Relato: De la villa a la lascivia incestuosa total 2



Relato: De la villa a la lascivia incestuosa total 2

Durante la proyecci�n observaba atentamente el comportamiento de los chicos y notando en ellos una tensa nerviosidad, les explic� que una manera de disfrutar mejor de esos videos, era dando riendo suelta a esos peque�os demonios que calientan la cabeza e incendian los genitales, para lo cual la mejor soluci�n era la masturbaci�n.
Desprendi�ndose de la bata y en tanto los alentaba para que hicieran lo mismo con sus ropas, mientras se acomodaba mejor en los plumosos almohadones, apreci� que no hab�a estado errada al barruntar como eran los pechos nacientes de Marina.
Sac�ndose el corpi�o con cierto pudor, la mocosa dej� en libertad unos senos tan bien conformados como los de ella cuando ten�a su edad y, ciertamente, las aureolas, enormes y amarronadas, estaban cubiertas profusamente por gr�nulos y los pezones, cortos y gruesos, mostraban sus lados arrugados y una chata cabeza en la que ya campeaban los agujeros mamarios. Su vista recorri� golosa el vientre achatado e imaginando lo que habr�a en la entrepierna, la urgi� a sacarse la bombacha para quedar tan desnuda como ella. El tri�ngulo virtuoso del sexo exhib�a un pronunciado Monte de Venus cubierto por una sutil alfombrita de vello oscuro y de la raja que part�a en dos la hinchada vulva, sobresal�a, apenas, la carnosa puntita del cl�toris.
Haci�ndola recostarse como ella, observ� curiosa la entrepierna del delgado muchachito para ver complacida el tama�o de la verga, que aun amorcillada, promet�a ser un importante falo. Pidi�ndoles que miraran con detenimiento para ir acompa��ndola en la autosatisfacci�n, llev� sus manos a sobar delicadamente las carnes aun morbidamente s�lida de los senos y eso la enajen� de deseo, especialmente porque sab�a a sus hijos observ�ndola.
Cerrando los ojos un momento para concentrarse, hizo que los dedos estrujaran reciamente las copas y exhalando un suspiro de satisfacci�n llev� las cortas y afiladas u�as a rascar las pulidas aureolas para que luego, �ndice y pulgar, atenazaran a los pezones, retorci�ndolos con aviesa sa�a.
Ya estaba plenamente encendida y en tanto volv�a a abrir los ojos para indicarle a Marina que la imitara, con las piernas encogidas abri�ndose y cerr�ndose espasm�dicamente como las alas de una mariposa, busc� con una mano el fl�ccido miembro de Gabriel para apretarlo entre los dedos en procura de darle consistencia.
Contenta en su desvar�o, miraba con lascivia como la chica manoseaba voluntariosa sus senos para comenzar a poco con un sordo jadeo que evidenciaba su calentura al tiempo que, palpablemente, sent�a endurecerse entre los dedos al que ya era el falo de su hijo.
Riendo sordamente complacida por los esfuerzos de Marina que involuntariamente mec�a su pelvis en natural imitaci�n a un coito jam�s consumado y mientras ya masturbaba prietamente a su hijo, llev� los dedos a buscar le excrecencia del cl�toris, frot�ndola al principio con tierna suavidad en tanto aconsejaba a la chica que hiciera lo mismo.
D�ndole unos recios remezones a la verga, dijo a Gabriel que ahora fuera �l quien se satisficiera y vi�ndolo hacerlo con vehemencia, llev� las dos manos a la entrepierna para hacer que los dedos que frotaban al cl�toris lo asieran entre ellos para retorcerlo con violencia, al tiempo que los de la otra mano se hundieron en la vulva para estregar los colgajos carnosos que eran sus labios menores, iniciando una masturbaci�n que la super� dichosamente mientras observaba como la chiquilina trataba torpemente de imitarla en su sexo n�bil.
La excitaci�n de ver a sus hijos masturb�ndose obedientemente - lo que le permitir�a llevara cabo sus enloquecidos planes -, la sobrepas� y en tanto hund�a tres dedos en la vagina a la b�squeda del Punto G, advirti� a la chiquilina que el hacerlo podr�a resultarle doloroso.
Si bien Marina ten�a s�lo catorce a�os, no era tonta y sab�a que, como nada hab�a entrado a la vagina en ese tiempo, era virgen y por lo tanto, la rotura del himen podr�a hacerla sufrir. Escarbando como ve�a hacerlo a su madre y con simultaneidad los labios menores y el cl�toris, se sinti� invadida por sensaciones tan terriblemente placenteras que, sin dudarlo, aceler� la masturbaci�n hasta que unas ansias que le cortaban el aliento la compelieron a dejar que dos dedos se hundieran exploratorios dentro de la vagina.
Prudentemente, trat� de buscar ese algo que deber�a rasgarse pero, o bien carec�a absolutamente de �l o por alguna otra raz�n ya hab�a sido destrozado. Lo cierto era que los dedos fueron penetrando en el interior sin oposici�n alguna y el roce contra las rugosas paredes h�medas le dio una sensaci�n de goce tan sorprendente, que los hundi� hasta que los nudillos le impidieron ir m�s all�.
Ahora ella superaba a su madre en la manifestaci�n oral del placer y, clavando su mirada en los ojos de esta, inici� lo que podr�a considerarse un desaf�o, rascando impiadosamente los pliegues de la vulva y el cl�toris con una mano en tanto los dedos socavaban reciamente el canal vaginal a la b�squeda de aquella callosidad que por fin encontr� casi en la entrada a la vagina.
Algo absolutamente desconocido pareci� emanar de ese contacto y al tiempo que frotaba vigorosamente aquel bultito que en su caso ten�a forma de almendra, retorc�a con tenacidad al cl�toris; el tes�n de la chiquilina la obnubilaba de deseo y en tanto ve�a como su hijo desparramaba en espasm�dicos chorros la abundancia de aquel semen juvenil, dej� de someter al cl�toris para hacer desaparecer la mano por debajo del cuerpo ladeado y hundir el dedo mayor en el ano.
Con los ayes ahogados de su hija obteniendo aparentemente su primer orgasmo, increment� la actividad de ambas manos hasta que los c�lidos r�os de sus fluidos y humores se volcaron a la vagina y eyacul� violentamente en medio de bramidos satisfechos.

Conseguido ese alivio, cotidiano para ella pero inaugural para sus hijos, y recuperando el aliento en medio de hondos suspiros, comentaron jocosamente complacidos lo feliz que los hiciera la masturbaci�n. El sonido de la televisi�n todav�a serv�a de trasfondo a sus palabras y viendo como dos parejas se satisfac�an mutuamente, adelantando los tiempos de su plan, les pregunt� intencionadamente a los chicos por qu� no los imitaban.
Mercedes esperaba encontrar algo de resistencia por parte de sus hijos, especialmente de Marina, a quien por ser mujer la consideraba m�s d�bil y vulnerable, pero fue esta quien apoy� su propuesta con tal entusiasmo que parec�a haber estado esperando ese momento con una ansiedad que no se condec�a con su edad pero, pens�ndolo bien, ella tambi�n hab�a demostrado tanta vehemente calentura cuando ten�a exactamente su misma edad.
No quer�a dar a esos primeros acoples las caracter�sticas de una org�a pero tampoco transformarlos en una clase de pedagog�a sexual. Dando el ejemplo, se levant� de la cama para luego, junto con Marina, cambiar las s�banas por otras limpias y entonces s�, haciendo acostar a la chiquilina en el centro de la cama, le dijo a Gabriel que las observara atentamente para cuando llegara su turno.
Tal como ella pero con un poco menos de exuberancia, Marina era una chica estupenda en todos los sentidos; alta, sin llegar a la exageraci�n, consegu�a una arm�nica figura por la proporci�n de sus erguidos pechos que, por propio peso, ca�an con una leve comba y en la parte superior exhib�an la misma consistencia gelatinosa que distinguiera a su madre. Lo que les otorgaba un aspecto de madurez eran las grandes aureolas que impresionaran a Mercedes y los pezones, m�s propios de una mujer en pleno amamantamiento que de una chiquilina virgen. Por debajo de los pechos, el cuerpo se prolongaba en un vientre chato pero sin esa musculatura propia de la adultez y enmarcadas por las caderas un tanto generosas todav�a, las protuberantes y redondas nalgas se asentaban en fuertes y delgadas piernas que el cabalgar cotidiano reforzaba.
Acentuando el parecido, las facciones delicadamente equilibradas, ten�an por marco a un corto y desflecado cabello del mismo color caoba y cuando Mercedes se acost� de costado a su lado, semejaron una hermosa imagen duplicada.
Acariciando como nunca ese rostro tan similar al suyo, pase� las yemas de los dedos desde la frente hasta el ment�n, relevando la delicadeza de los rasgos para luego y en tanto la as�a tiernamente por el cuello, acercar la boca hasta que los labios, casi renuentemente, rozaron los de su hija.
Verdaderamente los nervios la dominaban y por primera vez en su vida sent�a esas famosas mariposas de las que tanto oyera hablar. Es que besar a otra mujer desde hac�a casi diecisiete a�os y especialmente siendo esta su hija, la hac�a temblar de emoci�n, pero al tocarse las pieles h�medas de los labios todo cambi�; una desesperada avaricia rapaz parec�a compelerla a comerse esos labios tan parecidos a los suyos y envolvi�ndolos como una boa voraz, macer� esa boca deliciosa en medio de profundas succiones.

