Relato: Examen de septiembre





Relato: Examen de septiembre


EXAMEN DE SEPTIEMBRE




Aquella tarde de septiembre me hab�a tocado hacer un
examen. Al llegar a la facultad comprob� que la barra que limita el acceso a
nuestro aparcamiento se hab�a averiado. Tuve que dejar el coche en el
parking
general, y adem�s, en una de las esquinas m�s alejadas, pues se
hallaba atestado de veh�culos que hab�an llegado antes que yo.


Por la fecha del mes, cuando acabamos, aunque no era una
hora muy tard�a, estaba casi a punto de anochecer. Al salir de la facultad
el panorama era muy distinto: ya hab�an terminado casi todos los ex�menes y
la gente se hab�a marchado. Mientras caminaba hacia el coche, acompa�ado de
Lourdes, la becaria que me hab�a ayudado a vigilar el examen, el parking
aparec�a casi desierto. Apenas quince o veinte coches situados en la zona
m�s cercana a la entrada.


Como acostumbramos, abr� el veh�culo, dej� el malet�n con
los ex�menes en el maletero, y entramos. Fue entonces cuando advert� que
alguien habia rozado el espejo retrovisor derecho impidiendo la visibilidad,
as� que, forzando la postura, alargu� mi brazo para alcanzar el dispositivo
interior y colocarlo correctamente, a la vez que �casualmente-, Lourdes se
agachaba para colocar el bolso. Fue todo muy r�pido, y apenas si dur� un
instante. Sus abultados y apetecibles senos, descubiertos en su parte
superior por encima del escote, rozaron con mi brazo, desnudo tambi�n, pues
a�n usaba camisa con manga corta.


Como digo, fue tan s�lo un instante, y un acto totalmente
involuntario. Ella, muy t�mida, se apresur� a disculparse:



Perdona, ha sido sin querer. No me he dado cuenta.



Me habr�a parecido poco honrado seguirle la corriente,
as� que opt� por decirle la verdad. Lo que verdaderamente sent�a.



No te preocupes. No tiene importancia. Adem�s, si te
digo la verdad, me ha parecido muy agradable el contacto con tu cuerpo.



A partir de ese momento no sabr�a explicar muy bien lo
que sucedi�. Ninguno de los dos decidi� nada. Ni tampoco lo pens�. Nos
quedamos mirando, callados, y ambos nos sab�amos en perfecta sinton�a. Sin
necesidad de decirnos nada, siguiendo tan s�lo un impulso compartido y
largamente reprimido... nos besamos.


Fue un beso apasionado. Con el mismo frenes� que un
sediento bebe un vaso de agua. No �ramos due�os de la situaci�n, que nos
dominaba como si algo o alguien hubiese decidido de antemano por nosotros.


Despu�s del beso separamos brevemente nuestros rostros,
s�lo para mirarnos, sonreir, y volver a juntar nuestros labios. Ahora de un
modo algo m�s suave, disfrutando la lentitud del momento, pero el final fue
igualmente apasionado. Nuestras lenguas se entrelazaban, se afanaban
ansiosamente por explorar cada recoveco de la boca del otro. Como si ambas
estuviesen predestinadas a conocerse y se hubiesen ignorado durante
demasiado tiempo.



Que rico. No sabes cuantas ganas ten�a de hacer esto.


Y yo tambi�n.



Dijo mir�ndome y sonriendo casi embobada. A estos
siguieron muchos otros besos, y caricias... y gestos de cari�o, pero nuestra
calentura iba tambi�n en aumento. Al principio lo hice suave y lentamente,
como temiendo que me rechazara, pero al comprobar que no era as�, acarici�
abiertamente sus tetas por encima del vestido. Palparlas en todo su volumen
me pareci� una experiencia deliciosa, acrecentada por los deseos reprimidos
durante tanto tiempo. Comprobar que los dos dese�bamos lo mismo y que las
caricias entregadas eran bien recibidas, aumentaba nuestro placer y el
encanto del momento. A ninguno se nos escapaba que aquello era algo
prohibido, que no deb�a ocurrir, pero el placer y el deseo eran m�s fuertes
y se sobrepon�an al sentido del deber.


Ya con m�s confianza al clarificarse la situaci�n, con
delicadeza introduje una de mis manos en su escote y extraje uno de sus
senos. Ahora ya no ten�a prisa ni frenes�. Me detuve mir�ndolo extasiado
ante su belleza, igual que cuando tras un largo viaje nos situamos ante el
cuadro de nuestro sue�o en un museo lejano. Quer�a disfrutar del momento en
toda su plenitud.



Son preciosos. Me encantan.



