Relato: Vivencias de un rico adolescente



Relato: Vivencias de un rico adolescente


Vivencias de un rico adolescente


_Una extra�a noche.






En aquella cena se celebraba mucho m�s que el ascenso de mi
padre. �l iba a dejar de ser el m�s eficiente de los empleados para
transformarse en socio, en un m�s de los due�os de buffet de ingenieros que
robaba casi todo su tiempo. Ahora habr�a m�s vacaciones, con m�s semanas para
estar en familia, ahora tend�a tiempo para dedic�rnoslo a nosotros.


Mi madre estaba tan entusiasmada como �l, quiz�s mimetizaba
su ilusi�n, aunque creo que ella tambi�n luch� para que mi padre llegase hasta
aqu�, as� que ella tambi�n se sent�a como si le hubiesen concedido un afamado
galard�n, "a la mujer que m�s ayudo a su marido". Mi madre aun sigue siendo
conservadora en su mentalidad, aunque haga top-less con sus amigas cuando
veraneamos, o luzca unos escotes que muestran sus voluptuosos senos.


As� que esa noche los cuatro nos pusimos nuestras mejores
galas, mi padre y yo con nuestros smokins con faj�n y una incomoda
pajarita que nos quer�a ahogar mientras se resist�a a mantener su
horizontalidad. Mi madre luc�a un car�simo vestido negro con lentejuelas, era
flojo y le llegaba por encima de los tobillos ocultando sus maravillosas
piernas, por la espalda le ca�a un generoso escote, dejando ver que no llevaba
sujetador. Mi hermana iba m�s guapa si cabe, con un traje sastre de chaqueta y
una falda que le quedaba bajo las rodillas, era de color claro aunque apagado,
una mezcla entre crema y caf�.


La cena, por supuesto a cuenta de la empresa, era en un
c�ntrico restaurante de especialidades vascas, durante la cena se vaciaron
botellas de vino a una velocidad supers�nica, y a mediados del segundo plato ya
se notaban los destellos en los ojos de muchos comensales. Resultaba hasta
gracioso ver a una docena de se�ores trajeados barullando estrepitosamente
canciones antiqu�simas. Sus mujeres se sonrojaban, mitad por el espect�culo
bochornoso que ofrec�an sus acompa�antes, mitad por el alcohol que tambi�n ellas
hab�an bebido.


Mi hermana no beb�a, era abstemia, as� como tambi�n era
vegetariana y un mont�n de cosas m�s, por lo que apenas tomo una lechuguitas y
agua. Yo por mi parte no beb� nada porque era el responsable de llevar el coche
de regreso a casa. A�n no ten�a edad para obtener el permiso de circulaci�n pero
sab�a conducir perfectamente ya que soy pilote de karts desde temprana edad, y
adem�s mi padre me dejaba el coche todos los veranos en el pueblo; as� que ser�a
yo quien tendr�a que llevar a casa a mis ebrios progenitores y a mi hermana.
Pero despu�s de los postres el ambiente se volvi� a�n m�s festivo, los chupitos
y los puros acabaron por caldear el ambiente de tal forma que todos vociferaban
pidiendo que la fiesta se prolongase en una discoteca cercana. Mi hermana estaba
cansada y muy aburrida, por lo que se fue a casa con mis t�os ya que ten�an que
madrugar al d�a siguiente y s� fuero temprano de la fiesta.


Mi padre se acerc� a m� visiblemente borracho y me pidi� que
los llevara a la dichosa discoteca. Con nosotros vendr�a tambi�n otra pareja,
result� ser un socio del buffet. Un cincuent�n bajito con un poco de tripa, a su
lado una mujer claramente m�s joven que �l, de un0os treinta y muchos, con un
vestido escotad�simo de ganchillo negro. A trav�s de los claros de la tela se le
ve�a claramente el sujetador tambi�n negro. Me sorprendi� mucho que aunque la
tela se asomaba opaca se pod�an adivinar perfectamente los pezones, como si el
alcohol la excitara.


As� que mientras algunos se iban a casa, otros tomaban el
taxi para llegar a la discoteca. Nosotros cinco fuimos en coche, yo conduc�a, mi
madre me acompa�aba delante, estaba sofocada, acalorada, no paraba de
abanicarse. Atr�s se sentaron los hombres, mi padre tras mi asiento y su socio
tras �l de mi madre, dejando la mujer en medio. Era el coche de mi padre por lo
que el espejo retrovisor estaba adaptado a �l, y para m� enfocaba a la rubia del
asiento trasero; pod�a recorrerla de arriba abajo, incluso agachando un poco la
cabeza pod�a verle la cara.


