Relato: Cuentos de peep show (3)





Relato: Cuentos de peep show (3)


CUENTOS DE PEEP SHOW III



De c�mo me descubr� un nuevo lunar en la entrepierna.



...era para mi muy extra�o estar viendo aquel video tan
arcaico en el cual los tres personajes eran mi madre, mi padre y el hermano de
�ste, los tres d�ndose un revolc�n. Aquella mujer que mamaba las vergas con
tanta vehemencia no era la misma que estaba acostumbrada yo a ver haci�ndome el
almuerzo. Ahora que lo pienso no pod�a ser de otra manera, mam� siempre fue muy
intensa, �Por qu� no habr�a de serlo al momento de coger?



Las im�genes me ten�an hechizada por completo. Era como si
todo aquello no fuese real, como si mirase una ventana a mi pasado, como si
estuviese haciendo una regresi�n hipn�tica y �sta abarcara prados de
inconciencia de aquellos instantes en que ni siquiera hab�a sido engendrada,
minutos antes de que el esperma y el �vulo culpables de mi nacimiento se
entrelazaran por primera vez. Ver la cara de mam� perfectamente empalada por
aquellos dos muchachos me llenaba de una extra�a alegr�a, y tambi�n de mucho
morbo. Me vino a la cabeza una idea loca "Me hubiera gustado que me desvirgara
mi madre, o que lo hicieran delante de ella". El video termin�. Me sent�a
fatigada y no ten�a yo en este mundo a nadie de tanta confianza a quien pudiera
confesarle que quer�a ver la cinta otra vez. Mal supe que se hab�a terminado, me
di cuenta que no hab�a cumplido mi principal tarea, que era identificar una
pista que me dejara en claro quien era mi padre, si el hombre con el que hab�a
estado platicando hace unos minutos, o su hermano.



Por m�s que reflexionaba ca�a en cuenta que no hab�a ninguna
pista clara. Mi posible padre regres�. No coment� nada del video, quiz� porque
ya lo ha visto muchas veces. Me pregunt� como quien no quiere la cosa:



"Y bien. �Descubriste algo?"


"No. Me qued� perdida en otras cosas"


"�Quieres adivinar o pasamos a las demostraciones?"


"Yo creo que pasamos a las demostraciones" Dije. Me mir� a un
espejo y pude ver que mi cara era roja como un tomate.


"Bien. Si�ntate all�." Dijo al momento en que se par� a
cerrar con llave la puerta del estudio. Al parecer la demostraci�n exig�a
privacidad.



Regres� a su asiento y se comenz� a quitar los zapatos y los
calcetines primero, luego los pantalones. Yo estaba ah�, quieta como una perra
amaestrada que se muere por correr pero sencillamente no puede. Pude ver que en
sus calzoncillos se dibujaba una enorme verga, con tantos y tan caprichosos
relieves que me entristec�a que estuviese oculta del contacto directo de mis
ojos. De inmediato sent� un jal�n en mi abdomen, y un vaporcillo instintivo y
amoral detr�s de las orejas. En sus calzones tambi�n se dibujaban un par de
test�culos enormes. Las piernas, tal como hab�a referido mi madrastra, eran
insospechadamente lampi�as, sus rodillas brillantes, sus m�sculos duros, como la
carne viva de un �rbol tallado. Me dijo que me pusiera de rodillas y yo ya iba
imaginando por donde iba la cosa, pero �l no ten�a prisa, nunca ten�a prisa de
nada. Se torc�a el calzoncillo para intentar mostrar su ingle y un trozo de ese
estrecho pasaje que va del ano al pene, pero todo lo hac�a con torpeza,
intentando, sin �xito, que sus test�culos quedaran a mi vista.



"�Qu� es lo que debo ver?" Pregunt�.


"Un lunar. Es dif�cil que lo percibas haciendo yo tantos
malabares. �Me permites mostrarte bien?"