Ciertamente, Marina no era la ni�a que su madre cre�a y, como todas las mujeres, se las hab�a arreglado desde que iba a la primaria para conocer los rudimentos de la sexualidad. Mercedes parec�a querer conducirla a la sublimaci�n del erotismo y ella estaba dispuesta a satisfacerla, agradeci�ndole por introducirla a un mundo que dif�cilmente los hombres conseguir�an.
Hundiendo las manos en los mechones rojizos de la cabeza de su madre, abri� la boca para entregarse a una tan deliciosa como perturbadora sesi�n de besos en la que menudearon no s�lo los chupones sino tambi�n las enconadas batallas que sosten�an las lenguas agredi�ndose.
Sin saber c�mo ni por qu�, aferraba los cabellos de Mercedes como tratando de evitar que las bocas cesaran en tan magnifica tarea y estrellaba su cuerpo que ya cubr�a una fina capa de sudor producto del calor interno que alborotaba su sangre contra las formas rotundamente plenas de su madre, agit�ndose en fingidos coitos.
Dej�ndose caer encima de ella sin cesar de someterla a sus besos, Mercedes fue deslizando las manos por ese cuerpo de juvenil tersura hasta que recalaron en los senos. Suavemente fue sobando como para probar la morbidez y la elasticidad de los m�sculos debajo de la piel le dijo que ese ser�a un bocado delicioso. Incitando a la muchacha con �giles leng�etazos que excedieron la boca para recorrer al ment�n y sumirse luego por debajo de las mand�bulas, fue incrementando progresivamente la presi�n de las manos hasta hacer gemir a su hija por la fortaleza con que comprim�a los senos.
Y los labios se sumaron a la lengua; comenzando un lerdo periplo a lo largo del cuello, se hundieron en esos huecos que forma la uni�n de la tr�quea con las clav�culas y all� se entretuvieron un momento sorbiendo la transpiraci�n acumulada, para despu�s recorrer la parte alta del pecho, ya cubierta del rubicundo salpullido de la excitaci�n.
La fiesta que le promet�an los senos la alucinaba y roncando sordamente por anticipado, dej� a la lengua que se deslizara en forma de espiral, recorriendo la cuesta que la conducir�a a la meta. En tanto presionaba fuertemente los pechos en la base con los dedos, la lengua tom� contacto con los primeros gr�nulos y sabi�ndolos sensibles portadores de emociones, encerr� entre los labios parte de la aureola, propin�ndole tan fuertes chupeteos que estremec�an a la chica en tanto los dedos de la otra mano somet�an a la del otro pecho a tiernos rascados de sus filosas u�as.
Ahora era Marina la que dejaba escapar sordos gemidos de su boca mientras clavaba la cabeza en las s�banas y con las manos acariciaba la cabeza de su madre, presion�ndola para que chupara m�s y mejor sus senos. Es que jam�s hab�a experimentado tanto placer y cuando los labios, luego de que la lengua fustigara reciamente al grueso pez�n lo encerraron entre ellos para chuparlo con tanta intensidad que parec�an querer trag�rselo, no pudo reprimir su satisfacci�n por m�s tiempo y le rog� a la mujer que la llevara al �xtasis de esa manera.
Eso era lo que se propon�a Mercedes y para lograrlo, combin� el accionar de lengua, labios y dientes con los dedos �ndice y pulgar de la otra mano, que rodearon la excrecencia carnosa para retorcerla entre ellos y, cuando ya los jadeos de la chiquilina se hac�an desesperados y ahog�ndose con su propia saliva proclamaba sus locas ganas de acabar, coloc� a los dientes en la, grata para ella y cruenta para su hija, tarea de roerlos y mordisquearlos al tiempo que las u�as se hund�an inmisericordes en la carne del otro seno.
Sollozando y riendo en medio de jubilosas palabras de ininteligible contento, la chiquilina se estremeci� espasm�dicamente para luego relajarse, bendiciendo a su madre por haberla hecho gozar de tal manera.
Euf�rica por la forma en que su hija hab�a acabado, llam� a Gabriel para que se uniera a ellas. Este aun estaba pasmado por el espect�culo que supusiera ver a su madre satisfaci�ndose en su hermana, llegando a una erecci�n que no hab�a concretado en masturbaci�n y cuando Mercedes lo invit� a acercarse, lo hizo prudentemente, como avergonzado por esa verga que, semi erguida, oscilaba delante de su pelvis.
Dici�ndole que dejaba librado a su imaginaci�n qu� hacer, le pidi� que jugueteara en su cuerpo tanto como quisiera mientras ella iniciaba una nueva etapa con Marina.
Encogiendo las piernas abiertas de la excitada jovencita, se arrodill� entre ellas para recorrer con los dedos la suave mata vellosa y comprobar que ciertamente, los jugos internos de su hija hab�an manado de la vagina para fluir espesos hacia el ano. Exaltada por eso y decidida a no perderse el resultado del primer orgasmo provocado por ella en su hija, puso las manos por debajo de las nalgas para elevar la pelvis y la lengua tremolante se perdi� en la hendidura a la b�squeda de las mucosas.
El muchacho no perd�a el tiempo y poniendo sus manos a la tarea de acariciar las espaldas de su madre, vio como los grandes senos de aquella colgaban oscilantes por debajo del cuerpo y sus dedos buscaron establecer contacto con esa maravilla. Nunca hab�a tocado algo as� y el hacerlo le provoc� tanta conmoci�n que, inmediatamente, los dedos se cerraron imperiosos en las carnes, tal como la hab�a visto realizarlo a ella con Marina.
Coloc�ndose acuclillado sobre la mujer arrodillada, flexion� las piernas para rodear al torso con los brazos y, en tanto cada una de sus manos se dedicaba a sobar y estrujar las fenomenales tetas, su boca recorr�a las espaldas en fren�ticos lambeteos y encendidos besos.