Juli�n, que as� se llamaba el ya socio de mi padre no dejaba
a de decir lo bien que se lo estaba pasando. En cuanto me detuve en un sem�foro
pude ver como Juli�n le estaba sobando una teta a su esposa Isabel, la amasaba
con firmeza sobre la tela. Segu�a hablando al mismo tiempo que as�a y sopesaba
la turgente delantera de su esposa. Me puse nervioso en principio, observe a mi
madre y vi como segu�a abanic�ndose acalorada, ahora se ayudaba de la falda,
dejando entrever sus piernas hasta los muslos. Me estaba excitando, era como si
el interior del coche se llenase con un embriagante sabor a libido. Cuando me
tuve que detener de nuevo en un sem�foro no dej� de observar los tocamientos,
descarados y apasionados, que se produc�an en el asiento trasero; se comportaban
como si fuesen los �nicos ocupantes del coche, como si nosotros no estuvi�semos
presentes. Cuando la luz verde volvi� Isabel dirig�a su mano a la entrepierna
del marido. Yo evitaba mirar por el retrovisor, ten�a miedo de parecer un
pervertido, o despistarme y tener un accidente. Cuando cog� otro sem�foro,
disimulando observ� hacia la pareja. Era incre�ble, Isabel hab�a sacado el pene
de Juli�n y lo estaba masturbando. Juli�n mientras, segu�a hablando de cosas
incongruentes, como si fuese un borracho, quiz�s fueran asuntos de trabajo pues
solo mi padre le respond�a de vez en cuando. Cuando reanud� la marcha Isabel ya
estaba chup�ndole todo el mango a su marido. Mi padre que estaba a su lado no
dec�a nada.


Juli�n gimi� profundamente, un sonido sordo sali� de su
garganta. Estaba claro que se hab�a corrido. Mi madre sobresaltada mir� hacia
atr�s entre los asientos, se puso muy colorada cuando comprob� el motivo del
alarido de aquel hombre. Isabel asomaba por el retrovisor con la boca manchada
de semen, no hab�a podido trag�rselo todo. Mi madre tuvo que verlo, estaba como
atontada perpleja. Nadie dijo nada, parec�a la cosa m�s normal del mundo, los
hombres siguieron hablando de automatizaci�n de producci�n mientras Isabel y mi
madre empezaron a fumar.


Despu�s de aparcar entramos en la discoteca; cada uno llevaba
a su mujer cogida por la cintura, yo iba atr�s, me hab�a queda algo rezagado,
como si fuese el guarda espaldas de las parejas. En el interior del local el
ruido era estridente, las luces fren�ticas y los clientes mucho m�s j�venes que
los cincuentones trajeados procedentes de la cena. Yo procuraba mantenerme al
margen de todo y de todos, me dirig� a una esquina de la barra y desde all�
observaba al personal.


El socio de mi padre se empe�aba en pagar las consumiciones
de los cuatro, mi padre trato de imped�rselo pe le result� imposible. Mi madre
no estaba acostumbrada a beber y ya ten�a una peque�a borrachera, con ojos
brillantes y sensaci�n de alegr�a; un cubata m�s ser�a demasiado para su
aguante. Me empec� a preocupar por ella, por el exceso que estaba a cometer.
Entre tanto, Isabel quiso sacar a bailar a Juli�n, este se negaba e insistiendo
que sacase a mi padre. El cort�smente se neg�, a mi padre nunca le gusto bailar,
todo lo contrario que a mi madre, as� que tras insistirle a los hombres, sac� a
mi madre a la pista; no se lo pidi�, ni tan siquiera tuvo necesidad de hablar
con ella, solo tir� de ella y la llev� hacia la multitud. Fueron haci�ndose
sitio, bailaban una hacia la otra, se dec�an cosas al o�do y se re�an, se fueron
acercando poco a poco, la una a la otra, movi�ndose con contoneos sexuales,
provocativos, llamaban la atenci�n de todo los hombres que las rodeaban. En un
momento, Isabel acarici� el culo de mi madre, provoc�ndole, excit�ndole, ella
segu�a bailando como si nado sucediese, como si cientos de ojos no observasen
las insinuaciones l�sbicas que emit�an. Isabel se volvi� a acercar a mi madre,
como para decirle algo al o�do, pero no era esta su intenci�n, sino la de
recorrer con su lengua el cuello y el hombro de mi madre, se deten�a en las
zonas m�s er�genas, mi madre por veces cerraba fuertemente los ojos y se
abrazaba a su compa�era de baile, como se as� sintiese m�s placer en con los
leng�etazos de Isabel. Los mirones cedieron a su pasividad y abordaban a las dos
mujeres, se le insinuaban, algunos incluso le sobaban el trasero. Isabel se
enfado, exageradamente, grit� y volvi� a arrastrar a mi madre, esta vez hasta
los servicios. Juli�n y mi padre observaban de lejos los movimientos de sus
esposas pero no interven�an, parec�an unos espectadores m�s de la locura en la
que parec�a haberse transformado esa noche.


