Relato: Descubri mi amor





Relato: Descubri mi amor

Seguir� contando mi fin de semana con Mariana. Cuando volvimos del
restaurante nos fuimos directamente a la casa de ella, estacionamos el auto y
subimos directamente a su departamento. Yo hab�a llegado a mi mayor cl�max por
lo tanto venia relajada y sin apuros. El cl�max hab�a sido maravilloso y muy
profundo.


Entramos al departamento de Mariana y lo que primero hice fue
tirarme en un sill�n. Mariana me dijo que iba al ba�o a refrescarse un poco y
volv�a. Al rato sent� correr la ducha. A los minutos Mariana volvi�
completamente desnuda y con su largo cabello azabache completamente suelto
cubri�ndole la espalda por completo. Estaba tan simple que atra�a justamente por
eso, sent� nuevamente un deseo invasor. Esa mujer que ten�a por delante momentos
antes, me hab�a hecho gritar como una perra de placer. Me hab�a pose�do
totalmente, me hab�a cortado la respiraci�n con el cl�max que me hab�a dado y
ahora estaba desnuda delante de m�. Me mor�a de nervios pero mas que nada porque
sabia que intenciones albergaban tanto mi esp�ritu como el de ella.


Mariana sentada al lado m�o comenz� a decirme ciertas cosas
de intimas de ella que no me hab�a mencionado antes, historias que ten�an
algunos condimentos er�ticos, como por ejemplo el uso de velas y fragancias
arom�ticas y otros instrumentos. Mientras ella narraba sus experiencias, comenc�
a sentir que nuevamente la excitaci�n invad�a mi cuerpo nuevamente, su suave voz
me arrullaba y verla moverse desnuda y despacio por el living de su casa me
produc�a una extra�a sensaci�n de tibieza a lo largo de todo mi cuerpo.
Lentamente fue acerc�ndose al sill�n donde yo estaba y se sent� bien pegada a mi
lado. En sus manos tra�a una peque�a botella que yo tenia al lado de unas velas
de flores y despu�s de abrirla y colocarla bajo mi nariz, me pregunto de qu�
fragancia se trataba.


El aroma a jazmines que invadi� el living y las manos de
Mariana moviendo el frasquito bajo mi nariz hab�a conseguido que cerrara los
ojos y me dejara llevar por la situaci�n. Cuando los abr� para responderle, vi
que me miraba en forma provocativa, con una semi sonrisa dibujada en su rostro,
con los labios h�medos. Sinceramente pens� que eran ideas m�as pero cuando una
de sus manos abandono la botellita para acomodar mi cabello, entend� que no era
una alucinaci�n sino que el acercamiento entre ambas era m�s real de lo que
pensaba y el deseo de estar junto a ella y compartir momentos era mayor al que
Yo pensaba.


Las manos de Mariana segu�an acariciando mi cabello y
suavemente mi cuello. Me di cuenta de que mi respiraci�n estaba entrecort�ndose
nuevamente y que ella me miraba fijo a los ojos, se estaba dando cuenta de mi
excitaci�n.


Sent�a que estaba bajo el influjo de Mariana, no pod�a
moverme, quer�a quedarme all� esperando que siguiera con sus caricias y en tanto
pensaba todas estas cosas, sent� un leve roce de sus labios en los m�os. Fue
algo tan delicado, tan sutil que me estremeci�. No era como otras veces, ahora
hab�a otros sentimientos, hab�a amor. Me estaba enamorando de Mariana.


Deje que siguiera haciendo eso. Me besaba suavemente, sin
decir una sola palabra. Sus labios apenas rozaban los m�os pero me encend�an, me
enardec�an. Ten�a un aliento suave, delicado, como toda ella en si misma. Su
boca abandono la m�a y beso mis ojos, mi frente, mis mejillas, mi cuello y se
detuvo en el nacimiento de mis pechos.