La lengua de Mercedes desliz�ndose por la hendidura, estimulando y agrediendo la desconocida sensibilidad del ano, volvi� a poner en ascuas a la jovencita y el vislumbrar a su hermano ahorcajado sobre la mujer mientras manoseaba sus pechos, le hizo rogarle esta a la que por fin hiciera lo que ten�a que hacer en su sexo, tal como viera subyugada en los videos l�sbicos.
Saboreando el el�xir de esos jugos, la vista de esa vulva que aun conservaba un aspecto infantil la fascin�; abultando como una empanada carnea, apenas combada, los labios mayores simulaban una cicatriz ligeramente rojiza y s�lo aparec�a entre el oscuro vello que la cubr�a parte del arrugado capuch�n del cl�toris.
Patinando en las mucosas que todav�a manaban de la vagina, un aventurero dedo explorador se desliz� a lo largo de la rendija hasta alcanzar al peque�o pene femenino y, presionando levemente, separ� los labios para extraer la carnosidad; aun cubierto por la arrugada piel h�meda del prepucio, se adivinaba como por debajo la blancuzca presencia del glande parec�a querer escapar a la prisi�n que supon�a una delgada telilla epid�rmica.
Alentada por lo que esto promet�a, con los �ndices de ambas manos fue separando las carnes para presenciar un espect�culo maravilloso; los labios mayores que cedieran blandamente, formaban como un cord�n que, henchido de sangre, se mostraba grueso y oscuro, en contraposici�n con su interior en donde, desde un rosado casi sangu�neo iban degradando hasta el nacimiento de los labios menores.
Con una delgadez casi transparente, estos se plegaban en una cantidad de frunces que en sus bordes cobraban la apariencia de delicados corales rodeando a un �valo peque�o que, de brillos nacarados, ostentaba un agujero urinario ins�litamente grande. Mientras que en la parte superior formaban la amarronada capucha rugosa que cubr�a sobradamente la punta c�nica del cl�toris, por debajo, en la sensibil�sima fourchette, desarrollaban una especie de puntilla coronando la entrada a la vagina que se mostraba prietamente cerrada.
Tensa y con los pu�os apretados, Marina sent�a la delicadeza con que su madre exploraba el sexo y excitada como no lo estuviera nunca, acezaba sordamente al tiempo que su pelvis pulsaba como los ijares de alg�n animal agitado y, cuando Mercedes reemplaz� los dedos por el suave tremolar de su lengua, recorriendo pausadamente desde el mismo ano hasta la ahora erguida excrecencia del cl�toris, crey� desfallecer de placer.

Alentado por la libertad que le diera su madre de hacer lo que quisiera, el muchacho fue arrastrando su boca hasta saciarse en los pronunciados hoyuelos que formaban en la zona lumbar las poderosas nalgas de Mercedes en tanto su mano iba mas all�, y tras acariciar los fuertes muslos, hab�a hallado cobijo en la masa pulida e inflamada de la vulva.
Desconoci�ndolo todo de un sexo femenino y en tanto la lengua comenzaba a descender a la profundo de esa profunda quebrada entre las nalgas, los dedos fueron tentando esa suave piel, h�meda y caliente; apenas rozaron los labios mayores, estos se distendieron complacientes para que se hundieran a palpar una confusa masa de pliegues.
La lengua ya hab�a encontrado al haz fruncido de los esf�nteres anales y, con un poco de repulsa, pero atra�do por un nuevo sabor acremente dulce, la hizo vibrar para comprobar como se dilataban mansamente para permitirle ahondar a la b�squeda de m�s de aquellas mucosas.
Mercedes ya somet�a a los labios menores de su hija con toda la boca en tanto su dedo pulgar estimulaba al cl�toris cuya consistencia hab�a cobrado rigidez y urgida ella misma por los ayes y gemidos satisfechos de Marina, alent� vivamente al muchacho a chupar su sexo y penetrarla con los dedos.
Con inexperto entusiasmo, Gabriel se inclin� para invertir la cabeza y fue deslizando la boca hasta tropezar con el obst�culo que ofrec�a la dilatada boca de la vagina. Tras recorrerla con vehemente entusiasmo, fue explorando el resto de la vulva, descubriendo los festoneados pliegues interiores y en la cima, una especie de ap�ndice er�ctil que supuso ser�a aquel mentado pene femenino del que les hablara su madre.
Apres�ndolo entre los labios para empezar a chuparlo como si mamara, se dio cuenta de que estaba acertado por los repetidos asentimientos con que lo alentaba Mercedes, insistiendo para que la penetrara con dos dedos mientras ella efectuaba una verdadera carnicer�a con labios y lengua en el sexo de su hija.
Los grititos entusiastas de su hermana le hicieron comprender al jovencito que aquel sexo oral mutuo era todav�a m�s exquisito de lo que aparentaba y, obedeciendo a su madre pero sin dejar de chupar y lamer aquellos gustosos pliegues que ya eran verdaderos pellejos colgantes, fue introduciendo a �ndice y mayor juntos, provocando que la mujer proclamara que as� era como lo quer�a.
Sintiendo como bajo su gu�a el muchacho la conduc�a a un placer del que estaba privada desde que muriera su marido y como en agradecida respuesta, increment� el accionar de labios y lengua a los que agreg� un despiadado raer de los dientes en el sexo de Marina al tiempo que ella tambi�n introduc�a dos dedos a la vagina de su hija para comenzar un incesante vaiv�n que enloqueci� de goce a la muchacha.
Estupefacta por la intensidad de los placeres a que la estaba introduciendo su madre, la jovencita hab�a apoyado los pies en las espaldas de la mujer e instintivamente se daba envi�n para proyectar su cuerpo al encuentro con la boca y los dedos mientras proclamaba c�mo el disfrute la aturd�a y parec�a ir cayendo hacia el abismo oscuro del orgasmo.
Sintiendo ella misma que estaba sucedi�ndole lo mismo, Mercedes le dijo al muchacho que, sin dejar de chuparle el cl�toris ni penetrarla por el sexo, metiera uno de sus dedos al ano. Cuando sinti� el especial picor escatol�gico que da el comienzo de la sodom�a, ejecut� similar operaci�n en el ano de su hija y a poco, el cuarto se estremec�a con las risas, bramidos y sollozos que acompa�aban las eyaculaciones de las mujeres.
Despu�s de derrumbarse agotados en la cama y en tanto procuraban recuperar el aliento, Mercedes los tom� entre sus brazos para estrecharlos apretadamente, mientras les dec�a que no esperaba menos de ellos y que gracias a esa educaci�n sexual, pasar�an a�os de felicidad como no podr�an ni siquiera sospechar, sin la interferencia ni influencia malsana de quienes toman al sexo como algo sucio y depravado y no como la manifestaci�n de amor m�s sublime del mundo.

