Relato: Todo cambia al volver (III)





Relato: Todo cambia al volver (III)

Horte


Cuando despert�, hac�a largo
rato que Pipo se hab�a marchado.


De pronto, con la claridad del sol que entraba en mi cuarto, la realidad pareci�
invadirme sin que encontrara forma de eludirla. Tampoco quer�a hacerlo.


Una realidad fue mostr�ndome, en la evocaci�n, la noche con todos
sus detalles, cada uno de los cuales hac�a despertar en mi cuerpo, a�n
caliente, latidos y sensaciones r�tmicas maravillosas.


He de admitir, que ni por un momento, me sent�a
culpable, ni tampoco sucia ni indigna, nada de eso, y que la sensaci�n
que me embargaba, era de una extra�a felicidad, una plenitud hasta ahora
no conocida.


Eso era, porque la situaci�n a la que me hab�a visto enfrentada
con Pipo, no era de ning�n modo premeditada. Tanto yo como �l,
hab�amos caminado libremente hacia el encuentro final y si bien yo fui
muy expl�cita, en algunos momentos, consideraba que hab�a obedecido
a mi condici�n de mujer enamorada. Porque ten�a que reconocer
que estaba enamorada de mi sobrino, de una forma nueva, especial, distinta y
diab�lica.


Yo nunca me hab�a enamorado as�.


Momentos despu�s, bajo la ducha, sent�
mi cuerpo pleno de energ�a nueva. Me sent�a m�s tersa,
m�s joven, m�s hermosa y m�s ardiente.


La sensaci�n de haberle gustado a Pipo como hembra y la forma como el
f�sicamente me lo hab�a demostrado, era algo que me complac�a
mas all� de todo limite.


S�. �ramos amantes. Yo lo entend�a
as� y �l parec�a percibirlo de la misma forma. Esto no
podr�a ser algo transitorio, est�bamos entrando a otro tiempo.


Mientras acariciaba mi cuerpo aun excitado,
recorr�a mis curvas en las que antes casi no reparaba, con un deleite
de mujer satisfecha. Mis pechos me parec�an inflamados por el recuerdo
de su caricias y sus besos y mis pezones se alargaban delicados por la calentura,
recordando como Pipo succionaba sobre ellos seguro de que era un terreno que
podr�a disfrutar cada noche.


Un aire juvenil, que por cierto fue notado
por la gente del instituto, me invad�a, cuando ingrese en mi estudio.
Esta alegr�a era atribuida por todos a los efectos de mi viaje europeo,
a mi larga permanencia en Espa�a y yo sonre�a, al pensar que todo
hab�a cambiado al volver. Tan solo 48 horas y todo hab�a cambiado.


El d�a me pareci� hermoso, pero
demasiado largo. Quer�a que llegara pronto la noche, quer�a verlo,
abrazarlo, besarlo y todo lo que el quisiera. Era un d�a Viernes, nos
esperaba el fin de semana, me ir�a temprano a casa.


De pronto, al darme cuenta que era viernes,
record� que ese d�a estaba Julia en la casa.


Julia era una muchacha, sobrina de una gran amiga m�a y que todos los
viernes se encargaba de ordenar, hacer alguna limpieza y sobre todo de arreglar
mi guarda ropas que siempre es un desastre. A cambio de esta labor ella recib�a
una buena paga que era en realidad una forma de ayudarla a solventar sus estudios
en un instituto de cosmetolog�a


Desde siempre se ha entendido muy bien con Pipo, son pr�cticamente de
la misma edad y a menudo se divierten escuchando m�sica o viendo pel�culas
de v�deo. Yo siempre he permitido esa amistad porque Pipo, en general,
es algo retra�do y es bueno que alterne con muchachos y muchachas de
su edad.


Sin embargo un d�bil pensamiento, como
una pincelada difusa atraves� en ese momento por mi mente. Evocaba la
imagen de Julia, que de ser una adolescente deslavada y t�mida si hab�a
trasformado tambi�n durante mi ausencia, en una mujer joven de caracter�sticas
espectaculares. La hab�a visto el d�a de mi llegada enfundada
en unos jeans que modelaban un trasero perfecto y una blusa peque�a apenas
capaz de contener dos pechos que ped�an a gritos ser liberados.