Abr� mis ojos y la vi observ�ndome, callada, como esperando
mi consentimiento para seguir. Cuando mis ojos se cruzaron con los suyos, una
leve sonrisa se dibujo en su rostro y al devolv�rsela, se acerco a mi boca y
esta vez si me dio un beso completo y me dijo te amo.


La tersura de su boca me encanto, me abri� un mundo de
sensaciones �nico, sent�a que ca�a en un abismo y volv�a a subir. Su lengua me
penetro suavemente una y otra vez la boca, buscaba la m�a con calma, con
delicadeza pero con much�sima sensualidad.


Sus manos parec�an mariposas acariciando mi cara mientras me besaba y
completaba as� un momento de erotismo impresionante.


Fue desnud�ndome lentamente, despoj�ndome de mis ropas con
toda la calma del mundo, cada vez que se inclinaba sobre m� para desabrochar
alg�n bot�n o quitarme alguna prenda, su cabello sedoso acariciaba y erizaba mi
piel.


Despu�s de un buen rato, Mariana me hab�a dejado
completamente desnuda, recostada en el amplio sill�n del living de su casa y me
contemplaba en silencio. Todo el tiempo que permanecimos juntas fue en silencio,
solo se dejaban o�r los gemidos de placer, los suspiros de dos mujeres teniendo
un encuentro sexual altamente er�tico y lleno de amor.


Acomodo dos almohadones detr�s de mi cabeza, me pidi� que
cerrara los ojos y me abandonara a las sensaciones. Cuando hab�a quedado c�moda
en esa posici�n y mis ojos permanec�an cerrados, sent� las manos de Mariana
volar por sobre mi cuerpo en forma casi et�rea. Ella mezclaba caricias con leves
masajes, estaba erotizando toda mi piel, encendiendo mi carne, dejando estelas
de fuego por donde pasaba. Era todo tan suave, tan m�gico que parec�a irreal.
Nunca antes hab�a actuado as�, esta vez era diferente. Hab�a amor, no buscaba
solamente sexo.


Mi abdomen pas� a ser el templo de su m�xima atenci�n. Lo
acaricio una y otra vez, dejo resbalar sus manos por �l y descender hacia mis
muslos. Sub�a y bajaba por ellos, los recorri� en toda su extensi�n, por donde
sus manos pasaban dejaban una huella c�lida que me excitaba y sent�a que mi sexo
estaba comenzando a humedecerse de una forma incre�ble. Comenzaba a sentir amor
por esa mujer y eso me asustaba.


Mariana se sent� cerca de mis pies y cambio sus masajes para
atenderlos a ellos. Los acariciaba, los relajaba y grande fue mi sorpresa cuando
sent� que comenzaba a besarlos. Los acaricio con su boca much�simas veces. Sus
labios encerraron cada uno de mis dedos dentro de su boca, los lam�a con gusto y
los chupaba de manera muy sensual. Cada beso, cada lamida, cada chupada era otro
masaje m�s que me daba. Era la primera vez que me hac�a eso y me estaba
encantando. La delicadeza esta vez de Mariana para excitarme era muy placentera,
el calor de su piel era magnifico y ver la devoci�n con la que se entregaba a
aquella tarea me parec�a deliciosa. Hab�a algo m�s que placer en su actuar.
Hab�a amor y Yo lo estaba sintiendo y deseando. Esto me asustaba, porque quer�a
decir que estaba entrando en su mundo. Me estaba convirtiendo en una lesbiana.


Por un instante me dejo sola y cuando volvi� tra�a en sus
manos una peque�a botellita que hab�a sacado de su pieza. Me pidi� nuevamente
que cerrara los ojos y segundos despu�s de hacerlo, comenc� a sentir un aroma a
flores muy tenue, un aroma que inundaba el ambiente. Inmediatamente despu�s de
sentir ese aroma, vinieron las manos de Mariana nuevamente sobre mis pies pero
untando un aceite del que proven�a esa fragancia. Repiti� las caricias con el
aceite y la untuosidad de mi piel acariciada con el aceite, mas el aroma a
flores y las manos de Mariana me llevaban a lugares que no sabia que exist�an.
Me daba cuenta que deseaba estar en sus manos, deseaba estar con ella.


