EL AMANECER DE LORI�N (1)
La noche era muy oscura, tan s�lo la solitaria luz de una
farola consegu�a actuar como una especie de faro para los transe�ntes. Estaba
nervioso, el coraz�n me lat�a con fuerza como si se fuera a desprender de mi
pecho, y la humedad y el calor del ambiente inundaron todo mi cuerpo, haciendo
que por cada paso, se liberara por mis poros el aroma de la testosterona como si
de un perfume se tratase.
Estaba llegando al final del paseo, una gran escalinata
conduc�a a la playa, aunque desde donde yo estaba s�lo se divisaban los pelda�os
iniciales, m�s all�, se perd�an zigzagueando entre los descansillos y los
peque�os bancos de madera.
Era la primera vez que iba de noche a este lugar, me hab�an
hablado muy bien, la verdad es que siempre me han gustado las emociones fuertes,
la morbosidad, la excitaci�n del momento, pero nunca pens� que llegar�a a tener
el valor de intentarlo.
Baj� los primeros escalones lentamente, mirando al horizonte
y tratando de distinguir alguna silueta. La oscuridad era cada vez mayor a
medida que avanzaba, por cada paso era como si me adentrara en un gran abismo, y
la luz de farola tan s�lo era en estos momentos como el reflejo de una vengala
en la lejan�a.
De repente una mano me agarr� del cuello, tirando del �l
suavemente. Mi pene se hinch�. Mis pantalones iban a explotar por la erecci�n,
dos o tres botones se desabrocharon de mi bragueta e intent� con mi mano derecha
tocar el bulto del desconocido.
Ahora su brazo me rodeaba el cuello, su lengua peleaba con la
m�a, recorr�a mis labios, mi cuello, se introduc�a en mis orejas, y con sus
dientes, mord�a el l�bulo de mi oreja, dej�ndolo resbalar suavemente y
volvi�ndolo a capturar entre sus labios.
Con la palma de su otra mano empez� a rozar mi sexo, primero
con caricias lentas y superficiales, para a continuaci�n presionar en�rgicamente
en movimientos m�s r�pidos y marcados. Bajaba la cremallera de su vaquero con
nerviosismo, aunque con extrema excitaci�n, no llevaba calzoncillos, por lo que
su miembro asom� si dificultad.
Notaba su dureza y su enorme grosor, as� como sus venas se
hinchaban desproporcionadamente con cada movimiento que le hac�a.
El desconocido sin previo aviso se arrodill� y se introdujo
mi pene en su boca, lami� el glande y el tronco, recorriendo varias veces la
huella de la saliva con su lengua. Se hac�a para atr�s dejando que un fino hilo
pendiera desde la punta hasta la comisura de sus labios, para a continuaci�n
met�rsela en su boca despacio, jugando con la piel del prepucio, acariciando con
su mano mis test�culos, y con la otra recorriendo la fisiolog�a de mis
pectorales.
De repente, otra sombra se uni� al juego. Sus pantalones
cortos marcaban una pronunciada erecci�n y no tard� mucho en seguir el ritmo de
nuestras caricias y movimientos�..
CONTINUAR