Relato: Alan y la cita de los hombres de amarillo





Relato: Alan y la cita de los hombres de amarillo


ALAN Y LOS HOMBRES DE AMARILLO



Dedicado a mi amigo de Internet




Alan entr� a una universidad privada. A pesar de todos los
esfuerzos por ingresar a una instituci�n p�blica, donde pudiera conseguir una
beca, el resultado de su prueba de admisi�n no fue el suficiente. �l era un
joven estudioso e inteligente, aunque, seg�n dec�an las vecinas del barrio
popular en que viv�a con sus padres, no siempre de buenos h�bitos. Le gustaba
pasarlo bien los fines de semana y m�s de alguna lo hab�a visto llegar
trastabillando un domingo de madrugada. Por eso, muchas beatas le hab�an quitado
el saludo y hablaban con su madre para que pusiera atajo a tanto libertinaje.
Pero ella, orgullosa de las notas de su hijo, no les hac�a caso y le serv�a unos
caf�s bien negros.



Estudiar arquitectura en esa universidad iba a implicar un
gran esfuerzo para el presupuesto familiar. No s�lo hab�a que pagar el monto
fijo, sino tambi�n los materiales. Su padre, un microempresario de locomoci�n
colectiva, iba a tener que hacer un esfuerzo sobrehumano para enviar tanto
dinero a su casa. Por eso, Alan estaba apesadumbrado. No era justo que �l se
llevara casi todo el dinero del hogar. Disciplinado, opt� por abandonar
temporalmente a los amigotes y concentrarse en su nueva vida.



Al principio le cost� hacerse de un grupo de amigos nuevos en
la universidad. La mayor�a de los alumnos proven�an de otro nivel social. No es
que lo rechazaran abiertamente, sino que �l no se atrev�a a acercarse a ellos.
Sus notas, sin embargo, hicieron que se fuera destacando.



Un buen d�a, en el ba�o, mientras orinaba, se le acerc� un
alumno de su clase, al que siempre ve�a con un pa�uelo amarillo en el cuello.
Necesitaba ayuda para terminar una maqueta. El trabajo era de a dos y le propuso
a Alan hacerlo juntos.



-Por supuesto �dijo mirando a su compa�ero a los ojos, para
evitar mirarle el gran miembro que no paraba de desalojar meado.



-Si nos va bien �le dijo el muchacho, que se llamaba Mat�as-
te obsequiar� un premio que no podr�s olvidar.



Hasta ese momento Alan s�lo hab�a tenido relaciones
heterosexuales. No es que no le interesasen los hombres, pero entre su grupo de
amigos no hab�a tenido ninguna oportunidad de algo diferente. Pero esa noche,
luego de dar los primeros toques al trabajo, en la casa de Mat�as, so�� con �l.
Lo vio desmontar de su veh�culo descapotable negro y dirigirse hacia �l. Le
sonri� en el sue�o con su t�pica cara de ganarles a todo, revolvi� su cabellera
de un color casta�o claro y acerc� su boca a la de Alan. Entonces despert�
sobresaltado y se dirigi� al ba�o para limpiarse la poluci�n que hab�a tenido
sin querer.



Pas� una semana y el resultado del trabajo fue m�s que
satisfactorio. Alan comenz� a percatarse de que varios varones de la universidad
usaban el mismo pa�uelo que Mat�as. Algunos profesores lo llevaban en el
bolsillo de la chaqueta, otros alumnos cubr�an con �l su cabellera; pero todos
los que ten�an esa se�a eran gloriosamente atractivos y exitosos. Alan estaba
intrigado, por lo que decidi� preguntarle a su amigo.



-Es un grupo secreto, que se ayudan entre s� �le respondi�-,
pero nada m�s puedo decirte por ahora.



Pasaron tres d�as m�s y Alan recibi� un sobre amarillo por
correo. En �l se le citaba para esa tarde a una reuni�n en una direcci�n que no
conoc�a. Pens� en no ir porque necesitaba estudiar para un ramo te�rico, pero la
curiosidad fue mayor; se mont� en su desvencijada bicicleta y parti� hacia el
barrio alto. Habr�a llegado con media hora de anticipaci�n, pero prefiri� no
hacerlo e hizo tiempo en una plaza. Finalmente, a la hora exacta, toc� el timbre
de la mansi�n.



Le abri� su amigo Mat�as.