Comprendiendo que Gabriel no hab�a acabado, le dijo c�mplice a su hija que deb�an recompensar al muchacho y haci�ndolo acomodarse en el medio, en tanto recorr�a acariciante los apenas insinuados m�sculos abdominales de quien estaba reci�n desarrollando un cuerpo adulto, llev� la lengua tremolante a excitar dulcemente la tetilla izquierda, al tiempo que alentaba a Marina para que hiciera lo mismo en la derecha.
Evidentemente y como todas las mujeres, a pesar de ser menor a su hermano por unos minutos, tanto f�sica como sensorialmente estaba alcanzando el esplendor de su feminidad antes que aquel. Sabiendo que la base de esa educaci�n que le plac�a tanto, era observar e imitar a su madre en todo cuanto hiciera, aunque le pareciera extra�o o antinatural, acerc� su boca al pectoral de Gabriel para lamer con vibrante insistencia aquel diminuto pez�n que, como los de ella, se endurec�a con la excitaci�n.
Su propia emocionada pasi�n la hizo sentir como en carne propia lo que supon�a estar�a gozando su hermano y reemplazando la lengua por los labios para encerrarlo entre ellos y succionar fuertemente, como ve�a que estaba haciendo su madre; instintivamente, dej� que una mano colaborara con la de Mercedes en las caricias al abdomen y vientre.
Al comprobar que la lubricidad natural en su hija era tan fuerte como la de ella, fue acomod�ndose para que, de costado, pudiera suplantar a la mano con el deslizar de su boca por el vientre en direcci�n a la entrepierna. La mata inculta de espeso y ensortijado vello p�bico contribuy� a excitarla aun m�s y hundiendo en ella boca y nariz para olfatear los olores masculinos, busc� con la mano la tumefacta verga.
Aunque ahora estaba enfrascada en la succi�n y retorcimiento a los dos pezones del muchacho, Marina observaba de reojo a su madre, viendo como aquella rescataba la amorcillada verga para dirigirla hacia arriba y lamer con su lengua vibrante lo que todav�a era un pellejo flojo.
Comprendiendo que aun no estaba a punto, Mercedes abri� la boca para introducir la verga totalmente en ella, estimul�ndola en una suerte de masticaci�n mezclada con succiones en la que la lengua cumpl�a un papel protag�nico, aplast�ndola contra el paladar o haci�ndola raspar a muelas y dientes.
Paralelamente, sus dedos descendieron a los test�culos para sobarlos tiernamente, extendiendo la caricia hasta la hendidura entre las nalgas para estimular delicadamente los esf�nteres anales. El muchacho roncaba suavemente por el placer in�dito que eso le provocaba y Mercedes, percibiendo las curiosas y �vidas miradas soslayadas de su hija, la acerc� para transferirle la verga que ya cobraba consistencia amorcillada.
Siguiendo el ejemplo y con esa sapiencia innata de las mujeres para el sexo, la ardiente adolescente abri� la boca y en tanto sosten�a al miembro erecto con una mano, fue introduci�ndolo al interior. Ella no se preguntaba el por qu� de esos actos, ya que si su madre les dec�a que eran normales entre la gente, ni siquiera ten�a que dudar.
Sentir el falo dentro de la boca, la hizo experimentar una sensaci�n extra�a que mezclaba un poco de repugnancia con exquisito placer y, sinti�ndolo crecer dentro de ella al punto que la cabeza roz� su garganta, fue retir�ndolo lentamente; siguiendo el consejo de Mercedes, quien murmuraba en su o�do que lo chupara como a un helado mientras bajaba y sub�a la cabeza, puso su lengua a tremolar �vidamente sobre el glande al tiempo que aquella segu�a estimulando la zona baja de su hermano.
No sab�a con certeza por qu�, pero el chupar la verga de su hermano la transportada a una dimensi�n en la que el placer se impon�a y de forma espont�nea, sin que nadie le dijera nada, abraz� al tronco entre los dedos para que siguieran el movimiento de la cabeza. La sensorialidad de los labios le indicaron que algo distinto suced�a cuando pasaba por sobre ese surco al que proteg�a una el�stica cobertura de piel que ced�a f�cilmente al roce y hundiendo en �l la lengua tremolante, recogi� la mezcla de salivas y humores que all� se acumulaba.
Hacerlo pon�a una acuciante angustia en la parte baja del vientre y por eso, cuando Mercedes llev� su boca a la base del falo para ir ascendiendo, junto con sus dedos, lengua y boca, sinti� una alegr�a inusitada y en tanto acariciaba la nuca de su madre, envolvi� de costado entre los labios la mitad de tronco para complementarse con Mercedes quien hac�a lo mismo desde el otro lado, lentamente fueron subiendo hasta coincidir en el prepucio, traspas�ndolo para sorber al mondo oval del glande y con un suspiro satisfecho, como si hubieran alcanzado una meta largamente deseada, unieron sus fauces abiertas en un hondo y prolongado beso en el que parec�an tratar de absorberse mutuamente.
Guiada por Mercedes, fue alternado las lambidas y chupeteos a la verga con fren�ticas masturbaciones de los dedos, obteniendo como premio, el goce de abrevar en la boca experta y maleable de su madre. Altern�ndose o simult�neamente, fueron llevando al muchacho a un estado de excitaci�n tal que Mercedes presumi� que no tardar�a en acabar. Aunque obnubilada por la satisfacci�n de saber como estaba corrompiendo a esas mentes y cuerpos v�rgenes y, precisamente a fin de conseguir ese objetivo en forma total, murmur� a su hija que continuara chupando y masturbando a su mellizo para descender ella m�s all� de los test�culos.
Alzando los gl�teos de su hijo para colocar debajo una almohada que mantuviera la pelvis levantada, hizo tremolar la lengua por sobre el perineo para luego estimular al negro ano. Por los bramidos satisfechos del joven ante las chupadas y masturbaciones de Marina, sumadas al acicate anal, comprendi� que era el momento indicado y pidi�ndole que acabara para ellas, fue hundiendo en el recto toda la longitud de su dedo mayor, iniciando un lento ir y venir que increment� los rugidos del muchacho.
Sin cesar en la sodom�a, ascendi� nuevamente hasta donde la chica sorb�a con angustiada gula la monda cabeza para, tras competir con ella en recias chupadas, unir sus bocas y recibir los chorros espasm�dicos del c�lido y gustoso semen de su hijo.

