Relato: Adi�s adolescencia, adi�s inocencia.
Adi�s adolescencia, adi�s inocencia.
Cap�tulo 4. Los mundos se acercan. La hierba se viste de esperanza. La primavera se presentaba amistosa con sus pr�jimos humanos y resplandec�a amable. Una tarde, en el ya avanzado mes de mayo, escuch� una algarab�a en el balc�n de nuestra cocina. Me asom� por la ventana y vi la raz�n de la bulla. En el inmenso patio gramado de la residencia se tend�an varias chicas sobre sus toallas playeras enfundadas en los trajes de ba�o de la d�cada de los 60. En el centro de aquel enjambre femenino se destaca una de cabello negro, casi azabache luciendo un ce�ido bikini verde. La observo con mucho detenimiento, la reconozco; es la amiga del surandino de nuestro piso que se deja dorar por los rayos solares primaverales. Me siento en el pretil de mi ventana para admirarla. �Qu� bocado tan hermoso!, me digo, pues ahora s� puedo regodearme vi�ndole los atributos que estaban escondidos en su traje la noche del cine. Su cuerpo plet�rico de curvas y redondeces est� all� adormilado. Musculatura segura es la suya, se voltea quedando boca arriba d�ndome la oportunidad para que le admire sus senos firmes y altos como dos volcanes gemelos, su bikini le cubre su orgulloso pubis hundi�ndose entre sus ingles d�ndole paso a esos muslos plenos de fortaleza, nada de celulitis; se pone boca abajo solt�ndose las trenzas del sost�n, su espalda brilla, mi vista se dirige a sus posaderas; se notan firmes en extremo, su redondez es perfecta; sigo hasta sus pies que juguetean cubri�ndose entre s� muy pausadamente. Ahora s� entend�a la frase de algunos: <>.
Estaba ensimismado con la oferta all� expuesta cuando de repente dos voces alborotadas y nerviosas me cortan la nota. Mi puerta estaba abierta. -"Maje, Maje, est�s viendo lo buenota que est� la del bikini verde"-; era Tano con su explosiva alegr�a dicharachera: -"qu� cosota tan sabrosota, pa� lamberla todita y meter la lengua en toda esa carne tan sabrosa, desde las u�as de los pies hasta la coronilla; je, je, y despu�s mando a enmarcar mi pija en un marco de oro, pues ese trofeo ser�a el m�ximo... Qu� hembrilla tan buenota, uyy, como pa� morirse"-. Adelmo era tambi�n presa del entusiasmo de Tano y se un�a a su algarab�a: -"Puta merda, qu� garota tan gostosa; puta que o pari�, s�, muito bonita e goistosa"-. Tano ven�a armado con los bin�culos de Amigo y se aprest� a auscultar minuciosamente, a distancia, a aquella bella <> tendida en su toalla playera... Se apoy� en el pretil de la ventana apuntando los bin�culos hacia la hierba resplandeciente; de s�bito exhala un sordo alarido de entusiasmo: -"uuyy Maje, mire qu� hembrilla tan bella y tan femenina, toma y m�rala, va por all� entrando a buscar su correo, ap�rese Maje, antes de que se pierda"-.
En nuestra secreta contemplaci�n se hab�a inmiscuido de repente una chica que atravesaba el patio a paso ligero lo cual indicaba que iba apresurada. Era rubia totalmente, no muy alta, m�ximo 170 cms.; su vestimenta era t�pica de la �poca: la blusa cubierta por una chaquetilla de manga larga y una falda corta pero sin llegar a ser una minifalda extra corta, zapatos cerrados de tac�n mediano; su cabello aur�fero terminaba en una colita de caballo muy coqueta. Me pas� bruscamente los largavistas, los tom� y qued� perplejo al ver tanta delicadeza en una chica alemana, tanta fragilidad; mi boca se entreabri�, de mis labios se descolg� una largu�sima l�grima bucal. Ella se perdi� en el edificio central de la residencia. Suspir� hond�simo. �Uhm! Yo babeaba sin poderme contener al admirar a esa deidad representativa de la mujer del centro y norte de Europa. Una real diosa escandinava, pens� en aquellos instantes de desordenado jolgorio. Yo no sab�a a qui�n deb�a admirar m�s, pues eran dos bellezas totalmente opuestas; la chica en la hierba con su lujuriosa figura firme; o la otra, sinuosa, fr�gil y delicada. Mis �vidos ojos se concentraron ahora en el bikini verde, vi que se ergu�a envolvi�ndose en su toalla para cubrirse; Tano me quita el bin�culo: -"d�jame verle el culo; �ah, qu� bueno lo tiene!, pa�rranc�rselo a mordiscos o babi�rselo todito a puros leng�etazos, ja, ja, ja"-; y Adelmo lo apoy� divertido: -"s�, s� Tano, ja, ja, mordiscos y leng�etazos, ja, ja, ja; puta merda"-.
