Relato: La rutina se habia apoderado de nosotros (2)





Relato: La rutina se habia apoderado de nosotros (2)

Hace muy poco he cumplido cincuenta a�os y estoy en una �poca
en la que la juventud ya la empiezo a ver lejana pero en la que todav�a no me
considero mayor. Por otra parte siempre he procurado cuidarme y mi aspecto
aunque no es el de un gal�n, es saludable y a�n soy lo que podr�amos llamar un
tipo medianamente atractivo. Me sobran unos pocos kilos pero no muchos, soy
moreno y mis cabellos empiezan a tener un color entrecano que me confiere un
aire interesante. Estuve casado durante 28 a�os y finalmente como ocurre en
muchas parejas, la relaci�n termin� por causas que no considero relevantes
aunque debo confesar que la ruptura me afect� an�micamente como suele ser normal
en estos casos.



Desde hace a�os soy responsable de almac�n en una empresa de
distribuci�n, vivo solo y en el plano afectivo podr�a decirse que no es tan
satisfactorio como me gustar�a pero voy trampeando. Las oportunidades que se le
presentan a un individuo de mi edad son realmente escasas ya que las jovencitas,
que son las que me gustan, prefieren hombres mas j�venes y las maduras adem�s de
que buscan una relaci�n estable, no suelen, salvo contadas excepciones, estar
muy aprovechables.



As� las cosas, o pago para tener compa��a, cosa que no me
interesa o aprovecho lo que surja, pero siempre eludiendo cualquier relaci�n que
vaya mas all� de lo puramente sexual y amistoso. En cuanto percibo el mas m�nimo
enamoramiento procuro distanciarme pues no esta entre mis objetivos el lastimar
a nadie, ni emparejar de nuevo. Podr�a decirse, sin correr el riesgo de
equivocarse, que trato de recuperar el tiempo perdido cuando ya no dispongo de
mucho. En el plano amatorio me considero un hombre normal capaz de satisfacer
plenamente a una mujer que me atraiga y, hasta la fecha, hacer el amor tres
veces en una noche aun me es posible. Creo estar bien dotado si bien esto, como
todo, es opinable y tampoco es cuesti�n de que nos extendamos en detalles.



Como digo, las oportunidades que a estas alturas se presentan
son mas bien escasas y aprovecharlas o dejarlas pasar es algo que depende del
estado de necesidad en que me encuentre. Normalmente casi que las aprovecho
todas.



Mi comportamiento con las mujeres que me rodean en la vida
diaria suele ser afable y simp�tico de manera que siempre estoy al acecho pero
sin agobiar. Es una buena t�ctica que me ha reportado satisfacciones.



La �ltima de ellas ocurri� hace poco.



En mi trabajo coincido con varias mujeres, solteras y
casadas, y tengo que relacionarme con ellas diariamente por tales motivos. Ello
hace que sea una persona conocida en la Empresa y debo tener mucho cuidado y
discreci�n para no ser visto como un acosador, por tanto nunca voy mas all� de
la palabra amable, del inter�s fingido por cualquier asunto que conozca y de mi
disponibilidad por invitar a caf� a cualquiera de las chicas con las que trato.



Con algunas tengo mas relaci�n que con el resto, debido a la
implicaci�n de nuestros respectivos departamentos, pero en general siempre hay
ocasi�n para entablar conversaci�n con alguien. Tambi�n es cierto que entre
ellas la hay asequibles por su car�cter y otras que por la misma raz�n no lo
son. O a mi me lo parece.



Mar�a es una mujer casada, que tendr� mi edad y que trabaja
en la secci�n de gran consumo. Es una mujer seria, de aspecto corriente, tiene
buen cuerpo y siempre me ha gustado, pero aunque es amable, yo siempre la he
visto como una mujer distante. Tal vez fuera por eso que me resultaba atractiva
y, tambi�n, que tratara de ganarme su confianza.



-Jaime?.


-Si?


-Soy Maria, de gran consumo. Tenemos una reclamaci�n de un
cliente y me gustar�a que habl�ramos sobre ello. �Puedes venir al Departamento?


- Si, �C�mo no ? . Enseguida.



Aquello no era mas que una incidencia cotidiana de las muchas
que se produc�an. No hab�a nada de anormal as� que cuando pude fui a verla para
conocer de que se trataba y tratar de solucionar el problema.



