Relato: Doble infidelidad



Relato: Doble infidelidad


DOBLE INFIDELIDAD



Por: Horny


Hubo una �poca de mi vida en la cual no perdonaba fiesta cada
fin de semana pero eran planes sanos, mas bien tertulias literarias, bohemias o
con alg�n motivo especial previamente acordado entre los asistentes, ya fuera
disfraces, para hablar de pol�tica, para reunirnos a ver partidos de f�tbol o
como en este caso: "cita con los cl�sicos del terror".


�ramos un grupo de amigos y por lo general nos reun�amos solo
nosotros pero en esta ocasi�n cada uno ir�a con su pareja, ya fuera novio(a) o
esposo(a) pues al saber el tema de la reuni�n m�s de uno se hab�a animado. Yo me
encargu� de organizar la tertulia, aunque no se llevar�a a cabo en mi casa sino
en la de una de mis mejores amigas por ser esta mas amplia para albergar a los
que quisieran pasar la noche.


Nos reunimos en total 9 parejas, a algunos los conoc�a a
otros no salvo por el hecho de tener amigos en com�n. Me dediqu� a observar
disimuladamente a cada uno de los presentes pues siempre me ha gustado analizar
a la gente, tratar de adivinar aspectos de su vida a trav�s de un gesto, una
mirada, sus actitudes y palabras. Mis ojos se detuvieron en un hombre en
especial quien distra�do beb�a un whisky en las rocas, ajeno a mi escudri�adora
mirada. Era maduro, rondaba los 50 podr�a decir, con el cabello entrecano,
delgado, simp�tico e interesante. Ven�a acompa�ado de una mujer algo menor que
�l, la cual sin duda era su esposa pues ella no le quitaba la vista ni el brazo
de encima. �l por su parte se ve�a mas relajado, disfrutando su trago y
conversando animadamente con los due�os de casa.


Durante un par de segundos la mirada de ese hombre y la m�a
se cruzaron y se contaron un par de cosas interesantes. Luego desvi� mi vista
hacia otro lado para ver donde andaba mi esposo. Lo ubiqu� un par de metros mas
all� de donde yo me encontraba, cabeceando mientras miraba la tele.


Para entrar en mas confianza nos presentamos pues algunos
nunca nos hab�amos visto. De all� supe que el hombre que despert� mi inter�s se
llamaba Gabriel aunque su mujer cari�osamente lo llamaba Gabo.


Un par de tragos mas y la mayor�a de los presentes est�bamos
ubicados en el piso sobre una gruesa alfombra y unos cojines, la chimenea
encendida y uno por uno contando historias de misterio del estilo cr�menes sin
resolver, asesinos en serie, criminales famosos etc.


La charla se tornaba cada minuto mas interesante y macabra
por lo que algunas de las parejitas comenzaron a juntarse mas y mas. Yo por
supuesto no contaba sino con un enorme coj�n para abrazar pues mi marido yac�a
profundamente dormido en el sof� que hab�a elegido para estar presente en la
fiesta sin participar y as� poder alegar que me "acompa��".


La esposa de Gabriel al parecer se indispuso con el tema de
conversaci�n y decidi� retirarse a una de las habitaciones de hu�spedes despu�s
de tomar algo para el dolor de cabeza. Insisti� en que su esposo permaneciera en
la reuni�n pues sab�a cuanto le gustaban a el todos los temas que tuvieran que
ver con misterios e intrigas.


Con la partida de la esposa de Gabriel y calientes los
�nimos, algunos de los presentes insisti� en que �l y yo nos sent�ramos juntos
para quedar todos en pareja. Gabriel, ni corto ni perezoso se incorpor� de su
sitio y fue a sentarse a mi lado aunque para un hombre que acababa de conocer se
sent� demasiado cerca. Realmente no me molest�, todo lo contrario, en una
situaci�n similar, con otro hombre me habr�a separado un poco y mas dado que mi
esposo dorm�a a escasa distancia y su esposa en el segundo piso.


