Soy heterosexual, me han parido as� y aunque no tengo nada en
contra de que dos hombres se follen el culo con hermosos genitales inundados de
semen prefiero para mi ano el dedo de una mujer, mi reacci�n fue lo mas parecido
a una huida hacia delante, en ese momento ya sab�a que el hombre era su marido o
sea que sin dudarlo agarr� con fuerza mi rabo y ayudandome de mis dedos le romp�
el co�o a mi vecina que gimi� de placer, a todo esto mi mujer al verse sola sin
comenz� a comerle el rabo al cornudo que me iba a convertir en carnudo tambi�n,
pero mientras tanto las paredes calidas y venosas del co�o que me estaba
follando hicieron que dejara de lado cualquier atisbo de celos, la piel de mi
polla se desgarraba debido a sus movimientos vaginales, la herida hab�a vuelto a
sangrar y cada golpe de mi polla me produc�a un dolor que compet�a cara a cara
con el placer, ganando por supuesto el goce de un polvo bien echado, al
movimiento de su co�o le acompa�aba un viento suave en mis huevos provocado por
el salvaje contacto con su culo, que golpeaba con tal fuerza que mi pene se
clavaba en sus tripas, y a ellas fueron parar los manguerazos de leche de mi
primera corrida, pero mi polla temerosa de que en el exterior de aquel irritado
agujero oscuro hiciera fr�o, se quedo dentro ensart�ndola de nuevo.

Desde mi posici�n ve�a claramente lo que hac�a la reci�n
descubierta puta en que se hab�a convertido mi mujer, la piel de su vagina mil
veces follada por m� era tierna y suave, por eso cuando observ� como mi vecino
se pon�a en su inmenso poll�n la anilla de p�as que ya me hab�a puesto yo, tem�
que su vagina se desgarrara hasta su ombligo, o lo que es peor que sufriera una
ablaci�n del cl�toris.

Los hombres normalmente no nos fijamos en los rabos de los
otros machos pero el pedazo de animal calzaba un mango negro de dimensiones
desconocidas para mi, era una polla de solera que a bien seguro habr�a entrado
en infinitos agujeros, los cojones eran tan grandes como kiwis y sus bolsas
seminales prominentes promet�an una gran lava ardiente que si le entrara por el
ano engordar�a las carne del culo de mi delgada mujer regando todas sus paredes
internas; reconozco que comenzaba a sentir una enorme excitaci�n al imaginarme
ese enorme miembro venoso derramando tambi�n su leche en el diminuto co�o de mi
mujer,

De pronto tuve que volver a lo que estaba haciendo, mi vecina
se hab�a cansado de la postura y sac� mi pene con fuerza de su agujero
abalanz�ndose sobre m� para recoger algo que estaba a mi espalda; not� sus
erizados pezones roz�ndome la cara por lo que sin poder resistirme le mord� con
cuidado uno de ellos mientras masajeaba a la vez su vagina y el ano que por
cierto ten�an un agridulce olor a hembra reci�n follada y culeada, realmente
parec�a que se hab�a meado encima, mi mujer no lubricaba tanto y por eso no
estaba acostumbrado a lavarme las manos con el co�o de una mujer, ella mientras
tanto segu�a revolviendo mientras yo me preguntaba que co�o estaba buscando...

Su marido no perd�a el tiempo con mi mujer y le com�a el co�o
con tal maestr�a que llegu� a preguntarme si no perder�a en la comparaci�n a
partir de ahora, en ese momento sin dejar de comerle todo hizo un r�pido y
brusco movimiento poni�ndola de cara al suelo,

la separ� sus piernas y le meti� ese enorme pepino hasta el
estomago, ella no dec�a nada, simplemente miraba hacia la pared en pleno �xtasis
mientras yo pensaba en como gozaba la cabrona, el hombre no le hab�a metido todo
el rabo consciente quiz�s de que sus dimensiones y la anilla podr�an estropear
ese chochito que se estaba follando con tanto placer....

Cuando mi vecinita termino por fin y tras incorporarse me dio
otra sorpresa aunque no s� porqu� esta vez no reaccion� con el terror que la
situaci�n impon�a, en sus manos sosten�a una tijeras enormes, yo aun no sabia
que no estaban afiladas por eso al ver como ella se tiraba de un pez�n haciendo
el morboso adem�n de mutil�rselo me corr� de tal forma que la duch� todo el
cuerpo con mi semen, fue entonces cuando atrap� mi pene con las tijeras, me
quede l�vido, pero la naturaleza del erotismo no se rige por las leyes de la
f�sica y mi polla en vez de ocultarse se enerv� aun m�s produci�ndome una
dolorosa erecci�n, que se multiplic� al descubrir que realmente las tijeras eran
romas y casi no cortaban, liber� con confianza mis genitales anim�ndola a
que me los cortara. El contacto de mi escroto con el fr�o filo de acero
consigui� que la poca leche que me quedaba se derramara como si fuera un chorro
de sangre de una polla cortada, esta vez el semen se deposit� en las tijeras y
como las armas las carga el diablo ella fren�ticamente se coloc� las tijeras en
los labios vaginales con tal fuerza que realmente tem� que se los cortara all�
mismo, su cl�toris estaba tan erguido sobre sus labios que parec�a un pene
peque�o, s� que puede parecer raro pero en ese momento me pareci� que escup�a
leche...