Relato: Una madre fresca y lozana (2)



Relato: Una madre fresca y lozana (2)


Una madre fresca y lozana (2)



Despu�s que Mar�a me cont� con vivos detalles c�mo
follaban la madre y el hijo, pens� seriamente qu� suceder�a si los
sorprendiera el padre, pues Rodrigo sol�a aparecer repentinamente y la
pareja amante, entregada a la novedad y la lujuria, se descuidaba. Alberto
la requer�a de amores continuamente y se atrev�a a buscarla hasta en su
dormitorio. Ella trataba de contenerlo pero el deseo pod�a m�s. Se
regocijaba mucho con el sexo por detr�s, nuevo descubrimiento de su vida,
por el que se hallaba siempre dispuesta a bajarse la braga para que Alberto
le diera por all�, sin desvestirse m�s. De rodillas, apoyaba su cuerpo en la
cama y el muchach�n le abr�a las piernas desde atr�s y entonaba el culo con
lubricante para que no le doliera nunca, la gozaba como madre y mujer pues
ve�a muy contento, cu�nto le agradaba que le dieran duro y se corr�an juntos
gritando y gimiendo de placer. A veces, como hac�a calor, Alberto la
desvest�a totalmente, le gustaba acariciar el pelo negro que ocultaba su
madre, muy cuidado y largo. Ella se distra�a mam�ndolo, para tenerlo duro y
a su gusto, y llegado el momento, que generalmente eleg�a ella, le ped�a que
la penetrara. Las delicias se multiplicaban cada vez m�s, la madre se
retorc�a bajo el vigoroso mandato del pene de su hijo, levantaba las caderas
buscando mejores posiciones o lo cabalgaba, mandando ella los lugares por
los que quer�a ser tocada, la ligereza de su peso permit�a que el hijo la
moviera por las caderas a su antojo, mientras le chupaba las tetas y le
mord�a los pezones rozados, tan de su gusto. Las uniones parec�an eternas,
porque descubrieron la manera de prolongarlas discretamente. Se olvidaban de
todo, del tiempo y la hora.


Mar�a me cont� aquello que ten�a que suceder tarde o
temprano. Lleg� Rodrigo mientras se entregaban al apasionado abrazo, Alberto
estaba perdido gozando y la madre en cuatro patas, recib�a los golpes del
pene juguet�n en su trasero, mientras que con su dedo se estimulaba el
cl�toris, esperando que el orgasmo la sorprendiera. En eso se entreten�an,
cuando silenciosamente entr� Rodrigo, la mujer al verlo se paraliz� y el
hijo se descabalg� rodando al suelo. Desde all� miraba a su padre con los
ojos redondos como ases de oro. Con una se�a el padre le indic� al hijo que
se fuese, siempre en silencio. Con Leonora a solas, Rodrigo meditaba qu�
hacer, por un lado se sent�a contrariado, disgustado, por otro, se
sorprend�a de ser due�o de una erecci�n como no tuvo en a�os, el pene
saltaba en su trusa, empujaba por salir y darse un gusto. La esposa a�n
arrodillada, lo miraba relamida y caliente a�n, sin saber qu� hacer. La
abstinencia que tuvo Rodrigo en esos d�as pudo m�s y sac� su polla que su
esposa mam� por primera vez en su vida de casados, �l se dej� hacer echando
el cuerpo por delante y la cabeza atr�s. Cuando advirti� que se corr�a,
Leonora le apret� el glande para detenerlo y prolongar la erecci�n, entonces
comenz� a desvestirlo. Ella con gestos le indic� que la poseyera por detr�s,
como hab�a visto lo hac�a su hijo. Rodrigo que echaba fuego de calentura,
obedeci� a su esposa, la trat� como si fuese mujer nueva y crey� encontrarse
en el mejor de los mundos cuando la meti�. Leonora gozaba ese pene que
conoc�a muy bien, le gustaba, pues nunca se lo hab�a dado por atr�s, era m�s
peque�o que el del hijo, pero igual de atrevido y rendidor. Leonora estaba
desconcertada por el vigor del viejo, que se portaba tan bien y cumpl�a como
su reto�o ahora ausente, pensaba que saldr�a ganando y que tendr�a dos
pollas a su disposici�n, pues el esposo se dedicaba a sus tetas con pasi�n
olvidada, como nunca lo hab�a hecho antes y le apoyaba la cabeza en la
espalda resoplando como un buey, parec�a no molestarle lo que hizo con su
hijo.