Pero esto no era nada comparado con las caricias que le
prodigo a mis muslos. Los unto completamente con aceite, los acaricio m�s que
antes, sus dedos presionaban en los lugares m�s sensibles y despu�s resbalaban
por todos lados. Mi espalda no pod�a dejar de arquearse ante el camino que
abr�an sus manos en mi, no pod�a dejar de moverme sensualmente, como indic�ndole
donde necesitaba que me diera la pr�xima caricia.


Tenia ganas de abrir la boca y decirle que la amaba, pero me
daba la sensaci�n de que arruinar�a el momento, de que se perder�a algo de toda
esa magia que estaba envolviendo mi alma y mi cuerpo. Estaba deseando el amor de
Marina.


Definitivamente mi Mariana estaba entrando en mi mundo y
comenzando a ocupar el espacio reservado a mi gusto por los hombres.


Nada se comparo con el preciso instante en el que abri�
delicadamente mis muslos y se encargo de mi sexo. Sus dedos h�biles se dirig�an
exactamente a los rincones en donde sol�a estallar de placer, en donde tocarme
era el equivalente de una serie de orgasmos incontenibles. Mariana me conoc�a y
sab�a donde tocar.


Como de costumbre mis gemidos comenzaron a escucharse cada
vez m�s fuerte, mis suspiros solo le daban la certeza de los lugares en donde
deb�a detenerse m�s y continuar con las caricias.


Sent� que me abandonaba nuevamente despu�s de dejar mi sexo
en llamas y me pregunte a donde habr�a ido. No se alejo mucho del sill�n, solo
camino unos pasos hasta una mesa que hab�a cerca y estaba llena de velas. No
entend� bien de que se trataba al principio y cuando comprend� que har�a, me
alarme un poco pero despu�s volv� a relajarme y a confiar en ella.


Encendi� una de las velas m�s grandes que tenia y apago las
luces del living. Fue acerc�ndose lentamente a m� y dejo caer sobre mis muslos
unas gotas de cera. Contrariamente a lo que cre�a, no me hab�a quemado, la
sensaci�n de placer que sinti� mi cuerpo al caer la cera sobre mi piel fue
maravillosa. Detr�s de la cera, vino la lengua de Mariana, recorriendo el mismo
camino que recorr�a ella con sus manos y la vela encendida.


Mis manos no pod�an aferrarse m�s a los costados del sill�n,
me dol�an los nudillos de tanta fuerza contenida, no quer�a interrumpir nada de
lo que ella hiciera, no quer�a moverme, no quer�a hacer nada que modificara ni
un solo segundo de todo lo que estaba pasando. Estaba comenzando a amarla y no
quer�a contrariarla.


Se acerco m�s todav�a y dejo caer peque�os hilos de cera
caliente sobre mi abdomen y la esparci� con sus delicados dedos por sobre mi
piel encendida de deseo. Mas tarde continuo con la misma tarea pero esta vez fue
sobre mis pechos. Primero los beso en forma muy suave, despu�s lami� los pezones
y los lubrico con su fresca saliva. Cuando sinti� que estaban duros y
preparados, dejo caer m�s cera sobre ellos.


El contacto caliente sobre mi tierna piel me hizo lanzar un
gemido de placer, sent�a que deliraba de gozo al saber lo que Mariana con todo
su amor estaba haciendo. Con su magnifica lengua quito poco a poco la cera que
segundos antes hab�a dejado caer y se limito a mordisquear nuevamente la punta
de mis pechos para hacer circular nuevamente la sangre y dejarlos nuevamente
erectos.