Una inquietud molestosa se aloj� en mi cuerpo y me di cuenta que ya mas
de una hora no hab�a hecho nada de provecho en mi estudio mientras montones
de papeles esperaban ser revisados por mi. Unos minutos mas y no me contuve,
marqu� el n�mero de mi casa y pregunt� por Pipo. Me respondieron
que Pipo reci�n venia llegando a la casa y si quer�a hablar con
�l. Respond� que no era necesario.


Desde ese momento la inquietud se apoder� de m�. No quer�a
admitir lo que me estaba pasando.


Cerraba los ojos y ve�a a Julia movi�ndose
graciosamente frente a Pipo. Imaginaba que �l le hacia escuchar la m�sica
que yo le hab�a tra�do desde Madrid, que entusiasmados, en su
cuarto, bailaban locamente, que ella hacia movimientos estudiosamente er�ticos,
que presos de la excitaci�n del movimiento ca�an sobre la cama
y Pipo acariciaba sus muslos preciosos y mamaba sus pechos divinos de mujer
en primavera.


Casi sin saber lo que hacia, fui al cuarto de ba�o junto a mi estudio,
me desnude para mirarme, contemple mis pechos grandes opulentos, aunque erectos,
sus pezones maduros que estaban dilatados y ardientes y separ�ndome del
gran espejo mir� la curva de mis caderas, generosas plenas de voluptuosidad
y la sombra de mi sexo que hab�a sido suyo la noche anterior. Me sent�
latir con el recuerdo, gir� y vi mi trasero perfecto y grande, cuyas
nalgas hab�an abrigado su sexo en nuestro primer contacto y me percib�
mujer plena, mujer deseable, mujer suya par luego decirme m que jam�s
lo perder�a.


La tarde avanzaba, era ya casi de noche, ahora estaba ansiosa y expectante.
No me contuve, llame de nuevo por tel�fono a la casa para preguntar por
Pipo. Me respondieron que me calmara, que Pipo estaba bien y como para tranquilizarme
me informaron que Pipo estaba en su cuarto con Julia que se escuchaban las risas
de ambos, si quer�a hablar con �l.


O sea que era verdad, no era mi imaginaci�n,
estaban realmente juntos en su cuarto, riendo. Seguramente revolc�ndose
en la cama. Por supuesto, Pipo ahora se cre�a muy macho, muy capaz de
tener a una mujer Acaso no hab�a hecho suya a su propia t�a �


No la hab�a hecho gritar de gusto mientras la atravesaba con su instrumento
prodigioso, no se le hab�a entregado ella derriti�ndose de calentura
llegando a empelotarse a sus ojos en su propio cuarto, acaso no se hab�a
derramado en su interior llen�ndola de litros de semen caliente mientras
le dec�a al o�do Puta... Puta... Puta... Puta � al paso
que ella se mor�a con el orgasmo mas formidable del que tenia memoria?


Por supuesto el se sabia ahora capacitado para acometer a Julia, la muy descarada
que seguramente le estaba mostrando, como distra�damente, su muslos preciosos,
y roz�ndole con sus tetas insolentes el rostro para que se encendiera
y como parte del baile seguramente se despojaba de la blusa poni�ndole
sus pezones en los labios y claro le dec�a que tenia mucho calor y se
empelotaba mostr�ndole su sexo humedecido con la finalidad de que Pipo
la atravesara all� mismo, la muy Puta descarada, y ahora justamente ahora
se revolv�an en la cama all� junto al cuarto en que ella lo hab�a
hecho suyo.


Ahora yo volaba en el autom�vil impulsada
por la fuerza de unos celos mortales que sent�a por primera vez y dispuesta
a matar ese par de libidinosos inmundos que se re�an de mi en mi propia
casa.


Al entrar en casa lo primero que encontr�
fue un silencio denso, en medio del cual los latidos de mi coraz�n perturbado
retumbaban en todo el espacio.


Ni risas, ni m�sica, ni ruido de besos, ni gritos ahogados. Nada.


Permanec� inm�vil, en silencio
y cuando estuve algo calmada, camine sin zapatos lenta y cuidadosamente por
el pasillo hasta cuarto de Pipo segura aun que los encontrar�a desnudos
el uno en brazos del otro reponi�ndose de una sesi�n de sexo brutal,
como ahora sabia que Pipo era capaz de brindarla.