Le correspondi� el turno a Gabriel de contar una historia,
una real acerca de un crimen sin resolver sobre un hombre que hab�a asesinado a
su esposa mientras dorm�a, incitado por su amante. A medida que narraba, como al
descuido posaba una de sus manos en mi rodilla, la que le quedaba mas cerca.
Cada vez que me tocaba yo suplicaba en silencio que dejara all� la mano, incluso
que se aventurara un poco mas. Nunca hab�a pensado en serle infiel a mi marido
en sus propias narices. Le hab�a puesto un par de cuernos pero nunca tan
descaradamente.


Gabriel se comportaba indiferente, al menos en apariencia, a
medida que contaba su historia con una facilidad y un dominio impresionantes
sobre quienes lo escuch�bamos al punto que todos lo miraban embelesados, como
hipnotizados. Yo no era la excepci�n, aunque no lo miraba mucho pues me sent�a
colorada y abochornada por el contacto de su mano, por el alcohol y al pensar
que alguien de los presentes podr�a darse cuenta de mi estado y de la situaci�n
que estaba viviendo con un completo desconocido el cual ahora no posaba su mano
en mi rodilla sino sobre mi muslo.


Su roce me electrizaba, pero �era solo eso? No, tambi�n era
su voz. "que voz tan sexy" pensaba yo a medida que lo imaginaba susurr�ndome
cosas al o�do. Era la voz masculina mas sensual que hab�a escuchado en mi vida.
Dios, �que estaba pasando conmigo? Me daba la impresi�n que cualquiera que me
mirara podr�a adivinar lo que estaba pensando. Del temor a ser descubierta pas�
a un estado de leve y deliciosa excitaci�n, estado de continu� hasta que Gabriel
s�bitamente termin� de narrar su historia y acto seguido se escucharon
expresiones de admiraci�n de los presentes ante lo que acababan de escuchar.
Cuando termin� sal� de mi especie de trance y me apart� un poco de �l. Por un
momento volv� a ser yo misma mientras los anfitriones serv�an otra ronda de
bebidas y pasabocas. Dejaron las bandejas sobre la mesa de centro para no
levantarse mas durante un buen rato y disfrutar de la velada.


Tuvimos un momento de receso durante el cual hubo intercambio
de besos y caricias leves entre las parejas presentes, momento que Gabriel
aprovech� para preguntarme algunas trivialidades con el fin de romper el hielo.
A los hombres les ocurre que cuando una mujer llama su atenci�n la miran
directamente a los ojos, caso contrario en las mujeres que cuando nos sentimos
atra�das hacia un hombre desviamos la mirada. Ya te podr�s imaginar la escena,
Gabriel buscando mis ojos y yo sin saber a donde mirar, sin duda hab�a sido
atracci�n a primera vista o a primer roce, como se quiera llamar.


- Me llama la atenci�n que tu esposo est� dormido � me dijo �
yo a una mujer como tu no la dejar�a sola ni un minuto.


- Y a mi me llama la atenci�n que tu esposa se haya retirado
tan temprano a descansar � le dije � con un hombre como tu me encantar�a...


Mi frase fue interrumpida por la anfitriona que propuso
continuar con las historias pero antes alcanz� una frazada a cada pareja. Las
escasas luces se apagaron siendo iluminados �nicamente por la chimenea. Algunos
de los presentes ya se hab�an puesto mas c�modos a�n, ya fuera quit�ndose los
zapatos o tumb�ndose completamente sobre la alfombra. Los mas osados
aprovecharon la oscuridad para acariciarse bajo la manta. Gabriel no fue la
excepci�n, me tom� por sorpresa agarr�ndome una mano. No la retir�, al
contrario, la abr� completamente para permitirle que explorara uno por uno mis
dedos largos y delgados, luego la palma, el contorno y la mu�eca. Cosas del
alcohol supongo...


Alguien propuso cambiar el tema de las historias a algo mas
er�tico y de menos suspenso puesto que ya est�bamos en confianza y con tragos en
la cabeza. Por unanimidad se acogi� la idea y quiso la "suerte" que me
correspondiera a mi compartir algo con los presentes. Decid� contar algo en
primera persona, bajo el t�tulo de "fantas�a con un desconocido".