Despu�s de correrse, tomando aire, le pregunt� que hab�a
hecho con Alberto.


- Cuidarle de las putas - dijo muy segura Leonora -
quer�a ver las putas y no sab�a que pod�a enfermarse, adem�s se daba a pajas
y molestaba a Mar�a la mesera.


- Entonces interviniste t�.


- Pues s�, le rega�� y le dije que antes que permitirle
ver ramera, su madre lo cuidar�a y le dar�a gusto, que para eso estaba ella
que era madre fresca y lozana.


- �Y lo dem�s?


- Vino solo, �l comenz� a llorar y t� sabes c�mo me
pongo- dijo Leonora -. Es que Alberto es muy mimoso y quiere verme contenta
� agreg� Leonora � se encaprich� con lo de atr�s y tuve que darle gusto.


- Como a ti, que lo haces muy bien, me has arrancado
l�grimas de placer, te sent� tan recuperado y ansioso.


Mientras dec�a esas cosas, Leonora hab�a tomado el pene
de su esposo y lo estaba resucitando con su boca, y el muy cruel como si
tuviese vida individual y propia, se volvi� muy duro, ante los ojos de
Rodrigo que miraba asombrado y le dijo:


- Esposa m�a me parece sabio y prudente que hayas
dirimido un problema hogare�o, que antes de hacerlo motivo de esc�ndalo fue
de placer, porque si hacemos mal a aquellos a quienes queremos qu�
tendr�amos que hacer con aquellos que odiamos


Leonora no perdi� la oportunidad de mamarlo muy bien y
pon�rselo por delante, d�ndole al viejo gustos que cre�a perdidos.


Mar�a comprendi� que el relato comenzaba a cansarme,
entonces abrevi�. Me cont� que el hijo hab�a escuchado todo desde la puerta.
La madre lo hab�a visto y asi�ndole se�as con una mano le pidi� que
aguardase.


Le sugiri� a Rodrigo en plena faena, si no deseaba dejar
pasar al chiquit�n que estaba triste y ansioso de volver con ellos, que nada
pod�a contar de lo que ve�a o hac�an, pues nadie lo creer�a debido a su
ligero retraso que todos conoc�an. Rodrigo que la estaba pasando muy bien le
dijo que s�, no le importaba, pues se encontraba muy concentrado en lo suyo.
Entr� Alberto a un llamado de su madre, lo hizo tender a su lado, ella sali�
de los brazos del viejo y ensart� su trasero en la dura verga de Alberto y
ech�ndose hacia atr�s, llam� a Rodrigo para que la siguiera poseyendo por
delante como hasta ese momento. �Qu� blanca se ve�a la menuda mujer entre
los cuerpos de sus hombres que la emparedaban!


Tan peque�a, aguantaba la doble penetraci�n como b�quica
posesa, desparramaba babas por todos lados, gritaba, gem�a y chillaba, como
marrano que va al matadero, de gozo inimaginable, nunca crey� que madre
alguna recibir�a tanto placer en un solo momento de su vida por parte de su
esposo e hijo, como lo estaban haciendo ellos, quienes la sacud�an a m�s no
poder. Se corri� primero Rodrigo, quien se apart� y el hijo, bien ense�ado,
ni lento ni perezoso la cabalg� por delante hasta la gran corrida final, que
tard� en llegar para mayor placer, y la lograron juntos. �As� se folla! -
agreg� Mar�a muy entusiasmada.


Yo reten�a mi cabeza entre los frescos pechos de Mar�a,
duros en los pezones rozados que tocaba como jugando. Ella esperaba alg�n
premio por el cuento y se lo di.


Cuando descans�bamos, le expliqu� que ten�a que viajar
hasta una finca, no muy lejana de all� para consultar la biblioteca de
cierta mujer joven que su esposo abandon� en la flor de la edad. Mar�a sol�a
trabajar con ella los fines de semana y tambi�n conoc�a las peculiaridades
de esa familia.