Solo contest� con una nueva sonrisa, muy de las de ella,
que indicaban divertimento ante lo que, sin duda, juzgaba un comportamiento
particularmente espont�neo, no exento de ingenuidad, halagador, y �Por qu�
no? Divertido.


Acarici� delicadamente sus senos. Juguete� con sus
pezones, los bes� �delicadamente primero-, con un beso que apenas si los
roz�. Los chup�, los introduje en mi boca, y me deleitaba comprobar como
unos suspiros asent�an en todo lo que estaba ocurriendo. Alternaba mis
caricias manuales y las de mi boca, aspir� y succion� uno de los pechos
llevado por mi deseo, como si desease introducirlo entero dentro de mi boca,
y cada meta alcanzada era seguida de un mayor deseo de incrementar el
contacto de nuestros cuerpos.


No era necesario programar ni decidir nada. Las ansias lo
controlaban todo, y una de mis manos, mientras nos bes�bamos, se desliz� en
su entrepierna. Primero acarici� la cara interna de sus muslos, tanto por no
prescindir del disfrute de ninguna parte de su cuerpo como por esperar,
prudentemente, su aprobaci�n. No dijo nada, y era evidente que �como yo-,
disfrutaba con lo que estaba ocurriendo.


Despu�s acarici� su sexo por encima de su ropa interior.
No pude evitar un escalofr�o de emoci�n que me recorri� la espalda y aument�
la intensidad del beso en ese momento. Todo parec�a imparable. Ella parec�a
tener a�n menos control que yo, y menos fuerza o voluntad para parar
aquello. Quiz�s era ya demasiado tarde. O imposible. Era como un
acontecimiento profetizado, destinado a que ocurriese determinado por las
fuerzas de la naturaleza o el destino.


Con algunos de mis dedos apart� la prenda e introduje uno
de mis dedos en su rajita. �Dios m�o! Que placer. Era como si de pronto
recuperase algo que era m�o, que me pertenec�a y que, injustamente, hubiese
sido desprovisto de su posesi�n. Como disfrut� aquella suavidad, aquella
c�lida humedad que me confirmaba su propio placer. Era eso precisamente lo
que hac�a del momento algo m�gico y especial. Ambos dese�bamos lo mismo y lo
�bamos descubriendo progresivamente, conforme el otro se atrev�a a traspasar
una nueva barrera que, en realidad, estaba anhelando ser traspasada.



Me encanta tu chochito. Es precioso. Es muy agradable
acariciarlo.


Que cosas tienes. Dijo mientras me dedicaba una de sus
sonrisas, que indicaban un cierto azoramiento.



Mis impulsos se sobrepon�an a cualquier tipo de corte. Y
adem�s, con ella no me daba verg�enza de nada. Era como si, en realidad,
fu�semos m�s de los que en realidad �ramos: compa�eros, profesor-becaria,
amigos... A lo mejor de tanto imaginarlo en delirios y masturbaciones
solitarias, era como si en realidad ocurriese algo l�cito y familiar.


Saque los dedos de su sexo. Lentamente los acerqu� a mi
cara y aspir� lentamente, disfrutanto de la sensaci�n, como si de una
fragancia se tratara. Eso si que lo mir� un tanto sorprendida. M�s a�n
cuando con la misma lentitud los introduje en mi boca y los chup�
lentamente. Creo que eso la puso a cien. Todas �stas eran experiencias
nuevas para ella. Estas muestras de veneraci�n, de aceptaci�n del cuerpo del
otro, se sumaban al deseo tantos a�os reprimidos.



Qu�tate las bragas.



Era un ruego, casi una s�plica. No una orden.


No me pregunt� nada. En unos instantes la prenda hab�a
desaparecido. Tal era la intensidad del momento que nos hab�amos olvidado de
que nos hall�bamos en un lugar p�blico. Las voces en el exterior nos
devolvieron el contacto con la realidad.



Pues yo esa pregunta no me la esperaba.


Si es que siempre pasa lo mismo. Claro, como a ellos no
les importa, pues �Hala! Primero a correr, a dejar tochos en las
fotocopiadoras, y luego a preguntar cosas que ni se han visto. Que pronto
se les olvida que ellos tambi�n han sido estudiantes.



En ese momento todo lo que pasaba fuera nos importaba muy
poco. Lo justo para mantener, aparentemente, la compostura. Desde fuera se
ve�a a una pareja charlando relajadamente. Nada que llamase la atenci�n.
Desde mi posici�n erguida, sin embargo, me extasiaba contemplando aquel co�o
que me parec�a precioso.