De repente... -"Epa g�evones, vengan y vamos a tomar el sol; aprovechemos"-; era Amigo. De pronto se hallaba en el centro de mi covacha armado de una crema protectora contra las quemaduras del sol y metido ya en su traje de ba�o: -"vengan cojudos, mi mujer est� ah� afuera"-. Silencio. Nadie se atrev�a a responder, incluy�ndome yo. Ella era una tentaci�n para todos, incluso para m� tambi�n a pesar de la diferencia de edad entre ambos. �l se dirigi� directo a m� para darme �nimos. -"venezolano pelotas, vaya y p�ngase el traje de ba�o p�asolearnos; mi mujer me est� esperando, vaya y ap�rese cojudo; despu�s cenamos con ella en su piso, vaya pelotudo"-. Sus frases de grueso calibre expresivo no me animaban mucho, ni me seduc�an. Tano me aup�: -"s� Maje, vaya a tomar el sol pa� que se le bronci� ese culo porque est�s muy p�lido, aproveche, pues esa ganga no es todos los d�as"-; idem Adelmo: -"s� filho da puta, vai con Amigo e sua goistosa garota"-; Amigo se complaci�: -"ja, ja, ja, este g�ev�n"-. Una vez que me convencieron baj� a la grama maravillosa siguiendo a Amigo, pero sin traje de ba�o pues la temperatura no me era placentera. Salimos al patio y nos dirigimos hacia el centro del mismo en donde ella se encontraba tendida boca abajo y con el sost�n suelto dejando adivinar la opulenta exuberancia de sus volc�nicos senos. Dormitaba silenciosa. Mis codiciosos ojos no se separaban de la juntura de sus muslos demarcada por una l�nea herm�tica que no permit�a acceso alguno, as� como tampoco de la ca�ada escondida tras la tela que se tensaba pasiva por el valle divisor de sus firmes gl�teos; la luz de ese sol intenso de aquella tarde me permit�a leer la trayectoria de esa divisi�n carnal, un ligero temblor avasall� mi cuerpo. �Qu��� bocadote, co�o!, lucubraba yo mientras escudri�aba visualmente aquella hermos�sima mujer.
Amigo se agach� para murmurarle suaves sonidos voc�licos, ella entreabri� sus p�rpados y sus profundas esmeraldas aparecieron casi somnolientas en aquella soleada tarde primaveral. Le orden� que le asegurara el sost�n del bikini para poder darse vuelta; �ste se arrodill� junto a ella y le abroch� la pieza; la Hermosura se volte� apoy�ndose en sus codos al tiempo que me tend�a su mano derecha: -"hola Agturro; �nos quieres acompa�ar?, ponte c�modo y si�ntate en mi toalla"-. Sus palabras me animaron porque le hab�a entendido la frase completa. Me sent� calladamente a su lado obedeci�ndole su insinuaci�n... �l sac� su botella con la crema antisol y le empez� a embadurnar la espalda, los hombros, el pecho. Un silbido en coro vocinglero se oy� desde el balc�n de nuestra cocina: -"Pfuiiiiifuuiiuuu; m�s, ponle m�s; m�s abajo pelotas; pfuiiiiffuuiiiuuu; d�jame a m� que yo se lo hago mejor; pr�stame esa botellita m�gica pa� embadurn�rsela enterita, ja, ja, ja, hasta por all� bien abajo... La concha, la concha... M�tele la mano en la concha. El culo, �ntale el culo tambien pa� que le entre todito cuando se lo siembres hasta la ra�z, ja, ja, ja"-. Esas aleg�ricas insinuaciones proven�an desde el balc�n de nuestra cocina. All� estaban todos los latinoamericanos del piso: Bocazas, Tano, Quite�o, Tartajo, Adelmo, as� como algunos de los alemanes, Golchi y Maier, un jamaiquino descomunal apodado Cassius Clay o gorila. Ellos todos chiflaban al un�sono rugiendo carcajadas mil. La primavera surt�a sus efectos en todos, pues los rayos de sol de aquella vespertina berlinesa nos entusiasmaban sobremanera.
