Relato: Mis vecinos (3)





Relato: Mis vecinos (3)

Mis Vecinos III


Encuentros cercanos ...del primer tipo




Los d�as de la primavera se hac�an cada vez m�s largos y a
pesar que hac�a esfuerzos para toparme con los vecinitos, mi horario no me
permit�a coincidir nuevamente con ellos. La verdad es que la ansiedad me hac�a
presumir que hab�an pasado semanas desde la �ltima exhibici�n, pero lo cierto es
que eran tan solo unos pocos d�as


Sin embargo, una tarde que sal� m�s temprano que de costumbre
por ser semana de ex�menes, al abrir las ventanas de mi dormitorio advert� que
hab�a un cuaderno y algunas hojas desparramadas en el c�sped del jard�n
posterior.


Sin esperar a cambiarme de ropa, di la vuelta por el garaje y
recog� el cuaderno; al revisarlo descubr� que era el Libro de Actas del naciente
club. En su primera p�gina luc�a un llamativo dibujo con el escudo del Colo Colo
y en las escasas p�ginas sucesivas hab�a una lista de nombre, el pago de cuotas
y otra informaci�n entretenida.


Una de las hojas sueltas conten�a un listado interesante:
eran los nombres de los integrantes del club: Adri�n, Ariel, Andr�s, Rafael,
Jaime, Cristian, Mauricio y Luciano. S�lo recordaba haber escuchado el nombre de
Rafael en alg�n momento, pero ya tendr�a ocasi�n de identificar al resto.


Desconoc�a las razones para que los chicos hubieran
abandonado su preciado tesoro en el patio de mi casa, lo cierto es que hab�an
estado esa tarde m�s temprano por ah� y, definitivamente parec�an querer hacer
contacto.


Regres� a mi dormitorio y me cambi� de ropa, bueno no
exactamente, ya que me vest� con uno de mis sugestivos hilos dentales. La
temperatura definitivamente era alta y a�n cuando no apareciera nadie, deseaba
estar libre de ropa.


Orden� mi casa, tend� la desordenada cama e hice un ligero
aseo. Luego me puse a trabajar en la correcci�n de algunos ex�menes que ya hab�a
tomado y despu�s me dispuse a entretenerme viendo un poco de televisi�n. Me
encanta ver pel�culas de contenido, especialmente el cine europeo. No me gustan
mucho las pel�culas de Hollywood porque contienen muchos efectos especiales y
poco de argumento. No voy a nombrar ninguna debido a que podemos tener intereses
diferentes, pero evidentemente mis gustos no coinciden con los de los chiquillos
ya que pertenecemos a generaciones distintas.


Lo cierto es que nunca he conseguido una conversaci�n de
efectiva profundidad con ellos. Ser� que mis a�os de experiencia superan los
conocimientos de ellos, o ser� que los conocimientos de ellos son diferentes a
los m�os. De hecho yo alcanc� a crecer con Messenger zeta, las reglas de
c�lculo, los tel�fonos de disco y las m�quinas de escribir mec�nicas. Si ni
siquiera jugu� Nintendo, a lo m�s el "pin pon" digital.


Ellos pertenecen a la era de la computaci�n, la animaci�n
japonesa, los play station, los tel�fonos m�viles, la Internet, los juegos en
l�nea, etc. A pesar de ello y debido a mi pasi�n por la educaci�n, logr�
acercarme bastante a la generaciones j�venes a trav�s de mis alumnos, quienes me
ense�aron computaci�n, instalar una p�gina en la Internet y otras peque�eces.


A lo que m�s aspiraba con mis vecinos, era a pasar buenos
ratos juntos, ense�arles uno que otro truco en el sexo y, eventualmente,
cultivar una amistad. �Que me llegaran a amar? �Por favor! En ese entonces yo
ten�a 41 a�os y ellos entre 12 y 15. Hubiera sido muy poco realista esa
aspiraci�n. Si alguno de ellos me hubiera llegado a tener simpat�a y
considerarme su amigo me hubiera sentido dichoso, pero de all� a que alguno me
amase, resulta rid�culo. De hecho jam�s he tenido como aspiraci�n que los chicos
que conozco se transformen o descubran como gays. De verdad prefiero que elijan
su propio camino. Yo solo les ofrezco que pasemos unos lindos momentos de placer
sin compromiso.


En eso estaba pensando con un vaso de Martini en mi mano,
cuando escuch� el inconfundible sonido de los alambres del patio. Estim� que ese
ya era un llamado abierto a que me asomara, pero ni bien entr� al dormitorio,
los rostros de los chicos se ocultaron enseguida alcanzando a distinguir una
voces que dec�an "ya lleg�, ah� est�, ah� est�".