Segu�a cargando el ambiente de sensualidad y por momentos
tenia la sensaci�n de que mi cuerpo no iba a resistir tanta fiebre, tanta
excitaci�n, tanta calentura. Pero era de ella y no deseaba que parara.


Despu�s de dejarme suspirar tanto delirio, dejo la vela a un
costado, y exhibiendo ante m� su sedoso cuerpo, se coloco entre mis piernas y
comenz� a besar mi sexo con pasi�n, con un descontrol extra�amente calmo. Nunca
antes la hab�a sentido as�. Comenc� a recordar unas palabras que me hab�a dicho
el d�a anterior en el bar; ser�s m�a.


Los movimientos de su boca entre mis piernas, la invasi�n de
su dulce lengua dentro de mi sexo ten�an un ritmo descontrolado pero las oleadas
de placer que me embargaban eran serenas, calmas, deliciosas.


Su lengua era invasiva, como no lo hab�a sido nunca antes
hasta ahora sobre mi carne. Cada gota de flujo que sal�a de mi era exactamente
repartida en partes iguales por mi entrepierna, no dejaba cm. sin mojar, sin
humedecer. Investigo los labios externos de mi vagina para luego abrirla y dar
peque�os toques con su lengua en mi cl�toris completamente hinchado. Me miraba y
ve�a en sus ojos amor y me repet�a ser�s m�a para siempre.


Cada vez que la punta de su lengua lo tocaba mi cuerpo
saltaba sobre el sill�n, mis manos amagaban tocarme y ella me imped�a hacerlo,
dej�ndolas caer a los costados de mi cuerpo. Las reten�a all� mientras su boca
segu�a encarg�ndose de mi vagina depilada e hinchada de gusto.


Desde mi posici�n pod�a sentir mi aroma, el calor que sal�a
de mi interior se hab�a traducido en un exquisito aroma a almizcle que me
excitaba a mi y a ella en id�nticas proporciones porque a medida que manaba
flujo, Mariana aceleraba sus movimientos dentro de mi.


Hasta ese momento ning�n pene me hab�a penetrado como la
lengua de Mariana, ninguna mano masculina hab�a tocado centros tan neur�lgicos
de mi placer, ning�n hombre hab�a encontrado los peque�os secretos que escond�a
mi concha excitada.


Cuando no me lam�a, me acariciaba con la palma de su mano
abierta, acariciando mi cl�toris con ella y permitiendo que un dedo suyo
siguiera de largo hasta dentro de mi agujero, rode�ndolo, excitando su contorno
para luego entrar en el, para acariciarme por dentro, para mojarlo y saborearlo
en su propia boca.


Mi cuerpo era un torbellino de sensaciones, quer�a hacer
algo, moverme, darle a ella algo de todo lo que me estaba dando pero parec�a no
ser el momento indicado, confi� en que ella misma me dir�a cuando y como, solo
con se�ales, con movimientos silenciosos, como hab�a hecho hasta ahora. Deseaba
decirle que estaba comenzando a amarla, pero no me atrev�a.


Mi Mariana se estaba dedicando en cuerpo y alma a la delicada tarea de
hacerme gozar y lo estaba consiguiendo con creces.


M�gicamente sus pechos reemplazaron a sus manos y vi,
maravillada, como colocaba uno de ellos en el borde de mi vagina, como untaba su
pecho con mi flujo, como lo tomaba con sus manos y apuntando con su pez�n a mi
cl�toris, lo acariciaba con �l. Que placer tener a Marina a mi lado.


Esa imagen para mi fue demasiado, me deje llevar y estalle en
un orgasmo impresionante mientras su pez�n segu�a subiendo y bajando a lo largo
de mi cl�toris y segu�a moj�ndose con mi excitaci�n. As�, con sus pechos
empapados de mi calentura, se acerco a mi boca y me los ofreci� para poder
saborearlos. Se coloco encima de mi y me los regalo, me los dio como una
preciosa ofrenda para que pudiera conocer mi sabor ba�ando su cuerpo.