Transpirados y exhaustos por los esfuerzos y ese debilitamiento que otorga la satisfacci�n sexual, permanecieron as�, derrumbadas en la entrepierna del muchacho; reaccionando despu�s de unos minutos, Mercedes se levant� para ir al ba�o inmediato de la suite y, meti�ndose en la ducha, lav� y enjuag� todo su cuerpo.
Oliendo fragantemente, volvi� al cuarto para colocar otro DVD en el reproductor y en tanto los murmullos, ayes, gemidos y bramidos de los protagonistas llenaban el cuarto, se acerc� a sus hijos y haciendo que Marina se levantara, le indic� que deb�a ba�arse, poniendo especial �nfasis en higienizar profundamente vulva, vagina y ano.
Al quedar solos y mientras deslizaba sus manos golosas por el cuerpo nervudo del muchacho, fue tratando de sonsacarle si lo realizado hasta ahora le hab�a resultado agradable y, por el entusiasmo en las respuestas, concluy� que no hab�a en �l un m�nimo remordimiento moral por los mutuos sexos orales ni por el hecho de haber sido sodomizado por ella.
Daba por sentado que la ignorancia total de las falsamente hip�critas costumbres morales de la sociedad hac�a que sus hijos se comportaran como dos animalitos a los que se amaestra para un determinado fin, sin siquiera poseer un instintivo gesto de rebeld�a o desobediencia.
Contenta por haber conseguido que esas mentes f�rtiles para el aprendizaje tomaran como naturales los actos a que los sometiera y los que se promet�a cometer, formul� semejante interrogatorio a Marina, quien reci�n salida del ba�o, se acomod� a su lado mientras Gabriel se duchaba. La explosi�n hormonal que en las mujeres se produce antes que en los hombres, realmente hab�a hecho eclosi�n en su hija, ya que respondi� a las mismas preguntas que su hermano no s�lo con mayor entusiasmo que �l sino que volc� en sus palabras y gestos tal concupiscente complacencia que pareci� estar invit�ndola a que la condujera nuevamente por esas maravillosas regiones en las que el goce y el placer le hac�an experimentar sensaciones in�ditas.
Evidentemente, su instinto de mujer le hac�a presentir que esos acoples no eran s�lo para relajarse sino que conllevaban un misterioso reclamo animal en el que la lujuria y la satisfacci�n pura eran base esencial, puesto que, acurruc�ndose entre sus brazos como cuando era peque�a, con mimosa picard�a le suplic� que le ense�ara m�s al tiempo que sus dedos �giles, acariciaban con intencionada avaricia los senos de su madre.
Bendiciendo que la criatura tuviera la mismas tendencias promiscuas heredadas de su madre, baj� la cabeza para buscar la boca de Marina quien abr�a sus labios anhelantes para recibir con complacido suspiro de ansiedad la presencia de la lengua tremolante que, como embajadora de los labios, recorri� vibrante desde las comisuras hasta los m�rbidos belfos para luego internarse bajo ellos acicateando las enc�as, y cuando la de la muchacha sali� a su encuentro, ambas lenguas se trabaron en combate, azot�ndose reciamente, ba�adas por la abundante saliva que el deseo acarreaba a las bocas.
El espect�culo de esas dos mujeres casi id�nticas, estrechadas en ese abrazo tenaz era alucinante y en tanto hac�a que las bocas se unieran remisas en maleables contactos que no se concretaban jam�s en el beso, Mercedes desliz� una mano hacia la entrepierna de la muchacha y, escarbando en la mata de vello, tom� contacto con la vulva para resbalar a lo largo de la rendija y ya sin preparaci�n ni cuidado alguno, introdujo dos dedos a la vagina que, sorprendida, cerr� sus m�sculos alrededor del dedo en instintiva protecci�n.
La ausencia de Gabriel la predispon�a para el lesbianismo y r�pidamente fuera de s�, deseando obtener un orgasmo aunque fuera a costa de someter a su hija, curv� las falanges dentro del sexo para rascar reciamente el bultito todav�a inflamado del Punto G y notando como Marina se envaraba junto a ella, profundiz� los besos hasta convertirlos en voraces succiones a las que su hija contestaba de la misma manera mientras la mano que pasaba por detr�s del cuerpo sub�a para aferrarla por la nuca, haciendo que la otra sobara y estrujara uno de sus senos con desesperada gula.
Inconscientemente, la muchacha abr�a y encog�a las piernas como para facilitarle la masturbaci�n y decidiendo que ya estaba bien porque ella misma sent�a los demonios del deseo insatisfecho royendo sus entra�as, agreg� otro dedo m�s y esa cu�a socav� la vagina en medio de sonoros chasquidos al golpetear su mano contra el goteante sexo.
Entre los chupones y mordiscos de apasionados besos, roncaban desde lo m�s hondo de sus pechos la excitaci�n que sent�an hasta que, abandonando su boca, Marina proclam� en medio de ayes, gemidos y sollozos de dicha que estaba consiguiendo una eyaculaci�n y as� abrazada estrechamente al cuello de su madre, recibi� entre sonoros chasquidos las �ltimos y vigorosas penetraciones de los dedos mientras brotaban de la vagina las tufaradas de los fluidos expulsados.
Susurrando su contento, la chiquilina se arrellan� entre los brazos de Mercedes y esta, viendo que el muchacho reci�n salido del ba�o las contemplaba atentamente, le aconsej� que prestara especial atenci�n a lo que ejecutaba el hombre en la pantalla hasta que ella le indicara agregarse al grupo.
Ronroneando como una gata satisfecha por las caricias que le hac�a, Marina obedeci� mansamente cuando ella la acomod� en el centro de la cama, para despu�s y casi provocando una ilusi�n �ptica por la semejanza de los cuerpos y la coincidencia en el corte y color del cabello, arrodillarse invertida junto a la cabeza de la muchacha, dejando que sus labios iniciaran un lerdo periplo que, en tiernos besos, recorrieron la frente, se asentaron en los p�rpados, delinearon las formas de la hermosa nariz para recalar nuevamente sobre los labios de su hija.
Esta vez, fue la lengua de la muchacha la que se proyect� entre los labios y encontrando la siempre lista agilidad de la suya, se acometieron en deliciosa lid. Un repentino �dej� vu� flashe� en la mente de Mercedes y se dio cuenta que estaba repitiendo la experiencia con que su madre la iniciara en el sexo. Lejos de provocarle alguna culpa o arrepentimiento, aquello pareci� acicatearla y dejando ese juego de lenguas, aprision� entre los suyos los tiernos labios de la chica para someterlos a la acci�n succionadora de los suyos.
Casi con simultaneidad, ambas buscaron con sus manos el cuerpo de la otra para aprisionar entre sus dedos, la una los firmes senos que se manten�an erectos por la excitaci�n y la otra, los el�sticamente colgantes de su madre. Por unos momentos se mantuvieron as�, sobando, manoseando y estrujando las carnes de la otra en medio de profundos suspiros, hasta que, con muda reciprocidad, comenzaron a hacer que los dedos �ndices y pulgares, aprisionando las dis�miles mamas, empezaran a apretarlas en un orde�e para despu�s retorcerlos casi con s�dica crueldad y, en tanto se endilgaban mutuamente virtudes amatorias con frases de amorosa ofrenda, alternaron aquello con el hundimiento de los filos de las u�as a los inflamados pezones.
Primitiva e involuntariamente, la chiquilina meneaba las caderas en imaginado coito y eso impuls� a Mercedes a descender a lo largo del vientre, chupando y lamiendo hasta alcanzar la alfombra de vello p�bico, ahora perfumada por fragantes jabones y fluidos vaginales. Con intuici�n femenina, Marina duplicaba todo cuanto hac�a su madre y comprobando que sorber, chupar y lamer esas carnes le resultaba tan grato como sentirlo en s� misma, ocup� su boca con esmero.
Luego de escarbar entre los enrulados vellos, acomod� su cuerpo y flexion� m�s las rodillas, llev�ndolas hacia delante para que su entrepierna quedara f�cilmente asequible sobre el rostro de la muchacha y, levant�ndole a esta las piernas encogidas, ajust� los muslos adolescentes bajo sus axilas, haciendo que toda la zona er�gena se exhibiera oferente y vulnerable.
En esa posici�n le era f�cil llevar la lengua tremolante a la hendidura entre las nalgas para estimular dulcemente al principio y luego con reciedumbre, el haz de tejidos anales e incitando a su hija en el mismo sentido, baj� las nalgas hasta sentirlas rozando la nariz de Marina.
Ella no sab�a por qu�, pero lo que estaba haci�ndole su madre en el ano le resultaba insoportablemente placentero y en contrapartida, viendo como los gl�teos de Mercedes estaban s�lo a cent�metros de su cara, los separ� con las manos para contemplar por primera vez en su vida un ano; ella no sab�a si el suyo era as�, pero este ten�a la apariencia de un diminuto volc�n, ya que se elevaba en forma pronunciada para luego hundirse en arrugado y fruncido cr�ter.
Ya su madre le hab�a demostrado que ese orificio era algo m�s que una salida para los excrementos y que su penetraci�n lo convert�a en un �rgano de un placer muy distinto al que sent�a en la vagina, pero definitivamente, tanto o m�s placentero. Sintiendo como la afilada punta de la lengua de Mercedes no s�lo trepidaba contra los esf�nteres sino que, una vez conseguida su distensi�n, ya endurecida, iba introduci�ndose lentamente al recto pero sin provocarle el dolor inicial de los dedos, acerc� cuanto pudo la boca entre las magn�ficas ancas y cuando la lengua tom� contacto con el elevado ano, todo pareci� transformarse
Subconscientemente segu�a asoci�ndolo con la materia fecal, pero el sabor acidulado de las mucosas intestinales provoc� en su bajo vientre el efecto de un picor electrizante que la hizo abrazarse a las nalgas para transformar su boca en una ventosa l�bil y exigente.
Nunca nadie hab�a hecho sentir a la mujer mayor lo que la ni�a estaba consiguiendo y, enloquecida de dicha, en tanto la lengua segu�a excitando la periferia del ano, con infinito cuidado, resbalando en la mezcla lubricante de mucosas y saliva, fue metiendo el pulgar en la tripa.
La chiquilina esperaba aquello y al sentir ese dedo que era m�s grueso que el anterior, ronco mimosamente de placer y como dando a entender a su madre cuanto la complac�a, hizo fuerza con las piernas para que su pelvis se elevara aun m�s, al tiempo que ella tambi�n met�a con prudencia el pulgar en el ano de Mercedes.
Sus bramidos y ronquidos gozosos de los que seguramente no ten�an conciencia, desviaron de la pantalla la atenci�n de Gabriel quien, contemplando ese amasijo de piernas y brazos entrelazados, comprob� que los provocaba la sodomizaci�n mutua y habi�ndole sido a �l tan placentera, casi tanto como la eyaculaci�n, tom� entre sus dedos la verga tumefacta para acariciarla en distra�da masturbaci�n.
Mercedes no se hab�a propuesto avanzar tanto en un solo d�a, pero la predisposici�n de los chicos y los esfuerzos denodados que estos hac�an, complaci�ndose en aprender con inusitada vehemencia aquello que les asegurara era una pr�ctica cotidiana entre las personas, que decidi� llevarlo hasta donde su propio agotamiento la obligara a descansar.
Sin dejar de sodomizar a su hija, hizo trepar a la lengua sobre el perineo y, evit�ndola ex profeso, rode� la entrada a la vagina para que labios y lengua se hundieran en las tiernas carnosidades del interior de la vulva, sorbiendo los dulces jugos que mojaban los labios interiores. Condescendientemente d�ctiles, estos se dilataron f�cilmente y entonces la boca los tom� entre los suyos, no s�lo para chuparlos sino tambi�n macerarlos, haciendo que los dientes participaran con un incruento raer de sus filos romos.
A Marina aquello le parec�a inefablemente delicioso e remedando a quien la somet�a de manera tan soberbia, la imit� para llenar su boca y saborear el gusto de los profusos labios interiores de su madre.
Por un rato, se afanaron en poseerse mutuamente, alternando las bocas para excitar duramente a los cl�toris y los dedos abandonaron los anos para, unidos, meterse dentro de las soflamadas vaginas. Los ayes, gemidos, ronquidos y soeces palabras de goce llenaron el cuarto, superando a las de los protagonistas del video.
La anhelosa brega de las mujeres hab�a excedido el inter�s de Gabriel en la pantalla y contempl�ndolas fascinado, as�a su verga, ya convertida en un falo, para masturbarse lentamente.
La obnubilaci�n de Mercedes no era tanta como para hacerle perder la conciencia de lo que suced�a a su alrededor y observando la exaltaci�n de su hijo, le dijo de que se aproximara y haci�ndolo arrodillar frente suyo, tom� la verga para introducirla en la boca y chupetearla profundamente, volcando en ella abundante saliva para despu�s, indic�ndole que se acercara m�s, embocar la punta en la vagina de Marina.