- �Quieres que te cuente? � pregunt� interesada la
muchachita, pues le hab�a tomado gusto a relatar para un hombre ardiente
como yo, historias de alg�n morbo que ella aprovechaba.


Enriqueta, que as� se llamaba la mujer que yo ten�a que
visitar, viv�a alejada de las ciudades en finca de su propiedad cerca de uno
de los caminos principales. Su marido egresado de la Universidad de Coimbra,
se fue y no ha vuelto a saber de �l, tal como lo pens� la �ltima vez que lo
vio alejarse por el sendero arbolado.


Se qued� pr�cticamente sola con dos hermosos hijos que
criar, un var�n, una adolescente. La soledad contribuy� para que los educara
a su manera. Ahora Alfonso estudiaba en la universidad como lo hizo su
padre. Su hermana Juanita, quien durante las clases viv�a en el departamento
de la familia de la ciudad cursaba el colegio secundario Enriqueta ama a sus
hijos, la familia pasa las vacaciones de verano en la finca.


Hac�a mucho calor mucho durante la estaci�n - cont� Mar�a
lentamente - como hoy y todos vest�an ropas ligeras cuando los vi, se ba�an
en la piscina.


Un d�a la madre, Enriqueta, estaba bajo la ducha, cuando
entr� el hijo mayor al ba�o. La vio desnuda, pareci� asustarse pero ella le
dijo que no temiera, que si quer�a pod�a ducharse con ella. Acept�. Se quit�
la ropa y se introdujo en la cabina, comenzaron a jugar. De pronto, el hijo,
conmovido por la belleza de la madre, sinti� que su miembro se ergu�a. Era
normal para su edad y, adem�s, se le mov�a involuntariamente. Se puso rojo
de verg�enza. La madre ri� y le dio un beso para disipar la tensi�n, no
quiso seducirlo, pero �l casi sin darse cuenta, la tom� de la cintura y la
atrajo hacia s�, apret�ndola fuertemente contra su pecho. Ella, conmovida,
sinti� que sus mejillas le ard�an y el rubor coloreaba su cuerpo, sus
aureolas, la cara; se le hincharon los pechos y se encabrit� su molusco, lo
dese� como mujer sin propon�rselo, lo volvi� a besar, ahora con pasi�n, y
sin pensarlo le tom� el pene con la mano y se lo coloc� entre las piernas. Y
se gustaron, cu�nto se gustaron. Entendi� que pod�a ser completamente madre
y que se convertir�a con el hijo en lo que ambos deseaban. Y se desearon.
Temblorosa, lo bes� largamente, le indic� c�mo pod�a poseerla de pie. �l lo
hizo y estuvo dentro de su madre. Y fueron amantes. A �l le gust� much�simo
el debut y ella gimoteaba, lloraba o se re�a, seg�n se sucedieran las
emociones fuertes que vivieron durante la larga uni�n. Advirti�
sensiblemente, en sus entra�as, el final y se afirm� con las dos manos en el
cuello del hijo que la sosten�a por los muslos, ella movi� sus caderas
acompasadamente para provocar el lance deseado, el espasmo, que lleg� fuerte
y abundante, nunca hab�a sentido algo igual en su vida y lo descubri� con el
hijo. Tom� aire y se sec� las l�grimas de felicidad con la mano. �Estaba tan
orgullosa de ser la primera mujer un la vida de su hijo! Luego fueron a su
cama y lo hicieron otra vez y otra vez. Descansaron y se rieron emocionados
No pod�an creerlo pero lo hab�an logrado. Ella sab�a muy bien que el hijo
deseaba un�rsele nuevamente, hab�a escuchado los latidos de su coraz�n
emocionado, el suyo tambi�n lo estaba, busc� con los dedos el pich�n ca�do,
le hizo levantar la cabeza y lo mam� hasta que lo juzg� bien erecto y duro,
repitieron la uni�n que siempre terminaban juntos.


La madre busc� otros momentos de soledad, hizo una larga
lista de cosas necesarias para la cocina y el hogar, le pidi� a Juanita que
las fuera a comprar. Tardar�a unas dos horas en volver. Apenas se fue, mir�
al hijo, quien sonri�, le pidi� que guardara todo mientras ella preparaba la
cama, se amaron apasionadamente esas dos escasas horas.