Di la vuelta hacia el jard�n trasero, pero definitivamente
los chicos no se atrev�an a mostrar. Golpe� los alambres con mis dedos a manera
de aviso y dej� apoyado el cuaderno con las hojas sueltas en el borde del muro.
Escuch� inmediatamente un "gracias" y mutuas recriminaciones que se hac�an entre
ellos.


Regres� a la casa y cuando me dispon�a a retomar la pel�cula,
nuevamente escuch� cimbrar los alambres. Esta vez tres ni�os permanecieron
asomando sus sonrientes rostros en el muro cuando me vieron aparecer. Sonre�an
nerviosa y p�caramente.





Hola vecinos, �necesitan algo? Ya les devolv� su
cuaderno. Parece que se les cay� en el patio esta ma�ana


Si, quer�amos darle las gracias.


�Usted es profe? �interrumpi� el m�s peque�o y de
rostro m�s p�caro mostrando su mejor sonrisa.


Si, soy profe, pero no de colegio.


Si, un amigo de su pasaje me dijo que usted se llama
Manuel �es verdad?


Si, es verdad. �necesitan algo?


No nada. Es que el otro d�a lo vimos con ese mismo
traje de ba�o. �No le molesta que se le meta atr�s? � nuevamente el m�s
peque�o hac�a las preguntas m�s indiscretas.


No para nada, me gusta porque as� me bronceo casi
entero cuando tomo sol. �Y como se llaman ustedes?


El es Cristian, yo Andr�s y el Mauricio. El es mi
hermano �los inconfundibles rasgos similares de Cristian y Andr�s
permit�an advertir claramente que lo eran.


�Cu�ndo me vieron?


Uf, hace varios d�as, una vez cuando est�bamos
encumbrando volantines y la semana pasada.


Usted estaba dale que dale a la manuela �intervino
sonriente Mauricio mientras mov�a su pu�o cerrado arriba y abajo.


�Y ustedes sab�an lo que estaba haciendo?


Si, todos, el �nico que no sab�a era el Cristian, que
es el m�s chico, pero todos los dem�s sab�amos.


�Y porque no se la hace ahora? Queremos ver como le
sale el moquillo � sugiri� Cristian. � El otro d�a le sali� harto.


�Ya se le par�? �pregunt� Mauricio con un rostro
expectante.


Si un poco �respond� al tiempo que llevaba mi mano al
interior de mi soutien y me acariciaba lentamente mi ya erecto miembro.


A ver b�jese el traje de ba�o, para ver como lo tiene.
Vengan, suban no m�s �le dijo Cristian a alguien que estaba en el patio
contiguo.


Pero voy a buscar una revista primero �ment� y dando
media vuelta fui a la biblioteca y traje una Play Boy antigua.





Al regreso dos chicos se hab�an unido expectantes al
espect�culo: Rafael y Ariel, vecino y primo de los due�os de casa
respectivamente. Reconozco que el riesgo que corr� en esos d�as hab�a sido muy
grande. Pero en esos a�os no med�a mucho las consecuencias de mis acciones, las
cuales no tuvieron efectos adversos afortunadamente.


Me sent� en la cama y comenc� a hojear supuestamente la
revista para encontrar una escena que me excitara, cuando cre� hallarla me baj�
la soutien y empec� a masturbarme ante la atenta mirada de los chicos. Ellos ya
no fing�an no haberme visto y yo no fing�a tampoco ignorar su presencia. Tanto a
ellos como a m� nos gustaba la excitante situaci�n.


MI mano sub�a y bajaba acompasadamente y gotas de lubricante
asomaban por el extremo de mi tula. Con mi otra mano me sobaba los test�culos y
ocasionalmente las entrepiernas. El objetivo de mi exhibici�n no era otro que
poder conocer a los chiquillos, pero no presionarlos para que lo hicieran. Nunca
me ha gustado obligar a nadie. Todo ha de ser mutua y libremente consentido.


Los chicos no perd�an detalle de mi paja, la que yo
prolongaba lo m�s que pod�a, aunque en muchos momentos estuve al borde del
orgasmo. Pero los chicos quer�an ver m�s, por lo que me pidieron que me acercara
a la ventana y me masturbara frente a ellos para verme mejor.


En esa situaci�n lo �nico que ellos quer�an ver, era como
sal�a el semen de mi falo. A ellos s�lo le sal�an gotas me dijeron, en cambio a
mi me saltaba en cantidades apreciables. De pronto los chicos se asustaron, me
dijeron que me escondiera porque hab�a llegado alguien. Ellos abandonaron
r�pidamente su puesto de observaci�n y yo cerr� las cortinas.