El abandono moment�neo de la boca de su madre en el sexo no hab�a afectado al entusiasmo de la chica, pero cuando esta sinti� que algo desusado pasaba en su vagina, intent� un natural movimiento de escape, mas la forma en que Mercedes aprisionaba sus piernas con los brazos y el peso mismo de esta sobre su pecho le impidieron todo movimiento.
Tranquilizando a la chiquilina sobre que aquello no habr�a de lastimarla pero si dolerle un poco, la mujer altern� la introducci�n de los dedos con el del glande para que este, poco a poco, penetrara cada vez m�s hondo.
Era cierto que ese padecimiento le hac�a doler poco m�s que los dedos, pero el volumen de la verga que los reemplazaba ten�a otra consistencia y grosor. Sin embargo y como desde la primera vez en que Mercedes le introdujera sus dedos en sexo y ano, eso que aparec�a como un martirio, r�pidamente tornaba a serle placentero.
El lento tr�nsito del falo parec�a llenar todo el interior del sexo y sent�a como a su paso se produc�an desgarros en la piel a pesar de la abundante lubricaci�n interna y externa que aportara la saliva de Mercedes.
Esta continuaba lamiendo y chupando los labios menores que desplazaba la verga en tanto que sus dedos no permanec�an ociosos y estimulaban simult�neamente, al cl�toris y al ano. Cuando sinti� como la pelvis de Gabriel rozaba su sexo, la muchacha manifest� con entrecortada voz su satisfacci�n por sentir algo tan maravilloso en su interior y entonces Mercedes introdujo una variante.
Elevando el torso y en tanto guiaba al muchacho en buscar un ritmo para la penetraci�n, le pidi� a Marina que volviera a juguetear con la boca en su sexo mientras ella la penetraba por sexo y ano con los dedos.
Muy pronto los tres eran una masa ondulante que zangoloteaba al comp�s del coito; regidos por Mercedes, quien ahora hac�a que su hijo la besara mientras sobaba los senos que levitaban por el movimiento. Tanto para el beso como para el coito, la inexperiencia del muchacho se hac�a evidente y entonces, mientras con una mano lo aferraba por la nuca ahondando los besos, hizo que la otra se asentara en las nalgas para empujarlo adentro y afuera, buscando obtener una cierta cadencia copulatoria.
Progresivamente Gabriel fue entendiendo de qu� se trataba y aferr�ndose a la cintura de su madre para darse envi�n, comenz� con una c�pula tan intensa que levant� quejidos en su hermana por la fuerza con que el falo golpeaba el fondo de la vagina. A pesar de ello, Marina estaba gozando intensamente de aquel coito inaugural y viendo la forma en que su madre balanceaba la grupa contra su boca, increment� el succionar de los labios al cl�toris escurridizo por la saliva y mucosas, dejando que los dedos de ambas manos se perdieran en las profundidades de vagina y ano.
D�ndose cuenta que de continuar as�, el cansancio y los orgasmos los detendr�a antes de que su misi�n se viera concretada, llam� a sus hijos a la calma y desembaraz�ndose de aquel trabaz�n, se acerc� a una c�moda de la que extrajo un extra�o arn�s que sosten�a una copilla charolada - uno de los recuerdos de su etapa sadomasoquista -, a cuyo frente surg�a un falo que imitaba en todo a uno verdadero s�lo que exagerando largo y grosor. El resto del artificio estaba formado por un cintur�n del que nac�an delgadas cintas aterciopeladas que lo ajustaban a nalgas y entrepierna pero dejando al descubierto a sexo y ano.
Coloc�ndoselo con esa destreza que dan los a�os, su cuerpo delgado tom� un aspecto masculinizado que acentuaba los cortos mechones de la roja cabellera y acerc�ndose a los mellizos que, agitados y transpirados la miraban curiosamente, hizo que Marina se acomodara en la cabecera con el torso sobre los grandes almohadones y, coloc� una almohada bajo la zona lumbar de la chiquilina para elevar su pelvis.
Haci�ndole abrir las piernas encogidas, se ubic� entre ellas para luego humedecer la punta ovalada del falo en los jugos que ba�aban la vulva y, como si fuera un pincel, la hizo resbalar desde el cl�toris hasta el mismo agujero del ano, escarbando en los tejidos inflamados de los pliegues y rozando reciamente el agujero vaginal, dilatado por la reciente c�pula.
El acople anterior hab�a colocado en el cuerpo de Marina sensaciones desconocidas y todo su interior estaba habitado por cosquilleos, contracciones y tironeos musculares que parec�an converger hac�a la meta fija de sus entra�as sin que nada de aquello le supusiera sufrimiento alguno; por el contrario, provocaba en sus gl�ndulas sensoriales, indescriptibles percepciones placenteras.
Aunque esperaba que la penetraci�n de aquella cosa enorme le fuera tan grata como la de su hermano, era la comparaci�n entre ellas la que la atemorizaba; sin ser peque�a, la verga de Gabriel hab�a ocupado totalmente el interior de la vagina y prueba de ello eran los ardores que los tejidos despellejados le hac�an sentir, pero ese nuevo miembro la superaba ampliamente, aparentando tener el doble de largo y ancho.
Ella supon�a que su madre no se propon�a hacerla sufrir y, por el contrario, le hab�a demostrado que todo cuanto se iniciara dolorosamente, finalmente la hab�a conducido a un goce tan hondo como jam�s experimentara; s�lo desconfiaba de la capacidad de su propio cuerpo para dar cabida a semejante aparato y respondiendo con nervioso rictus que pretend�a ser una sonrisa a la espl�ndida que iluminaba la cara de Mercedes, quien le promet�a hacerla disfrutar como nunca lo hiciera, cerr� los ojos para disfrutar o sufrir con la penetraci�n.
Como bien supon�a, el objetivo de Mercedes no era sacrificarla para satisfacer su desviado apetito sexual sino hacerla gozar de tal modo que se convirtiera, as� como Gabriel, en un c�mplice copart�cipe de sus deseos; gui�ndola con la mano, detuvo la verga portentosa frente a la vagina y presionando muy lentamente, milimetro a mil�metro, cent�metro a cent�metro, fue separando los adorados tejidos.
Las manos engarfiadas de la chiquilina se aferraban a las s�banas como si quisieran rasgarlas y los senos se agitaban temblorosos por la inquietud que la hac�a cimbrar de ansiedad. Con aprensi�n, sent�a como la cabeza ovalada separaba las carnes y, lentamente, casi imperceptiblemente, iba introduci�ndose al canal vaginal e inexplicablemente, cuando el grueso tronco comenz� a dilatar los m�sculos tensos, estos se dilataron para comenzar a hacer circular por su cuerpo una nueva sensaci�n que, de tan gozosa se le hac�a insoportable; sollozando de alegr�a, sus manos ya no rascaban la tela sino que se apoderaron de los senos para estrujarlos con fuerza demencial y, mordiendo su labio inferior con los dientes, dejaba que en su rostro se dibujara una sonrisa de felicidad tal que su misma madre se sorprendi� por sentirla estremecerse de dicha bajo ella.
Inclin�ndose sobre Marina y en tanto dejaba que se acostumbrara al tama�o monstruoso del falo, tom� su barbilla para depositar dulces besos en las comisuras distendidas por la sonrisa y cuando la lengua de la ni�a sali� en busca de la suya, la atrap� entre los labios, chup�ndola como si fuera una el�stica verga para despu�s bajar hacia los senos temblequeantes y depositando en los pezones delicados besos, mene� la pelvis para ir sacando el miembro.
El ronco suspiro de la muchacha, mezcla de alivio y goce, la hizo comprender cuanto le gustaba la penetraci�n de ese artefacto cuyo tronco estaba cubierto de fin�simas escamillas que se abr�an con el retroceso y entonces, sin dejar de chupar cada vez m�s rudamente los pezones, comenz� un lerdo balanceo del cuerpo, adentro y afuera, sintiendo como a cada remez�n su hija se conmov�a y dejaba escapar apasionadas frases de amor.
El verse a s� misma poseyendo a su hija como si fuera un hombre, encendi� nuevamente el fuego de su trastornada mente y asi�ndola fuertemente por las caderas, alz� un poco m�s el cuerpo para penetrarla en forma violenta. Susurr�ndole a la ni�a si estaba disfrutando con ese sometimiento y atenta a su ferviente respuesta afirmativa, fue haci�ndola poner de costado, levant�ndole una pierna para apoyarla en su hombro.
Asentando firmemente una pierna encogida con el pie en la cama, se dio impulso para, en forma de arco, ir ahondando la profundidad de la c�pula. Con sonrisa maquiav�lica y en tanto escuchaba complacida las afirmaciones repetidas de Marina sobre que as� le gustaba ser penetrada, y tras varios remezones en esa postura, le baj� la pierna de tal manera que quedara arrodillada y, enderez�ndole la grupa levantada, volvi� a penetrarla.
Esa posesi�n le parec�a maravillosa a Marina, y, apoyada en los codos, inconscientemente daba a su cuerpo un balanceo que lo acompasaba a los embates de su madre. Contenta por la natural predisposici�n de la chica hacia el sexo, moriger� la potencia de la c�pula e inclin�ndose sobre su espalda, aferr� los senos oscilantes para manosearlos casi con unci�n al tiempo que reclamaba al muchacho que se uniera a ellas, penetr�ndola por el sexo.
Este parec�a estar esperando esa orden de su madre, ya que con el miembro en ristre, al cual manten�a erecto mientras se masturbaba con lenta parsimonia contempl�ndolas, se arrodill� entre las piernas de la mujer y, tras restregarlo sobre la vulva para distender los labios mayores como viera hacerlo a ella, encontr� y penetr� la vagina.
Ciertamente y como Gabriel sab�a, su falo no ten�a el tama�o portentoso del consolador pero de ninguna manera era peque�o, tanto, que su madre expres� de viva voz el placer que le daba sentirlo dentro suyo y entonces, aferr�ndola por las caderas, acompas� las penetraciones a la cadencia con que Mercedes pose�a a su hermana.
Verdaderamente, constitu�a un espect�culo pasmoso contemplar a esa especie de monstruo mitol�gico de seis piernas y brazos agit�ndose en la c�pula bestial, m�xime cuando Mercedes, luego de complementar la penetraci�n al sexo con la introducci�n del pulgar al ano de su hija, quien inmediatamente proclam� el gusto que le daba sentirlo en su recto, le indic� que alzara el torso para mantenerse sobre los brazos estirados.
Despu�s de unos minutos de dilatar los esf�nteres que ced�an mansamente, sac� al miembro de la vagina y tras apoyarlo contra el ano, empuj�. Contrariamente que con la vagina, hizo caso omiso de la prudencia y poniendo todo el peso de su cuerpo, avasall� los esf�nteres que, ya condicionados por el dedo, soportaron mansamente el tr�nsito del falo.
Por el contrario, Marina no respondi� de la misma manera, ya que un grito horr�sono brot� desde lo m�s hondo de su pecho en tanto golpeaba con los pu�os apretados sobre la cama, profiriendo maldiciones que, seguramente, deb�an de habitar su subconsciente.
Es que ella no pod�a haber imaginado que lo que la complac�a tanto por el sexo, pudiera hacerle sentir tama�o dolor por el ano; naciendo desde los mismos esf�nteres, era como si un pu�al al rojo vivo subiera a lo largo de la columna vertebral para clavarse en su nuca y, cuando aun sollozaba por semejante martirio, una nueva dimensi�n del goce que semejaba irradiar desde ese punto fue invadiendo no s�lo el cuerpo entero sino inundando al cerebro de nuevas sensaciones mentales.
Mezclando la risa con el llanto y en medio de ahogado hipar, le confes� alborozada a su madre cuanto estaba goz�ndolo, confirm�ndolo por la proyecci�n de su cuerpo basculante contra la copilla del consolador.
Gabriel ya estaba sumergido en ese v�rtice de placer e imitando a Mercedes, sac� la verga del sexo para tratar de introducirla en ano, pero, aunque esta estaba m�s que preparada, su falta de experiencia hizo que la cabeza se estrellara in�tilmente contra los esf�nteres, hasta que la misma mujer tendi� una mano hacia atr�s y reforzando al glande con sus dedos, fue introduci�ndolo a la tripa.
Como esperaba, todo el pene la penetr� hasta que la mata velluda del pubis se estrell� contra sus nalgas y, arengado por ella, el muchacho la penetr� de la manera en que le gustaba. Nuevamente amalgamados casi mec�nicamente en la m�ltiple sodom�a, se perdieron en el acople por un rato, hasta que Mercedes dijo que aun quedaban cosas por aprender y deshaciendo el amasijo, le indic� a su hijo que se acostara boca arriba.