La curiosidad me herv�a la sangre, llevaban ya varios minutos
sin salir del ba�o, por mi mente pasaron infinidad de paranoias, que si el
alcohol hab�a hecho estragos en mi madre y ahora estar�a vomitando
semiinconsciente mientras Isabel intentaba de reanimarla, que si algunos locos
salidos las siguieron al lavado y ahora estar�an acos�ndolas. Pero la idea que
domin� mi mente fue la de creer que seguir�an jugando, acarici�ndose,
lami�ndose, incluso vino a mi mente la perturbada imagen de mi madre masturbando
a Isabel. Me estaba volviendo loco, no pude o no quise aguantar m�s,
disimulando, entre el tumulto me aproxim� al lavado de se�oras, pregunto a
varias chicas que sal�an, si sab�an de dos mujeres mayores, se rieron en mis
narices y me invitaron a entrar en el ba�o. Era un ba�o inmenso, en una esquina,
al lado de un grand�simo espejo, estaban mi madre e Isabel devor�ndose en un
fren�tico morreo; mi madre incluso llevaba su mano bajo la falda de Isabel,
parec�a que estar acarici�ndole el culo.


Sal� del ba�o apurado, sudoroso y excitado. Mi madre estaba
devorando a una treinta�era ninf�mana y bisexual. Mi peno se hab�a vuelto loco y
presionaba mis calzoncillos imparti�ndome un fuerte dolor. Camin� desorientado
por el local, fuese a donde fuese siempre ve�a a los viejos con car�simos traje
movi�ndose al rimo de la m�sica que nunca serian capaces de bailar. Al llagar
cerca de la barra mi padre me llam�, el alcohol le nublaba la vista y enredaba
su lengua. Pregunt� por mi madre y su acompa�ante, le met�, disimulando, le dije
que no sab�a donde estaba. Juli�n estaba peor que mi padre, se tambaleaba por
momentos parec�a quedarse dormido. Mi padre les llam� al m�vil. No tardaron en
aparecer las dos, cogidas de la mano, ligeramente despeinadas y con parte del
maquillaje corrido.


Una vez en el coche, Juli�n se despert� un poco, lo
suficiente para invitarnos a dormir en su casa, estaba relativamente cerca y
ten�a un mont�n de habitaciones libres. Mi padre accedi� de inmediato,
aparentaba cansado y deseoso de coger la cama para destilar la borrachera. Su
casa result� ser un duplex en un grand�simo edificio del centro de la ciudad,
Isabel me inform� donde pod�a aparcar, Juli�n y mi padre estaban durmiendo
placidamente cuando detuve el coche en el aparcamiento indicado; tuvimos que
despertarlos para que nos acompa�asen y colaborasen en la dif�cil tarea de
arroparlos en cama. El duplex era inmenso, un grand�simo sal�n de dos pisos de
altura con un gigantesco ventanal del suelo al elevado techo, hacia el otro lado
asomaba un balc�n interior al cual se aced�a por unas trabajadas escaleras. El
balc�n que daba al sal�n serv�a de pasillo para acceder a las habitaciones,
todas ellas con ba�o propio y de generosas dimensiones. En el piso de abajo s�lo
hab�a tres puertas, una de ellas daba a la cocina, otra a un lujos�simo ba�o, y
la tercera a un pasillo que a su vez llevaba a otras habitaciones y al despacho
de Juli�n. Acostamos a los maridos en sus respectivas camas, les desnudamos y
los tapamos.


