Relato: Culeando en el parque Qu� cosa m�s rica que es cogerse un buen puto, de esos que son bien maricas, que gozan de verdad por el culo y que deliran de placer cuando un macho caliente les tapona el hueco con la pija bien hinchada y los bombea gustoso hasta hacerlos acabar.
Me encantan los trolos, esos que son exageradamente afeminados, cuya putez se les nota en la cara, en la mirada, en la voz y hasta en cada uno de sus gestos. Me gustan los buscones, los que disfrutan de saberse deseados y que cuando un tipo les cabe no dudan en irse con �l. Puedo estar triste, lleno de preocupaciones, muy cansado o deprimido, pero la posibilidad de llevarme a un marica a la cama o a los yuyos siempre me levanta el �nimo.
Entre mis muchas an�cdotas de tales lides recuerdo con especial calentura cierta noche de primavera en Buenos Aires, ciudad en la que se ha desarrollado la mayor�a de mis aventuras sexuales, quiz� por eso de que estar en un lugar que no es el tuyo te desinhibe.
Eran casi las dos de la ma�ana cuando regresaba de cenar en la casa de unos amigos en Palermo. Hab�a bajado del micro en San Telmo, barrio donde estaba mi hotel. Mi idea era tomarme una pinta de cerveza helada antes de irme a dormir, pero al llegar a plaza Serrano me encontr� con todo cerrado. Me llam� la atenci�n, aunque en verdad era temporada baja y un d�a a mitad de semana, no recuerdo si martes o mi�rcoles. En fin, resolv� ir a descansar. Caminaba por Defensa cuando, a media cuadra del cruce con Brasil vi caminar por mi misma vereda y en sentido contrario una figura que parec�a una mujer, no obstante al acortarse la distancia me di cuenta de que no lo era, pero tampoco un travesti. Se trataba de un marica, habr� tenido alrededor de treinta a�os, como yo, flaco, morocho, de cabello te�ido y muy enrulado, que levantaba con una bincha de colores. Vest�a unos pantalones tambi�n chillones, ojotas y una campera de nylon bajo la cual usaba una remera del tipo pupera, que dejaba al descubierto su ombligo. Ten�a unas formas bastante andr�ginas, sin embargo lo que m�s me gust� fue su cara de mulato, con boca grande y de labios gruesos, p�mulos salientes y ojos grandes, lo que en conjunto le daban un aire de tremendo maric�n. Al pasar junto a m� me mir� de una manera sugerente, a lo que respond� con un piropo.
- �Qu� ricura!
- �Qu� te pasa? �espet� de inmediato, con aire desafiante.
Era m�s bajo que yo y, como dije, muy delgado. Adoptar aquella actitud me llevar�a m�s tarde a analizar cuestiones vinculadas a la conducta humana, ya que si en realidad su intenci�n hubiese sido retarme, por m�s artes marciales que supiese no era rival para m� y en dos golpes lo hubiera dejado tirado. No lo pens� as� en ese momento, pero mi conclusi�n ulterior fue que en ese breve cruce se hab�a percatado que mi manera de mirarlo no fue hostil, sino de deseo, y que el haberse detenido obedec�a a comprobar hasta d�nde llegar�a yo.
- Que sos una ricura, eso dije.
- �Te est�s burlando de m�? �agreg�, con el mismo tono.
- Para nada, pero si te ha molestado mi elogio te pido disculpas.
- Bueno, no me ha molestado �continu�, cambiando su postura por una m�s relajada-, lo que pasa es que estoy acostumbrada a que me digan otras cosas por la calle.
- �Ah s�? �C�mo cu�les?
- Como puto de mierda, maric�n reventado, cosas as�.
- �Y qui�n te las dice?
- Los tipos, me gritan desde los autos o cuando est�n en barra, nunca cuando van solos.
- �Sab�s qu�? Puede que en realidad piensen una cosa muy diferente a lo que te gritan, y que no te la digan cuando est�n solos por temor.
- �Temor a qu�?
- A reconocer que en realidad les gust�s.
- Ah� �y c�mo es que vos te anim�s estando solo?
- Porque yo no tengo problema en dec�rtelo, a m� me parec�s una ricura.
- �Y por qu� te parezco una ricura?
- Si quer�s te cuento, �o vas muy apurada? Perd�n, apurado.
- M�s o menos, contame.
- �Vamos al parque? Compro una gaseosa y charlamos un rato, �s�?
- Dale �acept�, tras un instante de duda, y se sum� a la direcci�n que yo tra�a.
Antes de la esquina hab�a un kiosco, en el que compr� una Fanta Naranja tras consultarle a mi nuevo amigo qu� deseaba beber, tras lo cual nos dirigimos al parque Lezama. Nos adentramos en la oscuridad de aquel paseo p�blico con cierto recelo por parte del marica, ya que a esa hora no se ve�a a nadie y algunos riesgos podr�an acecharnos, por lo que le mostr� la pistola que llevaba conmigo.
- �Qu�, sos polic�a? �se alarm� un poco.