Me encanta tu chocho (Me daba corte llamarlo por su
verdadero nombre, pero �en realidad-, mi calentura me ped�a utilizar un
lenguaje bastante menos light, que en absoluto me parec�a grosero o
inconveniente. Me gustaba llamar a las cosas por su nombre, como muestra
de la naturalidad con las que siempre contempl� a todo lo relacionado con
el sexo).



Cuando o�mos que el coche arrancaba y se alejaba me
acerqu� a su sexo.



�Qu� haces?



Ahora s�. Expresaba inquietud y reprobaci�n que
indicaban, claramente, que aquello no estaba dentro de lo previsto, que
hab�a topado con el muro del l�mite. M�s all� iba m�s lejos de lo esperado o
admitido como posible. Ella esperaba ir m�s lento. O quiz�s estaba
acostumbrada a quedarse en los proleg�menos y en esta situaci�n, tan s�lo
hab�a calculado la sustituci�n del sujeto, pero no del resultado.


Pero result� que el muro no era tal muro. Si acaso una
leve red de esas que indican que est� prohibido el paso, pero que en
absoluto lo impiden. Lo primero que hice fue depositar un leve beso all�
donde los labios se unen y esconden el punto m�s sensible. Era la misma
t�ctica que emple� con los pechos. Pero era tambi�n como me apetec�a hacer
las cosas: poco a poco. Disfrutando cada nueva meta y cada momento como
�nico e irrepetible.


He de aclarar que por mi mente no pasaba ni el m�s m�nimo
asomo de remordimiento o mala conciencia. Pudo ser la elevada temperatura de
la situaci�n, muy poco apta para hacer reflexiones trascendentales y
llamadas a la responsabilidad. Pero tambi�n que en mi fuero interno me
resist�a a admitir que aquello fuese malo. Lo deseaba con todas mis fuerzas.
Sin complejos. Igual que un ni�o intenta tomar todo aquello que quiere
ignorando que las reglas de los mayores ponen l�mites.


Tras el beso saqu� la lengua y acarici� lentamente toda
la vulva, procurando que mi �rgano ofreciese la mayor superficie posible.
M�s que el contacto f�sico creo que influy� otro factor m�s sutil: que
disfrutaba enormemente haciendo aquello, que demoraba el tr�nsito de la
lengua como para que nada se me escapase, como si fuese un manjar que no
podr� disfrutar todos los d�as. Creo que estos aspectos, psicol�gicos, m�s
que f�sicos, ponen m�s calientes que la mera estimulaci�n f�sica. Profundos
suspiros y aspiraciones de placer fueron su respuesta. Nunca antes nadie le
hab�a hecho aquello, que tantas veces hab�a visto y deseado en las pel�culas
porno. Por fin ahora era realidad �C�mo pod�a negarse a aquello? Una nueva
barrera hab�a sido vencida.


Disfrut� de mi acci�n, en la que puse todo el empe�o y
dedicaci�n que pude. Ninguna caricia era igual a otra. Unas veces con la
lengua r�gida introducida en su vagina, otras, blanda y mojada para
acariciar el cl�toris. No hubo un resquicio que no fuese amado y acariciado,
con el mismo �mpetu que una madre se abraza con su hijo tras una prolongada
ausencia.


Pero lo que increment� su excitaci�n fue cuando, tomando
sus labios entre los m�os, aspir� para introducirlos en mi boca. Los
succionaba como si me los fuese a comer, pero (de algo ten�a que valerme mi
mayor experiencia), descartando el m�s m�nimo roce con los dientes o una
caricia que no resultase sumamente placentera. Una vez dentro, los mov�a,
los rodeaba con la lengua. Jugueteaba con ellos como si dotados de autonom�a
no estuviesen unidos a una persona. Era como si me pertenecieran por unos
minutos.


Lo que no puedo decir es que aquello durase demasiado.
Creo que no se esperaba aquello. Ni mucho menos que pudiese sentirse una
placer de tal intensidad. Pronto advert� la aceleraci�n de su respiraci�n:



Pedro, por Dios... Uhmnnn.



Y un largo y prolongado suspiro me indic� que todo hab�a
acabado. No interrump� bruscamente mi contacto, sino que mudando la
intensidad en suavidad, expresaban cari�o donde antes hab�a pasi�n. Los
momentos justos que sab�a como para que a aquella zona sensible no le
resultase desagradable una vez terminado el orgasmo.


Levant� mi cabeza. A�n permanec�a con los ojos cerrados y
una expresi�n de relajaci�n y felicidad iluminaba su cara. Dios m�o. Que
guapa estaba. Cuando abri� los ojos me miraron, volvi� a sonreir y expresaba
felicidad y agradecimiento. Al fin y al cabo, le hab�a mostrado un camino
nuevo.