Isabel nos invit� a tomar algo, yo quise negarme alegando
cansancio pero mi madre me pidi� insistentemente que la acompa�ara. No pude
decirle que no. Ahora ya no tendr�a que conducir por lo que me sirvieron un
cubata bien cargado, parec�a que quer�an emborracharme, pero nunca lo estar�a
tanto como ellas. Despu�s las mujeres se fueron a ponerse m�s c�modas ya que los
dichosos zapatos las estaban matando, as� que me dejaron s�lo en el sal�n. Cog�
el vaso y me sent� en el sof�, estaba orientado hacia la gigantesca cristalera,
se pod�an ver las luces de la ciudad, un mill�n de puntitos luminosos que
parec�an un cielo estrellado bajo el Olimpo.


A mi mente llegaron las im�genes de mi madre en el servicio
de la discoteca fagocitando la boca de Isabel. Era un morreo pasional, como si
toda su vida pendiese de la lengua de la desconocida. No sab�a por qu� pero la
imagen l�sbica de mi madre me excitaba, s�lo con pensar en sus manos recorriendo
lentamente el culo de otra mujer me produc�a una erecci�n instant�nea, mi
miembro presionaba dur�simo contra las telas que lo cubr�an. Por instinto lleve
mis manos sobre el pantal�n, hice presi�n sobre el pene y despu�s lo acarici�,
no era una masturbaci�n, s�lo una placentera presi�n que me calmaba, distrayendo
mi mente de los lascivos acontecimientos que trajo esa noche.


La primera en llegar fue Isabel, llevaba una fin�sima bata,
el tejido era brillante y parec�a suave, como si de una seda se tratase; calzaba
unas zapatillas del mismo color salm�n que la bata. Se hab�a sacado las medias y
se adivinaba sin sujetador; la bata se abr�a en un escote excesivo pero el
contoneo de sus grandes pechos al andar delataba la falta de sujeci�n. Se acerc�
al mueble bar y prepar� dos combinados, lo hacia muy lentamente, como
exhibi�ndose ante el �nico espectador que hab�a en la sala, o sea, un servidor.
No tard� en aparecer mi madre, llevaba una bata de algod�n blanco, de punto
americano, con el escudo de un arch� conocido hotel londinense que tambi�n
llevaba en las zapatillas. Se acerc� a m� y se sent� a mi lado, cruz� las
piernas de forma er�tica, la bata se separ� dejando los muslos al descubierto.
Mi madre era muy hermosa, a sus cerca de cincuenta a�as se ve�a muy bien,
algunas arrugas le remarcaban el rostro, sobre todo entorno a los ojos, el resto
del cuerpo era el de una bella mujer, sus piernas altas y torneadas, su trasero
duro y subido igual que sus pechos. Cierto es que son fruto de la cirug�a que se
hizo hace algunos a�os. No obstante no necesit� silicona ni rellenos ya que no
aument� las proporciones de ninguno de sus atributos, s�lo los molde� para ganar
unos cuantos a�os. He de confesar que alguna vez tuve fantas�as pensando en mi
madre, se ve muy apetecible, tan alta, tan proporcionada en sus curvas, pero
ahora no era fruto de mi imaginaci�n, ahora estaba en mi memoria, o lo que es
peor, ahora la ten�a a mi lado borracha y er�tica. Me estaba poniendo enfermo,
r�gido, excitado por la presencia de mi hermosa progenitora. Para colmo las
im�genes del ba�o quemaban mi retina, se ramificaban en mi imaginaci�n hasta
limitas obscenos. Isabel le acerc� el combinado a mi madre, me sonri� y fue al
equipo a poner m�sica bajita, era bachata, un ritmo pegadizo que se me pon�a en
las sienes. Isabel se puso a bailar sola, con el combinado en la mano se mov�a
contoneando sus pechos, su trasero, los hac�a muy bien, con ritmo e �mpetu, poco
a poco el nudo de la bata se le fue aflojando, a su vez, el escote iba
aumentando de tama�o, por un momento sus senos parec�an salirse cuando se
asomaban abundantes a las solapas. Yo no perd�a de vista el escote y segu�a a
los r�gidos pezones que se marcaban bajo la tela. En un giro brusco la bata se
desat� y se abri�, mi mirada la recorri� veloz de la cabeza a los pies, sus
senos asomaron desafiantes, colgaban ligeramente debido al gran tama�o, su
vientre plano albergaba un ombligo profundo, oscuro misterio. Mi mirada sigui�
bajando, no llevaba bragas, una espesa mata de pelos le cubr�a el pubis, eran
pelos cortos y negros. Pareci� no darse cuenta de su desnudez, sigui� bailando,
dando giros y vueltas mientras se contoneaba, sus senos se mov�an ahora hacia
m�, hipnotiz�ndome con sus oscilaciones, con su acaramelada textura de fruta
madura. Llam� por mi madre para que la acompa�ase en el baile; as� lo hizo, se
acercaron, se rozaron con el ritmo tropical. Isabel desnud� la bata de mi madre,
estaban muy juntas y no pod�a ver nada, s�lo cab�a mi imaginaci�n, y imagin� los
senos roz�ndose, uno sobre el otro, pez�n contra pez�n. Me estaba poniendo muy
cachondo con los juegos de las mujeres y no pude aguantar m�s despu�s de ver
como se besaban, fue un beso largo, h�medo, mientras sus lenguas se recorr�an
Isabel fue levant�ndole la bata a mi madre dej�ndole el culo al descubierto.
Desaboton� el pantal�n y liber� mi inflamada verga, necesitaba masturbarme, las
manos de Isabel recorr�an el surco entre las nalgas. Mi imaginaba siendo yo el
profanador del estrecho canal, me masturbaba desando suplir a Isabel en sus
caricias. Y fue ella la solt� la boca de mi madre para clavar sus ojos verdes en
mis pupilas, fue indescriptible la sensaci�n de sus ojos clavados en los m�os.
Se separ� de mi madre y la gir� sobre si mis ma. Apareci� ante m� su cuerpo
desnudo entre la bata abierta. Estaba hermosa a pesar de sus cabellos
desali�ados, de su mirada v�trea, pareciome la mujer m�s bella del mundo. Mi
mano recorri� mi miembro, preso de una excitaci�n sobrenatural, mis ojos
viajaban por su cuerpo, sus senos, no muy grandes, r�gidos, erguidos, con un
pez�n peque�o, ros�ceo, puntiagudo; su vientre plano alimentaba mis deseos, mis
ganas, mis movimientos.