Nos llev� un buen rato ordenar los pedidos y facturas del
cliente antes de descubrir donde se hallaba la irregularidad que hab�a dado
lugar a la reclamaci�n. Cuando finalmente aclaramos los motivos y convinimos en
la respuesta pertinente, ya hab�a pasado la hora en que todas las
administrativas iban a tomar caf� as� que me ofrec� a acompa�arla y ella acept�.
La verdad es que as�, en la corta distancia, era una mujer agradable.



El poco rato que estuvimos tomando caf� charlamos de
banalidades. Yo aprovech� para comentar mi situaci�n personal y, de paso, al ver
que no dispon�amos de mucho tiempo, le propuse quedar a la salida y tomar algo
al objeto de que tuvi�ramos ocasi�n de conocernos un poco m�s.



Me sorprendi� que no aceptara pero mas me sorprendi� que me
propusiera ir a cenar a su casa, con su marido, el viernes siguiente. Como aquel
que dice nos acab�bamos de conocer y no entend� a que se deb�a aqu�l s�bito
inter�s. La verdad es que no supe como reaccionar. T�midamente trat� de
excusarme pero ante su insistencia, por convencerme de que era una buena idea y
de que lo pasar�amos bien, acab� por aceptar.



Los d�as siguientes apenas coincidimos en el trabajo. Excepto
uno en que nos cruzamos en un pasillo. Ella iba con prisa y recuerdo que yo
tambi�n. Me sonri� al verme y no dijo nada, yo tampoco pero cuando lleg� a mi
altura y me sobrepas� no pude evitar lanzarle una palmadita en el culo a modo de
saludo. Fue un acto reflejo que nunca deber�a haber hecho pero, para mi asombro,
lejos de incomodarse su reacci�n fue la de volverse y obsequiarme con una
sonrisa complacida que me alegr� el d�a. Pero no pens� mas en ello.




Hasta la fecha acordada, hablamos por tel�fono un par de
veces por motivos de trabajo y nada mas.



Aquel viernes tuve que anular una salida que ten�a previsto
realizar con un amigo, como siempre en busca de ligue, pero no me import�. Pens�
que por una vez que no sali�ramos no iba a pasar nada.


Llegu� puntal y con un ramo de rosas que la encant� a juzgar
por el abraz� y el beso con que me recibi�. Vest�a una blusa de seda negra bajo
la que no llevaba nada, lo cual era evidente ya que, adem�s de que lo not�
cuando se apret� contra mi, hab�a dejado sin abotonar los tres botones
superiores y, ocasionalmente, se le ve�an los pechos, y una falda de lino roja
hasta la rodilla. Ol�a muy bien y se hab�a maquillado levemente para realzar su
buen aspecto.



Dej� las flores en un jarr�n del recibidor, me hizo pasar al
sal�n donde me present� a su marido, un tipo de mi edad, mas fond�n que yo y muy
amable, que enseguida nos ofreci� un aperitivo.



Por indicaci�n de ella me sent� en el sof� y ella vino a
hacerlo a mi lado en tanto que su marido fue a la cocina a preparar las bebidas.
Empezamos a hablar mientras esper�bamos y not� algo en su mirada que iba mas
all� de la mirada amable que se le dirige a cualquier invitado, sus ojos
brillantes, su risa y esa especie de admiraci�n con la que me escuchaba d�ndome
alguna palmada cari�osa y sin evitar alg�n roce sutil que me hizo sentir bien.



El marido no tard� en llegar trayendo unos martinis que hab�a
preparado y se uni� a la conversaci�n. Ella le habl� de mi, casi hizo que me
ruborizara al explicarle lo buen profesional que era y lo considerado que estaba
en la empresa, de lo fuerte que era, de lo atractivo que resultaba y no s� que
mas.. Tanto fue as� que tuve que rogarle casi en broma que cambi�ramos de tema
porque aquella adulaci�n me incomodaba un poco.



Apuradas nuestras copas y despu�s de haber hablado, durante
casi una hora, de temas diversos en un buen ambiente. Ella se puso en pie y
recogi� la bandeja llev�ndola a la cocina. Al inclinarse tuve frente a mi una
buena visi�n de sus piernas pero por respeto desvi� la mirada.



Pasamos a acomodarnos para cenar. La mesa era rectangular y
la disposici�n de los comensales qued� con Maria y yo juntos a un lado mientras
que su marido se coloc� solo frente a nosotros.



Hab�an convenido, me dijeron, que como yo era el invitado de
la se�ora, �l ser�a quien se iba a cuidar de cambiar los platos y traer de la
cocina lo necesario.