Mar�a me asegur� que este tambi�n era un hecho ver�dico
de madre fresca y lozana, pues Enriqueta ten�a treinta y pico de a�os muy
bien llevados, era alta rubia y espigada, con hermosos ojos verdes, muy
blanca, con senos medianos, juveniles, que le saltaban en los movimientos
gimn�sticos que practicaba.


Juanita lleg� - continu� Mar�a �cuando Enriqueta estaba
preparando la cena. Alfonso le�a en su cuarto. Llam� a cenar. Ella levant�
la vista y pens� que estaba llevando una buena vida, cuanto hab�a a su
alrededor le pertenec�a y lo amaba. Esper� que Juanita despu�s de comer, se
fuera a hacer sus tareas, el hijo se le acerc� y la bes� tierna y
apasionadamente. Le pregunt� qu� har�an en los pr�ximos d�as, c�mo
continuar�an.


- Como hasta ahora - le respondi�, pero se amar�an
sigilosamente, como lo hab�an hecho hoy, porque tendr�an que cuidarse, lo
sab�an.


Al d�a siguiente, Juanita se march� de paseo en
excursi�n, le hab�a dejado todo preparado antes de que se fuera. Alfonso, su
hijo se acerc� nuevamente y la bes�. La madre le aclar� que ten�an el d�a
entero para los dos. Sonri� y la volvi� a besar.


Mar�a observ� mi cara y yo la de ella, dudaba de que todo
el relato fuera aut�ntico, se trataba de personas muy formales, muy
conocidas.


Mar�a me dijo:


- �Y qu�? �Los formalitos nunca hacen nada de esto? �Hay
cada historia en estas tierras! Y continu�:


En su dormitorio Enriqueta, trat� de hacer el sexo como
le gustaba y le pidi� que la siguiera. Se desprendi� prenda por prenda,
orden�ndolas, hasta quedar desnuda, �l hizo lo mismo. Se acerc� y lo cubri�
de besos.


Admiraba el cuerpo del hijo tan bien formado, atl�tico,
de excelente nadador, y �l, el de ella, que durante a�os se hab�a mantenido
tan bien, con buenas piernas, firmes pechos y generosas caderas. Se
desplazaron bien sobre la cama, ella sent�a sobre el vientre el calor y la
dureza del miembro que se mov�a irritado.


Le aclar� que estaba en periodo de fertilidad y que ser�a
necesario usar protecci�n. El hijo estaba ansioso, como de costumbre, la
madre le pidi� que se echara de espaldas en la cama mientras ella se ubicaba
a horcajadas sobre �l y restregaba los labios de su vulva sobre el miembro
duro, al mismo tiempo que lo besaba y acariciaba, �l tocaba los pechos y
respond�a caricia por caricia, beso por beso, en los labios, en los pezones,
jugaron un buen rato. La madre crey� que ya era el momento de usar la
protecci�n, lo sac� para colocarlo. �l la miraba extra�ado y un poco
at�nito. Con ambas manos ella ajust� el cond�n al miembro del hijo, qued�
bien. Luego se levant� un poco y con una mano lo introdujo entre sus jugosos
labios, y lentamente fue bajando su cuerpo. Estaba todo adentro, pubis con
pubis y comenz� a contonearse. No era lo mismo, lo ve�a en el rostro de su
hijo, ella notaba que faltaban los lubricantes naturales que tanto placer
les dieran, la sensaci�n anterior le parec�a hechizo. Confiaba en mantener
el ritmo de la c�pula y en hacer que el hijo sintiera la presi�n de sus
m�sculos internos que manejaba tan bien.


El hijo se fue conformando y olvidando. La madre lo hac�a
bien y �l la sinti� plena, se incorpor� y la sent� sobre sus piernas,
siempre sosteni�ndola con firmeza, estrech�ndola apasionadamente. El hijo
hab�a descubierto las orejas, el cuello, los ojos, los p�rpados. �C�mo amaba
todo eso! Recuperaron los besos y se entregaron vivamente el uno al otro, se
convulsionaron y lleg� la descarga fuerte y abundante del hijo que Enriqueta
prefiri� sobre el cuerpo, su orgasmo hab�a sido correspondido y deseado.