Isabel invit� a mi madre a ayudarme, tiro de ella,
acerc�ndose las dos hacia m�. Mi madre posaba sus ojos en mi paja, era una
mirada golosa, fam�lica; Isabel disimulaba, hablaba sobre cualquier tonter�a que
no merec�a mi atenci�n. Se arrodillaron frente a mi verga, terminaron de sacarme
los pantalones y los calcetines. Mi madre estaba pose�da, respiraba muy r�pido,
no dijo nada, s�lo agarr� mi pene, r�gido como un m�stil de bandera, y se la
llevo a la boca, dej� sola a Isabel desposey�ndome de la chaqueta y la camisa.
Qued� completamente desnudo, sentado un sof� blanco con mi madre fagocit�ndose
mi miembro, lo hacia violentamente, con movimientos bruscos y sonido
escatol�gicos; de su boca manaba saliva como si mi polla fuese el mejor de los
manjares, mientras Isabel tubo que conformarse con mis pezones, los pellizcaba,
los mord�a, los succionaba hasta adquirir un tono morada. Era una situaci�n
incoherente, como si todos, incluso yo, nos hubi�semos vuelto locos. Mi madre
segu�a con los ojos cerrados, la saliva recorr�a mi palo, escurr�a el bello
p�bico y sobre los cojones para acabar cayendo sobre el sof�, era tal la
cantidad de babas segregadas que bajo mi trasero empezaba a sentirse la humedad.
Por fin, y con muchos trabajos, Isabel logr� expropiarle la golosina a mi
progenitora, pero no se pod�a estar quieta, sino que descendi� por palo igual
que la saliva y se fue directa a mis sensibles test�culos y chup� con fuerza,
los introdujo uno a uno en la boca, los acariciaba con la lengua, los
disfrutaba; por contra Isabel era m�s tranquila en su felaci�n, y se ayudaba de
las manos, era delicioso sentir las dos bocas devorando mi entrepierna.


