Horte
Al d�a siguiente ya tenia la certeza
acerca de lo que me estaba sucediendo.
Estaba tan claro en mi ser completo, que deseaba a mi sobrino, que no trat�
de hacer ning�n an�lisis de la situaci�n, ni de buscar
sus causas, ni de calcular sus efectos y sus riesgos. Mi �nica preocupaci�n
era saber de que manera lo estaba procesando el y eso a�n era una etapa
oscura de lo que estaba pasando.
Si bien Pipo era el estimulo desencadenante
de toda mi calentura, no ten�a un solo indicio de si el era consciente
de lo que hab�a desencadenado en mi.
Hab�a dos posibilidades.
Para el todo hab�a sucedido mientras
dorm�a realmente, o bien hab�a vivido todo conscientemente y no
se atrev�a a admitirlo. Pero lo que yo tenia que hacer ahora no podr�a
suceder durante el sue�o aunque la situaci�n completa era enso�adora.
Durante todo el d�a me invadi�
una gran inquietud. Suspend� mi consulta, porque no era capaz de prestar
atenci�n debida a ninguna situaci�n externa, tan arrobada estaba
por lo que ve�a venir inevitablemente. Ya al final de la tarde mi desequilibrio
era tan evidente que opt� por irme a la casa.
Cerca de las 7 de la tarde entre en el living
y por primera vez desde nuestros encuentros nocturnos, lo vi.
Estaba mirando unos libros sentado sobre la
alfombra y desde all� me mir� hacia arriba para decirme con una
naturalidad que me desarm� por completo.
Hola t�a querida, te ves francamente
hermosa.
Autom�ticamente me mire la falda, porque
pens� que alguna evidencia externa de mi conmoci�n interior podr�a
haberse hecho presente, pero no vi nada, solamente sent� que me ruborizaba
en forma intensa.
El muchacho se comportaba de la forma mas normal del mundo, como si nada hubiese
pasado, como si nunca se hubiese metido en mi cama para masturbarse evidentemente
entre mis nalgas, como si jam�s hubiese estado desnudo sobre su cama
moviendo su miembro enloquecedor ante mis ojos, como si nunca me hubiese visto
desnuda rodando hasta el piso de su cuarto en medio de un orgasmo conmovedor
desencadenado �nicamente por mirar esa maravilla.
Esa actitud suya, de una naturalidad evidente, ocasion� en mi un confuso
sentimiento de deseo y de rabia. Pensaba, con mi mente agitada de mujer adulta
en celo, que esa actitud de Pipo, parec�a ser, en el fondo, una especie
de burla por mi pasi�n desmedida y me invadi�, en ese momento,
el deseo casi malsano de poder demostrarle a ese muchacho, lo que su t�a
pod�a ense�arle en un terreno en el cual no era sino un chico
ignorante y presumido.
Mi cuerpo entero sinti�, casi como una
ofensa, lo que rid�culamente estaba yo experimentando, de pie all�
en medio de mi propia casa, encendida de un deseo que me devoraba, frente al
motivo desencadenante de ese deseo que miraba como despreocupado un libro mientras
yo me derret�a sin remedio.
Abandone la sala sin decir nada y mientras
caminaba hacia mi cuarto se aclaraba en mi mente, en forma cada vez m�s
di�fana, lo que yo deber�a hacer en el tiempo siguiente.
Con un esmero que casi nunca pongo en estos
quehaceres, comenc� a embellecerme, como si fuera a un ritual, a una
ceremonia, o quiz�s a una batalla. Algo de eso ten�a la situaci�n
que quer�a enfrentar.
Mi estado de animo ahora era sereno, casi placido, sin premuras, era una mujer
segura de si misma en la cual toda inquietud hab�a desaparecido. As�
me siento cuando tomo una decisi�n.
Yo estaba consciente de que recursos ten�a
y de cuales carec�a absolutamente.
No soy una mujer de rostro agraciado, mas bien mi semblante en siempre serio,
a veces duro. Mi estatura es normal para una mujer sudamericana, dir�a
que un poco superior al promedio y mi cabello es negro manteni�ndolo
de un largo hasta los hombros. Mis ojos son negros, vivaces, encendidos Antonio
dice que el deseo se me nota primero en los ojos que en ninguna otra parte.
Mis recursos comienzan mas abajo.