Aunque parec�an desvivirse en atenciones, mostr�ndose atentos
y exquisitos me cost� un poco soltarme pues al principio debo confesar que me
sent� un poco cohibido, tal vez el excelente vino ayudara, no s�. La cena era
deliciosa y la conversaci�n que manten�amos, muy amena.



Acabado el primer plato �l fue a la cocina a servir el
segundo y nosotros continuamos conversando. De pronto, como distra�da, puso su
mano sobre mi pierna. Me qued� callado. La mire y al hacerlo se vino a mi con
total naturalidad y me beso en los labios. Subi� su mano y la deposit� en mi
entrepierna. Hice lo mismo introduciendo mi mano bajo su falda. Llegue a
comprobar que no llevaba bragas pero tuve que retirar precipitadamente la mano
ante la irrupci�n del marido que regresaba con los platos.



El hombre nos mir� con amabilidad y proseguimos la cena en
aquel clima de excelente cordialidad. A Mar�a se le cay� un cubierto al suelo y
eso me hizo volver a la realidad porque aunque hablaban, desde que sucediera lo
que acabo de explicar, mi cerebro atend�a mas a mis genitales que al resto de
�rganos.



El fue un par de veces mas a la cocina dando ocasi�n a que se
produjera alg�n corto episodio de roces y caricias que me excitaron mas de lo
que yo habr�a querido.



Lleg� el momento de que nos levant�ramos de la mesa para
tomar caf� en el sal�n. Fue un momento comprometido porque ten�a una erecci�n
considerable y tem� que se notara. Aparentemente tal circunstancia pas�
desapercibida, para mi tranquilidad.



Tomamos asiento en el sal�n y el sirvi� unas copas. Maria y
yo nos pusimos a hablar de trabajo, ella no dejaba de tocarme y tocarme,
confieso yo estaba un poco cortado pues aunque yo me conduc�a con total
correcci�n, su marido estaba delante por mas que pareciera indiferente.



Prueba de que la situaci�n no le era tan ajena como yo
pensaba fue que despu�s de un buen rato de permanecer expectante dijera de
pronto:



-Mar�a. No agobies tanto a Jaime porque va a creer que
quieres abusar de �l. � No haces mas que sobarle �



Ella le mir� y con toda naturalidad contest�:



- Claro, eso es lo que quiero, que se caliente, �no ves lo
bueno que esta? Y me puso una mano en el paquete al tiempo que me besaba en la
mejilla.



Mir� desconcertado, al marido. No dijo nada, solo se encogi�
de hombros como si, ante mi asombro, aquello no le importara



Maria me tomo una mano y se la coloc� sobre un pecho, dentro
de la blusa. La mir�, un tanto confuso, y vi como se me llegaba a darme un beso,
meti�ndome la lengua, aprovechando para frotar mi entrepierna por encima del
pantal�n.



El marido permanec�a sentado en el sill�n asistiendo
impasible a aquella demostraci�n de la fogosidad de su mujer.



Ella se me sent� en las rodillas, d�ndole a �l la espalda, y
nos pusimos a morrear mientras yo le acariciaba los pechos. Luego de estar unos
minutos as�, ella se quit� de encima de mi, me desabroch� el pantal�n y meti� la
mano por el interior.



-Lev�ntate, me dijo unos momentos despu�s.



Hice lo que me dec�a y mis pantalones cayeron al suelo.
Arrodillada frente a mi, busc� bajo el calzoncillo y me sac� la polla hinchada y
roja que enseguida empez� a chupar. Mir� confuso al marido. Este me devolvi� la
mirada con un gesto que dejaba claro que aprobaba lo que estaba sucediendo.
Entonces agarr� la cabeza de la mujer y empec� a acariciarla acompa�ando sus
chupadas. Permanecimos en aquella posici�n unos minutos hasta que ella se puso
en pie y de nuevo nos besamos. Le met� mano bajo la falda y me puse a acariciar
bajo ella. Maria dej� de besarme y sigui� abrazada a mi notando ahora como mi
mano acariciaba su culo en presencia de su esposo que asist�a impert�rrito al
espect�culo. Los suspiros de la mujer, indicativos de que su calentura iba en
aumento, eran perfectamente audibles.



Le hab�a desabrochado completamente la blusa y me puse a
comerle las tetas produci�ndole gran placer a juzgar por sus jadeos.