La calentura de todos iba en aumento, yo hac�a tiempo que
estaba desnudo y las mujeres estaban desprendi�ndose de sus batas; empez� mi
madre sac�ndose la suya, luego la sigui� Isabel. Sus espaldas estaban arqueadas,
desde mi trono sus culos asomaban lejanos, quise tocarlos, amasarlos, lamerlos y
poseerlos, as� se lo hice saber, Isabel se giro, arrodillada como estaba; pon�a
su culo en pompa, lo meneaba suave al ritmo de la m�sica, despu�s de un roto as�
se separ� las nalgas ense��ndome sus m�s sucios secretos; asomaba su ano
rosadito y su h�meda gruta; con una mano se abr�a las tersas nalgas y con la
otra, por entre las piernas, llegaba a sus agujeros, los rellenaba con sus
dedos, introduc�a dos de ellos en la vagina, se afanaba en humedecer el cerrado
esf�nter; luego con los otros dos dedos �anular u pulgar- invad�a el intestino,
el ano se iba dilatando m�s y m�s con cada digital envestida. Todo ese
espect�culo ante mis ojos. Le orden� a mi madre que le ayudase a Isabel, quer�a
poseer ese agujero y deseaba encontrarlo bien lubricado en mi primera incursi�n.
Mi madre me mir� a los ojos, tierna como en mi m�s tierna infancia me dijo: "Lo
que t� quieras cari�o"
; y se fue a lamer a Isabel, esta se retorc�a convulsa
con los leng�etazas de mi progenitora, primero suaves c�rculos alrededor del
pozo, despu�s con la lengua extendida por completo, feroces invasiones limitadas
por la peque�a dimensi�n del m�sculo bucal.


Cuando lo consider� suficiente apart� a mi madre, suavemente
me arrodill� detr�s de Isabel; cuando quise coger el miembro para dirigirlo a la
estrecha meta me tope con las manos de mi madre asi�ndolo con el mismo fin; con
la otra mano le separaba las nalgas. Cuando mi glande sinti� el calor del cuerpo
de Isabel, un rayo recorri� mi espalda, presion� levemente y mi polla viajaba
lentamente sobre la saliva que hab�a dejado mi madre. Cuando hube introducido el
glande por completo me detuve, quer�a sentir el calor de sus entra�as
abras�ndome, pero Isabel quer�a sentirme m�s adentro, contoneaba su trasero, lo
mov�a despacio para tragarse mi nabo. Estaba en la glor�a, el placer se
multiplicaba con el m�s m�nimo movimiento de Isabel. Mi madre me acariciaba la
espalda, bajaba lenta hasta mi culo y lo apretaba, con la otra mano se
acariciaba la vulva. Isabel hizo un movimiento brusco, insert� todo mi miembro
en su cuerpo con un solo golpe; me doli� un poco, no tanto como a ella que
emiti� un agudo alarido de dolor. Yo no pude contenerme por m�s tiempo, agarr� a
Isabel por las caderas y comenc� con las envestidas, en principio lentas pero
poco despu�s ya ten�an un ritmo vigoroso, Isabel jadeaba, se intentaba masturbar
pero perd�a el equilibrio, necesitaba tener las dos manos en el suelo para
recibir todo el impulso, nuestros cuerpos chocaban, sus nalgas aplaud�an contra
mi pubis. Estaba muy cachondo, a punto de correrme. De repente siento como mi
madre me pone un dedo en el culo, me envaina como si fuese una espada, me gusta,
produce en mi un reflejo de placer, un orgasmo que acaba en una caudalosa
eyaculaci�n, borbotones de semen inundan el interior de Isabel; ella sigue
movi�ndose, contrayendo el ano para aplastar mi pene, como intentando escurrir
hasta la ultima gota de blanquecino liquido. Mi madre saca el dedo, con �l mi
culo emiti� un sonoro pedo, todos nos re�mos. Mi pene ya no estaba tan r�gido,
se desinflaba lentamente en el interior de Isabel. Me desprendo de ella y me
acuesto en el sof�, cansado, exhausto, somnoliento. Me estaba quedando dormido,
los ojos se me cerraba.


Lo ultimo que recuerdo es a mi madre sorbiendo ruidosamente
el semen que manaba del interior de Isabel. Se me cerraron los ojos y quede
dormido, profundamente y placidamente.




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Relato: Vivencias de un rico adolescente
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