Pero no pasaron ni dos minutos cuando escuch� que me llamaban
con voces bajitas y moviendo los alambres del patio. Cuando me asom� con
cautela, me mostraron a un amigo que hab�a llegado y que era el mocoso que se
hab�a hecho la paja d�as atr�s y me hab�a regalado su semen en el papel.


Me dijeron que se llamaba Jaime y me pidieron que siguiera
masturb�ndome pero en la ventana para ver todo. All� segu� d�ndole a la manuela
ante la atenta mirada de los chicos y las manos nerviosas de algunos de ellos.
Pregunt� si alguno se estaba pajeando y de inmediato me dijeron que Mauricio,
Jaime, Adri�n y Andr�s se la estaban meneando igual que yo. Pero enseguida
insistieron en que me fuera cortado r�pido porque quer�an ver.


Ante la insistencia aceler� mis movimientos y logr� alcanzar
una eyaculaci�n apreciable y con fuerza. Tres chorros llegaron a un metro m�s o
menos y uno algo m�s lejos. No era mi mejor registro, pero la situaci�n
definitivamente me hab�a gustado.


No pude aguantar la curiosidad, por lo que luego de limpiar
mi miembro, sal� al patio y, subido en una silla, me asom� al patio vecino para
ver las tulas de los que se estaban haciendo la paja.


All�, con los pantalones cortos hasta las rodillas, cuatro
chicos se masturbaban alegremente. Eran penes de unos doce o trece cent�metros,
todos ellos adornados de sendas matas de pendejos en su base. No abundantes pero
que evidenciaban el inicio de la maduraci�n sexual. Eran penes muy atractivos,
tensos por la excitaci�n pero sin lubricaci�n dada la edad de los mocosos. Tres
ten�an curvaturas hacia arriba y el de Mauricio, circuncidado, se arqueaba un
poco hacia abajo.


Pronto todos ellos le imprimieron velocidad a sus movimientos
y en pocos momentos, propio de adolescentes, dejaron salir peque�as cantidades
de esperma ante la mirada atenta de todos ellos especialmente de mi y Cristian,
el peque�o. El que logr� una mayor cantidad de semen fue Mauricio y era el
aparentemente m�s desarrollado. Jaime definitivamente era el m�s hermoso, a
pesar de una tenue cicatriz en su ingle producto de una apendicetom�a.


Acabado el ejercicio manual me desped� de ellos y les prest�
la arrugada revista er�tica, no sin antes prometerme ellos que me la devolver�an
esa misma noche. Sin creerles mucho baj� de all�, entr� a la casa y me puse a
descansar no sin antes reflexionar sobre los riesgos que implicaba hacer lo que
estaba haciendo.


No me inquietaba estar ense��ndoles la paja a los chicos, El
sector en que viv�a tiene mucha vida social y los menores gozan de bastante
libertad. La mayor parte de su tiempo se la pasan jugando en las plazas del
barrio, donde aparte de aprender a fumar a corta edad, los mayores inician a los
menores en los conocimientos del sexo. Ver videos pornogr�ficos es una actividad
relativamente aceptada, por lo que a los 11 o 12 a�os la mayor�a de los varones
ya han tenido la oportunidad de disfrutar de ellos.


Son sectores en los cuales las pandillas son abundantes y en
m�s de una ocasi�n hay peleas callejeras. El consumo de marihuana no es algo
inusual y, sin llegar a ser una pr�ctica generalizada, bastantes adolescentes
han tenido alguna experiencia al respecto, aunque definitivamente no todos.


No me sent�a en lo absoluto culpable por haberme exhibido
enfrente de ellos. Mis vecinos y sus amigos no eran inocentes o ingenuos chicos
de burbuja. Eran menores normales viviendo en un ambiente de muy amplia libertad
en la mayor�a de los aspectos y enfrentados a la lucha diaria por hacerse
respetar por sus iguales y forjarse un sitio entre ellos.


Record� que cuando yo ten�a la misma edad, 13 a 15 a�os m�s o
menos, all� por los a�os setenta, en m�s de una ocasi�n nos masturbamos con
alg�n compa�ero de curso en las duchas colectivas del Liceo. O cuando pertenec�a
al Grupo Scout hac�amos competencias de paja en el interior de la carpa. No era
una pr�ctica constante pero si relativamente frecuente y nadie se ofend�a porque
alg�n amigo se masturbara mientras lo dem�s lo mir�bamos o me miraban.