Mientras regulaban el aliento, juntaron sus frentes en
�ngulo agudo hacia abajo, se miraban a los ojos y re�an.


-�Y? - le pregunt� la madre. No es lo mismo pero no est�
mal - respondi� el hijo.


- Y ella dijo - es algo y podemos lavarnos m�s
r�pidamente.


Se tendieron nuevamente en la cama. �l la puso de espalda
y jug� con su cuerpo. El gozo de la madre era doble y se sent�an bien. El
hijo estaba arriba y lo introdujo lentamente hasta sentir unido su pubis con
el de la madre y reanudaron los movimientos. Ella, jadeando, trat� de
consolarlo, de recompensarlo, movi�ndose fren�ticamente y el n�car salt�
enloquecido ba�ando nuevamente su cuerpo.


Vestidos, esperaron tranquilamente el regreso de Juanita.
Volvieron a disfrutar con libertad pues tuvieron algunas horas de intimidad.


En uno de esos d�as mientras estaban descansando de su
primer orgasmo, acurrucados el uno contra el otro, la espalda de la madre,
de costado, daba al frente del hijo, la madre sinti� la fuerte erecci�n.


- �Otra vez? - le pregunt� alegre - y le pidi�,
levantando una pierna, que la colocara a lo largo de la zona de la vulva, el
hijo lo hizo y ella baj� la pierna. El miembro estaba tocando el vello
p�bico de ella, que era sedoso y el hijo comenz� a moverlo de atr�s hacia
adelante conservando siempre esa posici�n de costado.


El hijo disfrutaba mucho ese contacto. Luego ella volvi�
a levantar la pierna y con la mano se llev� el miembro del hijo hacia su
vagina ahora mojada y le pidi� que la penetrara as�. La respuesta fue
inmediata, el hijo se acomod� bien y entr� arrebatador como siempre.


La madre bes� al hijo con todo el cari�o y amor del
mundo, que s�lo puede darse en este tipo de casos en que la conjunci�n es
perfecta. �l le besaba las tetas y chupaba los pezones estimul�ndola
adecuadamente.


El hijo y la madre no dorm�an juntos por la noche.
Ocupaban sus respectivos cuartos. Pod�a ocurrir algo imprevisto, un
contratiempo y ser sorprendidos. No lo deseaban, no les gustaba que se
rompiera el secreto ni las concomitancias que pudieran implicarlos. A veces
hasta les gustaba el miedo de la confabulaci�n, de la conspiraci�n, que daba
tanto encanto a su uni�n tan singular.


Esa noche la madre estuvo muy nerviosa y agitada, no
pod�a conciliar el sue�o y sus pensamientos volaban hac�a los d�as de sexo y
amor con el hijo. �C�mo lo disfrutaba! El ardor y poder sexual se apoderaron
de ella, era irresistible, todas las aventuras del mes la hab�an estimulado
mucho. Finalmente se le ocurri� llamar al hijo para que la acompa�ara. Fue a
su cuarto, no quer�a despertarlo, si dorm�a lo dejar�a, pero el hijo estaba
con los ojos bien abiertos, agitado y ardiente como la madre.


-Vamos a mi cama - le pidi� ella.


Interrump� a Mar�a para preguntarle c�mo supo tantos
detalles y me respondi� que yo


no comprend�a lo fuerte que es la curiosidad de las mujeres
cuando se lo proponen. Mil ojos


eran los m�os para regalarme con esas escenas. Mar�a como si
no la hubiera interrumpido


continu� el relato:


Se desnudaron para contemplarse y estar m�s frescos. Se
besaron y acariciaron sin unir sus cuerpos. El hijo estaba transpirado y
nervioso. Por fin la madre como delirando tuvo una idea que le hizo dar un
brinco al coraz�n. �l vio que lo miraba como pose�da, ella se ubic� con las
manos y las rodillas sobre el colch�n, como una banqueta.


