Relato: Amor a dos bandas





Relato: Amor a dos bandas

AMOR A DOS BANDAS.


Sonia pensaba. Llevaba varios minutos pensando porque no
pod�a amar a dos hombres a la vez, si amaba a sus padres por igual o a sus dos
hermanos; porque la sociedad, el mundo, no pod�an concebir que pudiera amar a
dos hombres por igual. Su coraz�n estaba dividido y no pod�a hacer nada. S�lo
dejarse llevar por los sentimientos.


No sab�a como hab�a sucedido, como hab�a empezado a sentir
aquello por Alberto, pero ya no pod�a echarse atr�s, lo amaba.


Como tambi�n amaba a Jos�. Se hab�a casado con Jos� hac�a ya
nueve a�os, totalmente enamorada de �l y sent�a que segu�a am�ndolo, pero sin
saber como, se hab�a enamorado de Alberto. Lo conoci� por casualidad, en el
grupo de teatro del barrio en el que ambos participaban. Y nada m�s conocerle
empez� a sentirse atra�da por �l. Poco a poco fueron conoci�ndose, y d�ndose
cuenta que ten�an un mont�n de cosas en com�n. Y as� fue como fueron
enamor�ndose el uno del otro.


Al principio Sonia ten�a miedo de reconocer lo que sent�a.
Sent�a que necesitaba hablar con �l, verle. Su coraz�n se pon�a a mil cuando le
ten�a cerca, se pon�a nerviosa y hasta le temblaba la voz. En cambio cuando no
sab�a nada de �l, cuando no pod�a verle, lo a�oraba, deseaba que llegara el
momento de volver a verlo, lo echaba de menos. Era consciente de lo que sent�a
por �l, pero le costaba reconocerlo, porque le daba miedo. Hasta que un d�a en
que ya de noche, y tras el ensayo de la obra que iban a representar en Navidad,
Alberto se ofreci� a acompa�arla a casa, ya que era tarde. Sonia estaba
nerviosa, quer�a decirle a Alberto lo que sent�a por �l, pero no se atrev�a.
Hasta que Alberto empez� a decir:



Sonia, tenemos que hablar.


�Si?


Tengo algo que decirte, algo muy importante.


Dime. � le suplic� ella.


Ver�s, es que desde que te conoc�, creo que siento algo por
ti, que muy pocas veces he sentido. S� que eres una mujer casada y que lo que
voy a decir quiz�s te moleste y te suene extra�o, pero.....te amo.



Sonia se qued� callada, con la mirada perdida en el
horizonte. Instintivamente llev� su mano hasta la de Alberto y la cogi�.



Yo tambi�n te amo � le dijo por fin, arm�ndose de valor �
Hace tiempo que siento esto por ti, y no me atrev�a a dec�rtelo, porque me
aterra, porque soy una mujer casada, pero te amo.



Alberto se detuvo, poni�ndose frente a ella, le acarici� la
mejilla y acerc� sus labios a los de Sonia. Se abrazaron con pasi�n, mientras
sus lenguas jugaban a buscarse. Cuando se separaron, se miraron a los ojos.



Te amo � dijo Alberto � aunque suene extra�o.


Yo tambi�n te amo � repiti� Sonia.



Se abrazaron y Alberto le susurr� a Sonia:



Te deseo.



Luego con sus labios descendi� por el cuello de la muchacha,
bes�ndolo, lami�ndolo, lo que hizo que esta se estremeciera y cerrara los ojos
dej�ndose llevar.



Alberto, hazme el amor � le suplic� murmurando en su o�do.


�Ahora? � pregunt� �l algo sorprendido.


Si, lo necesito.



Unos pasos m�s all� de ellos hab�a un banco, Alberto la llev�
hasta el banco, se sent� en �l haciendo que ella se sentara sobre sus piernas.
Empezaron a besarse, abraz�ndose, recorriendo sus cuerpos con las manos por
encima de al ropa. Las manos de Sonia, buscaron el cintur�n de Alberto, lo
desabroch�, le bajo la cremallera, y sac� el erecto sexo, que palpitaba deseoso.
Sonia lo acarici� d�ndole un agradable masaje con la mano, movi�ndolo arriba y
abajo. Mientras sus bocas se besaban despeg�ndose s�lo para respirar.