"Por supuesto"



Al decir yo "por supuesto", se arranc� de un tir�n el
calzoncillo y qued� al descubierto una enorme verga, hermosamente cil�ndrica,
trabajada con incisiones como las que acostumbran algunos abor�genes polinesios,
con figuras tatuadas que no s�lo agregaban colorido a aquella verga tan
magn�fica, sino que le agregaban texturas, volumen, bordes e im�genes coronadas
por un glande cobrizo y precioso. Aquella verga era la cosa m�s sorprendente que
hubiese yo admirado. Mi padre abri� sus piernas para mostrarme el lunar que
dec�a, pero era in�til suponer que yo podr�a mirar otra cosa que aquel palo
majestuoso. Debo admitir que estaba anonadada no por la excitaci�n y la
calentura, sino porque aquella tranca era digna de verse o aun de exhibirse en
alg�n circo. Unos veinte cent�metros de carne, adornados con jerogl�ficos tipo
huichol que representaban el sol, un coyote, un peyote, un venado. Y abajo aquel
par de test�culos pesados que parec�an un par de globos aerost�ticos encallados
en una monta�a. Mi padre sab�a de lo que era capaz con aquel instrumento, de
hecho, sus manos permanec�an en los descansabrazos del sill�n, permanec�a
quieto, mientras la verga oscilaba de arriba abajo, como si fuese independiente
del cuerpo.



"F�jate ah�, debajo de mis huevos, ver�s un lunar con forma
de esp�ritu santo."


"�Forma de esp�ritu santo?"


"De paloma, para que me entiendas."


"Oh si, lo veo."


"Pues esa es la prueba. �Lo tienes?"


"No s�, nunca me he..."


"Pues vamos a ver".



Me pidi� que me alzara del suelo y me comenz� a desabrochar
la falda y a bajar las bragas con tal desapego que cualquiera dir�a que me
odiaba. Me hizo tumbarme en el sill�n y me abri� de piernas. La excitaci�n que
no me hab�a venido viendo su pene particular, me sobrevino al instante en que
dej� en claro su intenci�n de dejar desnuda la parte inferior de mi cuerpo. Cada
diente del cierre de la falda que �l abr�a guardaba repercusiones en mi co�o,
tal como si mi co�o mismo fuese un cierre y mi padre, con esas manos h�biles que
ten�a, abriera ese cierre tras del cual cada diente abierto se abr�a mi co�o en
flor. Al terminar de abrirme la falda, mi vulva ya era un clavel rojo e
inquieto. Con sus dedos �ndices tom� los extremos de mis bragas y lentamente
comenz� a bajarlas. Mi sexo le quedaba casi en la cara, y no pudo disimular su
af�n de olerme el cuerpo.



Por la parte interna de mis muslos abri� mis piernas con sus
manos, coloc�ndose �l en medio de mis piernas. Me hubiera sentido menos apenada
si se hubiera acercado a mi co�o con deseos de besarlo que verlo hacer lo que
hizo. Se acerc� a mi co�o para examinarlo, digamos, cl�nicamente. Fue entonces
que dijo dos ideas en una frase muy corta, y ambas eran de tem�ticas distintas.



"Si tienes el lunar. Tu co�o es tan lindo como el de tu
madre."



Yo estaba paralizada, intent�ndole ver el lado bueno a
aquellas pruebas en las que nos hab�amos enfrascado. La revisi�n ya hab�a
cumplido su misi�n, y sin embargo, no ten�a ganas de vestirme aun. Mi co�o
estaba mojado, lo sab�a yo muy bien, y �l lo estaba sabiendo apenas. Yo estaba
en el sill�n, con las plantas de los pies en el suelo pero con las piernas bien
abiertas, mientras �l, yac�a en el suelo, de rodillas, sin nada en sus piernas
ni pelvis, como si estuviese hincado presto para darme una mamada. Sin saber por
qu�, tal vez por el llamado de la sangre, le abrac� pegando su mejilla contra mi
t�rax, y si me tocaba las tetas era con la parte superior de su cr�neo, y si me
tocaba el co�o era con el calorcillo de su cuello. Por un momento nuestras
respiraciones se hicieron muy profundas como si respir�semos a base de suspiros.
Yo inexplicablemente llor�. �l se incorpor� y se sent� en el descansabrazos del
sill�n en el que yo estaba, dej�ndome muy cerca su pene.



