Relato: LA ESPOSA AGRADECIDA Segunda Parte
Lean previamente La Esposa Agradecida Primera Parte.
CONTINUACION
Mientras apur�bamos, mi amigo y yo, los cubalibres de co�ac y termin�bamos de comer las tartas de manzana, que estaban exquisitas; no par�bamos de descojonarnos de la risa al recordar, en el cine de Lisboa, los �Ohhh...! de admiraci�n que pronunciaban las sofocadas chicas de las butacas de nuestra derecha, al contemplar las tremendas embestidas que propinaba el hombre con su enorme polla a la vagina de la rubia a cuatro patas, que le dec�a -sigue, sigue m�s, no pares...-al tiempo que chistaban, para que se callasen las chicas, un matrimonio de viejos que estaban en las butacas de detr�s de nosotros.
Al tiempo que lo coment�bamos ri�ndonos, mis vista no se apartaba en ning�n momento de la mesa a la que estaban sentadas la elegante se�ora y la mujer despampanante del jersey rojo. Parec�a que estaba hipnotizado ante la visi�n de aquella �spl�ndida mujer madura. Segu�an hablando animadamente y hubo un instante que se le cay� de la
mesa al suelo la cajetilla de tabaco que pretend�a coger para fumar un cigarrillo, cuando hizo un movimiento con su cuerpo para agacharse para recoger la cajetilla y dobl� todo su tronco apoyando su inmenso busto sobre la mesa, al tiempo que su estrecha falda negra se le sub�a hasta la mitad de sus muslos, que me parecieron maravillosos. Fue s�lo unos momentos, despu�s volvi� a su posici�n normal. Yo no dejaba de observarla, pero parec�a que ella estaba ajena a mis miradas.
-�Joder, no dejas de mirar a esa t�a-dijo mi amigo.-Ya s� que est� buen�sima, pero vas a acabar por molestarla-
-Tienes raz�n, me he obsesionado, pero, �Qu� quieres que mire?-le contest�.
-Yo tambi�n me fijo,como para no fijarse, pero con m�s disimulo-
dijo mi amigo.-Adem�s hay m�s cosas que mirar, como por ejemplo el hombre que hay en la barra a tu izquierda; desde que llegamos nosotros ya estaba y en el tiempo que nosotros nos hemos tomado la copa, �l se ha bebido tres wiskys solos-
Mir� al lado izquierdo de la barra y vi a un hombre de unos sesenta a�os, con traje gris, que platicaba jovialmente con el camarero al tiempo que le ped�a otro whisky.
-Parece que el hombre est� animado, por no decir cargadito-le dije a mi amigo.-Bueno, mientras no se meta con nadie y no moleste, puede beber cuanto quiera, siempre que no le haga da�o-
Yo segu�a mirando a la t�a buena abstra�do, not� que me estaba empezando a empalmar. En esto que o� detr�s de nosotros una voz ronca que nos decia, -Por favor tienen Uds. fuego-. Era el hombre del traje gris, que nos solicitaba amablemente cerillas para encender su gigarrillo.-S�, como no- le constest� mi amigo, ofreci�ndole su caja de cerillas. El hombre prendi� una y la acerc� al cigarro que ten�a en la boca, para exhalar a continuaci�n una fuerte bocanada de humo sobre nosotros; al tiempo que nos dec�a, -Gracias,han sido muy amables, si quieren les puedo ofrecer unos cigarros-A lo que le contestamos cogiendo dos cigarros de la cajetilla. Y se puso a fumar y a beber el wisky que ten�a en la otra mano al lado nuestro, al tiempo que nos llegaba el humo y el aliento a alcohol.
CONTINUARA