rajas como una verdadera puta. Aquello hizo que a todos se nos pasara el
corte, Luisa tenía el coño hacia atrás casi goteando.
Miré a Juan y le empujé ligeramente hacia Luisa haciéndole
un ligero guiño, el chaval se acercó y después empezó
nuevamente a pasarla dos dedos por entre la raja. Luisa no podía
mas y me dijo:



- ¡Marido, dile que me la
meta. !



El muchacho me miró, yo le
asentí con la cabeza y sin esperar más se la metió
de un empellón hasta el hígado, empezando a mover el culo
a toda velocidad. Estaba viendo como se follaban a mi mujer y cada vez
estaba más salido. Entre el movimiento de culo de mi mujer y las
ganas del chaval, éste estaba a punto de correrse cuando sacó
la polla del chocho para echarla toda la leche por los pelos del coño
y el culo.



-¡Cabrón. !- Dijo Luisa-
¡échamelo dentro del chocho!- el chaval cortado se sentó
en el sofá. Dejando a Luisa aún más salida.



- Luisa, cada vez más fuera
de sí, pedía otra polla a gritos. Luis nuestro hijo mayor
empujó levemente a Rodrigo para que siguiera dando placer a su madre.
Rodrigo se acercó y la chupó el culo, sobándoselo
como un verdadero maniático para rápidamente entrocarla con
su polla rezumando. En cuanto Luisa notó la punta de la polla de
Rodrigo entrar en su higo comenzó otra vez a menearse como una loca,
hasta que el pobre chaval se corrió entre sus alaridos y los de
ella. , esta vez sí la echaron la leche dentro del coño.
Ella notaba el calor de aquel semen dentro de su agujero.



-¡Necesito más pollas!
- gritaba- ¡no habéis dejado que me corra!.



Sólo quedábamos mis
dos hijos y yo. No era la primera vez que se habían corrido a costa
de su madre pero sólo había sido viendo las películas
de vídeo que habíamos grabado, mirando disimuladamente desde
algún sitio cuando paseaba ligera de ropa por la casa o cuando al
oír sus gemidos se asomaban a la puerta de nuestra habitación
para ver como la follaba, sobre todo cuando se montaba encima de mí
dejando el culo y el coño hacia la puerta.



Yo miraba atónito, nunca
la había visto tan salida, me imaginaba que el juego había
llegado al final, porque algunas veces cuando fantaseábamos follando
e intentaba contarle historias en las que uno de mis hijos se corría
a su costa siempre cortaba el relato, tampoco creía que ahora quisiera
que yo la follara. Me imaginé que se pondría de pies y que
saldría de la situación disimulando por haber bebido más
de la cuenta o algo así.



Sin embargo no fue así, su
calentura era tan fuerte, que al no haberse podido correr con las pollas
de los amigos de nuestros hijos, seguía pidiendo como loca más
polla.



Los dos amigos se miraban pues sus
dos aparatos habían quedado totalmente servidos y tardarían
en volver a enderezarse. Ella también lo sabía y en aquel
momento llegó lo que yo no me esperaba pero de alguna forma estaba
deseando.



-¡Marido, dale permiso a nuestros
hijos para que me follen! - dijo Luisa abierta de piernas encima del sofá.



Al oír estas palabras casi
me reventó la polla. Mis dos hijos me miraron. Luis se quedó
inmóvil, tenía la polla rezumando y después de aquel
espectáculo estaba deseando hincársela pero no se atrevía.



-¡Métemela, Luis, hijo
-, dijo Luisa moviendo el coño y el culo provocativamente, - tu
padre te deja. ¿Verdad que les dejas amor?.



Luis se abalanzó sobre ella
y le agarró el culo con las dos manos, Carlos el pequeño
corrió a quitarle, el ya tenía otra vez la polla tiesa, pero
no quería que su hermano hiciera eso.



Luisa, al notarlo dijo - metérmela
los dos, hijos míos, a ver si lográis que me corra de una
puta vez.



Al oír esto, Carlos se paró
y Luisa le cogió la polla agitándosela alocadamente metiéndosela
en la boca mientras me miraba con ojos de verdadera puta.



- Primero tú Luis y luego
tú Carlos, vuestro padre que se fastidie que ya me ha follado muchas
veces, ahora os toca a vosotros, ¿ no lo estabais deseando, cabrones?-,



Luis se la metió hasta los
cojones meneando el culo con gran velocidad y dándola con los huevos
en el coño, logrando hacer que Luisa se corriera como nunca yo la
había visto, luego se retiró dejándola el coño
rebosando de leche. En aquel mismo momento mi polla reventó escupiendo
un chorro de leche que la restregué por todo el coño.



Luisa se quedó tumbada con
las piernas abiertas sobre el sofá, y empapada por todas las corridas,
lo que aprovechó Carlos para echarse sobre ella y meterle la lengua
en la boca hasta a campanilla para seguidamente meterle la polla. Como
ya se había corrido con la paja inicial estuvo más de cinco
minutos meneándose encima de Luisa que volvió a correrse
mientras emitía grandes alaridos. Cuando el chaval se corrió
se retiró dejando el coño de mi mujer más lleno de
leche que nunca.



Después, se colocó
las faldas y la blusa y salió a despedir a los atónitos amigos
de mis hijos, para volver a nuestra habitación donde volvimos a
follarla a lo bestia entre los tres.



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Relato: Una noche de viernes
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