Relato: Mujeres dificiles





Relato: Mujeres dificiles

Yo soy un hombre que �ltimamente se ha dedicado a la
investigaci�n de esos casos porque los romances f�ciles me hartan r�pidamente y
no los disfruto tanto como cuando me cuestan mucho trabajo. Una mujer me dice
que no, me enardece y significa un reto para m�.


Cre� que yo era un tipo extra�o porque no busco los ligues
inmediatos. Se dice que m�s se disfruta lo que m�s trabajo cuesta y eso es lo
que me pasa a m�. Los "garrotazos" c�modos con las chicas del tal�n no me
interesan simplemente porque no hay correspondencia ni se viven tan
intensamente; las mujeres de la vida galante rara vez le echan ganas, ni
siquiera se mueven y me da la impresi�n de que estoy cogiendo con una muerta y,
para acabarla de amolar, la pasi�n es solo aportaci�n del cliente. Por eso
prefiero invertirle tiempo y recursos a una chica que s� que si me contesta que
s�, se convertir� en una excelente compa�era de cama porque existe el
ingrediente de la pasi�n mutua y, a veces, hasta un poco de amor.



Pero como ya fue mucho bla bla, ah� les va el resultado de
mis muy personales investigaciones.


Mi primera experiencia de este tipo de muchacha dif�cil que
acostumbra decir no me ocurri� cuando estaba en la prepa. Se llamaba Rosa Mar�a
y no estoy seguro si hubiera permitido que un chavo le tocara siquiera la mano.
A m� tal vez por eso, me atra�a mucho y hasta me parec�a que era la m�s cachonda
de la escuela.



Cada vez que alguien se le acercaba no tardaba en decir: "por
favor, no me toques".


Pasaron muchos a�os antes de que aprendiera las t�cnicas para
saber manejar esos casos dif�ciles de chicas que siempre est�n a la defensiva.


Por supuesto que en esa �poca, la tal Rosa Mar�a no me hizo
el menor caso ni a mis amigos tampoco.


En cambio, nos enteramos, que s� se la hizo a un profesor y
desde entonces se me qued� clavada la espinita por las chicas que dicen no.
Socorro, una preciosa morenita de veinte a�os, fue la primera.


Socorrito era una chica aparentemente t�mida e inofensiva,
por lo cual me llamaba la atenci�n. Pose�a uno senos peque�os, pero muy bien
formados y una sensualidad natural que parec�a decir: "m�rame, pero no me
toques".



La primera vez que la invite al cine acept�, pero poniendo
sus condiciones. Nada de besos, abrazos y caricias.


As� fue. Nada de nada y cuando la fui a dejar a su casa solo
me permiti� darle un besito de las buenas noches en la mejilla, sus labios
permanecieron m�s cerrados que una ostra. La punta de sus pezones quedaban a
unos cuantos cent�metros de mi pecho y fue doloroso aquello de contenerme sin
tocarlos.



Ya de noche, cuando llegu� a la casa, me sent�a muy
frustrado, pero en vez de hacer coraje, puse a trabajar el cerebro para preparar
la estrategia que deb�a de seguir con esa chica, y que no me ha fallado de
entonces para ac�. La formula es sencilla: paciencia m�s una buena dosis de
osad�a. No utilizar las manos prematuramente y tratar de no desesperarse.



Decid� hacer una mezcla, balanceando el galanteo er�tico con
un firme donjuanismo y algo de indiferencia. As� que la pr�xima vez que sal� con
Socorro, hablamos de muchas cosas que a m� me importaban un r�bano, pero esper�
el momento apropiado para sacar a relucir el tema sexual de una manera tan
natural y espontanea que no lo sintiera ofensivo, sino como un simple tema de
conversaci�n. Le pregunt� su opini�n sobre el sexo pre marital.



Lo primero que hizo fue ruborizarse, pero enseguida se
recuper� dici�ndome como se sent�a al respecto en forma personal. En su opini�n,
hacer el amor con la persona que uno amaba era correcto. Pero a�adi� que le
molestaba que hombres que apenas conoc�a pensaran que pod�an acostarse con ella.
No le agradaba la idea de ser tomada simplemente como un objeto sexual
desechable.



Aquella noche hice gala de control y no la toqu� ni una sola
vez, lo cual facilit� para que ella se animara a expresar su manera de sentir
libremente y pudimos hablar de temas sexuales durante casi una hora. Hubo un
instante en que Socorro se puso de pie para hacer una llamada telef�nica y al
moverse abri� las piernas, no s� si intencionalmente, y le pude ver de reojo las
pantaletas. Eran blancas. Aunque estaba yo desesperado por tomarla entre mis
brazos y tir�rmela, me aguant�.



Me mantuve a la caza de Socorro un mes m�s antes de que mis
esfuerzos fueran finalmente recompensados.


Un d�a estabamos sentados juntos en el sof� de la sala de su
casa, sucedi� la que tenia que suceder. Despu�s de hablar hasta de f�tbol,
desvi� la platica hacia temas de sexo, dici�ndole lo que yo sabia de fantas�as y
perversiones sexuales, impotencia, eyaculaci�n precoz, homosexualismo, etc.; y
ella tambi�n me dijo lo que sab�a. Yo le habl� de lo que siente un hombre cuando
llega a la excitaci�n, sin mencionarle mis experiencias con ella, por supuesto,
solo dici�ndole que un hombre se siente excitado a cada instante y pretextos los
encuentra siempre a la mano.