Ella no le prest� importancia a la algarab�a del balc�n y se volvi� hacia m� para invitarme a que los acompa�ara luego a la cocina de su piso en el edificio de las chicas: -"�tienes tiempo?, despu�s nosotros vamos a cenar en mi piso, si quieres nos acompa�as; �vienes?"-. Enarc� sus alargadas cejas interrogativamente apoyando su gesto verbalmente: -"y en mi piso viven unas chicas muy interesantes; quiz�s te guste alguna de ellas; �qu� te parece?, �s�?"-. Ese <<�s�?>> no se perder� de mis recuerdos aunque llegue a contraer Alzheimer, pues fue demasiado coqueto y seductor. Bien. No s� si quer�a asumir el papel de una Celestina, pero la idea no me parec�a mal. Con su toalla se encarg� de secarse su piel provocando en m� un tremendo sopor al contemplar como el trapo le acariciaba lentamente su h�meda piel, al mismo tiempo que ella esperaba mi reacci�n; con sus manos se refregaba voluptuosa e indiferente aqu� y all�, pero pendiente de todo; me espiaba para ver mi comportamiento. Alz� su vista interrogativa: -"�vienes?, �s�?"-; me solt� un coqueto moh�n con sus labios y nariz. �Qu� le respondo?, me pregunt�; recorr� mi alrededor admirando la oferta all� tendida; ella comprendi�, aguijone� p�cara: -"algunas de ellas viven en mi piso; �nos acompa�as?"-. Su Amigo me anim� a su manera: -"s� caribe�o pelotas, venga a comer con nosotros pa� que conozca a alguna de esas cojudas a ver si consigue una pa� que le d� una buena cogida y la llene de leche, y as� no se tiene que pajiar; vaya c�mbiese los zapatos"-. Me palmote� mis espaldas hombretonamente aup�ndome: -"vaya cojudo y vuelva r�pido, �ndele no m�s, �ndele pues"-. Ella hal� de la toalla socarrona, pues a pesar de su incipiente espa�ol verbal, comprend�a nuestras expresiones cuando prestaba atenci�n. Me indicaba con ello de que me deb�a apurar para ir a cenar con ellos en la cocina de su piso.
Muy silencioso me levant� y obedec� a su insinuaci�n. Al pasar por la cocina de mi piso salieron algunos de los admiradores balcon�feros para balacearme con preguntas; s�lo les respond� que ella me hab�a invitado a cenar con su amigo en su piso, nada m�s. Tano me felicit� efusivo y sincero: -"bien Maje, muy bien, aproveche, vaya coma con ella"-. No le comprend� nada y lo dej� solo. Regres� a ellos en el instante en que ella se levantaba y se dejaba envolver en su toalla por �l para irse al piso suyo en su edificio; �l la manoseaba a pesar de las protestas suyas algo exageradas: -"su�ltame ya, no me toques m�s"-. �l echaba mano por entre la toalla tratando de agarrarle o tocarle sus nalgas o senos, las chicas all� tendidas se desternillaban. Qu� cuerpazo, lucubraba yo. Ella protest� por la avalancha descarada de Amigo: -"ya est� bien, mira que ah� est� Agturro; ya no m�s, dame las sandalias y vamos a mi piso; Agturro ay�dame"-. �l solt� una risotada est�pida y vac�a: -"ja, ja, ja, ja, ja, g�evona; dizque Agturrro ay�dame"-. Me le acerqu�, ella apoy� su brazo derecho en mi hombro para calzarse sus sandalias, yo aprovech� para darle un vistazo a sus senos que quer�an saltar de su camisa de fuerza; qu� frutas tan divinas me dije. Al terminar su operaci�n acarici� casi maternalmente mis mejillas y me propin� un beso que a�n no he olvidado. Me caus� tal rubor que Amigo se burl�: -"ja, ja, qu� cojudo, se pone colorao porque esta g�evona le da un beso; ja, ja, pobre pelotudo, ja, ja, ja"-.