La verdad es que los deguste como si fueran una maravillosa
copa de vino. Deje que mi instinto puro se liberara y tomando lo que me ofrec�a,
deje vagar a mi lengua y a mis labios por sobre su carne empapada de m�, de mi
esencia de mujer, de esa calentura o mejor dicho de ese amor que ella misma
hab�a originado.


Escuchar los delicados gemidos que nac�an de la garganta de
Mariana me alentaban a seguir, a continuar con esa tarea maravillosa de saborear
a esa exquisita mujer que me daba lo mejor de si para poder para siempre a su
lado momentos de lujuria �nicos.


Sin que pudiera reaccionar, Mariana retiro sus pechos de mi
boca y me tomo con la suya. Esta vez su beso fue mas ardiente que el primero,
quiz�s porque su excitaci�n y amor hab�an crecido y estaba perdiendo un poco el
control de la situaci�n, se estaba dejando llevar por su amor a mi y eso se
manifestaba en su boca besando apasionadamente la m�a.


Tome su nuca con mis manos y la acerque mas aun a mi, permit�
que su boca se soldara a la m�a y que ambas lenguas comenzaran a danzar juntas,
en el aire, dentro del paladar de la otra, permitiendo que se unieran y
acariciaran mutuamente. Mi reacci�n me dio a entender, que Yo tambi�n comenzaba
a manifestar mi amor hacia ella.



Ese beso estaba derriti�ndome, la suavidad de la boca de Mariana era
impresionante y la movilidad de su lengua mas todav�a.


Abandone como pude esa gloria y deje que ella me guiara hasta
colocarnos ambas en un delicado y sensual 69. Realmente el espect�culo del
cuerpo de Mariana frente a mis ojos, la magnificencia de su sexo frente a m� y a
merced de mi boca, me supero. Con mis manos sostuve sus nalgas y deje que mi
lengua vagara por encima de los labios cerrados de su sexo.


Esta vez el sabor del flujo de Mariana era m�s dulce, tan
excitante como la m�s excitante de sus caricias. Todo en ella era armonioso,
hasta su sabor. Me estaba enamorando de Mariana, comenzaba a desear pertenecerle
siempre y que no me abandonara.


Me entretuve mucho tiempo lami�ndola de esa manera y en forma
sincronizada cada caricia que le regalaba, ella la repet�a en mi cuerpo.
Delicadamente abr� los labios de su vagina y me dedique a besar su interior, los
labios menores de su perfecta y depilada concha, a buscar con mi lengua su
cl�toris y moverme en c�rculos sobre �l.


Lo succione varias veces con mis labios y lo excite mucho m�s
todav�a con peque�os mordiscos. Cada movimiento dentro de Mariana hacia que su
cuerpo se moviera hacia delante y hacia atr�s sobre el m�o. Cuando yo aceleraba
el ritmo de mis caricias, ella hacia lo mismo. Est�bamos las dos gozando en los
mismos tiempo, est�bamos sincronizadas, las dos ten�amos el mismo nivel de
excitaci�n. Est�bamos enamoradas una de otra.


Mi cara se enterraba en su sexo y gozaba al sentir mis
mejillas completamente mojadas con su flujo, me encantaba sentir que sal�a m�s y
m�s de su interior al sentir que mi lengua entraba profundamente en ella.


El panorama de su perfecta y blanca cola frente a mis ojos
fue una tentaci�n infinita que no pude resistir. Con mi lengua excite su agujero
trasero y comenc� a meter delicadamente un dedo en �l. Yo era de ella y ella era
m�a.