Un pene as� da mucha curiosidad. Eso �l lo sab�a
perfectamente. As� que cuando dijo "Anda, t�calo", no hac�a otra cosa sino darme
libertad de hacer aquello que me hab�a comenzado a susurrar el demonio en forma
de curiosidad. Con una de mis manos comenc� a tocarle el pene, a rozarlo con mis
huellas dactilares, sintiendo los inusuales bordes en mi palma, viendo c�mo al
contacto de mi mano se hinchaba instintivamente, como si quisiese estallar. Una
curiosidad siempre llama a otra, la curiosidad de c�mo se siente en la mano
lleva a preguntarse c�mo se sentir� en la boca, y la curiosidad de la boca llama
a la interrogaci�n de c�mo se sentir� en la puchita. �l me tranquiliz�, si es
que a eso se le llama tranquilizar.



"�Sabes? No deber�as pensar demasiado. Si quieres tocarla
t�cala, si quieres mamarla m�mala, si quieres sentirla entre tus piernas,
si�ntela, pero una cosa si te advierto, las cosas se har�n a mi manera. No he
llegado hasta donde estoy gracias a carecer de fuerza y de decisi�n"



Me acord� de mi jefe, quien seguido me dec�a eso respecto a
otros temas "No soy lo que soy por estar pendejo". Probablemente mi mano sigui�
haciendo lo mismo, empu�ando su singular verga, pero ahora la sensaci�n era
totalmente diferente. Con sus palabras hab�a dejado de ser mi padre y pasaba a
ser un hombre extraordinario. Comenc� a disfrutar sin culpa la textura de su
piel, sorprendida de la dureza de aquel tronco, sabore�ndome la ricura que iba a
disfrutar.



En alg�n momento mi jefe me hab�a dicho, entre sus muchas
locuras, que le encantaba verme fumando, yo le pregunt� "�por qu�?", pues el
comentario se me hac�a como muy personal, y me dijo que cuando fumaba me
convert�a en una hada salvaje, que cuando sosten�a el cigarrillo reclamaba para
m� mi propia agresividad, mi propia autonom�a, mi propia fortaleza, me dijo que
cuando ten�a un cigarrillo en la mano podr�a tener al hombre que yo quisiera
sirvi�ndome como un fiel esclavo, que podr�a dominar la situaci�n que fuere,
controlar a cualquier mujer. Le pregunt� que entonces qu� era yo cuando no ten�a
un cigarrillo entre mis dedos y me dijo que en esos casos yo era lo mismo, pero
en semilla, y me bautiz� bajo un apodo que s�lo a �l se le podr�a ocurrir, me
dijo que era un Dulce y Hermoso Can�bal Beb�, y que le enternec�a. �Por qu�
volv�an hacia mi estas ideas tan aisladas que en su momento me hab�an sabido a
un entrometimiento de parte de mi formal jefe? Por una raz�n muy simple, que
sent�a que estaba parada en el borde de una decisi�n, que si me entregaba a mi
padre no ser�a nunca mas un Dulce y Hermoso Can�bal Beb�, sino un dulce y
hermoso can�bal a secas, o dicho de otra forma, pasar�a a ser permanentemente
una hada salvaje. Aceptar aquel bautismo de acostarme con mi padre me
transformar�a para siempre en lo que nunca quise ser pero tan bien me queda. Di
mi s�. Era momento de demostrar por qu� era hija de mi madre, hija de mi padre y
empleada de mi jefe, quienes, por decirlo as�, ten�an demasiada fe en mi lado
oscuro.



Me par� del sill�n e hice sentar a mi padre en el asiento y
no en el descansabrazos. Me puse de rodillas frente a �l y pensando en m� misma
como una hada salvaje me saqu� de un giro la blusa. Los ojos de mi padre se
abrieron a toda su �rbita al mirar mi par de tetas enfundadas en un sost�n negro
hecho en tela transparente que dejaba entrever mis pezones, esos pezones que a
suerte de amamantar a mi hija se hab�an vuelto un par de aureolas enormes. Le
escurri� saliva s�lo de ver aquel manjar que �l mismo hab�a creado y que hoy
estaba aqu�, para su disfrute. Soy su m�s bello esperma regresando a �l. Con mis
manos empu�� su verga desde los test�culos, cuidando que mis brazos oprimieran
un poco mis pechos para dar la sensaci�n de que crec�an hacia delante,
ofreci�ndoselos a mi padre como si fueran un exquisito pastel. �l se acerc� y me
bes� en mi boca, y yo fui libre con esa libertad que s�lo da el saber que lo que
una est� haciendo est� completamente mal pero que nadie puede evitarlo. �Me
fund� en sus besos, que no eran tiernos sino desesperados, como si estuviese
esperando mi crecimiento desde que nac� con tal de poseerme.