El hijo la toc� muy suavemente, viendo sus reacciones.
Ella parec�a no sentir dolores abdominales, sigui� y sigui� hasta que obtuvo
el resultado esperado, no la hab�a penetrado pero jugaba bien entre sus
gl�teos, el hijo ten�a el miembro muy duro, ardiente e hinchado. El coraz�n
tambi�n a �l le saltaba en el pecho y cuando ella le pidi� que la apoyase
por delante tan suavemente como lo hab�a hecho con la parte de su cuerpo que
le hab�a ofrecido, tembl�. La ubic� de espalda, se puso de rodillas y se
acomod� entre sus piernas, sobre ella, tom� el miembro con la mano y lo
dirigi� hacia su vientre ardiente y se arque� al sentir el contacto. El pene
descansaba all�, por afuera, sin causarle dolor, pero movi�ndose, la madre
lo pod�a sentir como si la uni�n fuese correcta. El juego sigui� y ella
comenz� a ondularse felinamente,


el hijo la bes� y bes�, y tom� los pechos con ambas manos
para acariciarle los pezones erectos. Se mov�a lenta y suavemente, como si
la estuviese poseyendo por dentro, ella lanzaba grititos e interjecciones
que denotaban el placer que recib�a, se volvi� a arquear voluptuosamente y
se ondul� m�s y m�s, el hijo que estaba ansioso goz� as� a la madre, ella se
sacudi� estremecida de placer, gimiendo su propio orgasmo, mientras recib�a
por fuera la mancha blanca de su hijo amado.


La madre le dijo que fuera a lavarse bien. As� lo hizo y
cuando regres� se dio cuenta de que ella estaba ocupando el otro ba�o.


Apareci� vestida con la ropa de dormir. Le pidi� que se
fuera a acostar en su propia cama. El hijo se fue contento porque comprend�a
que a�n con la regla pod�a tener a la madre, no le pareci� un sacrificio
sino una manera m�s de darse amor. Ahora ambos podr�an dormir, la tensi�n
nerviosa hab�a desaparecido.


Mar�a se dio cuenta, porque la estaba tocando bien, que
la volv�a a requerir y feliz se dej� hacer todo cuanto se me ocurr�a, luego
le toc� el turno a ella que se atrevi� a muchas cosas nuevas de su
invenci�n. Resoplabamos felices nosotros tambi�n despu�s de prodigarnos
tanto. Ella me dec�a halagadora que conmigo era otra cosa, que duraba mucho,
mucho. Yo no cantaba sus orgasmos, sab�a que disfrutaba.


Al tercer d�a � dijo Mar�a retomando el relato - el hijo
volvi� sudoroso y fue a ducharse. Sali�, y en pantaloncito se dirigi� a la
cocina. La madre hab�a terminado de preparar la comida, frugal por cierto,
mientras tomaba una copa de vino blanco, el hijo abri� una cerveza para
aplacar su sed y la bebi� de un trago. A continuaci�n, se acerc� a la madre
que estaba de espaldas, la estrech� entre sus brazos y la bes� en el cuello
hamac�ndola, mientras le murmuraba cu�nto la amaba. Una mano la desliz� por
el escote hasta tocarle un pecho. La madre quiso sacarla pero no pudo, lo
dej� hacer. El hijo, con no poca habilidad, le desabrochaba el vestido, le
tocaba el tenso vientre y bajaba m�s y m�s. La madre trat� de liberarse,
pero cuando el vestido estuvo bien abierto, se dio vuelta y lo bes� tierna y
apasionadamente. Ella le respondi� con otro abrazo. El hijo sigui� sac�ndole
el vestido, ella lo ayud�. Qued� en sost�n y bragas, volvi� a estrecharla y
a atraerla hacia s�, como lo hiciera la primera vez en la ducha, la madre
sinti� el miembro hinchado del hijo:


- �Tanto tiempo! �No? - dijo sonriendo.


- Mucho - le contest� a su madre � demasiado.


La tendi� sobre la mesa y le desprendi� el sost�n para
jugar con los pechos tiesos y prietos, la madre termin� de sac�rselo. La
bes� toda y con ambas manos le sac� las bragas. Luego se baj� y sac� el
pantaloncito. �Estaban tan expuestos! La madre abri� las piernas, el hijo la
atrajo hacia el borde de la mesa le levant� las piernas y la penetr�.


Lo hizo cuidadosamente para no causarle dolor y la tom�
de las caderas para moverla y moverse mejor. Ella se incorpor� y lo bes� por
todos lados. El hijo hizo lo mismo.


