
Me hab�a puesto de novia con Mabel, que como toda su familia
eran pacientes m�os. Me hab�a conquistado desde el d�a en que la conoc�. Era
rubia, de ojos celestes y piel blanca. Peque�a de estatura pero de cuerpo
armonioso. Su cintura estrecha, sus senos grandes y duros remataban en un pez�n
oscuro y generoso que la hac�an deseable para cualquier hombre.
Estaba separada y ten�a dos hijos peque�os que junto a su
madre constitu�an el motivo de su vida. Viv�an en una casa antigua remodelada
que con las reformas pens�bamos compartir.
Su madre me endiosaba desde que me asumi� como m�dico de la
familia y pas� a ser el consultor de todas sus cuitas aun antes de enterarse de
que sal�a con su hija. En un principio la alter� el saber de mi relaci�n
sentimental con Mabel, pero luego se trasform� en mi c�mplice incondicional. Se
ocupaba de sus nietos para permitirme disfrutar de Mabel cuando dos veces a la
semana almorzaba con todos ellos y luego, Elsa los llevaba al parque mientras
nosotros dorm�amos la siesta y hac�amos el amor.
Mabel era fogosa en la cama y le encantaba jugar conmigo.
Hac�amos el amor sin tab�es. Adem�s sol�amos jugar con un par de consoladores
que le regal�, fantaseando con situaciones er�ticas. Era maravilloso ver ese
cuerpo de piel tan blanca con el vello rubio y los pechos de pezones turgentes,
movi�ndose a instancias de su calentura, pidi�ndome que le hiciese olvidar a su
marido ausente, y luego entre jadeos y gemidos se daba vuelta, ofreci�ndome la
cola al abrirse las nalgas con sus dos manos, para que le introdujese la verga y
la hiciese gritar y gozar. Ese recuerdo de su ex esposo hac�a que me excitase
aun m�s y terminaba con un orgasmo ruidoso abrazado a Mabel que me besaba con
pasi�n haciendo m�s �ntimo el contacto.
Luego nos ba��bamos juntos, penetr�ndola por delante y por
detr�s hasta terminar exhaustos y satisfechos. Cuando retornaba Elsa con los
chicos, nos miraba con malicia y siempre hac�a un comentario intencionado
aludiendo a la cara de felicidad de Mabel y al cansancio m�o luego de esa
"siesta" voluptuosa. Mabel ruborizada elud�a hacer comentarios al respecto, pero
Elsa encontraba mi sonrisa c�mplice y yo le suger�a con doble intenci�n lo
maravillosa que resultaban esas tardes en soledad con Mabel.
Mi suegra machacaba permanentemente sobre la felicidad de
Mabel, que luego de varios a�os hab�a encontrado en mi compa��a la contenci�n y
el placer. Reconoc�a que la notaba radiante, sobretodo luego de nuestros
encuentros �ntimos. Un d�a, estando los tres solos sin los chicos, ante una
nueva insinuaci�n, Mabel se alter� y para terminar con el tema, le aclar� que
efectivamente, yo la hac�a muy feliz en la cama donde jam�s hab�a gozado con su
marido y hab�a encontrado en mi persona el complemento ideal para disfrutar del
sexo en todo el sentido de la palabra. Groseramente le espet� que el tama�o de
la verga y la lujuria con que yo la cog�a eran suficientes para desearme y
entregarse con todo amor y pasi�n.
Mi suegra qued� at�nita con la confesi�n de su hija pero
finalmente se disculp� agregando que le ten�a una sana envidia, pues ella antes
y luego de su viudez, jam�s hab�a tenido una satisfacci�n como Mabel le narraba.
Transcurrieron algunos meses y una tarde en que Mabel y los
chicos debieron ir al centro por unos tr�mites, me acost� a dormir la siesta
hasta la hora del consultorio, con la promesa que mi suegra me despert�se si me
quedaba dormido. La habitaci�n daba a un pasillo, y no ten�a ventanas. Cerr� la
puerta de dos hojas y la pieza qued� totalmente a oscuras. El cansancio y el
ruido del ventilador de techo hicieron que me durmiese profundamente.

Habr�a pasado una hora, cuando entre sue�os me pareci� que
alguien entre las s�banas me acariciaba el miembro. Me acomod� y comprob� que no
era un sue�o. Supuse que era Mabel que hab�a regresado, pero al observar la luz
que ingresaba por la puerta entreabierta observ� sobre la silla el deshabill�
que llevaba mi suegra durante el almuerzo. Qued� inm�vil por un instante, pero
ante la caricia del pene y los besos y lamidas desde el glande al tronco, no me
pude resistir y la destap�. La atraje con mis manos para que no se detuviese y
casi la ahogu�. Elsa segu�a tragando mi verga con fruici�n y en un respiro,
elevando su rostro me pidi� perd�n, justificando su acci�n por la necesidad de
gozar luego de tantos a�os de abstinencia sexual. Hab�a quedado impactada luego
de la confesi�n de su hija y no pudo resistir al llamado del sexo, sediento de
sentir una verga dentro de su vagina inexplorada desde hac�a tanto tiempo. Me
confes� que me deseaba desde antes que saliese con su hija.
Me incorpor�, la coloqu� de espalda y pude comprobar la
lozan�a que aun conservaba su cuerpo maduro. Delgado con algunas estr�as, sus
pechos grandes de pezones oscuros y generosos, ten�an su encanto. Aproxim� mi
verga dura y palpitante jugando con el cl�toris, pero cuando quise atravesar la
vulva se neg� aduciendo el dolor que le produc�a la sequedad de la misma. Urgido
por el deseo y con la calentura que me embargaba al estar cogiendo a mi suegra
le susurr� al o�do que iba al ba�o a buscar la vaselina para retornar enseguida.

Era una situaci�n inesperada y mientras volv�a a la
habitaci�n me masturb� lubricando el pene, que adquiri� su m�xima dimensi�n.
Cuando entr�, prend� las luces y observ� a Elsa tapada con la
s�bana. La quit� de un tir�n y admir� en toda su dimensi�n la figura de esa
hembra madura. Elogi� el tama�o de mi pene erguido pero abriendo las piernas y
separando los muslos, me ofreci� su sexo cubierto de un vello abundante. Cuando
entre sus piernas, acerqu� mi verga lubricada y unt� los labios de la vulva
abri� con sus dedos la entrada de la vagina, roja y h�meda y me suplic� que la
penetrara no lo dud�, de un solo movimiento la penetr� hasta el fondo. Gimi� y
me abraz� con sus piernas y agit� su pelvis con un ritmo desenfrenado.
Experiment� un orgasmo tras otro. No me contuve y la llen� de semen.
Termin� rendido pero Elsa no se conform�, se inclin� sobre mi
miembro y lo tom� con sabidur�a bes�ndolo y lami�ndolo, hasta lograr que se
endureciera nuevamente. Supe lo que quer�a y la volte� coloc�ndola de bruces. Me
situ� por detr�s como lo hac�a con su hija, le abr� las nalgas y la penetr�
atravesando su orificio anal. Grit� de dolor y de placer al mismo tiempo,
mientras mi verga entraba hasta la ra�z y mis test�culos golpeaban sus nalgas.
Me afirm� con mis manos aprisionando sus senos y la sacud� desde atr�s como un
padrillo a su yegua en celo, y eyacul� derramando el resto del semen en sus
entra�as.
Finalmente exhaustos, y mientras nos ba��bamos juntos, me
hizo prometer que jam�s lo sabr�a Mabel a quien envidiaba luego de comprobar
personalmente la veracidad de la confesi�n de aquella tarde de Abril.
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