Nuestras lenguas se entrelazaban con furia y �l y yo nos
limpi�bamos la pureza de las enc�as. Yo abr�a mi boca inerte y �l se met�a en
ella a lamerme los dientes y la lengua. Al postrarme hacia delante para besarle
mis tetas tocaban de vez en cuando su verga. Solt� su tronco y me tom� de las
tetas para aprisionar con ellas aquel duro palo. Se sent�an extra�os todos
aquellos rebordes de los tatuajes. Sin mas, me baj� a mamarle. Primero dibuj�
con mi lengua cada dibujo, el de una mariposa, el del coyote, el del peyote, el
del sol. Su verga se puso tan caliente que una l�grima emergi� de la punta de su
pene, suplicando caricias m�s fuertes. Me met� la verga entera en la garganta y
comenc� a subir y a bajar la cara encima de ella, tal como si estuviese
mont�ndola con la boca. Con mis dientes raspaba los dibujos de aquel t�tem
fant�stico. En mi lengua sent�a los rebordes y el aroma de su pubis sudando me
comenzaba a encantar.



Con una mano sostuve su pene y me dirig� a mamarle aquel par
de huevos que le colgaban del pene. Eran tan calientes y tan suaves que podr�a
besarlos durante horas. Con su mano sujet� mi cabeza y retac� sus test�culos en
mi boca, llen�ndomela. Yo jugaba con mi lengua en ellos. Pasando un test�culo de
una mejilla a otra. Me hizo pararme en los descansabrazos del sill�n. Mi sexo le
quedaba a la altura de la cara. Comenz� a lamerme. Era una posici�n inc�moda
porque hubiera querido estar tendida en una cama para retorcerme como un vil
gusano, pero no, ah� parada en los descansabrazos del sill�n deb�a hacer
equilibrismo mientras �l me comenzaba a lenguetear. A mi marido le gusta que yo
le mame la verga, pero en todo el tiempo que llevamos de casados s�lo me hab�a
dado dos mamadas, una en la noche de bodas y otra vez en la que estaba algo
borracho, de ah� en m�s me hab�a explicado que no le gustaba el olor del cuerpo
de mujer.



Por lo visto mi pap� no ten�a inconveniente con el olor de
las mujeres en general, ni con el m�o particular, pues met�a su nariz y sus
labios en mi vagina. Comprend� que lo que mi esposo me hab�a hecho en el co�o no
llegar�a a llam�rsele una verdadera mamada. De hecho cuando me trep� a los
descansabrazos del sill�n lo hice sin miedo de resbalar, pues mi idea de las
mamadas era algo as� como una pr�ctica aburrida que excita al hombre que mama y
no a la mujer que recibe la mamada. Sin embargo esta mamada de mi padre era otro
mundo, me sac� de aquel infantil enga�o. Chupaba con fuerza, me relam�a cada
labio de mi co�o y su lengua la met�a lo m�s profundo que pod�a. Me pues
excitad�sima a mover mis caderas encima de �l, quien persegu�a mi co�o como
mosca somal�. Luego de este d�a vender�a mi alma al diablo por una mamada de
estas.