De pronto el marido se puso en pie y se acerc� a nosotros.
Solt� la cremallera de su bragueta y dej� que la polla saliera al aire. Nos
separ� sin que opusi�ramos resistencia. Ella le miro y tom� la verga que �l le
mostraba. Se arrodill�, lami� el capullo con delicadeza y chup� con cuidado. Le
tom� la cabeza y acompa�� sus movimientos. El hizo que parara y se pusiera en
pie. Al hacerlo me pareci� que ella dudaba entre nosotros as� que �l opt� por
entreg�rmela a mi complacido. Otra vez nos bes�bamos. Ella ahora me agarraba la
polla. De repente se detuvo. Me beso, se separ� de mi y tom�ndome de la mano
trat� de hacer que fuera con ella. Tras deshacerme del pantal�n y el calzado,
que qued� abandonado en el sal�n, la segu�.



El dormitorio al que me llev� era grande. Nos tumbamos en la
cama desnudos completamente. Ella se puso boca arriba y yo me lanc� a lamerle el
co�o haci�ndola disfrutar a lo grande. El no tard� en aparecer completamente
desnudo tambi�n. Se recost� junto a su mujer y la bes�. Indic�ndole un gesto que
se pusiera a cuatro patas y se la chupara. Al hacerlo, obediente, ella ofrec�a
un blanco perfecto para que yo se la clavara por detr�s lo cual no dud�. La
mujer se quedo quieta, por un instante, al notar que estaba siendo penetrada por
un miembro que no conoc�a. Solt� una exclamaci�n antes de proseguir:


-Ohhhhhh



Empec� a bombear y a notar como ella acompa�aba el vaiv�n de
mis acometidas gimiendo de gusto. Me satisfac�a comprobar que la estaba haciendo
disfrutar.



Vi al marido incorporarse y venir hacia m�. Le deje �l sitio.
Saque la polla del co�o de su esposa y fui a ocupar su sitio mientras el se
pon�a donde yo estaba para hacer que su verga resbalara hacia el interior de
aquella vag�na hiper lubricada. Embisti� una y otra vez mientras Mar�a me
chupaba y pajeaba la polla y yo le masajeaba las tetas. Se corrieron los dos
casi al un�sono. Sus estremecimientos eran inequ�vocos pero no paraba de chupar
y mover fren�ticamente, arriba y abajo, la mano con la que agarraba mi polla
hasta que hizo que se desbordara. Un buen chorro de leche fue a parar a su cara.
Tras unos instantes de respiro, Maria lade� la cabeza y sorbi� un hilillo de
semen que pend�a de mi capullo rosado y brillante.



Lentamente la mujer se movi�, tom�ndose un respiro antes de
continuar el juego. Se me coloc� a horcajadas sobre el estomago y se paso las
manos por la cara, cuello y pechos, extendiendo para que su piel lo absorbiera
como si fuera un cosm�tico, aquel liquido blancuzco que acababa de recibir,
mientras su esposo se recostaba al otro lado de la cama y tomaba aire. Ella se
inclin� despu�s y se recost� sobre mi dejando que le acariciara el cabello.
Empezamos a besarnos. Yo ahora recorr�a con mis manos todo el cuerpo de la mujer
, desde los hombros hasta el culo, en tanto que ella me estaba metiendo la
lengua hasta el �ltimo rinc�n de la boca.



Mar�a me dej� y pas� a colocarse sobre �l. Se besaron durante
un buen rato. Lejos de desatenderme, ella me masturbaba con una mano mientras no
paraba de meterle la lengua a su marido como antes hiciera conmigo.



Se coloc�, luego el hombre, cruzado sobre la cama y ella
cambio la postura para, sin dejar de cabalgarle, ofrecerle su co�o y�ndose a
comerle la polla que empezaba a crecer.



Poco a poco, poco a poco se puso a comerle el chocho..



Me levant� de la cama. Sobre la mesita hab�a un tarro de
vaselina. Me coloqu� de tal manera que, desde su posici�n, el marido pudiera ver
como me embadurnaba la polla con aquella especie de pomada. Que viera como mis
dedos, conteniendo una buena porci�n de crema se acercaban por encima de su
cabeza y comenzaban a engrasar el ano de su esposa que jadeaba ostensiblemente.



Aquel tipo parec�a estar mas pendiente de mi que del trabajo
que le estaba haciendo su mujer.



La tom� por la cintura haciendo que levantara el culo y
alejara el co�o del alcance de su marido. A cambio el iba a asistir, desde una
posici�n privilegiada, al espect�culo de ver como mi polla engrasada desaparec�a
poco a poco de su vista para penetrar en el agujero de su mujer profanando por
vez primera aquel culo al que �l no hab�a podido, o no hab�a sabido acceder.