Ella me respondi� que en el caso de las mujeres, esa
excitaci�n llega ocasionalmente ya que son m�s susceptibles al romanticismo que
al erotismo. Tambi�n me dijo que en el caso de la mujer la excitaci�n es m�s
duradera y no termina con el orgasmo, como suele suceder con el hombre. En fin,
nuestra charla estuvo enfocada al teme del sexo y cada uno dio sus puntos de
vista.



Despu�s nos quedamos callados. Nos miramos, le sonre�, ella
no me quitaba los ojos de encima y se hab�a puesto seria como si estuviera
esperando algo. Me acerqu� todav�a m�s a ella y le di un leve beso en la boca.
No dijo nada. Ni siquiera rechaz� mi inofensiva caricia, simplemente continu�
mir�ndome, lo cual tom� como una se�al para seguir adelante.



La volv� a besar, pero esta vez ella entreabri� los labios y
permiti� que mi lengua entrase en su boca.


Yo no separaba mi baca de su boca. Socorro ahora tenia los
ojos cerrados y supe por su respiraci�n entrecortada que hab�a hecho cerebro con
la pl�tica y ahora se estaba calentando nada m�s con los besos. Sent� que su
lengua se me introduc�a en la boca.



Esper� que los leng�etazos surtieran efecto y despu�s proced�
a la f�rmula que indicaba que era hora de la osad�a.


Deslic� una de mis manos por dentro de la blusa y le agarr�
una teta. Pareci� derretirse. Esta vez Socorro no chist� ni un "por favor" ni un
"no". Nada de eso porque su boca estaba ocupada y su cuerpo se hab�a puesto
tenso.



Pod�a sentir, con la yema de mis dedos, lo crispado que
estaban sus pezones. Estaban duros y erectos, se los sent� calientes. Y eso que
la estaba frotando por encima del bresier.


Desfallecida de goce, Socorro solt� mi boca solo para quedar
entre mis brazos. Esta vez le desabroch� la blusa y le saqu� una de sus tetas
del sost�n para saborear la redondez de su divina teta tom�ndola amorosamente en
mi mano como si la estuviera sopesando.



Cuando me puse a lamerle el pez�n ella suspir�. Volvi� a
cerrar los ojos como si estuviera volando y sus manos que se hab�an colocado en
mis hombros se abr�an y cerraban. Rasgu�ando la piel de mis hombros cuando le di
un ligero mordisco a ese delicioso pez�n.



De pronto, una de sus manos se pos� en mi entrepierna y
comenz� a frotar el bulto levantado bajo la bragueta.


Me costaba trabajo creer que �sta era la misma Socorro que un
mes atr�s me advert�a que no quer�a besos ni caricias. La forma que le daba
fricciones y apretones al bulto me dieron a entender que no era una experta y no
estaba acostumbrada a frotar pingas.



Me susurr� al o�do:


Tu sabes que no har�a esto con nadie m�s. Y tan pronto
termin� de hablar, me abri� la bragueta y me sac� la verga, dura y parada, llene
de gruesas venas.


La pasi�n hab�a hecho que su bello rostro se contrajera en un
rictus pasional como si fuera el de una loca completamente enajenada.
Inclin�ndose y poniendo su boca a unos cuantos cent�metros de la quemante
erecci�n, sac� la lengua y la pas� por la cabeza de la mandarria haciendo
ruiditos como chasquidos sexuales con su boca y poni�ndome al borde del �xtasis.



Pero la antes dificil Socorrito estaba m�s excitada que yo.
Lo sabia por la forma en que agarraba del tronco del tolete y por las lamidas
furiosas. Se deleitaba midiendo toda la extensi�n y la magnitud de su dureza con
sus labios. Calibr�ndola por decirlo as�.



S� que hay mujeres que gozan m�s mamando una buena verga que
haciendo cualquier otro tipo de acto sexual y creo que Socorro era una de esas.
Era tanto el gusto que se estaba dando chup�ndose el duro caramelo, que
ronroneaba como una gatita.



D�ndole chupetones a la cabeza, sac�ndola nada m�s para poder
verla mejor, poni�ndose bizca cada vez que la recorr�a con los ojos y con la
lengua. Miraba la tranca embelesada, fascinada, de pronto perdi� la paciencia y
se lanz� a devorarla, trag�ndose la mitad. Mientras sus labios se cerraban
alrededor del tallo, su lengua no permanec�a ociosa.



Jam�s pude imaginarme aquello. Socorro tenia un talento
especial para mamar. Tenia una lengua experta, educada, echa para mandar a los
hombres al mismo para�so. Solo dej� de lamer para agarrar el garrote a dos manos
y darle unos jalones de pellejo en una masturbaci�n perfecta que me estaba
trastornando los sentidos y concluy� cuando un tremendo chorro y otros m�s
peque�os, en forma intermitente brotaron de la punta como si fuera una erecta
fuente.



Las gotas de semen casi llegan al techo y algunos muebles
quedaron salpicados. Yo resoplaba por la excitaci�n y la emoci�n. Solo alcanc� a
decirle:


Eso, Socorrito, fue una buena eyaculaci�n.



Quiero contarles en otro relato como me com� lo dem�s de
Socorrito


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