Como los tres estaban cubiertos de sudor, saliva y humores vaginales y anales, le dijo a Marina que fuera hasta el ba�o para traer tres toallones con los cuales eliminaron todo vestigio de suciedad.
Si fuera posible, las mujeres luc�an aun mejor que al principio, ya que las carnes y m�sculos sometidos a semejante traqueteo, hab�an cobrado mayor volumen y las pieles sonrosadas se ve�an tersas y brillantes.
Tras desprenderse del arn�s y decirle a sus hijos que la siguiente etapa significar�a como una especie de examen, en el cual ellos y sin su gu�a, deber�an demostrar cuanto asimilaran de la experiencia en forma totalmente libre y sin condicionamientos, haciendo lo que sus fantas�as y deseos les dictaran, se acuclill� ahorcajada sobre la entrepierna de muchacho y tomando la verga tumefacta, hizo descender el cuerpo hasta sentirla rozando sus carnes.
Abriendo con los dedos los labios de la vulva, inici� un pincelar al sexo, estregando reciamente los tejidos desde el siempre erguido cl�toris hasta el aun sensibilizado ano; naturalmente, la juventud adolescente le daba fuerzas a Gabriel para eso y mucho m�s y a poco la verga se hab�a convertido nuevamente en un falo y, abri�ndose m�s de piernas, Mercedes fue introduci�ndolo a la vagina.
A ella misma y aun conoci�ndolo desde siempre, la sorprend�a el tama�o y volumen del miembro de su hijo y deseando que aquello fuera lo �nico que heredara de su padre, fue flexionando las piernas hasta sentirlo totalmente adentro suyo para entonces apretar los m�sculos vaginales contra �l e iniciar un suave galope por el que lo sent�a estrellarse en el fondo hasta sobrepasar la entrada al cuello uterino.
La que parec�a no querer permanecer apartada era Marina quien, acerc�ndose, comenz� a acariciar tiernamente sus espaldas, altern�ndolo con golosas lamidas y delicados chupeteos que fueron descendiendo hasta la zona lumbar; sin embargo, el movimiento ascendente y descendente de su madre le impidi� llevar a cabo su prop�sito inicial de juguetear con la boca en las nalgas, hendidura y ano.
Buscando con la mano la zona del sexo en la que el falo se hund�a en la vagina, estimul� a las carnes de ambos con deliciosas caricias para luego y cuando sus dedos estuvieron cubiertos por las mucosas vaginales que el pene extra�a, buscar el ano de Mercedes e introducir en �l a dos de ellos imitando a una verga.
Poni�ndose de costado, alcanz� la cadencia que quer�a en esa sodom�a manual y con la otra mano sob� los senos que levitaban al ritmo de la jineteada, hasta que su excitaci�n la llev� a lo que su madre hiciera con ella; ahorcaj�ndose sobre la cara de su hermano, fue bajando el cuerpo hasta sentir como aquel la as�a por los muslos mientras su lengua y labios se posesionaban de la vulva.
Al levantar la vista, sus ojos se encontraron con la mirada lujuriosa de Mercedes y ambas, al un�sono, tendieron sus brazos para aferrar a la otra y unir sus bocas en un beso tan fogoso como prolongado.
A pesar de su impericia, ella sent�a como su hermano estaba haciendo maravillas en su sexo y sin dejar de besar a Mercedes con sonoros besos febriles, dej� que sus manos se cebaran en aquellos pechos hermosos, haci�ndose due�a de los pezones para retorcerlos y clavar sus u�as en ellos tal como le hiciera conocer la mujer.
Acompa�ando los sonidos de la pel�cula, las dos gru��an y murmuraban ininteligibles palabras de amor y pasi�n, hasta que una s�bita inspiraci�n invadi� a la muchacha; abandonando a la pareja, tom� el arn�s con el consolador y coloc�ndoselo desma�adamente, se ubic� detr�s de las ancas que sub�an y bajaban para guiar con su mano desacostumbrada a aquello, la punta ovalada hasta tomar contacto con el ano de su madre.
Marina sab�a de la contundencia del miembro y casi con crueldad, como si estuviera tomando venganza de aquella sodomizaci�n que, aunque la hiciera disfrutar m�s que ninguna otra cosa, le hab�a resultada doloros�sima, fue hundi�ndolo en el recto hasta sentir como la grupa generosa se estrellaba contra la copilla.
Acostumbrada por su marido a ese tipo de penetraciones, con artefactos aun m�s terribles y diversos, Mercedes tambi�n se hab�a habituado a los placeres que le provocaban y, necesit�ndolo desde tanto tiempo atr�s, alab� a la muchacha por proporcionarle semejante goce y, asi�ndose a las manos con que Marina la sujetaba por la cintura, acompas� el galope para que ambos miembros coincidieran en esa doble penetraci�n que se le hac�a inconmensurablemente gozosa.
Obviamente, la chica que ni siquiera hab�a fantaseado con tener sexo con otra mujer, comprend�a lo que su madre experimentaba porque ella hab�a soportado tambi�n la inmensidad del falo, pero lo que m�s la sorprend�a, era su sensaci�n de euf�rico goce por poseerla como si fuera un hombre.
Acerc�ndola hac�a �l mientras proyectaba hacia arriba la pelvis para incrementar los remezones de su miembro en la vagina de Mercedes, Gabriel somet�a los senos oscilantes, estruj�ndolos y retorciendo los pezones entre sus dedos.
No dando cr�dito a que lo que ahora se manifestaba como una org�a de los sentidos y los cuerpos se hubiera iniciado con una simple desviaci�n moral por querer pervertir las mentes v�rgenes de sus hijos, Mercedes acentu� el vaiv�n de sus caderas hasta que sinti� como la muchacha retiraba al consolador del ano para luego conducir la punta hacia el lugar por donde se insertaba la verga de su hermano, seguramente sin considerar que con eso entraba al terreno de la perversi�n.
Calculando que aun a una mujer con los a�os de experiencia sexual que seguramente ten�a su madre, la introducci�n de dos miembros juntos no le resultar�a tarea f�cil, aprovechando que el de Gabriel retroced�a casi hasta el punto de salir, incorpor� al el�stico glande junto a �l para, cuando su hermano sacud�a la pelvis hacia arriba y su madre hacia descender el cuerpo, empujar sin prisa pero sin pausa hasta sentir como el pr�apo artificial se deslizaba adentro junto al verdadero.
A Mercedes se le hac�a cuento que esa circunstancia se estuviera dando y, en tanto hund�a �vidamente su boca en la de su hijo, ejecutaba los movimientos necesarios como para sentir las dos vergas traqueteando en su interior.
Los tres amantes semejaban estar pose�dos por fuerzas ajenas a su voluntad y en tanto Mercedes bramaba y gem�a, solicit�ndoles con desesperaci�n que la condujeran a la satisfacci�n plena y total, su hijo martirizaba los senos con s�dicos retorcimientos muy parecidos a los que ejecutara su padre y Marina, ya desmandada por la posesi�n y alentada por las incitaciones de su madre, la penetraba con la vehemencia y vigor de un hombre.
Alabando a la naturaleza por haber colocado en la gen�tica de sus hijos los mismos patrones de conducta que en sus padres y sintiendo como la descarga esperm�tica de Gabriel escurr�a entre los dos miembros para escapar de la vagina con sonidos chasqueantes, fue cayendo en la profundidad abisal en que la sum�an sus orgasmos verdaderos y ya lejos de la realidad, su cuerpo segui� experimentando el placer inmenso de sentirse socavada simult�neamente por Gabriel y Marina.