Ella se calz� sus sandalias al tiempo que me dec�a: -"Agturro, la toalla, d�mela por favor"-. Se la entregu� callado y obediente. Se envolvi� en ella ordenando: -"vengan, vamos a mi piso"-; la seguimos. Su aspecto f�sico -Hermosura- me impresionaba, su personalidad me impon�a. Una mujer perfecta, lucubraba yo en mi mutismo y candidez. Se fue directamente a su habitaci�n para ducharse, vestirse y acicalarse, aunque esto �ltimo no lo precisaba debido a la naturalidad de su imponente y avasallante presencia. Amigo y yo nos dirigimos a la cocina para preparar la mesa. Ella regres� ya trajeada con una falda corta de color azul y una blusa de popelina blanca, unos zapatos negros de tac�n mediano completaban ese sencillo ajuar; la frescura de su ducha se esparc�a a cada movimiento suyo. Yo la miraba -admiraba-, ella me observaba de reojo. Cada movimiento suyo era una pecadora tentaci�n.
Durante la cena sucedi� un hecho muy divertido, pues la rubiecita con colita de caballo y silueta sinuosamente fr�gil se apareci� de repente por la cocina y ello ocasion� que yo perdiera el control de mis movimientos mientras engull�a la tortilla que hab�an fre�do desparram�ndola por toda la mesa. Ambos rompieron en estruendosas carcajadas al tiempo que la rubiecita sal�a de la cocina sonriendo risue�a y coqueta. Luego de la cena con ellos, volv� a mi edificio en donde fui interrogado por los compa�eros de piso, especialmente Tano quien era un gran admirador de ella, as� como los dem�s. Todos quer�an enterarse de la forma c�mo hab�a transcurrido la cena con ellos, especialmente con ella y sobre ella. Les narr� a grandes rasgos lo sucedido y recalqu� la aparici�n de la rubiecita preciosa; Tano se alegr� mucho al saber que esta chica viv�a en el piso de la Hermosura y me anim�: -"bueno, ahora tienes una excusa para ir a ese piso"-. No le prest� atenci�n y me fui a mi covacha a descansar y recuperarme de las emociones vividas aquella tarde.
La rubiecita fr�gil
Una puerta se abre; un tesoro est� ante m�,
rubia es ella, me sonr�e como un carmes�;
elegante es ella; inocente es su frenes�,
insinuante es toda su persona en s�.
Aprendamos espa�ol
Toc, toc. Cierta tarde tocan insistentemente a mi puerta, yo grito muy molesto pues estaba estudiando: -"adelante"-; nadie entra, pero nuevamente se oye el toquido persistente; ahora aullo: -"aaadelaaante"-; nadie entra. Me voy hasta la puerta maldiciendo: -"entre, entre co�o �e su madre, entre o d�jeme tranquilo y no joda tanto que estoy haciendo el informe"-. Abro la puerta violentamente... Mis ojos no dan cr�dito, me quedo perplejo ante la imprevista sorpresa; no puede ser me digo, pero es; s�, es ella all�. Qu� susto, co�o. Astrid est� ah� en la puerta. -"Disculpa Agturro, �tienes tiempo?; yo quierro que t� me ayudarr a correguirr mi espa�ol; �s�?"-. Ella -la Hermosura- estaba all� presente en carne y hueso ataviada con un vestido andaluz m�s blanco que los pueblitos de esa zona, los bordes de la blusa y de la falda terminaban en unos encajes ondulados; su cabello negro lo llevaba suelto en suave cascada. Un et�reo aroma primaveral invadi� mis fosas nasales. Estaba hermos�sima. Qu� impresi�n... Yo tartamudeaba sin lograr articular palabra alguna correctamente: -"per, per, d�n; no, s�, bueno, claro, pa, pa, pa, pase"-. Ella sonre�a porque sab�a que me hab�a sorprendido in fraganti, yo no contaba en ese momento con ella; me habl� en alem�n al entrar a mi covacha: -"darf ich rein?*"-. *�Me permite? �Puedo? Vacilante asent�: -"s�, s�, s�"-.