La puerta de cuarto estaba abierta y el cuarto estaba desierto y su cama en
un orden perfecto.


Segu� caminando hasta el cuarto de visitas y de s�bito descubr�
a Pipo recostado estrat�gicamente en un sill�n, mirando extasiado
hacia el cuarto de ba�o cuya ventana estaba algo abierta y a trav�s
de la cual era posible ver perfectamente la figura desnuda de Julia que se duchaba,
mientras entonaba suavemente una canci�n de moda


Era evidente que no sabia que Pipo la observaba.


La tranquilidad volvi� a mi en forma
inmediata y reparadora.


Si Pipo estaba extasiado mir�ndola furtivamente, era sin duda porque
en ning�n momento la hab�a tenido.


Quise hacer sentir mi presencia, pero me detuvo el hecho de observar que la
posici�n de Pipo en el sill�n se deb�a a dos factores.
Uno era que desde all� pod�a ver a Julia desnuda a su voluntad
y la otra era que se estaba masturbando con una placidez del que se sabe solitario.


Me qued� como petrificada.


La visi�n del sexo de Pipo me hab�a
tra�do de vuelta todo el deseo que se hab�a disipado con mi ataque
de celos. De alg�n modo lo ve�a mas grande, mas grueso ,mas reluciente
y mas hermoso. Seria porque ahora era m�o, o quiz�s porque mi
propio sexo lo estaba deseando con esos latidos profundos que no era capaz de
contener en ese momento. All� estaba con la vista fija en �l hasta
que pude levantar levemente los ojos y pude enfocar sin dificultad a trav�s
de la ventana, a la hembra bajo el agua de la ducha.


Era una visi�n espectacular que justificaba plenamente el empe�o
de la masturbaci�n de Pipo. Julia sosten�a en su mano derecha
el perfumado jab�n y lo hac�a recorrer un viaje er�tico
de impacto descomunal, por su nalgas y sus pechos, para detenerse en su sexo
de vellos mojados ,realizando un ejercicio demon�aco pues presionaba
sobre su sexo hasta que la pastilla de jab�n desaparec�a casi
completamente entre sus labios mayores y luego en medio de unos quejidos diab�licos
lo dejaba surgir lentamente en una especie de parto er�tico conmovedor.


Era imposible abstraerse de ese encantamiento
y era por eso que Pipo no se hab�a percatado de mi presencia a dos metros
tras �l y era por ese mismo espect�culo que yo tenia que sujetar
con mi mano abierta bajo mis bragas los latidos de mi sexo grande y salvaje
mientras manaba un liquido que ya me humedec�a el comienzo de mis muslos
suaves.


La tensi�n era tal que no pod�a durar mucho sin estallar. Yo lo
sabia, lo sent�a en mi cuerpo conocedor de estas tensiones.


Esa mujer endiabladamente hermosa, deb�a
yo reconocerlo, luego de jugar con su tetas divinas hab�a descendido
de nuevo hasta su vientre y en medio de un contoneo de un ritmo perfectamente
mortal, hab�a logrado introducir la pastilla de jab�n entera de
modo que solo era posible reconocer un peque�o extremo de olor celeste
entre sus labios dilatados. Entonces, acariciando sus muslos, como calm�ndolos,
rode� su sexo con sus manos juntas y recibi� en ellas el fruto
de su vientre dobl�ndose luego seguramente por la descarga del orgasmo-


Pipo emiti� un quejido profundo al tiempo que su chorro monumental cruz�
la habitaci�n azotando con violencia la ventana del ba�o. Yo afirmada
en la pared tras el me dej� invadir por las contracciones dolorosas de
placer de mi sexo que sent�a desintegrado en orgasmos m�ltiples.


Pipo se hab�a puesto de pie lentamente. Segundos que yo aproveche para
salir apenas de cuarto. Entonces me encontr� con �l, su rostro
a�n el encendido por el deseo. Me mir� sonriente cuando me dijo.


- T�a querida.. � te sientes
mal ?


Tienes la cara muy encendida -. ...y me beso
en la mejilla.


Luego se encamino a la cocina mientras yo
a�n segu�a desgranando mi placer en explosiones infernalmente
discontinuas.



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