Mariana salto, me miro de costado y con una semi sonrisa me
dio el consentimiento para seguir. Reconozco que me tome coraje y segu�
excit�ndola despacio pero segura. Primero decid� que mi lengua se encargara un
poco mas de ese lugar y la moje, arrastre el flujo desde su vagina hasta su
cola, acariciaba con mi dedo �ndice la entrada en c�rculos y de a poco alterne
con mi lengua para ir abri�ndola m�s y m�s.


Cuando hab�a conseguido que se abriera en forma considerable,
mi dedo mayor se deslizo en el y comenz� a penetrarla una y otra vez, me mov�a
como si mi dedo fuera un pene que la tomaba sin control por atr�s y los gemidos
de Mariana se multiplicaban por toda la casa. No hab�a sexo, hab�a amor.


Era una dulzura escucharla y saber que la fuente de ese
placer eran mis dedos, al fin pod�a retribuirle algo de todo lo que me hab�a
dado.


Mi lengua se dedico a su cl�toris y mi dedo segu�a en su cola
mientras ella como pod�a, segu�a lami�ndome m�s y mas.


As�, tortur�ndonos deliciosamente, logramos un orgasmo juntas
que nos llevo a movernos en perfecto estado de locura, de delirio, de desborde
pasional.


Nuestros cuerpos hab�an adquirido una cadencia al momento del
�xtasis que nunca hab�a visto en mi vida, parec�amos soldadas la una a la otra y
as� acabamos agotadas, ambas abrazadas una a las piernas de la otra, respirando
nuestra excitaci�n sin querer movernos de ese lugar.


Cuando nos recuperamos Mariana se paro y fue a su dormitorio,
al poco rato volvi� con un cintur�n puesto del cual pend�a un norme y ancho
consolador.


Mariana se sent� a mi lado y tom�ndome de los hombros me
recost� en el sill�n y se subi� arriba m�o. Bes�ndome introdujo su consolador en
mi vagina. Como Yo estaba completamente lubricada entro con facilidad y Marina
comenz� a moverse como un hombre lo hubiese hecho. Yo buscaba su boca con
pasi�n. Ella al darse cuenta de mis deseo me la entrego y unidas en un
apasionado beso me hizo llegar nuevamente. Su boca pegada a la m�a ahogaron mis
gritos de placer, su lengua dentro de mi boca no me dejaba gemir, solo pod�a
gorgorear. As� me hizo llegar por lo menos dos veces.


Cansadas y agotadas me dio vuelta, puso sus manos debajo de
mi pelvis y de un envi�n levanto mi cola. Enseguida hundi� su cara entre mis
nalgas y su lengua busco mi ano. Arrastro el flujo de mi vagina hasta mi cola,
acariciaba con su dedo �ndice la entrada en c�rculos y de a poco comenz� a
introducir el consolador. Me sujetaba de mis pechos mientras se mov�a
introduci�ndome el consolador cada vez m�s y con una de sus manos empez�
acariciar mi cl�toris. Me hizo llegar bramando como una perra cualquiera. Ahora
gritaba desesperada; Mariana te amo, te amo, sin importarme si el vecindario
escuchaba o no. Grite hasta que Mariana me tapo con su mano mi boca.


Quedamos tendidas, extenuadas y abrazadas por largo rato.
Mariana con el consolador puesto. Yo no daba m�s, solo la miraba agradecida. Al
rato y con la normalidad media recuperada le dije; Mariana, te amo, deseo ser tu
perra para siempre. Ella me contesto; Yo tambi�n te amo y quiero que sea mi
perra para siempre.



Desde ese d�a no me he separado m�s de Mariana. Hoy vivimos
juntas y compartimos nuestras vidas. Nos llamamos todo el d�a desde nuestras
oficinas y almorzamos juntas cada vez que podemos. Mariana hace el papel activo
y Yo pasivo. Vivimos felices.



Salimos juntas y nos arreglamos lo m�s sexy posible, los
hombres nos miran y piensan que pueden obtener algo de nosotras, pero casi se
mueren cuando con nuestras caricias les demostramos que somos parejas.


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