Me sorprendi� que fuese ella, pero parec�a que hab�a
cambiado de actitud y se hubiese puesto de mi lado. Fue ella la que �sin
importarle que sus jugos y su olor impregnaran mi boca-, me bes�. Seguro que
aquello era una sensaci�n nueva, a la que, sin duda, no estaba acostumbrada.
Creo que cuando dos personas se quieren cambian muchas cosas sin que uno
mismo se de cuenta. Nuestro beso fue tambi�n un intercambio de salivas y un
compartir sabores. �ramos ya un poco m�s, el uno del otro.


Lo que sigui� me sorprendi� incluso a m�. Tras unos
instantes de amorosa relajaci�n, fue ella la que se agach�.



Oye, no est�s obligada a hacerlo.


Es que me gustar�a. Deseo hacerlo.



Desabroch� mi pantal�n, lo baj� y apareci� enhiesto mi
pene. Pareci� agradarle, pero no hubo muchos pre�mbulos. Lo introdujo en su
boca y lo trat� como si lo amase desde toda la vida. Con su mano derecha
realizaba un movimiento de subida y bajada de la piel sobre el glande que
incrementaba mi goce hasta convertirlo en una sensaci�n exquisita.
Sorprend�a aquella habilidad en una persona inexperta. Deb�a ser las muchas
veces que lo hab�a visto en las pelis, el deseo de agradarme o �Porque no?
que en su fuero interno estaba m�s dotada que otras para saber que hacer en
el momento justo.


Yo si que aguantaba poco. Soy muy disfrut�n, pero tampoco
era el momento de prolongar aquello hasta el infinito. Por un momento
record� donde est�bamos, y que de vez en cuando llegaba la gente a por sus
coches. M�s val�a acabar pronto.


Cuando se aproxim� el momento trat� de avisarla con un
gesto de mi mano. Con las prisas no hab�amos hablado ni pactado nada al
respecto. Trataba de hacerle ver que pronto iba a eyacular para que retirase
la boca y continuase de otra forma. Pero creo que ella deseaba hacerlo as�.
Era como si desease devolverme el placer recibido hasta el nivel m�ximo.
Pronto ya no me hall� en condiciones de controlar ni decir nada. Cerr� los
ojos y suspir� agitadamente mientras chorros muy copiosos de mi semen sal�an
provoc�ndome un intens�simo placer y quedaban dentro de su boca.


Sin dudarlo ni un instante, aquello era mucho mejor y m�s
placentero. Que en el momento justo no se detuviese ni disminuyese la
presi�n de la caricia, sino todo lo contrario. Que mi semen, lejos de
provocar asco o repugnancia en mi compa�era, fuese recibido como si de un
precioso n�ctar se tratara. Todo influy� en que fuese �no s�lo uno de los
mejores orgasmos de mi vida-, sino una de las experiencias m�s gratas. Sin
duda alguna, nunca la olvidar�.


Por imitaci�n a como yo lo hab�a hecho, no interrumpi�
sus caricias al t�rmino de mi orgasmo. Lenta, suavemente, prolong� aquellos
instantes exquisitos de placer.


Cuando fui recuperando la noci�n de la realidad me
apresur� a sacar un pa�uelo de mi bolsillo que le entregu�. Me mir� un tanto
sorprendida. Se notaba su inexperiencia.



Es para que deposites el semen.



Lo utiliz� para limpiarse, pero apenas si quedaban restos
de semen en su boca. �Se lo hab�a tragado casi todo! La verdad, no se muy
bien porqu� a los hombres nos gustan estas cosas, pero lo cierto es que nos
gustan.



No es que te reprenda. Me ha encantado. Pero a la
mayor�a de las mujeres no les gusta que eyaculen en su boca. Intent�
avisarte.


A mi lo �nico que me importaba era que te gustase.


Pues me ha encantado. Creo que esto no lo voy a olvidar
nunca.



Me devolvi� el pa�uelo.



Ten cuidado. A ver si te lo pilla tu mujer.


No te preocupes. Adem�s, siempre podr� pasar por algo
m�o. No olvides que yo tambi�n lo hago, aunque, como podr�s imaginar, ni
punto de comparaci�n a como lo has hecho t�.



Terminamos de recomponernos y limpiarnos. Ahora, ya m�s
con los pies en la tierra, tratamos de borrar todos los vestigios. Un resto
de agua de una botella y un cleenex sirvi� para lavar mi cara de
olores, as� como masticar un chicle de los que llevo en el malet�n y que no
me apetec�a nada en aquellos momentos. Mientras arrancaba mi coche y
avanzaba por el aparcamiento, ya totalmente vac�o, me preguntaba como ser�an
las cosas a partir de aquel d�a.


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