Relato: FAUSTO: EL INICIO
Recuerdo que era yo aun un ni�o cuando supe por primera vez lo que era la hipnosis. En uno de esos shows de televisi�n dominicales, una hermosa conductora ca�a en los brazos de un tipo con barba y traje negro. �l le daba instrucciones y la chica las obedec�a todas. No s� porque pero al ver a esa belleza sometida a la voluntad del hombre de barba, sent� como el coraz�n me lat�a con m�s rapidez, la sangre se me agolpaba en la cabeza y experimente mi primera erecci�n.
Al paso del tiempo, supe que lo que hab�a visto ese d�a, se llamaba �hipnotismo� y desarrolle un inter�s poco com�n por ese fen�meno. Buscaba series y pel�culas donde estuviera presente la hipnosis, pero solo cuando el hipnotista era hombre y la hipnotizada mujer, era cuando volv�a a tener erecciones.
Comenc� a investigar la hipnosis en todos los lugares donde me era posible, sin embargo la que mas llamaba mi atenci�n era esa hipnosis m�stica, aquella que representaba una especie de don o poder sobrenatural para dominar la mente de los dem�s. Por azares del destino, ya siendo yo un pre adolescente, el profesor de historia, nos encomend� investigar sobre la Rusia zarista y la revoluci�n rusa. Debo decir a partir de ah�, hice el hallazgo que cambiaria mi vida para siempre: conoc� la historia de Grigori Yef�movich, mejor conocido como Rasput�n. Su vida estaba entre los hechos y las leyendas, Rasput�n, apodado �el monje loco� pose�an la capacidad de influir y dominar a las personas, pero sobre todo a mujeres bellas. Mientras conoc�a m�s de la biograf�a de Rasput�n, un sentimiento crec�a en mi interior, no sab�a la raz�n, pero algo me dec�a que yo ten�a el mismo don hipn�tico que el monje siberiano. Le�, me concentre e intente muchas veces influir en las acciones de la gente a mi alrededor, pero nada parec�a funcionar, empezaba a dudar de aquel presentimiento que me hac�a pensar que pod�a seguir los pasos de Rasput�n, pero un d�a todo cambio.
Eran vacaciones de verano y mis t�os hab�an decido pasar unos d�as en nuestra casa, ya que la playa estaba a pocos minutos de ah�. Para mi fortuna trajeron con ellos a su �nica hija, mi prima Cristina. A sus 17 a�os, Cristina era una joven muy bonita, de pelo negro hasta los hombros, piel bronceada, cuerpo esbelto, senos medianos y firmes, sin ser un portento, pod�a atraer f�cilmente a cualquiera que ella deseara. Su car�cter era rebelde, no era muy buena para el estudio, le gustaba coquetear con los chicos de su edad, pero solo como diversi�n. Al verla desfilar por toda la casa con ropas ligeras, no pude evitar que en mi mente se formara la fantas�a de dominarla y disfrutar de sus besos y de su cuerpo. Yo dos a�os menor que mi prima, no era m�s que un mocoso aburrido desde su punto de vista, no hab�a esperanza de tener algo con ella, al menos no de forma tradicional. Para ese entonces mis esperanzas de ser un hipnotista poderoso como Rasput�n, se iban desvaneciendo. Como �ltima opci�n empec� a releer la informaci�n que hab�a recopilado y fue entonces cuando le� una parte que dec�a �cuando se inicia en el mundo de la hipnosis, la mayor�a de las veces no se puede influir en el sujeto al primer intento, es necesario trabajarlo varias veces, hasta que de resultado�. No s� c�mo pude pasarlo por alto, todas las veces que intente influir en alguien y no lo consegu� a la primera, cambiaba de objetivo y buscaba a otro (m�s bien a otra) que se viera dominada por mi voluntad y mi �poder�. Estaba decidido: Cristina seria mi nuevo conejillo de indias, intentar�a dominarla hasta que lo lograra, aunque solo ten�a un par de semanas para ello, as� que de inmediato dise�e un plan y lo puse en marcha.
Al dar inicio con mis intentos, Cristina me miraba extra�o y a veces me dec�a ��Qu� diablos me ves?� Yo solo respond�a t�midamente �no, nada, disculpa�. Ella ocupada en coquetear con los incautos locales, no le daba importancia a mis acciones, hasta que una ma�ana, mientras ella desayunaba, yo baje al comedor, mi prima miraba el televisor, realice un intento mas, me coloque detr�s de ella y me concentre en pensar �voltea y m�rame, voltea y m�rame, voltea y m�rame� de pronto ella giro su cabeza y se me quedo mirando sin expresi�n en su rostro. No lo pod�a creer, por fin hab�a logrado un m�nimo avance, estaba nervioso, pero deb�a tomarlo con calma y disimular, as� que pregunte ��y ahora tu que me ves�? Cristina hizo una cara de confusi�n, realmente no sab�a c�mo responder a m� pregunta, parpadeo y un poco nerviosa y confundida dijo ��a ti? No tengo nada que verte a ti� apenas pude evitar sonre�r y conteste �ok, como tu digas�. Ella se giro de nuevo y sigui� mirando la televisi�n.