Con cuidado me pidi� que me bajara de ah�, sin embargo,
dispuso que me sentara con las piernas abiertas por los descansabrazos,
colocando las corvas en ellas, dejando expuesto mi co�o con las piernas un poco
m�s abiertas que lo que podr�a abrirlas normalmente. Me coloc� la punta de su
verga en los labios del pene y con desesperaci�n me tumb� a horcajadas sobre
aquel cilindro. Sent� como si me hubiesen introducido una barra de metal
incandescente. Mi pap� me dej� ir su verga hasta el fondo y ah� la dej� durante
unos segundos gloriosos, los suficientes para que el calor de su verga marcara
su forma en mi interior. En mi vida s�lo hab�a sentido la verga de mi esposo,
as� que al estar esta verga mucho m�s grande que la de �l, mi padre inauguraba
rincones de mi cuerpo nunca abiertos. Eso de quedarse metido hasta el fondo
durante segundos hac�a que mi cuerpo se hiciera de su tama�o y que el interior
de mi vagina se marcara para siempre con los s�mbolos incandescentes de su
verga, pasando a ser una cueva oscura y apasionada en cuyo interior se advierten
dibujos rupestres.



El romanticismo termin� ah�, pues una vez que me hubo
marcado, comenz� a cilindrear violentamente. Mis piernas estaban abiertas y
sostenidas de los descansabrazos, as� que el peso de mi cuerpo estaba sostenido
por mis piernas en un involuntario split. La ingle me dol�a pero no me
pod�a retirar de ah� ahora que aquella verga me estaba penetrando con fuerza.
Cuando la verga se iba mi peso volv�a a sostenerse s�lo en mis piernas, as� que
cada embiste no s�lo me llenaba el cuerpo de carne sino que me sosten�a un
segundo. Mis nalgas se endurec�an a cada golpe de las caderas de mi pap�, y mis
pezones estaban m�s parados que nunca. Por momentos �l me mord�a los pezones con
una agresividad que no s�lo soport�, sino que disfrut�. En momentos me cargaba
con su pelvis, como si �l fuese una montura que me empala, y mis piernas
descansaban. Luego de un tiempo mis piernas cedieron y se abrieron m�s all� de
lo que cre�a soportar, sin que en ning�n segundo mi padre dejara de perforarme
con aquella verga tatuada dulcemente estriada. Me levant� en brazos y yo me
remolineaba sobre su verga como una loca, aunque sin fuerzas. Me tendi� en el
sill�n y continu� penetr�ndome, abri�ndome las rodillas con los brazos al grado
de que no sent� alivio de pasar de los descansabrazos a sus manos.



En eso, cerr� por fin mis piernas, coloc�ndolas sobre su
pecho, a manera que mis tobillos flanqueaban su rostro. No s�lo el cese al
esfuerzo f�sico de tener tan abiertas las piernas me dio placer al desaparecer
el dolor, sino que en esta posici�n me pudo meter mi padre la verga hasta un
l�mite todav�a m�s profundo que lo que ya hab�a hecho. Sus test�culos chocaban
con mi ano. Comenc� a tener un orgasmo muy poderoso. Si a lo largo de mi vida me
hab�a preguntado si esa sensaci�n extra�a que sent�a al hacer el amor era un
orgasmo, ahora me quedaba bien claro de qu� se trataba. Estaba aun en el estupor
del orgasmo cuando me dio una fuerte nalgada en las nalgas. Fue tan sorpresivo
que no supe si quejarme o venirme otra vez.



Ten�a tanto tiempo de recibir atenciones que aquello me hab�a
parecido como mi primera vez. Mi padre se remoline� en mi interior largo rato,
pero sin hacer esfuerzo alguno por eyacular.



Nos separamos y nos vestimos. Me mir� con compasi�n, como si
una cogida le hubiese dejado en claro que no viv�a feliz.



"Tu vida va a ser distinta ahora que regreses a casa"


"Supongo que s�"


"Sabes por qu�"


"No exactamente. �Por qu�?"


"Porque el verbo necesitar ya no estar� en tu lenguaje. Me
tienes a mi."


"Oh"


"Por cierto, cu�date..."


"�Por qu�?"


"Porque el cuerpo llama al cuerpo, y m�s de uno va a notar
que de nuevo tu vulva arde"


"Pero no les voy a hacer caso"


"Oh si, por supuesto que vas a hacerlo. Tu poder es
ilimitado, no resistir�s usarlo..."



Pensando en ello concluyo que tiene raz�n, al menos s� de uno
que lo notar� de inmediato, y no ser� mi marido, por supuesto, y s� de una que
no encontrar� reparo en darle lo que quiere...


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Relato: Cuentos de peep show (3)
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