Las manos de Alberto, se metieron bajo la falda de Sonia,
acariciando primero sus piernas y ascendiendo hasta sus nalgas, que sob� con
ansia. El fuego del amor recorr�a sus pieles, llenaba el ambiente y se esparc�a
a su alrededor.



Te amo � dijo Sonia.


Te amo � repiti� �l, mientras se miraban a los ojos.



La mano de Sonia no dejaba de acariciar el masculino sexo,
mientras las de Alberto, segu�an sobre las nalgas de ella, pero ahora bajo las
bragas, acariciando el ano y buscando la h�meda vagina que palpitaba de deseo.


Sonia deseando sentir a Alberto, dirigi� el erecto pene hac�a
su h�meda vagina y ayudada por �l, que apart� las bragas, descendi� sobre el
masculino sexo. La uni�n se complet�, y el amor vibr� entre ellos como nunca
antes lo hab�a hecho. Se abrazaron, se besaron y Sonia empez� a cabalgar sobre
el masculino sexo, sinti�ndose llena de aquel amor. Mientras Alberto le
acariciaba las nalgas y besaba su cuello desnudo. La excitaci�n era m�xima,
Sonia se estremec�a sintiendo el pene resbalando por las paredes de su vagina.
Alberto, meti� uno de sus dedos en el ano de la mujer y esta volvi� a
convulsionarse. Se miraron tiernamente el uno al otro y Sonia dijo:



Te amo.


Te amo, princesa � murmur� �l.



Sonia, cual sirena de mar, se mov�a h�bilmente acoplando su
cuerpo al de Alberto. Ambos sudaban, respiraban aceleradamente y Sonia gritaba
de placer. Ambos sent�an la humedad de sus sexos, sus carnes mojadas, por la
agitaci�n desesperada de sentirse el uno al otro. La muchacha sub�a y bajaba
sobre la erecta polla, sintiendo como el cosquilleo inconfundible del placer,
empezaba a extenderse por su cuerpo. El amor, la pasi�n recorr�a sus cuerpos.


Los pechos de Sonia se aplastaban contra el masculino pecho,
lo que hac�a que Alberto se excitara a�n m�s, y este empujara contra ella.
Alberto bes� a Sonia en el cuello, otra vez, desabroch� un par de botones de la
blusa de Sonia y descendiendo por su cuello, alcanz� uno de los senos lami�ndolo
por encima del sujetador. Sonia segu�a cabalgando, cada vez m�s velozmente.
Ambos estaban a mil, apunto de alcanzar el ansiado �xtasis, empujaban el uno
contra el otro, tratando de sentirse, sintiendo todo aquel amor que se derramaba
entre ambos.


Sonia empez� a correrse, sintiendo como las paredes de su
vagina se contra�an alrededor del masculino pene, que se hinchaba poco a poco,
apunto tambi�n de alcanzar el �xtasis. Hasta que ambos estallaron,
convulsionados, abraz�ndose, en un demoledor orgasmo. Cuando sus cuerpos se
calmaron, Sonia bes� a Alberto.



Te amo � indic� �l


Te amo, te amo � repiti� ella.


�Qu� bello! � exclam� �l.


S�, hermoso.



Se separaron y se quedaron sentados en el banco, uno junto al
otro abrazados. Sonia pensaba, con la mirada perdida en el suelo, trataba de
dilucidar que era lo que realmente sent�a por Alberto y por Jos�. Trataba de
buscar alguna diferencia entre ambos sentimientos, pero no pod�a, no la hab�a.
Mir� el reloj.



Tenemos que irnos, mi marido estar� preocupado. � dijo
levant�ndose.


Vamos � Alberto se puso en pie, tras arreglarse la ropa y
la cogi� de la mano.



El resto del camino ambos permanecieron en silencio. No
quer�an romper el encanto de aquel momento, ten�an miedo que la realidad les
golpeara en la cara. Cuando llegaron frente al portal Sonia dijo:



Hemos llegado.



Alberto la abraz� por la cintura, y la bes�.



Buenas noches, princesa. � murmur�.


Buenas noches.