Mis temores iban un poco m�s all�. Al riesgo que hablaran m�s
de la cuenta y en alg�n momento se enterara alg�n adolescente mayor y por ese
conducto los pap�s. Pero conociendo el ambiente en el cual viv�a y mi propia
experiencia familiar, decid� proseguir con el acercamiento, ya que despu�s que
uno se hace la primera paja, la mayor�a de nosotros rompemos la comunicaci�n con
los padres y son los amigos o grupos de pares quienes pasan a ocupar el papel
principal como confidentes o fuentes de informaci�n.


Para el final de estas reflexiones y controlado temor, ya la
tarde hab�a ca�do y se hab�a transformado en noche. Era alrededor de las 21 hrs.
cuando escuch� tocar el timbre. Al asomarme por la ventana de mi cocina a mirar
quien me buscaba, tres sonrientes caras se asomaron por encima de la reja que
daba a la calle. Reconoc� enseguida a Ariel, Cristian y Andr�s, por lo que di la
vuelta y les abr� la puerta enseguida.


Pero no hab�an venido solos: todo el club estaba junto a
ellos y la excusa que hab�an inventado eran que iban a los juegos electr�nicos
que quedaban cerca. Y como los pap�s jam�s van a comprobar que realmente est�n
all�, cero problemas. A la entrada de la abierta puerta estaba el sonriente y
p�caro Cristian quien, alzando levemente su camiseta extrajo la revista que les
hab�a prestado e hizo adem�s de entreg�rmela. Enseguida le contuve dado que a
esa hora, por tratarse de un barrio popular, los vecinos tanto menores como
adultos se encontraban ya sea jugando los unos o simplemente conversando los
otros, pero en ning�n modo ajeno a la visita que el profe estaba recibiendo.


Invit� entonces a los chicos a pasar al antejard�n, cosa que
hicieron sin demora la totalidad de ellos. En esas circunstancias, decid�
r�pidamente que era mejor hacerles pasar a mi estrecho living y hacer las
presentaciones all�, a pesar que Cristian ya me hab�a dicho brevemente que los
chicos que no conoc�a eran sus amigos del club, los cuales no dejaban de
observar con sonriente curiosidad lo pintoresco de mi diminuta soutien.


Ya adentro de la casa mis vecinos me presentaron a los dem�s
chicos: Rafael el m�s delgado del grupo, Adri�n un peque�o algo robusto sin ser
gordo y Luciano aparentemente el m�s serio. Hechas las presentaciones me
contaron algo de lo que hac�an, en que curso estaban, que pensaban hacer para
las cercanas vacaciones y otras preguntas para saber m�s de mi.


Luego Cristian quiso conocer mi diminuta casa y al tiempo que
me devolv�a la revista, pasamos a mi escritorio, donde me fue imposible evitar
acariciar tiernamente sus enredados cabellos y rascar su preciosa guatita. El
chico reaccion� espont�neamente a dichas demostraciones abraz�ndome por la
cintura en un gesto que estim� b�sicamente de amistad sin darle una connotaci�n
sexual.


Detr�s del chico pronto ten�a a cinco mozalbetes revisando
cada rinc�n de la habitaci�n, en la cual se sorprendieron de ver tantos libros
de todo tipo, aunque ellos estaban m�s interesados en saber si ten�a revistas
pornogr�ficas seg�n alcanzaba a escuchar en sus murmullos. Tras un breve pero
minucioso registro, Luciano fue qui�n hall� el tesoro y cogiendo las escasas
revistas que ten�a, las llev� enseguida al living, donde le pas� algunas a sus
amigos y el se sent� con dos de ellos a revisarlas.


Pronto los chicos se encontraban entusiasmad�simos revisando
cada imagen que encontraban, al tiempo que en sus pantalones se alcanzaba a
advertir que la visi�n de ellas estaba teniendo consecuencias evidentes en sus
ocultos picos.


Cristian, como siempre, fue el primero que se dio cuenta que
yo lo ten�a parado y, llev�ndome discretamente al escritorio con su hermano y su
primo Ariel, me pidi� que me masturbara delante de ellos. Yo ya estaba m�s que
caliente pero un poco asustado. La espontaneidad del peque�o me hac�a temer por
su locuacidad pero ante su insistencia ced� y empec� a hacerme una gloriosa paja
que los tres siguieron atentamente, llam�ndoles especialmente su atenci�n las
gotas de placer que aparec�an en el meato.