Durmieron muy bien, sin importarles la hora, la madre se
despert� primero y se visti� para tomar un caf�. Al pasar por el cuarto del
hijo �ste la llam�, ella entr� y se sent� al borde de la cama, �l le pas� la
mano por el pelo, ella lo acarici�.


Tomaron caf�. La pileta de nataci�n estar�a llena al
atardecer.


Alfonso pens� que su madre llamaba traje de ba�o a una de
sus tantas y diminutas prendas de dos piezas que intercambiaba con
frecuencia cada vez que tomaba sol y para no marcar su cuerpo dorado.


Enriqueta se coloc� una amarilla. Le quedaba muy bien con
el color de la piel que hab�a tomado en esa temporada y armonizaba con el
pelo rubio.


Al verla llegar �l la admir�. Se dirigieron a la piscina,
la madre se dio un chapuz�n y sali� para sentarse en la media sombra.
So�aba.


Alfonso se fue a colocar su malla, otro pantaloncito.
Luego bebi� un poco m�s de caf�. �l tambi�n se puso a recorrer con su
imaginaci�n lo que hab�an vivido. Estaba dichoso, le pareci� que nunca
volver�a a sentirse as�. Oy� que la madre lo llamaba y como si ella hubiese
escuchado su pensamiento le dijo que agradeciera y guardara cada momento de
lo que viv�a en su coraz�n. Ella lo sent�a as�, quiz� guiada por los altos
conceptos de la belleza que tuvo y en los que fue educada.


- Esta noche, despu�s de cenar podremos ba�arnos sin la
luz que atrae las miradas indiscretas - dijo la madre - tengo ganas de hacer
algo que no hago desde hace muchos a�os - y acerc�ndose al o�do le susurr� -
ba�arme desnuda en la piscina.


Fue noche cerrada, Enriqueta crey� que hab�a llegado el
momento de tirarse al agua, se despoj� de su malla y se zambull� casi sin
salpicar, un salto perfecto, nad� por el fondo y su pelo lacio acompa�aba
los movimientos con la suavidad de una medusa, sali� para respirar y
acercarse al hijo.


- Est� fr�a - le comunic� - pero me siento tan bien, tan
suelta.


Luego nad� estilo rana hasta uno de los bordes y comenz�
a desplazarse ordenadamente de un borde al otro. Se volvi� al hijo para
decirle que se sambullera, que le jugaba una carrera. Alfonso se sac� su
malla y se arroj� al agua. Sali� r�pidamente a la superficie y se acerc� a
la madre aceptando el desaf�o. Ambos eran nadadores diestros. M�s fuerte,
Alfonso sac� alguna ventaja. Luego se pararon en la parte baja.


La madre fue hacia un �ngulo y se tom� de los bordes
mir�ndolo. �Era una invitaci�n?. El hijo se acerc� lentamente y la tom� por
la cintura, ella lo dej� hacer, se acerc� m�s hasta abrazarla con fuerza y
darle besos en el cuello. Su miembro estaba erguido, lo apoy� y con una mano
lo orient� tratando de hacerle lugar, la madre abri� las piernas y lo ayud�,
pudo introducirlo as�. Los cuerpos estaban muy livianos debido a la
inmersi�n. Lo sac�, dio vuelta a la madre, que se segu�a sosteni�ndose de
los bordes y la posey� por delante, mientras la volv�a a tomar de la
cintura, acerc�ndola y alej�ndola. La libertad en el agua, la habilidad de
ellos nadando, dio lugar a muchos juegos amorosos. Cuando terminaron se
secaron bien y se frotaron con las toallas para recuperar la circulaci�n y
devolver el ritmo normal de sus cuerpos.


Comieron. Durmieron.


El hijo dej� y se acerc� a la madre, que estaba en la
cocina, con ambas manos deshizo el nudo de la blusa que abierta dejaba los
estupendos pechos desnudos al descubierto, se los bes� cari�osamente y la
madre se ech� hacia atr�s y lo dej� hacer. Le besaba el cuello, las
orejas... Le termin� de quitar la blusa y la estrech� entre sus brazos.


- �Otra vez?


- S�.


- Me voy a ba�ar -.