Se separaron lentamente, como si no quisiera hacerlo.
Tratando de retenerse el mayor tiempo posible el uno junto al otro, hasta que
las yemas de sus dedos dejaron de tocarse suavemente y ella, se gir� hac�a la
puerta y entr�. La puerta se cerr� frente a Alberto y este suspir�, empez� a
andar lentamente, como si le pesaran los pies y el coraz�n le doliera tanto que
no pudiera con �l.


Sonia entr� en el ascensor, despacio, como si no quisiera
entrar; esper� unos segundos, tratando de retener el sabor de los besos de
Alberto y el olor de su piel. Record� como los brazos de Alberto la hab�an
abrazado, como su sexo se hab�a llenado de �l y un par de l�grimas escaparon de
sus ojos. Le dol�a el coraz�n, porque amaba a dos hombres a la vez y no pod�a
elegir. El ascensor lleg� a su piso, se sec� las l�grimas antes de salir.
Suspir� hondamente, se arregl� la ropa y sac� las llaves del bolso. Abri� la
puerta:



�Hola, cari�o! � salud�, tratando de disimular el desanimo
que sent�a.


�Hola! � le respondi� Jos�.



Dej� el bolso y la chaqueta en el armario del recibidor y
entr� hasta el comedor.



Se os ha hecho tarde hoy � le indic� su marido.


S�, es que hab�a algunas escenas que hemos tenido que
ensayar a fondo � se excus�.


Te he preparado la cena.


�Has cenado ya? � le pregunt� a Jos�.


Si.


Voy a cambiarme.



Sonia entr� en su habitaci�n y se cambi� de ropa. Se sent�a
triste y deseaba escapar de all�, que su vida no fuera aquella sino otra,
diferente. Una vida en la que ella fuera libre y pudiera amar a Alberto sin
barreras. Pero la realidad de la habitaci�n, le golpe� en la cara cuando abri�
los ojos para mirar a su alrededor.


Se dirigi� a la cocina. Jos� miraba el televisor en el sal�n.
Calent� el pescado, que su marido hab�a preparado, en el microondas. Comi� casi
sin ganas, y sin dejar de recrear el momento vivido con Alberto. Cuando termin�,
freg� los platos. Al terminar se sent�a cansada, as� que le dijo a su marido:



Me voy a dormir, estoy agotada.


Ahora voy yo, en cuanto acab� esta pel�cula.



Se acost� y le cost� dormirse, no dejaba de pensar en
Alberto, en sus besos, en sus caricias, en sus abrazos. Le amaba,
indudablemente, le amaba y no pod�a dejar de hacerlo.


Por la ma�ana se despert� nerviosa y pensando en Alberto.
Mir� el reloj, eran las siete y media. Era s�bado, lo que significaba que no
ten�a que ir a trabajar. Empez� a dar vueltas en la cama, hasta que Jos� se
despert�.



�Qu� te pasa, cari�o? � le pregunt� �l peg�ndose a la
espalda de ella.


Nada. � respondi� ella.



Jos� dirigi� su mano hac�a el pecho de Sonia.



Est�te quieto � protest� ella � ahora no tengo ganas.


Mmmmm, venga, cari�o � le suplic� �l, descendiendo por el
femenino vientre, por encima del camis�n, hasta alcanzar el sexo, que acarici�
con suavidad, por encima de la tela.



Sonia cerr� los ojos, trat� de imaginar, de pensar en
Alberto, de sentir que aquellas manos eran las de Alberto. Sinti� los labios de
Jos� en su o�do, y la lengua acarici�ndole el cuello. Su piel se eriz�. Sus
pensamientos estaban lejos, muy lejos de aquella cama. Con los ojos cerrados,
trataba de concentrarse s�lo en lo que sent�a, mientras las manos de Jos�, le
levantaban despacio el camis�n. Entreabri� las piernas, y la masculina mano se
col� entre ambos muslos, acariciando el sexo femenino. Sonia se concentraba en
la dulce imagen de su amado Alberto y Jos�, buscaba el cl�toris, empezando a
acariciarlo con suavidad. El placer empez� a inundar su sexo y un gemido escap�
de su garganta.



Te quiero � le susurr� Jos� en su o�do, lo que hizo que
despertara de sus sue�os y perdiera la concentraci�n.


Yo tambi�n � musit� con cierta desgana.