Por favor vota el relato. Su autor estara encantado de recibir tu voto .



Número de votos: 2
Media de votos: 10.00


Relato: De la villa a la lascivia incestuosa total 2
Leida: 2525veces
Tiempo de lectura: 10minuto/s





Participa en la web








Contacto
Categorias
- Amor filial
- Autosatisfacci�n
- Bisexuales
- Confesiones
- Control Mental
- Dominaci�n
- Entrevistas / Info
- Erotismo y Amor
- Fantas�as Er�ticas
- Fetichismo
- Gays
- Grandes Relatos
- Grandes Series
- Hetero: General
- Hetero: Infidelidad
- Hetero: Primera vez
- Intercambios
- Interracial
- L�sbicos
- MicroRelatos
- No Consentido
- Org�as
- Parodias
- Poes�a Er�tica
- Sadomaso
- Sexo Anal
- Sexo con maduras
- Sexo con maduros
- Sexo Oral
- Sexo Virtual
- Textos de risa
- Transexuales
- Trios
- Voyerismo
- Zoofilia


Afiliados





















Relato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatohistorias eroticas de nietas calientes relato erotico de sexo adultos mayor con joven mujer sexo oralvideos porno gay maduros gratisrelatos eroticos todoRelatos eróticos hombres que han desvirgado culitos gaysRelatos eroticos con mi tia y mi madrerelato porno con la madreRelatos porno amor filial bdlol.ruporno madres lesbianasRelatos eróticos de ancianas chupatintas vergasrelatos erotico abuela viuda follando con el nietorelato follando gayxxx relatos follando a mi madre en cochabamba incestorelato me coji nenaRelatos gays el pibitorelato erótico chica caliente folla con un taxistaRelatos porno orgía transexualRelatos gays mi primo y m tiohistorias porno gratisRelatos eroticos gratis incesto sobrina de 13 añitos primera vezenanas españolas follandomadres folladas dormidaspapa me desvirga relatósRelatos cojiendo con mama en el ranchomefollo a mi madrerelatos porno papa e hijasrelatos eróticos "me senti tan humillada"Misrelatospornorelatos sexuales mi sobrinas PENES grandes xxxRelato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatorelatos de sexo con caballosrelatos de shemaleRelato abuelo y nieta anal gratisrelatos follando a mi hijastraDoña chela madurarelato erotico mi primita y yo jugando a la mama y el papaRelatos eroticos gratis incesto sobrina de 13 añitos primera vezsonic y amy relatos pornorelato trio transrelatos de cuñadosRelatos porno amor filial mis hijas reichel y cristina parte 4 bdlol.rupormo gaysancianas folladorelatos porno cogida por un lancherorelato sobrinita 5Www.de relatos de incesto y amorfilialrelatos gay mi alumno quiere perder la virginidad con migorelato erotico ladronesRelatosxxx Culiando a mamá dormidaRelatos porno amor filial el despertar del placer con mi pequeña hija 2 bdlol.rulas nalguitas dde mi hija cquita relatos pornoRelatos gays el rateritorelatos me dejaron llena de leche la panochaRelatos gays el lecheroculazos gordosmi hijita de 9 añitos relatoRelatos eroticos gratis incesto sobrina de 13 añitos primera vezrelatos incesto nieta abuelorelatos cuentos porno bdlol.ru mami papirelatoerotico pendejitosIncesto con la abuela relatadoslucerito pornorelatos porno la nenitami hijita de 9 añitos relatovegeta y bulma relatos ironicosmisrelatosporno.com los,clientes,anales,de,mi,madrePorno relato bdlol.rupprno madurasPor el culo del perro por primera vez relatos zoofilia