- No, soy ejecutivo de una empresa que me autoriza a portar armas para mi protecci�n. Quedate tranquilo que estando conmigo no te pasar� nada.
Tras buscar unos segundos dimos con un banco ubicado en lo m�s rec�ndito del parque. All� nos sentamos a horcajadas, como montando un caballo, lleg�ndonos las luces de la calle y de alguna que otra mortecina l�mpara ubicada en el sector.
- Me llamo Sergio, �cu�l es tu nombre? �le dije.
- Agust�n, pero mis amigos me dicen Agu.
- �Y qu� hac�as a esta hora en la calle, Agu?
- Volv�a de comer en casa de unos amigos.
- Mir� vos, yo tambi�n, estuve en Palermo.
- �Viv�s por ac�?
- En un hotel que est� por Brasil. �As� que te molest� que te dijera ricura?
- No, al contrario, pero primero pens� que eras un boludo que me estaba molestando.
- Pasa que a m� me gustan mucho los chicos como vos �le dije en un tono m�s �ntimo, acarici�ndole la cara y pas�ndole el pulgar por los labios.
- �Ah s�? �Y para qu� te gustamos? �quiso saber, adoptando una actitud sugerente.
Acto seguido le busqu� la boca con la m�a y le di un largo beso que �l respondi� con mucha ternura.
- �Vos qu� pens�s?
- �Te calentamos?
Sin dejar de besarlo le tom� una mano y me la llev� a la entrepierna, haciendo que me agarrara el bulto.
- Sent�, la tengo dura desde que te vi.
- �Me la dej�s ver? �pidi�.
Como respuesta abr� mi bragueta y acomod� lo suficiente el pantal�n y el boxer como para que la pija quedara a su merced. Agu me la agarr� y volviendo a besarme comenz� a masturbarme suavemente.
- Larga y gordita� -murmur� entre besos-� �puedo�?
- S�, pod�s.
El puto ech� el culo hacia atr�s para poder inclinarse y entonces se meti� toda la verga en la boca, comenzando a regalarme una inolvidable mamada. Luego de asegurarme que ten�a mi pistola al alcance de mi diestra, us� esta mano para acompa�ar sus movimientos y obligar a que le entrara lo m�s posible mi miembro en la boca. Hab�a comenzado a gozar de aquel rico trolo y estaba dispuesto a sacarme todas las ganas, por lo que al mismo tiempo me manten�a alerta para bajar de un balazo al primer v�ndalo que quisiera aprovechar la situaci�n y atacarnos por sorpresa. As� fue c�mo me recost� en el banco y goc� de aquella maravillosa chupada mientras oteaba en la oscuridad para detectar cualquier peligro. El momento de mayor indefensi�n lo tuve al acercarse el orgasmo, durante el cual me abandon� unos segundos al intenso placer de sentir c�mo me saltaba la leche. Result� ser uno de esos breves momentos que al mismo tiempo parecen eternos, y que deseamos que as� lo fuesen, y vaya si lo disfrut�, cercior�ndome de inmediato que segu�amos solos y tranquilos.
- �Te gust�? �pregunt�, relami�ndose como una gata reci�n comida.
- Me encant� �respond�, enter�ndome de que se hab�a tragado toda mi acabada.
- Te cuento algo �le dije-. Soy bien machito y no te puedo devolver el favor haci�ndote lo que me hiciste, �entend�s?
- S� que te entiendo, me gusta que seas as�.
- Pero me gustar�a que me dejaras hacerte otra cosa.
- �Qu� cosa? �se interes�, entusiasmado.
- Ven� que es un secreto �y al o�do le susurr�-. Chuparte ese culazo infernal. No sab�s las ganas que me dieron de comerte el rosquete.
- �Sos un hijo de puta! �murmur�, para luego comerme la boca de un chup�n-. Si me hac�s eso me dejo hacer lo que se te ocurra.
- Mostrame el orto entonces.
El puto desabroch� su pantal�n, se arrodill� luego sobre el banco, d�ndome la espalda, y se baj� la ropa, slip incluido, hasta las rodillas, ofreci�ndome un culo muy grande en proporci�n a su delgadez. Nalgas gordas, redondas, suaves y tibias, bajo las cuales pude vislumbrar el peque�o pene de Agu, que sin embargo estaba erecto. Met� los dedos de mis dos manos en su raya y como si me dispusiera a abrir una puerta doble y corrediza que estuviera trabada, separ� lo suficiente sus nalgas para verle el ano. Ni Agu sabr�a cu�ntas vergas hab�a conocido aquella cueva que sin embargo simulaba estar cerrada. Su argollita era de un marr�n mucho m�s oscuro que su piel. Junt� sonoramente mucha saliva que luego escup� hasta dar de lleno en aquel hueco, para luego desparramar la baba por toda la raya, caricia que hizo gemir de gusto al trolo, especialmente cuando le hice sentir la punta de mi lengua meti�ndose en el orificio empapado. Luego us� mis labios como ventosa y me dediqu� un buen rato a succionar. �Ah� por favor! �Qu� delicia result� saborear aquel culo pasivo tan caliente y hambriento! Me intranquilizaba un poco estar expuestos a cualquier granuja, m�s all� de que mi �ndice derecho no dejaba de tocar el gatillo del arma, pero al mismo tiempo el riesgo le daba un valor agregado a lo excitante de la situaci�n. Me decid� entonces a que aquel levante casual no se limitar�a al franeleo ni al sexo oral, sino que la har�amos completita.