Su marido introdujo un dedo en su vagina y Sonia se
convulsion�, cerr� de nuevo los ojos, tratando de recuperar la concentraci�n.
Sus pensamientos volvieron a la imagen de Alberto. Comenz� a suspirar, excitada,
dejando que el placer se extendiera por su cuerpo. Dirigi� su mano hac�a el
erecto pene de Jos�, que estaba apoyado sobre sus nalgas, lo acarici� con
delicadeza. Lo llev� hasta su sexo y lo atrap� con ambas piernas, y restreg� sus
labios vaginales sobre �l. Deseaba ser penetrada por aquella polla, pues en su
imaginaci�n, era Alberto quien estaba en aquella cama con ella. Jos� dirigi� el
pene hac�a la h�meda entrada femenina y con suavidad, la penetr�. Cuando el falo
estuvo totalmente en su interior, Sonia suspir�, estaba excitada y se sent�a
llena. Sinti� como la mano de Jos�, acariciaba su cl�toris, y como este empezaba
a moverse, penetr�ndola, una y otra vez. Gem�a excitada, sinti�ndose llena,
empujaba hac�a Jos�, tratando de sentir el pene introduci�ndose una y otra vez,
d�ndole placer. La excitaci�n sub�a, ambos gem�an y se convulsionaban. El pene
de Jos� se iba hinchando dentro de la femenina cueva, mientras las h�medas
paredes de esta, lo estrujaban. Se sent�an el uno al otro, pero para Sonia, era
a Alberto quien le estaba haciendo el amor. Eso precipit� su orgasmo, que la
hizo estremecerse. Unos segundos m�s tarde, y tras un par de embestidas m�s,
tambi�n Jos� alcanz� el �xtasis.


Se quedaron acostados un rato, Sonia se gir� hac�a su marido
y le dio un suave beso en los labios, y dijo:



Te quiero.



Tras eso se qued� acostada un rato, de espaldas a Jos�.
Sent�a una gran tristeza, porque a�oraba a Alberto y sus caricias, porque en su
mente hab�a enga�ado a Jos� y....


Durante el resto del d�a no dej� de pensar en lo que sent�a,
tratando de aclarar si lo que sent�a por ambos hombres era lo mismo o era un
sentimiento diferente. Pero no pod�a, los amaba a los dos.


Estaba haciendo la comida cuando Jos� se acerc� a la cocina.



�Qu� vamos a comer? � le pregunt� a su mujer desde la
puerta.


Macarrones � le respondi� Sonia, gir�ndose hac�a �l.



Lo mir� y pens� que era el hombre m�s guapo que hab�a
conocido y el �nico capaz de darle el amor que necesitaba. Lo amaba,
indudablemente, lo amaba. No pod�a tirar por la borda todos aquellos a�os junto
a �l, porque �l le hab�a apoyado en todo lo que hab�a hecho. Le hab�a dado, la
vida que quer�a y ahora ten�a, no pod�a dejarlo.


Pero tambi�n estaba Alberto, que le hab�a dado pasi�n y
tambi�n amor. Un amor incondicional, un amor al que poco le importaban las
barreras que los separaban. Amor de verdad. Sent�a su pulso acelerado cuando le
ten�a cerca, como cuando ten�a 15 a�os. Sent�a que le faltaba el aire, cuando
estaba lejos de �l. Sab�a que si Alberto le ped�a que dejara a Jos�, ser�a capaz
de hacerlo, a pesar de arriesgar todo lo que ten�a, ser�a capaz de hacerlo, s�lo
por estar con Alberto.


No pod�a decidirse por uno de los dos. Su amor era un amor a
dos bandas, amaba a ambos y no pod�a dejar de hacerlo, les necesitaba a ambos,
porque ambos le daban cosas diferentes, un amor diferente y necesitaba ambos
amores. No pod�a elegir.


Por eso decidi� que lo mejor era irse, irse lejos de all�,
dejar todo aquello, dejar a ambos y buscar otra vida, otro amor. Si la sociedad
no pod�a comprender ni aceptar que amara a ambos hombres a la vez, prefer�a
dejar de amarlos a ambos. Subi� a su coche, despu�s de haber metido las maletas
en �l. Arranc� y sali� rumbo hac�a ning�n lugar.



Erotika (Karenc) del grupo de autores de TR.


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