Relato: afici�n a la lluvia dorada
Ella conoc�a mi afici�n a la lluvia dorada, realmente en tiempos anteriores cuando sal�amos juntos, ella se meaba mientras le com�a el co�o. Primero lo hac�a lenta y disimuladamente, mientras yo le saboreaba toda su concha, para acabar con chorros y gritos de placer que me satisfac�an al extremo de llegar al orgasmo yo tambi�n. Simplemente lo hac�amos aunque nunca llegamos a hablar de ello.
Pasaron los a�os y coincidimos en una cena multitudinaria, se sent� a la derecha de la chica que ten�a enfrente, a su derecha encabezando la gran mesa su pareja actual y mi mujer a mi lado izquierdo, aparte all� estar�amos unas doscientas personas. Ya de sobremesa y un poco alterados por la bebida el griter�o era enorme, est�bamos todos entre risas y distra�dos cuando me percat� que ella se hab�a situado hacia atr�s apoyando la silla en la pared y me miraba con una cara lasciva que me recordaba tiempos anteriores, entreabri� su falda y cerrando su co�o con dos dedos solt� un chorro de orina como si de un geiser se tratara alcanzando mi cara, dejando mis gafas totalmente empa�adas mientras me susurraba en silencio moviendo sus labios:- te voy a dejar bien meado. Me puse muy nervioso por la situaci�n hasta que pude darme cuenta que milagrosamente nadie se dio cuenta de lo sucedido, estaban tan distra�dos que les pas� su meada por delante y debieron pensar en cualquier otra cosa, quien se iba a imaginar semejante barbaridad. La verdad es que la mesa estaba bastante salpicada, mi cara tambi�n, pill� una servilleta y me sequ� r�pidamente, mientras inquieto la miraba de reojo a ella, a mi mujer y a los otros asegurando as� que no nos hab�an visto.
Empez� la disco m�vil a sonar, suavizaron las luces, los asistentes se dispersaron unos bailando al fondo, otros se fueron, algunos como yo simplemente nos tomamos un cubata mientras miramos el ambiente. Me sent� en la parte de la pared en un sill�n bastante c�modo cuando apareci� ella, me miraba y yo empec� a temblar, puso sus dos rodillas en el apoyabrazos del sill�n, alz� su floreada falda hasta colocar su co�o sobre mi boca y mientras me volv�a a mirar de aquella forma lasciva dijo:-Te dije que te iba a dejar bien meado. Y empez� a soltar un fuerte chorro interminable que tragu� hasta su �ltima gota. Cuando termin� se fue directa al ba�o y no precisamente a orinar, entend� sin palabras lo que deseaba cuando sac� dos veces la cabeza por la puerta. Me dirig� donde estaba ella, entramos en uno de los reservados y nos besamos como locos, mientras nos desnudamos del todo, ni siquiera la apunt�, entr� de golpe, empezando a follar de inmediato me sent� en la taza con ella encima y no aguant�, me corr�. Nos quedamos as� inm�viles, empec� a lamerle los pezones y junto su suspirar not� una nueva erecci�n, empec� a moverme lentamente y ella me acompa�aba hasta que aceler� su ritmo y pude notar como un gran espasmo sorb�a y apretaba mi miembro, se estaba corriendo, not� el calorcillo de su sexo al alcanzar el climax, arque� mas su espalda y not� un hilillo de l�quido que se mov�a desde la base de mi pene pasando por mis huevos hasta caer dentro del retrete. Qued� rendida abrazada bes�ndome el cuello mientras yo sin gran dificultad le orinaba dentro de su co�o recordando tiempos pasados. Fue el culminar de una relaci�n pasada, es como si nos hubiera quedado aquello pendiente.