- No, no, me gusta olerte as� - Se quit� la remera.


Ella afloj� el pantaloncito. �l la levant� en brazos y la
llev� a la cama. Desnudos se dieron caricias hasta que la penetr�, apretaba
a la madre y le daba mayor presi�n a los movimientos pelvianos, la tra�a y
la alejaba tom�ndola de las nalgas, los pechos de ella, cuando se
enderezaba, brincaban contra el pecho del hijo. La madre se retorc�a con
ardor furioso, como una bacante y gozaba, gozaba, bien acompa�ada por el
hijo.


Los amorosos enlaces hab�an hecho desaparecer los sue�os
org�smicos espor�dicos de la mujer sana. Cada vez que despertaba, lo
recordaba y era m�s feliz a�n.


El hijo sin m�s rodeos le pregunt� si esa noche la
podr�an pasar juntos. Era una imprudencia, lo sab�a, pero les quedaban tan
solo dos noches de soledad. La madre dijo que lo pensar�a, aunque el pedido
no dej� de halagarla. A ella le gust� la idea, es m�s, tambi�n lo hab�a
pensado, ser�a tan lindo regalarse toda una noche de placer con el amado,
tan amado.


Siguieron nadando y comenzaron a jugar, hac�an figuras,
nadaban por el fondo, y daban vuelta, el hijo la tomaba por los tobillos,
ella sal�a a la superficie y se volv�a al fondo seguida por �l que repet�a
la maniobra. En el agua se expresa la libertad del cuerpo, cualquier
movimiento sirve para desplazarse.


Se ducharon y volvieron a la cocina, la madre hac�a los
preparativos para la cena. A la madre le brillaron los ojos cuando se
dirigi� al hijo para decirle con firmeza:


- S�.-


- �C�mo?- pregunt� el hijo -.


- Que s�, que dormiremos juntos toda la noche -.


- Por fin - exclam� �l - cre� que no te decidir�as nunca
-.


Ahora se sent�an mucho mejor.


Cenaron con gusto.


No describir� la noche, ni c�mo la pasaron, pero no
durmieron. Al amanecer la madre con la cabeza sobre el pecho del hijo sent�a
sus latidos tranquilos y tranquilizadores.


Enriqueta se levant� y se fue a duchar una vez m�s. Pens�
en dormir durante el d�a.


Alfonso acostado en su cama, le pidi� a la madre que lo
despertara en dos horas.


A�n quedaba un poco de sol. El hijo le propuso a la madre
si no deseaba darse un chapuz�n en la pileta. Se ducharon y pusieron las
mallas. Enriqueta apareci� con una verde que hac�a juego con sus ojos.
Nadaron un buen rato y se hizo de noche. La madre aprovech� para sacarse el
sost�n y luego la parte inferior, ce�idor encantado. El hijo hizo lo mismo y
volvieron a nadar ri�ndose de la libertad total. La madre se par� en un
�ngulo de la parte baja y dio vuelta la cabeza. �l acept� la invitaci�n.


Ambos desnudos, protegidos por la noche, se regocijaron
como la otra ves y se retornaron a la casa


Pensar que a esa casa tengo que ir yo, le dije a Mar�a
sonriendo. Me parece que t� agregaste muchos pasajes seg�n tu
imaginaci�n.


- En absoluto � afirm� Mar�a � ya me conoces, cuento
solamente lo que vi. �


- Que nos es poco, parece que estuvieses junto a ellos.


- Estuve como un fantasma junto a ellos y si no me met�
la mano es porque pensaba en ti en la recompensa que tendr�a.


Mar�a tuvo la recompensa, y luego le recit� alguno que
otro de mis poemas y pens� que en verdad yo tendr�a que visitar a Enriqueta
pero mis expectativas hab�an cambiado sustancialmente. En los pr�ximos d�as
consultar�a libros y tratar�a de descubrir en las caras de los familiares
alg�n rastro de las pasiones incestuosas, si es que lo ten�an, pues la
experiencia me dicta que no lo hay. La joven con la que yac�a me transform�
en persona muy comedida. �Ser� testigo de los amores entre Enriqueta y su
hijo Alfonso?



Martel




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Relato: Una madre fresca y lozana (2)
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