-�Alan, qu� bueno que vinieras! Pasa al patio mientras
discutimos si eres apto para ingresar a nuestro club.



�Un club? Qu� alcances podr�a tener este club para su vida.
Pensaba Alan en que, realmente, no estar�a nada de mal tener a un grupo de
hombres poderosos que lo apoyaran. Pero �qu� precio deb�a pagar por ello? De
repente �l ve�a c�mo la cortina del sal�n se abr�a y lo miraban. Pas� media hora
esperando. Ya pensaba que era demasiado y que deb�a irse. Su orgullo le dec�a
que estaban jugando con �l. Pero tampoco sab�a c�mo salir. La puerta que
comunicaba el antejard�n con el patio trasero se cerraba por delante. Y all�
estaba, prisionero en una hermosa terraza con una piscina grande de aguas
transparentes, con un c�sped bien cuidado y rodeado de arbustos y pinos altos.
Ni saltando podr�a salir de all�. Comenz� a anochecer.



De pronto, el ventanal que daba al sal�n de la casa se abri�
y vio aparecer a connotados hombres de su universidad. Ah� estaba su decano, un
hombre de cuarenta y tantos a�os bien conservados; el rector, prominente hombre
de la realidad nacional; muchos profesores y aventajados alumnos de diferentes
carreras. Deb�an ser cerca de veinte personalidades, divididos equitativamente
entre alumnos y docentes, todos con el pa�uelo amarillo al cuello y
absolutamente todos con un im�n de atracci�n.



Alan, por su parte, no estaba para nada en desmedro f�sico
frente a los miembros del club. Por gen�tica tra�a unos ojos verdes grandes y
brillantes, la tez era blanca como la nieve, el pelo negro y liso, aunque
rebelde en la coronilla, los p�mulos salientes, la barbilla redonda y con un
agujero. Por esfuerzo y deporte ten�a un pecho amplio, un abdomen firme y
marcado y un par de nalgas duras, peque�as y levantadas. Adem�s, en su brazo
derecho llevaba un tatuaje de un drag�n rojo, en su oreja izquierda un aro
peque�o de plata y, junto a la ceja del mismo lado, una aguja cerrada en dos
peque�as bolitas plateadas.



Los hombres se formaron rodeando al muchacho, que no dec�a
ninguna palabra. El silencio pesaba y Alan tragaba saliva. Finalmente, el rector
baj� el entrecejo, aspir� inflando la nariz y habl�.



-Alan, por tus m�ritos acad�micos y deportivos, el consejo de
los Hombres de Amarillo, bajo la sugerencia de tu amigo Mat�as, te invita a
participar de nuestra cofrad�a, si pasas las pruebas y estimamos que tienes
m�ritos suficientes.



-Exc�seme, caballero �dijo el interpelado cuando estim� que
ya podr�a hablar.- No es mi intenci�n rebatirle y creo que su propuesta, si es
como me lo imagino, me interesa; pero me gustar�a saber m�s de su cofrad�a.



-Se nota que eres un joven precavido �respondi� el rector-,
lo que ya es un punto a tu favor. Habr�s de saber que Hombres de Amarillo es una
instituci�n secreta, con tres a�os de vida, propia de nuestra universidad, en la
que participan alumnos y profesores. A futuro esperamos que tambi�n participen
nuestros egresados. Se trata de un grupo que intenta hacer que cada miembro lo
pase lo mejor posible. Nos ayudamos en nuestro trabajo, celebramos nuestras
fiestas e intentamos darnos placer de acuerdo a nuestras necesidades.



-�C�mo?



-Por supuesto, mi apuesto joven. Ya en la Grecia cl�sica los
hombres viv�an rodeados de hermosos j�venes para solazarse. A cambio, nosotros
te daremos protecci�n, cari�o y ayuda econ�mica.



Esa era la frase clave en los problemas de Alan. Si pod�an
solucionarle sus problemas financieros, �l estaba dispuesto a bajarse los
pantalones ah� mismo. Su padre, en el �ltimo tiempo, estaba con menos trabajo,
porque dos m�quinas se hab�an echado a perder, y deb�a tres meses de
universidad. Justamente en ese d�a hab�a decidido buscar pega como repartidor de
lo que fuera. S�lo deb�a pronunciar tres palabras.



-�Qu� debo hacer?