No se que tienen los relatos er�ticos hablados que encienden
a cualquiera mucho m�s r�pido y f�cil, claro est�, si son narrados con voz
sensual, que transmita lo que dice como si lo estuviera viviendo. Para mi no era
dif�cil hablar de esa manera en ese momento, no solo porque de repente me sent�a
perversa y sensual, por los tragos de mas, tambi�n por el ambiente, por la mano
de Gabriel que ahora acariciaba la parte interna de mis muslos sin ning�n pudor,
su rostro impasible que me desconcertaba, la mirada de todos pendiente de mis
palabras sin imaginar siquiera lo que ocurr�a bajo la manta, el saber que estaba
haciendo algo prohibido en las mismas narices de mi marido... parec�a como si
todas las fantas�as juntas que hab�a podido tener en mi vida se estaban
confabulando en ese preciso instante.


El relato que estaba compartiendo con los presentes no era
nada del otro mundo, debo confesarlo, pero la forma de describir escena a
escena, la pasi�n que pon�a en cada palabra era el atractivo del mismo, quien me
escuchaba casi pod�a sentir el deseo de los protagonistas, porque ese era mi
mismo deseo, de que Gabriel no se detuviera... que fuera m�s all� de lo
permitido, que me tocara toda....


Me sent� en posici�n de flor de loto con la cual la amplia
falda estilo campesino que llevaba puesta se levantaba un poco, lo dem�s lo hizo
�l, siempre con esa expresi�n en la cara de "aqu� no est� pasando nada". Si no
fuera porque era imposible habr�a jurado que era otra persona la que me estaba
acariciando, uno era el hombre que ten�a al lado con la mirada distra�da y otro
el due�o de aquella mano c�lida y h�bil que se deslizaba desde la rodilla cuesta
arriba hacia mis rincones mas prohibidos. El ascenso era dolorosamente lento lo
cual se traduc�a en mis palabras a medida que iba contando el consabido relato,
cada minuto que pasaba, con mi respiraci�n mas y mas agitada se hac�a dif�cil
hablar... era una situaci�n muy complicada de manejar.


Mi historia iba en la parte aquella en que la protagonista
era acariciada por el desconocido mientras gozaba como una loca; cada
estremecimiento m�o era debidamente procesado y traducido en una palabra, un
suspiro o algo similar. Cualquier parecido con la realidad era pura
coincidencia... no era casual que el relato tratara de lo mismo que me estaba
ocurriendo.


Al fondo se escuchaba una canci�n, muy suave... acaso era
coincidencia o la letra dec�a: "... por qu� ser� que los amores prohibidos
son mas intensos que los permitidos, te llenan tanto aunque sea con un poquito y
uno se conforma hasta con el roce de las manos...".



La mano de Gabriel encontr� lo que estaba buscando y si bien
la posici�n de su brazo no era la m�s c�moda se dio ma�as para llegar e ir mucho
mas all�. Y pensar que hace unos minutos estaba con su esposa sentado frente a
mi, que no sab�a ni su nombre y ahora me acariciaba la conchita por encima de la
ropa interior, solo la delgada tela de algod�n separaba sus manos de mi piel.
Con la misma suavidad que hab�a acariciado mis manos y mis muslos comenz� a
tocar mi rajita sobre la ropa interior pues no hab�a otra manera de hacerlo, no
era una tanga que hubiera podido correr f�cilmente hacia un lado y mas dif�cil
a�n quit�rmela del todo.


La cara de Gabriel trasluci� un leve dejo de derrota ante el
inconveniente que se interpon�a entre su mano y mi conchita, pero fue solo un
par de segundos, antes que su mano se resignara al simple contacto con la tela.
Intentar algo m�s habr�a sido muy evidente. Al principio sus dedos me hac�an
cosquillitas, despu�s nada de lo que el me estaba haciendo me produc�a risa,
todo lo contrario, un calorcito delicioso y constante que nac�a en sus caricias
y se perd�a un poco mas arriba acelerando los latidos de mi coraz�n y haci�ndome
respirar mas r�pido de lo normal.


Para cuando termin� el relato estaba al borde del orgasmo y
aunque mis sensaciones eran insoportablemente deliciosas sent� p�nico de
correrme all� mismo delante de todos. Mis espasmos habr�an sido imposibles de
disimular. Algunos me aplaudieron felicit�ndome por la manera tan realista como
hab�a contado la historia, momento que yo aprovech� para incorporarme y salir
huyendo. Sub� al segundo piso sin mirar hacia atr�s. Sent�a el rostro caliente y
una humedad absurda en mi entrepierna que me mojaba la ropa interior y algo mas.