Cristian no pudo evitar meter su mano al pantal�n sin dejar
de mirar atentamente cada uno de mis movimientos, mientras los otros ni�os
luc�an sendos levantamientos en sus pantalones que intentaban ocultar colocando
su manos delante. Excitado como estaba, me sent� en el amplio sill�n de mi
estudio, donde prosegu� pausadamente con mi paja. Los primos, aparentemente
interesados en otra cosa, decidieron ir a mirar las revistas con sus compinches
y me qued� solo con el menor al cual le ped� juntar la puerta sin cerrarla.


El chico estaba extasiado siguiendo cada uno de mis
movimientos y acariciando sin disimulo su pichula. Le invit� a acercarse y sin
hacerse de rogar se sent� en mi pierna, donde le baj� su pantal�n liberando un
peque�o sexo donde empezaban a aparecer los primeros pelos. Era un pene rosado
con su glande completamente descubierto y palpitante de excitaci�n. Los coquitos
lampi�os, tambi�n rosados, sub�an y bajaban acompasadamente al ritmo de su
agitada respiraci�n.


Mirando que en el living los ni�os segu�an revisando atentos
las revistas, tom� una mano del mocoso y la puse en mi tula, pidi�ndole que
siguiera masturb�ndome. El simple contacto de sus suaves dedos me hizo
estremecer, al tiempo que yo cog�a su peque�o miembro y le pelaba la verga con
ternura. La magia dur� muy breves momentos ya que, reaccionando, estim� muy
imprudente lo que estaba haciendo, tanto por la presencia de los dem�s menores,
como porque en ese momento decid� poner un l�mite a la edad de mis amantes. Y
definitivamente consider� que Cristian estaba bajo esa imprecisa frontera, por
mucho que me atrajera el chiquillo.


El chico no se mostraba turbado ni nervioso, m�s bien me
masturbaba relajado mirando con atenci�n cada detalle de mi sexo y acarici�ndome
con suma habilidad, pero igualmente le levant� de mi pierna, guard� mi
disminuido pene y le suger� que junto a sus amigos se fueran para sus casas,
dado que ya era de noche y pod�an estar busc�ndoles.


Nunca me he arrepentido de la decisi�n que tom� en ese
momento. Creo que fue lo mejor que pude haber hecho. Quiero demasiado a los
adolescentes como para faltarles el respeto ignorando lo que mi conciencia me
dict� en ese instante. Nunca he vuelto a trasponer ese umbral. A pesar de mis
innumerables defectos, a�n creo conservar una pizca de decencia y algo de
integridad.


En fin, cuando regres� al living ya m�s sereno y con mi
paquete en estado de reposo, no obstante lo cual igualmente los chicos miraron
sin ning�n disimulo mi notorio bulto del cual estoy m�s que orgulloso, les dije
enseguida que la visita hab�a concluido, que ya era tarde y que el d�a siguiente
hab�a clases y yo deb�a trabajar.


Los chicos no pusieron ning�n problema y se despidieron con
amabilidad, pidi�ndome permiso (�en serio!) para visitarme m�s seguido porque me
hab�an encontrado bac�n. Yo correspond� a su solicitud y les dije que vinieran
cuando quisieran, pero que fueran discretos cuando lo hicieran. No les expliqu�
las razones y ellos tampoco las pidieron. Recordemos que los maricones tenemos
un estereotipo hist�rico de amanerados que es muy intenso y cuando no se cumple
con el es dif�cil pensar que un tipo de ademanes varoniles sea un homosexual.
Creo que a esas alturas los chicos ni se imaginaban que a su vecino le gustaban
las patitas de chancho (para usar un chilenismo), para ellos yo simplemente era
un viejo caliente.


Luego de arreglar el desorden que dejaron los chicos, fui a
mi dormitorio donde me dispuse a dormir. Sin embargo y cuando ya me preparaba
para acostarme se escuch� el inconfundible sonido de los alambres del patio. Un
poco intrigado por saber de que se trataba, separ� las cortinas y descubr� a los
hermanos sonriendo alegremente. Abr� la ventana y pregunt� qu� quer�an.





�Va a estar ma�ana en la tarde?


No, ma�ana trabajo todo el d�a, el jueves tengo la
tarde libre.


�Ah! entonces el jueves lo vamos a ir a ver. �Y tiene
una revista que nos preste? Mi papa y mi mam� salieron y todav�a no
llegan.


Si tengo pero dej�moslo para el jueves mejor. Es tarde
y deben acostarse. Chao


Chao, hasta el jueves entonces.





Los hermanitos no insistieron, se despidieron con una alegre
sonrisa y yo me dispuse a descansar. El d�a hab�a estado muy agitado.



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