-Son tres las pruebas que debes pasar para indicarnos que
eres apto. Mat�as te acompa�ar� adentro y te dar� las instrucciones para
comenzar.



Ambos muchachos se dirigieron a un ba�o en el interior de la
casa. Ah� Mat�as pudo, finalmente, explicar al muchacho lo que antes ten�a
prescrito.



-Te invit� porque s� que ser�s alguien destacado
profesionalmente, porque eres una persona amable que me ayud� cuando lo
necesit�, porque s� que t� necesitas ayuda y porque, realmente, me agradas
mucho, tanto por tu simpat�a como por tu f�sico.



-�De veras?



-Realmente no sabes c�mo atraes a las personas. Las
compa�eras cuchichean sobre ti y desean conquistarte. Pero yo espero arrancarte
de sus garras de brujas.



Alan sonri� avergonzado.



-Ahora tendr�s que pasar las pruebas. No te puedo decir
cu�les son, pero s� que act�es con naturalidad. Debes vestirte con estas
prendas.



Y le pas� un breve zunga amarillo y una camiseta sin mangas
del mismo color que, evidentemente, le quedaba chica y marcaba sus pectorales.
El vientre le quedaba al aire.



Cuando ambos muchachos volvieron al patio, vieron que �ste
estaba adornado con antorchas clavadas en el c�sped. Los hombres, adem�s del
pa�uelo al cuello, llevaban arneses y pantalones de cuero negro. Cuatro c�maras
fijas grababan desde lugares estrat�gicos. Al centro, un altar de sacrificio
hecho de piedra. Alan tuvo miedo, pero sin demostrarlo se dirigi� con paso
seguro hacia el rector y, poniendo una rodilla en tierra, baj� la cabeza ante
�l.



-Levanta los ojos y mira �dijo el rector- y dime qu� ves.



Alan gir� su cabeza en ambas direcciones y respondi� al
hombre maduro.



-Veo hombres hermosos y poderosos.



-�Y qu� podr�as dar t� para ser aceptado entre ellos?



-Yo ofrezco mi carne.



-Pues veremos si �sta es digna de este fest�n �y diciendo
esto le indic� la mesa de sacrificios y le tendi� la mano para ayudarlo a
ponerse de pie.



Una vez recostado sobre la mesa mirando hacia el cielo,
comenz� la revisi�n hecha por distintos miembros de la cofrad�a. Sus miembros
fueron atados con cuerdas y correas a las patas de la mesa.



-Tiene todos sus dientes en buen estado, no presenta caries
�dec�a uno introduciendo pinzas en su boca y refreg�ndole su paquete que,
claramente, guardaba una erecci�n de proporciones.



-Las axilas no est�n inflamadas. Su olor es fresco �dec�a
otro mientras clavaba su nariz entre los vellos de esa zona del cuerpo.



-No tiene ni un gramo de grasa �dec�a un tercero mientras
sobaba su est�mago.



Mat�as, mientras tanto, anotaba todo en una libretita de
cuero negro.



-Presenta una erecci�n normal y saludable �dec�a un joven
estudiante de derecho, mientras palmaba su verga sobre la tela del zunga
amarillo.



-Lev�ntele las piernas y revisen la dureza de sus nalgas.



Un estudiante soltaba las cuerdas de los pies para atarlas
nuevamente en las patas contrarias, dej�ndolo en una inc�moda posici�n con las
nalgas en pompa y el pene rozando su est�mago.



-Todo en regla �dijo el futuro abogado que se hab�a apropiado
de esa zona.



Muchas otras manos tocaron sus pies, las piernas, los
pezones, las sienes. Alan parec�a volverse loco de calentura. A pesar de ser de
noche, sudaba copiosamente.



Entonces comenz� la primera prueba: profundidad de garganta.
El rector le explic� que deb�a devorar la mayor cantidad de verga que pudiera.
Un profesor de filosof�a, de unos cuarenta bien conservados a�os, acerc� su
monstruo hacia la boca de nuestro amigo. S�lo verlo era para asustarse. Pocos
picos hay en el mundo que tengan ese tama�o y ese grosor. Alan lo intent� y
chup� el cabez�n. Le dol�an las comisuras de los labios. Respir� hondo, sac� la
lengua, relaj� la glotis y se introdujo una porci�n de varios cent�metros. Los
que estaban a su alrededor sonrieron. Con el mete y saca fue metiendo cada vez
m�s en su boca, hasta llegar a la ra�z. S�lo entonces se ator�, pero logr�
sobreponerse y seguir en su faena. Los aplausos fueron con rechifla. El
promontorio que se ve�a en su zunga demostraba que no lo estaba pasando mal. Un
peque�o movimiento con su lengua y el dotado fil�sofo se corri� en su boca.
Luego, mamar las vergas de dos j�venes al mismo tiempo y hacerlos correrse fue
pan comido.