Entr� en la habitaci�n que primero encontr� y cerr� la puerta
tras de m� respirando agitadamente a�n. Me deslic� hasta el cuarto de ba�o
despu�s de quitarme los zapatos y la chaqueta. Encend� la luz, me lav� las manos
y moj� un poco mi rostro a ver si con eso lograba calmarme. El olor de mi
excitaci�n penetraba el lugar por completo por lo que decid� quitarme la ropa
interior y lavarla all� mismo pues guardarla en mi bolso impregnada del
resultado de mi placer no era lo mas conveniente.


Posteriormente me mir� en el espejo y en esas estaba cuando
vi a alguien parado en la puerta del ba�o... era Gabriel.


- Me asustaste � le dije dando un respingo � �que haces
aqu�?.


- �De verdad crees que esa pregunta necesita una respuesta? �
me contest� acerc�ndose a mi y tomando mi cara entre sus manos.


- No � le contest� suplic�ndole con la mirada que me besara
de una vez.


Lo hizo de inmediato, ley�ndome el pensamiento. Luego, todo
ocurri� demasiado r�pido, tanto que durante mucho tiempo no supe discernir si lo
de esa noche hab�a ocurrido de verdad o no.


En un instante nuestras bocas se estaban partiendo a besos
mientras las manos de ambos recorr�an la espalda del otro, la nuca, el cabello.
Mis manos se apoderaron de sus caderas desliz�ndose luego hasta sus nalgas
estruj�ndolas y empuj�ndolas hacia mi cuerpo. Como yo estaba sin zapatos la
diferencia de altura era en cierto modo un inconveniente el cual se vio
solucionado cuando me tom� por las caderas y me levant� hasta dejarme sentada
sobre una mesita junto al lavamanos. Mis piernas rodearon su cuerpo y su bulto
qued� en contacto con mi sexo frot�ndolo en repetidas ocasiones sobre el.


Me olvid� de todo en el acto, de mi esposo, de su esposa, de
nuestros amigos en com�n cuyas risas se escuchaban no muy lejos; simplemente me
dej� llevar por el momento, por lo que mi cuerpo sent�a, me dediqu� a gozar
confiando en que Gabriel hab�a tomado la precauci�n de cerrar la puerta con
llave.


Pens� en los relatos que hab�a le�do y narraban situaciones
similares describiendo el morbo que se sent�a. Cuanta raz�n ten�an... lo
prohibido, lo peligroso era sin�nimo de excitante.


En medio de besos nos dirigimos a la habitaci�n para estar
mas c�modos. Estuvimos por espacio de varios minutos junto a la cama mientras
nuestras lenguas se conoc�an y adaptaban. Mi mano se desliz� juguetona hasta su
bulto, lo acarici� suavemente... suspir�...


En este momento el me tom� por los hombros y me detuvo. Se
tumb� en la cama y con mucha ternura me acost� a su lado. Nos miramos a los ojos
y un escalofr�o recorri� mi cuerpo. Una de sus manos se concentr� en mi rostro,
acarici�ndolo, conoci�ndolo, delineando sus formas con cada uno de sus dedos,
como si me estuviera dibujando. Acarici� mis cejas, mis p�rpados, su dedo
resbal� por mi nariz y luego se detuvo en mi boca unos segundos� la abr� y
permit� que ese dedo entrara, lo atrap� entre mis labios, lo acarici� con mi
lengua cerrando los ojos.


Sent� mucha ternura en ese instante, ternura y deseo por ese
hombre que acababa de conocer. Sus gustos sin embargo se acoplaban a los m�os,
su cuerpo al m�o lentamente a medida que me desvest�a. Desliz� su mano por mi
muslo levant�ndome la falda, dejando libre mas y mas piel a medida que ascend�a.
Nuestras bocas estaban frente a frente, completamente abiertas, se rozaban y sin
embargo no nos bes�bamos, aspir�bamos el aliento del otro a medida que la
temperatura de la habitaci�n y de nuestros cuerpos iba en aumento. Su mano
acariciaba mis caderas, feliz de hallarse a sus anchas para tocar y rozar piel,
solo piel libre de inc�moda ropa interior.