Maria gimi� como una salvaje mientras me la follaba por el
culo. El le met�a los dedos en el co�o y ella le chupaba el capullo apret�ndolo
con sus labios. Note que otra vez la mujer se corr�a como una perra sin que yo
parara de acometerla, cada vez con mas fuerza, hasta llegar a correrme tambi�n y
derramar mi semen en su interior. Tambi�n �l acab� corri�ndose en la boca de
ella.



Sudorosos, cansados y jadeantes nos recostamos sobre el lecho
boca arriba. Ella, que hab�a quedo en medio resoplaba mientras esperaba que su
respiraci�n se recuperara, agarr� una polla con cada mano y empez� a acariciar
suavemente. El la tenia casi irrecuperable, pero a mi me hacia falta poco tiempo
para recuperar. Enseguida mont� sobre ella y fui a ponerle la polla entre las
tetas para masturbarme con ellas. El aprovech� para bajar su mano hasta el co�o
y introducirle los dedos busc�ndole el punto donde presionar para darle placer.
Ella empezaba de nuevo a gemir.



Le quit�, despu�s, el almohad�n sobre el que apoyaba su
cabeza y lo coloqu� bajo la cintura de ella haciendo que su pelvis quedara
ligeramente levantada. Le abr� las piernas y le met� la polla hasta dentro. Ella
me cogi� los huevos y los acarici� con la palma de su mano. El marido se puso a
chuparle las tetas mientras ella no dejaba de responder a mis acometidas con
gemidos de placer. De nuevo mi polla de �l a estar en todo lo alto y la m�a
necesitaba un respiro. Me retir� y enseguida ocup� mi lugar sin dejar que se
interrumpiera el ritmo de la follada.




Yo fui a situarme de forma que mi polla quedara al alcance de la boca de Maria y
esta no tard� en trag�rsela toda mientras el otro segu�a empujando sin descanso.
La mujer cerr� sus piernas alrededor de la cintura de �l y apret� con fuerza.
Mir� al marido. Est�bamos bastante compenetrados.



Me tumb� a su lado boca arriba y entonces, solt�ndose de
ella, hizo que su mujer me cabalgara y desde aquella posici�n ayud� a que se
metiera mi polla. Ella empez� a saltar cada vez con mas br�o.



El se puso en pie sobre la cama y situ�ndose tras de la mujer
la oblig� a doblarse hacia adelante .




Imagino que el agujero de su culo, aun grasiento, se le ofrecer�a como una
visi�n de lo mas excitante.



Los gemidos de la mujer eran cada vez de mayor intensidad. Se
estaba corriendo de nuevo, o estaba a punto de hacerlo. El se embadurn� de
vaselina y vi que buscaba la posici�n.



Se la meti� por el culo y se corri�, tan pronto la sinti�
toda dentro, en medio de los gritos de su esposa y de los empujones que desde
abajo yo le propinaba al tiempo de correrme tambi�n.



Nuestras pollas, vigorosas antes, estaban ya arrugadas cuando
Mar�a las lami� por �ltima vez aquella noche.



Una hora despu�s, est�bamos de nuevo en el sal�n compuestos
como si nada hubiera pasado, tomando una copa y charlando animadamente. Sal� de
all� cuando casi eran las cuatro de la ma�ana prometiendo regresar cuando
gustaran invitarme y muy agradecido por la velada. Mar�a me despidi� con un beso
en la boca y �l me dedic� la mejor de sus sonrisas .



Desde ese d�a, he vuelto varias veces para repetir el juego.
El es un buen tipo, aunque algo raro, y esta obsesionado por satisfacer a su
mujer, lo cual es digno de elogio. No es cierto, pero hemos tenido que decirle
que en su ausencia lo hemos hecho, ya que al parecer eso le resulta excitante.
La relaci�n que ahora tengo con Mar�a es la de buenos amigos, ella ama a su
marido y conmigo no quiere mas que esos espor�dicos encuentros a tres. Me ha
dicho que de ir mas all� teme enamorarse y no quiere en ning�n caso tener que
enfrentarse a una elecci�n. Yo la he entendido y respeto su decisi�n. Por lo
dem�s nos seguimos viendo en el trabajo como unos compa�eros mas.



He sabido que �ltimamente �l anda considerando la posibilidad
de invitar a alguna mujer para que se sume a nuestros juegos pero de momento a
Maria no le seduce la idea. Aun es pronto, dice, para introducir variaciones.
Bueno, yo tampoco creo que eso sea una prioridad. Si ocurre ya lo contar�.


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