Esa noche no pude dormir, no cab�a en mi de felicidad y supe que era el momento de obtener algo mas que solo indiferencia por parte de mi linda primita.
Paso una semana, mis padres y mis t�os hab�an salido de compras, solo est�bamos Cristina y yo, era mi �nica oportunidad, no pod�a fallar, si no lograba mi objetivo, habr�a graves consecuencias para m�. Era aun de ma�ana, mi prima aun estaba en su habitaci�n (de hu�spedes) mi coraz�n palpitaba como loco, no pod�a dar marcha atr�s, la puerta estaba entre abierta, la abr� y entre, mi prima estaba sentada en la cama, se hab�a quitado la pijama y se dispon�a a ponerse una de sus tantas mini faldas, cerr� la puerta y ella volteo hacia m�, su rostro era de sorpresa, pero pronto cambio a uno de gran enojo
-�y t� qu� haces aqu�? �No ves que me estoy vistiendo? �Eres idiota o estas enfermo? �Sal ahora mismo o les dir� a mis t�os cuando regresen!
- tranquila Cristi, solo vine a saludarte y a mostrarte algo
-�que te largues, te dije, eres un pervertido!
-solo rel�jate, no te hare da�o
-la que te har� da�o soy yo- Al decir esto tomo el florero que estaba sobre el tocador y amenazo con arroj�rmelo
Sab�a que era arriesgado, as� que en lugar de hacer lo que ella me dec�a, me abalanc� sobre ella y le quite el florero, la mire a los ojos y le dije �no temas Cristina, solo deseo ver un poco mas de ti, rel�jate, no grites.
Ella al principio forcejeo, yo la hab�a tomado por ambas mu�ecas y pegaba mi cuerpo al de ella. Segu� repitiendo las mismas palabras sin dejar de mirarlas fijamente a sus encantadores ojos negros. Era tan excitante, mi prima solo ten�a la parte de arriba de su pijama, no pudo terminar de ponerse su falda, usaba una panty de color azul, yo por mi parte solo vest�a un b�xer.
-no te resistas Cristina, d�jame ver tus pechos.
Poco a poco dejo de oponer resistencia, hab�a clavado su mirada en la m�a y parec�a no poder dejar de verme a los ojos.
-eso es primita, rel�jate, eres muy bonita, mu�strame tu cuerpo
Baje mi cara y comenc� a besar su cuello, su aroma era exquisito. Baje mis manos a su cintura y una de ellas subi� un poco para acariciar su vientre y jugar con la perforaci�n de su ombligo. La tumbe en la cama, ella empez� a emitir leves gemidos, no estaba totalmente bajo m control, pero tampoco era capaz de resistirse. Sab�a que lo que hac�a era perverso, era mi prima y adem�s estaba abusando de ella de alguna forma, al planearlo, lo �nico que buscaba era verla desnuda, pero mi excitaci�n me domino, y ahora solo pensaba en hacerla m�a, deb�a penetrarla. Con desesperaci�n le quite la parte de arriba de su pijama, levante su bra para admirar su hermoso par de tetas, eran firmes y de pezones oscuros, con una mano libere mi pene de su prisi�n de tela, Cristina me ve�a a los ojos, su mirada denotaba confusi�n. Note que los pezones de mi victima iban par�ndose, nunca hab�a visto a una mujer desnuda, mi miembro reventaba de excitaci�n y expulsaba gotas de l�quido preseminal.
-�as� que te gusta calentar a los hombres? Eres una zorrita, se ve que te est� gustando todo esto. Le dije mientras me acercaba para besarla en los labios.
Mi prima por toda respuesta cerr� los ojos y puso sus manos en mis hombros y despu�s en mi espalda. Por fin hab�a logrado que se entregara, sus gemidos eran m�s fuertes.
-mmmmm, Fausto �Por qu� me haces estos?
-d�jate llevar Cristina, esto te gusta, deseas ser m�a �no es as�?
-mmmmm
-�no es as�?
-mmmm si
Un ruido me devolvi� la realidad, eran sonidos de motor y llantas. Mis padres y los de cristina hab�an vuelto.
-�maldita sea!- exclame
Del susto mi erecci�n desapareci�. Guarde mi pene. Le ordene a Cristina que se vistiera y Sal� corriendo a mi habitaci�n.
Mi �nico error fue no medir correctamente el tiempo. Mi t�o llego con la noticia de que su jefe lo requer�a de vuelta en su ciudad, part�an ese mismo d�a en la tarde. Fing� un intenso dolor de estomago para no levantarme, no deseaba despedirme, no pod�a ver a Cristina a la cara. Cuando volv� a ver a mi prima, hab�an pasado varios a�os, solo nos saludamos como dos adultos maduros, pues eso �ramos ahora. Nunca supe si ella recordaba aquella ma�ana en cuando estuve a punto de hacerle el amor, pero la verdad no me intereso, ya que desde ese d�a supe que ten�a el poder de dominar a las mujeres.