Su pelo era dividido por una delgada l�nea que part�a de su frente perdi�ndose hacia atr�s cayendo en dos mitades exactas acarici�ndole sus mejillas hasta reposar en sus hombros; bajo sus cejas pobladas y retozonas pesta�as se resguardaban esas dos esmeraldas suyas intensamente verdes; su respingada nariz se destacaba sobre sus labios medianos y carnosos; sus p�mulos eran suavemente angulosos d�ndole un aspecto serio a su semblante debido tambi�n a su firme y fija mirada. Cero maquillaje. El color de sus ojos me recordaban un bolero antiguo: <>. Qu� �xtasis el m�o. Qu� �xtasis y enso�aci�n me secuestraban llev�ndome a no s� cu�l cielo... -"�Empezarr?"-; pregunt� ella y me sac� de mi ensue�o; entonces me percat� de que ten�a s�lo una silla, le hice se�as de que ir�a a la cocina a traer otra, sal� trastabillando y volv� con ella poni�ndola al otro lado de la mesa quedando frente a frente. Me sonri� graciosa y picarona, abri� su libro y empez� a leer; yo la devoraba con mi vista revis�ndole minucioso su aspecto, en especial sus repletos y volc�nicos senos sin sost�n, sus pezones rozando la popelina de su traje, las mangas eran harto cortas por lo que se le ve�a la sinuosidad inicial de esos dos volcanes maravillosos que no erupcionaban para m�; yo escuchaba con mucha atenci�n el casi imperceptible crujido de sus ropas a cada movimiento suyo, el sordo rumor de su piel al cruzar sus piernas erizaba mis vellos y alborotaba mi olfato, pues ello ocasionaba que de su humanidad se esparciera la esencia de sus perfumes, fantaseaba imagin�ndome sus muslos al cruzarse, pues ya se los hab�a ojeado en la tarde aquella en la hierba esplendorosa salpicada de chicas en bikini; adem�s, el saber que est�bamos all� solos ella y yo en mi covacha me pon�a los nervios de punta; un bocado tan exuberante a mi lado. Se percat� de mi confusi�n: -"Agturro, yo lerr y t� correguirr me, �de acuerrdo?"-. Me hizo despabilar; as� comenc� a impartir mi primera clase de espa�ol en Berl�n Occidental.
Ella le�a entusiasmada esperando mis correcciones, especialmente su pronunciaci�n ya que le era casi imposible imitar nuestra r y menos la rr. Segu�a su lectura premiando mi labor con gui�os y su sonrisa embrujadora; yo la observaba silencioso, mas distra�do. Ella not� que mi mente estaba ausente. -"�Qu� te pasa?"-; me inquiri� en alem�n al tiempo que estiraba una mano hasta aprisionar con sus dedos mi ment�n, repiti� su pregunta: -"�qu� te pasa?"-. Mis ojos se enlagunaron y la ve�a s�lo de forma borrosa; alc� una mano y apret� con ella la suya que as�a mi barbilla; le cont� mis cuitas: -"ten, tengo, tengo muchos problemas con el idioma, la adaptaci�n, la comida; me siento mal, muy mal... En la escuela t�cnica presentamos un examen y no me di cuenta, pens� que era un dictado. Los dem�s se burlaban de m�... Me quiero regresar a mi pa�s, ya no soporto m�s esto aqu�; mucho fr�o y mucha nieve afuera, la gente no te saluda ni te habla, s�lo trabajar y beber cerveza; nada m�s, snif"-.