Antonio dice que mis pechos son fascinantes,
yo los encuentro un poco grandes, pero he de reconocer que se mantienen perfectos
para mis treinta y ocho a�os, casi sin ca�da, erectos, provocativos,
duros, y naturales. Mis pezones muy morenos, parecen tener una elasticidad prodigiosa,
por cuanto se dilatan de una forma que llega a molestarme cuando me excito y
cuando son succionados me ocasionan unas descargas demoledoras que repercuten
en mi vientre de por si encendido.
Mis caderas mis nalgas y mi vientre, seg�n Antonio, forman un conjunto
enloquecedor, y no tiene ambages en confesarme que ese conjunto es el que lo
mantendr� unido a mi por el resto de su tiempo.
Si bien es un raro elogio, debo confesar que me satisface plenamente. A mi juicio
lo mejor que tengo son mis muslos, bien formados, de piel casi perfecta y sobre
todo de una suavidad que se vuelve traicionera cuando por las noches me los
acaricio y que inevitablemente me llevan a buscar la autosatisfacci�n
tranquilizadora.
Seguramente demor� en estos arreglos
y apreciaciones un par de horas, porque era ya cerca de las once, cuando escuch�
la voz de Pipo d�ndome las buenas noches y casi de inmediato el audio
de su televisor. Eso me tranquiliz�, por cuanto, yo necesitaba una situaci�n
as�.
Envuelta en una bata blanca, que me llegaba
un poco sobre las rodillas y que me hac�a lucir mas morena de lo que
realmente soy, entr� en su cuarto para sentarme en el peque�o
sill�n, desde el cual pod�a tambi�n ver el monitor en forma
perfecta.
No dije una sola palabra, porque la situaci�n no era novedosa en absoluto,
a menudo mir�bamos juntos televisi�n.
Fue evidente que la forma como yo estaba sentada no le fue en absoluto indiferente.
Yo tenia a Pipo plenamente enfocado en mi campo visual porque, tenerlo siempre
bajo vigilancia era la viga maestra de mi estrategia.
Sus ojos se clavaron en mis piernas con un movimiento r�pido. Mi bata
se deslizaba libre dejando, premeditadamente expuestos mis muslos casi completos.
Pipo nunca hab�a visto mis muslos completos, podr�a haberlos quiz�s
rozado, cuando se met�a en mi cama, pero nunca los hab�a visto
expuestos as�. A pesar de mi temperamento absolutamente permisivo, he
sido siempre muy pacata para vestir.
De ese modo me fui abandonando en forma premeditada y acomod�ndome en
el sill�n pareciendo tan preocupada de la trama de la pel�cula
que mi bata se fue abriendo con cada movimiento hasta abrirse completamente
dejando expuestos mis muslos completos y al deslizarse, las curvas de mis caderas
pod�a ser perfectamente observada aunque solamente de costado. Los cambios
de luz ocasionados por la luminosidad en la pantalla daban a mi piel reflejos
extra�os y seductores.
Hacia ya largos minutos de Pipo solo miraba
la pantalla ocasionalmente y tenia su vista subyugada por mi figura, pero yo
no me daba en absoluto por enterada, fingiendo una concentraci�n total
en una trama que ignoraba absolutamente.
Esta concentraci�n m�a, le dio el animo suficiente a Pipo para
buscar bajo las sabanas la dureza de su miembro, evidentemente erecto, y pude
convencerme que sin mayores problemas y sin ocultar los movimientos era evidente
que el muchacho estaba masturb�ndose decididamente, no ocultaba sus movimientos.
Ese era el momento que yo estaba esperando. �l demostrara expl�citamente
que estaba bajo los efectos de un estimulo que proven�a desde mi cuerpo,
Ahora yo ya pod�a tomar la iniciativa porque Pipo no podr�a negar
lo que estaba sucediendo.
Sin dejar de mirar el televisor y como no
d�ndome cuenta de nada me levant� del sill�n y despoj�ndome
de la bata me sent� a su lado en la cama completamente desnuda.
Al estar a su lado me di cuenta que el muchacho estaba conmovido, pero no trat�
en absoluto de evitar mi contacto. Ambos hicimos como si sigui�ramos
muy concentrados mirando la pel�cula y yo, sabiamente, deslice mi mano
bajo las sabanas para buscar su miembro fabuloso el que encontr� con
una facilidad asombrosa.
Al fin lo tenia en mi mano.