�Cuantas frases hab�amos cruzado? Un par tal vez y ya hab�a
perdido mi falda. Mi blusa y su camisa iban por el mismo camino, bot�n por
bot�n, el uno al otro, sin la prisa de la pasi�n, con la demora de quienes
quieren disfrutar plenamente cada instante.


Ya desnudos me indic� que me colocara boca abajo, se inclin�
sobre mi, apoyando su torso en mis piernas y me comenz� a chupar los pies; pas�
la lengua por la planta, mordisque� mis talones, mis tobillos, lleg� hasta los
dedos y se los meti� uno a uno en la boca, los chup� con pasi�n, sabore�ndolos.
De arriba le llegaron unos gemidos inconfundibles, anim�ndolo a seguir
explorando mis extremidades. Recorri� con su lengua mis pantorrillas, mis
muslos, cada mil�metro de piel. Se incorpor� y con las manos masaje� mis nalgas,
abriendo y cerrando, viendo los deliciosos secretos que escond�an; la raja de mi
culo, rodeada de vello que llegaba hasta mi anillito rosa, el cual se abr�a y
cerraba al comp�s de su masaje.


Percibi� tambi�n mi otra raja m�s rosada, m�s grande, m�s
h�meda. A la vista se le a�adieron los olores, indescriptibles e inmejorables.
De nuevo se acost�, su pecho ahora sobre mi espalda, su culo casi en mi nuca. Su
boca se acerc� a mis dos globos traseros, los mordi� suavemente, los chupete�,
bajando cada vez m�s hasta la uni�n con los muslos. Su lengua traz� c�rculos
sobre mi carne tierna. Su nariz se impregn� de mis aromas salvajes y secretos:
como si de un catador de vinos se tratara, not� cada matiz y cada esencia que
desped�a ese rinc�n sagrado, al salado de la excitaci�n, al misterio de un pis
no muy lejano.


Entonces le ped� que me la metiera. Se acost� sobre mi
espalda, su verga entre mis nalgas, palpitante, buscando el camino hasta el
peque�o orificio trasero. El sinti� el calor, la textura, su capullo en
ebullici�n cuando not� que se posaba a la entrada trasera. Intent�
tranquilizarse para no acabar antes de entrar y para disfrutar de este placer
tan raro y delicioso. Ambos en silencio durante un minuto. Su verga que quer�a
ir entrando pero sin prisa, disfrutando del momento. Est�bamos en �xtasis, el
aire lleno de nuestro placer, nuestras mentes en blanco tan solo centradas en lo
m�s inmediato, lo m�s carnal, animal y guarro. Entonces, de repente, nuestra
anfitriona decidi� anunciar a todo el mundo que no nos encontraba. Pensando que
este era el fin de nuestro episodio, me volte� y le ped� que me la metiera
r�pido por el chocho, que los de abajo pod�an esperar dos minutos. No creo que
hayamos llegado a dos minutos: estaba empapada, ardiendo, destilando mi licor
�ntimo y rodeando su polla. Sus manos en mi culo, un dedo acariciando mi ano, el
mete saca totalmente compenetrado y en instantes alcanzamos la felicidad, el
explotando en largos chorros de leche, su verga abrazada por las contracciones
de mi orgasmo�


Nos vestimos, bajamos cada uno por separado por obvias
razones y la velada termin� para unos antes, para otros despu�s. La mayor�a
pasamos la noche all� aunque cada uno con su pareja por supuesto, ya fuera en
alg�n sof�, colchoneta o similar.


Al d�a siguiente despu�s de despedirnos mi esposo se acerc� a
mi y me dijo: "lo se todo". Casi me da un infarto, me puse fr�a, p�lida...
"puedo explicarlo" le contest�... "no hace falta", me dijo �l, "me dijeron que
mi esposita cont� anoche una de las historias er�ticas mas espectaculares jam�s
o�das... no te conoc�a esas habilidades" me dijo abraz�ndome. El alma me volvi�
al cuerpo... es que esa bendita expresi�n "lo se todo" se presta para muchos
malentendidos.




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Relato: Doble infidelidad
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