Agu ya estaba paje�ndose de lo lindo cuando le empec� a hurgar el culo con la lengua, bien adentro, meti�ndole la saliva hasta lubricarle el recto. Mi poronga estaba nuevamente lista, bien dura y deseosa, por lo que abroch�ndome el pantal�n, con la pija asomando por la bragueta, me puse de pie e hice que Agu me imitara, sin embargo no fue necesario que �l tambi�n se prendiera la ropa, pues lo tom� en mis brazos, como quien levanta a su flamante esposa en la puerta de la alcoba conyugal, y me lo llev� unos metros m�s hacia la oscuridad, deposit�ndolo con cuidado sobre la hierba. Acto seguido busqu� en mis bolsillos la tira de profil�cticos que siempre llevaba conmigo y con uno de ellos me enfund� la pija, acost�ndome junto a �l, acomod�ndolo para adoptar juntos la pose de la cucharita. Levant�ndole la pierna derecha comenc� a buscarle el orto con la verga y al encontrarlo lo empal� de un solo movimiento. En verdad que Agu ten�a el culo un poco estrecho, pero el empell�n fue lo suficientemente duro como para que el ancho de mi pija se abriera camino hasta que mis bolas oficiaron como tope.
- �Hijo de mil puta! �susurr�, casi con bronca-. �Me rajaste el ocote!
�Ahhh! �Glorioso! Es tan endiabladamente intenso e inexplicablemente fabuloso estar abotonado al ocote de un marica caliente, que me resulta imposible dar con las palabras para que el lector pueda comprender al menos un poquito el tremendo placer que siento cuando lo hago y que experiment� aquella madrugada, revolc�ndome en los yuyos con tan sublime puto. Qu� maravillosas criaturas los gays, especialmente desde mi gusto los pasivos y afeminados, los putones, los mariconazos, apelativos que podr�n sonar peyorativos, pero que me calienta usar y siempre con la m�s cari�osa y tierna de las intenciones, no podr�a ser de otro modo cuando tanto goce me dan. Y en ese instante mi mayor ansia era darle much�simo placer a Agu, cuyo upite estaba hurg�ndole de manera cada vez m�s fren�tica. Aquel divino comepija acab� en un momento dado, ahogando sus gemidos lo m�s que pudo. Parec�a que lloraba contenidamente, pero no, estaba gozando y a m� me complac�a enormemente ser el motivo de tales sensaciones. A�n estaba eyaculando cuando decid� que era la mejor ocasi�n de hacer lo propio y, abraz�ndolo con mucha fuerza comenc� a bombearlo casi con furia, sacudi�ndolo. Debo confesar que estaba como pose�do, me hab�a invadido una extra�a necesidad de meterme entero al cuerpo de aquel maric�n y en mi delirio fantasee con prolongar eternamente ese instante, abotonados y sudados, tirados sobre el pasto y amparados en la oscuridad del parque Lezama, hasta que no pude m�s y tambi�n yo ahogu� un grito cuando sent� que la segunda acabada de la noche saltaba a chorros de mi pija y llenaba el forro. Me pareci� que estuve horas eyaculando, aunque l�gicamente fueron segundos� segundos m�gicos, llenos de morbo, calentura, placer� Luego el relax que nos llen� a los dos, y que usamos en buscarnos las bocas para brindarnos h�medos besos de lengua, a�n abotonados. Nos quedamos as� un buen rato, lamentando t�citamente haber acabado. Nuestro sudor se mezclaba, lo mismo que mi perfume de hombre y el suyo, ambiguo y dulz�n. Finalmente nos desprendimos y me saqu� el forro, pero antes de que me dispusiera a hacerle un nudo y tirarlo Agu me lo pidi� y en la boca, engullendo aquel yogurt viril que resultara de nuestra c�pula.
- Me encanta tu leche �me dijo.
Nos abrochamos la ropa, nos sacudimos los yuyos y salimos del parque. Lo acompa�� hasta su casa, no muy lejos de ah�, y me invit� a quedarme a dormir pero le expliqu� que deb�a madrugar, por lo que intercambiamos nuestros n�meros de tel�fono y quedamos en mantenernos en contacto. Nos volvimos a comer la boca en la entrada a su casa y la calentura volvi� a anunciarse en ambos. Si me quedaba se me complicar�a la jornada que en pocas horas comenzar�a, por lo que decid� despedirme, pero con la clara intenci�n de volver a vernos a la noche, y esta vez sacarme las ganas culeando a tan sabroso puto en su cama.
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Relato: Culeando en el parque
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