Si la imagen me hab�a cautivado hasta
desfallecer la noche anterior, la textura de su piel me dejo alelada. Era de
una suavidad infinita. No me atrev�a a mover mi mano, solamente quer�a
sentirlo latir entre mis dedos, as� como lo estaba haciendo, apreciar
su grosor que hacia imaginar placeres dolorosos y recorrer su longitud con la
tranquilidad de quien aprisiona algo largamente deseado.
Hab�a pasado mi brazo bajo su cabeza
y ahora hacia descansar su rostro sobre mis pechos desnudos. Estaba fascinado.
Mov�a sus mejillas como para sentirlos mejor y yo trataba de acomodarme
para que mis pezones quedaran al alcance de su boca cuyo aliento caliente estimulaba
mi piel en forma diab�lica.
Ahora ya ninguno de los dos miraba la pantalla, el tel�n parec�a
haberse levantado totalmente y cada cual estaba asumiendo el rol, que seguramente
ven�amos dise�ando en el inconsciente desde d�as.
Con una suavidad que yo me desconoc�a fui retirando la sabana que lo
cubr�a, primero con mis manos y luego con mis pies hasta que quedamos
los dos desnudos y expuestos solamente a la luz centelleante de la pantalla.
Ahora yo pod�a tocar y ver el prodigo,
era grueso, era largo, era suave, era palpitante pero por sobre todas las cosas
era real. Con esa presencia subyugante que tienen las cosas reales, cuando ya
la imaginaci�n ha dejado de trabajar y se nos presenta el objeto deseado
a nuestro alcance sin remedio.
Como le estaba pasando a �l con mis
pechos que ahora recorr�a, no solo con sus mejillas, sino con sus manos,
locas al comienzo, que volaban como p�jaros inexpertos desde la base
a los pezones, saltando de uno a otro, apretando y soltando besando y mamando,
en una sinfon�a no ensayada, pero enloquecedora en la riqueza de sus
matices t�ctiles.
Ahora, esas caricias desordenadas, comenzaban
a enloquecer mi cuerpo que se agitaba, liber�ndose ya de esa gu�a
planificada que yo hab�a dise�ado. Ahora est�bamos los
dos libres en medio de la vor�gine del deseo. Un deseo que se acercaba
a su objetivo consumatorio.
Incorpor�ndome sobre la cama, separando
mis muslos, me puse de rodillas conteniendo su cuerpo entre mis piernas. Sin
soltar de mi mano su pene maravilloso, lo llev� d�cilmente a la
entrada de mi sexo, acariciando mis labios mojados con su cabeza reluciente
Mis nalgas sobre sus muslos reconoc�an la suavidad de su piel y mis pechos
oscilaban libremente frente sus manos que trataban de cazar mis pezones ahora
dilatados y sensibles hasta la desesperaci�n.
Mi sexo se abr�a generoso a las caricias
de la cabeza de su pene y mi deseo se me escapaba de control, aunque yo quisiera
prolongar la tensi�n infernal de este momento de deseo desencadenado,
hasta que no pude evitarlo. Me deslice lo suficiente y mi tubo se abri�
bajo la presi�n inaudita de su entrada. Una descarga en la parte posterior
de mi cabeza y un estremecimiento de mi vientre completo me indic�, que
en la oscuridad de mis ojos cerrados, me estaba penetrando el mas deseado de
mis tesoros er�ticos y comenc� a darme cuenta que desde hacia
meses, desde que estaba a�n en Espa�a, deseaba este momento, que
se me aparec�a, a veces, en forma de peque�os rel�mpagos
de recuerdos pecadores y otras de sue�os disparatados que rechazaba al
amanecer.
Pero ahora estaba ah�, entrando sin
remedio, ocupando todos mis espacios, barriendo todos mis recuerdos, impuls�ndome
hacia ese mundo paralelo a la realidad cotidiana y donde el deseo reinaba en
medio de la satisfacci�n.
Y yo lat�a con cada paso que avanzaba
y yo me mov�a para que el sintiera que yo estaba viva, que no me hab�a
muerto de placer a la primera entrada y que quer�a tenerlo a el de la
�nica forma como era posible, hasta que sent� que me hab�a
llenado completa.