Una mano suya envolvi� una m�a, no s� cu�l y me hal� atray�ndome hacia ella, de repente me vi sentado en su regazo y envuelto entre sus perfumados brazos. Nuestros rostros se acercaban y alejaban hasta que su nariz roz� levemente la m�a, mi cuerpo fue recorrido por un intenso hormigueo y cosquilleo, mi garganta se trab� en un nudo bien atado; se apart� para hablarme en un alem�n pausado para que yo le entendiese: -"no te pongas triste, todo te va a salir bien"-. Me estruj� entre sus fragantes brazos, nuestras vistas se cruzaron; silenci� unos segundos y me bombarde� inquiri�ndome por mi familia: -"Agturro, �tienes hermanas?"-. Le negu� con un movimiento de mi cabeza; golpe� tiernamente su frente contra la m�a, sus perfumes me avasallaban, lanz� otra pregunta suya: -"�quieres tener una hermanita?; si lo quieres, aqu� la tienes; �s�?, �s�?"-. Me hablaba en un alem�n comprensible y ello me satisfac�a en medio de mi tristeza, me apart� un poco para inquirirla con mis ojos, me arm� de valor contest�ndole: -"eso no es posible; t� eres alemana y yo venezolano, te est�s burlando de m�"-; alab�, primero, mi manera de expresarme en su idioma: -"tu alem�n mejora, eso me complace"-; y luego concret� su respuesta muy clara: -"Agturro, no me burlo de ti, soy muy seria, eso lo sabes t� muy bien; el pa�s no es importante; �quieres ser mi hermanito?, d�melo"-. Yo continuaba envuelto entre sus brazos y sentado en su regazo, como si fuese su beb�, mas no me daba mucha cuenta de ello.
Mis l�grimas eran ya casi incontenibles; ella, con su comprensi�n, desataba toda mi estancada amargura, pos� mi frente en su hombro totalmente abatido y entregado a la tristeza que embargaba mi cuerpo al tiempo que rezaba en alem�n tartajeante: -"ja1, ja, ja, ja, Schwesterchen*, ja, du bist meine deutsche Schwester"-. *S�, s� hermanita, s�, t� eres mi hermana alemana. Tuve mucho rollo para pronunciar el diminutivo Schwesterchen, pero lo logr�, un triunfo. Ella me abraz� cari�osa insufl�ndome optimismo: -"todo te va a salir bien, no te preocupes, ya lo ver�s; terminemos por hoy porque tengo que estudiar"-. Me levant� de su regazo sec�ndome mis l�grimas; ella pos� sus labios en la comisura de mi boca y luego en mis rubicundas mejillas para darme valor: -"muah, cuando tengas tiempo ven a mi piso para que trates de hablar con la chica linda; tambi�n me puedes visitar... Uhmmuah, nos vemos pronto, �s�?"-.
1 Se debe decir o aclarar que la jota (j) en alem�n es una ye o i, depende del sitio que ocupe en la palabra, en el caso de ja (la afirmaci�n s�) es una ye. No se debe confundir con nuestra onomatopeya que transcribe el sonido de la risa.
Ella se fue a su edificio dejando tras de s� el aroma de su perfume en mi covacha y la ausencia de su presencia; yo me qued� con mis libros, pensamientos y la confesi�n suya; mejor dicho, nuestra promesa. Me hallaba ensimismado en estos hechos cuando tocaron nerviosamente a la puerta, pens� que era ella porque quiz�s hab�a olvidado algo, aunque no lo pod�a creer ni imaginar. Abr�; all� se plantaba el Tano con su enorme estatura y una socarrona sonrisa de oreja a oreja mostraba su rostro: -"Maje, je, je, je, venga, cu�nteme qu� estaba haciendo ella aqu� en tu cuarto; �ya te la est�s cogiendo?, bien, je, je, eso est� muy bien porque debe ser maravilloso echarle un par de polvos a esa hembrilla tan buenota; aproveche Maje, aproveche Maje"-. Bueno, o me hab�a estado esp�ando, o por pura y aut�ntica casualidad la hab�a visto salir de mi covacha; le expliqu� lo referente a las clases de espa�ol; incr�dulo esboz� una risa burlona: -"je, je; s� est� muy bien, corr�gele su espa�ol; pero mejor c�gela pa� que de paso cante su egrre de Agturro, je, je, je... Bueno deje ese estudio por hoy y venga con nosotros a tomarnos una birra y a o�r una m�sica bonita en nuestro bar a la vuelta de la esquina; all� van tambi�n unos buenos culos"-. Acept� su insinuaci�n y me fui con el grupo al susodicho lugar mencionado por �l; nada especial, s�lo la m�sica era linda.
Continuar�. Cap�tulo 5. La samaritana.