-Segunda prueba �anunci� el rector- profundidad y
sensibilidad anal.



Entonces vio Alan desfilar ante sus ojos todo un set de
aparatos sexuales: bolas chinas, dilatadores, dildos, agujas, vibradores,
pinzas.



-�Cu�l te gusta m�s? �pregunt� un hombre grueso, de bigotes,
mientras golpeaba su mano con un consolador del porte de un burro.



-Ese que tienes en la mano �respondi� Alan y decidi� relajar
su esf�nter para aguantar lo que ven�a, tal como hab�a le�do en internet que
deb�a hacer.



Sin embargo, el dolor al comienzo fue casi insoportable.
Apret� los dientes y evit� gritar, aunque su cara dibuj� una mueca que le hac�a
verse m�s deseable a�n. El dildo roz� su pr�stata e inmediatamente su pene, que
se hab�a dormido por el dolor, revivi� saltando alegremente de un lado a otro.
Desde ese momento ya no le preocup� m�s el dolor, lo que se denunciaba en la
sonrisa que se pos� en su cara y en los sonidos guturales que su garganta no
pudo evitar. Abri� los ojos y vio como a su alrededor los hombres m�s hermosos
de la universidad se pajeaban en su honor.



La tercera prueba era de sensibilidad en el pico. Le
pusieron, para ello, un antifaz que evitaba la visi�n, y acercaron a su erecto
miembro todo tipo de objetos. A veces un alfiler se le clavaba ligeramente,
otras lo rozaba una pluma o un cubito de hielo, a veces una lengua o unos labios
lo lam�an. Estaba en la gloria. Y eso era lo que gritaba. El pico le dol�a ya de
tenerlo tanto rato parado sin poder evacuar el semen. De pronto, sinti� como
algo c�lido y apretado le envolv�a el miembro. Comprendi� que deb�a ser un culo.
Quiso acariciarlo pero las cuerdas con que estaba atado se lo impidieron. El
vaiv�n suave y lento lo estaba haciendo hervir a fuego muy lento.



-Has sido aceptado �escuch� la voz del rector-, desde hoy
debes usar este pa�uelo amarillo a la vista en tu cuerpo.



Sinti� como unos dedos h�biles metieron el pa�uelo entero
dentro de su culo, sin que su an�nimo amante dejara de saltar lentamente
ensartado por la gran pica. Luego, cada uno de los miembros del club de los
hombres de amarillo fue besando sus labios y abandonando la habitaci�n.
Comprendi� por el silencio que se hab�an quedado solos. Las manos del hombre
an�nimo le masajeaban las tetillas. Jam�s, en ninguna de sus relaciones
anteriores hab�a gozado tanto como con �sta. Quer�a ver al hombre que le estaba
dando tanto placer, besar su cuerpo, agradecerle con todo el cuerpo. Pero como
todos sus movimientos estaban limitados, s�lo pod�a centrarse en su pico,
hinchado a m�s no poder, en sus tetillas masajeadas y pellizcadas y en su culo
que alojaba un pa�uelo amarillo.



Comprendi� que se iba a ir cortado muy luego. Justo en ese
momento una mano acarici� su cuello y se dispuso a sacar el antifaz. La otra
mano de su amante, mientras, hizo indicios de querer arrancar el pa�uelo. Todo
lo sinti� al mismo tiempo: el pa�uelo que le dejaba abierto al viento nocturno
su culo y el descubrimiento a la luz de las antorchas de que Mat�as estaba sobre
su cuerpo, los ojos vidriosos de placer, la columna arqueada mostrando
atractivas sombras en su piel suave. Al mismo tiempo, Mat�as eyacul� sobre el
pecho de su amigo y Alan en el interior de su camarada. Un beso largo y
apasionado sell� el contrato de uni�n de dos almas y dos cuerpos.



Luego, la piscina, el sue�o y muchas sesiones m�s de sexo en
una sola noche.




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