La desesperaci�n se hab�a apoderado de ambos. Yo present�a
la descarga y �l la sent�a llegar y ahora me mord�a los
pezones hasta el punto que yo deber�a haber gritado, pero no era momento
de gritos, sino de convulsiones profundas como la que me estaba invadiendo,
como la que me estaba llenando golpe a golpe con su liquido llamando a las puertas
de mi �tero y yo entera convulsion�ndome, dobl�ndome mordi�ndolo
con mi tubo loco mientras me doblaba para besar su boca sin permitir que se
saliera de mi interior porque quer�a tenerlo all� por el resto
de mi vida.
Lo estaba teniendo conmigo, se estaba vaciando
en mi, me estaba entregando su �ntimo regalo y yo me estaba derrumbando
de placer y felicidad de una forma como nunca lo hab�a experimentado.
Lentamente me fui extendiendo a su lado acogi�ndolo con mis brazos y
mis piernas. Quer�a tender para el un nido de suavidades, de tibieza
y de aromas de mujer para que reposando su cabeza entre mis pechos encendidos
y satisfechos se durmiera conmigo. Acariciaba su cabello negro con infinita
ternura y mientras absorb�a sus lentos besos en mis pezones, el sue�o
nos venci� con la m�s hermosa de las convicciones. Era m�o.
Me despert�, en medio de la noche, la vehemencia de sus besos. Sin despertar
completamente, separ� mis labios para recibir su lengua en er�tico
dialogo con la m�a. Note de inmediato que nuestros cuerpos ard�an
en un roce, que seguramente el hab�a iniciado sin que yo me despertara.
Ahora era imposible permanecer dormida, yo tampoco quer�a estarlo, porque
el deseo despierto me llevaba despe�ada por esa pasi�n que ahora
se renovaba sin trabas y con nuevos br�os.
Su lengua, ingenua a�n, se dej� dominar por la m�a, que
la enlazaba, tratando de entregarle toda mi sabidur�a.
De pronto, como obedeciendo a un impulso casi animal, se puso sobre mi, con
tal agilidad, que me qued� un momento paralizada. Fue justo el momento
que hizo �til para montarme, introducir sus piernas separando las m�as
y buscando con su mano los labios de mi sexo, separ�ndolos para introducir
su grosor implacable. Sin caricias previas, sin espacios silentes, sin dudas,
sin recorridos pausados. Simplemente me llen� de su virilidad en un solo
impacto, sin dejar un solo rinc�n de mi tubo sin su presencia y un quejido
profundo y corto sali� espont�neamente de mi boca porque no recordaba
una introducci�n de tan hermosa violencia.
No atin� sino a acomodarme, de alguna forma, para facilitar su entrada,
aunque ya era tarde. Me ten�a traspasada completa.
Luego sali�, tan veloz como hab�a entrado, para volver a entrar
con igual violencia y adue�arse plenamente de m� en una danza
de intensidad inusitada en la cual me llevaba de orgasmo en orgasmo sin piedad.
Con una agilidad, que me pareci� evocada de alguna novela que leyera
hace a�os, alz� mis piernas para llevar mis pies sobre mis hombros
y as� pude sentir mis hermosos muslos acariciando sus costados y mis
tetas presionadas contra su pecho. En esa posici�n, me levantaba levemente
desde las nalgas y de ese modo lograba una penetraci�n tan brutal, que
tuve que poner sus manos sobre mi boca para no gritar desesperada.
En ese momento me di cuenta que no pod�a hacer nada, ni moverme ni irme,
ni hablar. Apenas respiraba, porque el placer me ten�a traspasada y me
di cuenta que me ten�a a su merced, que podr�a hacer lo que �l
quisiera conmigo, que podr�a tenerme, dejarme, amarme, destrozarse, partirme
el sexo, morder mis pechos o atravesarme el rostro a bofetadas y yo no dir�a
absolutamente nada, porque yo quer�a estar all� y ser el objeto
de una pasi�n que el podr�a dise�ar de la forma que quisiera.
As�, cuando lo sent� golpear violentamente con su chorro en lo
mas profundo de mi y mi organismo se desintegraba en estertores placenteros,
mientras me aplastaba hasta la muerte, me di cuenta que le pertenec�a,
que era suya, como el hab�a sido m�o y entonces fue lentamente
acercando sus labios hasta mi o�do y me fue diciendo varias veces la
misma palabra desgranando mis orgasmos con su ritmo.
- Puta...Puta...Puta...Puta...
La noche comenzaba a terminar.
�ramos amantes.
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